wilsonmmd nos consulta:
no son una excusa las leyes nohajicas para a lejar a los gentiles del judaismo?
wilson mendez
wilsonmmd nos consulta:
no son una excusa las leyes nohajicas para a lejar a los gentiles del judaismo?
wilson mendez
Llevamos varios años difundiendo el mensaje noájida, mensaje que no inventamos nosotros, ni siquiera descubrimos.
El noajismo es, históricamente, la primera forma de servir a Dios del modo que Él quiere.
El noajismo es el primer pacto perpetuo sellado con toda la humanidad, por medio del cual las personas han de ser fieles al Padre por medio del cumplimiento de los Siete Mandamientos Fundamentales.
Es una realidad que tiene 5000 años y no ha sido modificada ni ha sido anulada, ni lo será jamás, puesto que Dios dice claramente al respecto:
«Y dijo Elokim: ‘Ésta será la señal del pacto que establezco entre Yo y vosotros, y todo ser viviente que está con vosotros, por generaciones, para siempre»
(Bereshit / Génesis 9:12)
Desde entonces, durante varias generaciones el noajismo permaneció como conocimiento y experiencia de pocos, pues el miedo al salvajismo de las religiones era grande.
Los gentiles que eran leales del Eterno se refugiaban y no pronunciaban su parecer, puesto que ser considerado «apóstata» o «hereje», era lo mismo a ser condenado a una muerte espantosa.
En ese silencio, en la pasividad, en el anonimato, la conciencia noájida fue cayendo en el olvido de las masas.
La gente se estaba apartando de la senda del Eterno, aunque en su interior su espíritu santo clamaba a viva voz por retornar a ese camino de Luz.
Como paliativo, la gente se hizo más y más adicta a las religiones, creían de esa manera saciar su hambre de Dios, cuando lo cierto es que se desnutrían más y se asfixiaban más.
Pero, en los últimos tiempos, con el comienzo paulatino de la Era Mesiánica, muchos renacimientos han ocurrido.
El más llamativo y espectacular es el resurgir de la nación judía de dentro del horno de la Shoá.
También el retorno y restablecimiento de una patria de nacionalidad hebraica en la sagrada tierra de Israel.
Pero, coincidiendo con esto, no es casual que esté despertando nuevamente (y cada vez con más vigor) la conciencia noájica.
Cada día son más los gentiles que redescubren su verdadera identidad espiritual. Que se libertan de las cadenas de las religiones, que se rebelan en contra de pesados mandatos sociales centenarios, que se alzan en armas espirituales en contra de piratas de la fe e imperialistas de las religiones.
Los noájidas están despertando, y es un proceso libertador imparable que llegará a su punto más radiante cuando la Era Mesiánica sea un hecho evidente para todos los humanos, pronto, bien pronto.
Sin embargo, sigue habiendo gente confundida en relación a los alcances y marcos que corresponden a su identidad espiritual como noájidas y aquello que les compete por legado y herencia de Dios.
En buena medida son víctima de su ignorancia con respecto a las cosas del Eterno.
Otras veces siguen prendidos a la idea errónea de que hay que ser judío para ser salvo, cosa que se desprende de cierta de la confusa y ambivalente teología (mitología) del imperialismo cristiano (en sus mil ramas y variantes, incluído el falso judaísmo mesiánico).
Muchos de los confundidos siguen creyendo que el noajismo es una secta subsidiaria del judaísmo. O es una escala en un extraño viaje que lleva de la idolatría al judaísmo. O suponen que ser noájida y vivir como tal es indigno, o que eso no satisface tanto como lo haría el ser judío.
Todas estas confusiones se producen por oir campanas emocionales en lugar de usar el raciocinio, se dan por querer en vez de cumplir.
Usemos un momento la mente, de manera correcta.
¿Acaso Dios quiere que todos seamos judíos?
La respuesta es no.
Es obvio que Dios quiere que haya una inmensa mayoría gentil (que viva como lo que son, noájidas) y una infima minoría que sea judía.
¿Cómo lo sabemos?
A partir de las sagradas revelaciones:
«No porque vosotros seáis más numerosos que todos los pueblos, el Eterno os ha querido y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos.»
(Devarim / Deuteronomio 7:7)
La grandeza de la nación judía no radica en su gran número, ni en su poderío material, ni en su inteligencia, ni en ser el que domina sobre los demás; sino en haber aceptado con fidelidad su propio pacto con el Eterno, un pacto diferente al que tiene el resto de la humanidad.
