Hace aproximadamente tres semanas, mi padre partió de esta tierra, a su mundo, con todo lo que ello implica, un proceso difícil, arduo, y también lleno de dolor, principalmente para él, aunque también para nosotros, y desde la perspectiva del que experimenta la pérdida del ser querido, deseo opinar, o más bien compartir, lo que aprendí en esos difíciles momentos.
Como enfrentar una pérdida de tal magnitud, y todo el proceso que ello conlleva, pero si desde nuestra profunda ignorancia, no sabemos que hacer, cómo comportarnos, en la vida cotidiana, como saber cómo comportarse antes esos momentos inesperados.
Como pude trate de prepararme, para saber qué hacer y cómo hacerlo, nadie nos prepara para esos momentos, y solos dudosamente, sabremos cómo actuar a la altura de ello.
Trate de informarme, escuche una conferencia del Rab Itzjak Betech sobre visitar enfermos (bikur jolim) y estudie dos libros, uno llamado “por los caminos de la eternidad” y otro “duelo y valor” dos grandes obras de excelentes Rabinos, muy útiles a la hora de enfrentar, esos difíciles momentos de la vida.
En realidad, no quiero tocar mis sentimientos, porque aun lamento la perdida de mi padre….. que también era mi amigo, lo vi agonizar y morir…….. te puedo asegurar, se lo que es una perdida, espero en estas palabras, si algún día alguien experimenta lo mismo, o algo similar, encuentre un poco de Luz para su vida, ya que esos momentos son duros, y sin una guía adecuada, podemos perder el norte y actuar de forma incorrecta.
Te contare un poco acerca de mi situación, no es lo ideal, pero si dejarte entrar en mi vida sirve para ayudar, entonces que así sea, a mi padre le diagnosticaron tumor cerebral (glioblastoma multiforme) un cáncer agresivo y maligno, una enfermedad terminal, de tres a seis meses de vida fue el diagnostico delos médicos, aun así yo tenía la esperanza de que pudiera haber una posibilidad de que el viviera más, sin embargo el diagnóstico fue demasiado optimista porque no duro ni siquiera dos meses con vida.
Por el tumor y sobre todo que afectaba el cerebro, había alteraciones en algunas de sus funciones corporales básicas, también el corazón empezó a fallar, junto con unas complicaciones de los pulmones, alguna ocasión la sangre ya no circulaba bien en sus extremidades y se ponía morado, y en su rostro se reflejaba el miedo de verse así mismo de ese modo, las náuseas eran constantes, y aunque él quería alimentarse, devolvía toda la comida, y en sus ojos se veía la impotencia, la tristeza, el miedo, verlo en ese estado era sin más decir devastador, sin embargo, escuche que no puedes ir a soltarte en llanto frente a un enfermo, porque lejos de contribuir a su mejoría, su ánimo puede decaer viendo tu estado, pensando el mismo, que tal vez ya no tenga cura, lo que hacía yo cuando estaba por ganarme el llanto, era empezar a revisar sueros, ver que medicamentos le tocaban, preguntar cómo estaban saliendo los análisis pruebas etc. de ese modo ahogaba o contenía el llanto y el dolor de verlo así en ese estado, y así pasaron las semanas……….
Cuando por fin salió del hospital, hable con el neurocirujano y le pregunte qué estado guardaba la salud de mi padre y el me dijo.
¿Qué esperas tú?
Le conteste que viviera el más tiempo posible, que yo había investigado y en contadas ocasiones, la vida de los pacientes se prolongaba incluso por años, el me contesto que no esperara tanto, porque
podría sufrir una decepción, que mi padre en cualquier momento se agravaría y todo terminaría, y yo le conteste- entonces en cualquier momento puedo esperar lo peor, y él me dio un consejo salomónico me dijo- vive cada día porque si estas así, no vas a tener vida, esperando que tu padre muera, o teniendo expectativas irreales
El Rey Shelomo lo dijo hace miles de años “tiempos para llorar tiempos para reír” cada cosa en su momento e instante preciso, y lo tengo muy presente porque es algo que me sirvió de mucho, cuando mi padre murió estuvimos todos ahí, y ahí en esa cama él se fue, pero entonces que hacer después, cerramos sus ojos, cambiamos sus ropas y lo cubrimos con una sábana blanca, por corrección y dignidad.
