El Libro de Les Miserables de Victor Hugo es uno de mis favoritos, pues pese a que se da en un contexto idolátrico de una iglesia católica tirana en la Francia del siglo XIX, los personajes como el Monseñor Myriel y Jean Valjean, son un ejemplo a seguir para cualquier persona que se denomine a sí mismo constructor de Shalom. Quiero compartirles una experiencia que me ocurrió hoy y antes que cualquier otra cosa, no quiero elogios de ningún tipo porque no me los merezco, suficientes son las cosas malas que hago que no compensarían jamás lo que hice hoy y que de paso no fue una acción pura sino que mis dudas tenía de si proceder o no proceder, entonces no es ningún mérito sino que más bien cumplí con un deber, y no cuento esto para jactarme o buscar muy inmerecidas felicitaciones sino más bien como una idea para la construcción de Shalom.
Hoy por la mañana bajé un podcast de la BBC que hablaba sobre los prisioneros en las cárceles de Kenya que no reciben representación legal adecuada. Un pobre hombre fue encarcelado por trece años pro un crimen que no cometió y me pareció muy injusto porque a más de uno lo encarcelan por pobre y no por culpable, es una de esas aberraciones del sistema ante la cual juré y le declaré la guerra campal porque como casi abogado que soy y futuro abogado que seré no me es posible descansar tranquilo en las noches cuando sé que hay personas encarceladas por crímenes que no cometieron. Va en contra de la justicia y de la decencia humana.
Pero la historia de la BBC era muy conmovedora, porque a muchos de estos sospechosos los juzgan sin que haya un abogado que les represente y obviamente al ser pobres e ignorantes de la ley entonces terminan pasando sus días retorciéndose en esas pocilgas y escuelas de mañas que son las prisiones. Las cosas eran más terribles aún pues se les hacinaba en celduchas oscuras por veintitrés horas al día y se les permitía solo una hora de sol. Luego las cosas cambiaron porque llegó una nueva alcaida que mejoró las cosas la prisión es horrible y es prisión y por más mejoras que se hicieran, no iba dejar de ser un infierno. Este hombre que no sólo hablaba Swahili sino que también hablaba inglés comenzó a estudiar las leyes y a encontrar los vacíos legales para pelear su caso y lo logró. Se le absolvió de toda culpa pues se determinó que los testigos habían mentido y que él nunca estuvo cerca de la escena del crimen.
Se convirtió en el abogado de los prisioneros y durante el tiempo que le tomó aprender el arte del Derecho se ganó el respeto del resto de los reclusos porque les daba consejos legales. Ese hombre fue liberado pero desafortunadamente en Kenya no hay una ley que le compense al que haya sido encarcelado por error del Estado y entonces ahora trabaja como conserje en la Alta Corte de Kenya lo cual lo único que le permite es vivir hacinado con su joven esposa que conoció después de salir de prisión en un cuartucho donde tienen que compartir el servicio sanitario con otros inquilinos de los aposentos vecinos; eso fue lo más que le dieron por trece años perdidos en una prisión por un crimen que no cometió.
La historia me caló mucho porque los abogados son para los que los pueden pagar y los que no tienen cama ni donde caer muertos son los que usualmente terminan yendo a la cárcel. Cuando estaba en mi proceso de descubrimiento de mi identidad recuerdo que leí que fue en la Torá donde se incluyó el principio de igualdad ante la ley, uno de los principios más avanzados de cualquier civilización, pero que en la práctica no se da en las naciones noájidas probablemente por la idolatría que impera y que confunde las cosas.
Lo cierto del caso fue que me recordó a la historia de Les Miserables, donde Víctor Hugo hablaba de la desgracia del presidiario. No está bien que alguien se robe un pedazo de pan pero de allí a que lo condenen a cinco años de prisión por eso me parece completamente aberrado e ilógico, máxime cuando es la misma clase política la que pone a estas personas en una situación de predicamento. No condono el robo pero tampoco la pena puede ser desproporcionada.
La historia me hizo reflexionar sobre el tema de los delitos que comete la gente, de cómo es el sistema mismo es el que hace que mucha gente no tenga otra opción más que robar, de cómo es que hay una prohibición acerca de robar pero cómo es que nosotros mismos le robamos las oportunidades a esos ladronzuelos porque permitimos que los políticos de cuello blanco roben y queden impunes y ese dinero que los políticos se roban sería el que serviría para desarrollar negocios y dar oportunidades de trabajo a los desempleados. El propósito del Derecho penal es el de asustar para que las personas no delincan, pero aun así hay personas que lo hacen y si no se castiga a los de cuello blanco entonces no tendrán temor porque saben que sus fechorías quedarán impunes.
