 A diferencia de Marx y otros socialistas sobre los que veníamos          reflexionando, el arquitecto de la revolución bolchevique,          Vladimir Lenin, demostró estar exento de judeofobia. Al          oponerse a la judeofobia de los zares afirmó que "ningún          grupo nacional en Rusia está tan oprimido y perseguido como el          judío"…           Lamentablemente la actitud personal de Lenin fue eclipsada por el          establishment comunista, que desde el comienzo negó          específicamente a los judíos el derecho de          autodefinirse…           La judeofobia se transformó, según August Bebel, en "el          socialismo de los tontos", con la salvedad de que por primera vez un          movimiento judeofóbico se ocupaba en insistir que no lo          era: la campaña fue llevada a cabo según veremos,          bajo el epíteto de antisionista.
           A diferencia de Marx y otros socialistas sobre los que veníamos          reflexionando, el arquitecto de la revolución bolchevique,          Vladimir Lenin, demostró estar exento de judeofobia. Al          oponerse a la judeofobia de los zares afirmó que "ningún          grupo nacional en Rusia está tan oprimido y perseguido como el          judío"…           Lamentablemente la actitud personal de Lenin fue eclipsada por el          establishment comunista, que desde el comienzo negó          específicamente a los judíos el derecho de          autodefinirse…           La judeofobia se transformó, según August Bebel, en "el          socialismo de los tontos", con la salvedad de que por primera vez un          movimiento judeofóbico se ocupaba en insistir que no lo          era: la campaña fue llevada a cabo según veremos,          bajo el epíteto de antisionista.
 
 
 
Unidad 10: Rusia: entre Zares y Soviets (II)
Por:  							      							    Gustavo Perednik   
          A diferencia de Marx y otros socialistas sobre los que veníamos          reflexionando, el arquitecto de la revolución bolchevique,          Vladimir Lenin, demostró estar exento de judeofobia. Al          oponerse a la judeofobia de los zares afirmó que "ningún          grupo nacional en Rusia está tan oprimido y perseguido como el          judío". De este modo Lenin pasó un doble examen: la          admisión pública del sufrimiento israelita, y la          predisposición a combatir la judeofobia.       
          Una tercera prueba de la que salió airoso es que nunca          usó políticamente el odio antijudío. Por ejemplo,          en sus discusiones con el Bund (partido socialista          judío) Lenin no endilgó a su judeidad ser causa (ni          siquiera parte) del problema. Tampoco se dejó arrastrar a ello          cuando una joven hebrea atentó contra su vida.       
          Lamentablemente la actitud personal de Lenin fue eclipsada por el          establishment comunista, que desde el comienzo negó          específicamente a los judíos el derecho de          autodefinirse. Sólo a ellos se prohibió toda          aspiración nacional (no nos referimos solamente a la          religión, ya que aquí los judíos no tuvieron el          monopolio de la hostilidad comunista). El idioma hebreo fue declarado          subversivo y se envió a prisión a quienes lo          ense¤aban o estudiaban. Más aún, el gobierno          comunista destruyó sistemáticamente la vibrante vida          comunitaria judía en Rusia.       
          La judeofobia se transformó, según August Bebel, en "el          socialismo de los tontos", con la salvedad de que por primera vez un          movimiento judeofóbico se ocupaba en insistir que no lo          era: la campa¤a fue llevada a cabo según veremos,          bajo el epíteto de antisionista.       
          Desde 1919 el sionismo fue definido como movimiento          contrarrevolucionario. Junto con él fueron prohibidas las          cientos de escuelas judías del país. Los ejecutores de          la obra de destrucción fueron principalmente las fieles           Ievsektzia (secciones judías del Partido Comunista).       
          Después de la muerte de Lenin en 1924, José Stalin se          transformó en dictador de Rusia por tres décadas.          Durante ese lapso la judeofobia soviética se desembozó          (el odio personal de Stalin por los judíos es evidente, entre          otras fuentes, en las memorias de su hija). El "problema judío"          era el que presentaba un grupo con características de           pueblo pero para el que tal definición estaba          ideológicamente prohibida (porque no podían exhibir con          claridad territorio e idioma en común).       
