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Que se esconde detras de la visita del papa a israel

“La historia de las relaciones entre Israel y el Cristianismo está saturada de lágrimas y sangre” Cardenal Joseph Ratzinger, Jerusalén, 1995

La visita del Sumo Pontífice a Tierra Santa ha despertado numerosos interrogantes acerca de las relaciones entre dos de los estados más pequeños y, probablemente, más influyentes del mundo: El Vaticano e Israel. ¿Cuáles son los verdaderos y peregrinos objetivos de la Santa Sede?, ¿Qué representa este viaje del Papa para el Estado Judío?

La hostilidad de la Iglesia Católica hacia los hebreos, sustentada durante siglos por variadas doctrinas teológicas, influyó para que los conflictos entre Israel y el Vaticano comenzaran en 1948, cuando la Santa Sede condicionó el reconocimiento del Estado Judío a que éste «revisara el Juicio Final a Jesucristo».

La tradicional postura histórica tuvo un favorable punto de inflexión durante el papado de Juan XXIII, quien además de excluir la frase «pérfidos judíos» de los rezos ecuménicos, impulsó el Concilio Vaticano II, el cuál concluyera su sucesor Pablo VI (1965) con la declaración Nostra Aetate (En nuestros tiempos), atestiguando que los judíos son bien queridos por Dios y comparten el mismo patrimonio espiritual que los cristianos.

Pasarían veinticinco años, (30/12/1993), hasta que la Santa Sede e Israel formalizaran un acuerdo para regir las relaciones entre ambos estados y abrigar esperanzas concretas. Desde entonces, representantes de ambos Estados han negociado acerca de diferentes temas, en particular aquellos vinculados a la propiedad y administración de los lugares santos católicos en Israel.

Aunque las cordiales negociaciones no acabaron con la totalidad de arcaicos desencuentros y resentimientos entre el Vaticano e Israel, existe mayor conciencia sobre la necesidad, complejidad y alcance de cada nuevo acuerdo; el cuál trasciende los reducidos límites geográficos e influye directamente sobre la vida de cientos de millones de católicos y millones de judíos.

La visita oficial de la Iglesia Católica a Tierra Santa es siempre una oportunidad para que todos sus participantes comprendan el alcance histórico de las decisiones, profundicen compromisos y encuentren nuevos espacios de consenso.

Los intereses del Vaticano

Dos centros de interés dirigen la visita del Santo Padre: Mejorar su deteriorada imagen y promover un acuerdo definitivo sobre el status de los sitios católicos bajo soberanía Israelí.

El primer tema requerirá de un significativo esfuerzo por parte del Vaticano. En lo que va de su papado, Benedicto XVI ofendió en varias ocasiones al Pueblo Judío. Principalmente cuando defendió a Pio XII, conocido como ¨El Papa Nazi» y también, al levantar la excomunión a los cuatro obispos consagrados en 1988 por el prelado antisemita y cismático Marcel Lefebvre. Entre los clérigos absueltos estaba el británico Richard Williamson, tristemente famoso por declarar que en Alemania nazi «no existieron las cámaras de gas» y sólo 300.000 personas murieron en los campos de concentración.

Respecto al otro interés pontificio, el acuerdo fiscal sobre las propiedades de la Iglesia aún no ha sido firmado. La razón es sencilla. Aunque la ley israelí reconoce a los templos religiosos exención de los impuestos sobre bienes inmuebles, el Vaticano pretende dispensas semejantes sobre otras instalaciones de su propiedad, (hoteles, escuelas y residencias), de controvertido status fiscal pero considerable beneficio económico.

Valor estratégico para Israel

El gobierno israelí considera de vital importancia el respaldo del Papa para que los iraníes detengan su plan de desarrollo atómico y cese el financiamiento a los grupos armados que atentan contra la seguridad de Israel.

