No temo al afirmar que en este capítulo se expondrán los hechos más graves que sucedieron en la seudo yeshiva. Son muy pocas las personas a las que he contado lo que ustedes leerán a continuación, puesto que cuando lo he hecho, la gran mayoría siente pena, dolor, impotencia, ganas de llorar, frustración, y otros sentimientos escondidos muy dentro de cada ser.
Llamo extremo a todo aquello que fue hecho en el nombre de Ieshu-a, y que pisoteaba la integridad humana, y escupía la fragilidad del ser que Dios creó de manera perfecta.
A medida que relate cada hecho que considero como extremo, enunciaré lo que yo leía en las enseñanzas de los grandes sabios de Israel, esto con el propósito de mostrar que las incongruentes acciones de los falsos líderes son veneno para el alma, pero las enseñanzas a las que tuve acceso luego de renunciar a la idolatría son un descanso para aquellos que, al igual que yo, fueron violados y ultrajados espiritualmente.
Los siguientes hechos no siguen un orden cronológico, puesto que no es relevante al propósito de este capítulo.
1. Ser indiferente ante el sufrimiento humano. Esto sucedió mientras regresábamos de uno de los pocos paseos que tuvimos. Íbamos en carretera cuando nos cercioramos que más adelante había ocurrido un accidente de tránsito. Una camioneta tipo pick up perdió el control y se salió de la carretera. Nos detuvimos para ver con mayor detalle qué sucedió. Eran dos personas, uno salió ileso, el otro yacía a un lado de la carretera, apenas consciente de lo que le había pasado. Estaba mal herido, golpeado, lo peor era una herida tan grande en la cabeza que la sangre le brotaba de manera descontrolada. Junto con otra persona me dispuse a auxiliar al herido. Para mi sorpresa los demás compañeros se alejaron. Ellos se regresaron al auto en donde se encontraba la maestra de hebreo “la morá”, una judía que se había desviado hacia la idolatría. Criticaba duramente al Judaísmo en el que fue criada, pero constantemente decía a los mesiánicos cómo era que tenían que practicarlo si pretendían ser judíos. Claramente escuché cuando ella dijo “está prohibido tocar sangre”, “es impuro”. Y esto hizo que ninguno de los compañeros se apiadara por aquella víctima del accidente que no encontraba alivio para sus dolores.
Durante el camino de regreso sentía una gran molestia al ver la actitud tan irracional que tomaron los demás. No entendía cómo era posible que aquellos que estaban siendo preparados para rabinos, dieran la espalda a un ser humano que necesitaba ayuda, solamente porque “la morá” les dijo que tocar sangre humana era algo impuro. Y que un verdadero judío no tocaba sangre.
Yo había leído en los libros judíos que la vida humana estaba por encima de cualquier cosa, que era prioridad ayudar al necesitado.
Al regresar a la seudo yeshiva conté al “shaliaj” lo sucedido. Él nos reunió y preguntó si era verdad que “la morá” dijo que no se debía tocar sangre humana. Todos sin excepción lo negaron. Dijeron que no habían oído nada… Juzgue el lector.
2. Menosprecio de la salud. Fue a causa de los colchones de mala calidad que nos dieron. Por más vueltas que se les diera era imposible encontrar acomodo. Así que un día hablamos con “el shaliaj” y le pedimos que resolviera la situación. Su respuesta fue que la yeshiva no tenía dinero para eso. Me indigné y le respondí que un colchón era mucho más barato que un tratamiento médico para la espalda. Finalmente, la situación no se resolvió. Nuestra salud nunca fue prioridad, a pesar de ofrecer seguro médico cuando promocionaron la seudo yeshiva.
En los libros de Judaísmo que había leído, me llamaba la atención que la salud era algo que se debía preservar, y no alcanzaba a entender cómo ese falso líder restaba importancia a nuestras quejas.
3. Las computadoras que fueron robadas. Seis computadoras habían sido donadas para la yeshiva. “El shaliaj” dispuso de ellas para beneficio de su familia que ya contaba con una pc de mesa y una laptop.
Al final de la yeshiva contacté al seudo jajam para que me autorizara a llevarme una para mi país. Él accedió. Así que le escribí a “el shaliaj” diciéndole que me llevaría una con permiso del “jajam”. Nunca obtuve una respuesta de parte del “shaliaj”. Él se quedó con las computadoras que no le pertenecían.
