Einstein es autor de la teoría del chivo expiatorio que, sin embargo, es insuficiente.             Ella se limita a describir cómo la judeofobia puede             utilizarse, pero no por qué existe…   En cuanto al caso de la Iglesia, su rol en la historia de la             judeofobia fue central y paradójico. Así lo             definió James Darmesteter en 1892: "El odio de la gente             contra el judío es obra de la Iglesia, que los protege de             las furias que ella misma ha desatado". Algo similar puede decirse             de los ataques obsesivos que sufre Israel. La ONU no es responsable             por el terrorismo contra los judíos, pero por medio de             reiteradamente perdonar ese terror y sistemáticamente             condenar a Israel, alienta al terrorista haciéndolo sentir             socio de la comunidad internacional en su lucha contra el sionismo.
 
 
 
Unidad 12: Teorías acerca de la judeofobia; una perspectiva
Por:  							      							    Gustavo Perednik   
          Hemos transitado un camino de odio sin parangón. Le pusimos el          nombre apropiado y delineamos la mitología que lo sostuvo.          Vimos la verdad del sacerdote Edward Flannery cuando escribió          que la judeofobia "es el odio más antiguo y más profundo          de la historia humana. Otros odios pudieron haberlo sobrepasado en un          momento determinado, pero todos ellos regresaron oportunamente a un          papel apropiado en el basurero de la historia".       
          Uno de los propósitos centrales de nuestro curso es          precisamente despertar la conciencia acerca de la singularidad del          fenómeno, un monstruo de dimensiones que no permiten reducirlo          a simple "prejuicio de grupo", como a veces hacen personas          bienintencionadas, judíos y no-judíos por igual. Un          ejemplo bastará para explicarnos.       
          Ana Frank escribió en su diario íntimo durante el          Holocausto: "Quién nos ha infligido este mal? Quién nos          ha hecho a los judíos diferentes de todos los pueblos?          Quién ha permitido que suframos tan terriblemente hasta          ahora?… Siempre permaneceremos judíos, y así lo          deseamos". Sin embargo, los autores de la versión de Broadway          del Diario de Ana Frank le hacen decir a la nia: "No somos el          único pueblo que ha debido sufrir… a veces es una raza y a          veces otra…" Con esta metamorfosis la judeofobia queda          universalizada, y pasa artificialmente a ser parte de un odio          más general y abarcativo. Este método no ayuda a          entender el fenómeno. Por ello en ésta, nuestra          última clase, intentaremos no caer en el error, y explicaremos          la judeofobia sin privarla de su singularidad.       
          Cinco Pensamientos Sionistas       
             Albert Einstein escribió la siguiente parábola: Una             vez un joven pastor le dijo a un caballo: "Tú eres el animal             más noble de la Tierra. Tu felicidad sería completa             si no fuera por el ciervo traicionero. Desde su juventud viene             trabajando para que sus patas corran más que las tuyas.             Así se te adelanta a los pozos de agua. Pero no desesperes.             Mi sabiduría y mi guía te liberarán de tu             estado ignominioso". Enceguido por envidia y odio por el ciervo, el             caballo aceptó. Se sometió a la brida del pastor,             perdió su libertad y fue esclavo del joven. El caballo             representa un pueblo; el joven, una clase o pandilla que aspira al             poder absoluto; el ciervo, a los judíos. El caballo sufre, y             cuando ve al ágil ciervo su vanidad es aguijoneada.          
             La explicación de Einstein se conoce como la teoría             del chivo expiatorio, según la cual la judeofobia es             orquestada por líderes que desean desviar el descontento             popular. Al confrontarse con su inhabilidad para satisfacer a sus             subordinados, los gobernantes frecuentemente recurrieron a buscar             "el Otro", algún grupo distinto de la mayoría, a fin             de achacarle el descontento reinante. En la historia europea, los             judíos fueron el "Otro" más permanente.          
