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El universo te ayuda a ser feliz…

Están compartiendo una frase atribuida a Louise Hay:

“Para cambiar tu vida por fuera debes cambiar tú por dentro. En el momento en que te dispones a cambiar, es asombroso cómo el Universo comienza a ayudarte, y te trae lo que necesitas.”

Humildemente, yo no sé si el universo se entera de la existencia de cada uno, ni si está al tanto de nuestros dramas y aspiraciones.
Modestamente considero que es bastante dudoso de que el universo siquiera tenga algún tipo de conciencia individual, a la que podamos identificar como “conciencia universal”. De tenerla, es altamente improbable que te quiera ayudar, sea que estás en disposición de cambiar (para bien o mal), sea que te dejes llevar por la inercia o la pasividad.
El universo no es un dios, ni un ente, ni una fuerza.
El universo es la sumatorio de todo lo que lo compone, que incluye por supuesto lo que las personas consideramos  bueno, también lo malo así como lo indiferente. De hecho, tengo la fuerte impresión de que lo indiferente es más del 99% del mismo en su relación con el hombre y con cada miembro de nuestra especie.

Así pues, esta bonita frase, muy inspiradora y positiva, a la hora de la hora no deja de ser una bella fantasía, irreal y hasta quizás en cierto modo peligrosa.
Te hace tener esperanzas en algo improbable. Te afirma que cuentas con un poder ilimitado, el cual en realidad no existe. Te promete un auxilio que difícilmente te llegará.
Como todas las cosas bien intencionadas pero poco sustentadas en conocimiento, suelen acarrear más dramas que bendiciones.

De por sí los consejos de auto-ayuda, que en buena medida popularizo la Sra. Hay, son riesgosos.
Se constituyen en una nueva fe, en una religión, que incluyen rituales, plegarias, invocaciones fuerzas misteriosas y por supuesto, siempre habrá alguno que otro con baldes listos para recoger el dinero que los “fieles” dejarán caer a rolete, con la esperanza de obtener la bendición de parte del autor de moda del mundillo de la auto-estima, de la ineficaz seudo ciencia del crecimiento integral basado en misterios y supersticiones.

Ahora, lo que humildemente encuentro bastante acertado es el comienzo de la frase de la Sra. Hay.

Cuando uno cambia favorablemente, (desde el mismo momento en que se dispone a cambiar y se compromete a hacerlo, de hecho ya está cambiando), uno encuentra recursos en sí mismo que habían pasado inadvertidos, que estaban tapados por “noes”, por mandatos, por censuras, por la ceguera impuesta por el EGO.
Al encaminarse por la senda de la superación real, sin fantasías, sin falsas metas, sin ideales imposibles, sino pasos seguros hacia el cambio, entonces quedan a disposición recursos que parecían imposibles, insospechados en uno mismo. Son potenciales ya existentes, en el interior de cada uno o al alcance de la mano en el entorno, que favorecen y fortalecen el crecer.

No nos confundamos, no es un dios misterioso que está haciendo magia, no se están obrando milagros, no hay una confabulación universal coelhiana para favorecerte, no hay un “secreto” que se alía a tu deseo.
Nada de eso es real, nada de eso existe, a no ser en la imaginación de los que lo inventaron y de los que lo creen.

Pero sí hay un mundo a disposición para aquel que está dispuesto a tomar lo que está a su alcance.
Vivimos sometidos a una negación constante de nuestra identidad, nos sumergimos en identidades falsas, somos prisioneros de nuestro impotente EGO (al que consideramos todopoderoso).
Vivimos huyendo, fracasando, hundiéndonos en dolores y quejas, en amarguras y quebrantamientos.
Porque tenemos miedo, porque preferimos la comodidad, porque nos desconocemos en nuestro potencial.

Cuando nos embarcamos en la aventura de conocernos, a nosotros y no a nuestras máscaras, estamos cambiando y encontramos que sorprendentemente la vida es más bella de lo que nos creímos hasta entonces.
Hay más luz, más bondad, más poder, más posibilidades, pero no a causa de un genio bondadoso que nos apadrina, sino porque encontramos el poder que existe en nuestro interior y el lazo que nos conecta en verdad al universo.

Por lo cual, dispongámonos a cambiar, hagámoslo, construyamos Shalom desde el interior y hacia las capas externas y luego hasta el infinito.
Encontraremos mucho bueno, aunque no siempre sea fácil, no siempre logremos nuestras metas, no siempre seamos victoriosos… pero siempre seremos exitosos.

La felicidad es posible, el bienestar, la bendición, la plenitud, a la medida de nuestra posibilidades.

Cuando derrotamos al EGO, cuando le despojamos de su terrorífico poder, cuando dejamos de escaparnos para refugiarnos en nuestra celdita mental, estamos preparados para disfrutar de una vida plena.

Es un mensaje propicio para la festividad de Sucot que está por comenzar, muy atinado para tal ocasión.
¿Sabes por qué?

(Gracias Jackie)

La Fe del EGO

Intentaremos ver en este artículo la vacuidad y ceguera de la persona de fe.

Imagina que estás colgado en el aire, atrapado dentro de una red de pescador.
Mira en tu mente cómo tratas desesperadamente por zafar, como sacas un dedo, una mano, pero igualmente estás apresado.
Observa como te contorneas, haces giros, procuras eludir la soga mortal que te aprisiona, que te esclaviza, pero no haces más que dar vueltas, una y otra vez encarcelado por esas finas mallas que te cercan, que te niegan tu libertad.
Atiende bien a esa imagen, observa como eres impotente para salir, para construir otra realidad, porque estás atrapado, eres esclavo de la red.
Por más que tratas, nada puedes.
Te cansas, te agotas, te desanimas, pierdes la esperanzas, se te escapan las energías, todo parece ya perdido, a pesar de que estás casi al contacto con la libertad, sigues preso y sin poder salir.

Una imagen verídica de la fe, es la red de pescador que te atrapa, te inmoviliza y termina por provocarte la muerte; mientras insensiblemente miras sin ver el mundo allí al lado, tan cercano y vital, pero tan (aparentemente) imposible de alcanzar y de vivir.
Envuelto por la red de fe, el hombre de fe es indiferente al mundo, que supone que le es indiferente.
La red te rodea por todos lados, te hace sentir su opresión, te inmoviliza, te niega la posibilidad de ser libre, te atrapa, te lleva a la muerte.
La red, tan sutil y delicada, tan llena de espacios vacíos, pero al mismo tiempo tan fuerte en su misión de prohibirte ser tú mismo.

Esa imagen tormentosa, esa pesadilla terrible, es como podemos visualizar el poder que la fe tiene sobre la persona.
Sí, muchos consideran a la fe como algo positivo, un valor loable, un motor de vida, pero cuando nos detenemos un instante a pensar seriamente y con fundamentos, terminamos por reconocer que la fe es una densa red, que esclaviza, que niega la vida.

Veamos juntos cómo entenderlo.

Fe es suspensión de la razón.
Fe es desarticular la propia voluntad para depender de imaginarios poderes superiores.
Fe es admitir el absurdo aún a costa del sacrificio innecesario.

¿Por qué es así?
¿Por qué la costumbre de repetir la verdad de otros?
¿Por qué la necesidad de hallar sentimientos de seguridad en aquello que es mortal?
¿Por qué permitir hundirse en el vacío del sin sentido, teniendo la capacidad potencial de construir un mundo con sentidos?

Para comprender el poder negativo de la fe, tienes que advertir que sus raíces se sumergen en la oscuridad de los más primitivo del ser humano.
Allí, en nuestro origen a la vida en este mundo, en el momento del nacimiento, nos vemos sometidos a una espantosa tortura sensorial, somos víctimas impotentes de la avalancha de sensaciones desconocidas y desagradables, imposibilitados de reaccionar de cualquier forma asertiva, incapaces de dar sentido a las cosas, impedidos de organizar esa espantosa pesadilla caótica que es nuestro ingreso a este mundo.
Si bien la memoria “evolucionada” del hombre no está formada, sí contamos con otro tipo de memoria, pues en las bases más rudimentarias del cerebro primario, e incluso en la memoria somática, queda impreso el terror original, el sometimiento a la más fantástica vivencia de pavor impotente que podamos jamás volver a revivir.
Es ese momento espantoso el trauma original que marca el resto de la existencia.
Cada uno de los miedos, de las dudas, de las fantasías de esperanza, se vinculan con el terror primordial, con la impotencia original.
Así como también se reiteran los mecanismos originales de supervivencia: llanto, grito, pataleo, escape de la realidad. Todos ellos inconscientes, sin premeditación, involuntarios, pero programados en nuestro ser, en nuestro instinto de supervivencia.
Son estas herramientas primitivas las que dan origen a nuestro EGO, a nuestra forma de ser en el mundo.
A partir de allí nos vamos llenando de cáscaras y máscaras, vivimos de tal manera que creemos ser una o más personas, cuando en realidad estamos llamando “yo” a lo que es un personaje que nos sirve para ir sobreviviendo.

