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Jaiei Sara 5773–El secreto que puedes compartir

El patriarca de los judíos Itzjac (Isaac), hijo de Abraham y de Sará, era EL hijo de la promesa.
Dios había prometido que nacería, cuando ya parecía imposible que sucediera y también juró que de él provendría una estirpe especial, los herederos espirituales de Abraham.
No era un hijo más, era EL hijo esperado, ansiado, deseado, soñado, prometido, necesario para sostener el pacto de Dios sobre la tierra.
Por lo cual, es comprensible que fuera sumamente cuidado por su padre, orientado por el buen camino del leal al Eterno, entrenado para ser un hombre íntegro, un padre de una nación única.
Pero encontramos en la parashá de la semana un suceso bastante extraño, por no decir completamente extraño.
Llegado el momento de casar al muchacho (ya bastante grande, por cierto), Abraham no hace lo acostumbrado en aquella época y lugar, que era él en persona buscarle esposa, hallar una buena familia a la cual ligarse, estudiar a la contrayente y sus costumbres para evaluar su rol dentro de la familia de Abraham, etc. Tampoco hizo lo corriente para nosotros, que el muchacho se consiguiera por sus medios esposa. Sino que convocó a su siervo leal, el que hacía años estaba a su lado, aquel que era noájida pleno, consciente y activo, según la tradición el anciano Eliezer. A él le requirió Abraham que viajara hasta la tierra patria, hacia el mundo de los Caldeos, para hallar allí, especialmente entre sus familiares, a la mejor candidata para ser la madre de sus nietos, la compañera de su hijo, la que concretara en buena medida la divina promesa de extender el linaje sagrado de Abraham por la tierra.
Sí, Abraham, requirió del anciano siervo que prestara juramento para cumplir con el encargo, confiaba plenamente en él, lo había instruido en el camino del noajismo y reconocía en el mayordomo a un leal hombre, tanto con Dios para con el prójimo. Pero, ¿cómo se atrevió a poner sobre sus espaldas este pedido tan delicado, sumamente importante, del cual dependía, ni más ni menos, que se cumpliera con fidelidad la promesa del Eterno? ¿Cómo no fue él en persona? ¿Cómo no se hizo acompañar por su hijo, o al menos enviar a Itzjac junto al siervo a escoger esposa? En fin, son numerosas las preguntas que nos deja pendiente este texto.
Se podría decir, siguiendo el texto de la parashá, que el patriarca ya era muy entrado en años, tal vez no tenía la energía o disposición para emprender el viaje y realizar el esfuerzo de encontrarse con su pasado para labrar el futuro de su hijo.
Podemos argumentar, repitiendo las palabras de Abraham, que él no quería que su hijo fuera a esa tierra ajena, porque probablemente quedaría cautivado por la belleza y esplendor del lugar, la cultura y civilización, los placeres que eran asequibles en Aram pero no en Canaan. Abraham prefería que su hijo se mantuviera dentro de la tierra prometida, tal como el mismo Dios se encargó luego de limitar a Itzjac en su salida de la tierra.
Pero igual, sigue costando entender que esto tan fundamental quedara a cargo de la decisión del mayordomo, el cual tenía sus propios intereses, como por ejemplo casar a su propia hija con Itzjac y así emparentarse con Abraham y ser parte de la parentela sagrada.
A lo cual Abraham nos responde (Bereshit / Génesis 24:7) que la misión estaría signada por el mensajero del Eterno, un ángel, que resultó completamente imperceptible, sin presencia, sin voz, sin personificación, pero actuando en la tierra de los Caldeos para llevar a buen puerto esta importante tarea trascendental. En realidad, ese era su ruego, su plegaria, tal como Ibn Ezra nos refiere al explicar este pasaje. No era una profecía, ni lo que Dios le había informado, sino su propio deseo puesto a partir de su evaluación de la situación. Ya que él pensó: si Dios me trajo aquí, Él no querrá que mis hijos vuelvan para allí, por tanto esta misión será exitosa, conducida por un ángel (según explica Rashbam en el comentario al versículo).
Pero incluso, con la intervención de los Cielo a través de un enviado, igualmente la joven escogida podía rechazar la propuesta o tener algún inconveniente que la hiciera desistir de contraer matrimonio con Itzjac. Así pues, con ángel o sin él, con deseo de Dios o sin él, era la joven la que debía decidir libremente qué haría, o tal vez sus padres o protectores. Porque la voluntad del hombre no depende del deseo de Dios, sino de su propia decisión. Es por ello que somos responsables, ya que tenemos libertad para elegir, sea lo que es bueno o lo que no lo es.
Sí sabemos de la tradición que dice que los matrimonios se concilian en los Cielos, de hecho es recordado ese midrash en el comentario de Ibn Ezra al versículo tercero de esta sección. Pero encontramos que en la propia Torá se expresa la idea de que las personas son las que escogen, aunque quizás una tendencia secreta marca la elección… ¿Será así? No lo sé realmente. Porque unos versos más adelante se refiere a que las parejas están “destinadas” (como leerás unas líneas más abajo). No lo sé, tampoco me angustia mucho mi ignorancia al respecto.

Quiero resaltar es el siguiente pasaje, inmediatamente posterior:

"Y el siervo tomó diez de los camellos de su señor, y se fue llevando consigo toda clase de cosas preciadas de su señor. Partió y se fue a Siria mesopotámica, a la ciudad de Najor, e hizo arrodillar los camellos fuera de la ciudad, junto a un pozo de agua. Era la hora del atardecer, cuando las jóvenes salían para sacar agua.
Y dijo: -oh Eterno, Elokim de mi señor Avraham [Abraham], por favor, haz que hoy ocurra algo en mi presencia. Muestra bondad para mi señor Avraham [Abraham].
He aquí que yo estoy junto al manantial de agua, y las hijas de los hombres de la ciudad vendrán para sacar agua.
Sea, pues, que la joven a quien yo diga: ‘Por favor, baja tu cántaro para que yo beba’, y ella responda: ‘Bebe tú, y también daré de beber a tus camellos’; sea ella la que tú has destinado para tu siervo, para Itzjac [Isaac]. En esto conoceré que has tenido misericordia de mi señor."
(Bereshit / Génesis 24:10-14)

¿Qué mensaje noájico destaca en este fragmento?
Para mí uno que es medular, central, fundamental, poderoso y tristemente dejado de lado por la mayoría de las personas. Aquí se señala un baluarte de la lealtad al Eterno, pero que queda escondido detrás de palabrejas extrañas, murmuraciones en idiomas ajenos, lemas repetidos como mantras, religiosidad…

¿Qué pide el siervo como señal de que es la joven indicada para continuar la estirpe sagrada?
No pide que la joven sea creyente.
Ni que tenga fe.
Ni que sea parte de una comunidad en específico o una secta de fieles.
Tampoco que sepa palabras que él considera sagradas.
Ni que tenga a Dios en la boca a cada instante.
Ni que se vista de tal o cual manera.
Ni que diga alabanzas y aleluyas como un eco.
Ni que sepa de memoria pasajes de tal o cual sabio o libro sagrado.
Ni que sea seguidora o discípula de aquel maestro o santito.
Ni que se abstenga de esto o aquello.
Ni que sea religiosa.
Ni que quiera “ser judía” (imposible en realidad para aquella época, pues el judaísmo nació siglos más tarde).
Ni que fuera monoteísta.
Ni que sirviera solamente al Uno y Único.
Ni que se congregara con gente con las mismas convicciones que el siervo, o que Abraham.
Ni que quisiera ser madre de una nación santa.
Ni que dijera amar al muchacho con el cual querían casarla, aunque ni le conociera.
Ni que tuviera dinero.
Ni que fuera bella.
Ni que fuera inteligente.
Ni que fuera de “buena” familia.
Ni, ni, ni…
¿Qué es lo único que pidió el sabio aprendiz de Abraham, su siervo de todas las horas, el que había aprendido de su amo y maestro la virtud sagrada?
¿Qué fue lo exclusivo que requirió para saber que la muchacha era la indicada para ser madre de la nación sagrada?
Eso mismo que Dios pide de ti.
Ni más, ni menos.
¿Sabes lo que es?

