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Largos años

Ha pasado el tiempo… el último de los ciclos… los movimientos lentos, los finos cabellos plateados, el pausado hablar, la palabra alentadora que resume toda una vida, el consentimiento que se recibe de un suave y apacible rostro que nos dice que hay que andar despacio… y que del apuro sólo queda el cansancio… Es la vivencia, la sapiencia, la experiencia.

 

Así se resume quizás la última etapa de nuestro tránsito por este mundo, es posible que muchos lo tengan internalizado como: -“me estoy poniendo viejo” y en su mente este acontecimiento les sea desagradable y hasta reprochable; sin embargo, yo podría asegurar que la vejez es un estado mental. Es una etapa más que viene a cumplir en nosotros un ciclo como la niñez o la adolescencia.

Cuando digo que es un estado mental es precisamente porque nuestra mente es tan poderosa que todo aquellos que creemos, lo que significa que si nos creemos verdaderamente viejos y además como viejos es “normal” estar enfermos, entonces no es necesario que pasen muchos años después de generar ese pensamiento para que comience a hacerse realidad. El cuerpo, obediente a esa creencia comienza a descompensarse, sus valores saludables van en picada y se entra en una verdadera etapa de estancamiento y finalmente de descenso.

Si miramos la vida como un acontecimiento biológico-cósmico que se desarrolla por ciclos, los acontecimientos rítmicos no tienen por que producir enfermedad. Son cambios de estado importantes, sí, pero no acontecimientos dramáticos. Son edades diferentes pero no peores. Lo que ocurre es que en nuestra sociedad siempre se encuentran presentes las valoraciones de bueno-malo. Ningún momento es mejor que otro. Son diferentes. Tienen funciones diferentes. Ningún momento biológico puede ni debe usurpar otros momentos de su acontecer, no puede retroceder ni anticiparse. Debe vivir aquí y ahora. Así, es posible que descubra su esencia…

Entrar en la llamada etapa de la tercera edad es dar un paso hacia la grandeza, es el derecho y la oportunidad que se tiene para llevar bien en alto la antorcha de las vivencias, del reconocimiento de lo vivido, sin evaluaciones de bueno ó malo, simplemente es el contacto con el aquí y el ahora. Es un momento de revalorización del sí mismo, donde lo importante es lo que viene por vivir a partir de hoy, de este preciso instante, sin juicios, sin críticas, sólo desde la certeza de que el camino es para allá, con la amplitud y la apertura del merecimiento de toda la felicidad del mundo…

Un buen consejo para dormir a tu hijo

Cuando vayas a acostar a tu hijo pequeño para dormir, cuéntale su día.
Repasa junto con él las distintas actividades que tuvo en el día.
Lo que hizo en el jardín de infantes, con quién comió, cómo comió, a qué jugó, adonde fue de visita, el baño que tomó, etc.
Hazle entender lo importate que es para ti, y cómo valoras cada suceso de su vida.
Confírmale que lo amas, que es bueno, que es bello, que es capaz.
Deséale buenas noches y dulces sueños.
Dale un beso.
Y canta junto a él: Shema Israel Adonai Eloheinu Adonai Ejad – Presta atención, el Eterno es nuestro Dios, y es Uno y Único.
Arrópalo con cuidado y cariño y retírate de su habitación para que descanse tranquilo, satisfecho de su día, feliz con su vida, confiado en su padre, seguro en su Padre celestial.

Es un buen consejo de tu amigo, el moré Yehuda Ribco

Valores Familiares

En esta oportunidad les presentaré una serie de temas dedicados a los valores necesarios para la efectiva relación familiar entre padre e hijos, colaborando de esta manera con la formación de nuestros descendientes.

Estos temas son extraidos de un diario dedicado a la familia, llamado "El Baúl de Jacinto"; esta sección ha provocado en la ciudad de Barquisimeto gran acogida por parte de padres y maestros, por lo que me motivó a publicarla en este blog como parte de colaboración.

Los textos son de su Editora, María Lovera Hernandez, quien me ha facultado, siendo del mismo equipo, a publicarlos.

Esperando que estos temas sean de sumo interés para ustedes les invito a leer el primer tema, dedicado al orden.  

Valores Familiares (El Orden)

El orden no sólo está en el exterior, es decir en tu habitación, en la caja de juguetes, en tu aula de clases, también está dentro de ti, en la forma en que organizas tu vida, en la forma en que ordenas las cosas que debes hacer y que quieres hacer por su importancia y valor.

El orden es importante para lograr mayor eficiencia y resultados felices en los estudios, el trabajo, en la vida cotidiana y en tu espíritu.