Aunque el Vaticano está comprometido en aportar una solución pacífica al conflicto árabe israelí, tanto su silencio frente al apoyo iraní a los grupos terroristas de Hezbollah y Hamas; cuanto la permanencia de la delegación oficial en la última Conferencia Mundial contra el Racismo, mientras el presidente Mahmoud Ahmadinejad, calificaba a Israel de ¨Estado totalmente racista»; plantea serios interrogantes sobre la confiabilidad del apoyo diplomático internacional que el Estado Pontificio ofrece a Israel.

Nada nuevo bajo el sol

Los ambiciosos intereses de la Nación Hebrea y la Santa Sede ponen a prueba a ambos Estados, y vale la pena señalarlo, liderados hoy por facciones políticas conservadoras e inflexibles a la hora de ceder en negociaciones.

Desde un punto de vista pragmático, Israel puede ofrecer a la Iglesia Católica los sitios sagrados y las concesiones fiscales que ésta persigue pero, cabe reconocer, el Sumo Pontífice no goza de la misma libertad para darle a Israel el apoyo diplomático que requiere. Se trata de una amenaza existencial: El fundamentalismo islámico también condiciona las acciones del Vaticano y representa un peligro inminente para todos los miembros de la comunidad católica que habitan la aldea global.

En este contexto, judíos y católicos vuelven a desencontrarse y se rigen una vez más por la seguridad que brinda el status quo. Sin embargo, con el pacto de 1993 como horizonte de referencia, esta visita aún se ubica al comienzo de un complejo proceso de normalización de relaciones.

Por Daniel Alaluf y Gabriel Bacalor
Copyright © Global Israel, 2009

La Paz Cristiana y su Genocidio

“No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no
he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para enfrentar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra;” (Mateo 10:34)

Matanzas bajo dominio cristiano, datan ya de los primeros siglos. En Antioquía (ciudad que asumió en el Este la importancia de Alejandría) facciones enfrentadas (los azules y los verdes) terminaron por masacrar judíos e incendiar la sinagoga de Daphne junto con los huesos de las víctimas (circa 480). El emperador Zenón se limitó a comentar entonces que hubiera sido preferible quemar a los judíos vivos.

A modo de resumen, digamos que los principales genocidios de judíos en la primera mitad del milenio tuvieron lugar en el transcurso de cada una de las tres primeras Cruzadas, y de cuatro campanas judeofóbicas que las sucedieron. Anadiré a su enumeración, el ano y el nombre de los cabecillas, a saber: la Primera Cruzada (Godofredo de Bouillon, 1096); la Segunda Cruzada (el monje Radulph, 1144); la Tercera Cruzada (Ricardo Corazón de León, 1190); los Judenschachters (Rindfleisch, 1298); los Pastoureaux (el fray Pedro Olligen, 1320); los Armleder (John Zimberlin, 1337); y la Muerte Negra (Federico de Meissen, 1348).

Para encontrar en la historia de los judíos un ano más fatídico que 1096, habría que remontarse a mil anos antes hasta la caida de Jerusalem, o a casi nueve siglos después hasta el Holocausto. Todo comenzó el 27 de noviembre del 1095 en la ya mencionada ciudad de Clermont-Ferrand, cuando durante la clausura de un concilio, el Papa Urbano II convocó una campana «para liberar Tierra Santa del infiel musulmán». Hordas de caballeros, monjes, nobles y campesinos, se lanzaron sin organización a la aventura, pero eventualmente optaron por comenzar la purga de los «infieles locales», y acometieron ferozmente contra los judíos de Lorena y Alsacia, exterminando a todos los que se negaban a bautizarse. Corrió el rumor de que el líder Godofredo había jurado no poner en marcha la cruzada hasta tanto no se vengara la crucifixión con sangre judía, y que no toleraría más la existencia de judíos.

