La Palabra que Dios dictó y que fielmente escribió Moshé (Moisés) se denomina Torá. Estos son los Cinco Tomos de Moshé, el Pentateuco, la base fundamental e inmodificable del judaísmo y la fuente de vitalidad del noajismo.
Es la Torá lo único que expresa directamente la Palabra de Dios, sin mediaciones, sin confusiones, sin dudas.
No ocurre lo mismo con los libros de los profetas, mucho menos con los libros de inspiración divina (tales como Salmos, Cantares, Daniel, entre otros). Pues estos libros si bien parten de profecías o de inspiraciones del Eterno, no son las palabras dictadas directamente por Dios, sino a través de sus santos varones, fieles y fidedignos, pero humanos al fin.
Así pues, la Torá ES la única Palabra de Dios.
Él le ha dado al pueblo judío, en exclusividad, la Torá, en dos vertientes: la Escrita (los cinco tomos que comprenden Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) y la Oral, que es la Tradición fiel mantenida por los sabios, rabinos y el pueblo judío que se ha mantenido leal al Eterno y Su Palabra.
Torá erróneamente ha sido traducida como «Ley», por el nefasto inventor ajeno, generalmente cristiano, que se atrevió a blasfemar creando espurias obras que se pretenden traducciones del santo y eterno legado del pueblo judío.
Pero, en los hechos la Torá es mucho más que Ley.
La palabra Torá significa «instrucción». Es el manual de vidas, que instruye fielmente cómo vivir en Este Mundo y alcanzar la plenitud en la Posteridad.
La voz Torá también se relaciona profundamente, en el idioma original, con el vocablo «Luz», pues además es la única Luz válida para el espíritu.
Ninguna creencia, idea, costumbre que no provenga de la Torá es espiritual.
(Por lo que el rebelde nuevo testamento no tiene ni un ápice de espiritualidad, tal como tampoco el Corán, los versos del Zen, las doctrinas budistas, etc. NADA de esto es espiritual, por más extraños rituales y pomposas palabras empleen).
Pero, hay una palabra más que está unida de raíz con la palabra Torá, y es «Moré».
Moré se traduce como maestro. Pero en su sentido original es el que instruye en Torá, el que muestra el camino de Luz, el que está capacitado para andar sin tropiezos y ayudar a otros a caminar por la buena senda.
El Moré instruye, aconseja, orienta, conduce, guía, enseña, rectifica, critica, corrige, ayuda, sostiene, abraza, aparta y atrae.
El Moré es que ha dedicado su vida al estudio verdadero y profundo de la Torá, para luego conducirse de acuerdo a sus instrucciones e instruir con fidedigna justicia a los que le siguen.
Por tanto, el Moré es el capitán de la nave, el timonel, aquel que conoce el mapa, que sabe navegar, que estudia para no tropezar con escollos ocultos o evidentes.
Por supuesto que el Moré es persona, y no sabe todo, no puede todo, no siempre hace todo bien, pues no hay persona que no yerre.
Pero, la misión del Moré es traer Luz, orientar, cómo pueda y sepa.
Le guste a quien le guste, le pese a quien le pese.
En tanto en la nave hay un Moré, su palabra debe ser admitida. No por sumisión, como si fuera un pastor, sino por reconocimiento a su rol, a sus estudios, a su honestidad intelectual y emocional.
El Moré es el capitán, y quien no acepte su autoridad puede comentar en privado y con respeto al respecto, o puede apartarse, pero no tiene derecho a sabotear la nave para beneficio personal. Pues, la actitud saboteadorea, aunque caristmática y populista, es la de Koraj (Coré), quien se enfrentó al Moré de su generación, para terminar hundido en lo más hondo de sus pecados y horrores.
Cuando el Moré se equivoca, o eso uno considera, debe hacérselo ver, con respeto, en privado, con corrección. Porque eso es lo correcto.
Atención que reitero que no se debe ser una oveja sumisa, no se debe aceptar todo con un «amén hermano». Pero, cada cual tiene un rol, y si todos quieren jugar a ser el timonel, la nave se estrella, la misión se pierde, el conflicto se suscita.
Para terminar, este Moré anhela que lo corrijan, que le enseñen sus discípulos, pero siempre y cuando esto se haga con respeto, no con atrevimiento, con agresividad, con injusticia, con malicia, por las espaldas. Porque actuar de esta manera, no es de constructor de shalom, sino de egolatría: idolatría del ego.
Este Moré es el primero en querer mejorar, en acepar sus errores (cuando realmente lo son), el primero en reconocer que está limitado y no sabe ni puede todo.
Por eso el trabajo y compañía de los amigos y discípulos es fundamental.
Aprendamos a construir Shalom, pues hasta los 120 años, hasta el día de la tumba tenemos cosas para aprender, para mejorar, para construir.