             Sin embargo, la teoría del chivo expiatorio es insuficiente.             Ella se limita a describir cómo la judeofobia puede             utilizarse, pero no por qué existe. Para que haya             chivo expiatorio judío, los judeófobos deben estar             allí desde el comienzo. Además, no todo estallido             judeofóbico fue el resultado directo de que reyes o jefes             desviaran resentimientos.          
             El hecho es que una vez que la judeofobia se arraigó en la             cultura europea, cobró vida propia, y fue transmitida de             padres a hijos generación tras generación. Esa "vida             propia" es nuestro tema, no sus usos múltiples. La             judeofobia fue parte del "sentido común" en la mayor parte             de las sociedades europeas una vez cristianizadas. En la primera             clase citamos al húngaro que definía como             judeófobo a quien "odia a los judíos más de lo             necesario". Ese "sentido común" sobrevivía mucho             después de que se olvidara quién los puso en             funcionamiento y por qué.          
             Los mitos que estudiamos fueron el intento de la sociedad gentil de             justificar este odio culturalmente aceptado y heredado. Los             gentiles no atacaron a los judíos "debido a que"             creían que éstos habían matado a Dios. Casi al             revés: fueron creando el mito del deicidio a fin de atacar a             los judíos y de este modo ventilar sus frustraciones e ira,             y descargarlas en los hombros de una población indefensa.          
             En cuanto a por qué precisamente los judíos debieron             ser "ciervos", Einstein da un paso más allá del chivo             emisario, y dice: "Porque había judíos entre todas             las naciones y porque estaban demasiado dispersos como para poder             defenderse a sí mismos contra la violencia desatada contra             ellos".          
             En otras palabras, los judíos serían atacados por su             indefensión. La hipótesis fue planteada allá             por 1860 por Peretz Smolenskin, un filósofo del nacionalismo             judío que fundó el mensuario hebreo Hashajar.             Para Smolenskin, las raíces de la judeofobia yacen en el             desprecio ante la inferioridad nacional de los judíos, y por             ello el mal podía revertirse sólo si había una             autoafirmación práctica de la nación             judía. Smolenskin no se equivocó cuando             advertía que los ataques judeofóbicos en Rusia y en             Alemania no eran aberraciones temporarias como querían unos,             sino el adelanto de horrores peores que vendrían.          
             Muchos otros pensadores sionistas tuvieron la visión de             percibir ese carácter dinámico e insaciable de la             judeofobia. Algunos sugirieron que acechaba aun la             destrucción física total de los judíos. Uno             fue Moisés Lilienblum quien al presenciar los pogroms de             1881, atribuyó las raíces de la judeofobia a             instintos hostiles de la sociedad gentil. Ningún decreto de             igualdad podría garantizar la convivencia con los             judíos. Al usar el término "instintos", Lilienblum             aludía a la antigedad y la profundidad de la judeofobia, que             permitían una manipulación fácil y constante.          
             Su contemporáneo León Pinsker coincidió, pero             fue aun más lejos (tal vez demasiado): como la judeofobia es             una enfermedad hereditaria que puede rastrearse a más de dos             mil aos, es sencillamente incurable. Incluso la refutación             racional más convincente de todos y cada uno de sus mitos,             no tendría éxito en desmantelar los su estructura             mental y su práctica, ni tampoco el impulso maligno que la             alimenta. Como vimos, Pinsker acuó la palabra "judeofobia".             Para él, los judíos eran un "pueblo fantasma". El             mundo veía en ellos la horrorosa imagen de un cadáver             caminante. Carecían de unidad, estructura, tierra y bandera,             eran un pueblo que había cesado de existir y sin embargo             continuaban con una semblanza de vida. Eran siempre             huéspedes y nunca anfitriones. Y como el miedo a los             fantasmas es innato, dice Pinsker, no sorprende que este temor             crezca aun más cuando se trata de una nación             aparentemente muerta, que se muestra como viva. Ese encono             abstracto, casi platónico, llevó al mundo a ver en             los judíos como grupo, la responsabilidad por los             crímenes (reales o supuestos) de cada uno de sus miembros.             El terror del fantasma judío fue heredado y fortalecido con             el transcurso de innumerables generaciones. La judeofobia era para             Pinsker una hija bastarda de la demonología. Con profundas             raíces en todas las razas, el miedo al judío-fantasma             era una psicosis hereditaria.          