En efecto, un común denominador de las matanzas enumeradas fue el intento de barrer a la población judía íntegra, ninos incluidos. Los judíos franceses advirtieron del peligro a sus correligionarios alemanes, pero infructuosamente. A lo largo del valle del Rhin, las tropas, incentivadas por predicadores como Pedro el Hermitano, ofrecieron a cada una de las comunidades judías la opción de la muerte o el bautismo. En Speyer, mientras los crusados rodeaban la sinagoga, en donde se había refugiado la comunidad presa del pánico, una mujer reinició la tradición de Kidush Hashem, la aceptación voluntaria del martirio para gloria de Dios. Cientos de judíos se suicidaron y algunos aun sacrificaban primero a sus propios hijos. En Ratisbon, los cruzados sumergieron a la comunidad judía entera en el río Danubio a modo de bautismo colectivo. Las matanzas se sucedían en Treves y Neuss, en las aldeas a lo largo del Rhin y el Danubio, Worms, Mainz, Bohemia y Praga.

El fin del viaje era Jerusalem, en donde los crusados hallaron a los judíos agolpados en sus sinagogas y procedieron a incendiarlas (1099). Los pocos sobrevivientes fueron vendidos como esclavos, algunos de los cuales fueron eventualmente redimidos por comunidades judías de Italia. Pero la comunidad judía de Jerusalem quedó destruida por un siglo. En los primeros seis meses de la Primera Cruzada aproximadamente diez mil judíos fueron asesinados, que constituían en esa época un tercio de las poblaciones judías de Alemania y el norte de Francia.

En el ano 1144, los cruzados perdieron Edessa, y se temió por la suerte del Reino Latino de Jerusalem. El Papa Eugenio III convocó la Segunda Cruzada, y sus sucesores «judaizaron» la marcha. Se estipuló que no debía pagarse interés sobre el dinero que se tomara de de judíos para financiar la cruzada (nótese que desde el siglo XIII el término cruzada se aplicó a toda campana de la que la Iglesia se veía políticamente beneficiada).

En el 1146 el monje Radulph exhortó a los cruzados a vengarse en «los que crucificaron a Jesús». Centenares de judíos del Rhineland cayeron ante las hordas incitadas que los aplastaban al grito de Hep, Hep! (esta consigna, que probablemente era la abreviatura del latín Jerusalem se ha perdido, fue un lema judeofóbico muy popular en Alemania, y así se denominaron los tumultos contra judíos alemanes en 1819).

Brutalidades se perpetraron en Colonia y Wuezburg en Alemania, y en Carenton y Sully en Francia. El famoso maestro Rabenu Jacob Tam fue acuchillado cinco veces en recuerdo de las heridas sufridas por Jesús. Pedro de Cluny (llamado el Venerable) solicitó que el rey de Francia castigara a los judíos por «macular el cristianismo. No debería matárselos, sino hacerlos sufrir tormentos espantosos y prepararlos para una existencia peor que la muerte». Puede verse que el pretendido celo religioso de estos judeófobos no era sino una máscara para poder descargar sus instintos más sádicos, ideológicamente justificados.

La tregua que se dio a los judíos europeos después de de las dos primeras cruzadas, fue balanceada por las persecuciones a las que los sometieron los almohades en Espana y Noráfrica. Pero cuando Saladino puso fin al reino crusado en Jerusalem, una Tercera Cruzada fue lanzada, a la que se sumaron con entusiasmo el emperador de Alemania y el rey Felipe Augusto de Francia, quien ya había hecho quemar a cien judíos en Bray, como castigo por el ahorcamiento de uno de sus oficiales que había asesinado a un judío.

La novedad de la Tercera Cruzada fue que repercutió más en Inglaterra, que en las dos primeras había tenido un rol menor. Las comunidades judías de Lynn, Norwich y Stamford, fueron íntegramente destruidas. En York, los judíos se refugiaron en el castillo, al que se le puso sitio, y en el que se autoinmolaron a comienzo de la Pascua hebrea.