          Para "problema" se propuso la solución de Birobidzhán,          un área de 35.000 km2 en el lejano Este. Por medio del traslado          de los judíos allí, el gobierno podía detener la          expansión japonesa (el territorio linda con Machuria) y al          mismo tiempo arrancar apoyo financiero de los judíos del          exterior. Asimismo, las Ievsektsia veían en          Birobidzhán una alternativa contra el sionismo.       
          El 28 de marzo de 1928 se tomó la decisión y unos          días después comenzó la migración. Ese          a¤o se prohibió toda publicación en hebreo y          muchos escritores judíos fueron arrestados, mientras en          Birobidzhán se establecían varias escuelas, un teatro y          un periódico en ídish. Incluso mil quinientos          judíos comunistas inmigraron desde el exterior. A pesar de la          propaganda, empero, salvo el a¤o récord de 1941, los          israelitas nunca llegaron a ser ni el diez por ciento de la          población general de la región.       
          Para 1930, como las Ievsektsia habían conseguido la          destrucción de la mayor parte de la vida cultural judía          en la URSS, pasaron a ser innecesarias para el régimen y se          procedió a su expedita eliminación. Sus líderes,          aunque habían sido fieles stalinistas, fueron ejecutados          (incluido el jefe Simón Dimanstein) o murieron en la          cárcel (como el editor del diario Moishe Lirvakov). Como vimos          en el caso alemán, ni siquiera la respuesta del auto-odio          salvó a los intelectuales judíos. Osip Mandelshtam, uno          de los más refinados poetas rusos de la historia, a pesar de          haberse declarado "alérgico a los olores judíos y a los          sonidos de la jerga judía" fue arrestado en 1934 y murió          en un campo de detención del lejano Este.       
          Ese a¤o se le otorgó a Birobidzhán el status          oficial de Región Autónoma Judía y el          mentor del proyecto, Mijail Kalinin, predijo que "en una década          será el único baluarte de la cultura nacional          judía socialista". Dos a¤os después, empero, las          purgas de Stalin marcaron una escalada judeofóbica. Ya no se          censuraron los ataques populares antijudíos, y el gobierno se          lanzó a la liquidación final de las instituciones          judías y sus líderes. Fue un golpe del que ni siquiera          Birobidzhán ya se repondría.       
          Hubo una circunstancia que, con todo, congeló la animosidad          soviética contra los judíos. El nazismo entronizado no          cesaba de fustigar a los comunistas como "lacayos judíos", lo          que por reacción gestó una línea oficial          antijudeófoba de parte del Kremlin. Entre 1934 y 1939 la URSS          expresó "sentimientos fraternales para con el pueblo          judío en reconocimiento a su participación en el          socialismo" e incluso mencionaba el origen judío de Marx (un          dato que se sustrajo de la Enciclopedia Soviética a          partir de 1952).       
          Esa calidez se apagó con la firma en 1939 del pacto de          no-agresión nazi-soviético que llevó a la Segunda          Guerra Mundial dos semanas después. Stalin reemplazó a          su principal diplomático (Litvinov, de origen judío) por          Molotov (con quien los alemanes estuvieron dispuestos a firmar el          tratado) y se comprometió ante Hitler a que el resto de los          judíos encumbrados en Rusia también serían          suplantados. El Kremlin felicitaba al Tercer Reich por "su lucha          contra la religión judía", y la prensa y radio          soviéticas escondieron sistemáticamente los informes          acerca de la brutalidad judeofóbica del nazismo. Aun los          comunistas alemanes que habían huido, fueron extraditados a          Alemania, judíos incluidos.       
          Algunos argumentaron que todo era un ardid de Stalin para ganar tiempo          y así armarse para la inevitable guerra con el Tercer Reich,          pero fue obvio que los partidos comunistas por el mundo abandonaron          toda crítica a los males del fascismo o a la judeofobia nazi.       
          Por ello, cuando un par de a¤os después Rusia fue          invadida por Alemania, los soviéticos debieron esforzarse en          recuperar la opinión pública mundial. Dos meses          después de la invasión organizaron el Comité          Anti-Fascista Judío (CAFI) conformado por figuras          públicas e intelectuales. El 24 de agosto de 1941 los medios          rusos anunciaban que "los representantes del pueblo judío se          reunieron a fin de convocar a nuestros hermanos judíos a          través del mundo para ayudar el esfuerzo bélico          soviético".       
