Hace unos instantes, una nueva amiga del sitio, que recién está tomando conciencia de su identidad espiritual noájica, nos comentaba en nuestro chat que trató de dialogar con su familia, quería mostrarles las contradicciones y desvíos del «nuevo testamento».
La respuesta de ellos fue algo así como que cada cual interpreta lo que le viene en gana, por tanto cada cual hace lo que quiere.
Por supuesto que esta hueca excusa no tiene pies ni cabeza. Es un subterfugio para no querer quitarse la venda de los ojos. Es un grito desesperado para mantenerse sumiso en la cárcel de la idolatría. Es una absoluta falsedad que raya gravemente en la peor de las blasfemias.
Ciertamente la palabra del Eterno no es vana ni depende de nuestra débil y vacía interpretación de las cosas.
La palabra del Eterno es compleja, por lo que admite diferentes niveles de interpretación.
Eso es cierto.
Están los clásicos cuatro niveles de estudio de la Torá, con sus respectivas facetas.
Pero, en modo alguno esto da pie para suponer que cada idea absurda es lícita, cuando se trata de dar sentido a la palabra de Dios.
Lo más precioso que tenemos es Su palabra, que nos da vida en Este Mundo y en la Eternidad.
Por tanto, no es objeto de juego, ni de manipulación, de libre interpretación.
Por el contrario, el profundo y leal estudio de Su Palabra, a cargo de Su nación escogida de Israel, es una tarea ardua, complicada, profunda, detallada, minuciosa.
Cuando los idólatras acusan estúpidamente a los judíos de «legalistas» por estar apegados a la Torá, no se dan cuenta que más que un insulto es un elogio.
Pues, ese estricto al código, esa sumisión a la Ley, ese intenso y constante estudio en profundidad de la Torá, esa lealtad para mantener las enseñanzas sin escorias ajenas, es un patrimonio del pueblo judío que lo hace ser digno servidor del Eterno.
¡Qué más gloria que vivir cada momento sumergido en Su Palabra!
No solamente estudiándola, sino difundiéndola con verdad y claridad, pero más importante aún, viviéndola hasta en su menor detalle.
Porque es este apego poderoso a Su Palabra, este «legalismo» lo que hace que la interpretación de los Sabios de Israel sea la única válida. Puesto que ha sido dada directamente por Dios cuando reveló Su Palabra, y se ha mantenido constante y con lealtad dentro del seno de Israel, en los estudios de los Sabios judíos.
Así pues, no hay motivo para permitir que se insulte a Dios y Sus cosas, cuando se toma tan a la ligera sus cosas y se dice que Su Palabra es de libre interpretación, a gusto de consumidor.
No lo toleramos cuando decimos algo y los demás suponen lo que se les antoja, puesto que cuando dijimos algo, teníamos alguna intención y es ésta la que queremos compartir con el otro.
El Eterno así también hizo.
Nos dio Su Palabra, nos explicó su sentido, y no tolera que abusemos de ella, que la cambiemos al capricho del lector, ni al llamado del deseo del corazón.
Por tanto, quien quiera conocer la Palabra, sí o sí debe recurrir a las lecciones de los verdaderos Sabios del judaísmo, que se mantienen apegados plenamente a la Tradición celestial.
Lo demás, son palabrerías que llevan a la mortal confusión, a la mentira, al caos, a la corrupción, a la miseria espiritual.
Y recuerden:
«No reprendas al burlador, porque te aborrecerá; corrige al sabio, y te amará.»
(Mishlei / Proverbios 9:8)