Me sorprendió su actitud, puesto que en sus enseñanzas se llenaba la boca diciendo que robar era incorrecto. Pero ahí aprendí que los principios permanecen mientras hay beneficios. Es decir, mientras podía amenazar y asustar a otros llamándolos ladrones, le era fácil decir “robar es malo”, pero cuando se vio frente a una buena oportunidad para adueñarse de lo ajeno, no lo pensó dos veces para desechar lo que enseñaba.
4. Actuar como si a Dios le estorbara un médico. Muy posiblemente, a diferencia de usted amigo lector, yo no tengo estómago. En repetidas ocasiones pedí con lágrimas en los ojos al “shaliaj” que me llevara al médico, puesto que presentaba constantes malestares estomacales. Su respuesta era “la yeshiva no tiene dinero para eso, pídele a alguien más”. Y cada vez que no me podía levantar de la cama por los dolores tan intensos, “el shaliaj” venia y decía “sé sano en el nombre de Ieshu-a”, pero nada cambiaba. Venía a mi mente si era indigno de ser sanado por causa de algún pecado que Dios no me había perdonado.
Si tan sólo ese remedo de judío hubiese tenido un ápice de compasión, hoy en día no tendría que vivir con la molestia de carecer de estómago: atorarme con agua, cólicos que duran más de 12 horas, perdida de 15 kilos de peso de los cuales en tres años he recuperado aproximadamente 8, no volver a sentir hambre, llenarme de ansiedad cada vez que necesito comer y no hay nada a la mano. Sin mencionar la terrible experiencia de haber pasado por el quirófano y permanecer 15 días sin beber ni siquiera una gota de agua so pena de morir si llegaba a hacerlo.
¿Cómo era posible que aquél que hacia llamados a la gente para orar por ellos y declararles “sanos en el nombre de Ieshu-a”, me negara los medios para ir al médico, teniendo como hacerlo?
Luego de la operación tuvo la desfachatez de contactarme para preguntar cómo seguía. Le dije que por culpa de él y de sus tonterías de ser sano “en el nombre de Ieshu-a”, yo había perdido mi estomago. Y que si solamente se hubiese compadecido, eso no hubiera sucedido. Su respuesta fue que yo nunca le había pedido que lo hiciera. A lo que respondí que eso era una gran mentira, que incluso se lo llegué a pedir con lágrimas.
¿Acaso se necesita ser un erudito para entender que cuando alguien se siente mal de salud debe ser llevado al médico? No se precisa de ninguna revelación divina para saber qué hacer. Bueno, “el shaliaj” si precisaba de que “Dios le hablara” para hacer las cosas de manera “espiritual”.
La salud debe estar por encima de todo. Esa es una lección que tuve que aprender de manera no agradable. Hoy día celebro dos cumpleaños, es decir, el día de mi nacimiento, y el día de mi re-nacimiento luego de haber sobrevivido a una operación para extraer un estomago con cáncer. Por fin pude experimentar la bondad Divina y reconocer que fue exclusivamente gracias a Él que pude salir victorioso de la operación, y no gracias a ese ser imaginario de nombre Ieshu, personaje ficticio que tuvo gran responsabilidad en lo que sucedió.
5. Las ilógicas y enfermizas disciplinas. “Tienes prohibido salir el día libre por causa de haber olvidado darle de comer a los perros”, o “el jajam dijo que la disciplina por haber abusado del teléfono es comer en el suelo durante una semana y nada de días libres”.
Ilógico, irracional, demente, y un largo etcétera, es privar de la libertad de salir una tarde a alguien que ha estado encerrado durante una semana únicamente por olvidar darle de comer a un perro.
Loco es poner a alguien a comer en el suelo, con la excusa de que para hacer teshubá/arrepentimiento, esa era una condición sine qua non.
¿Quién en su sano juicio hace que otro coma en el suelo pensado que es en el nombre de Dios?.
Bueno, ¿cómo no detestar el nombre de Ieshu y a estos malhechores cuando se ha sido víctima de tales abusos?
Y no se vale alegar que Ieshu-a no tiene nada que ver en esto, que los únicos culpables son los líderes que mal interpretan sus palabras. Claro que Ieshu-a es plausible de ser odiado, puesto que desde sentar a alguien a comer en el suelo hasta matar a 600.000 judíos se ha hecho en su nombre y por causa de sus enseñanzas.
6. Desprecio a todo lo que no fuera de carácter hebreo. En cierto paseo tuvimos la oportunidad de disponer del estéreo del auto. Comenzamos a cambiar las emisoras y a cantar las canciones que conocíamos. A raíz de eso surgió un gran escándalo puesto que “los talmidim” no eran tan santos como estaba supuesto que debían ser.