El pasaje que te cito te lo dice claramente, te lo deja muy establecido, para que no quepan dudas. Para que nadie te perturbe con dogmas extraños o doctrinas falsas. Para que no te llenes de religión, sino que encuentres dentro de ti mismo la espiritualidad verdadera.
¿Qué es lo que Dios pide que tú hagas y que es precisamente lo que la joven tenía que hacer para demostrar que era la madre de la nación sagrada?

Si lo sabes, si lo ves en el texto que te cité, por favor comparte con nosotros aquí debajo en la sección de los comentarios.
Y difunde este mensaje de verdad, de shalom, de plenitud, de vida aquí y en la eternidad.
Difunde, comparte, abre las puertas para que fluya la bendición y se derrame con bondad sobre ti y los que te rodean.
Ya que tantos hacen tanto para expandir la idolatría y las creencias basadas en el EGO, tú bien puedes hacer tu parte, la que es tuya y de nadie más, y dar a conocer el mensaje de LUZ y VIDA, este que compartimos en FULVIDA y SERJUDIO.com.

Vamos, vamos a hacerlo.
Pero primero, ¿sabes la respuesta, el mensaje que contiene el pasaje?
¿Sabes que quiere realmente Dios de ti?

Espero tus comentarios, pero mejor aún, me gustaría que fueras un verdadero socio, activo y a tiempo completo, de Dios en la expansión de la conciencia espiritual. Sin excusas, sin volteretas, sin perderte en el limbo de la religión (el EGO). Estás en posesión del “Secreto”, hazlo tuyo y úsalo para construir shalom, para ti y el mundo.

Lej Lejá 5773–Viaje al centro de la tierra

Ingresamos a la tercera parashá de la Torá, Lej Lejá, en la cual encontramos la narración de los inicios de la gran familia judía, su relación eterna con la tierra de Israel, así como la misión que le asignó el Eterno en la orquesta de las naciones del mundo.
De a poco el relato de la Torá se va centrando en la familia judía, en su origen y destino, en sus historias familiares y populares, mientras tangencialmente refiere a su relación con individuos o grupos de los otros pueblos.
Es razonable que vaya reduciendo su amplitud de mirada, para irse enfocando en este pequeño número de personas que componen la familia judía (actualmente el 0,2% de la población humana mundial ), puesto que la Torá es el libro judío por antonomasia, que trata de cuestiones relativas a la idiosincrasia judía, a su estilo original de vida, a sus vínculos familiares, a su corazón, a su relación y compromiso con el Eterno.
Tal como en la Torá queda certificado: "Ésta es la Torá que Moshé [Moisés] puso ante los Hijos de Israel." (Devarim / Deuteronomio 4:44) y "Moshé [Moisés] nos prescribió la Torá, es heredad de la congregación de Iaacov [Jacob]." (Devarim / Deuteronomio 33:4).
Por supuesto que, aunque es propiedad perpetua del pueblo judío, igualmente tiene mucho para compartir con todo el que esté dispuesto a recibir de su mensaje eterno de vida, ya que contiene una gran riqueza para el mejoramiento del individuo y la sociedad sin distinción. Pero, esta posibilidad de ser aprovechada no implica que sea un libro de todos y que sus 613 preceptos aplican a todos. Claramente sus 613 mandamientos son para la nación judía, tal como todo el contenido del libro lo es. Vemos que la propia Torá lo deja en claro: "Éstos son los mandamientos que el Eterno ordenó a Moshé [Moisés] para los Hijos de Israel, en el monte Sinaí." (Vaikrá / Levítico 27:34) y luego "Éstos son los mandamientos y decretos que el Eterno mandó a los Hijos de Israel por medio de Moshé [Moisés] en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó." (Bemidbar / Números 36:13).

Sin embargo, esta propiedad judaica de la Torá no va en desmedro del carácter universal de su esencia, pues el corazón de su mensaje perpetuo y sagrado es que la persona actúe siempre con bien y justicia, lo que es una obligación divina que ha sido impuesta para todo ser humano y que anida en el espíritu de cada persona.
Debemos apreciar que no resulta sencillo comprender la naturaleza y finalidad de la Torá, porque, por ejemplo, si bien incluye historias, no es un libro de historia y nunca pretendió serlo.
Si bien contiene principios éticos y espirituales universales, que hacen a la esencia natural de todo ser humano, no es el libro de la humanidad, sino humildemente de la nación judía.
Si bien comienza con temas universales y aporta elementos para toda la humanidad, confirmando al Eterno como el Creador de todo y Padre de todos (crean o no, sean judíos o no), y da orientaciones para llevar una vida de plenitud (los Mandamientos Universales, por ejemplo), su intención es concentrarse en el pueblo judío y su relación particular con Él.
Por sus múltiples facetas, se la ha designado como el manual para la vida judía por excelencia. Es la instrucción, la guía para orientarnos por los caminos de una vida justa, buena, leal y trascendente. Se espera que la persona judía al seguir sus pautas desarrolle una vida armoniosa, beneficiosa, bendita y de bendición.
Es de esta forma que el pueblo judío se constituye en una luz para las naciones, en un faro para sus hermanos. No es por enseñar Torá a aquellos que no son sus receptores y propietarios. No es por pretender que el judaísmo es aplicable para todos, pues no lo es.
Sino que el judío es una luz para alumbrar a los demás cuando lleva una vida en sintonía con el mensaje de la Torá,  es con la conducta cotidiana, con lo que uno hace y deja de hacer, que el judío comparte con todos de la luz sagrada de la Torá.
Así el mensaje particular para los judíos se universaliza y alcanza a toda la humanidad. Lo que es la esencia de la Torá se expande entre las naciones y alcanza a todos los corazones y los motiva a la acción positiva, constructiva, digna, noble, plena, de belleza y lealtad.

Entiéndase bien, no es la Torá lo que se debe enseñar a las naciones, ni andar rebuscando en textos judíos para hacer alarde ante el público gentil; sino que la conducta del judío debe procurar estar en sintonía con la esencia de la Torá, es decir, conducirse con bondad, con justicia y lealtad.
Al hacer así, las personas apreciaran lo valioso que tienen en sí mismos, aquello que conecta con la armonía sagrada de la Torá.
Porque de conexión se trata todo.
Conectarse con uno mismo, con su Yo Auténtico, conectarse con su Yo Vivido, conectarse con el prójimo, conectarse, con el universo, conectarse con Dios.
De eso se trata.
Todo lo demás puede servir como soporte para esa tarea, o puede ser un obstáculo para concretarlo.
Aquello que lo favorece, es lo que se debe de incorporar a la vida, reforzarlo, mantenerlo, mejorarlo. Pero lo que perturba la realización de este ideal, lo que desconecta, eso es lo que se debe procurar soltar, dejar ir, permitir que fluya y no se empantane en nuestro ser.

Con esto en mente, estamos en condiciones de descifrar con mayor claridad el siguiente mensaje y promesa que el Eterno dice en la parashá a nuestro patriarca (de los judíos) Abraham, pero nos lo repite a cada uno de nosotros (sus descendientes):

"Vete hacia ti, de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación.
Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga maldeciré.
Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra."
(Bereshit / Génesis 12:1-3)

