La falta de confianza en uno mismo mina nuestras existencias y nos deja a disposición de enfermedades y pillos que se aprovechan de nuestro flanco débil.
Esta actitud de vida nos hace perder oportunidades, nos encierra en mares de autojustificación, nos aprisiona en relaciones decadentes, nos imposibilita crecer, cierra nuestra misión de vivir como constructores de Shalom.
¿Cuántas veces te ha pasado de querer hablarle a una
persona que te gusta, o por una oportunidad laboral, pero por temor al rechazo miraste furtivamente de reojo y te fuiste hacia la oscuridad del autoreproche, o de la autojustificación?
Sientes miedo a quedar expuesto ante otro, en el miedo básico del plan social, que te impulsa a ser admitido, a ser parte de algo mayor. Miedo básico que te aterra de solamente suponer que no serás convidado, o que se burlarán de ti, o no alcanzarás esa posición o estatus que supones indispensable para valer y ser feliz.
Tú acción decae o se detiene por el miedo, y si no superas el embate del miedo, nunca alcanzarás hacia donde quieres y puedes llegar.
Aunque estés intelectualmente capacitado, con herramientas adecuadas, pero al fallarte en el plano emocional la confianza, entonces, de nada te sirve tu inteligencia, tu aptitud, tu genética… te paralizas, te escondes, huyes, o te conviertes en un servil seguidor de otros, que no tienen miedo de manifestarse y de expresar sus deseos, aunque sean infames y te agobien.
Otro ocupa tu lugar, otro te manda, otro te somete, otro disfruta de lo que podría haber sido tuyo.
¿Es triste recordar que así te acontece bastante a menudo?
Por supuesto que este miedo es usado también por religiosos, clérigos, mesiánicos, misioneros, sectarios, políticos, medios de presión social, supuestos amigos, para tener ascendencia sobre ti, para dirigirte como si fueras un títere a su disposición.
Entre los recursos de manipulación que ellos aprenden a usar con astucia y habilidad, por supuesto que está el aprovecharse de tu falta de confianza en ti mismo, en tu miedo a ser menos que otros.
Como quedas expuesto ante su pérfida y adiestrada mirada, ellos tienen poder sobre ti. Tú permaneces impotente, débil, inútil en tanto ellos se quedan con lo tuyo, se apropian de lo que más quieres, abusan de ti como mejor les parece y tú ardes en ira oculta o ni siquiera te atreves a darte cuenta de que estás enojado.
¿Recuerdas haber pasado por algo parecido?
Conoces el diagnóstico, ahora, atiende a algunos consejos probados y comprobados que te vitalizarán. No me considero autor de todos ellos, sino mayormente un recopilador y quizás explicador. Espero que los sepas entender, asumir y aprovechar en tu crecimiento personal, familiar, social y especialmente como sagrado constructor de Shalom.
1.- Ten a mano y en cuenta esta pregunta:
“¿Qué es lo peor que podría pasar?”
Estás tan pendiente de lo que puede salir mal, que acrecientas el asunto hasta niveles que no existen en la realidad.
En vez de tratar de descubrir el futuro, para profetizar desastres y por ello negarte a actuar, mejor haz lo que tienes para hacer.
Por supuesto que debes andar con precaución, no es cosa de vivir como necio, pero deja de inventar excusas hacia el futuro viendo lo difícil o peligroso que algo podría ser.
«¿Qué tengo para perder?», es la pregunta opcional a la anterior, manéjalas, úsalas, aprovecha del canal de luz que te abren al despegar tus dudas para posibilitarte el actuar positivamente.
2.- La mente no tiene cómo diferenciar entre una imagen real y una inventada.
Si tú te programas con imágenes de fracaso, estás induciendo a tu mente a esperar el fracaso, a buscarlo, a crearlo.
Pero si te entrenas con visiones positivas, aunque aún no se hayan realizado, estás preparando tu ruta hacia el éxito.
Tú no tienes el poder sobre el resultado final, pero eres el amo de tus pequeñas acciones que cocinan el mejor manjar.
