A continuación presento el artículo de la periodista guayaquileña Gabriela Calderón, publicado en el diario El Universo de mi país Ecuador (10 de abril 2007).
Muy atinado el artículo. Especialmente cuando los dictadores Correa y Chávez venden a la colectividad la idea de que son los sucesores del libertador Simón Bolívar. Bueno, lo son: ¡dictador el maestro, dictadores los pupilos!
Bolívar no era un demócrata
Por Gabriela Calderón
Editorialista de El Universo (Ecuador)
“El presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución como el sol que, firme en su centro, da vida al universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua”. —Simón Bolívar. Lima, 25 de mayo de 1826.
Uno de los mitos más difundidos en Latinoamérica es que el “Libertador” era un demócrata.
Como guayaquileños debemos conocer que aunque este enigmático hombre puede haber sido el “Libertador” para gran parte de América Latina, fue lo contrario para nuestra ciudad. Esta aclaración es necesaria, sobre todo, cuando nuestro alcalde Nebot anda citando precisamente al personaje que nos anexó a la fuerza a su fracasada Gran Colombia. Para la próxima sería más apropiado que cite a José Joaquín de Olmedo, cuando esté hablando de defender los intereses de Guayaquil.
En 1822, Bolívar dio instrucciones a Sucre de utilizar la fuerza militar, si era necesario, para anexar a Guayaquil. En una carta a San Martín –luego de que este había pedido que se respete la voluntad del pueblo guayaquileño con respecto a su destino– le dijo: “Yo no creo que Guayaquil tenga derecho a exigir de Colombia (Gran Colombia) el permiso para expresar su voluntad”. Y a Olmedo le dijo que la Gran Colombia nunca permitiría que Guayaquil se incorpore a otro país —todo esto, sabiendo que la voluntad de los guayaquileños favorecía anexarse con el Perú, o incluso la independencia antes de ser anexados a la Gran Colombia.
En una carta dirigida a Francisco de Paula Santander, el entonces vicepresidente de la Gran Colombia, Bolívar reconoció que fue por respeto a la fuerza militar de la Gran Colombia que el gobierno guayaquileño de ese entonces cedió. El “Libertador” reemplazó el gobierno constitucional y legal que existía en la ciudad porteña con un régimen militar.
Bolívar no era muy democrático en su forma de gobernar. Esto no lo deduzco solamente de sus escritos, sino también de lo que historiadores del mismo siglo decían de Bolívar, notablemente entre ellos, Carlos Marx (el del Manifiesto comunista, no el del SRI). Marx consideraba a Bolívar un buen imitador de Napoleón Bonaparte y dijo de Bolívar: “Su dictadura pronto evidenció una anarquía al abandonar los asuntos más importantes en manos de favoritos, quienes malgastaron los fondos del país y luego recurrieron a medios abominables para reponerlos”.
Bolívar tenía un concepto muy extraño de democracia. Él creía que los pueblos sudamericanos no podían practicar virtudes democráticas como los europeos. Cuando en Bolivia se le presentó la oportunidad de escribir una Constitución, Bolívar la aprovechó para escribir una a su medida: presidencia vitalicia (él), senadores hereditarios, diputados elegidos por el pueblo y “censores” con el deber de “proteger la moral, las ciencias, las artes, la instrucción y la imprenta”.
“Si esto no es legítimo es al menos popular y, por lo mismo, propio de una república eminentemente democrática”, le dijo Bolívar a Francisco de Paula Santander cuando este se opuso a que la Constitución “democrática” de Bolivia fuese aplicada a la Gran Colombia.
¿Cómo se puede creer que alguien que asumió poderes dictatoriales en Caracas en 1813, en Angostura en 1817, en Lima en 1824 y luego en Bogotá en 1828 era un demócrata?
Álvaro Vargas Llosa dice que Bolívar encarnó el “pecado original” de las repúblicas latinoamericanas: “El elitismo, el totalitarismo, y una pasión desmesurada por lo que nosotros conocemos como la construcción social”.
“Alerta, la espada de Bolívar está pasando a través de América Latina”, dijo nuestro Presidente en su discurso de inauguración. Como ecuatorianos (y más aún como guayaquileños) que todavía creemos en la democracia constitucional y en la República, verdaderamente tenemos que estar muy alertas.