 

Para tener más orden en tu vida:

– Dedica tiempo a tu familia, conversa con tus padres, con los abuelos y tus hermanos.

– Lleva una vida espiritual de acuerdo a los preceptos que D»s ha ordenado, tanto a gentiles como a judíos, éstas son normas de conducta que facilitan y hacen nuestra vida mejor.

– Planifica en qué vas a usar el dinero que te dan tus padres, ahorra un poco.

– Distribuye tu tiempo, así serás puntual, cumplirás según lo previsto y obtendrás el respeto de tus maestros y compañeros.

– Cuida tu persona por dentro y por fuera: Conserva un buen aspecto personal aún los fines de semana y en temporada de vacaciones; planifica un horario fijo para el descanso y las comidas.

-Da un correcto uso a las cosas y serán más durables; igualmente mantén la limpieza y cuidado de todo, aún más si usas algo prestado.

A todos nos agrada encontrar las cosas en su lugar, pero lo más importante es el orden interior y es el que más impacta a la vida.

Es muy fácil dejar cautivarse por la primera impresión. Eso todos lo sabemos. Pero el orden es un valor en el cual fácilmente podemos percibir la parte más superficial del mismo. Por supuesto que a todos nos agrada encontrar las cosas en su lugar, ver un sitio limpio y donde cada cosa tiene su propio espacio. Sin embargo el orden es algo mucho más profundo que eso.

El orden externo de la persona, de su espacio de trabajo, de su casa o incluso de su automóvil, son muy importantes, es cierto, pero lo más importante es el orden interior y es el que más impacta a la vida.

Sin duda todos conocemos a gente desordenada que olvida pagar sus cuentas, o que no sabe colocar sus prioridades adecuadamente en la vida y que termina generando un desastre en su propia vida y en la de los demás.

Adquirir el valor del orden va mucho más que acomodar cosas y objetos, es poner todas las cosas de nuestra vida en su lugar. Por ejemplo nadie sale del trabajo a media mañana para ir a jugar un partido de base ball con los amigos, tampoco a nadie se le ocurre amar perdidamente a su mascota y desatender a sus hijos. Sin embargo el desorden puede estar disfrazado muy sutilmente y es fácil darle tres o cuatro horas más al trabajo y no estar con la familia, y uno puede sentirse muy tranquilo porque "está poniendo en orden sus prioridades". Si, el trabajo es importante, pero tiene su espacio y sus límites. Igualmente ocurre con aquella persona que decide no tomar una oportunidad única de trabajo porque le implica sacrificar un poco de su familia. El valor del orden debe ayudarnos a darle a cada cosa su peso, a cada actividad su prioridad. A cada afecto el espacio que le corresponde.

 El orden interior se refleja en todas nuestras cosas. Si recreamos nuestra imaginación en fraguar proyectos un tanto inalcanzables, nos entretenemos en pensar que haremos el próximo fin de semana, o en los nuevos accesorios para nuestro automóvil, difícilmente nos concentraremos en las cosas importantes que debemos hacer y perdemos un tiempo valioso. En este ambiente ficticio esta la pereza, no nos extrañe que nos cueste "mucho trabajo" recoger las cosas o terminar a tiempo cualquier actividad.

No muy lejos están nuestras palabras y conducta. Hay personas que constantemente (por no decir siempre) hacen bromas, juegan con las palabras para provocar la risa general, tienen mil y una ocurrencias divertidas, y en ocasiones es muy difícil hablar de algo serio con ellas. Esto que parece alegría y buen humor, podría ser la viva representación de una mente ocupada en cosas superfluas y con poca -o nula- reflexión; algunas veces esta personalidad se asocia con tener prisa por terminar, hacer las cosas a la ligera y presentar muchos errores en sus trabajos finales.

Como un agregado surge la apatía hacia el trabajo disfrazada de actitudes aparentemente normales: levantarse a preparar una taza de café y conversar varios minutos con algún encontradizo; revisar una y otra vez nuestros pendientes, cuando en realidad estamos buscando cual es el más fácil y cómodo para comenzar a trabajar; pasar de un escritorio a otro para preguntar cualquier asunto del trabajo, y de paso platicar de algunas trivialidades. La falta de orden se presenta muchas veces con el activismo: dar la apariencia de hacer… sin hacer.

