Herman Wouk fue un afamado dramaturgo, autor de exitosas obras, nieto de un gran rabino europeo.
Entre sus textos más conocidos y reconocidos se encuentra «Este es mi Dios» (EUA, 1959), de recomendable lectura, pues sintetiza de forma amena y certera (con algunas licencias poéticas y usos de palabras no siempre exactas) diversos aspectos de la historia, tradición y vivencias del judío y el judaísmo.
En uno de sus primeros capítulos nos encontramos con la siguiente cita:
«…[la] idea de salvación limitada a un sólo grupo nunca tuvo lugar en el credo judío ni tampoco lo tiene hoy. Para el judaísmo, la bondad en obras y en palabras, es el único camino que conduce a Dios. Y este camino está abierto tanto a los judíos como a los que no lo son.
La fe judía ni siquiera pretende que los judíos predicasen el culto de un solo Dios. El libro del Génesis nos enseña que este culto ya existía en tiempos de Abraham. Fue, y sigue siendo, la religión universal ética de los hombres justos y piadosos. Nuestra tradición la denomina la ley de los hijos de Noé, que descansa en siete grandes principios:
El culto del Señor.
La prohibición de dar muerte a un semejante.
La prohibición de robar.
La prohibición de cometer incesto y aberraciones sexuales.
La prohibición de comer los miembros de seres vivos y de ser cruel con los animales.
La prohibición de blasfemar.
La justicia, o sea el establecimiento de tribunales, jueces y un sistema equitativo.
Las naciones y las personas que viven de acuerdo con estos preceptos son, según frase del Talmud, los justos del mundo.
Nuestra fe reconoce que algunos hombres, fuera del judaísmo, se han alzado hasta cumbres de santidad que pocos mortales pueden alcanzar. En modo alguno podemos poner en duda su salvación. Nuestra tradición sostiene que Job, la figura suprema del hombre de fe en agonía, era uno de tales hombres justos, y no judío.»
Nuevamente queda constatado que en la tradición judía, de todas las épocas, en todos los lugares en donde ha llegado, se mantiene el mismo fundamento con respecto a los gentiles: tienen su rol sagrado, su acceso a la salvación la alcanzan con los Siete Mandamientos, no precisan conversión al judaísmo, ni mandamientos judíos, ni redentores, ni metafísica, ni cabalistería, ni otras cosas. Sino actuar con bondad y justicia, siendo leales a Dios.
Una y otra vez encontramos lo mismo, la certeza, la verdad clara y que da vida.