Para los judíos, las Cruzadas pasaron a simbolizar la inveterada hostilidad del cristianismo. Trescientos rabinos emigraron en el 1211 a Eretz Israel, en la certeza de que si permanecían en Europa Occidental pocas serían sus posibilidades de sobrevivir. Y como lo rubrica Flannery «los que decidieron quedarse terminaron lamentando su decisión». Al mismo tiempo, el recuerdo de los mártires fue para los judíos una fuente de inspiración para las generaciones posteriores: Dios los había puesto a prueba y demostraron ser héroes. Su martirio fue percibido como una victoria, símbolo del pueblo entero. La mayoría de los que se convirtieron por la fuerza pudieron ulteriormente regresar al judaísmo… y terminaron siendo víctimas de las matanzas que estallaron después. En la percepción del cristiano, el judío se había transformado en el implacable enemigo de su fe.

Las Cruzadas revelaron en toda su dimensión el peligro físico en el que se hallaban los judíos, lo que resultó en dos efectos. En principio, los judíos se mudaron mudarse a ciudades fortificadas en las que serían menos vulnerables (esto puede ser una explicación parcial del carácter urbano de los judíos que fue mencionado en la segunda lección). Segundamente, se instituyó el status de «siervos de la cámara real». Los judíos compraron la protección de emperadores y reyes a un elevado precio. Se consideraba que tendrían un privilegio si se los protegía del fanatismo de las masas y de la rapacidad de los barones. Pero en poco tiempo la supuesta protección se transformó en un artificio para enriquecer la Corona.

La teología ayudaba. El Papa Inocencio III proclamó la «servidumbre perpetua de los judíos» y el jurista Enrique de Bracton (m.1268) definió que «el judío no puede tener nada de su propiedad. Todo lo que adquiere lo adquiere para el rey». Para el siglo XIII era un buen negocio poseer algunos judíos, antes de que fueran eventualmente masacrados. Y las matanzas que sucedieron a las Cruzadas probaron ser las más sombrías.

En Rottingen en 1298 un noble llamado Rindfleisch incitó a las masas, que quemaron en la hoguera a la comunidad íntegra. Luego sus Judenschachters (asesinos de judíos) atravesaron Austria y Alemania saqueando, incendiando y asesinando judíos a su paso. Ciento cuarenta comunidades fueron diezmadas; cien mil judíos asesinados.

En el 1306 el rey de Francia hizo arrestar a todos los judíos en un mismo día y les ordenó abandonar el país en el plazo de un mes. Cien mil lo hicieron y se asentaron en comarcas vecinas; nueve anos después fueron readmitidos… para ser nuevamente masacrados.

Un monje benedictino lideró a los Pastoureaux (pastorcitos) en una especie de cruzada que destruyó ciento viente comunidades. En reacción a la matanza de los Pastoureaux en Castelsarrasin y otras localidades entre el 10 y el 12 de junio del 1320, el vizconde de Tolosa comandó una tropa para detener a los revoltosos, y cargó veinticuatro carros de Pastoureaux, a fin de encarcelarlos en el castillo de la ciudad. Sin embargo, el populacho vino en socorro de los saqueadores y los liberó. En efecto, otra característica común de los genocidios es el grado pasmoso de apoyo campesino con el que contaban. Y como es habitual en la judeofobia, lo peor estaba por venir.

En el 1336 John Zimberlin, un iluminado que había «recibido un llamado para vengar la muerte de Cristo matando judíos» lideró a cinco mil enardecidos armados, que usaban bandas de cuero en los brazos (los Armleder) y se lanzaron al asesinato de los judíos alsacianos. En Ribeauville fueron masacrados mil quinientos. Finalmente, el 28 de agosto del 1339 se concluyó un acuerdo entre el obispo de Estrasburgo y Zimberlin, que puso fin a los desmanes.

El séptimo genocidio mencionado en la lista fue el de la Muerte Negra. Una plaga mató a alrededor de un tercio de la población de Europa entre 1348 y 1350 (casi cien millones de personas). Las comunidades judías de Europa fueron exterminadas por el populacho enloquecido por tanta muerte. ?Quién podía ser culpable de la plaga sino el archiconspirador y envenenador, el judío?

Fuente: La Naturaleza de la Judeofobia- Gustavo D. Perednik.