En medio de nuestras ocupaciones habituales, e incluso con alto rendimiento y eficacia personal y profesional, podemos estar rodeados de papeles, objetos, libros, cajones de uso múltiple y adornos de todo tipo. Este descuido generalmente va acompañado de un propósito de arreglo, pocas veces concretado debido a la prisa por hacer lo "verdaderamente importante", pero el orden exige plasmar en la agenda un momento y tiempo determinado para cuidar este pequeño pero significativo detalle, cada cual sabe dónde deben estar las cosas.

 La alegría, la convivencia, los planes personales y una gran capacidad de trabajo caracterizan positivamente a la persona, sin embargo, todo aquello que se omite o se hace fuera de tiempo y oportunidad, provoca desorden e ineficiencia.

 ¿Qué virtud es esa del orden?

Podríamos decir que un alumno tiene el valor del orden cuando se comporta de acuerdo con unas normas lógicas, necesarias para el logro de algún objetivo deseado y previsto, en la organización de las cosas, en la distribución del tiempo y en la realización de las actividades, por iniciativa propia, sin que sea necesario recordárselo.

 El desarrollo del valor del orden, como todos los valores morales, tiene dos facetas: la intensidad con que se vive y la rectitud de los motivos al vivirla. Ocurre, en ocasiones, que el orden llega a ser un fin y convendría aclarar, desde el principio, que este valor debería ser gobernado por la prudencia.

 Aunque en la descripción inicial nos hemos referido al dónde, cuándo y cómo de cualquier actuación, hay un aspecto del orden que habría que aclarar previamente. Me refiero al orden en la jerarquía de los mismos objetivos de mejora planteados. Si se entiende el orden en el trabajo académico como algo necesario para conseguir unos resultados adecuados es muy diferente que considerarlo como una necesidad derivada de una manía de los profesores. No se trata de estructurar el trabajo en todos sus aspectos sino de establecer lo mínimo para poder perseverar unos objetivos de mucho valor. Y eso es ser prudente.

 Otro aspecto esencial dentro de este valor es el de la distribución del tiempo. Y, a su vez, uno de los problemas más importantes que encontramos en relación con la distribución del tiempo es saber lo que es importante y lo que es urgente y, a continuación, no sacrificar continuamente lo importante a lo urgente. Los profesores pueden saber perfectamente que es enormemente importante hablar con sus alumnos para conocerles, para mostrar su interés en lo que están haciendo, etc. Sin embargo, surgen un sinfín de pequeñas necesidades, urgencias, que impiden, en principio, esta atención. Si es difícil para los profesores, seguro que será difícil para los alumnos. Sin embargo, habrá que enseñar a los alumnos a ordenar sus actividades en el tiempo, de acuerdo con lo que es prioritario en cada momento.

 Principalmente, se trata de coordinar el desarrollo de unas actividades rutinarias con las actividades que tienen un desarrollo continuo en un tiempo determinado.

El sentido común nos llevará a ver que es necesario establecer unas normas lógicas para coordinar las dos posturas. Estas normas serán resultado de haber considerado la naturaleza de la actividad que hay que realizar. Quizá nos ayudará a pensar en cinco tipos de actividades:

 1. Actividades que hay que realizar en un momento específico y regularmente.

2. Actividades que necesitan un tiempo seguido específico para realizarlas.

3. Actividades que necesitan bastante tiempo para realizarse, pero que no requieren que sea seguido.

4. Actividades de duración variable que pueden colocarse en cualquier momento.

5. Actividades periódicas, pero no frecuentes o actividades ocasionales a realizar en una fecha dada.

 En la convivencia escolar se debería informar a los alumnos sobre las actividades académicas que hay que realizar en un momento determinado, en primer lugar. Este momento no se refiere necesariamente a la hora del reloj. Por ejemplo, sacar los cuadernos de la materia nada más que entre el profesor de la misma.

 En el segundo tipo de actividad se trata de prever el mejor momento y respetarlo. Además, es lógico que habrá más posibilidades de cumplir si se coloca en primer lugar. Siempre surgen imprevistos y las actividades que necesitan un tiempo continuado no son compatibles con estas cosas urgentes.

 El tercer tipo de actividad requiere que los alumnos sepan recordar y que sepan guardar el objeto de atención de tal modo que sea factible volver a empezar. Leer un libro supone que el alumno recuerde que está leyendo un libro y que sepa dónde lo ha dejado. El orden en este sentido está muy relacionado con la perseverancia, porque hay algunas actividades que pueden durar mucho tiempo.

 Las actividades de duración variable que pueden colocarse en cualquier momento nos ofrecen muchas dificultades. Hacer un ejercicio, aunque sólo cueste quince minutos, puede llegar a ser un motivo de preocupación durante demasiado tiempo.