El fanatismo hacia la música hebrea era una característica que debimos adoptar. Tirar a la basura los CD de música no judía, aprender a aborrecerla y a quienes la componían. Aún así cantábamos a escondidas. Canciones de ‘Soda Stereo’ eran las favoritas. Lo álgido era enseñar a otros que la música “mundana” debía ser rechazada. Eso se llama hipocresía.
No existe música santa y música no santa. Existe música tocada por personas que creen en Dios y personas que piensan que creen en Dios.
Lo que muchos no saben es que “el shaliaj” cuando joven perteneció a una banda de rock, de esas cuyas melenas van y vienen al ritmo de la música. Y que su rechazo a la música de los gentiles se debía a la vergüenza que sentía al saber que un día fue parte de ella. Querido lector, le doy la libertad para que usted le dé nombre a esa actitud.
Y por último, pero no menos importante…
7. Proponer que cuatro años de universidad fueran tirados a la basura. Estábamos reunidos en lo que sería la última reunión con los falsos judíos que liderizaban la seudo yeshiva. Antes de eso, había hablado en privado con el “shaliaj” para comentarle que yo había decidido terminar el último año de universidad que hacía falta para graduarme de Licenciado en Educación Mención Inglés. Ante toda la incertidumbre que vivimos con aquello de si íbamos a ser rabinos o no, supe que el título universitario era de mayor valor que cualquier pedazo de papel que la seudo yeshiva me podía ofrecer, y por tanto no podía perderlo por andar jugando a ser judío.
Al “shaliaj” le pareció excelente idea, dijo que me daba todo su apoyo. No obstante cuando me llegó el turno de hablar con los seudo líderes (porque para hablar con ellos había que esperar turno, ya que se creían la última gota de agua del desierto y disfrutaban de los primeros asientos, y de que la gente los llamara “rabí, rabí”) para exponerle mis intenciones de regresar a Venezuela y terminar con la universidad a la par del servicio que prestaría a la comunidad a la que fuera asignado, por aquello que había leído en los libros de “el estudio de la Torá debe ir acompañado de un oficio”, mi sorpresa fue que “el jajam” de manera absolutista dijo “No te lo permito Yonatán, o terminas la universidad y renuncias a la yeshiva o sigues en la yeshiva y renuncias a la universidad, pero las dos cosas no puedes hacerlas”. Lo sorprendente del caso no fue que me dijeran eso, sino que al responder que me parecía extraño el planteamiento y que yo había mencionado mis intenciones al “shaliaj” y que él estuvo de acuerdo, “el shaliaj” se quedó callado, no dijo nada, no me apoyó, su silencio sepulcral demostraba que aceptaba como voluntad de Dios todo lo que saliera de la boca del seudo jajam.
En ese instante me pregunté si ese falso sabio les aconsejaría lo mismo a sus hijos. ¿Qué se podía esperar de alguien que había dedicado toda su vida a depender del dinero ajeno?
Allí me di cuenta que todos ellos: el seudo jajam, el shaliaj y el seudo jajam de Colombia, o el Beit Din como se hacían llamar, eran secuaces y cómplices de todas las atrocidades que hacían avalados por Ieshu-a. Y que tan solo buscaban su propio beneficio.
Ante todas estas situaciones tan extremas, tan aplastadoras, tan graves, tan atroces, no entiendo como pude pretender ser uno de ellos.
No me gusta culpar a Dios por mi situación actual de falta de estómago, pero si fue gracias a que Él optó por quitarme un órgano a cambio de una nueva vida, entonces, le estaré agradecido siempre y me esmeraré por servirLo conforme las Siete Leyes de Noaj.
Yo perdí mi estómago por andar jugando con lo ajeno. Probé del sabor amargo de la idolatría. Hoy en día he aprendido a vivir con esa realidad. Mi pregunta es: ¿Qué estás esperando perder tú para dejar de vivir en la falsedad del judaísmo mesiánico o netzarita o cristiano?, y ¿qué estás esperando tú que has sido víctima de estos delincuentes y renunciaste por la misericordia de Dios? ¿Acaso a que otros pierdan no solo el estómago, sino el alma?
Decídete de una vez, haz tu parte. Si tu parte es renunciar a la mentira, renuncia; si tu parte es denunciar la mentira, denuncia. Haz algo ya. Ayer fui yo, hoy podría ser un familiar tuyo quien, Dios prohíba, se cruce con uno de estos malévolos líderes y pierda mucho más.