Ni mejor, ni peor, diferente.
Así pues, para Dios no es bueno que la gente quiera ser judía si ha nacido gentil; sino que el gentil acepte su identidad, se ame como Dios le ama y viva de acuerdo al programa trascendente de vida que se denomina noajismo.
Ni más, ni menos.
Si Dios hubiera querido el predominio de Israel sobre las naciones, así lo hubiera decretado.
Si Dios quisiera que los judíos fueran la mayoría, y no una ínfima minoría, así sería.
Pero no es así.
Dios quiere que el mundo sea en su gran mayoría de gentiles, pero conocedores del Eterno, que viven de acuerdo a su propio patrón de conducta, que no es el judaísmo, sino el noajismo, tal y como Él ha declarado como bueno y justo.
Y para aquellos que aún dudan del valor del noajismo a ojos del Eterno; para los que se siguen dejando influenciar por las serpientes, les pido que tengan en cuenta esto:
«Avram [Abram] tenía 99 años cuando el Eterno se le apareció y le dijo: -Yo soy el Elokim Todopoderoso; camina delante de Mí y sé perfecto.»
(Bereshit / Génesis 17:1)
En aquel entonces Avraham era un noájida como tú debes serlo.
Ni siquiera tenía una orden extra, cual sería la de circuncidar su prepucio.
Era tal como tú debes ser.
Un noájida, cumplidor de los Siete Mandamientos Universales.
No era judío, no era estudioso de Torá, no era circunciso, no respetaba el Shabat, no comía Kosher, no usaba ropajes de judío, ni siquiera tenía un nombre de judío… no tenía nada que pudiéramos reconocer como judaico.
Era en todo su esplendor un gentil, un noájida a plentiud, fiel del Eterno por cumplir con Sus Siete Mandamientos Fundamentales.
Era acepto por Dios, era salvo, era perfecto a ojos de Dios, sin necesidad de recurrir a disfraces de judaico, ni a palabrería hebraica, ni a recitar capítulos de Salmos o sabios… era perfecto a ojos de Dios, por ser noájida.
¿Acaso tú no puedes llegar a ese nivel también?
Despójate de vanidades, quítate disfraces, no anheles ser lo que no eres, acepta tu identidad noájica, no pretendas lo que te es ajeno, no vivas alienado de tu ser, no repudies el mandato sagrado que el Eterno te ha dado.
Apártate del mal, para hacer el bien.
Apártate del mal, aunque éste sea producto de buenas intenciones.
Así pues, deja lo judaico para los judíos, olvida tus pretensiones de convertirte a judío mientras aún no has alcanzado el grado de perfección que te compete como noájida.
Y, si supones que eres menos por no ser judío, o no vales por no tener los mandamientos que Dios ha encomendado a los judíos, entonces eres un desgraciado que se auto-desprecia, que se auto-rechaza, que se odia…
Ámate, por saberte gentil y ser orgulloso de vivir como noájida.
Así serás bendito tú y tu descendencia por siempre.
Pero, si te desesperas por la porción de Israel, que no te corresponde, si escapas de lo tuyo para ser parte de lo de los judíos, entonces llevarás la angustia a donde vayas y traerás pesar a tu vida y a la de tu simiente, en este mundo y en el venidero. (Aquel pequeño porcentaje de gente que se convierte leal y legalmente al judaísmo, es asunto aparte, que no corresponde a la inmensa casi totalidad de los gentiles, que deben vivir como noájidas).
En resumen hasta aquí, sé como Avram, alguien orgulloso de su propia nación, sea argentina, boliviana, venezolana, mexicana, la que fuera; siéntete orgulloso y dichoso de ser noájida, pues es el tesoro de bendición y bienestar que Dios te ha dado para que vivas y sea salvo.
Como un aparte, para la gente que no está trastornada con la conversión al judaísmo, sino que sigue presa de la maldición de la idolatría, especialmente la del falso dios y falso redentor del madero cruzado, te digo lo siguiente.
Puedes tú mismo testimoniar que Dios no le pide fe a Avram.
Que Dios, habiendo hablado con él, no le ordena que siga a Jesús o el Verbo, sino que le dice que siga el camino de la rectitud que se establece con los Siete Mandamientos Fundamentales.
Dios le indica a la humanidad cómo redimir al mundo, desde la época de Avram hasta ahora y por siempre: caminando por el camino de los Siete Mandamientos, para ser amigo de Dios y perfecto.