Debes partir hacia ti mismo, dejar de creer que eres lo que no eres. Es tiempo de que emprendas el camino que te lleva a conocerte.
Hasta ahora viviste de imágenes, con disfraces, detrás de máscaras.
Te sentías o creías identificado por tu lazo con tu país, por la cultura de tu patria, por lo que heredaste y aprendiste de tu familia.
Hasta ahora seguías el mandato social y familiar, por el cual actuabas un papel, como si de una obra de teatro se tratara.
Eras un actor que encarnaba un personaje sin quitárselo de encima jamás. El personaje ficticio, el que habían guionado otros, el que no era auténtico , se había comido a la persona, la había ocultado.
Allí dentro estaba Abraham, el verdadero, el puro, el bello, pero impedido de manifestarse en su poder a causa del personaje que lo revestía.
Es hora de que salgas de lo que conoces, que dejes la zona de confort y te aventures hacia una tierra desconocida, pero que es prometida como insuperable. Es tiempo de que madures, dejes de lado lo que creías conocer de ti mismo y de los demás, para que aprendas con ingenuidad y sabiduría acerca de todo y todos. Es el momento indicado para marchar hacia lo desconocido, que eres tú mismo.
Tal es el requerimiento que podemos oír en la orden dada por Dios a Abraham.
No era solo un decreto para dejar un espacio físico, en Ur de los Caldeos, para asentarse en la tierra de Canaán; sino que requería un compromiso total, como un nuevo nacimiento, la adquisición de una nueva identidad, más plena y auténtica.
No era fácil para Abraham asumir esa tarea. Ya contaba 75 años de edad, muchas cosas había padecido para llegar a la estabilidad que gozaba en la actualidad. No parecía el momento para volver a comenzar, para renacer a una nueva realidad, más plena. Pero él fue valiente, él tomó el compromiso y lo llevó a cabo. Él se atrevió a creer en que podía ser mejor, que tenía la aptitud para desprenderse de todo aquello que le pesaba en su vieja mochila de cosas oscuras del pesado. Y lo hizo. No fue fácil, ni un día fue de completa tranquilidad, pero bien valió el hecho.
Pasados casi cuatro mil años, su estirpe aún existe y mantiene su memoria y legado. Abraham sigue conectado a la línea de la vida, de forma ininterrumpida.
Y nació de él una gran nación. Quizás no grande en número, pero sí en alcance y logros.
Y ciertamente que fue un ejemplo de dignidad y entereza, pudo conocerse a sí mismo, se conectó con lo que era posible conectarse, lo que equivalió a ser bendito.
Esa misma tarea podemos desarrollar nosotros y sentir en nuestra vida que “Los que te bendigan, serán benditos”; eso es lo que promete Dios a cada judío, desde Abraham en adelante.
Al mismo tiempo, todas las naciones de la tierra pueden ser benditas gracias al judío, por medio de estas enseñanzas, que no se predican con palabras, sino con los actos cotidianos llenos de bondad y justicia.
Esta conexión con nuestra esencia, con el prójimo, con la creación es una gran oportunidad que tenemos a diario y que no debemos desconocer. Pues al establecer la conexión, estamos siendo benditos y de bendición. Estamos marcando nuestro paso, dejando una huella, cumpliendo nuestro destino. Estamos aportando a los demás para que cada uno alcance la plenitud, el shalom, que es la máxima bendición.

¿Tú sientes que eres bendito y de bendición?
¿Cómo identificas si eres bendito?
¿Por qué Dios no nos hace las cosas más fácil y nos hace nacer ya firmes en una identidad, asentados en la “tierra prometida”, sin necesidad del esfuerzo por auto-conocernos, apreciarnos y amarnos?

Creo que son preguntas oportunas para seguir profundizando en este importante aspecto.

Antes de despedirnos, un pequeño relato.

El niño no entendía bien a los adultos, ¿por qué siempre serios y a veces enojados?
Decidió que era porque no sonreían, así que decidió enseñarles a hacerlo.
Iba por la calle, sonreía y sonreía, pero no encontraba mucha respuesta de parte de los mayores. Cada día salía a su misión de enseñar a sonreír al mundo, a cambiar el gris por los vívidos colores del buen humor. Pero la gente pasaba taciturna, seria, encerrada en sus cosas.
De a poco él se fue cansando, su sonrisa se fue borrando, estaba creciendo… ¿será por eso?
Un buen día, el niño ya era padre y su hijo le disparó una pregunta inesperada, olvidada en las nubes del tiempo: ¿por qué los adultos nunca sonrían, siempre van serios?
El padre no supo qué contestar, se quedó en silencio por un minuto o dos. Luego intentó una respuesta, pero se la guardó. Trató de sonreír, pero no recordaba como hacerlo. Entonces murmuró algo así como: – No lo sé hijito, no lo sé.
El niño decidió que le enseñaría a su padre a hacerlo. Cada día se ponía a su lado y sonreía y sonreía. Al tiempo la mirada del padre se llenó de un “algo”, era diferente, era como una mirada más viva. Pasados unos días la boca intentó unas muecas, algo parecido a una sonrisita. El lento éxito no amargó al niño, por el contrario le impulsó a doblar sus sonrisas. Y cada día que pasaba su padre progresaba más y más, y maduraba por fin realmente.

Noaj 5773–Un paraíso en la tierra

Según comprendemos de la parashá anterior, Bereshit, Adam fue creado en un mundo regido por las leyes de la naturaleza. Existía un límite al caos, un orden que no deja nada a la casualidad. El mundo se estructura y sistematiza por medio de un código de leyes, las cuales el hombre ha venido descubriendo y comprendiendo a lo largo de los siglos (y esperemos que lo seguirá haciendo). 
El Creador hizo el universo con todo lo que lo conforma, lo que incluye a las leyes que lo regulan. Son reglas firmes, que se cumplen, lo queramos o no, las conozcamos o no, estemos de acuerdo o no.
Esto es, hoy día, evidente en el plano físico de la realidad, e incluso en el inmaterial que está compuesto por sueños, emociones, sentimientos, pensamientos, deseos, etc.
En la antigüedad se pretendía dominar las reglas físicas por medio de lo que se llamaba brujería o magia, en todas sus versiones, desde las más circenses hasta las más estremecedoras y secretas. En la actualidad el mecanismo se desviste de fantasías y se llena de observación, análisis, conocimiento verificable, razonamiento, pues es campo de trabajo de las ciencias. Al conocer la leyes naturales estamos en mayor capacidad para cuidar mejor de nuestra salud, preservarnos de daños, hacer un uso provechoso y responsable de los recursos naturales, proveer de mayor bienestar, entre otras ventajas. Claro, el conocer las leyes no nos pone por encima de ellas, no nos convierte en amos de la realidad, no nos evita todo contratiempo, pero mejora en mucho nuestra existencia. No es casualidad que desde el desarrollo de la ciencia vivimos en mundo material de mayor bienestar para gran cantidad de personas.

El mundo no está solamente construido con bloques de materia/energía, sino que existe también un componente invisible, intangible, que es imperceptible a través de los órganos de los sentidos físicos, que es el plano espiritual. Éste no es mensurable, no tiene espacio ni tiempo, ni forma ni materia, es absolutamente diferente a todo lo que conocemos, porque solamente conocemos aquello que ingresa por nuestros sentidos o se conecta con algo que alguna vez hayamos percibido por los sentidos (estos son temas muy complejos, que en estas breves líneas no pretendemos abarcar ni siquiera en una porción mínima). Como lo espiritual es totalmente indescriptible, a lo largo de las generaciones se han usado diversas metáforas, símiles, comparaciones, leyendas, para tratar de tener alguna idea o noción de aquello que es incomprensible. Por supuesto que todas ellas no llegan a definir y dar una idea acabada de lo que es el espíritu y la dimensión espiritual.
Al ser ésta su realidad, queda por fuera del ámbito de estudio de la ciencia, si entendemos por ésta a “el conjunto de conocimientos sistemáticamente estructurados, y susceptibles de ser articulados unos con otros. La ciencia surge de la obtención del conocimiento mediante la observación de patrones regulares, de razonamientos y de experimentación en ámbitos específicos, a partir de los cuales se generan preguntas, se construyen hipótesis, se deducen principios y se elaboran leyes generales y sistemas metódicamente organizados…” (Wikipedia/Ciencia).

De acuerdo a lo que sabemos por nuestra Tradición, también al mundo espiritual el Eterno le ha impuesto leyes, las leyes espirituales.
Debemos saberlas, comprenderlas, aplicarlas, puesto que el ser humano es la criatura con mayor componente espiritual de este mundo. Al hombre, desde su origen el Eterno le ha impuesto mandamientos, los conocidos en aquel momento como Mandamientos Adámicos, que eran seis, según consta en nuestra Tradición: no asesinar, no maldecir a Dios, no adorar dioses que no son Dios, no robar, no a la infidelidad matrimonial y establecer sistemas de justicia social.
El Eterno se los ordenó a Adam y comprometió a todas las futuras generaciones a conocerlos, aceptarlos y cumplirlos. El único beneficiario del acatamiento a este código es el hombre, puesto que la finalidad principal de estos mandamientos era posibilitar la armonía personal, colectiva, ambiental, tanto en lo espiritual como en lo material. Eran las leyes para permitir que el mundo fuera un paraíso terrenal, un pedazo del Cielo en la Tierra. Un código básico, simple, pero completo para cada una de las personas, sin distinción de origen, creencia, posición social, edad, o cualquier otra distinción. Eran (y siguen siendo) las reglas espirituales con las que el Eterno codificó el comportamiento de cada ser humano para llevarlo a la auto-realización integral, tanto en lo material como en lo espiritual.
Pero el hombre no supo conservar la senda de la corrección y de a poco fue perdiendo su conexión espiritual, fue dejando de lado los Mandamientos Universales (hoy también conocidos como Mandamientos para las Naciones o para los Hijos de Noé o Noájidas).
Hasta que la situación se hizo insostenible, según recalca la Torá en nuestra parashá: "La tierra estaba corrompida delante de Elokim; estaba llena de violencia." (Bereshit / Génesis 6:11).