          A pesar de este gran giro, la condena soviética al nazismo se          limitaba a vituperar "el asesinato de gente pacífica e          inocente" pero se negó consistentemente a presentar a los          judíos como blancos predilectos de los nazis. Por lo menos          200.000 judíos morían combatiendo en el Ejército          Rojo, y muchísimos eran distinguidos por su heroísmo,          pero los jerarcas stalinistas no interrumpieron la ejecución de          militares judíos, quienes eventualmente fueron rehabilitados          post-mortem después de la muerte de Stalin.       
          El CAFI, encabezado por Salomón Mijoels, publicó una          revista en ídish, emitía un programa de radio, y en 1943          viajó en campa¤a recaudatoria a los EE.UU., Inglaterra y          otros países. Las comunidades judías por doquier los          recibieron con entusiasmo ya que su visita marcó el reinicio de          los lazos entre los hebreos soviéticos y el resto de la          judería, lazos que se habían cortado con la          revolución bolchevique.       
          Una vez concluida la guerra, y a pesar de que las atrocidades nazis          fueron reveladas al mundo, la ocultación del martirio          judío continuó impávida. Toda referencia a que la          ocupación alemana de la URSS había perjudicado          especialmente a los judíos, era censurada por los voceros          oficiales soviéticos por "crear tensiones étnicas". Los          libros y películas acerca de la Segunda Guerra ignoraron          constantemente la existencia del Holocausto, virtualmente hasta el          punto de la negación. En una película rusa de casi una          hora que se exhibía a quienes visitaban Auschwitz (allí          habían sido asesinados un millón y medio de          judíos) la palabra judíos no era pronunciada ni          una sola vez.       
          El escritor ídish Vasili Grossman preparó un Libro          Negro de los crímenes nazis contra los judíos en          tierra soviética, pero el libro fue prohibido después de          que hubo ingresado en la imprenta. Al régimen no le          bastó negar el Holocausto (por omisión) sino que          llevó esa política hasta el ultraje cuando usaba las          atrocidades nazis precisamente para incrementar la judeofobia, por          medio de vincular el nazismo con el sionismo.       
          Las publicaciones del CAFI fueron finalmente prohibidas, y en enero de          1948 su presidente Mijoels fue asesinado por la policía secreta          soviética. Ese a¤o se perpetraron nuevas purgas para          poner punto final a toda actividad judía. En Birobidzhán          mismo se clausuraron el teatro y las escuelas ídish. La          población judía de la Región Autónoma          Judía había llegado entonces a 30.000 personas, y          comenzó su rápida e irreversible disminución. El          gran plan de emigración judía pasaba a la historia.       
          El CAFI fue liquidado con todas las instituciones que habían          sobrevivido, recrudeció el embate contra el sionismo, y se          lanzó una caza de brujas contra los nuevos enemigos, los           Cosmopolitas. En efecto, para fines de 1948 los escritores          judíos y las figuras públicas más prominentes ya          habían sido arrestados. Durante un juicio secreto en 1952,          fueron acusados de conspirar para separar la península de          Crimea de la URSS y crear allí "una república          judía burguesa que serviría de base militar para          nuestros enemigos". Veintiséis escritores judíos (muchos          de ellos leales stalinistas) fueron ejecutados el 12 de agosto de 1952          (desde entonces y hasta hace algunos a¤os, en esa fecha se          expresaba el Día de Solidaridad con los Judíos de la          URSS).       
          El término Cosmopolitas se aplicó peyorativamente          en la URSS a los intelectuales judíos, a partir de noviembre de          1948, que fue el a¤o pico del chauvinismo ruso en su lucha          contra la influencia occidental. El uso del término          comenzó en diario Pravda, en denuncias contra los "que          no tienen patria" (¡en el país del internacionalismo!).          "Patriotas" rusos acudían a "desenmascarar" israelitas en las          artes y las letras. Primero revelaban los nombres verdaderos de los          judíos que usaban seudónimos, luego abultaban su          influencia real, y finalmente "mostraban" cómo los          judíos escondían su identidad detrás de nombres          rusos para difundir desprecio por Rusia (ejemplo de este "desprecio"          era que sugerían que escritores rusos habían sido          influidos por poetas Cosmopolitas como Heine o Bialik).       