Cierra tus ojos, respira con pausa y profundamente y haz que tu imaginación dibuje la victoria.
Dilo en voz audible por ti.
Saboréalo, pálpalo, hazlo realidad hasta el mínimo detalle para tu mente, y estarás desplazando el miedo y colaborando con el éxito.
3.- Lee tu lápida. Sí, lee tu lápida.
Haz un viaje hacia el futuro lejano, al día posterior a tu entierro y comprueba que has conseguido con tus actitudes pusilánimes, con tu ser esclavo del miedo y por lo tanto de otros que se aprovechan de ti.
Deja que tu fantasma de futuro oiga los comentarios de aquellos que te han sobrevivido y ten en cuenta esos datos para evaluar si vale la pena vivir así como tu miedo te lleva a hacerlo, o te harás fuerte y escojerás vivir en verdad y no como un mero espectador o como un presidiario de sombras.
4.- El Faraón interno que te habla con brusquedad pero voz casi inaudible en tu interior, que te somete, que te esclaviza, recibe la energía de ti.
¡Quítasela!
Imagina que tienes un control remoto, presiona el botón de apagar, y harás desaparecer a esa sombra que desde dentro de ti te gobierna.
Si no puedes apagarla, búrlate de ella.
Repite lo que te dice en silencio, pero hazlo con voz graciosa, como tomándole el pelo. Entona graciosamente, respira payasecamente, quítale el peso de miedo para hacerla lo que es: la nada misma, pero que te asusta.
5.- Juega a decirte “como sería si…”.
Plantea una situación concreta, y juega a responderte: ¿Si tuviera confianza, como actuaría?
¿cómo me movería? ¿cómo hablaría? ¿en que pensaría?
De modo similar al segundo consejo, tu mente se ira preparando para actuar como si tuvieras confianza, crearás un hábito
positivo que echará de tu vida la mediocridad, el miedo, la falta de confianza.
6.- Encuentra a quien te pueda servir como ejemplo positivo y aprende de él.
Puede ser alguien de tu entorno o no, lo importante es que copies aquellas acciones, actitudes, etc. que están probadas como efectivas.
7.- No todas las personas son buenas y justas, pero tampoco lo son malvadas e incorrectas.
Si supones que la gente es mala, te encontrarás con gente que no actuará bien.
Trata de pensar positivamente, trata de no juzgar negativamente, a no ser que no tengas más remedio que hacerlo así.
Recuerda que el otro también quiere ser querido, también quiere ser respetado, también puede que le falte confianza, también es presa del miedo; actúa con simpatia, con bondad, con justicia, y la confianza nacerá naturalmente.
Pero, no seas ingenuo por demás.
8.- Busca y consigue un verso de los Salmos que te haga vibrar positivamente (que sea en versión traducida por erudito judío y de ninguna manera obra de idólatra). Tan solo un verso, que se convierta en tu acompañante perpetuo, que sea tu clave para encontrar el lazo que te refuerce en la confianza con el Padre Celestial.
Puede ser «el Eterno es mi pastor, nada me faltará», o «el Eterno es mi sombra a mi mano derecha», o «tengo al Eterno presente delante de mí todo el tiempo», o lo que quieras y sintonice contigo.
Pero recuerda, no es un ensalmo, no es brujería, no es un dicho que obliga a Dios o al mundo a actuar bajo tu poder.
Es simplemente la llave para reforzar tu conexión constante con Él.
9.- Aprendes que no tienes obligación de ser perfecto, que no tienes por qué hacer todo excelente siempre. Aprendes a conocerte, en tus virtudes y defectos, y no te engañas.
Entonces, con esta cualidad que se llama «humildad», resultas en una persona confiada, serena, segura.
10.- Nunca olvides que eres preciosa obra del Eterno. Si estás aquí no es por casualidad, no es obra de algún destino, no es por error. Estás en este mundo para desarrollar tus potencialidades, para cumplir tu misión.
Dios aún confía en ti, pues te mantiene con vida.
Tú no deseas defraudar a Dios, ¿o sí?