Sí, cuando el hombre repudia su identidad espiritual, se niega a vivir de acuerdo a las leyes espirituales, termina por llevar al mundo a la corrupción, a que se extienda la violencia en sus múltiples facetas. Sobre la violencia mencionada en el versículo quisiera mencionar un par de aspectos. La voz hebrea empleada en la Torá es “jamás”, que comúnmente se traduce como violencia, lo cual es correcto. Sin embargo, la Tradición nos refiere los detalles de esta violencia: robo, usura, tomar a la fuerza mujeres como esposas, injusticia e incluso agresiones físicas y asesinato. Tal como vemos en el profeta Iejezkel/Ezequiel (7:23): "Prepara cadenas, porque la tierra se ha llenado de juicios de sangre, y la ciudad se ha llenado de violencia.".
Y ya por ese entonces las personas habían olvidado la unidad y unicidad del Eterno, se habían convertido en adictos a dioses y creencias extrañas; cuando alguno mentaba al Eterno, no faltaban los insultos y faltas de respeto hacia Él. En resumen, el mundo se llenó de depravación, falta de respeto, injusticia, corrupción, maldad, rebeldía. Era el anti-paraíso, es decir, no se cumplió el ideal para el mundo que pretendía el Eterno. Porque no se seguían los mandamientos básicos, porque el hombre escogió hacer el mal en lugar de un pequeño esfuerzo para construir un mundo de Shalom.
Ya sabemos lo que pasó luego, sobrevino el Diluvio, la gran destrucción. Las acciones de los hombres provocaron un terrible caos que desembocó en una catástrofe dolorosa y espantosa, pero que fue el primer paso para borrar lo anterior y comenzar de nuevo. La intención del reinicio era hacer de este mundo un paraíso terrenal a través del código espiritual que ahora se conoce como Mandamientos Noájicos, los siete mandamientos que el Eterno dictó a Noaj/Noé para él y todas las generaciones siguientes. Una forma de vida sencilla pero pleno, sin asuntos extraños, sino simplemente el anhelo por vivir bien uno y en compañía del otro.

¿Cuál es la enseñanza para nosotros?
¿Qué es lo que en la práctica podemos aprender y emprender para mejorar nuestro entorno y sociedad?
¿Tiene la parashá algún mensaje para ti en particular?

Espero que podamos seguir compartiendo juntos este emocionante camino de conocimiento y bendición.

Antes de despedirnos, un cuento muy especial que quiero compartir contigo:

El aguatero llevaba agua todos los días a su aldea usando dos grandes vasijas sujetas a un gran madero que cargaba sobre sus espaldas.
Una de las vasijas tenía pequeñas rajaduras; cada vez que el hombre recorría el camino hasta su casa, la mitad del agua se perdía.
Durante años el hombre hizo el mismo trayecto. La vasija íntegra estaba siempre muy orgullosa de su desempeño porque tenía la seguridad de que estaba a la altura de la misión para la cual había sido creada, mientras que la otra se moría de vergüenza por cumplir apenas la mitad de su tarea, aun sabiendo que aquellas rajaduras eran el fruto de mucho tiempo de trabajo.
Estaba tan avergonzada que un día, mientras el hombre se preparaba para sacar agua del pozo, decidió hablar con él:
-Quiero pedirte disculpas ya que, debido a mi largo uso, sólo consigues entregar la mitad de mi carga, y saciar la mitad de la sed que espera en tu casa.
El hombre sonrió y le dijo:
-Cuando regresemos, por favor observa cuidadosamente el camino.
Así lo hizo. Y la vasija notó que, por el lado donde ella iba, crecían muchas flores y plantas.
-¿Ves como la naturaleza es más bella en el lado que tú recorres? –comentó el hombre-. Siempre supe que tú tenías rajaduras, y resolví aprovechar este hecho. Sembré hortalizas, flores y legumbres, y tú las has regado siempre. Ya recogí muchas rosas para adornar mi casa, alimenté a mis hijos con lechuga, col y cebollas. Si tú no fueras como eres, ¿cómo podría haberlo hecho?

Bereshit–Génesis 5773

Es sabido que el relato de Bereshit presenta dos crónicas diferentes al respecto de la creación del ser humano. El primero en el primer capítulo, el segundo en el segundo. Presentan notorias disparidades, absolutamente evidentes y en modo alguno silenciadas u oscurecidas. A la vista están. Han sido comentadas y analizadas a lo largo de las generaciones.
Ahora te presento unas pocas de ellas, no todas ni de modo exhaustivo, solo un puñado, simplemente como aperitivo, como una invitación para despertarte el deseo de conocer y que tomes el sagrado texto y busques tú más. Para eso están nuestros libros, para conocerlos, aventurarse en ellos, interrogarlos, obtener claridad a través de sus mensajes, quedarse con dudas que no encuentran respuesta, seguir estudiando, mantener la llama encendida a través de la conexión, etc.

Tema

Capítulo 1

Capítulo 2

Origen Dios dice y Adam es creado Dios hace una figura de arcilla y le infunde la energía de vida a través sus narices
Género Adam es creado macho y hembra, se los nombra en plural y singular, pues es como un siamés, una persona que son dos personas Adam es varón
Relación con Dios El Eterno bendice a Adam para que se multiplique, se reproduzca, colme la tierra y la conquiste El Eterno pone al hombre en el huerto del Edén para que lo trabaje y cuide, le permite alimentarse de todo árbol que guste, menos del árbol del conocimiento, del bien y del mal
Ecosistema La creación va desarrollándose, evolucionando, hasta llegar al Hombre El hombre es puesto en el huerto del Edén y luego brotan
Relación humana Varón y mujer son una unidad desde el comienzo El varón está solo y busca compañía entre los animales sin hallarla, hasta que Dios le presenta a la mujer, con la cual finalmente se une y empareja
Nombre de Dios usado Elohim Hashem Elohim

Aquellos que no aceptan la autoría única y divina del texto sagrado reconocen en estas discrepancias una evidencia de tradiciones provistas por distintas fuentes, que fueron plasmadas con sus divergencias y contradicciones a la hora de concretar el texto de la Torá. Entonces hablan acerca de la línea “elohista”, que es diferente a la “yahvista”; de las variaciones motivadas por la política del momento o las influencias del folclore dominante en la región, u otros factores. Cosas muy interesantes, por cierto, pero en nada acordes a la Tradición y el sentido habitual que se les ha dado durante milenios a los relatos de la Torá.
Para los que no cuentan con herramientas intelectuales apropiadas ni el conocimiento necesario, estas especulaciones sesudas pudieran parecer verdades catastróficas, que borran de un saque la santidad de la Torá. Por ello muchos se embelesan con estas novedades y pierden la ruta trazada por el judaísmo., pero los adherentes a la divinidad de la Torá encuentran que no es necesario elaborar complejas teorías sobre muchos autores y numerosas fuentes para clarificar la doble exposición acerca del origen del Hombre. El judaísmo tiene varias respuestas apropiadas e idóneas, que brindan claridad al texto, y permiten ver que donde otros ven cuentitos mitológicos, realmente se encuentran enseñanzas sumamente profundas e intensas. Instrucciones para la vida cotidiana, para hacernos mejores personas, no meros malabarismos académicos de salón.

