En un puedblo cercano a Pekín vivía un hombre al que nda le faltaba: juventud, dinero, placeres. Pero no era felíz, quería obtener la vida eterna para que los goces que se había proporcionado fueran infinitos.
Un día, estaba sentado cerca de un arroyuelo mirando los peces que saltaban en la superficie, cuando se le acercó un anciano. – Qué quieres buen hombre’ -inquirió.
-Yo sé lo que tu deseas y puedo satisfacerlo.
– ¿Cómo lo sabes?
-Tus ojos jóvenes son transparentes para los míos viejos y cansados.
-¿Tienes tú el secreto de la vida eterna?
-Sí
-¿y qué es lo que pides para revelarlo?
-Sólo tu alma
-Anciano, eres un necio. Puesto que mi alma está dentro de mi cuerpo, viviendo yo eternamente nunca podrías obtenerla.
-Eso no debe interesesarte, cumple tu parte del pacto y yo cumpliré la mía.
-Bein, sea. Mi alma es tuya, contestó el joven riendo a carcajadas.
El anciano le entregó un plano diciéndole que en el sitio marcado con l cruz, sí cavaba un hoyo no muy profundo, encontraría una caja de madera de sándalo y, dnetro de ella, un pliego dnde estaba revelado el secreto. Luego, sin agregar palabra, se alejó por el camino flanqueado de juncos que bordeaba el arroyo.
Es noche el joven durmió plácidamente y al día siguiente emprendió el camino. Después de tres luns y tres soles llegó al sitio indicado. Cavó ansiosamente pues temía heber sido objeto de una burla; al cabo de media hora aprareció ante sus ojos una caja de perfumda madera. Dentro de la caja había una hoja de papel de arroz atada con una cinta de seda roja. Desató el pequeño nudo y con ojos ansiosos leyó: «Para bien o para mal la eternidad está más allá de la vida. El hombre elige». Un instante después el pacto se había cumplido.
OJALÁ SEPAMOS ELEGIR, D-S, NOS DA TODAS LA POSIBILIDADES, ESTÁ EN NOSOTROS.
No es mio el cuento. Pero lo comparto, a mí me hizo bien. Shalom.