Para el recién nacido no hay orden, ni experiencias, ni lenguaje, ni historia, ni futuro, ni tiempo, ni recuerdos, ni otros, ni yo.
Hay dolor, puro dolor, dolor multidimensional.
Y hay recursos muy limitados, pobrísimos, pero que sirven al propósito de mantenerlo con vida al llamar la atención de algún otro que lo provea. Sin saberlo debe manipular a otro para no perderse en esa pesadilla que ni siquiera puede registrar o valorar o mitigar con “esperanza” o “fe”.

Allí nace el EGO, a lo que llamamos yo.
Allí nace la creencia en una deidad salvadora, a la cual someterse, a la cual esclavizarse, porque de no hacerlo, de tratar de vivir libre, entonces se volvería al abismo del dolor sin razón, a la muerte espantosa en vida.
Todas las religiones son subproductos del EGO.
Todas las religiones hacen suya y propia esa imagen interna de un dios salvador, del EGO que rescata de la impotencia torturante del comienzo. Cada dios, cada santo, cada mediador, cada ángel guardián, no es más que una representación externa y cultural de ese dios interno, de ese salvador mítico, del EGO al que se siente como el que ha rescatado al hombre de la impotencia, del infierno.

Por supuesto que Dios, el Uno y Único, NO es una de esas imágenes externas del EGO.
Pero, los que son religiosos se las arreglan para vestir sus creencias de EGO.
Son religiosos porque no son espirituales en su vida.

Entonces, toda religión, toda creencia religiosa, todo ateísmo religioso, tiene su base en el terror original, en la impotencia traumática del nacimiento, y en el EGO que aparece como salvador sin el cual la vida es imposible.
El EGO, con sus menoscabadas herramientas: llorar, gritar, patalear, escapar de la realidad. Con el paso del tiempo y las experiencias varía estas formas, pero no las abandona ni se aparta demasiado de ellas.
Entonces, no es extraño que en las religiones (deístas, teístas, ateístas, poli o monoteístas) se manipule a la gente, se pretenda modificar la realidad de acuerdo a las propias creencias, se violente, se amenace, se presione, se prometa infiernos a los pecadores y salvación especial a los que se someten al poder del dios salvador.

La religión hará cualquier cosa para seguir manteniendo la ilusión de poder, tal como el EGO hace desde el interior del ser.
Ni la religión ni el EGO salvan.
Ni uno ni otro tienen real poder, pero les damos poder al someternos a sus manipulaciones.
Ambos son impotentes, solamente capaces de reaccionas primarias, fácilmente eludibles por una persona organizada y equilibrada, pero sin embargo siguen prevaleciendo.
La mente se nubla, el corazón trastabilla, la palabra enmudece, el hombre es derrotado por sus dioses, por esos falsos dioses que no le permiten entrar en contacto con su esencia sagrada ni en conocimiento de que mantiene un vínculo constante con el Eterno.
La religión bloquea al hombre de reconocer su vínculo con Dios.
El EGO bloquea al hombre de reconocer su Yo Auténtico.

No te pido que me creas, menos que tomes mis palabras como verdaderas, pero te pido que tomes tu tiempo para reflexionar con seriedad, para releer, para evaluar estas palabras con lo que puedes constatar en los hechos.
Si ves que me equivoco, si te das cuenta de que acaso te quiero manipular, dímelo, lo aceptaré si es que lo demuestras con evidencias concretas.
Pero, si te das cuenta de que te estoy describiendo hechos, si te estoy alumbrando lo que sucede, también dímelo, y juntos veamos qué podríamos hacer para mejorar y mejorar a nuestro mundo.
¿Te animas a reflexionar ahora y a no seguir adelante hasta llegar a una idea más acabada a partir de lo que te estoy describiendo?
Gracias.
Porque no somos una secta, porque no nos interesa ser religiosos, porque no pretendemos dominarte, porque no queremos nada de ti para nosotros, es que somos libres de ponernos en el sitio de los que deben ser juzgados, para que aceptes porque compartes y no porque te sometes porque te estamos manipulando.

Ahora, sigamos.

La oscuridad, la falsedad, la ilusión es el campo de la fe.
Ya lo había advertido el profeta hace como 2500 años atrás: "¡Ay de los que se esconden del Eterno en lo profundo, encubriendo los planes! Realizan sus obras en las tinieblas, diciendo: »¿Quién nos ve?» y »¿Quién nos conoce?»" (Ieshaiá / Isaías 29:15).
Esos son los forjadores de la fe y sus esclavos.

A partir de estas raíces, la fe emplea los recursos más elementales y menos espirituales para proveerse de energías y herramientas de dominio.
Desde esa elementalidad salvaje despliega sus ramas, extiende sus hojas, se reproduce y domina.
Y promete, y hace creer, y se rebusca para afirmar que las necesidades primitivas están siendo mágica (milagrosamente) y omnipotentemente satisfechas.
El hombre de fe siente que su vida es plena, siendo que su plenitud radica en su imaginación y no en lo que los hechos demuestran. Siente que su hambre (de alimentos, o de espiritualidad) es saciada, pero es sólo un sentir vacío de contenido. (Aquí tienes el vacío de la fe: promesas e imaginación, nada más. Carencia de pensamiento pensante, de contenido trascendente, de respuestas coherentes, de preguntas adecuadas. Vacío de vida, de emotividad surgida del ser, de amor por el prójimo, de estima por uno mismo. Vacía de posibilidades, de alternativas, de descubrimientos, de acciones constructivas y renovadores.).

Paradójicamente siente que su natural hambre de Dios es saciada, pues la fe le impone falsos alimentos espirituales, le da ilusiones de santidad, le llena la vida de imágenes de lo sagrado, cantos de alabanza, rituales de purificación, señales para identificar a la hermandad de fieles, promesas de paraísos, relatos de milagros y amenazas de infiernos…
Con estas golosinas para el espíritu, el hambre de Dios es engañada, y el hombre de fe se siente satisfecho, repleto de gozo sagrado; y pobre… está tan desfalleciente de hambre que ni se percata de su situación mortal…
En tanto, algunos hombres de fe fanatizados o aprovechadores se encargan de silenciar brutalmente las voces que pueden despertar la conciencia del dolor, de la angustia, del vacío, de la soledad, de estar siendo abusados…
(Es cuestión de mirar a nuestro alrededor, la historia, quizás a nosotros y nuestros vecinos, y veremos -si podemos- tanto dolor que emerge de la fe…)

Es precaria la situación de la fe, ya que se sostiene en lo primitivo, y se apoya en las distracciones y máscaras.
Por lo cual, cuando surge alguna disensión, algo que pueda señalar la falsedad fáctica de la fe, ésta responde con un movimiento agresor que intenta extirpar aquello que demuestra su condición miserable.
Recuerda: el grito, el pataleo, la agresión pasiva, la huida de la realidad son sus herramientas básicas, así como las conductas perniciosas que se derivan de ellas.
Así verás que para tener fe es imprescindible amortiguar la reflexión, silenciar la duda, sepultar el raciocinio, acostumbrarse a andar hacia donde otro u otros señalan, mantenerse dentro de los marcos de la unidad de grupo, eliminar a lo distinto y distintivo, expulsar la idea de superación.

Evidentemente que hay personas intelectualmente brillantes que están sumergidos en la fe, en la idolatría, pero resulta que la superioridad intelectual no aplicada a criticar la propia fe, es un desperdicio de talento divino. Los que cultivan el intelecto así como la verdadera espiritualidad no temen en preguntar, cuestionar, dudar, criticar duramente. Te pido que leas cualquier página del Talmud, y comprueba si no encuentras alguna pregunta en esa página. El Talmud, que es fundamental en el judaísmo, se construyó con preguntas que respondían a otras preguntas, y así hasta llegar al límite de la capacidad humana para preguntar-respondiendo. Otro ejemplo lo tienes con Avraham, que fue el primer opositor a la fe; quien no hesitó en confrontar personalmente a Dios, en defensa de lo que él consideraba justo.

