Había una vez un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta.
Muchos artistas lo intentaron…
El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico. Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio de del rugir del la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido… la paz perfecta.
Cuál crees que fue la pintura ganadora?
El Rey escogió la segunda. ¿Sabes porqué? Porque, explicaba el Rey, "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz."
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¿Cómo construimos la tan apreciada paz?
“Tú guardarás en completo Shalom a aquel que en Ti persevera, porque en Ti a confiado” (Ieshayá / Isaías 26:3)
La paz, que solo se puede concebir en relación con el Eterno, debemos construirla (tomando en cuenta que somos los únicos responsables de lo que hagamos o dejemos de hacer) cumpliendo con la voluntad del Eterno, esto es, retornar a la senda que El desea para la personas, y que es cumplir con las 7 leyes universales.
Si nosotros no aportamos a través de nuestras acciones a construir el bienestar en lugar de la desgracia, la paz (Shalom) no llegará.
En otras palabras, la paz no se encuentra estando en lugares tranquilos sino debemos esforzarnos por construirla cada día, primero internamente, restableciendo nuestra relación con el Eterno y con nosotros mismos, y no tenemos otra opción que realizarlo en medio de la vorágine de nuestro diario vivir.
Norma
(Comentario basado en una enseñanza de Yehuda Ribco titulada “Construir Shalom”)