Te presentaré brevemente ahora dos de las maneras de comprender el valor e importancia de estos dos relatos, en apariencia, diferentes del origen del Hombre.
El Rav Josef Soloveitchik ztz»l, en su “La Soledad del Hombre Creyente”, armoniza la narrativa duplicada y divergente equiparándola a la identidad duplicada y divergente del ser humano. Somos al mismos tiempo espirituales y materiales; conectados al infinito, pero restringidos a un determinado espacio y tiempo; capaces de las mayores hazañas y novedades, como también de las ruindades y catástrofes; somos seres creados a imagen y semejanza del Eterno, pero moldeados con barro y perecederos. Sí, somos seres complejos, multidimensionales, uno pero múltiples. Tal como el relato de Bereshit nos representa. En el primer capítulo como obras celestiales, príncipes del Reino; en el segundo como insertos en el mundo, marcados por las vicisitudes de la existencia, por las necesidades.
Otro sabio actual de poderosa impronta, el Rav Mordechai Breuer ztz”l, también nos muestra con múltiple facetas, no meramente sometidos a instintos, o a influjo del entorno, o a lo genético, o a mandatos sociales, o a una ética espiritual innata, sino como una combinación de todos estos factores y muchos más. Somos uno pero muchos, además de diferentes individuos pero siendo partes de una unidad sistémica y metafísica.
En esta complejidad, atribuye la descripción del primer capítulo al nacimiento de la especia humana como tal y no de algún individuo en particular. No era Adam macho y hembra, sino que la especie humana sexuada fue creada. El Eterno no bendice a un hombre para que se reproduzca y conquiste la tierra, sino que brinda ese poder a la especie humana. En tanto que el segundo capítulo aterriza la reseña sobre el hombre en particular, Adam el primero de nuestra especie.
Como notamos, evidentemente hay maneras de explicar satisfactoriamente la aparente dualidad de criterios o de historias narradas en la creación del Hombre.
Proponemos una más. La primera aparición en la Torá es la que toma al hombre de manera natural, por lo que es, tal cual es, en su plenitud. La segunda es la que expresa el esfuerzo por superar sus limitaciones, por aprovechar sus potenciales. En el primer capítulo el hombre ya está completo, es como un ideal en un mundo controlado por la Voluntad de Dios; en tanto que en el segundo tiene que desarrollarse, cambiar, probar, equivocarse, corregirse, asumir compromisos, trabajar para perfeccionar, ser atento con el medio y mejorarlo, dialogar, negociar, fracasar, ser victorioso, en resumen, ser una persona real en un mundo real. No son dos relatos diferentes, son el mismo para un hombre que es complejo.

Un pequeño y conocido relato para concluir.

En un país muy lejano, al oriente del gran desierto vivía un viejo Sultán, dueño de una inmensa fortuna.
El Sultán era un hombre muy temperamental además de supersticioso. Una noche soñó que había perdido todos los dientes. Inmediatamente después de despertar, mandó llamar a uno de los sabios de su corte para pedirle urgentemente que interpretase su sueño.
– ¡Qué desgracia mi Señor! – exclamó el sabio – Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.
– ¡Qué insolencia! – gritó el Sultán enfurecido – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos, por ser un pájaro de mal agüero. Más tarde, ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
– ¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced tendrá una larga vida y sobrevivirá a todos sus parientes.
Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los consejeros reales le dijo admirado:
– ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños del Sultán es la misma que la del primer sabio. No entiendo por qué al primero le castigó con cien azotes, mientras que a vos os premia con cien monedas de oro.
– Recuerda bien amigo mío –respondió el segundo sabio– que todo depende de la forma en que se dicen las cosas… La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la enchapamos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado…
– No olvides mi querido amigo –continuó el sabio– que puedes comunicar una misma verdad de dos formas: la pesimista que sólo recalcará el lado negativo de esa verdad; o la optimista, que sabrá encontrarle siempre el lado positivo a la misma verdad».
Dice el libro de los Mishlei/Proverbios (cap. 18) del sabio rey Shlomó/Salomón: «Las palabras del hombre son aguas profundas, río que corre, pozo de sabiduría… Con sus labios, el necio se mete en líos; con sus palabras precipitadas se busca buenos azotes… Cada uno comerá hasta el cansancio del fruto de sus palabras. La vida y la muerte dependen de la lengua; los que hablan mucho sufrirán las consecuencias«.

Uno de los grandes desafíos de cada hombre y de toda la humanidad es aprender a comunicarse auténticamente.

Sheal abija… zekeneja

"Acuérdate de los días antiguos; considera los años de muchas generaciones. Pregunta a tu padre, y él te declarará; a tus ancianos, y ellos te dirán."
(Devarim / Deuteronomio 32:7)

Ya lo sabía el Autor, por supuesto que lo sabía.
Llegaría el momento en el cual las nuevas generaciones dudarían del pasado de su propia nación, de la historia de su propia familia. Llegaría la oscura época en la cual no se sentirían conectados con ellos mismos, con su ayer.
Estarían en sombras, por falta de memoria, o peor, porque nadie les enseñó acerca del esplendor de los días antiguos y del resplandor sagrado en su propio interior.
Sí, llegaron esos días, claro que llegaron.
Los hijos desconocen sus raíces, se escapan del espejo y se buscan en desiertos, en espejismos, en religiones, en disfraces, en modas, en los personajes que les codifican ajenos.
Así están, en sombras, perdidos, perplejos, no sabiendo, ignorantes, alelados, apartados.
Sí, han habido muchas, muchísimas generaciones, que se mantuvieron firmes y leales, constantes en su trasmisión del sagrado mensaje. Una y otra vez repitiendo el legado, haciendo que sus hijos lo adquirieran y se apropiaran de él, para luego vivirlo y trasmitirlo a su vez. Muchas generaciones que preservaron la senda, el camino, el mensaje. Y no precisaron de rituales ajenos, ni de ropas estrambóticas, ni de idiomas extraños, ni de severidades fuera de control, ni de dogmas irreverentes hacia la verdad, sino que solamente precisaron abrir sus oídos, absorber el mensaje que en el hogar era inculcado, que ellos hacían carne, que lo vivían a diario y que con entrega generosa pasaban a sus propios hijos.
Pero, las cosas se fueron degradando, el aroma se fue diluyendo, el sabor perdiendo, la cultura mimetizando, se tomaron prestados disfraces, se usaron rituales complejos con la presunta intención de ser defensas de un legado que ya no se sostenía en sus vidas.

Entonces, el Autor nos impele a que preguntemos a nuestros padres, que no dejemos de lado el lazo familiar, que allí está la respuesta. Porque el judaísmo no es una religión, ni una cultura, sino el modo de vida que corresponde a la Familia Judía. Son los padres los que tienen el relato, la historia, el nexo con el pasado, con el espejo. Al menos, son los que debieran tener todo esto y compartirlo con sus hijos.
Ah, pero el Autor sabía que esos padres también serían los hijos de la generación desmemoriada, los que perdieron su rostro de tanto usar caretas, por lo cual su mensaje sería estéril, hueco, falso, lleno de ajenidad, desprovisto de autoridad y autenticidad.
Entonces el Autor propone que lleguemos más lejos en nuestra búsqueda, que vayamos a los ancianos, a los que se supone tienen más arraigada la tradición. Ellos nos dirán.
¿Qué nos dirán?

"Cuando el Altísimo repartió heredades a las naciones, cuando separó a los personas, estableció las fronteras de los pueblos según el número de los Hijos de Israel.
Porque la porción del Eterno es su pueblo; Iaacov [Jacob] es la parcela de su heredad.
‘Lo halló en tierra desértica, en medio de la soledad rugiente del desierto. Lo rodeó, lo cuidó, lo guardó como a la niña de sus ojos; como el águila que agita su nidada, revolotea sobre sus polluelos, extiende sus alas, los toma, y los lleva sobre sus plumas.
El Eterno solo le guió; no hubo dioses extraños con Él."

(Devarim / Deuteronomio 32:8-12)

Sí, eso, junto a lo que completa el cántico de Moshé que hemos leído en la parashat Ahazinu.

Nosotros somos hijos de hijos de gente a oscuras.
Estamos divagando, perdiendo el tiempo, desconectados de nosotros mismos.
Empecinados en vivir vidas que no son propias.
Llama más la atención el último juguete vistoso de Apple que el mensaje que es eterno de la Torá.

Es hora de recuperar la memoria, volver a la fuente.
Preguntar a los que saben.
Pero ojo, no supongamos que el “disfraz de judío” hace al judío, ni la apariencia es lo que otorga entendimiento.
Vayamos a donde hay agua para saciar la sed, no donde se destila alcohol que corrompe las vías vitales.