La fe es quietud, petrificación, la tranquilidad del cementerio.
La sonrisa inmutable de la estatua, el gesto inamovible del ídolo.
La fe es idolatría, pues es asumir que lo pasajero es eterno, y que lo falso suple con creces a la Verdad.
La fe habla el lenguaje de la culpa, pues aquel que no está con ella, es acusado de cargar un estigma que lo condena, que lo expulsa.
La fe habla el lenguaje de la falsa esperanza, de la ilusión, de la salvación mágica.
La fe habla el lenguaje de la amenaza, del infierno, del escarnio, de la presión, de la manipulación.

Piensa unos momentos en personas de mucha fe, esos que son fieles irrestrictos de alguna religión, secta, tendencia política, etc. ¿Son capaces de manifestar dudas acerca de las doctrinas de su fe? ¿Se atreven a plantear críticas a lo que es sostenido religiosamente como verdad? ¿Indagan por los motivos y finalidades de sus dogmas? ¿Se atreven a romper con la costumbre establecida? ¿Aceptan las divergencias? ¿Confrontan sus verdades con sus propios oídos, propios ojos, propios pensamientos, propias inseguridades? ¿Prometen la salvación eterna para los fieles y la total destrucción para los que no lo son?
Obsérvalos por favor, y verás que realmente están ciegos a todo lo que es ajeno a su fe, y ciegos ante su enorme ceguera.

Una cosa es la fe, que es ciega, que admite el absurdo, que manipula;
otra muy distinta es la creencia, el entrenamiento hasta alcanzar la convicción, el pensamiento balanceado por la emoción, el reconocimiento de las propias limitaciones, la aceptación del misterio que rodea a la divinidad.
Pero cuidado, que no se confunda fe con creencia.

Veamos un ejemplo en la Torá acerca de personas de mucha fe:

"Toda la tierra tenía un solo idioma y las mismas palabras.

Y dijeron: »Venid, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo. Hagámonos un nombre, no sea que nos dispersemos sobre la faz de toda la tierra.»
"
(Bereshit / Génesis 11:1, 4)

Un mismo pensamiento.
Un mismo lema.
Un mismo motivo.
Un mismo cometido.
Unidad sin disputa.
Y, el miedo a desaparecer.
Y el miedo a dejar de ser.
Y el miedo que los mueve a actuar, a atacar.
Es la impotencia que está detrás de todo esto.
Es el EGO que se presenta como el único salvador.
Es el EGO que se hace religión.
Por lo cual, quieren elevarse por sobre su miedo construyendo una torre.
Una que sea tan poderosa y alta que les sirva de recuerdo, de lazo, de pegamento.
Una que alcance los cielos y desplace lo que allí tiene su lugar (en el pensamiento primitivo/infantil/alegórico el cielo es morada de Dios).
Una torre que se afiance en la tierra, en lo más bajo y erradique lo que es trascendente, superior.
En lugar de escribir libros, de promover la cultura, de entrenar personas en los caminos de la corrección; se recurrió al expediente de elevar piedras a los cielos, de erigir catedrales, de aquietar la vitalidad…
En lugar de atraer el Cielo a la tierra (elevándola, sublimándola, santificándola), se quiso conquistar los cielos y poblarlos con tierra…

En este breve relato encontramos a lo que la fe más teme, y desea hacer desaparecer de las conciencias: a Dios y por consiguiente a la espiritualidad, que es la búsqueda humana de Dios.
La espiritualidad es el polo opuesto a la fe, ya que la energía de la espiritualidad proviene de los más altos planos humanos, de aquello que lo conecta directamente con la eternidad.
¿Y qué es esto?
Pues, digamos que son tres elementos (que los podemos aprender del primer capítulo de Bereshit/Génesis):

  • Libre albedrío.

  • Creatividad.

  • Control y sublimación de los aspectos primitivos interiores.

El libre albedrío es el fundamento de toda duda, pues sólo aquel que tiene opción de elegir libremente entre lo bueno y lo malo, puede dudar. (Un perro salvaje no duda en robar un pedazo de carne, en comerse un niño. No duda, pues no está capacitado para elegir, ni ha sido condicionado para temer las consecuencias de sus acciones. Por su parte, el humano nace dotado con el potencial de elegir libremente, sólo que es común que la tenaz cultura lo entrene en acodarse tranquilamente en los establos de la fe.)
Al haber espacio para la duda, hay lugar para la creación, ya no es la reiteración la única respuesta.
Aquel que duda, crea.
Y cuando crea (o re-crea) está dominando su dimensión animal, y elevándola hacia el plano de lo espiritual. En lugar de que lo primitivo domine a la persona, enmascarándose como superioridad de la fe; lo trascendente eleva a lo inferior hacia más desarrolladas dimensiones. Cuando no es la fe la que conduce a la persona, lo primitivo es usado como combustible que eleva y perfecciona. Esto precisamente es trascender, hacer que lo inferior sea elevado, superar lo natural para pasar a un estrato más allá, estar a la búsqueda del Eterno en cada acto y situación.

Estas tres son facetas de una misma realidad, la espiritual, que es conectar nuestra esencia con la Voluntad de Dios.
Es hacer emerger la esencia espiritual que somos en cada acto de nuestra vida.
No son ritos ni lemas, no son palabras gastadas e incomprensibles, no son acciones carentes de razón, sino que es la manifestación de lo más sagrado que somos y que nos enlaza constantemente con Dios.

Para ayudarnos en la tarea de limar nuestras rudezas y construirnos como personas, el Eterno nos ha provisto de una guía insuperable denominada Torá (una para judíos y otra para gentiles), y de unos utensilios refinados denominados mandamientos (7 para los gentiles y otros 613 para el pueblo judío).
Y es nuestro deber ser fieles a la Torá, a la que nos compete sea como gentiles o judíos, así como ser cumplidores de los preceptos que Dios nos ha marcado como propios.

Pero, el mismo Dios que nos exige obediencia, nos ha otorgado libertad, y nos permite dudar, y nos insta a elegir razonadamente y no guiados por la confusión de la fe. Presta atención:

"Llamo hoy por testigos contra vosotros a los cielos y a la tierra, de que he puesto delante de vosotros la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tus descendientes, amando al Eterno tu Elokim, escuchando Su voz y siéndoLe fiel…"
(Devarim / Deuteronomio 30:19-20)

Dios ha puesto como testigos tanto lo más bajo como lo más alto, lo material y lo espiritual.
Y Dios ha puesto ante nosotros dos caminos, el correcto y el que no lo es.
Y Dios nos ha puesto a nosotros en la disyuntiva, ¿por dónde ir?
Y Dios nos exige que escojamos, que no nos aferremos a lo preconcebido, que no seamos ciegos y vacíos, sino atentos y constructores de sentido.
Y la preferencia de Dios es que escojamos el bien, que lo escojamos, no que lo heredemos y lo continuemos insensiblemente (pues la insensibilidad al bien, es indiferencia al mal).
Cuando escogemos correctamente, y cuando nos esforzamos para hacer prevalecer la bendición, estamos dando vida a la creencia, que en hebreo es emuná. Emuná es una palabra asociada a entrenamiento, crianza, perfeccionamiento a base del esfuerzo y dedicación.

Incluso el hombre de fe debe escoger, sólo que escoge pasivamente, elige sin elegir el ser llevado por la corriente, por la opinión de otros. Y entonces reza palabras de otros, canta cantos de otros, ama amores de otros, vive una vida ajena.
Y al final, tanto el hombre de fe como el creyente son enfrentados al Supremo Tribunal, y cada acto recibe su correspondiente retribución, de cada semilla se cosecha su fruto.
¿Cuál crees que será la cosecha del hombre de fe?
¿Cuál crees que será la declaración que su espíritu impoluto dará cuando el divino Juez la pida?

Ahora puedes apreciar cuán diferentes son la fe de piedra a la creencia constructora.
La creencia, como habrás captado, si bien suele ser confundida con la fe, realmente es su antítesis; pues una es la estatua y la otra la persona.
Una se mueve en el plano de las necesidades y la culpa; la otra se mueve en el plano de la trascendencia y la responsabilidad.
Una promete seguridad y mata por conseguirla; la otra es ejercicio de la libertad, y por lo tanto es campo para la inseguridad creativa.