El consejo diario 243

Enseña a tus hijos a que estén alegres con su porción.
¿Cómo?
No es nada fácil.
Te daré pautas que tú sabrás aplicar con inteligencia y flexibilidad.
Recuerda, la pareja de padres deberá ponerse de acuerdo para mantener ambos los límites que establezcan como correctos.
Es bueno que tales límites, al menos algunos de ellos, surjan en diálogo con los hijos (de acuerdo a sus edades, por supuesto).

No les den objetos que no necesitan realmente, a pesar de que ellos insistan y se pongan cargosos.
Enséñenles a apreciar lo que ya poseen, a disfrutar de lo que está en su dominio.
Muéstrenles a no codiciar lo que otros tienen.
No les regalen golosinas con demasiada frecuencia, pero sí en ocasiones especiales, fines de semana por ejemplo.
Procuren que participen en actividades de la casa, en las compras de los alimentos, etc.

Y lo más importante, que sean apreciados por sus padres, de tal forma de encontrar en el alimento emocional (respeto, amor, compañía, contención) una fuente de placer y no buscar substitutos inapropiados.

Thomas Jefferson 1802.

«Pienso que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florecerán en torno a los bancos, privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, en seguida por la recesión, hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres conquistaron

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Resp. 505 – es Moises Jeova?.

marconi35 nos consulta:

Moises siempre dice en las Escrituras a su pueblo
..\»que se postren que estan delante de Jeova\»..
marco, nuñez hurtado, 58,
quiropractico, Lima , Peru

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Resp. 503 – ¿Puedo sacrificar?

hola more.
podriamos sacrificar al Eterno nuestro Dios a la manera antigua?
claro que solo a Dios, no a los falsos dioses ni a angeles ni virgenes ni nada de eso.
Ruben Elenes, Panamá

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Resp. 496 – Al fallecer un familiar

Estimado maestro:
1- Qúe debe realizar un gentil al momento de fallecer por ejemplo el padre de éste?
2- Qué tehilim se pueden rezar por él?
3- Se puede hacer Kadish por él?
4- Los tehilim por un muerto se pueden leer de noche??
5- a qué hora es recomendable hacerlo?

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Resp. 494 – Por qué se puede querer convertir a judío un noájida?

samuel91 nos consulta:

Saludos de nuevo Moré
Hace tiempo que he estado mirando en Internet una marabunta de gente que desea convertirse; Pero porqué un noájida consciente de su identidad espiritual querría pasar a ser un servidor de Hashem a la manera que nos corresponde a nosotros.¿?Que podría motivar a un noájida a usar talet o colocar una mezuzah¿?Simplemente sentirse importante o diferente por usar kipot¿?
Gracias por su excelente página que nos ayuda a vivir nuestro legado como corresponde.
Samuel, 17 años, Estudiante, Santa Cruz de Tenerife, España

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Resp. 493 – how to change religions without confusing children

YC nos consulta:

I was a divorced catholic with a son when I met my husband.
1- He was a Christian and my son and I changed to become christians.
2- WHen my husband converted to becoming a NOajida,
3- he threw away the bibles in front of my 12yr son.
4- I am confused and I no longer practice any religion but I still pray to God.
5- My son\’s father is a catholic. I want to follow my husband\’s footsteps but don\’t want to confuse myself or my son even more.
6- What can I do since my son is surrounded by 3 different beliefs?
YC, 35, New Jersey, USA

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El Secreto de una Familia «la Familia Rothschild»

¿Quién no ha escuchado hablar alguna vez de la ilustre familia Rothschild, célebre tanto por su inmensa fortuna como por sus buenas obras?

Su fundador fue Meyer-Anschel Rothschild, nacido en Frankfurt, hace más de doscientos años, pertenecía a una familia que se distinguía por su religiosidad. Su padre, Moisés Rothschild, que falleció un año después del Bar Mitzvá de Meyer-Anschel, quería que su hijo fuese Rabino. En lugar de ello, fue uno de los banqueros más famosos del mundo, lo que no le impidió seguir cumpliendo la Torá en la forma más estricta. ¿Cómo es que este joven huérfano, nacido en el ghetto de Frankfurt, reunió una fortuna tan extraordinaria? He aquí la historia, en la que fue protagonista principal Moisés Rothschild.