Este es un texto que he escrito para ser publicado en SERJUDIO.com, y refiere específicamente a la realidad de la Familia Judía. Pero creo que hay varios puntos de contacto y otros de aprendizaje que pueden ser muy provechosos para el noájida. ¿Podrías comentar qué te parece a ti, en su aplicación a los noájidas y la realidad noájica?

Shabat y Sucot 5773

A cada uno de los siete días de la festividad de Sucot le corresponde una pequeña lectura de la Torá en particular. 
Fueron escogidas del capítulo 29 de Bemidbar/Números y describen las ofrendas diarias prescritas por el Eterno para consagrar esta festividad. 
En Shabat, además se añade la porción en Shemot/Éxodo 33:12 a 34:26, en la que se tratan diversos temas, de los cuales se destaca la mención a las tres fiestas de la peregrinación (Shalosh Regalim: Pesaj, Shavuot y Sucot).

Asomando entre la descripción de estas festividades encontramos el siguiente pasaje relativo al Shabat:

"Seis días trabajarás, pero en el séptimo día te abstendrás (de labor). Aún en el tiempo de la siembra y de la siega te abstendrás (de labor)."
(Shemot / Éxodo 34:21)

¿Para qué son mencionadas especialmente las tareas de siembra y siega?
¿No era suficiente con decir “seis días trabajarás y al séptimo no lo harás”? ¿Qué necesidad de especificar el no realizar labor de la siega y de la cosecha? ¿Acaso las tareas agrícolas no son también trabajo y/o labor creativa como las otras prohibidas de realizarse en el día de Shabat?
¿Hay algo en especial en estas actividades que precisan ser resaltadas por sobre el resto de las posibles?
Como no hay casualidades ni palabras superfluas en la Torá, podemos captar que existen motivos de peso, enseñanzas valiosas que trataremos de descubrir ahora. Ésta es una de las virtudes de la Torá y del judaísmo, ambas nos impelen a estudiar, a analizar, a no tomar las cosas por fe y sin cuestionamientos, sino que nos invitan a que descubramos lo que está oculto en aquello que está a la vista.

Explica el sabio Najmánides (RaMBaN) que siembra y siega son labores esenciales para la vida humana, sin ellas es impensable obtener organizadamente el sustento de la tierra, y sin embargo tampoco han de hacerse en Shabat. No valen las excusas y justificaciones del hombre cuando el mandato del Eterno es explícito y claro. Seis días son para trabajar, para hacer toda la obra que es necesaria, para conquistar, para crear, para modificar, para creernos tan poderosos como para ser los amos del mundo que habitamos; pero llegado el día séptimo, cuando es Shabat, el hombre (judío) debe reposar de todo intento por demostrar su dominio sobre la naturaleza. Debe aprender a convivir en armonía con el entorno, en contemplación y aprecio, en respeto y humildad, y no en actitud de posesión, de supuesta propiedad. Porque Dios es el Señor del Shabat, tal como es el Señor de todo el universo, y Él ha establecido que cesemos (los judíos) de laborar en ese día santo. Tengamos en cuenta que de las labores agrícolas el sembrar y cosechar son el principio y el fin, lo que da sentido primero y último a toda el duro trabajo en el campo. Pero tampoco esta importancia es excusa admisible para cancelar el Shabat. Que las nobles e importantes tareas se realicen antes o después, pero no en Shabat. Solamente el riesgo de vida es justificativo para quebrar este mandato, asegura la ley judía.

Aprendemos así que el hombre tiene permiso para tomarse con calma el tiempo de relax del Shabat. Que el hombre abandone la pretensión de dominar, de obligarse a estar a cargo de todo, que cese su ilusión de poder total. Tal es uno de los motivos que sostiene esta idea de no laborar en Shabat. Podemos comprender que no tiene porque controlar todo, estar atento a todo, pretender manejar todo. Cuando aprende a controlar solamente aquello que puede controlar, a hacer lo que está en su capacidad y posibilidad hacer, es que está en real posesión de dominio y fortaleza. Pero muchas veces el hombre se pone en situaciones extremas, se agita, se angustia, se desespera por ejercer el control allí en donde no lo tiene, y por ello fracasa, y se duele y se esfuerza inútilmente aún más.
El comprender nuestro lugar, nuestro real poder y nuestros límites, es importante para mantener un estado de salud integral, de bienestar. Es una enseñanza que emana directamente de las prohibiciones de ejercer actos creativos, acciones de posesión artificial sobre la naturaleza, en el santo día del Shabat y en los iamim tovim (días sagrados). Cuando el hombre aprende que el mundo sigue girando aunque él no esté a cargo, que no tiene la obligación de estar pendiente de cada detalles y de todo al mismo tiempo, es que comienza a tomar conciencia de su verdadero poder, que es inmenso, pero limitado.

Además, esta prohibición ordenada por el Eterno, sirve para incorporar la idea de que la obtención de trofeos y logros materiales no lo es todo, ya que por encima de esto se encuentra el valor espiritual de las cosas. Si para alcanzar el éxito se recurre a acciones negativas, a actos prohibidos por la ley, a cuestiones contrarias a la ética, de poco y nada vale el éxito, ya que es un trofeo falso, una apariencia de triunfo. En el judaísmo sabemos que el fin NO justifica los medios, y que NO vale todo para alcanzar las metas propias o grupales. Más bien, la meta es el camino que se va transitando, los pasos que se van dando, lo que contribuye a la construcción de un mundo de mayor bienestar compartido con el prójimo. Si llegamos a obtener la medalla de oro, qué bueno, si es merecida y ha sido con honor y salud. Pero si no la alcanzamos, pero hicimos nuestra tarea con dignidad y honestidad, dando lo mejor, igualmente hemos salido victoriosos. Quizás no en la evaluación materialista y parcial, pero sí en la perspectiva espiritual.

Estas sencillas ideas que surgen de la interpretación de este versículo sin dudas ponen de manifiesto la frecuente enseñanza de la Sucá: “Las endebles chozas, de precaria construcción, jamás hubieran proporcionado protección el desierto salvaje, a menos de que los judíos contaran con el brazo protector del Eterno” (Sefer HaJinuj 286; TB Sucá 11b).
Siendo así, hasta la más humilde Sucá vale más que la más impresionante mansión.

¿Comprendes como esta frase acerca de la Sucá se vincula con la enseñanza que mencionamos del Shabat?
¿Puedes dar ejemplos en tu vida cotidiana de cómo a veces quieres controlar lo que está fuera de tu alcance?
¿Cuál suponías que era el motivo por el cual Dios prohibió realizar labores creativas en Shabat?

Quiera el Eterno que sepamos tomarnos el tiempo para la contemplación, para así hacer posible el tiempo de la construcción de un mundo de mayor bienestar para todos.

Shabat Shalom y Jag Sameaj.

Moré Yehuda Ribco

FULVIDA en Costa Rica comunica: 12 de Septiembre de 2012

San José. Costa Rica a las catorce horas con seis minutos de doce de septiembre de dos mil doce.

Por este medio la Coordinación de FULVIDA en Costa Rica desea encomiar la decisión del gobierno canadiense y la de su Primer Ministro, el señor Steve Harper, por su determinación en expulsar al embajador de Irán de Canadá en vista de los últimos acontecimientos suscitados en relación con el tema de la adquisición de armamento nuclear de parte del régimen persa.

En este sentido hacemos hincapié e instamos a las agencias gubernamentales y supranacionales para que detengan la adquisición de la bomba nuclear por parte de Irán, lo cual vendría a falsear las ya endebles bases de interacción que conforman la composición de Medio Oriente

Es evidente a grandes luces que la permisión y el fanatismo religioso son dos elementos explosivos que ya por ellos mismos son peligrosos pero que combinados crean la receta perfecta para el desastre tal y como ocurrió hoy por la mañana cuando un grupo radical islámico atacó el Consulado de los Estados Unidos en Ben Ghazi en Libia y asesinaron al Embajador estadounidense así como a attachés diplomáticos. Compartimos el dolor de los familiares de las víctimas y les enviamos nuestras más sinceras condolencias.