Bueno, todas estas cosas me pasaban por la cabeza y justamente iba por la calle cuando un tipo me detiene, iba bien vestido, me ha dicho que le habían robado dos sujetos en moto, le arrebataron el celular y la billetera, que él es de una zona alejada y no tenía dinero para regresar. Usualmente no les creo porque son mentirosos y estafadores, pero algo había en ese hombre que me hizo buscar ir un paso más allá. Le dije que esperara porque no tenía el dinero suficiente para el pasaje del autobús y que yo sabía cuánto costaba porque había viajado al pueblo de donde esta persona decía ser oriunda.
Le dije que me acompañara al cajero automático. Mi semblante es el de una persona muy seria, entonces la gente siempre tiene un cierto temor, algunos dicen que tengo cara de fiscal y entonces este hombre se puso nervioso, aparte que yo llevaba vestimenta de lo que los estereotipos considerarían como un fiscal, entonces eso no ayudó, ahorita verán por qué incluí este hecho que bajo otras circunstancias no tendría relevancia alguna pero que en este caso sí la tuvo. Cuando íbamos caminando el hombre me estaba contando lo que pasó, que él siempre ayuda a otros y que hoy le tocó la mala suerte a él, pero algo en su historia no encajaba, parecía como si la hubiera ensayado antes, sin embargo pensé, bueno, a todos se les considera inocentes hasta que demuestren su culpabilidad, pero este tipo me parece que es un impostor, sin embargo, pensaré en él como inocente.
Continuamos nuestro camino al cajero automático y cuando llegamos le dije que me acompañara dentro de las instalaciones donde se encontraban varios cajeros automáticos. Inmediatamente el semblante del tipo cambió, se puso nervioso y trataba de esquivar las cámaras de seguridad que estaban afuera del recinto y no me acompañó dentro. En realidad debo decir que lo hice a propósito porque sospechaba que su historia no era cierta, son de esos que andan por ahí inventando cuentos chinos para que la gente se compadezca y les dé dinero. Bueno, inclusive hasta este momento no sé si será cierto o no. Me preguntó que a dónde trabajaba y no le respondí, pues las sospechas aumentaban y no quería que supiera que trabajo en un bufete, son de esos resabios que le quedan a uno después de haber sido asaltado y otras cosas más, entonces uno trata de ser lo más discreto posible, especialmente con un perfecto desconocido. En lo que estaba sacando el dinero del cajero, vi que él se hizo a un lado y que no quería que ni los guardas ni las cámaras de seguridad lo vieran. Sabía que algo andaba mal, sin embargo saqué el dinero que equivalía a la tarifa del autobús hasta su pueblo y un par de pases en el colectivo de la ciudad en caso que tuviera que terminar sus diligencias.
Inclusive le ofrecí acompañarle a la delegación de la policía para que interpusiera la denuncia por el robo de las pertenencias pero él me dijo que le había dicho a una pareja de policías y que ellos le habían tomado la denuncia. En Costa Rica las cosas no funcionan así, porque cuando a alguien le roban los documentos no basta con ir y avisarle a un policía, tiene que ir la delegación e interponer la denuncia formalmente, obviamente que parecía que el sujeto era un estafador, sin embargo le seguí dando el beneficio de la duda. En ese momento le pedí a Dios sabiduría para saber qué hacer y fui y le entregué el dinero en la mano, no sé cómo describir el semblante de miedo en los ojos de ese hombre y su rostro desfigurado, como si hubiera visto un fantasma, le dije que ahí tenía el dinero para que se regresara a su pueblo y para que terminara de hacer las diligencias.
Me dio la mano y se marchó con la cara de terror, proseguí mi marcha en sentido contrario al rumbo que él tomó, como si fuera para otro lado pero luego cuando había calculado que no me vería, me volteé y le seguí. Ya podrán adivinar que no iba para ninguna parada de autobús y en su cara llevaba un pesar increíble, como de quien ha tomado dinero de alguien a quien no merecía estafar. Luego se metió en un estacionamiento y ahí se quedó.
En el tiempo en que él me contaba la historia y los gestos que le vi hacer, ensayados, no naturales, sospeché que era un embustero, entonces recordé un pasaje del libro de Les Miserables cuando a Jean Valjean no le dan posada por tener el papel amarillo de ex presidiario y termina llegando a la casa del Monseñor Myriel quien le atiende y le pasa adelante y le trata de “caballero”, cosa que ninguna otra persona se había dignado a hacer. Entonces Jean Valjean ve que el obispo tiene un par de candelabros de plata y un juego de cubiertos de plata y se lo lleva. Luego lo atrapa la policía y llegan a casa del obispo en medio de un gran escándalo y uno de los policías le dice al obispo que atraparon al ladrón que se había robado los candelabros y el juego de plata, que dicho sea de paso, eran las únicas pertenencias de valor que tenía aquel religioso.