En la pequeña ciudada de Galitzia llamada Tchorkow, la comunidad judía eligió un día, como máximo dirigente espiritual, a un rabino conocido a la vez por su gran piedad y por su vasta erudición. Su nombre era Tzvi Hurwitz, pero cariñosamente lo llamaban Rab Herschele Tchorkower.

Considerado por todos como un Tzadik, numerosos habitantes venían a pedirle un consejo o una bendición. Estaba siempre dispuesto a ayudar al prójimo y especialmente a las viudas y necesitados, para los cuales realizaba colectas especiales. Como inspiraba una confianza total, todo aquél que deseaba efectuar una donación, no encontraba nada mejor que hacerla por medio del santo Rabino.

Es comprensible que una persona con tantas responsabilidades, necesitase un ayudante, este cargo lo tenía el joven Moisés Rothschild. El sueldo no era particularmente elevado, pero Moisés era feliz por poder estar cerca del Tzadik. Desempeñó sus tareas con gran entusiasmo y en poco tiempo ganó la confianza de todos y fue considerado como un miembro de la familia.

Pero llegó el tiempo en que Moisés deseó fundar su propio hogar. Se casó con una joven judía de Sniatyn y se estableció allí donde su suegro, y lo ayudó a instalar un pequeño negocio.

Un tiempo después, el día antes de Pésaj (Pascua hebrea), durante Bedikat Jametz (búsqueda de productos prohibidos en Pésaj), Rab Herchele Tchorkow descubrió que le habían robado una bolsa con quinientas golden (moneda del lugar), del cajón de su escritorio. La suma era considerable y cons-tituía el ahorro de personas no pudientes que, con gran esfuerzo habían logrado reunir algún dinero y se lo habían confiado al Rabino.

¿Qué podía hacer? La suma era demasiado grande para reembolsarla, pero su pena era aún mayor al pensar que alguien de su propia casa pudo realizar una acción tan reprensible. Además, había un detalle, lamentable por su presición, que lo atormentaba: sólo una persona, además de él, conocía la existencia de la bolsa en el cajón del escritorio: era Moisés Rothschild. El Rabino había depositado en él toda su confianza y no hubiera soñado siquiera una acción tan baja de su parte. De todas maneras, era necesario rendirse ante la evidencia. ¿Era posible que Moisés, ante gastos tan urgentes para formar su nuevo hogar, hubiese tomado el dinero a título de préstamo? El muchacho era honesto; seguramente devolvería el dinero lo antes posible.

Después de llegar a este razonamiento, que era el único posible, el Rabino decidió no contar nada a nadie. No había que causar daño en la colectividad, y menos aún acusar a nadie de robo. Pensaba hablar con Moisés y aclarar el asunto con él sin que nadie se enterase. Por lo tanto, al tercer día de Pésaj, alquiló un carro a caballos y fue a Sniatyn para ver a su ex-ayudante. Su partida no sorprendió a nadie en la colectividad. El Rabino acostumbraba realizar pequeños viajes. Pero quien se sorprendió fue Moisés, al verlo entrar de manera tan inesperada, en su modesto negocio.

Cuando ambos estuvieron solos, el Rabino con mucho cuidado, relató a Moisés el motivo de su visita. Le dijo cómo había descubierto la desaparición de la bolsa, asegurándole que ni paso por su mente la idea de robo.

¿Acaso Moisés, apremiado por la necesidad, había querido tomar prestado el dinero por cierto tiempo? Ciertamente, aún con esta intención, tal gesto era contrario a las leyes; pero suele suceder que el ser humano ceda a la tentación. De todos modos, si reparaba su falta, podía estar seguro de que D’s lo perdonaría. El Rabino también estaba dispuesto a perdonarlo. Además Moisés podía contar con su entera discreción: nadie se enteraría jamás de lo sucedido. El Rabino concluyó diciendo que si esa suma le hubiese pertenecido, no habría tratado de recuperarla. Pero aquel dinero era propiedad de viudas, huérfanos y gente pobre, cuya vida misma, de él dependía.