Hemos explicado en otra oportunidad que por comodidad del lenguaje, o por no captar profundamente la esencia de los conceptos, a veces personas sabias en judaísmo utilizan como sinónimo fe y creencia. Es mejor no confundirlas. Tristemente algunos judíos caen ellos también en el equívoco de la fe, incluso en nombre de la Torá, de las mitzvot, de Hashem, Otros en nombre del progreso, la moda, la evolución. El judaísmo no está en esas corrientes corrientes. El judaísmo se expresa en el respeto y la oposición, en la solidaridad del individuo, en las preguntas que forman nuevas preguntas. La creencia está en la pureza de la búsqueda, en la convicción del sembrar, en la dialéctica que corre entre Tradición y Desarrollo.

Ser una persona completa, integral, plena, es algo más que cumplir mandamientos, que vivir una vida prefabricada y ritualista; es más bien construir Shalom.
Hacer que la Voluntad de Dios sea nuestra voluntad.
Extirpar al EGO para que brille la Luz del Eterno.
Erradicar la religión para que prospere la espiritualidad.

Ya lo enseña el salmista:

"¿Por qué han de decir las naciones: »¿Dónde está su Elokim?»
¡Nuestro Elokim está en los cielos! ¡Ha hecho todo lo que ha querido!
Los ídolos de ellos son de plata y oro, obra de manos de hombres.
Tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven; tienen orejas, pero no oyen; tienen nariz, pero no huelen; tienen manos, pero no palpan; tienen pies, pero no andan; no emiten sonido con sus gargantas.
Como ellos, son los que los hacen y todos los que en ellos tienen fe.
¡Oh Israel, confía en el Eterno! Él es su ayuda y su escudo.
"
(Tehilim / Salmos 115:2-9)

Cuando el hombre de fe (sea la fe del ateo, del pagano, del que se cree monoteísta, del científico, del agnóstico de cualquier hombre de fe) te increpa: ‘¿Dónde está tu Dios?
Tú, ¿qué le respondes?

Ser humano

Existen días trascendentes para la humanidad en el correr del tiempo, así quiso el Eterno que fuera, tiempos y épocas, momentos en los cuales hay lo que aprender.

El mensaje que quiero compartir es simple y sencillo, a propósito de este día tan especial que esta por entrar, me refiero al Iom Kippur o día de la expiación.

Esta sagrada casa de estudio, tiene un aspecto muy destacado que de hecho he visto en poquísimos lugares.

Aquí se imparten clases, estudios, técnicas y conocimientos de cómo lidiar con nuestra tendencia hacia lo negativo modernamente  llamada “ego”, aquello que nos estanca como personas, nos obstaculiza para no dejarnos elevar como seres humanos y tener plenitud en este mundo, aquí en esta sagrada casa de estudios se proporcionan diferentes herramientas para crecer y refinarnos a través de estudios, investigaciones, clases que nuestro Maestro tiene a bien proporcionar a todo aquel que lo quiera aprovechar.

Finalmente ese es un mensaje poderoso del día de la expiación, retornar a la buena senda, hacer brillar la esencia del ser humano y reconocer a Hashem como Amo y Soberano del universo.

¿Pero como podemos dejar un camino equivocado sino podemos lidiar con nuestra tendencia hacia el mal?

Dejar un camino equivocado puede no resultar sencillo mucho menos sencillo si no puedes lidiar de forma constante con la tendencia hacia lo negativo y claro que esto es algo humano, no es algo demoniaco o de “gente mala”, así fuimos hechos con tendencia hacia lo bueno pero también hacia lo malo, sin embargo es necesario lidiar con dicha tendencia hacia el mal para que de forma efectiva podamos cambiar nuestra “forma de ser” retornar a nuestro origen, y mira amigo querido, apreciado lector en este sagrado lugar de estudios precisamente esa es la principal misión “conocer y ubicar en su lugar correcto a nuestro ego” mediante técnicas del pensamiento traducidas en actos reales.

Sin las herramientas adecuadas y verdaderamente efectivas para hacerlo, podrás arrepentirte mil veces y rogar perdón mil más, pero si no puedes ubicar al ego en su lugar respectivo, de nada servirá porque seguiremos haciendo lo mismo, andando por caminos oscuros, faltos de vida y de mucho pesar.

Un mensaje para este día tan especial es “estudiar, compartir y aprender junto a muchas otras personas, para hacer una verdadera expiación para toda la humanidad, a través del cumplimiento de nuestros mandamientos y un manejo correcto del ego con todas las herramientas que aquí se brindan”.

Comparte fulvida amigo mío, estudia y aprende a cómo lidiar con tu ego para que con eso puedas cumplir con los mandamientos que te fueron dados.

Mis mejores deseos para que sean inscriptos y sellados en el libro de la vida, y que haya muchas cosas buenas para toda la humanidad en los días que vienen.

¡Un abrazo y hasta pronto!

 

Psicosomática

Una bella amiga del Facebook publicó esto hace un rato:

“El Cuerpo grita …. Lo que la boca calla. La enfermedad es un conflicto entre la personalidad y el alma . Muchas veces …… El resfrió "chorrea" cuando el cuerpo no llora … El dolor de garganta "tapona" cuando no es posible comunicar las aflicciones . El estomago arde cuando las rabias no consiguen salir … La diabetes invade cuando la soledad duele . El cuerpo engorda cuando la insatisfacción aprieta. El dolor de cabeza deprime cuando las dudas aumentan. El corazón afloja cuando el sentido de la vida parece terminar. La alergia aparece cuando el perfeccionismo esta intolerable. Las uñas se quiebran cuando el orgullo esclaviza. La presión sube cuando el miedo aprisiona . Las neurosis paralizan cuando el niño interior tiraniza …. La fiebre calienta cuando las defensas explotan las fronteras de la inmunidad . Las rodillas duelen cuando tu orgullo no se doblega. Y tus dolores callados ? …. Como hablan en tu cuerpo ? La Enfermedad no es mala…… Te avisa que te estas equivocando de camino . “

No tengo idea a quien se lo copió ella, de quien tomó la idea, de qué libro o blog salió originalmente, aunque no es de por sí una idea original, sino una que lleva bastante tiempo dando vueltas y siendo afirmada por multitudes.
(Si te interesa, ve: http://es.wikipedia.org/wiki/Afecciones_psicosom%C3%A1ticas)

Un comentario antes de continuar, no seamos tan estrictos esperando que estas relaciones sean tan exactas en su linealidad. No siempre que duele la garganta es porque algo no se dice aquello que está lastimando desde dentro. No siempre las rodillas se debilitan por un orgullo imperturbable. No siempre con todo. No es una receta mágica, no es un comprobado causa-efecto unívoco, pero sí una interesante forma de ver la exquisita relación de las dimensiones del ser humano.

Somos multidimensionales, por tanto nuestra salud y nuestra enfermedad lo son.
Las enfermedades suelen ser multifactoriales, no solamente “a” produce “b”, sino que se precisa que exista un entorno “c”, una variable “d”, un factor “e”, y sucesivamente hasta lo impensado.
¿Estás resfriado?
Qué bien, te deseo que te mejores pronto.
Pero seguramente no es porque no has llorado tus dolores y los ocultas dentro de sí, entones ellos encuentran el mágico camino del resfrío para que llores mocos.
Aunque es simpática la idea, aunque es poética, aunque a la mente infantil que nos suele gobernar le guste esta todopoderosa receta encubridora-descubridora, realmente no es tan así.

¿Qué podemos hacer nosotros?
Recordar que somos multidimensionales, conoceros, amarnos, perfeccionarnos, corregirnos, respetarnos, vincularnos, armonizarnos, establecer un estilo de vida saludable, perdonar, pedir perdón, nutrirnos satisfactoriamente, recrearnos, descansar, trabajar, crear, rechazar el mal, negar la religión… tantas cosas influyen positivamente y tantas otras negativamente… ¡tantas!

Es cierto, el efecto placebo y su hermano gemelo, el nocebo, existen, funcionan, aunque no se sepa exactamente cómo, porqué, pero están ahí.
Es cierto, nuestra mente juega un papel interesante tanto en la enfermedad, como en la recuperación, como en la prevención, como en el estado de salud.
Es cierto, el pensamiento puede canalizar energías para el bien y para el mal.
Es cierto, vivir en armonía multidimensional es un gran consejo.

Ahora, a estudiar, a aplicar, a compartir, a vivir a pleno.