 Por último, las actividades periódicas, pero no frecuentes, o actividades ocasionales a realizar en una fecha dada, ofrecen la dificultad de recordarlas a tiempo. Me refiero a entregar un trabajo en un día concreto.

 

Con orden y tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo, y de hacerlo bien.

Pitágoras

Rompamos grietas

Somos seres humanos, todos semejantes ó idénticos, nadie es superior a otro, cualquiera puede fallar, cualquiera puede percatarse de su fallo y enmendarlo; por eso TODOS necesitamos del Perdón.

Sabido es que existen leyes para la óptima relación entre nosotros y el Padre (individualmente) y leyes para la óptima relación entre nosotros (como sociedad), cuando violamos alguna ley que rompe con la armoniosa relación que debería tener nuestro Creador con nosotros, el juicio es abierto por Él mismo, y somos misericordiosamente perdonados, aún antes de solicitar el perdón; pero cuando rompemos el equilibrio de las relaciones interpersonales, quien abre el juicio es nuestro hermano, y para anular la ofensa, debemos dar y recibir perdón.

Pero, ¿es fácil perdonar a nuestro hermano?, tenemos que reconocer que, debido a nuestro ego, es sumamente costoso olvidar (que es el perdón en la práctica) la ofensa que nos ha hecho nuestro semejante, pues se ha abierto una grieta entre dos personas, esta es sumamente corta, pero la voluntad de repararla casi siempre es mínima.

Para eso, entonces, recurrimos a nuestro sentido de valor, de valentía, a nuestro sentido común, que nos advierte cuando estamos abriendo más la grieta que nos separa de nuestro semejante en vez de tratar de cerrarla, y entonces decidimos, con toda la voluntad, cerrar dicha abertura, no es fácil, no es rápido, pero el primer paso siempre cuenta, dirigirse sinceramente a la persona ofendida, o recibir a la persona ofensora, y darle y recibir su perdón, comprometerse a subsanar la herida abierta y no volver a caer en el mismo error.

Cuando perdonamos y nos perdonan, cerrando completamente la grieta que nos separaba, entonces vuelva a existir la unidad armoniosa que se aspira de nosotros.

Ya lo dijo el salmista:

 

"[Canto de ascenso gradual. De David] ¡He aquí, cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía!

(2) Es como el buen aceite sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras.

(3) Es como el rocío del Jermón que desciende sobre los montes de Tzión [Sión]; porque allá ordenó Hashem bendición y vida eterna."

(Tehilim / Salmos 133:1-3)

 

Habitar juntos en armonía es imposible si existe un grieta de recuerdos negativos que llenan el corazón de hostilidad / lejanía, entonces no habría, brillando, en medio de la unidad de los humanos, en medio de la armoniosa paz social, la luz emanada del aceite de olivas, no haríamos trascender nuestras almas hasta llevarlas a la bendición y vida eterna.

Mientras que si juntos habitamos los hermanos en armonía, en medio de nosotros brillaría incandescentemente la Presencia del Creador, colmaríamos de gloria a la creación, trascendería nuestra alma (individual y colectiva) hasta llevarlas a la bendición y vida eterna.

 

¿Cuánto esperamos para darle nuestro perdón y recibir el perdón de nuestro semejante? Aprovechemos el inminente día en que renovaremos nuestra vida, en el que comenzaremos un ciclo de nueva actitud ante la vida, aprovechemos este próximo año nuevo universal para darnos la oportunidad de traer Justicia y Equilibrio a nuestro mundo, llenemos el acerbo energético de nuestro Espacio con abundante influjo positivo, ¡¡¡Empecemos ahora!!!

LA CRUELDAD HACIA LOS ANIMALES

Uno de los Preceptos fundacionales de las leyes noájicas, las Siete Leyes Universales, nos advierte de la crueldad hacia los animales, esto es, comer alguna parte del animal mientras este permanece con vida. Si rompemos la cáscara de la nuez, buscando el grano en su entraña, es decir, si vamos más allá de lo literal, buscando la esencia, podremos entonces comprender que el Eterno nos está previniendo de no hacer sufrir a los animales en cualquiera de sus formas. Esta crueldad hacia un animal puede manifestarse a través de las siguientes acciones humanas: indolencia hacia su cuidado, tirarlo al abandono, desaseos y desabrigos, diversiones con animales por medio de funciones crueles (juegos taurinos, coleos, pelea de gallos, entre otros), comerciar sus carnes, pieles y demás miembros sobre la base de su sufrimiento, o acciones de crueldad directas y adrede. Seguir leyendo LA CRUELDAD HACIA LOS ANIMALES

¿Aprender con lágrimas?

