Nos encontramos a vísperas de una festividad sumamente importante, Rosh HaShaná! Para quienes aun no tengan muy claro de que se trata, me permito hacer una pequeña reseña y digo pequeña porque su valor y significado tanto para el pueblo judío como para nosotros los gentiles es bastante amplio.
Rosh HaShaná traduce literalmente “cabeza del año”, anuncia el comienzo del nuevo año Universal y con él un nuevo ciclo de la relación de Di-s con el hombre. Es una fecha donde recordamos el mes en que el Eterno creó el mundo y según la tradición, en este día fue creado Adán, el primer hombre. En esta celebración debemos tener claras tres acciones: Agradecer, que gracias a Él concluimos un año con metas alcanzadas y comenzamos otro llenos de salud, bienestar y bendiciones; arrepentirse sinceramente por las ocasiones en que no cumplimos a cabalidad los preceptos designados y prometer crecer cada día más del nuevo año en nuestra identidad.
Pero el objeto de lo que escribo hoy no es precisamente sobre lo que significa el Rosh HaShaná, sino sobre una actitud que solemos tomar en estos últimos días del año (y bueno, puede decirse que siempre) y es la de olvidar. Es muy de humanos querer olvidar todo aquello que nos desagrada ya sean personas, objetos o situaciones, y es algo lógico pues no queremos recordar por siempre lo que alguna vez nos hizo tanto daño; pero creo que la clave no se encuentra en olvidar sino en aprender a recordar.
A medida que pasa el tiempo vamos construyendo nuestra historia con cada persona, cada situación, cada risa, cada lágrima, cada momento de soledad y también de felicidad; todo queda consignado en el libro de la vida de forma que es imposible intentar modificar algo. Partiendo de este hecho, de que estamos construidos de historias y experiencias, parece ilógico entonces el acto de olvidar porque significa casi negar nuestra propia existencia, lo que algún día fuimos o vivimos.
Es importante tener en cuenta que Dios es quien dirige nuestras vidas, que todas las personas (para bien o para mal) que llegan a nosotros no lo hacen por azar es porque en realidad tienen un papel que cumplir y todas las situaciones buenas o malas fueron también predestinadas por Él de modo que pudiéramos aprender de todo lo vivido para construirnos como personas continuamente, para que viviendo bajo sus designios alcanzáramos al final de la vida la perfección del espíritu.
Rosh HaShaná es una fecha perfecta para que nos habituemos en el ejercicio de aprender a recordar, hacer una mirada global a los momentos incómodos por los que un día pasamos y reconocer que inevitablemente algo debimos aprender; recordar no con rencores sino mas bien con agradecimiento y con la satisfacción de que gracias a esos momentos hoy somos lo que somos y que afortunadamente (si nos lo proponemos) crecimos espiritualmente. Con lo anterior viene también el perdón, pero un perdón sincero aceptando que si como humanos cometemos cientos de errores otras personas pueden también equivocarse con nosotros y es que al fin y al cabo vivir es una preparación para el momento en que nos reunamos otra vez con Hashém, como cuando los niños aun inexpertos agreden sin pensar a otros es deber de los padres corregirlos y de los propios niños aprender… así mismo Di-s nos corrige y nosotros en medio del desconocimiento del buen vivir, aprendemos.
Familia, les deseo a todos una muy feliz fiesta llena de bendiciones y buenos deseos, con un nuevo año lleno de experiencias para el propio crecimiento espiritual, un abrazo fraternal.