Al creer en Jesús, aunque sea como mediador, o como rabino, o como salvador, estás apartando el claro mensaje de Dios para establecer un dogma que Él rechaza.
Te repito, Él pudiendo exigir la fe, prefirió dar la sencilla y verdadera clave de la salvación, que se llama lealtad y cumplimiento de los Mandamientos.
Ahora, queda en ti la reflexión, el reconocimiento, el arrepentimiento, el retorno, el despertar, el accionar para difundir el noajismo, el promover FULVIDA, el hacer de FULVIDA el hogar de los cientos, de los miles que están volviendo a las fuentes sagradas de vida verdadera.
No des más excusas, no pierdas más el tiempo, no sigas corriendo detrás de vanidades.
El mensaje te lo ha dado Dios, lo aceptas o pierdes…
Cariños y bendición.
A más de tres años de haber renunciado a la supuesta judeidad que durante tanto tiempo profesé sin tener forma alguna de demostrar, salvo por argumentos emocionales que no son evidencia verdadera, he decidido hacer memoria de los dos años vividos en la seudo Yeshiva en Antigua Guatemala, Guatemala. Encabezada por Daniel Hernández, alias Dan ben Abraham, rabí Dan y/o jajam. Esto con el propósito de enseñar de qué se es capaz cuando se vive una mentira creyendo que es una verdad. Creo tener la suficiente experiencia para hacerlo, puesto que forme parte de élite seudo judía, y llegué a ser, citando a Daniel Hernández “el mejor alumno de yeshiva”.
Dirigido a ti, que te haces llamar mesiánico, judío mesiánico, netzarita, israelita injertado, o israelita por los méritos de Ieshu – Yeshúa, entre otros. Dirigido a todas aquellas personas que hoy en día se creen judíos pero en realidad no lo son. Aquellos que sabiéndose pertenecientes a las naciones, aun así insisten en la idea de auto proclamarse judíos. Aquellos que no tienen conexión genética alguna con el pueblo hebreo pero alguien les hizo creer todo lo contrario. También dirigido a ti que, el cielo te libre, posiblemente algún día serás tentado a transitar por esa engañosa vía comúnmente llamada Mesianismo.
Primera Parte
De cómo llegué
Hice parte del grupo de inicialmente doce jóvenes provenientes de distintos países del continente americano, a saber: USA (Ariel), México (Mijael), Guatemala (David), Honduras (Yosef e Imanuel), Colombia (Dudu), Argentina (Yejezkel) y Venezuela (Caleb, Yojanán, Caleb y Yonatán). Al principio éramos doce, pero no había pasado un mes cuando dos de ellos se devolvieron a su país de origen. No sé si envidiarlos. Quizás de haber seguido su ejemplo me habría ahorrado esta triste experiencia.
Jóvenes que como verán más adelante, llegamos llenos de sueños, metas, anhelos y principalmente el deseo de ser rabinos, pero solamente descubrieron que todo era un engaño. Algunos luego de saberlo, corrigieron sus vidas, otros por razones que serán expuestas más adelante, prefirieron permanecer en la mentira.
Llegamos a Guatemala a raíz de una publicidad dirigida por Dan ben Abraham en la cual anunciaba la creación de una yeshiva o escuela de estudios rabínicos dirigida a jóvenes solteros que tuvieran la vocación de ser rabinos, y con la disposición de someterse a un entrenamiento de dos años de estudio y un año de prácticas en algún lugar del mundo. Capaces de dejar sus hogares, sus estudios, sus vidas en sus países para dedicarse “a la obra de dios”, e internarse para aprender “la palabra de dios interpretada a la luz del Nuevo Testamento”.
En mi caso, estuve expuesto a la respuesta negativa de quien dirigía la congregación a la cual pertenecía en aquel entonces. Esto sucedió por orden de Daniel Hernández, quien aconsejó que no se prestara atención a quienes se mostraran interesados. Según él, el propósito era buscar gente con mucha convicción acerca de ser rabino. Tanta convicción demostré, que fui tomado en cuenta para viajar a Guatemala y ser parte de los aspirantes a “sabios de la Torá revestidos con el espíritu del Mashiaj”.
Duramente o como decimos en mi país: “a trancas y mochas” se consiguieron los recursos para viajar. Pasajes, inscripción en la escuela, mensualidad, eran algunos asuntos que debían ser cubiertos por las manos generosas de los creyentes. Cabe destacar que el dinero de la inscripción y la primera mensualidad fue una de las primeras exigencias al llegar a entrevistarse con “el shaliaj”, quien sería el director de la seudo yeshiva.