En mi país hay un dicho: "Dañando se aprende". Está metido en la médula colectiva. Mi gente recurre a este refrán para justificar que se cometen errores cuando se está aprendiendo algo nuevo. Entonces, cuando alguien está aprendiendo a cocinar y se le quema algo, nadie se molesta realmente. "Dañando se aprende" viene al rescate y en un buen número de situaciones no hay para que hacer un escándalo: el asunto no es tan grave, no hay heridos, se tiene dinero para pedir una pizza a domicilio y, al fin y al cabo, se está aprendiendo a cocinar….

Pero, ¿qué pasa si el asunto es más sensible? ¿Qué pasa si lo que está en juego es la comida de una familia sin recursos económicos como para pedir comida a domicilio en reemplazo de lo quemado? ¿Qué pasa si lo que estaba en juego era la contabilidad de un negocio?

Quizás hasta este momento usted piense que sigue sin haber problemas en el refrán en cuestión y que uno está tratando de "inventar el agua tibia". Pero, ¿qué tal si lo que está en juego es su propia salud o la de su hijo? ¿Se sentiría satisfecho y se consolaría si de la sala de operaciones donde se practica una  cirugía de mediano riesgo emerge un médico diciendo, "lo sentimos, su hijo falleció. Somos médicos jóvenes y ultimadamente dañando se aprende"?

Sin lugar a dudas se cometen errores cuando se va aprendiendo una cierta habilidad. Pero aceptar per se el valor del dicho popular en cuestión es peligroso, como se evidencia en los ejemplos recién presentados. A los médicos se los va adentrando de a poco en la práctica y siempre con alguien que lo supervise en su aprendizaje. Esto no asegura que de plano se evitarán errores pero se reduce notablemente la probabilidad de que se presenten. En cualquier campo de actividad humana contar con una guía de aprendizaje o con un hermano mayor más experimentado es de mucha ayuda.

Pero en el camino para construir una sociedad civilizada, ¿existe algo como una guía o un hermano mayor? La respuesta es afirmativa: Dios proveyó las Siete Leyes de los Hijos de Noé como una guía de usuario y, más aún, nos proveyó de un hermano mayor, ejemplo a seguir: el pueblo judío.

Vivimos una revolución tecnológica donde la información y el conocimiento constituyen el valor agregado de mayor importancia. La cantidad de canales de información que hoy en dia tenemos a mano no tiene precedente en la historia de la humanidad. Gracias a esta explosión de la información, como nunca antes la gente está empezando a conocer las opiniones de otras culturas y sociedades, aun si la distancia geográfica es enorme. En particular, el pueblo Judío está presentando sus puntos, en libertad y sin temor a represalias dogmáticas como acontecía en el pasado. Esto es más bien reciente: las condiciones para ello empezaron a edificarse al terminar la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, para entender el hecho de que simplemente por ser humanos los judíos merecían consideración y respeto y el derecho a ser escuchados, pareciera que las naciones tuvimos que presenciar tal tamaño de atrocidades. Como si las naciones, al crear el Estado de Israel, dijeran "dañando se aprende". Pero acá el costo no fue una comida quemada, sino Seis Millones de seres humanos…

La democracia que se llama como el ejemplo a seguir en Latinoamérica es la chilena. Hay un sistema de gobierno que si bien tiene defectos, ha plasmado el deseo generalizado de que no vuelvan a gobernar los extremismos para que no vuelvan a repetirse sucesos dolorosos como los de la historia reciente de este país hermano, sucesos que no terminan de cicatrizar ante la falta de las dosis finales de justicia. Es que Chile "dañando aprendió". Pero, ¿eran realmente necesarias tantas lágrimas?

La costa atlántica de sudamérica se mueve al son del extremismo de izquierda. Un extremismo que, incluso antes de la revolución tecnológica actual, ya mostró lo peligroso que es, pero que disfrazado de modernidad y progresismo encandila las mentes de ciudadanos que como en la Bolivia de Morales y la Venezuela de Chávez, aceptan que su gobernante infrinja la ley con un sustento en retórica y el uso del miedo y del odio.  Pareciera que una buena porción de los ciudadanos de estos países dijera: "dejémosle. Al fin y al cabo dañando se aprende"…