El obispo tranquilamente le dijo a los policías que Jean Valjean no se lo había robado sino que él se los había regalado, los policías quedaron estupefactos pero tuvieron que dejarlo libre porque la víctima no acusó al ladrón. Jean Valjean quedó tan aturdido por lo que pasó que luego se arrepintió y juró desde ese momento ser un hombre de bien. Y de acuerdo a la historia así fue, siendo un ciudadano ejemplar y uno de esos hombres que sí existen pero que raramente se ven porque definitivamente era un dechado de bondad.
Comprendo muy bien que era solo una historia de una novela de ficción, pero es tan acercada a la realidad que hoy creo haberlo comprobado. Cuando le di el dinero al tipo éste no le dije nada más que lo que mencioné antes, pero su cara lo dijo todo, para los orientales el lenguaje corporal dice mucho más que las palabras y de hecho es así. Con mi mirada le dije lo mismo que le dijera el obispo a Jean Valjean, “con este dinero compro tu alma para que no delincas más y que seas un hombre de bien”. Bueno, no lo de comprar el alma, porque eso fue lo que dijo el obispo, yo más bien lo pensé así “con este dinero que te doy y que todo apunta a que es inmerecido, te quiero decir que no es justo que tomes a la gente por tonta y que te aproveches de la buena disposición de los demás, cambia tu forma de ser y sé un hombre de bien”.
No sé, quizás me equivoque, quizás al tipo si lo habían asaltado y estaba atemorizado aunque hay muchas cosas que ponen esta idea en tela de duda, pero bueno, démosle el beneficio de la duda. Si en realidad lo asaltaron quedo con la consciencia tranquila que pudo regresar a su casa y si estaba mintiendo creo que buscará cambiar su estilo de vida, porque su cara de terror no creo que fuera por mi seriedad sino más bien por saber lo que hizo. No es la primera vez que acompaño a alguien que han asaltado a la delegación de policía a interponer la denuncia respectiva, pero usualmente los que evitan a la policía es porque tienen cuentas pendientes con la justicia.
Cuando uno comienza a vivir su noajismo a plenitud se vuelve más intuitivo, lo único que se me ocurre decir es que debe ser porque el EGO ya no es el que gobierna sino que somos nosotros mismos y que si es nuestro Yo Auténtico el que maneja las cosas, o sea, esa conexión directa con Dios, fuente de todo conocimiento, entonces me imagino que de ahí tendrá que venir la intuición. Pero bueno, el punto no es ese, el punto es que ese hombre con esa actitud sospechosa, que en realidad desde un principio parecía que no le habían robado nada sino que más bien podría ser al revés, terminó aprendiendo una lección que no se la di yo. Si era verdad lo que dijo, entonces sabrá que siempre habrá alguien que retribuya las buenas acciones que él haga y sino entonces sabrá que es vil y de miserables el tomar ventaja de las personas de esa manera.
De mi parte aprendí que no hay mejor momento que ahora mismo para hacer una buena acción y que ésta no se hace buscando obtener algo a cambio. Aunque sí le dije al tipo cuando dijo que me iba a buscar para agradecerme y devolverme el favor que no me devolviera el favor, que la próxima vez que viera a alguien en dificultades que le ayudara a esa persona y que pasara el favor hacia adelante en vez de devolvérmelo a mí.
Este fue un día muy pesado porque pasaron muchas cosas extrañas, pero el saber que pude ayudar a alguien sea porque lo asaltaron y regresó a su casa, o porque haya abierto los ojos y haya realizado su error en tomar ventaja de la buena disposición de las personas, lo cierto del caso es que fue una experiencia de aprendizaje que quería compartir. Como verán mi actitud no es nada honrosa, siempre sospeché del tipo y hasta este momento lo sigo haciendo, entonces no hay nada que aplaudir, pero al menos creo tanto él como yo nos enriquecimos con esa experiencia.
Quizás llegue el día en que la gente construya en vez de destruir y que la intriga y la ponzoña no formen más parte de este mundo, no lo sé, suena muy utópico, pero lo que sí sé es que aplicando noajismo puro se mejora un poquito el mundo cada día más y de paso instamos a otros a que hagan lo mismo.