Dentro de los objetivos de nuestra organización se encuentra la preservación y la ayuda mutua para la protección del patrimonio judío, incluyendo en primerísimo lugar a sus titulares, por lo que cualquier ataque contra Israel bajo los términos en que Irán lo hace y pretende seguir haciendo, es de diametral oposición de parte nuestra y es motivo suficiente para instar a los miembros de la Fundación para la firma de peticiones a la Organización de las Naciones Unidas para la intervención real y efectiva en la frustración de los planes genocidas del régimen iraní.

Igualmente invitamos a las personas a que se pronuncien al respecto y a nuestras filiales hermanas en el resto de los países de la región para que se unan a nosotros en voz de apoyo que nos permita demostrar nuestra disconformidad y total oposición a los planes nihilistas de los iraníes.

Es por ello que aplaudimos la decisión del Primer Ministro Harper y deseamos con vehemencia que el resto de líderes del mundo se unan a Canadá en su lucha contra la tiranía, los planes genocidas y demás manifestaciones de egos exacerbados de fanáticos religiosos que ponen en entredicho la autoridad internacional debido a la inercia y complacencia que resulta en contubernio con los buscadores del caos, la guerra y el dolor de parte de los gobiernos que deberían asegurar y proteger a sus habitantes y a la aldea global en general, en virtud de ostentar el depósito de la confianza de las personas en sistemas garantes de la paz y de la estabilidad mundial, como lo es la Organización de las Naciones Unidas y demás entes a cargo de salvaguardarnos de los emabtes y planes malévolos de regímenes déspotas.

 

Felipe G. Flores

El sentido de la vida

A los cuarenta días de la fecundación el Eterno impregna la “neshamá” (espíritu) en el feto humano.
Ese es el Yo Esencial de cada uno, nuestro núcleo constante, intransferible, auténtico, inmutable, que es propiamente “YO”.
Es nuestro YO real, aquí y en la eternidad, puesto que no proviene de nuestros padres, no se obtiene por transferencias de otras fuentes, no se forma a partir de elementos provistos de fuera, sino que es lo que directamente el Eterno ha decretado que sea nuestra esencia personal.
Como el profeta Ieshaiá anuncia en nombre del Eterno: ki-ruach milfanay ya’atof uneshamot ani asiti” – "el alma delante de mí lo envuelve (al cuerpo), y los espíritus (de los hombres) Yo los he creado" (Ieshaiá / Isaías 57:16).

La neshamá es nuestra persona eterna, es nuestra identidad sagrada.
Ese espíritu encarna para darnos la maravillosa oportunidad de experimentar de todo aquello que es lícito gozar en este mundo y que podemos obtener durante el transcurso de nuestra existencia terrena. A través de nuestro cuerpo, de nuestros sentidos, de nuestras vivencias obtenemos disfrute, gozo, experiencias, un tipo de conocimiento que solamente es posibles de alcanzar encarnados y en relación ecosistémica, puesto que el espíritu en su naturaleza no es pasible de modificaciones ni de sensaciones.
Es decir, estando encarnados es como podemos dotar al espíritu de una mayor perfección, aquella que solamente le llega por intermedio de su encarnación en este Yo Vivido que estamos siendo en el mundo.
El conocimiento que proviene de la experiencia permite a la neshamá saber lo que siendo solo espíritu le es imposible saber.

Esto que te explico ahora es de fundamental importancia, puesto que nos permite ver la vida desde la óptica correcta, la espiritual, la celestial.
Vinimos al mundo a aprender de aquello que nos ocurre, a disfrutar, a sentir placer, a pasarla bien, a obtener el beneficio de cada momento y de todo aquello que es permitido para nosotros.
No estamos aquí para atormentarnos, ni para pagar deudas pendientes, ni para divertir a algunos dioses aburridos, ni para encarcelar al espíritu en un espantoso cuerpo. Tampoco estamos aquí por accidente, producto de algún virtuoso azar que nos coloca en la vida de manera aleatoria y sin sentido último.
Por el contrario, el mundo ha sido creado por Bondad y Amor, para que lo usemos en nuestro provecho, sin abusar de él. Estamos para comer de cada fruto permitido, en tanto nos abstenemos de lo que nos ha sido prohibido. Incluso el hecho de tener límites y esforzarnos por mantenerlos y no traspasarlos es parte de la educación de la neshamá, para que en la eternidad también experimente el gozo del resultado del propio esfuerzo, de comer de la cosecha de lo que uno mismo ha sembrado.

Vinimos al mundo por Amor, para disfrutar, para aprender, para que nuestra neshamá se lleve un tesoro de experiencias sensoriales, de construcción de sentido, de obtención de logros positivos, que en su existencia etérea no puede obtener.

Seguramente que muy raramente pensamos en ello.
En parte porque no nos educan con esta enseñanza profunda y verdadera, sino que nos introducen en ideologías y creencias oscuras, nefastas, de dolor, de incertidumbre, de fanatismo, de amenazas, de manipulación de EGO.
En parte porque las cuestiones diarias nos sumergen en cuestiones del momento, que se hace necesario resolver ya, y que parece necesario que así sea, pero al mismo tiempo nos alejan de preguntas estremecedoras, de pensamientos que se introduzcan un poco más allá de lo obvio, urgente o mandatado por otros.

Asumimos que somos la máscara o máscaras que estamos siendo.
Asumimos que somos el nombre que nos dieron, el título o ocupación que desarrollamos, los lazos que formamos o nos encomendaron, los roles que acordamos cumplir (hijo, hermano, padre, esposo, amante, amigo, jefe, empleado, rebelde, santo, crápula, curioso, inteligente, el mejor, el peor, el loco, troll, etc.), asumimos cosas y las hacemos sin cuestionarnos mucho. Y cuando cuestionamos, rápidamente nos dejamos convencer por fanatismos, creencias, religiones, dogmas, cientificismos, negociantes de la fe, el EGO.
Nos aferramos a las máscaras del Yo Vivido, nos olvidamos de nuestro Yo Auténtico, nos hundimos en lemas y frases repetidas, en mandatos que son de otros, en actuar el papel del personaje que hemos tomado en el gran teatro de la vida. Queremos cosas y nos desesperamos por ellas. Hacemos del tener EL objetivo de la vida, y del no tener la miseria más grande. Pretendemos que el último celular nos dará la felicidad, la tablet más rápida nos dará el acceso al conocimiento, el auto más lujoso el placer, el sexo desenfrenado la placidez, el viaje lejano la aventura deslumbrante, el campeonato de fútbol, la camiseta del jugador goleador, el juguete más llamativo, el cuerpo más esbelto, la dieta para rebajar de peso menos calórica… tener, tener, trofeos, fama, títulos, dinero, posesiones, objetos, amigos en Facebook, seguidores en Twitter, tener, tener, no importa realmente qué mientras sea más, mejor que otros, que me haga creer que tengo y tengo poder… eso parece ser el objetivo de la vida…
Y damos excusas cuando aparece la duda por lo que estamos olvidando, nuestro Yo Auténtico. Queremos escapar de nuestra realidad, de nuestra miseria, de nuestra vida malgasta en falsedades.
Pareciera como si tantas justificaciones y mentiras al solitario vinieran a alivianarnos la carga, ¿para qué esforzarnos en descubrir nuestra verdadera identidad? ¿Para qué el estrés de tratar de adivinar qué quiere nuestra neshamá? ¿Para qué el trabajo de hacer lo correcto, de apartarnos de lo prohibido, si es más sencillo ser una oveja más que sigue al pastor-lobo-loco?
Dejamos al EGO tomar el control, porque es la fantasía de que estamos mejor así.
Encerraditos en la celdita mental, ajenos a la vocecita que desde los profundo nos llama para llevar una vida mejor, así, en las penumbras de nuestra celdita es como pasamos los días, con la impotencia sofocándonos, pero creyéndonos todopoderoso (o absolutamente impedidos de cualquier cambio positivo).