La historia muestra que todos aquellos tiranos que se levantaron para renegar el derecho a existir del pueblo de Israel terminaron pagando sus cuentas. Pero no sólo los tiranos colapsaron sino también los pueblos que proveyeron combustible a la máquina incendiaria, ya sea por acción o con su silencio. Entonces, pareciera que Sadat, presidente de Egipto en 1967, tuvo que dañar la economía de su nación para aprender que era mejor negocio reconocer el derecho a existir del estado hebreo y así alcanzar la paz verdadera, aquella sustentada en la justicia. ¿Será que el Líbano seguirá el ejemplo del Egipto de Sadat? Una pena tener que aprender con lágrimas por no madurar y hacerse cargo de las responsabilidades que tiene un gobierno respecto al establecimiento del orden en su propio territorio. Pero en todo caso, el hermano mayor, Israel, le ha mostrado al Líbano que sí estaba en capacidad de tomar control de su territorio…

Cuando un ser humano, gentil o judío, retorna a su Creador después de estar durante mucho tiempo alejado (por su propio incumplimiento de deberes) tiene una carga de energía enorme alimentada por su arrepentimiento. Es tan fuerte su motivación que, como dicen los Sabios de Israel, "No hay nada que pueda interponerse ante un corazón arrepentido que desea volver a su Creador". Pero, si no se canaliza apropiadamente tal energía, correrán muchas lágrimas, ya sea porque se afecta a terceros o porque se afecta uno mismo. Esto sería "dañar para aprender" sobre el arrepentimiento y el camino de regreso a Dios. Pero si esa misma energía es encauzada con pautas para el retorno, como las provistas por los mismos Sabios de Israel, el proceso es más inteligente pues se basa en la justicia. Entonces, uno puede contemplar al mismo tiempo la gravedad de sus actos pero teniendo presente que se sigue siendo persona…

Llorar no es malo. Pero en muchas situaciones hay una vía para aprender sin provocar lágrimas: las naciones podemos aprender del hermano mayor, el pueblo Judío, y del conocimiento que  sus Sabios han guardado diligentemente para esta época en que se oyen los pasos del Mesías, el tesoro de la humanidad: las Siete Leyes de los Hijos de Noé.

  Dr. Matemático Juan Mayorga

Equilibrio social a través de las Siete Leyes de Noaj

 

Por Alfredo Zambrano G.

Los Siete Preceptos con los cuales Dios concertó su Pacto con Noé y sus descendientes, representan el fundamento más seguro y estable del equilibrio del hombre y la sociedad. Dichas Leyes son las siguientes: 1. Creer obedientemente en Dios; 2. Respetar a Dios y adorarlo sólo a Él; 3. Respetar la vida humana; 4. Pureza sexual y familiar; 5. Respetar la propiedad y derechos ajenos; 6. Respetar a todas las criaturas; 7. Establecer un orden social justo y equitativo.

Noájidas (gentiles fieles a Dios y a Su Pacto), Noajismo (Movimiento en pro de los Noájidas) y Noájico (relacionado a los asuntos que corresponden a los Noájidas) son algunas expresiones de la terminología que se emplea desde tiempos memoriales para definir el estilo de vida de aquellas personas que han tomado la decisión de vivir según las Siete Leyes de Noaj, o Noé, las cuales buscan alcanzar una verdadera relación entre el hombre y el Creador y la igualdad social, libres de las estafas y mentiras de aquellos que van por el mundo sembrando odio, caos, muerte y confusión con sus “prédicas” y políticas del todo extraviadas.

Dentro de este programa de rectificación espiritual y social (siempre vigente), impulsado por el mismo Creador en todos los países, emergen conceptos como la relación directa con el Eterno (sin mediaciones absolutistas), la moral, la ética, el respeto de las Leyes del estado, la solidaridad entre los pueblos y el progreso integral del individuo, valores trascendentales que son practicados y promovidos por los fieles Noájidas en todo el mundo, que permitirán consolidar una sociedad más solidaria, respetuosa de la dignidad humana y de la justicia social.

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Echar agua en tierra

"Ciertamente este mandamiento que te mando hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos.

No está en el cielo, para que digas: ‘¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo tomará para nosotros, y nos lo hará oír, a fin de que lo cumplamos?’

Tampoco está al otro lado del mar, para que digas: ‘¿Quién cruzará el mar por nosotros y lo tomará para nosotros, y nos lo hará oír, a fin de que lo cumplamos?’

Ciertamente muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas"

(Devarim / Deuteronomio 30:11-14)

 

La Tradición es clara al afirmar que el cumplimiento de los preceptos, tanto para judíos, como para noajidas, no son parte de una religión, sino que son la herramienta fundamental de nuestro crecimiento como individuos y la única senda para cultivar nuestras almas.