Normalmente puedo considerarme una persona fría no tan emotiva, sino más bien reservado, no suelo dar rasgos de expresividad desbocada, pero en ese momento las cosas no deberían de ser así, yo sabía que una perdida era una perdida y que debería de afrontarla como tal, he enfrentado situaciones adversas en mi vida, considero yo bastante, y las lágrimas no suelen asomarse en mis ojos, pero ese día no me contuve y aun puedo verme a mí mismo recargado y llorando sobre el ataúd de mi padre, aun veo a mi hija sentada en el piso llorando por su abuelo, leí que en ocasiones hay diversos consejos de la gente que nos rodea, de familiares y amigos, de aquellos que desean consolarnos, pero muchas veces son eufemismos, porque en realidad, no es accesible tal estado en una situación así “se fuerte” “no llores” “él está mejor allá” sin duda existen las buenas intenciones, pero no bastan en momentos así, y leí que si debes llorar debes llorar, la catarsis emocional debe manifestarse, porque de no ser así toda la energía emocional contenida, puede hacer estragos posteriormente, entonces desahogarse no es malo, sino más bien saludable, propicio para esos momentos (si así lo requiere el deudo), lo más duro fue verlo morir, ese fue el momento cúspide, fue muy dura su agonía, pero el momento en el que exhalo su último aliento de vida, fue arrasador, dicen los Sabios que ver exhalar a alguien es similar a ver quemarse un rollo de Tora, considero humildemente que de acuerdo a la santidad intrínseca de cada persona es tal acontecimiento, pero ese abrazo que funde lo celestial con lo terrenal se quiebra, y el alma deja el cuerpo, y ese acontecimiento deja huellas profundas muy profundas.
El duelo es necesario y saludable, la reflexión que proviene del mismo es muy útil también, una cubetada de agua fría, para quien está como dormido en vida.
Recordando los momentos agradables en la vida de mi padre todos expusieron algo, a mí también me toco decir algo.
El mensaje más importante que me deja la vida de mi padre, es que sucesos como estos, nos hacen chocar con la realidad irrefutable de la vida, y esta es que a todos nos llegara la muerte, tarde que temprano, todos moriremos, y esta realidad nos hace demandar un sentido trascendente de la vida, más allá del ajetreo cotidiano y las apuraciones diarias, un plus, que nos haga sentir que no solo estuvimos aquí por estar, sino que nuestra vida se prolonga, incluso más allá de la misma muerte.
En medio del dolor y la tristeza, sé que existía algo positivo, algo para reflexionar, y el dolor no se iba, pero también un sentimiento/pensamiento de que el Eterno, como lo dijo el More Yehuda en Su perfecto amor y conocimiento otorga todo lo bueno, a cada persona, en cada momento, confiar en que todos los sucesos que están fuera del alcance de nuestras manos, son dirigidos con perfección por Quien solo hace Lo bueno o sea Dios.
¿Pero en momentos así habremos de confiar en el Eterno?
¿Cuando vemos morir a alguien que amamos?
¿En esos momentos manifestaremos nuestra confianza en Dios?
Por lo que viví creo que no tenemos la obligación, de ser fuertes, de demostrar gallardía, de actuar como si nada sucediera, porque de hecho, es la confluencia entre el razonamiento y las emociones lo que nos distingue de los demás seres que habitan este mundo, la expresividad emocional dirigida razonablemente, llorar también nos hace humanos, y si sentimos tristeza y dolor es por ello mismo, entonces cuando nos enfrentamos a sucesos como estos, no deberemos contener el dolor si lo sentimos, o la pena si la experimentamos, sino más bien todo lo contrario, vivir con aceptación la etapa del duelo, sin dejar de confiar en el Eterno, pero sabiendo que como seres humanos, tenemos derecho de sentirnos tristes o apesadumbrados Y A EXTERNAR DICHOS SENTIMIENTOS.
No seremos pecadores si lloramos o herejes si nos sentimos tristes, es algo normal y saludable, que sintamos pena y dolor, es natural que extrañemos a alguien con quien hallamos compartido años de vida, y es algo que no se supera de la noche a la mañana, la etapa de duelo es necesaria podría decir que indispensable, para poder continuar con la vida de manera normal, y respetamos esos tiempos, en tanto nos preparamos para continuar con la vida.