A medida que el Rabino hablaba, Moisés empalidecía y su mirada se llenaba de inmensa tristeza. De pronto no pudo contener sus lágrimas: seguramente ya lo atormentaba el remordimiento. Al menos, el Rabino lo interpretaba así y esto acrecentó su estima por Moisés.

Este, no trató de negar nada; permaneció en silencio, sin defenderse. Instantes después abrió su caja, vaciándo su contenido; lo contó y se lo entregó al Rabino sin una palabra. Luego le pidió que esperase un momento pues iría a ver con qué completar la suma.

Pasó un rato. Cuando Moisés regresó, la misma angustia alteraba sus rasgos. Le dijo al Rabino que, a pesar de sus esfuerzos, no llegó a reunir más que la mitad de la suma. Pero si el Rabino tendría paciencia, se comprometía a completar escrupulosamente la otra mitad, con pagos sucesivos.

El Rabino se sentía feliz del cariz que tomaban los sucesos. Siempre había pensado que Moisés era un muchacho bueno y honesto. Su actitud en la presente situación, lo confirmaba. Además ¡qué alivio saber que los pobres huérfanos y las viudas no sufriran ningún perjuicio! Tenía la certeza que Moisés cumpliría la promesa.

En efecto, fiel a la palabra dada, sin que jamás hubiese que recordárselo, el jóven envió regularmente a Rabbí Herschele, pequeñas sumas de dinero hasta completar los quinientos golden. Este último hallaba por fin, la paz que aquel grave accidente había turbado. En su mente, ese asunto sólo quedaría en el recuerdo; y si alguna vez pensaba en ello, sería sólo para admirar la dignidad y bondad con las cuales podía actuar un simple joven como Moisés, quien con tanta abnegación había reparado una falta cometida en un mal momento.

Cierto día en que Rabbí Herschele estaba profundamente sumido en el estudio, llegó a su casa un mensajero que venía de parte del Jefe de Policía de la ciudad. Este último, disculpándose por molestar al Rabino, le informó que desea verlo por un asunto urgente y que un coche lo esperaba en la puerta para conducirlo.

El Rabino no tenía la menor idea del motivo del llamado; se encomendó a D’s, esperando que ningún peligro amenazara a la colectividad y se apresuró a acompañar al mensajero.

El jefe de policía lo recibió amistosamente y le preguntó si en el último tiempo, no le habían robado nada en su casa.

Rabbí Herschele le respondió que si refería a cierta suma que se la había desaparecido, en la actualidad ya la había recuperado. Ante estas palabras, el jefe de la Policía pareció muy sorprendido y le pidió que le contase lo sucedido.

-«Si Ud. me promete no emprender ninguna acción contra un inocente que, además, ya reparó su falta, le contaré todo», respondió Rabbí Herschele.

El jefe de la policía se lo prometió. El Rabino le dio los detalles que deseaba sin omitir uno solo.

-«¡Uds. los judíos, son verdaderamente extraordinarios! ¡Jamás en mi vida oí cosa semejante!», exclamó lleno de admiración el jefe de Policía.

Después de decir esto, abrió un cajón del escritorio, y sacando una bolsa, preguntó: «Sr. Rabino: ¿reconoce esto?».

Esta vez el sorprendido fue Rabbí Herschele. ¡Era su bolsa, la misma que había desaparecido en víspera de Pésaj!

El jefe de Policía se alegró del efecto causado. Esperó unos instantes. Luego llamó y cuando apareció un subordinado, le dijo: «¡Tráelos!». El policía regresó rápidamente con una mujer y un hombre con las manos esposadas.

-«¿Los conoce Ud.?», preguntó el jefe de Policía al Rabino. -«¡No!», respondió este último cada vez más intrigado. -«Absorbido por los libros, como Ud. está siempre, no se fijó en la cara de la doméstica que limpia su casa. Pero poco importa que la reconozca o no, pues ya confesó todo».