No está en el cielo, ni al otro lado del mar, está en nuestras bocas y en nuestros corazones, lo que debemos hacer es buscar en el fondo de nuestra esencia, descascararnos cual cebolla, hasta encontrar nuestro ser real, y empezar a vivir auténticamente.

 

Cierta vez un hombre sintió la necesidad de casarse, pero éste no quería cualquier mujer, sino una que en verdad fuera pura de espíritu, justa entre las mujeres. Emprendió un largo viaje en busca de la mujer que pensaba, mientras viajaba de nación en nación imaginaba su vida de casado, hacía planes a futuro, arreglaba en bocetos los trajes que usarían los novios. Al fin, una mañana, llegaron, después de atravesar largos bosques y escarpadas montañas, a un valle apartado de cualquier civilización, la gente allí se sustentaba con el trabajo de su tierra, las casas primeras eran bastante opulentas, pero al final, de la calle principal, en la cima de pequeña colina, se hallaba una casita pobre, devastada por los años; el hombre no se dejó impresionar por la humildad aparente de la casita y visitó casa por casa, entrevistándose casa por casa, conoció a algunas muchachas muy humildes, virtuosas, pero el hombre tenía que llegar a la última casa.

Visitadas todas las casas de la apartada comarca, encontró la última, la más pobre de las casas, en el pórtico se hallaban dos ancianos, sus vestidos roídos por los años, sus manos hablaban de centurias, y sus espaldas decían el mucho trabajo que había pesado sobre ellos durante años, dentro de la casa, una joven doncella, vestida de pieles de oveja, cosía afanosamente un traje para alguna de las jóvenes del pueblo.

Al verla, el hombre quedó prendado de tal belleza, y quedó muy contento de ver que su familia había inculcado altos valores en tal hermosa mujer, decidió casarse con la doncella en cuestión, habló con los señores, mandó a un grupo de sus compañeros de viaje a buscar algunas dotes para los padres y él fue a buscar hospedaje para que allí mismo en la aldea se celebrara el casamiento de él con la humilde chica.

En la calle principal de la aldea había una posada, cuya encargada se caracterizaba por ser no muy amable con su lengua, cuando oyó la noticia de aquel acontecimiento, nuevo en el pueblo, inmediatamente sus celos dominaron el corazón de esta mujer y habló al hombre diciendo: -¡Esa no es ninguna doncella, fue abandonada por sus verdaderos padres en este pueblo por tener mala reputación en su lugar de origen!-, el hombre al escuchar esas atrocidades de su imaginada esposa, fue a constatar que las palabras de la malvada mujer fueran ciertas, cuando les preguntó a los padres de la mujer, ellos le dijeron: crea usted lo que su razón y corazón le dicte, nuestra conciencia se halla limpia de mentira alguna.

El individuo, cegado por la ira de ver tanta injusticia en la mujer que le ofreció hospedaje, se fue del pueblo, no se casó con ninguna, dejó a la pobre mujer esperando y devolvió las dotes que traían sus sirvientes, la doncella no lo persiguió, se quedó trabajando en su casa, sus padres siguieron sentados frente al pórtico de la casa. Esa noche ocurrió un deslave en el pueblo y perecieron los que se hallaban en la llanura del valle, la casa pobre que estaba ubicada en la cima de la colina sobrevivió a la tragedia, cuando el adinerado caballero escuchó la noticia aún no había partido del puerto, estaba a tiempo de devolverse y así lo hizo, al llegar consiguió ríos por donde había habido antes bellas calles con árboles sembrados, y en el lugar del hostal halló un inmensa roca, caminando hacia la montaña iban los dos ancianos con su joven hija, los alcanzó y los llevó a su casa en su país, los sostuvo y tuvieron una vida abundante.

Tal vez hallen difícil encontrarle moraleja a este cuento, pero es muy sencilla, quien derrama un vaso de agua en la tierra irremediablemente tiene que esperar que ésta absorba el líquido, y luego de absorbido el líquido no hay nada más que hacer.

Nuestras palabras hieren irremediablemente el corazón de nuestros semejantes, pensemos bien que vamos a decir antes de cometer una torpeza y derramar un vaso de agua en tierra.

No olvidemos que en nuestra boca y corazón esta la palabra, para que dominemos nuestro ímpetu.

Tres razones para no ser misioneros…

Los noájidas, los gentiles fieles a Dios que son constructores de un mundo mejor, tienen varias razones y motivos para no actuar como misioneros.
En este texto te presento tres razones fundamentales, que espero te sirvan para reflexionar y elevar tu vida.