Me quedo claro que el cuerpo guarda una santidad muy grande por ser este depositario del alma, de hecho no podríamos decir que somos seres espirituales con cuerpos terrenales ni viceversa, sino que más bien en este mundo la plenitud y grandeza de un ser humano, es la conjugación de ambas facetas, la espiritual y la terrenal, y cuando una persona muere, en realidad deja tras de sí una parte, de lo que en vida fuera el mismo (de hecho este es uno de los conceptos que evolucionaron en las exposiciones del More en referencia al yo autentico y al yo vivido “las dos instancias del ser”).
Me quedo muy claro que debemos de tratar el cuerpo con sumo respeto, teniendo especial cuidado en no rodear el féretro con idolatría, y tampoco permitir que en ningún momento nadie vea el cuerpo del occiso, de cuidar que este mismo no se quede solo en ningún momento, prender una veladora si alguien lo desea, o leer algunas partes de libro de salmos (Tehilim) Y tratar de que el cuerpo sea sepultado lo antes posible y se cumpla el versículo “del polvo vienes y al polvo regresaras”
Ayer visite la tumba de mi padre y eleve una plegaria del libro “por los caminos de la eternidad” que dice así:
Profundamente conmovido piso la tierra, donde reposa en el silencio de la muerte, aquel que tanto tiempo vi a mi lado, cubriéndome con ternura, iluminándome con sus consejos, sirviéndome de guía y apoyo por el tortuoso camino de la vida,. Durante mis tiernos años, disputaste mi vida a la enfermedad y a la muerte, y nunca separaste tu mano protectora de tu hijo: todo lo que tengo, todo lo que soy, es a ti, a tu amor que lo debo. Cuantos sacrificios hiciste para educarme. Cuantas fatigas, cuantas inquietudes, cuantas largas vigilias, para preparar mi futuro.
Las lágrimas acuden a mis ojos pensando en las numerosas pruebas de amor y dedicación que tú me prodigaste. ¡Lamento tanto no haber tenido el privilegio de compartir más tiempo de vida contigo!
La tristeza marcara siempre el día en que tus ojos se cerraron a la luz y el que oí por última vez el sonido de tu querida voz. Hubiera sido para mí una felicidad, poder darte también mi cariño y afecto, velar por tu vejez como tu velaste por mi infancia, y asimismo yo no pagaría sino una pequeña parte de mi deuda, mas Dios resolvió de otra manera y tu partiste, dejándome lleno de aflicción. Con el dolor de haberte perdido, tengo también el disgusto amargo, de no haberte testimoniado toda la intensidad de mi gratitud, así como la pena de no retornar a esos años que pasaron y no vuelven más.
Como desearía, si pudiese, demostrarte todo el afecto que está en mi corazón y que infelizmente no te puedo dedicar.
Mi adorado padre, desde lo alto de los cielos en donde moras, en el seno de la luz y de la paz, perdóname todas las faltas que cometí contra ti y de las que sinceramente me arrepiento. Perdóname, los disgustos que involuntariamente te cause.
Tengo también la necesidad de la luz de la fe, para soportar con firmeza la desgracia de haberte perdido. Me dejaste, pero continuas existiendo; creo si, que me oyes, que me ves. Tu alma tan buena y tan pura, libre de los lazos terrestres, vive en el mundo de los bienaventurados, siento continuamente tu presencia benéfica. Esto me sustenta y me consuela.
Cuando estoy luchando con las dificultades de la vida, me acuerdo que estas cerca de mí y recobro fuerza y me animo. Con tus lecciones y con tus ejemplos, me enseñaste a amar el bien y a procurar lo que es justo.
Ser fiel a tus enseñanzas, compenetrarme en todas mis acciones, de los principios de justicia, de lealtad, de dedicación, que fueron la ley de seguridad de tu existencia, es la mejor manera de honrar tu memoria y bendecir tu nombre.
Que tu imagen venerada que está siempre grabada en mi corazón, me impulse para el bien y me libre del mal.
Mi querido padre, quiero ser digno de ti, para que cuando llegue mi hora, pueda aparecer delante del Supremo Juez, con el alma pura, la conciencia tranquila y llevando conmigo un acompañamiento de buenas obras. Amen.
Quiera el Eterno Bendito Es, enviar consuelo a todos los deudos de Tzion y Jerusalem, y de todas las demás Naciones, que sus familias no sepan más del dolor, y que sea restaurado el reinado de la casa de David pronto y en nuestro días.
En memoria del pequeño ezra y de manuel, con cariño.