          Esta campa¤a fue el primer ataque oficial contra los          judíos soviéticos como grupo. Aunque atemperó en          mayo de 1949, se la considera el comienzo de los llamados           A¤os Negros que se extendieron hasta la muerte de Stalin, y          durante los que fueron arrestados también los principales          rabinos (Epstein, Lev, Lubanov, etc.), muchos de los que murieron en          campos de trabajo.       
          La judeofobia fue un importante instrumento de la política          stalinista durante la Guerra Fría, extendida más          allá de las fronteras de la URSS. En Checoslovaquia, por          ejemplo, en 1952 fueron detenidos catorce jerarcas del Partido          Comunista bajo acusación de conspirar contra el Estado. Once de          ellos eran judíos, incluido el Secretario General del partido,          Rudolf Slansky. El Proceso Slansky fue supervisado por agentes          moscovitas especialmente enviados a Praga. Por primera vez en la          historia, un foro comunista con autoridad proclamó abiertamente          la existencia de una conspiración judía internacional.       
          Se reiteraba una y otra vez el origen judío de los acusados, y          se atribuían sus supuestos crímenes a esa causa primera.          La fiscalía los estigmatizaba como sionistas, aun cuando          todos los acusados siempre se habían opuesto al sionismo.          Durante el juicio, se atribuyó la crisis económica checa          a "los judíos". (Me permito la digresión de recordar a          mis estudiantes que hace un mes el Premier de Malasia Mahatie Mohamad,          culpó a "los judíos" de la caída de la moneda          malaya. Aunque en Malasia no hay ni un solo judío, las          críticas que se oyeron contra la declaración fueron          apagadas por una multitudinaria manifestación de apoyo popular          a Mohamad).       
          En Praga de 1952, la embajada de Israel pasó a ser baldonada          como un centro mundial de espionaje y de subversión anticheca.          Ocho de los acusados fueron ejecutados y los tres restantes condenados          a prisión perpetua. Cientos de judíos checos fueron          arrojados a la cárcel, en muchos casos sin que siquiera mediara          incriminación; otros eran enviados a campos de trabajo. (A          fines de la década del cincuenta las víctimas del           Proceso Slansky fueron rehabilitadas, pero las acusaciones contra          el sionismo y el Estado de Israel no fueron rectificadas).       
          Con todo, también en el stalinismo, como había sido la          judeofobia previa, lo peor aún estaba por venir. El 13 de enero          de 1953, doce médicos (nueve de ellos judíos) fueron          arrestados en Moscú y acusados de complotar para envenenar a          los máximos líderes comunistas. El juicio resultante fue          un eco de las acusaciones medievales contra los judíos, pero se          interrumpió bruscamente cuando Stalin murió el 2 de          marzo. Más tarde se informó que el dictador había          previsto utilizar el Complot de los Médicos para          expulsar a Siberia a unos dos millones de judíos.       
          La Era Post-Stalin       
             El heredero de Stalin, Nikita Kruschev, aunque fue también             judeófobo, atenuó la locura de su predecesor. En 1958             llegó a admitir incluso que el proyecto de             Birobidzhán había fracasado (no se privó,             empero, de atribuir el fracaso a la "aversión judía             hacia el trabajo colectivo y la disciplina grupal").          
             La nueva política (llamada destalinización)             denunció las purgas y la brutalidad del dictador, pero no             consideró que la judeofobia fuera uno de los vicios que             debía corregirse. En 1961, siete de los ocho discursos             grabados de Lenin fueron comercializados; el único excluido             fue el que condenaba la judeofobia. Lo mismo ocurrió con la             publicación de las obras completas de Gorki, Leskov y otros,             de las que se excluyó cuidadosamente toda reprobación             de la judeofobia.          
             Las diatribas contra el sionismo se exacerbaron, y exhibieron un             tono antijudío más procaz. En 1963 la Academia             Ucraniana de Ciencias publicó el virulento libro              Judaísmo sin adornos de Trofim Kychko. Además,             ese a¤o y el siguiente muchos judíos fueron             víctimas de juicios públicos por "crímenes             económicos" (especialmente el "crimen de la             especulación"). De los ciento diez condenadas a muerte,             setenta fueron judíos. En uno de esos juicios en Ucrania,             doce personas fueron declaradas culpables. La mitad de ellos (los             no-judíos) fueron enviados a prisión; los seis             judíos fueron fusilados.          