  1. El noájida confïa en su estilo de vida espiritualmente signado.
    Como el no
    ájida tiene plena confianza en Dios, y en Su Palabra, y por lo tanto sabe que lo que está haciendo es correcto, no precisa andar todo el tiempo insistiendo para demostrar que no está equivocado. Vive de acuerdo a los modos de conducta que el Padre ha ordenado a los gentiles, y con eso le basta.
    No se inquieta, no se angustia, no se sulfura, no se miente, no se pone caretas.
    Hace lo correcto, vive con justicia, actúa con bondad, predica la verdad en sus actos cotidianos.


    A diferencia de los misioneros, que en el fondo de su alma saben que están en la oscuridad, en la duda, en el terror, en la vida desperdiciada detrás de una mentira garrafal. Por eso el misionero está desesperado a la búsqueda de víctimas a las cuales atraer a su lado, hacia la oscuridad, como una manera enfermiza de no sentirse tan mal, tan errado. Piensa de esta manera: Si muchos somos los que estamos de este lado, tan mal no estaremos… ¿no?
    Y esto es totalmente falso.
    Es el manotazo del desesperado, del que se aferra a cualquier basura que flota para no hundirse en lo tétrico del océano del engaño de la idolatría, del engaño tormentoso que es la vida del misionero.

    Ya lo ves, el pobrecito misionero es un desgraciado, al que le debemos tener mucha lástima, apiadarnos de él. Pero que esta misericordia de verdadero noájida no sea un síntoma de debilidad, que no sea abrirle la puerta al engaño, a la perversión al pecado que el misionero querrá introducir en tu vida.

    Mantén a raya al enemigo, y no caigas nunca en sus métodos.


  2. El noájida respeta al prójimo sinceramente.
    El no
    ájida comprende que estamos en este mundo para aprender, para crecer, para perfeccionarnos.
    El no
    ájida sabe que cada cual tiene un proceso que desarrollar, y que algunos tristemente se aferran a lo que hace retroceder.
    Por esto, el no
    ájida respeta los tiempos de los otros.
    No se tratar
    á de meter en tu casa a predicarte, cuando tú no estás en condiciones de atenderlo.
    No te presionar
    á para que hagas ciertas actividades o concurras a determinados eventos, si eso realmente es un quebrantamiento a lo saludable.
    En definitiva, el no
    ájida se estima correctamente y por eso estima y valora y respeta al prójimo con corrección.

    A diferencia del misionero, el cual desconoce lo que significa la palabra respeto.
    El misionero sabe presionar, amenazar, insultar, segregar, disminuir, maldecir, odiar; porque no sabe valorarse a sí mismo, y mucho menos al prójimo.
    El misionero ansïa pisotear el jardín del prójimo, pues él (el misionero) no sabe, o es perezoso, para cuidar su propio jardïn y darle belleza y vitalidad.
    El misionero es envidioso, y por eso critica agriamente y sin fundamentos todo lo que no tiene, ni nunca tendr
    á por carecer de verdad y espiritualidad su ideologïa religiosa.
    El misionero abusa del prójimo, porque en su interior sabe que él mismo est
    á siendo abusado por aceptar toda la podredumbre de la idolatrïa que pregona.


  3. El noájida está dedicado a construir a la Luz del Eterno.
    El no
    ájida tiene una misión que le ha dado Dios: construir el mundo, perfeccionarlo, traer el paraïso nuevamente a la Tierra.
    Por tanto, cada instante el no
    ájida debe dedicarlo a hacer actos de bien, a luchar por lo que es justo, a difundir la verdad.
    Por todo esto, el no
    ájida sabe que se suman más y más personas a su misión cuando reconocen los otros el valor trascendente, especial, de la vida del noájida.
    Es decir, el no
    ájida no tiene necesidad de ir por todos lados queriendo convencer a los demás de lo que está haciendo está bien, que es «de Dios»; sino que sus propios actos cotidianos, las pequeñas cosas de todos los dïas, se encargan de anunciar a los cuatro vientos que el camino del noájida es el camino de bendición que Dios ha dado a los gentiles.

    El misionero no construye nada.
    Cuando da una mano, es para pedir un brazo a cambio.
    Cuando hace una bondad, es para obtener alguna ganancia.
    Cuando pretende «salvar» el alma de las personas, en verdad lo hace para que su dios miserable le sume puntos a su favor.
    Cuando predica «la palabra» de su falso dios, lo hace para obtener poder y someter a otros a la esclavitud de esta ideologïa.
    El misionero incluso cuando hace obras, est
    á socavando los fundamentos del mundo.

Estas son algunas razones, te pido que las analices y que promuevas tu vida por el camino de la Vida.


Lic. Yehuda Ribco