¿Cómo enfrentarnos a una situación nueva?, ¿Cómo lidiar con algo que nunca habíamos experimentado?, ¿Hay salida para “el callejón sin salida”?, ¿Cuál ha sido el peor momento de nuestra vida?
La vida es como una montaña rusa en la cual subimos y bajamos constantemente. Disfrutamos las subidas y no queremos que acaben, pero con las bajadas sucede lo contrario, pareciera que nunca fuesen a terminar.
De cualquier modo, tarde o temprano, las bajadas terminan.
¿Es posible evitar las bajadas de la vida?, ¿Cómo manejarlas?
¿Qué hay de las situaciones en las que en lugar de avanzar, pareciera que todo lo que se hace nos lleva hacia atrás?
Estrés, deudas, bajos ingresos, problemas familiares, presión social, etc. Al final del día nos ‘refugiamos’ debajo de la cobija, porque creemos que allí estamos solos y los problemas quedaron ‘afuera’. Queda afuera el sentimiento de estar caminando en círculos, desorientados, perdidos, y lo más razonable que se nos ocurre es preguntarnos: “¿qué propósito hay en todo esto?”, “¿Cuándo va a terminar?”
En medio de la oscuridad se enciende una luz, y es que por fin se nos ocurrió pensar en algo bueno, algo que nos beneficie o beneficie a otros. Contentos de haber descubierto una solución buscamos a quién contársela, pero… nos lanzan la primera pedrada y el bombillo que se había encendido ahora está hecho pedazos en el piso. Ahora se unen la oscuridad y los pedazos de vidrio para hacer más tortuoso nuestro transitar.
¿Cuál es el factor común en todas las ‘bajadas’ de la vida?
Creer que nunca terminarán. Que no existe solución. Que esto se lo llevó el que lo trajo.
Los fatalismos son dañinos. Sentir lástima por nosotros o que otros sientan lastima por nosotros puede dañarnos gravemente.
Debemos aprender a esforzarnos por mantener la ilusión.
¿Qué ilusión?
La ilusión de los ideales, de las metas, de los sueños, de los proyectos, de la superación, de los compromisos. Aceptar que el problema en primer lugar es nuestro, y que tiene nuestro nombre y apellido. Aceptar que no estamos obligados a resolver los problemas, pero sí a intentarlo, a por lo menos pensar en cómo construir una solución.
La clara enseñanza de la Torá afirma que todo lo que sucede no es independiente de Dios. Si aceptamos que las subidas de la vida, los logros, los alcances dependen de Él, entonces por qué no aceptar que las bajadas (duración e intensidad) también dependen de Él. Tomar conciencia de ello hace que la angustia de la bajada sea mínima.
¿Quien definió el éxito?
La sociedad. Todos y nadie a la vez, menos nosotros.
Mientras más subidas alcancemos, más aplausos nos da la sociedad.
Mientras más bajadas alcancemos, más tomates nos lanzará la sociedad.
Muchos se quedan con los tomates que les lanzan luego de una mala actuación. Otros hacen salsa de tomate para acompañar las papas que les lanzaron en otras ocasiones, y disfrutan comer papas fritas con salsa de tomate. Es decir, hacen de la desaprobación social algo por lo cual no desvivirse. ¿Qué haces tú?
En una de las enseñanzas del Moré Yehuda, aprendí que cuando un ser humano llega a estar de pie frente el Trono Celestial se le hacen varias preguntas. Una de ellas es: ¿tuviste esperanza? ¿Has anticipado la salvación de Dios?
Muchos habrán leído dicha enseñanza y entendido que se trata de la redención del mundo, de la era mesiánica. Pero creo que hay algo más.
La ayuda Divina no tiene límite, y en cualquier circunstancia que se nos presente, es un deber saber que todo sin excepciones depende de Arriba.
Finalmente, sería un error quedarse sentado a esperar que del cielo caiga una respuesta. Necesitamos confiar en otro ser humano.
Pero, ¿cómo confiar en alguien?, ¿acaso no es parte de nuestra naturaleza ser desconfiados? ¿Acaso Java/Eva antes de desobedecer y recibir el castigo Divino, no desconfiaba? Claro que desconfiaba de Dios, por eso oyó al serpiente.
Para nadie es un secreto que no existe un lugar donde ir a comprar confianza. En la medida que actuamos con honradez y honestidad nos hacemos confiables.
¿Qué hace que confiemos en otros?
Esa chispa Divina que nos hace creer que debemos emular al Creador. Así como Él confió en el hombre, de igual manera nosotros confiamos en otras personas. Creo que es porque estamos diseñados para confiar. De ahí que confiemos en unirnos a otra persona de por vida (en teoría para algunos) en el matrimonio.
Evitemos creer que confiar en otras personas es reemplazar la confianza en Dios.
Podemos elegir creer que todo lo que sucede es bueno y que por eso se nos demanda confianza en Dios, en uno mismo, y en quienes están alrededor nuestro.
Olvidar que todo lo que sucede es bueno, es una consecuencia de las bajadas de la vida. Corrijamos actitudes y pronto, muy pronto, estaremos subiendo de nuevo.