Es el EGO, con las máscaras y cáscaras producidas por el Yo Vivido.
Recordemos que tanto el EGO como sus manifestaciones del Yo Vivido son amigos del Yo Auténtico, siempre y cuando estén en sintonía con él, que sirvan a sus propósitos, que cumplan el rol que les corresponde y no se conviertan en amos cuando su lugar es ser servidores.
Porque, es cierto, queremos sobrevivir, y para ello está el EGO.
Somos padre, amigo, esposo, empleado, estudiante, maestro, hijo, inteligente, torpe, y las mil facetas que componen nuestra vida diaria, somos todo ello pero ninguno de ello en exclusiva.
Somos un mecanismo complejo, que cuando se reduce a una vida de fantasía, monolítica, concreta, estamos endurecidos por fuera y vacíos por dentro.
Y eso nos hace sentir la impotencia, el sufrimiento, la angustia existencial.
Por lo cual trataremos de demostrar que podemos, que somos, que valemos, que tenemos, que no sufrimos, que valemos, pero es todo juego de espejismos, puro EGO.
Esto es el círculo vicioso del EGO.

Sentirse impotente, creerse todopoderoso, hacer para demostrarlo, fracasar porque no eres todopoderoso, reforzar la sensación de impotencia, creerse todopoderoso, hacer para demostrarlo, fracasar, sufrir la verificación de la impotencia, creerse todopoderoso… y así una y otra vez.
(Similar ciclo perverso es el que se creer absolutamente inútil, y no solamente se siente impotente sino que también se lo cree, entonces no hace o mal-hace, con eso demuestra que es un fracasado, lo que verifica su impotencia, lo que le refuerza su creencia de inutilidad, lo que…).
EGO, puro EGO.

Esas vivencias innobles no son las que debiera quedar en la memoria perpetua de la neshamá.
No vinimos al mundo a sufrir, ni a arreglar entuertos de supuestas vidas previas, ni a pasarla mal, ni a ser fastidiados por una deidad aburrida, ni a prepararnos para el infierno… para nada de eso fuimos creados con Amor y Bondad por el Eterno.
Vinimos a disfrutar de lo permitido, para que de eso modo el espíritu obtenga la experiencia de placer que solamente con experiencias de gozo terrenal puede conseguir.
Entonces, cuando permitimos que sea el EGO el que está al control, no solamente arruinamos nuestra permanencia en este mundo sino que estamos llenado de recuerdos negativos la memoria espiritual.
(Estos recuerdos negativos son los que efectivamente podrían considerarse “infierno”).

El poder rectificador de la teshubá, el arrepentimiento sincero, es el que permite armonizar los planos del ser, encuadrar el Yo Vivido al ritmo del Yo Esencial, derrocar al EGO para someterlo.
Porque la teshubá no es para el tiempo del error o pecado, sino para todo momento.
”Lashub”, el regreso, el retorno, la vuelta, el  volver a lo más sagrado y auténtico de cada uno, para perfeccionarnos, para disfrutar de la vida y gozar de los frutos en la eternidad.

Pero no solo el retorno a lo individual, sino también a la unidad del ser.
La unidad de los diversos planos propios, pero al mismo tiempo a la unidad primordial de todo lo creado.
Retornar a la Fuente, unificarnos, dejar la separatividad para ser uno en el Uno.

Así traemos el Cielo a la Tierra, elevamos la materia a la espiritualidad.
Dejamos de lado los enconos, las fatigas, los quebrantos, el EGO para ser solidarios, altruistas, bondadosos, justos, nobles.
Tal es el secreto de la felicidad, de la bendición, de la eternidad.

Cuando Rosh Hashaná se acerca, cuando un nuevo aniversario del reconocimiento de Dios como Rey de reyes, podemos seguir en la senda de la ignorancia, penando en la oscuridad de la celdita mental, llenarnos de miedos y deseos vacíos. O podemos comenzar a vivir como Dios quiere de cada uno.

Elige la vida y la eternidad

Rabí Yehuda haLevi en el Cuzarí enseña (entre otras cosas): “Lo fundamental no es filosofar sobre la teoría, sino la práctica por medio de la acción, es decir, el cumplimiento de los mandamientos del Eterno con corazón íntegro”.

Ésta no es una prédica solitaria del famoso rabino español, sino que es una reiteración del mismo mensaje que una y otra vez surge de las fuentes de la Tradición.

Siglos antes, en la Mishná nos encontramos con la famosa definición: "No es el comentario lo fundamental, sino el llevar a los hechos lo estudiado" (Avot 1:17).
Porque muchos se confunden y suponen que en la fe, o en la palabrería, o en el conocimiento desprovisto de acción está “el camino” a Dios, pero en los hechos, lo que el Eterno exige del hombre, de todo hombre, no va por el lado de la teoría, ni del sentimentalismo, ni de las creencias huérfanas de realización práctica. El camino del Eterno ES el cumplimiento de aquellos preceptos que le competen a cada uno. Según vimos: "Yo te diré todos los mandamientos, las leyes y los decretos que les has de enseñar, para que los pongan por obra en la tierra que les doy para que tomen posesión de ella.’ ‘Tened cuidado, pues, de hacer como el Eterno vuestro Elokim os ha mandado. No os apartéis a la derecha ni a la izquierda. Andad en todo el camino que el Eterno vuestro Elokim os ha mandado, para que viváis y os vaya bien, y para que prolonguéis vuestros días en la tierra que vais a tomar en posesión." (Devarim / Deuteronomio 5:28-30).

Y en la misma Torá escrita encontramos: "Pondréis por obra mis decretos y guardaréis mis estatutos para andar en ellos. Yo soy el Eterno vuestro Elokim. Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis decretos, los cuales el hombre que los cumpla, por ellos vivirá. Yo soy el Eterno." (Vaikrá / Levítico 18:4-5).
Sí, así es. Es al cumplir con los mandamientos, al poner por obra, al andar por el camino establecido por el Eterno de acción edificante, esa es la manera de “vivir”, aquí y en el más allá. No por medio de la fe, ni por salvadores, ni lisonjas a santos, ni por ayunos que nadie demanda, ni por santurronerías carentes de sustento, ni por la palabrería, ni siquiera por ser ducho en conocimiento esotéricos o más concretos. Lo que vivifica realmente, lo que da sentido a la existencia es el lleva una vida en sintonía con los mandamientos del Eterno. Siete que Él declaró para cada uno de los hijos de las naciones del mundo, en tanto que 613 dio para el pueblo judío.

Y el profeta, ¿qué nos dice de parte del Eterno?
"Si un hombre es justo y practica el derecho y la bondad, –porque: no come sobre los montes (ofrendas de idolatría), no alza sus ojos hacia los ídolos de la casa de Israel, no mancilla a la mujer de su prójimo, no se une a mujer menstruosa, no oprime a nadie, devuelve su prenda a quien le debe, no comete robo, da de su pan al hambriento y cubre con ropa al desnudo, no presta con usura ni cobra intereses, retrae su mano de la maldad, obra verdadera justicia entre hombre y hombre, camina según mis estatutos y guarda mis decretos para actuar de acuerdo con la verdad-, éste es justo. Éste vivirá, dice el Señor Elokim." (Iejezkel / Ezequiel 18:5-9).
Veamos la lista de acciones que describe a un hombre de justicia y bondad, y sin sorpresa, encontramos que las cuestiones rituales no están mencionadas, las teológicas apenas si son apuntadas, pero lo que rescata y destaca el profeta como mensajero verdadero del Eterno es la acción concreta en la realidad, aquella que obra en las relaciones con el prójimo.
El Eterno promete VIDA, aquí y en la eternidad, y no resalta para nada la fe, ni la adhesión a milagreros, ni la adulación de personajes, ni la adiposidad conseguida por estudiar textos reservados, ni el repetir lemas religiosos, ni los malabares cabalisteros, ni los bailoteos supuestamente místicos, ni… ¡no, nada de eso es lo que desea Dios del hombre!
Él expresa, una y otra vez, sin cansancio, con paciencia, eternamente, que nuestra forma de vivir debe ser de acuerdo a los mandamientos que nos corresponden, que en su base y sustento son: bondad y justicia.

Ahora, cada cual puede salpicar su existencia con las creencias que le plazca, con los rituales que le acomoden, con las excusas que pergeñe… por eso estamos sometidos al EGO.
Pero el mensaje no cambiará, ya que Dios ha hablado y Él no es hombre para cambiar según la opinión de uno u otro.

Así pues, vive como Dios manda, para que no sobrevivas como a tu EGO se le ocurra.
Elige la vida: "Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tus descendientes, amando al Eterno tu Elokim, escuchando su voz y siéndole fiel" (Devarim / Deuteronomio 30:19-20).