Y luego de ordenar que se llevaran a la pareja, el jefe de Policía relató al Rabino su historia, la verdadera. Días antes de Pésaj, la mucama había hecho una gran limpieza en la casa y encontró la bolsa que Rabbí Herschele guardaba en el cajón de su escritorio; la escondió y luego se la llevó a su casa en las afueras, donde vivía con su marido.

Ambos decidieron enterrar el botín en el granero, para que no despertara sospechas. Pero el marido, era un ebrio consuetudinario, y no pudo resistir la tentación de sacar algo para satifacer su pasión. Así es que tomó una moneda y se fue a la hostería. Cuando el posadero le preguntó cómo había obtenido aquella moneda de plata, le contestó que la había encontrado. Pero al día siguiente volvió con otra moneda, y lo mismo hizo al día siguiente. Entonces el posadero empezó a sospechar y advirtió a la policía.

El hombre fue detenido y negó todo; pero algunos latigazos lo hicieron confesar. La bolsa fue encontrada casi intacta, ya que no faltaban más que las tres monedas gastadas en la hostería.

-«Es suya, llévesela», dijo el jefe de policía al Rabino. Este sonreía; su satisfacción era enorme. Sin embargo no dejaba de estar intrigadopor la conducta de Moisés que no sólo no se había defendido al aparecer como sospechoso, sino que hasta había pagado, por un robo cometido por otro.

El Rabino se fue con el corazón desbordante de alegría y se apresuró a visitar a Moisés.

-Reb Moshé,- le dijo luego de haberlo saludado- espero que quieras perdonarme». «¿Por qué – le preguntó con los ojos llenos de lágrimas -No me dijiste que no habías tomado el dinero?»

Su colaborador le respondió que la posible desdicha de los pobres huérfanos unida a las angustia del Rabino, lo habían conmovido profundamente. Si hubiera dicho la verdad negando ser el autor del robo, el Rabino no hubiera aceptado su ayuda pues la hubiera considerado un sacrificio demasiado grande. En efecto lo fue, pues debió empeñar todo lo que poseía para poder reunir la suma que le entregó al Rabino el primer día; además debió economizar moneda sobre moneda para formar el resto. Pero aquel sacrificio era necesario, pues sabía que Rabbí Herschele no podría reunir aquella suma.

El Rab estrechó a Moisés en sus brazos y le dió su bendición, pidiendo a D’s que le diese una gran fortuna para que siempre pudiese ayudar a los pobres necesitados.

-«Aquí está la suma que tan generosamente pagaste de tu bolsillo. Vuelve a Frankfurt donde tendrás mejor ocación de hacer buenos negocios y cumplir buenas acciones. Que D’s esté contigo, con tus hijos y con los hijos de tus hijos en todas las generaciones futuras».

La bendición de Rabbí Herschele Tchorcower no fue dada en vano. Moisés Rothschild fue un gran comerciante en Frankfurt, dedicándose también a operaciones de cambio muy ventajosas. Su hijo Meyer-Anschel Rothschild tuvo aún más éxito que él. Sus cinco hijos, que se establecieron, cada uno en otra capital de Europa, ayudaron a acrecentarla.

La fortuna creada por Moisés creció y se multiplicó de generación en generación. Un nieto de Moisés, el barón Edmond de Rotschild, que encabezaba la casa Rotschild y vivía en Francia, se distinguió particularmente por su acción en favor de sus correligionarios, ayudándolos por todos los medios posibles, lo que le valió el apodo de «HaNadib HaYadú’a» (el Ilustre Benefactor). Su vida fue larga. Murió en París (en 1934) a los noventa años de edad.

Es de gran merito hacer obras de Justicia social “Tzedaka” este es un relato que hace tiempo lo lei y me gusto, la nobleza y el sacrificio siempre son bien recompensados cuando se hacen en pro de la Justicia verdadera.

Referencias

http://www.masuah.org/cuento%20el_secreto_de_una_familia.htm