             En los aos cuarenta, otro visionario sionista, Zeev Jabotinsky,             hablaba del "antisemitismo de las cosas" en contraste con el             "antisemitismo de los hombres". En algunos casos la judeofobia era             parte de la sociedad y no necesitaba de la aquiescencia de los             hombres. Volvía una y otra vez incluso si no se la             provocaba.          
             Todas esas explicaciones fueron formuladas por pensadores             sionistas, que vieron en la judeofobia una respuesta casi             instintiva de las naciones hacia el judío desprotegido. La             desprotección de los judíos, a pesar del mito             judeofóbico que seala lo contrario, era (y es) evidente. Los             judíos no pudieron evitar que un tercio de ellos fuera             asesinado hace medio siglo; ni siquiera lograron convencer a los             gobiernos occidentales a bombardear los campos de la muerte o las             vías férreas que conducían hacia ellos, ni que             EE.UU. declarara la guerra a Hitler (Washington entró             tardíamente a la guerra en respuesta a la agresión             japonesa en Pearl Harbor).          
             Las teorías presentadas son por ende sionistas, porque             intentan enfrentar la judeofobia por medio de darles a los             judíos poder real para de, como por ejemplo en un Estado             propio. Pero además de las teorías de la             indefensión, hay muchas otras. Hasta el momento             ningún trabajo las ha presentado todas. Siguen algunas,             categorizadas en cuatro disciplinas.          
          Sociología y Psicología       
             Las teorías sociológicas se centran en qué rol             le cupo a los judíos en diversas sociedades, rol que los             expuso a un encono especial. Por ejemplo ser prestamistas durante             la Edad Media, o "siervos de cámara" de reyes y nobles, o             colectores de impuestos de los campesinos. Por estos roles, Fritz             Lentz ve en la judeofobia una forma del rencor que puede sentir el             proletario hacia los ricos.          
             Desde una perspectiva similar, Bernard Lazare contendió en             El anti-Semitismo, su historia y sus causas (1894) que la             utilidad de la judeofobia era que empujaría el socialismo             (Lazare se corrigió después del caso Dreyfus). Las             explicaciones económicas llegan hasta a atribuir a los             judíos todo el sistema económico, tal como Henri             Pirenne hace derivar de ellos el advenimiento de la modernidad, o             Werner Sombart, quien en 1911 consideró que los             judíos eran la causa del capitalismo.          
             Hechas estas exageraciones a un lado, debemos tener en cuenta que             los factores económicos no crean la judeofobia;             sólo la exacerban. Los judíos fueron perseguidos en             los estados económicos más diversos. Más             judeofobia sufrieron las masas pobres de Rusia que los empresarios             del Canadá. En cierto modo, la posición             socioeconómica de los judíos fue consecuencia (y no             causa) de la judeofobia. Si los judíos se dedicaron a             prestar dinero, es porque las probabilidades de las inminentes             expulsiones los obligaban a invertir en contante y sonante, y no en             propiedades. O porque la posesión de tierras les era             prohibida. O porque otras profesiones les estaban vedadas en             corporaciones que sólo aceptaban cristianos. Así lo             resumieron Prager y Telushkin: "Los judíos no fueron odiados             porque prestaban dinero. Prestaban dinero porque eran odiados".          
             En muchas ocasiones, entonces, los judíos aparentaban poder             porque sus cargos los transformaban en cara pública de las             elites que gobernaban. Algo similar ocurre cuando ejercen de             abogados, médicos, maestros, psicólogos o asistentes             sociales, y por ello parecen detentar un poder en rigor             inexistente.          
