Este inicio de año ha sido muy provechoso, ha habido una gran mejora en las relaciones interpersonales, se afianza la relación de pareja y se fortalecen las fraternales e inclusive las económicas, siendo que un individuo no puede ni debe crecer en un plano de inmanencia dejando los otros de lado. Y es que es en el plano social donde el noájida consciente de su identidad espiritual, intelectual, emocional y física puede poner en práctica sus conocimientos para compartirlos con todos los demás.
Este post surge a raíz de otro post que un amigo a quien aprecio y estimo mucho por su humildad e inteligencia escribió acerca de ese nacionalismo que debe de existir y que los habitantes de México y de Centroamérica hemos celebrado en los pasados días remembrando la independencia del Reino de España.
El noájida consciente de su identidad sabe que en base al séptimo mandamiento del reforzamiento de las Cortes de Justicia debe de involucrarse en los asuntos políticos de su comunidad y de su Estado, pues en un sistema de gobierno donde haya depositarios de la autoridad, les corresponde a éstos realizar sus funciones de acuerdo a lo que la lógica, la experiencia y la psicología humana guíen como correcto toda vez que al ser nosotros, el pueblo, los que depositamos la autoridad y la confianza en estos funcionarios públicos, tenemos el derecho y la obligación como depositantes de exigirle a los funcionarios públicos que rindan cuentas de su actuar.
Sin embargo, para que esto ocurra es necesario que el noájida consciente de su identidad, sea nativo o residente de determinado lugar, refuerce las Cortes de Justicia y establezca la paz y de la armonía a través de la construcción activa de Shalom, por lo que el nacionalismo juega una parte muy importante en la identidad de cada noájida.
No se trata de recordar lo que otros nos hicieron y de resentirnos con ellos, o de despreciar al vecino por lo que nos quitó o por lo que nosotros le quitamos, tampoco se trata de recordar asuntos de hace siglos o de alardear que logramos independizarnos de tal o cual nación, sino más bien que ese nacionalismo sea un nacionalismo puro y auténtico, que no sea una muestra más del EGO sino del Yo Auténtico.
Si Costa Rica se independizó de España lo hicimos porque consideramos que queríamos una vida independiente y si bien es cierto que los Reyes Católicos y los conquistadores saquearon nuestras tierras, también lo es que eso lo hicieron otros individuos que ya ni vivos están porque eso pasó hace muchos siglos y que el seguir recordando lo que pasó es vivir en el pasado y no en el presente. Los españoles de la época actual son personas completamente distintas a sus antepasados, no son los antepasados, entonces el seguir viviendo con la espinita de rencor porque en algún momento los españoles antepasados de los actuales saquearon y asesinaron a pueblos enteros, no es sano y más bien tiende a perjudicar, porque recordemos el dicho que reza que la división es hija de la resta.
El nacionalismo no es entonces revanchismo ni chovinismo, tampoco es complejos de inferioridad ni belicosidad, sino más bien es el goce del lugar donde vivimos y la puesta en marcha de la plenitud que como humanos podemos vivir cuando amamos el lugar donde vivimos y hacemos todo lo posible para que ese lugar sea ordenado y limpio. Hay dos estrofas del Himno Nacional de Costa Rica que me gustan mucho y que resumen muy bien lo que es el nacionalismo auténtico y no el egotista, “bajo el límpido azul de tu cielo, blanca y pura descansa la paz y bajo el límpido azul de tu cielo vivan siempre el trabajo y la paz”.
Un individuo no puede realizar su potencial si el Estado es el que le da todo, porque el individuo tiene que trabajar para saberse a sí mismo, porque no hay mayor satisfacción que sentirse y saberse autosuficiente y no hay mayor alegría que saber que con el trabajo que el individuo realiza contribuye al mejoramiento de las relaciones de las otras personas, en tanto que su trabajo sea de construcción de paz y de armonía y no que más bien sea todo lo contrario.
Cuando uno comienza a vivir una vida plena y lo más apartada posible de los pensamientos egotistas, puede ver cómo es que aprecia más el lugar donde vive pero concomitantemente aprecia más también el lugar donde otros viven y lejos de añorar el jardín del vecino más bien uno se pone a podar e irrigar el propio.
Y es que con tanto por aprender en este mundo, tantas culturas con costumbres tan diversas, con gastronomías tan exquisitas, con historias tan fascinantes y con parajes tan hermosos, llegará el día en que la humanidad se sepa una sola y que más bien esos distingos de nacionalidad, color de piel, etc., en tanto que no impliquen una diferencia de trato en perjuicio de los individuos, serán más bien las diferencias que nos unirán, porque es la diversidad la que engendra y la división la que resta, pues el mundo está lleno de colores y aunque muchos dirán que anteriormente mencioné que la división es hija de la resta y que ahora me estoy contradiciendo, lo cierto del caso es que la división y la diversidad son dos cosas muy distintas.
La homogeneidad que debe de haber es la del cumplimiento de los Siete Mandamientos Universales, pero cada pueblo debe de gobernarse a sí mismo y de buscar diferenciarse de los otros pueblos de una manera positiva y siempre en construcción de paz y de armonía sin revanchismos ni chovinismo. Aunado a esto es necesario que cada individuo se considere así mismo como una persona independiente pero con obligaciones correlativas hacia los demás y cada funcionario público debe de estar versado en aquello que propenda a la paz y a la armonía a través de la verdad, de la justicia y de la caridad.
Cuando ese momento llegue todos seremos más nacionalistas que nunca pero también seremos más humanos que nunca y sabremos que es precisamente por la diversidad que finalmente lograremos unirnos como raza y elevarnos a niveles jamás pensados y la guerra y la violencia serán cosas del pasado.