Pasión deportiva

Confieso, no soy fanático de ver deportes, aunque sí de dedicar bastante tiempo al ejercicio físico (integral).
Alguna que otra vez fui a partidos de fútbol, también de básquet, creo que no más… ¿algún tramo de Fórmula 1 por TV?… sí, en un par de ocasiones concurrí al espectáculo de los Harlem Globetrotters.
Me resulta insufrible ver partidos de fútbol en la TV, cuando en los noticieros se pasan minutos y más minutos con los deportes me duermo…
En fin… creo que se comprende el punto.

A mí me cuesta bastante ponerme en el lugar de los que están sumergidos en ver partidos de fútbol, cada canal deportivo, revistas, suplementos de diarios, programas radiales, controversias en bares, apuestas, me cuesta bastante…
Ese fanatismo, esa dedicación, esa inmersión por completo en la pantalla constantemente verde de sus televisores, los relatos afónicos de partidos de países desconocidos, cuadros ignorados, nombres imposibles de pronunciar…
Se saben quién, en cuál cancha, de tantos goles, la delantera y la mejor defensa, el DT, etc., y me cuesta tanto entenderlo…

Navegan por la Red buscando goles, resultados, tarjetas, expulsados, contratados. Goles en Youtube, pases extraños, anécdotas, viejas glorias, golpizas, llantos, sublevaciones, victorias heroicas, pasan días y días y días consumiendo con pasión eso que para ellos, los fanáticos, es tan importante, incluso pareciera más que la vida, que su familia, que sus tareas, que cualquier otra cosa.

¿Eres tú uno de ellos?
¿Es alguno de tu familia o amigos?
¿Los conoces?
¿Los padeces?
¿Los disfrutas?

Esos simpáticos, o insoportables, Homeros Simpson, que se la pasan consumiendo deporte a la par de cervezas, bocaditos, golosinas, sofás, tiempo que desaparece en la nada misma…

Alguna vez le dije a alguno de estos consumidores deportivos que llegado el momento, cuando pasase a mejor vida, que no estaría picado y molesto por no saber quien ganaría el próximo mundial, ni sería relevante quién jugó en la delantera de Peñarol del ‘66, ni el nombre de la abuela de Cascarilla Morales. Tristemente me equivoqué… pues uno de aquellos fanáticos murió a muy joven edad, de una terrible enfermedad, y en su lecho agonizante aún conversaba con pasión –la escasa que su cuerpo consumido le permitía- de viejas historias y anécdotas de fútbol…
Se fue, al próximo mundo (o a la nada, según él), se fue y en su corazón aún ardía la llama –para él sagrada- del fútbol…
¿Cómo entenderlo?

Por otro lado, están los que durante 3 días se desconectaron por completo de estas distracciones banales.
Desde un poco antes de la puesta del sol que daba fin al año 5771 hasta la aparición de las tres primeras estrellas medias del sábado siguiente, por Rosh HaShaná y el Shabbat subsiguiente, no se conectaron a internet, no vieron TV, no leyeron diarios, no escucharon radios, no fueron a bares, no fueron al trabajo, no fueron a canchas, nada de eso.
Como si el mundo se hubiera convertido en un lugar lejano, al mismo tiempo que pleno.
Se dejó de lado todo lo que no fuera la santidad de estos días, el momento del juicio, cuando se presentan balances, cuando se proponen objetivos, cuando se decreta en lo Alto acerca del año que comienza.
Si las bombas no caen sobre uno, podría haber empezado la Guerra Mundial Final, pero ni se enterarían.
Fue el Iom HaDin, el Día del Juicio, ¿qué le importaba al inmerso en su significado si Nacional ganó o sigue de mala racha, si el Barcelona contrató a Forlán o no, etc?
Son días tremendos, llenos de plenitud para el que está interiorizado en ellos: la vida o la muerte, la pobreza o la riqueza, la salud o enfermedad, el sosiego o la ruina, cosas en verdad fundamentales son las que están en “juego” en el día del Juicio, es lo que se estaba decidiendo, ¿quién puede tener tiempo o energía para pensar acerca de una pelota y unos tipos correteando detrás?
De hecho, no importaba, cuando usted realmente piensa que el fútbol es una tontería, es un juego que en realidad no tiene ningún valor intrínseco.
Aunque los enfermos por la afición me contradigan, aunque con un pie en la tumba sigan aferrados a su ídolo querido, aunque la FIFA y sus similares sigan siendo multinacionales súper poderosas, en los hechos, eso es nada, aire, sobras, sombras, falsedad…

Si, como aquel amigo mío creía, al morir volvemos a la tierra y no existe de nosotros más nada: ¿de qué valió el tiempo y energías consumidos por la pasión?
Si en verdad vamos a otro mundo, uno en el cual impera la verdad: ¿cuál es el valor del tiempo y energía desperdiciados en esta pasión?

Claro que si lo tomamos como pasatiempo, si nos ayuda a relajarnos y aliviar un poco la tensión, entonces está bien, es positivo, está en función de un objetivo final elevado y trascendente.
Si somos nosotros los que practicamos el deporte, excelente, es bueno para la salud multidimensional.
Si lo hacemos para compartir con otros, de manera divertida, respetuosa, etc., bienvenido sea.
Si es un hobby que no nos consume en vida, perfecto.
Pero cuando se enajena la vida por esta pasión, cuando se vuelve importante en sí mismo, creo que es hora de respirar profundo y tomarse un descanso.
Evaluar qué es lo que estamos haciendo, y que nos estamos perdiendo.
Cuántos desperdiciamos en esta pasión y qué cosas realmente valiosas estamos degradando por ella.

Es muy fácil dejarse atrapar por el deporte profesional y es un negocio que mueve miles de millones de dólares, por lo que los “dueños” lo toman muy en serio.
Sabemos que hay personas que, literalmente, viven y son capaces de morir y matar por sus equipos.
Es una poderosa industria, que crea sus recursos para continuar enviciando a más y más, para de esa forma seguir generando millones en dividendos por segundo.

¿No sería muy bueno tomarse tres días para desconectarse de estas pasiones?
¿Tú qué crees?

Resp. 1017 – Maldiciones trans-generacionales de padre a hijo?

ioshua nos consulta:

EN LA TORA ESTA CLARO QUE D-OS NO CASTIGA A LOS HIJOS POR LOS PECADOS DE SUS PADRES. PERO HAY ACASO, ALGUNA EXPLICACIÓN PARA LOS MALES CONGÉNITOS,ESAS ENFERMEDADES QUE LAS TIENE EL PADRE Y EL HIJO Y DESPUÉS EL NIETO…..GRACIAS!!
ESTARÉ ATENTO A SU RESPUESTA.
JUAN CARLOS SALAZAR 40 AÑOS EMPLEADO, IBAGUE COLOMBIA

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Conocimiento de vida

En todas las épocas, pero con mayor intensidad en la nuestra, hubo y hay gente que con total convicción e ingenuidad dicen: «busca en tu interior la verdad, que allí está«.
Basados en estas creencias se apoyan innumerables religiones y sectas.
Si no me equivoco, todo lo de la Nueva Era (y lo derivado de ella) se sustenta en creencias del estilo.
Se habla del dios interior, del ser un dios, de secretos metafísicos para alcanzar el éxito al controlar al universo, entre otras creencias.
Lo dicen como si la persona fuera la medida de todas las cosas, como si el criterio personal fuera el patrón de medida para reconocer la validez y autenticidad de las cosas.
Por consiguiente, no existe “bien” ni “mal”, ya que cada cual es quien define las cosas. Todo es “relativo”, y en supina ignorancia mezclan a Einstein con esto y a la física cuántica, como método tergiversado de demostrar sus creencias al apelar a nombres insignes, cuerpos científicos complejos, conceptos escabrosos para el promedio de los mortales.
Abundan en palabrería hueca y sin sentido, pero que en magistral pirueta circense parece corroborar sus creencias.

Se apoyan en enunciados indemostrables, pero siempre bien esgrimidos con técnicas de manipulación y/o mercadeo.
Declaran poder, pactos con deidades, capacidad para profecías y milagros. Son demiurgos, creadores, sanadores, salvadores, enlaces con la vida perfecta.
Todo ello gracias a “demostrar” que todos somos dios, que cada uno es parte del “todo”, que cada senda es una senda a la deidad, etc.
Los babas, gurúes, iluminados, pastores, rabinos, cabalisteros, jasideos, abundan a la hora de fortalecer tales creencias.
Es una fiesta para los traficantes de la fe.

