Me sigo encontrando con gente confundida, que han absorbido de las aguas amargas del desconsuelo e idolatría.
Gracias a Dios que me sigo encontrando con estas personas, así tienen la oportunidad de oír otro mensaje, uno de Luz, uno que proviene directamente desde las Fuentes eternas de Vidas.
Entre los muchos errores sigue apareciendo el de considerar que la fe es suficiente para alcanzar una buena vida aquí y en la eternidad.
Siguen aferrados, queriendo o no, al feo error de los seguidores de Jesús que insisten en considerar la fe en su falso dios y falso salvador como el mecanismo mágico por el cual obtienen el pasaje al cielo.
Estos alelados, enajenados, ausentes de Dios, promueven la corrupta noción de que no es por obras que se alcanza la salvación, sino por medio de la fe ciega en el apocado personaje de su mitología.
Y no tienen pudor en pretender demostrar su locura con pasajes de las Sagradas Escrituras. Las mancillan, las tuercen, confunden, siembran temor y caos con tal de alcanzar su nefasto fin.
Son capaces de contradecir los Siete Mandamientos Fundamentales, todos y cada uno, con la intención de adoctrinar a nuevos esclavos de su pobre señor que sigue colgado en una cruz.
Pero, ciertamente la verdad es otra.
Somos medidos y pesados por el Juez, por el Uno y Único, de acuerdo a nuestros actos.
Por supuesto que Él, como Padre Misericordioso también sopesa nuestra situación, y endulza Su rigor con raudales de Misericordia, sin embargo, no deja pasar al engañador, ni al pirata de la fe, ni al que adrede asume una posición contraria a Su Autoridad.
Ahora, te cito un breve pasaje del profeta Isaías, ese que tan querido es por los idólatras, y tan depredado resulta por sus maquinaciones perversas.
Leámoslo juntos:
«¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego consumidor?
¿Quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas?
El que camina en justicia y
habla con rectitud,
el que aborrece el lucro de la opresión,
el que sacude sus manos para no recibir soborno,
el que tapa sus oídos para no oír de hechos de sangre,
el que cierra sus ojos para no ver la iniquidad,
él vivirá en las alturas, y una fortaleza de roca será su alto refugio. Su pan le será provisto, y su agua no faltará.»
(Ieshaiá / Isaías 33:14-16)
El profeta pregunta acerca de quién podrá resistir el juicio del Juez celestial. Consulta, de manera retórica, para que comprendamos cuál es el modo cierto de vivir en Este Mundo para alcanzar plenitud en la Posteridad.
Isaías no se queda en la duda, sino que nos provee de una orientación dictada por Dios.
Nos habla de la persona justa, que es recta, que rechaza la mala conducta, que se aparta de la malicia, que aborrece lo nocivo.
Nos enseña Isaías la imagen del que es salvo, de aquel que goza en la eternidad.
Nos habla de una persona que sobresale a causa de sus acciones, que su obra lo cobija en el seno del Eterno.
Por supuesto, no hay uno que sea perfecto, pues todos los hijos de mujer cometemos errores.
Por eso lo indispensable es la acción correcta, más la actitud correcta.
La acción es el hacer.
La actitud es la intención, la disposición, la postura, la prestancia, la preparación.
Si actuamos correctamente, o si al menos ejercemos todo aquello que está en nuestro alcance para ser dignos de los mandamientos del Eterno, entonces estamos consiguiendo el sitial de gozo infinito reservado para los justos y buenos.
Sí amigo querido, son tus obras las que abogan por ti ante el Juez.
Él te perdona, si te arrepientes sinceramente.
Él te abraza, si Lo buscas con verdad.
Él te devuelve tu bondad con plenitud de bien.
Así pues, conoce tu patrimonio espiritual.
Aprende acerca de noajismo, pero especialmente vívelo con fidelidad.