             La explicación sociológica arguye que como los             judíos parecen tener poder, son blanco predilecto de la ira             cuando el sistema social acucia a los sectores más             necesitados. De acuerdo con Michael Lerner en esto precisamente             radica la singularidad de la opresión de los judíos:             una vulnerabilidad escondida, sin que importe cuánta             seguridad económica o influencia política lleguen a             tener judíos en el plano individual. Los judíos no             pueden estar seguros de que no serán nuevamente blancos de             ataques populares si la sociedad en la que viven entra en             períodos de grave presión económica o             conflictos políticos.          
             Pero para entender por qué los judíos parecen             tener poder, debemos dejar la economía y sumergirnos en la             psicología. Las teorías psicológicas sobre la             judeofobia resuelven una falla de las teorías             económicas: a diferencias de éstas, revisan             más al victimario que a la víctima. Una muy difundida             teoría psicológica fue la de Jean-Paul Sartre, quien             describió (1966) al judeófobo como "el hombre que             tiene miedo. No de los judíos sino de sí mismo, de su             propia conciencia, de su libertad…" Para Sartre, la judeofobia es             "el miedo de estar vivo".          
             A pesar de su mentada ventaja la teoría psicológica             es insuficiente, porque considera la judeofobia virtualmente como             una psicopatología. La judeofobia es maldad, pero la maldad             no es una enfermedad.          
          Filosofía y Antropología       
             Michael Lerner atribuye la judeofobia parcialmente al impulso             antiautoritario del judaísmo, con su implícito             desafío a toda clase gobernante. Elites en el mundo antiguo             tendían a gobernar por medio de una combinación de la             fuerza bruta y una ideología que exaltara la estructura             social como estática y sagrada. A veces se usaban los viejos             mitos de dioses gobernando la naturaleza, y otras la racionalidad             de Platón en La Repblica. En ambos casos, la             existencia judía era el testimonio viviente de que esos             mitos e ideologías eran invenciones para perpetuar las             necesidades de los gobernantes. Los judíos, por el             contrario, exhibían una historia según la cual             habían podido superar el escalón social más             degradado, la esclavitud, y pasaron a gobernarse exitosamente a             sí mismos. Mientras los judíos existieran, las elites             estaban equivocadas y podía cuestionarse su gobierno.          
             Esta faceta de la historia judía podría haberse             salteado si la narración de los orígenes             judíos se hubiera mantenido en cuentos infrecuentes. Pero la             religión judía en su conjunto se basaba en contar y             volver a contar esa historia. La piedra angular de la observancia             judía, el Shabat, debía conmemorarse "en recuerdo del             Exodo de Egipto", y separaba un día en el cual ningún             poder terrenal podía hacer que el judío trabajase. La             mera idea de que el oprimido ponía los límites de la             opresión era en sí revolucionaria, la primera gran             real victoria contra el esclavizador, y un recuerdo permanente de             que la opresión podía superarse.          
             No importaba cuán intensa y desesperadamente judíos             en el plano individual trataban de soslayar esos aspectos de su             religión, y de identificarse con los poderes imperiales y             sus valores. El espíritu de libertad hacía del             judío el pueblo más rebelde de la antigedad, el             pueblo que con mayor tenacidad se rebeló contra el poder             helenístico y luego el romano.          
             Los judíos se diferenciaban precisamente porque             seguían normas que parecían subvertir el orden             establecido, ni se subordinaban a los poderes imperiales. Esto             estimulaba la desconfianza de los gobernantes, que deseaban que sus             súbditos descreyeran del judío antes de que al             confraternizar oyeran los ideales de libertad de los judíos.          