Pero, ¿es así en la realidad?
¿La verdad está dentro de cada persona?

Comencemos una respuesta con una sencilla evidencia que resulta incontrovertible.
Mira por favor la imagen que acompaña a este texto, hazlo con cuidado, pon toda tu atención en esto.
Ahora responde, ¿estás viendo que hay una espiral doble, uno de los brazos es verde y el otro celeste/azul?
¿Es verdad que lo estás viendo?
Vamos, mira nuevamente por favor. Tómate todo el tiempo que desees.
¿Listo?
Ciertamente todos vemos el verde y el azul, pero realmente es solamente el color verde el que allí se encuentra.
Puedes comprobarlo abriendo la imagen en un programa de edición de imágenes, usa luego el selector de color; o emplea alguna herramienta añadida a tu navegador de internet; o delimita una pequeña porción con tus dedos de lo que estás viendo celeste y otra de la que estás viendo verde.
Vamos, hazlo por favor.
La realidad no es la que tus ojos y cerebro te brindaron, sino otra bastante diferente.

Con esto tan simple, tan sencillo, tan banal ya se derrumba el mítico poder de la “verdad interior”.
Somos víctimas de nuestra limitación como humanos.
Ni siquiera podemos estar seguros de lo que estamos viendo en este mismo momento.
¿Cómo aventurarnos a presumir algo acerca de lo que está por completo por fuera de nuestra capacidad?

Sin embargo, el hombre es terco.
Su EGO es poderoso, aunque en realidad es un pobre impotente, y por tanto no admite su derrota, sino que se empecina y enceguece hasta que le den la razón, por las buenas o no tantas.
Ya se está inventando excusas, argumentos, justificaciones. Peleará hasta el fracaso antes de admitir que no tiene razón.

Así pues, veamos ¿qué es lo que el Eterno tiene para decir al respecto a la “verdad interior”?

En la sagrada Tradición reconocemos que el patrón real acerca de las cosas lo pone el Eterno, Él y solamente Él es quien determina lo bueno y lo que no lo es, y ÉL quien decide lo que es permitido hacer de lo que no lo es.

Tristemente se sigue ignorando esta verdad, y por lo tanto el relativismo moral cunde: hay personas que llaman «bueno» a lo «perverso» y que llaman «misericordia» a la simple y vacía «flojera».
Los asesinos y depravados son elogiados y respaldados por incautos y por poderosos, en tanto se lacera y acusa a los que se defienden para meramente sobrevivir y ser.
Los honestos viven tras rejas, temerosos, impedidos de disfrutar su libertad; al tiempo que los delincuentes e inmorales vagan con impunidad por doquier, sin siquiera un asomo de responsabilidad o arrepentimiento.
Así anda el mundo adoctrinado por la religión (que va desde el ateísmo más militante al ritualismo ortodoxo de cualquier secta de creyentes religiosos), cada recoveco saturado de EGO, desprovisto del Norte fiel e inquebrantable de la ética espiritual que proviene de la línea directa con la divinidad.
Todos somos dioses, al decir de estos creyentes, porque no hay un Dios.
¿Es así realmente?

El hombre NO es la medida de todas las cosas, en palabras del Tanaj (el mal llamado “antiguo testamento”):

«Así ha dicho el Eterno: ‘Maldito el hombre que confía en el hombre, que se apoya en lo humano y cuyo corazón se aparta del Eterno.
Será como la retama en el Arabá; no verá cuando venga el bien, sino que morará en los pedregales del desierto, en tierra salada e inhabitable.
»
(Irmiá / Jeremías 17:5-6)

Son palabras muy duras, pero que no dejan dudas: aquel que convierte la ética en una cuestión de valoración personal, o que hace del hombre su sistema de medida, termina por vivir en un desierto, sin bien y con mucho mal.
Ni la persona, ni un grupo de personas son los patrones de medida para definir lo bueno de lo que no lo es, solamente el Eterno es quien hace esto.

No está en el interior del hombre la respuesta a todas las cosas del mundo, sino en la Palabra del Eterno que ha sido interiorizada en el ser humano.
No está en los fantasmas, máscaras, actuaciones del Yo Vivido nuestra verdad, sino en la conexión con lo más puro que llevamos dentro, nuestro Yo Auténtico, que nos vincula constantemente con el Eterno.
No somos dioses, no llevamos dioses en nuestro interior, pero sí tenemos la esencia divina en nuestra anatomía multidimensional.
Esta esencia está en armonía con los mandamientos dados por el Eterno, a cada uno de acuerdo a su identidad espiritual (de acuerdo a si es noájida o judío).

Notemos lo que el sabio Salomón anuncia:

«escucha Tú (Eterno) en los cielos, el lugar de Tu morada, perdona y actúa.
Da a cada uno conforme a todos sus caminos, pues conoces su corazón [porque sólo Tú conoces el corazón de todo hombre];»
(1 Melajim / I Reyes 8:39)

El Eterno conoce el camino de las personas, es decir, aquello que la persona hace, por donde sus pasos le van llevando, que construye con sus decisiones.
El Eterno conoce lo que el corazón de cada uno atesora, los motivos de sus actitudes, incluso aquello que para la persona es desconocido de sí misma, Él lo conoce.
El Eterno es bueno y misericordioso, perdona, es paciente, encuentra la forma de mitigar el mal que la persona se auto provoca, sin embargo, de acuerdo a sus acciones es que el Eterno lo retribuye.
Si el corazón de la persona está en sintonía con la Palabra del Eterno, habrá gozo; pero si el corazón está en desarmonía con el Eterno… ¿acaso gozará?
Podrá parecer libre, salvo, alegre, sin estrés, exitoso, lleno de esperanzas y bienestar… ¿pero es esto real?

Hay un versículo que pareciera dar un vuelco a esta reflexión, que nos induciría a pensar de que es cierto lo que creen que tenemos la verdad en nosotros.
Prestemos atención:

«Ciertamente muy cerca de ti está la Palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.»
(Devarim / Deuteronomio 30:14)

Pareciera como si el versículo admitiera que el conocimiento está dentro de la persona, que es subjetivo y no depende de referencias permanentes externas.
La Palabra está en el corazón y en la boca, es decir, cada uno de los judíos podría ser poseedores de la verdad en su ser y que cada palabra que expresare es verdadera.
Pareciera como si la voz del Eterno escuchada en Sinaí por tres millones de individuos fuera una voz más en el concierto desafinado del universo, una voz con el mismo valor y peso que todas las demás voces. Como si el deseo del Eterno expresado explícitamente por Él estuviera en el escaparate del cual uno puede escoger lo que mejor le parezca.

Sin embargo, si somos atentos, sin necesidad de ser muy profundos, podemos notar que en realidad el versículo no está indicando que el conocimiento a encontrar dentro de la persona es el SUYO, sino que es el conocimiento que proviene de la Palabra, es decir, de la Torá.

Por tanto, nuevamente reconocemos que para el Eterno no es la persona la que decide el valor de las cosas, ni la que determina lo bueno y lo que no lo es, sin que es Él quien lo hace.
Pero, sí depende de la persona el esforzarse por re-encontrar la Palabra del Eterno resonando en su interior, para de ese modo acatar con fidelidad Su deseo.

Recordemos el famoso midrash que nos enseña acerca de la Palabra del Eterno guardada en el interior del alma:

«…Una luz alumbra sobre la cabeza del feto en el útero y él puede vislumbrar de uno a otro punto del mundo… y no debes sorprenderte pues una persona duerme aquí pero su sueño puede estar viendo su sueño en España… se le enseña también toda la Torá de principio a final… ni bien el niño nace a la luz del mundo un ángel golpea sobre su boca y provoca que olvide completamente toda la Torá…»
(TB Nidá 30b)

Al feto humano en el útero materno desde Arriba se les enseña la Torá. No debiera entenderse por esto el texto que conocemos de la Torá, sino la esencia espiritual, el núcleo pre-creación, la raíz de la cual se desprende la realidad. Una Torá que es eterna y cuenta con una “vibración” que corresponde a los noájidas y otra diferente para los judíos. Es la Torá que sustancia la ética espiritual, que se manifiesta a través de los Siete Mandamientos para los hijos de las naciones y los 613 para la nación judía.
También, al feto se le muestra el gozo espiritual en el Más Allá.
Es un momento de plena conexión, desprovisto de experiencias mundanales, sin afectaciones, sin EGO, un vistazo al paraíso desde antes de nacer a este mundo.
Luego de esta completa instrucción, de esta sustanciación de su identidad espiritual, cuando ya está por nacer, el ángel le borra de la “conciencia” todo el conocimiento que se le había impartido. En realidad, en ese punto de su vida el bebe no tiene “conciencia”, no tiene aún cómo registrar en su memoria racional ningún recuerdo, mucho menos del período intrauterino, por tanto, no se olvida de nada que haya pasado por su conciencia, sino que aquello que estaba en su supraconciencia no entró a pasar a su conciencia.
Ese conocimiento sagrado, la verdad de la ética espiritual, la Palabra de Dios inscrita en el alma, queda impreso en los rincones ocultos de su inconsciente  y puede ser reencontrado, reconocido en su vida por medio del estudio y la reflexión adecuada.