Al llegar al aeropuerto de Guatemala fui bienvenido por un roé o pastor cuyo nombre hebreo usado era Binyamin. Llevaba en su cabeza una kipá y me saludó con una de las pocas palabras que hacen parte del vocabulario hebreo de los mesiánicos “shalom”, pronunciada “chalón”. Cabe resaltar que al igual que “el roé”, el 99% de los mesiánicos no se interesan en aprender el idioma del cual presumen fue escrito el Nuevo Testamento, es decir, el hebreo. Esto basado en la profecía que, según ellos, dice que en los tiempos mesiánicos todos hablaremos hebreo.
Fui llevado a una “sinagoga” de nombre “Esh Kadosh”. Parecía más un estacionamiento o garaje de una casa cualquiera. Casi todos los que conocí tenían sus “sinagogas” en el estacionamiento de su casa. Cosa que luego vi que era común entre los mesiánicos de dicho país, puesto que la premisa era que “donde dos o tres estén congregados en mi nombre (ieshu), ahí estaré”. Y así cualquier hueco más o menos ambientado con elementos que pretendían judaísmo era usado para reunirse.
Ahí estaba yo, emocionado, contento, feliz, expectante de lo que vendría. Me recibió “el shaliaj”, con la misma indumentaria y el mismo saludo que el roé, salvo por la pronunciación de la palabra shalom, la cual fue más correcta que el primero. Tal vez por eso era “el shaliaj”, porque conocía algunas maneras más finas de aparentar ser judío.
“El shaliaj” o “chalia” como le decíamos, esa noche dio una enseñanza acerca del rosh jodesh o inicio de mes, claro está “a la luz del espíritu” de ieshu. Aunque antes nos pidió (digo ‘nos’ porque llegué con un compañero que luego inteligentemente se devolvería a Venezuela) que diéramos una reflexión cualquiera, para darnos a conocer a la audiencia, a los hermanos. Como me gustaba hablar al respecto (recuerden que estaba plenamente convencido de lo que creía) y me gustaba demostrar que sabia del tema, accedí a hacerlo. No recuerdo qué dije, pero hoy sé y estoy seguro que fue una mentira de tantas que se dicen cuando se cree en Ieshu y en sus enseñanzas.
Luego de terminar en la kehila, otro nombre que era más usado para referirse a lo que antiguamente era una iglesia evangélica, nos fuimos a comer porque cuando se viaja da hambre (y como en el avión no comí nada porque no me dieron comida kosher, a pesar que me puse la kipá y me saqué los peyot, guedejas o patillas alargadas, para mostrarle a la aeromoza que era judío).
Nos dirigimos a “Pollo Campero”, una cadena de restaurantes comúnmente visitada por los mesiánicos de Centro América porque allí “el pollo es kosher” decían ellos, y que luego visitaríamos nosotros los “talmidim” cada vez que salíamos de permiso a la ciudad. Antes de entrar nos quitamos la kipá, por si acaso alguien de la comunidad judía de verdad nos veía, no pensara mal. Luego de haber recitado la bendición sobre el pedazo de pan que era tan kosher como el pollo, comimos y nos fuimos a donde viviría las experiencias más tristes y deprimentes de toda mi vida seudo judía, la yeshiva. Claro al salir del “restaurant kosher” nos volvimos a colocar las kipá. Ya saben, para lucir judíos porque era la moda.
El camino fue largo, alrededor de una hora y media. Llegamos al pueblo de Antigua Guatemala y el sitio donde fungiría el internado era una casa que aparentaba paz y bienestar, pero que aguardaba mentira, engaños, tristezas, decepción, oscuridad, extravío y más.
Luego de bajar las maletas entré a la habitación para elegir la cama que me serviría de descansadero durante dos años. Resalto que un día reclamamos que nos cambiaran los colchones porque ya no servían para nada. La respuesta fue que la yeshiva no tenía plata para eso, a lo que argumenté que un colchón era más barato que un tratamiento médico, y a lo que contra argumentaron que no sería necesario medicinas “por el poder de Ieshua”.
Si le interesa saber qué cama elegí, pues le diré que la de la ventana porque me gustaba quedarme dormido viendo al cielo a ver si recibía alguna “revelación celestial”.
Fue así como llegué.
Advierta el lector todas las atrocidades cometidas en tan solo un día bajo el aval de Ieshu. Y si eso fue un día, qué no se hizo en dos años.
Continuará…