             Otro teórico del asunto, Maurice Samuel, entre 1924 y 1950             mostraba a la judeofobia no como un problema judío, sino una             aflicción de los gentiles a la que los judíos             debieron habituarse. El judío le ha puesto al mundo los             grilletes de la ley moral. Por ello el hombre occidental lo recela,             en "el gran odio" del alma amoral pagana. Una posición             similar asumen Prager y Telushkin en su Por qué los             judíos? de 1983: la más alta calidad de la vida             judía despertaría la envidia constante e             intransigente del mundo no-judío.          
             Por su parte, Eliane Amado Levy-Valensi ofreció su propia             interpretación durante los aos sesenta: la judeofobia es el             resultado del fracaso de los gentiles al robar la historia             judía para ellos. "El judaísmo era ya una             religión antigua que poseía una gran literatura, con             grandes héroes y sabios en su pasado, y además una             promesa divina de un futuro más glorioso. El cristianismo no             poseía ello. Desde el mismo comienzo, por lo tanto, los             cristianos reclamaron la Biblia, al principio como antesala de             Jesús pero luego como exclusivamente suya". La lucha de los             palestinos podría ser explicada desde la misma perspectiva.             Incluso Jesús es presentado por ellos como "un palestino".             La falta de una larga historia propia, produce una clase especial             de envidia hacia el largo pasado de los judíos.          
             Aunque ninguna teoría puede explicarla totalmente, la             combinación de varias de ellas puede ser útil para             entender la enfermedad social que es la judeofobia.          
          Conclusiones       
             Nuestra revisión de la judeofobia puede llevarnos a varias             conclusiones, a saber:          
-                 La judeofobia le permite a la gente ventilar sus instintos                sádicos. Uno puede violentar, humillar y matar, y                tendrá un aparato ideológico entero antiguo y                establecido, que viene a defender la libre brutalidad.             
 
-                 Al combatir a los judíos, un pueblo del que mucho se ha                escrito y hablado, el judeófobo se siente más                importante que si enfrentara a un grupo desconocido.             
 
-                 Como grupo, los judíos muchas veces despiertan                sentimientos de culpa entre los gentiles. Ello puede deberse al                hecho de que la moralidad fue virtualmente iniciada con la                Biblia de los judíos, y por ello encarnarían las                prohibiciones éticas, o si no por la forma en la que los                judíos fueron perseguidos (ésta no                sólopuede despertar sentimientos de culpa, sino                también temor, ya que podría suponerse                algún tipo de venganza).             
 
-                 La judeofobia es una actitud intrínsecamente irracional                de una sociedad generalmente racional. Un judío es                atacado como tal, y si otro judío reacciona ante la                agresión, es cuestionado por etnocéntrico,                preocupado sólo por los propios. Los comunistas (y para                el caso, también por ejemplo la BBC de Londres)                sostenían que no deseaban enfatizar el aspecto                judío de las víctimas para que su defensa no fuera                demasiado estrecha. Si consideramos los dos últimos                ataques contra la comunidad judía en la Argentina (la                Embajada en 1992 y la AMIA en 1994) en ambos casos surgieron                voces que acusaban a los judíos de haber sido los                perpetradores y los provocaban a que ellos dieran las                explicaciones del caso. El judío es atacado y se pone en                la defensiva.
                 Constantin Brunner destacó la irracionalidad de la                judeofobia, como un egoísmo grupal contrapuesto al                pensamiento racional. Pero no consideró suficientemente                la característica más notoria de esta                irracionalidad, y es que muchas veces es exhibida por gente muy                racional, lo que le da mayor credibilidad. En el caso de                Voltaire dijimos que la judeofobia puede torcer la razón                del más razonable, y en el caso de Alemania en forma                conjunta, la judeofobia floreció y llegó a su                clímax precisamente en el país de la                filosofía, con apoyo activo de gigantes del pensamiento                desde Fichte y Wagner hasta Heidegger. Muchos cabecillas nazis                eran intelectuales y artistas.              