Esto significa que el conocimiento lo tenemos en nuestro interior, pero no accedemos a él de manera directa y voluntaria.
Para que ese conocimiento interior sea provechoso no basta con buscar en nuestro interior, ni siquiera basta con desear con fuerzas alcanzarlo, sino que se precisa desbloquear las trabas que cierran la senda hasta él por medio de las claves adecuadas.
Está en lo profundo del inconsciente y no se accede por medio de palabras, porque fue incrustado en el ser en una sección que no maneja palabras, que no es racional, que existía antes de toda experiencia y relación interpersonal.
Para peor, se interpone una numerosa cantidad de “cáscaras” que son producto del EGO, que se interponen para que no podamos disfrutar de ese sagrado resplandor, de esa Luz espiritual que da sentido eterno a nuestra existencia mundana.
El EGO se encarga de desviarnos del conocimiento sagrado, nos hace vivir vidas de fantasía, actuamos personajes, huimos de miedos intensos, nos escondemos de nosotros mismos, llamamos yo al Yo –Vivido desconociendo la esencia perfecta de nuestro ser: el Yo Auténtico.
Voces nos pueblan, nos conquistan. Son voces que vienen de fuera pero que se hacen internas. Nos hablan, nos mandan, nos desmerecen, nos llenan de dudas, nos aterran, nos hacen extraviarnos y olvidarnos de nosotros. Nos hacen creer que somos dueños de la verdad, el centro del mundo al mismo tiempo de que somos impotentes y fracasados.
Es una paradoja dolorosa, pero real.
Y allí, al fondo, detrás de tanta máscara y cáscara, sigue resonando una sola y única vocecita sagrada, la que aprendimos del ángel, la que nos conecta con Dios constantemente, pero sin que le prestemos atención.

¿Cuáles son esas llaves para las puertas del conocimiento atesorado en nuestro interior?
La única manera de no engañarnos, de no creer que nuestras fantasías son verdades, es cuando comparamos nuestros pensamientos, nuestras intuiciones, nuestras sentimientos con el fiel perfecto de la Torá (la que nos corresponde) y los preceptos (que nos son propios, de acuerdo a nuestra identidad espiritual).
Cuando desbloqueamos las trampas del EGO.
Cuando no actuamos movidos por el miedo, la impotencia, la agresividad, el rencor, el afán irracional.
Cuando nuestros pasos vibran de acuerdo a la música sagrada y penetramos a través de las cáscaras y alcanzamos a conectarnos con nuestra esencia.

En el momento que la persona reencuentra alguna partícula de conocimiento verdadero, una llamarada de placer espiritual se extiende por su ser.
La persona que está en el camino del Bien goza con esta sensación de reencuentro, pues siente que está un poco más próximo a la Verdad, más estrecho su abrazo con el Eterno.
Pero la persona que no suele andar por el camino del Bien, sea por ignorancia o falta de esfuerzo, al sentir esa sensación del reencuentro con la Palabra, experimenta un vacío, que es aquel que se encuentra en su vida, y por lo tanto hace un esfuerzo para negar el conocimiento que ha reconocido. Lucha contra la luz reencendida en su interior y la ofusca con numerosos discursos y excusas.
Escapa rápidamente hacia la idolatría, se amansa ante un pastor, se disfraza de lo que no es, se vuelve religioso, se petrifica en rituales, repite lemas religiosos, se niega a ser libre, porque la libertad da miedo al principio, una sensación de estar perdido, cuando en verdad se está en el mejor momento.

Es triste, pero así padece buena parte de la humanidad, que llaman «placer» al engaño y «dolor» al verdadero goce espiritual.
Sin embargo, hemos nacido para reencontrarnos con esa esencia espiritual con la que estamos formados, para que el cuerpo y la neshamá -espíritu- trabajen en pos de la misma meta.

El Midrash (Otzar HaMidrashim, Ietzitrat Ulad, pag. 244 y 245, Eizenstein) nos relata con bellas metáforas el período de la concepción y gestación humana y nos aporta algunos datos más que son relevantes para nuestro tema:

Cuando está por ser concebido un humano,  el Todopoderoso ordena al ángel Laila: «¡Tráeme esa neshamá del Gan Eden -paraíso-!«, para que la introduzca dentro de la semilla germinal.
Sin embargo, la neshamá se resiste a que se la arranque de su fuente Divina, y se queja al Todopoderoso: «Yo soy pura y sagrada, unida a Tu Gloria. ¿Por qué es que debo ser degradada e introducida a un cuerpo humano?«.
El Eterno le responde: «No es como tú dices. El mundo en el cual vivirás es mucho más hermoso que el mundo del cual provienes. Fuiste creada con el solo objeto de que te conviertas en parte del ser humano y seas elevada con sus acciones.«

¿Captamos la belleza de esta enseñanza?
¡Éste Mundo, material y tan cargado de problemas, es potencialmente más bello que el mundo espiritual del cual proviene la neshamá!

¿Por qué?
Pues, porque en Este Mundo la persona (espíritu-cuerpo) está capacitada para crecer por medio del cumplimiento de las mitzvot, los mandamientos que le corresponden de acuerdo a su identidad espiritual.
La belleza de Este Mundo estriba entonces en cada acto que reencuentra a la persona con su neshamá, pues con cada reencuentro el grado de gozo de la neshamá aumenta.

Está en nuestras manos el hacer de Este Mundo un lugar de placer, ¿querremos intentarlo algún día?
Podríamos comenzar desde hoy…

¡Qué sepamos construir shalom!

Moré Yehuda Ribco

 

Preguntas y datos para meditar y profundizar:

  • El artesano y las jarras
    «¡Ay del que contiende con su Hacedor, siendo nada más que un pedazo de tiesto entre los tiestos de tierra! ¿Dirá el barro al que le da forma: ‘¿Qué haces?’ o ‘Tu obra no tiene asas’?»
    (Ieshaiá / Isaías 45:9)

    • ¿Por qué es presentado el Eterno como un artesano y la persona como un jarrón de barro?
    • ¿Cómo se opone la gente al Eterno sin rebelarse directamente contra Él?
  • Superioridad
    «Los justos son superiores a los ángeles»
    (Sanedrín 93a)

    • ¿Cómo se explica esto, siendo que los ángeles son entidades espirituales sin inclinación a lo negativo?
    • ¿Cómo influye el autoengaño para que la persona sufra?
  • «El Rabí de Rozdoler decía: ‘Cuando me siento enojado contra alguna persona, yo pospongo la expresión de mi enojo. Yo me digo: ¿Qué pierdo si pospongo mi enojo?»
    (Niflaot HaRabbi, M.M. Walden, pg. 94)

Lleno de vacío

Nietzsche dijo: “La actividad constante es el refugio de quienes temen encontrarse consigo mismos”.

Antes de analizar la frase, corroboremos algo acerca de la fuente.
Como sabemos, es bueno tomar la sabiduría de donde se encuentre, sea de un idólatra, un religioso, una persona espiritual, de quien sea. Lo importante es reconocer la sabiduría, evaluar la idoneidad del emisor, y adquirir comprensión para aprovechar todo aquello que es beneficioso.
No le podemos pedir a Nietzsche, ni a Gandhi, ni a Chopra, Luther King, sabiduría espiritual, ellos no la tienen, no es de los sabios de las naciones del mundo el terreno del liderazgo en materia espiritual.
Estos cuatro que mencione como ejemplo tuvieron/tienen luces y sombras, muchas sombras, especialmente en lo que a sintonía con su propia identidad espiritual y herencia correspondiente, y sin embargo sus dichos pueden ser citados, siempre y cuando tengan algún valor práctico.
No son maestros de espiritualidad, aunque las masas consideren a más de uno como tales, sino tan solamente gente inteligente, con experiencia, con lecturas y vivencias que tienen algo para compartir.
Ese algo no cuenta con carácter de espiritual, aunque ellos o sus seguidores así lo crean, pero sin embargo pueden poseer un valor que empleados correctamente sirven para encaminar bien.
En la cita con que comenzamos tomamos la sabiduría acerca del ser humano, de nuestras fallas, de nuestra huida para no afrontar el sentido trascendente.
Sobre esto podemos prestar atención a Nietzsche y considerar sus palabras a la luz de lo que conocemos y valoramos como correcto.