             La judeofobia comunista siempre se autodefinió como              antisionista, y difundió en efecto una grotesca             caricatura, según la cual el propósito del sionismo             no era realmente asegurar un hogar nacional para los judíos             en Israel, sino conspirar para dominar el mundo entero, al viejo             estilo de los Protocolos. A partir de la Guerra de los             Seis Días (1967) los medios de prensa soviéticos             constantemente se refirieron al Estado judío como un Estado             nazi. Uno de los promotores del veneno, Iury Ivanov,             escribió en 1969 ¡Cuidado, sionismo!, libro que             fue bienvenido por la prensa soviética como "el primer             trabajo científico y fundamental sobre este tema". A fin de             persistir en esta propaganda, en 1983 se fundó en             Moscú el Comité Antisionista, que en apenas un             lustro sacó a la luz 48.000 publicaciones antisionistas.          
             En cuanto a la Rusia post-comunista, la peculiaridad de su             judeofobia es que no es privativa del populacho. Intelectuales de             renombre, científicos y ex-disidentes, la difunden en             diarios importantes. Un grupo de estos escritores, los prosistas             de la aldea (Valentin Rasputin, Vasily Belov y Victor Astafiev)             sostienen que "los judíos instalan un clima corrupto, que             poluciona la pureza del alma rusa honesta y buena". El             matemático Igor Shafarevich atribuye la intrínseca             maldad de la moderna sociedad tecnológica (la llama              rusofobia) a la mentalidad judía. Para él, el             judío encarna la civilización urbana,             antítesis de la Rusia virtuosa y tradicional.          
             Los argumentos de la judeofobia rusa de hoy, son que "los             judíos" mataron al zar e instigaron la revolución de             1917 y el terror subsecuente. Su ya conocido método es             resaltar hasta el absurdo la presencia de por ejemplo Kaganovich en             el Politburó comunista. (La desproporcionada presencia de un             15% de judíos en el liderazgo bolchevique -que en             países como Hungría fue aun muy superior- tiene             claras explicaciones que exceden el marco de este curso. Mas cabe             aclarar que la mayoría de los judíos, o bien             aceptaron resignadamente al hostil régimen zarista, o bien             fueron mencheviques, socialdemócratas).          
             Otros mitos judeofóbicos de la Rusia actual son que "los             judíos" (y no por ejemplo el biólogo Lysenko)             destruyeron la biología en Rusia. Fueron "los judíos"             (la referencia es al arquitecto Ginsburg) quienes demolieron los             monumentos históricos de Moscú en la década de             1930.          
             En cuanto a otros tipos de izquierda allende la frontera rusa, cabe             referirse a la Nueva Izquierda, que atrajo a miles de             estudiantes y jóvenes europeos y norteamericanos desde la             rebelión en Berkeley de 1964 hasta después del mayo             francés de 1968 que llevó a la caída de de             Gaulle. La Nueva Izquierda nunca tuvo una doctrina coherente             (iban desde el maoísmo hasta el anarquismo, hippieismo,             etc.) pero su aspecto judío es paradojalmente doble: notable             desproporción en el liderazgo (que a veces llegaba hasta             más de la mitad; recuérdese a Daniel Cohn-Bendit en             Francia) y, a pesar de ello, un antisionismo virulento y obsesivo.          
             La Nueva Izquierda presentó a los árabes como             el Tercer Mundo oprimido por Israel, y a éste como             "representante de la tecnología occidental y un lacayo del             imperialismo". Sus mentores no asumieron esa postura (se destacaban             Marcuse y Sartre, y este último protestó contra el             prejuicio de que "Israel es imperialista con sus kibutzim, y los             árabes son socialistas con sus Estados feudales") pero fue             la norma entre los jóvenes.          