-                 Las fuentes de la judeofobia son notoriamente hipócritas.                Los judíos fueron quemados en la hoguera por la                religión del amor, calumniados por los precursores de un                iluminismo fraternal, y discriminados por la ideología de                la igualdad.             
 
-                 La judeofobia es practicada en por lo menos dos niveles. Uno es                directo y agresivo, el otro es sutil y consiste en pasar por                alto el primer nivel. En otras palabras, uno puede revisar el                odio antijudío no sólo al mirar qué se                siente frente a los judíos sino, y mejor aún,                qué se opina de los judeófobos. En artículo                de mi autoría (que puedo enviar por E-mail al estudiante                interesado) muestro cómo se dio esa judeofobia solapada                en el caso de la mencionada novela La Bolsa de                Julián Martel.             
 
             En cuanto al caso de la Iglesia, su rol en la historia de la             judeofobia fue central y paradójico. Así lo             definió James Darmesteter en 1892: "El odio de la gente             contra el judío es obra de la Iglesia, que los protege de             las furias que ella misma ha desatado". Algo similar puede decirse             de los ataques obsesivos que sufre Israel. La ONU no es responsable             por el terrorismo contra los judíos, pero por medio de             reiteradamente perdonar ese terror y sistemáticamente             condenar a Israel, alienta al terrorista haciéndolo sentir             socio de la comunidad internacional en su lucha contra el sionismo.          
             Muchos coincidirían con el arzobispo Theodor Kohn (m.1915),             él mismo una víctima de la judeofobia racial, en el             hecho de que "es una condición enferma que sólo el             tiempo podrá curar". Pero aparentemente el paso del tiempo             de por sí no es suficiente y debe producirse acción.             La Iglesia es uno de los factores que está en mejores             condiciones para producirla. En la repelencia pots-Holocausto             frente a lo que la Europa cristiana le había hecho a los             judíos, la Iglesia Católica ha eliminado sus             oraciones y enseanzas más agresivas. Pero aún no se             ha comprometido en una consideración de raíz acerca             de cómo ella misma ha generado judeofobia. Poco esfuerzo se             ha hecho para instruir a los cristianos sobre el rol que el             cristianismo en general tuvo en generar una cultura             judeofóbica, y la mayoría de los cristianos             permanecen inconscientes de ello.          
             El poeta católico francés Paul Claudel             escribió varias obras sobre la confrontación entre la             judería y la cristiandad. Paulatinamente fue             liberándose del prejuicio tradicional y desarrolló             una visión original del pueblo judío. Su conciencia             acerca de la responsabilidad de la cristiandad por el Holocausto,             lo llevó a sugerir a su embajador en el Vaticano, en 1945,             que el Papa instituyera una ceremonia de expiación por los             crímenes perpetrados contra los judíos. Del mismo             modo, durante el juicio contra Eichmann en Jerusalem (1961) obispos             alemanes pidieron de todos los católicos alemanes que             pronunciaran una plegaria pidiendo perdón. Y en 1994, cuando             el Vaticano finalmente estableció relaciones con el Estado             de Israel, William Rees-Mogg publicó en el Times de             Londres un llamado a un acto de contrición general: "Las             iglesias cristianas deberían hacer algún acto formal             de contrición por lo que ha ocurrido en estos dos mil aos…             debemos disculparnos por las matanzas, por la Inquisición,             por los ghettos, por los distintivos, las expulsiones, las             acusaciones del asesinato ritual, y por sobre todo, por el fracaso             de la cristiandad en percibir a tiempo, o denunciar a tiempo, la             maldad del Holocausto en toda su dimensión".          
             Con estas reflexiones el curso llega a su fin. Quiero agradecerles             vuestros comentarios y preguntas, y la profundidad con la que             muchos han encarado el tema. Espero que el material provisto les             sirva en vuestras actividades y estudios. Mi dirección de             E-mail gustavop@jazo.org.il; permanece abierta para todos, y             siempre será un gusto aclararles dudas, enviarles material,             o intercambiar ideas.