Nos encontramos excusas a cada rato para seguir presos del EGO.
Desde que vamos adoptando como propia la vivencia de las máscaras del Yo Vivido, cada vez menos nos conectamos con nuestra esencia, con nuestra pureza interior.
Cada vez más atareados, ajetreados, entre-tenidos, ociosos y aburridos, justificando las mil horas de trabajo, las dos mil frente a los jueguitos en un monitor, las cada vez más pastosas horas ante la pantalla con un partido ignoto de algún deporte que no practicamos pero que bobaliconamente vemos mientras engordamos.
Sumamos amigos a nuestra cuenta en la red social, pero ni sabemos quienes son.
Corremos detrás del peso/bolívar/sol/dólar/euro para el sustento, cuando debiéramos decir que es para el sustento de los políticos, pastores, traficantes, comerciantes desalmados, multinacionales, etc.
Nos sumergimos en mares de mp3, tubes, streams, tuits, chats, etc.
Tal vez hablamos con alguien, pero son monólogos, sordos que conversan de cualquier cosa para pasar el rato sin conocerse, ni uno al otro, ni uno a uno.
Estamos fatigados, dormimos pero no descansamos, vacacionamos pero no nos relajamos, amamos pero mirando el reloj, nos hacemos viejos y somos vacíos pero llenos de cosas, grupos, nombres, redes, nadas…
Completamos agendas a nuestros hijitos, quienes desde antes del amanecer hasta bien salidas las estrellas no paran de una actividad a otra, de un curso a otro, de un entrenamiento a una clase particular, hasta que se encierran a chatear,  masturbarse soñando en nada, mensajearse, adoctrinarse frente al canal “infantil” de turno…
Somos apurados para llegar al cementerio, vacíos, ridículos, religiosos, creyentes, ateos, viciosos.
Y las mujeres, doble presión reciben, aún hoy.
Que la casa y el trabajo, que la ocupación laboral y que los chicos, que ser bella y ser experta, que ser prostituta y ser santa, que… una vida de apariencias, de fracasos maquillados, de exigencias desmesuradas.

Sí, tenía razón el teutón hace tantos años, el refugio –ficticio- en la actividad desenfrenada, en el no parar, en el no detenerse a auto conocerse, en vivir en ignorancia.
Al tiempo que Gandhi decía: «Todo lo que hagas en la vida no tendrá importancia, pero de todas formas tienes que hacerlo».
Seguramente que el sentido que tenía al decirlo era otro, pero lo podemos aplicar a la idea que estamos analizando: hagas lo que hagas, eso que te resulta tan importante, eso que te crees que debes hacer sino el mundo se detiene, no vale de nada, se lo comerán los gusanos… pero igual tienes que hacerlo.
¿Por qué?
Porque te han mandatado así tus padres, tus amigos, tus jefes, la sociedad, tu cónyuge, tu religión, la tele, tu mismo.
Y tienes que hacerlo, para llenarte de actividades, para asilarte en el correr sin pausa, no sea cosa que te pares un rato y te vayas a encontrar a ti mismo…

Nos fragmentamos, nos quebramos, nos hundimos, jadeamos de cansancio, padecemos, estamos exiliados de nosotros mismos.
Nos buscamos afuera, nos vemos en espejos, en videos, esperamos que otro nos diga que somos buenos, lindos, merecedores de paz y satisfacción.
Pero no está afuera la respuesta.
Tampoco adentro, al menos no en el adentro ese tan superficial de los gurúes y clérigos.

No está en la meditación al estilo oriental.
Ni en rezar en iglesias.
Ni en terapias psicológicas.
Ni en retiros seudo espirituales.
Ni en bailoteos místicos.
Ni en vestirse de forma curiosa.
Ni en repetir frases de supuestos iluminados.

Quizás esté en aprender a no vernos como imprescindibles, al tiempo de tampoco vernos como impotentes.
Estaría en el término conocido como humildad.
Ser quien uno es, sin desprecio, sin vanagloria.

Está en recorrer el camino de conocer el Yo Auténtico, desbloquear la luz interior, dejar fuera de foco al EGO.
Asumir la propia identidad espiritual, multidimensional.
Está en vivir acorde al legado primordial de cada uno.
Está en des-aprender, detenerse, analizar, cotejar, corregir, arreglar.

Tienes mucho que aprender.
Tienes mucho que dejar de hacer para empezar a ser.

A propósito de Rosh HaShaná… Aprender a recordar!

Nos encontramos a vísperas de una festividad sumamente importante, Rosh HaShaná! Para quienes aun no tengan muy claro de que se trata, me permito hacer una pequeña reseña y digo pequeña porque su valor y significado tanto para el pueblo judío como para nosotros los gentiles es bastante amplio.

Rosh HaShaná traduce literalmente “cabeza del año”, anuncia el comienzo del nuevo año Universal y con él un nuevo ciclo de la relación de Di-s con el hombre. Es una fecha donde recordamos el mes en que el Eterno creó el mundo y según la tradición, en este día fue creado Adán, el primer hombre. En esta celebración debemos tener claras tres acciones: Agradecer, que gracias a Él concluimos un año con metas alcanzadas y comenzamos otro llenos de salud, bienestar y bendiciones;  arrepentirse sinceramente por las ocasiones en que no cumplimos a cabalidad los preceptos designados y prometer crecer cada día más del nuevo año en nuestra identidad.

Pero el objeto de lo que escribo hoy no es precisamente sobre lo que significa el Rosh HaShaná, sino sobre una actitud que solemos tomar en estos últimos días del año (y bueno, puede decirse que siempre) y es la de olvidar. Es muy de humanos querer olvidar todo aquello que nos desagrada ya sean personas, objetos o situaciones, y es algo lógico pues no queremos recordar por siempre lo que alguna vez nos hizo tanto daño; pero creo que la clave no se encuentra en olvidar sino en aprender a recordar.

A medida que pasa el tiempo vamos construyendo nuestra historia con cada persona, cada situación, cada risa, cada lágrima, cada momento de soledad y también de felicidad; todo queda consignado en el libro de la vida de forma que es imposible intentar modificar algo. Partiendo de este hecho, de que estamos construidos de historias y experiencias, parece ilógico entonces el acto de olvidar porque significa casi negar nuestra propia existencia, lo que algún día fuimos o vivimos.

Es importante tener en cuenta que Dios es quien dirige nuestras vidas, que todas las personas (para bien o para mal) que llegan a nosotros no lo hacen por azar es porque en realidad tienen un papel que cumplir y todas las situaciones buenas o malas fueron también predestinadas por Él de modo que pudiéramos aprender de todo lo vivido para construirnos como personas continuamente, para que viviendo bajo sus designios alcanzáramos al final de la vida la perfección del espíritu.

Rosh HaShaná es una fecha perfecta para que nos habituemos en el ejercicio de aprender a recordar, hacer una mirada global a los momentos incómodos por los que un día pasamos y reconocer que inevitablemente algo debimos aprender; recordar no con rencores sino mas bien con agradecimiento y con la satisfacción de que gracias a esos momentos hoy somos lo que somos y que afortunadamente (si nos lo proponemos) crecimos espiritualmente. Con lo anterior viene también el perdón, pero un perdón sincero aceptando que si como humanos cometemos cientos de errores otras personas pueden también equivocarse con nosotros y es que al fin y al cabo vivir es una preparación para el momento en que nos reunamos otra vez con Hashém, como cuando los niños aun inexpertos agreden sin pensar a otros es deber de los padres corregirlos y de los propios niños aprender… así mismo Di-s nos corrige y nosotros en medio del desconocimiento del buen vivir, aprendemos.

Familia, les deseo a todos una muy feliz fiesta llena de bendiciones y buenos deseos, con un nuevo año lleno de experiencias para el propio crecimiento espiritual, un abrazo fraternal.