             En Alemania el antisionismo se extremó. La SDS estudiantil             en 1969 interrumpía todos los actos públicos en los             que debía aparecer el Embajador de Israel. A fin de ese             año terroristas de la Nueva Izquierda intentaron             hacer estallar volar el salón de la comunidad judía             de Berlín durante un homenaje a las víctimas del             nazismo. En panfletos titulados Shalom y Napalm pregonaban             la destrucción del Estado de Israel, y exigían a la             izquierda alemana terminar con sus sentimientos de culpa con             respecto del pueblo judío, que constituían un             "antifascismo neurótico y retrovisor". Los líderes             Ulrike Meinhof y Dieter Kunzelmann terminaron por unirse los              fedayín árabes, y de esa asociación             resultó, entre otros atentados, el famoso secuestro hacia             Uganda del avión de Air France (1976). Sólo los             pasajeros judíos fueron retenidos en Entebe, hasta que los             rescató la fuerza aérea israelí.          
             El antisionismo es la forma más persistente de la judeofobia             contemporánea. Mucho se ha escrito acerca de en qué             medida se trata propiamente de odio antijudío. ¿Se             puede ser antisionista sin judeofobia? El antisionismo descalifica             los sentimientos y aspiraciones nacionales de los judíos (y             sólo de los judíos) y considera a Israel (y             sólo a Israel) un Estado ilegítimo. No estamos             hablando aquí de la crítica a las políticas de             Israel. Estas críticas no implican antisionismo ni su             componente judeofóbico. Los desacuerdos políticos con             algún gobierno de Israel, aun si son profundos, no son             nuestro tema.          
             Nuestra materia es el vilipendio intransigente contra el Estado             judío, formulado desde la convicción de que             éste no tiene derecho a la existencia. Lo notable es que en             rigor, Israel es uno de los pocos Estados cuya creación era             indispensable para salvar miles de vidas. Así             sintetizó Lord Byron la situación de los             judíos en un poema de 1815: "El nido a la paloma contiene/ y             al zorro su cueva oscura/ cada nación país tiene/ e             Israel… -¡la sepultura!").          
             Aun cuando desde un punto de vista estrictamente teórico se             podría ser antisionista y no judeofóbico, el             antisionismo propone acciones que llevarían a la muerte de             millones de judíos. Por ello en el mundo las dos expresiones             de odio están íntimamente interlazadas, como muchas             veces revelan sus propios voceros. Yakov Malik, embajador             soviético en la ONU se quejó en 1973 de que "los             sionistas se han presentado con la absurda ideología del             Pueblo Elegido" (como es bien sabido, el concepto bíblico de             Pueblo Elegido es parte del judaísmo; el sionismo no tiene             nada que ver con él).          
             En una película de propaganda, la actriz Vanessa Redgrave             actúa en danza erótica con el fusil de un guerrillero             palestino. Cada vez que la película ataca a los             judíos, aunque se usa claramente el término             árabe por judío (Yahud) el subtítulo en             inglés reza "sionistas".          
             La autodefinición de antisionistas es socialmente             más aceptable para los judeófobos de hoy,             después de que la judeofobia quedara tan descubierta en la             Segunda Guerra. Martin Luther King resumió bien la             distorsión cuando declaró: "Critican a los sionistas             pero se refieren a los judíos. Se trata de antisemitismo."          
             El antisionismo comparte las características de la             judeofobia que mencionamos en la primera lección. Ha             transformado a Israel en "el judío" de los países.             Uno de los muchos ejemplos de su obsesividad fue el congreso sobre             "Derechos humanos en el Tercer Mundo" que tuvo lugar en Harvard en             1979. En momentos en que había masacres en Africa,             dictaduras en Latinoamérica, o la Uganda de Idi Amin, el             temario del congreso se redujo exclusivamente al "terrorismo y             genocidio de la así llamada Nación de Israel". Lo             notable es que de las docenas de pueblos sin Estado que hay en el             mundo (cachemiros, tamiles, vascos, curdos, neocaldeonios, etc.)             curiosamente, sólo los palestinos despiertan solidaridad             internacional, y sin que se tengan en cuenta siquiera los             métodos que utilizan.          
             Las expresiones del antisionismo son muy variadas. Desde el boycot             árabe que hasta el día de hoy excluye a Israel de los             mapas, hasta las caricaturas que presentan al israelí como             el estereotipo judío repelente que aspira a dominar el             mundo. Uno de sus más lamentables foros fueron las Naciones             Unidas.          
             Un tercio del total de las condenas de la Asamblea de la ONU fueron             contra Israel, una desproporción a todas luces sospechosa.             El sionismo fue el único movimiento nacional permanentemente             difamado en la ONU. El 10/11/75 fue declarado "racista" y el             14/12/79 "hegemonista". El 5/2/82 y el 24/4/82 se votó que             Israel "no es Estado de paz", y esto era un paso previo a su             expulsión. La judeofobia previa quería expulsar al             judío de la humanidad; la contemporánea quiso hacer             lo propio expulsando al Estado judío de la familia de las             naciones.          
             A veces las declaraciones de la ONU no están exentas de la             aureola de mito medieval, como cuando el 23/8/1983 se acusó             a Israel de envenenar a escolares secundarias árabes.             Agreguemos que la ONU condenó el rescate de los civiles             secuestrados en Entebe (1976) y, como organismo creado en 1945 para             promover la paz, rechazó los Acuerdos de Camp             David (1979), que eran el primer tratado de paz entre Israel y             un país árabe después de cinco guerras.          
             Hasta el momento de la invasión iraquí de Kuwait             (1990) no hubo jamás en la ONU censura contra Estados             árabes, a pesar de que éstos habían llevado a             cabo decenas de guerras, usos de armas químicas,             expulsiones, ejecuciones públicas, y vítores a             secuestros de aviones, matanzas de deportistas o escolares, etc. El             delegado del Irán de los ayatollas llegó a ocupar la             vicepresidencia del Comité de la ONU para los Derechos             Humanos en Ginebra.          
             Las agencias internacionales de noticias fueron otro marco             proverbial para reescribir la historia del sionismo,             presentándolo como un movimiento imperialista nacido para             explotar y despojar a una nación pacífica y             milenaria. Pocas veces se menciona en la prensa que jamás             hubo un Estado árabe palestino, que Jerusalem nunca fue             capital de pueblo alguno salvo de los judíos, y que hasta             avanzado el siglo los meros términos de Palestina y             palestinos eran aceptados sólo por los judíos,             ya que los árabes de la zona contendían que eran             parte de la Siria del Sur. Lo aclaró muy bien Zoher Mossein,             jefe de la Oficina de Operaciones Militares de la              Organización para la Liberación de Palestina en             1977: "No hay diferencia entre jordanos, palestinos y libaneses;             somos miembros de una sola nación. Solamente por razones             políticas nos cuidamos de enfatizar nuestra identidad como             palestinos, ya que un separado Estado Palestina será un arma             adicional para luchar contra el sionismo".          
             La tendencia de la prensa es, en términos generales,             consistentemente antisionista. Los ejemplos abundan, y resaltaron             especialmente durante la Guerra del Líbano (1982), cuando se             mostraba a Israel como un país nazi. Ejemplos posteriores             podrían ser El Israel imperial de John Chancellor, la             película Sesenta minutos sobre los desórdenes             en el templo en 1990, o Cuatro horas en Shatila de Jean             Genêt en 1992, pero son virtualmente innumerables. Los medios             de comunicación han distorsionado el objetivo del sionismo.             En lugar de la recuperación de la Tierra de Israel para el             perseguido pueblo judío, lo presentan como una despiadada             aventura colonial.          
             Las principales agencias de noticias y redes de información,             como Reuters y la BBC, han contribuido con esta fantasía,             cada una por sus motivaciones. Aun prestigiosas publicaciones como             la National Geographic, dedicó su edición de             1992 a Los Palestinos rastreando su historia a cinco mil             a¤os, a una "Palestina" pre-israelita (recordemos que la             palabra Palestina la acu¤aron los romanos en el siglo             II). Amplia documentación de este fenómeno de "robar             la historia judía" puede hallarse en el libro de David             Bar-Illan Eye on the Media (1993).          
             Esto no quiere decir que la mayoría de las agencias             noticiosas sean judeofóbicas, sino que, lamentablemente, la             judeofobia todavía vende bien.          
             Dijimos que el antisionismo es una de las dos últimas             manifestaciones de la judeofobia. De la otra, y también de             la judeofobia en América, hablaremos en nuestra             próxima clase.