Por Rav Azriel Tauber
CAPÍTULO 1
APERTURA
Las personas están deprimidas. Están sucumbiendo. La economía es un caos. A nadie le importa, corrupción, ambición, e indiferencia, o bien, todos somos impotentes para poder lograr un cambio. ¿Y tú quieres hacerme creer que un rabino ultraortodoxo tiene todas las respuestas?
—Bueno, si no todas las respuestas, por lo menos algunas de ellas.
—Escucha, tú eres mi hermana. Crecimos juntas. Y estoy contenta que pienses que encontraste algo. Pero no es para mí.
—Eso es lo que honestamente sientes, ¿qué yo encontré algo?
—¿Honestamente? No. Honestamente pienso que has actuado precipitadamente. Éste es el siglo veinte. Casi el veintiuno. ¿Por qué retrocedes a la Edad Media?
—¿Realmente piensas que hemos progresado tanto? ¿Realmente la gente está mejor ahora que antes?
—Sí. Tenemos derechos básicos. No te tienes que preocupar que si el rey se levanta con el pie izquierdo te va arrojar al calabozo. Sé que las cosas no son perfectas, pero ciertamente han mejorado.
—Pero la gente aún es infeliz.
—No voy a negar eso.
—¿Tú eres infeliz?
—Tampoco voy a negar eso.
—Pero de acuerdo a los valores de la sociedad, tú deberías ser la persona más feliz. Eres sofisticada, liberada, inteligente, educada, con buena carrera y no careces de cosas materiales. Y aún así, no eres feliz.
—Sé qué más vas a decir. Como no soy feliz, por lo tanto, tengo que encontrar a D–os y volverme una judía ultraortodoxa.
—No te voy a decir lo que tienes que hacer, pero te voy a decir que tus percepciones al respecto, están equivocadas.
—¿Por qué?
—Para empezar, no hay tal cosa como un judío ortodoxo y menos un judío ultraortodoxo.
—¿A qué te refieres? Si no hay algo así, ¿cómo te llamas a ti misma?
—Me llamo una judía que está haciendo su mejor esfuerzo por cuidar la Torá. Si debes usar una etiqueta, soy una judía que sigue la Torá. La palabra ‘ortodoxo’ fue usada por primera vez en el siglo XIX por los judíos que querían pasar por progresistas. Así que etiquetaron a aquéllos que permanecieron fieles a la Torá como ‘ortodoxos’. En la actualidad, los ideales de aquellos judíos autoproclamados ‘progresivos’ parecen arcaicos y obsoletos. No obstante, la etiqueta que pusieron a los judíos que eran leales a la Torá permaneció. ‘Ortodoxo’ denota a alguien estricto, de mente estrecha y puritano. El término ultraortodoxo es claramente prejuicioso en la forma en que la mayoría de la gente lo usa. Si yo fuera negra, ¿te sentirías tan libre para clasificarme con una etiqueta que insinúa algo negativo?
—No me había dado cuenta que era insultante para ti. Lo siento.
—Es insultante para mí porque sé que no es verdad. He conocido a tantos judíos ‘ultraortodoxos’ brillantes, bien educados, bondadosos, que escuchar a alguien englobar a todos los judíos de Torá en una clasificación que insinúa estrechez mental, me duele. Y me duele porque sé que las víctimas reales de este prejuicio son los judíos seculares que sólo tienen un entendimiento superficial. Etiquetas como ésa, hacen que los obstáculos para la unión de nuestro pueblo sean mayores. Créeme, no tienes idea de lo que estas personas son. Te han inculcado —abierta o discretamente— con distorsiones, verdades a medias y mentiras absolutas acerca de sus creencias y prácticas.
—Nuevamente te pido disculpas si te he insultado a ti o a ellos.
—No te sientas apenada. Sólo ven conmigo este fin de semana al seminario. Mientras tengas la mente un poco abierta, será muy informativo.
—¿Va a haber otros como yo?
—Definitivamente. Y yo voy a estar ahí. Podemos platicar en el tiempo libre.
—¿Cuánto días dura?
—Empieza el jueves en la noche y termina el domingo.
—Si no fueras mi hermana menor, no lo pensaría ni siquiera dos veces. Pero dame un día o dos y te contesto.
Ó Ó Ó
—No soy una persona espiritual. Si quieres saber la verdad, todo lo que pienso es en cómo hacer dinero.
—Pero hay más en la vida que el dinero.
—Sí, pero si tú hubieras sido criado como yo, viendo a tus padres luchando toda su vida para todavía tener que pedir prestado del sueldo del siguiente mes, actuarías en la misma forma. Todas estas cosas de la religión son bonitas, pero la realidad es el dinero.
—Eres tan típico.
—Sí, lo soy. ¿Qué opinas de más de un millón de israelíes como yo que viven fuera de Israel?
—¿Qué hay acerca del idealismo?
—Si yo tuviera un millón de dólares, podría darme el lujo de ser un idealista. No soy del tipo de los que necesitan mil millones de dólares. Si yo hiciera mi millón, regresaría. Soy un creyente. Y es por eso que no necesito este seminario. ¿Qué me dirá el rabino? ¿Que existe un D–os? Eso yo ya lo sé. Si te contara tan solo algunos de los milagros que vi cuando combatí en contra de los árabes, no me lo creerías. No necesito que nadie me convenza de que existe un D–os.
—Sé que eres un creyente, pero ¿cuánto sabes?
—¿Saber?
—Sí, tú crees, pero realmente ¿cuánto sabes acerca de tu religión?
—Israel no es como Estados Unidos. Aun los no religiosos en Israel estudian la historia y las costumbres judías. Es como una segunda naturaleza en nosotros.
—Ése es el problema. En el mejor de los casos es una segunda naturaleza. Nunca fue abordado con convicción, así que nunca fue entendido más que superficialmente,
—Créeme, entiendo más cosas que la mayoría de la gente.
—Sé que has experimentado mucho, pero ¿alguna vez realmente te sentaste, estudiaste y te enfrentaste con tu religión? ¿Alguna vez trataste de obtener un entendimiento más profundo por tu cuenta?
—Ya te lo dije, no soy una persona espiritual.
—En otras palabras, tú no quieres pensar.
—Yo ya pienso mucho. Hasta los rabinos dicen: Yosif daat, yosif majov, ‘aumentas en conocimiento, aumentas en dolor’.
—Quizá no estás pensando correctamente.
—Escucha amigo, si yo me la pasara pensando desde hoy hasta que tuviera 120 años, no me ayudaría a hacer dinero. Y sin dinero, una persona no puede vivir. Hasta los rabinos necesitan dinero.
—No estoy diciendo que dejes de trabajar. Todo lo que estoy sugiriendo es que renuncies a un fin de semana, sólo uno. Te puede dar más de lo que piensas.
—¿Para qué lo necesito?
—¿Para qué lo necesito? Todos los israelíes tienen la misma expresión. ¿Es qué acaso todo gira alrededor de ti y de tus necesidades?
—¿Por qué más lo haría? ¿Por ti?
—No lo hagas por mí. Hazlo por ti.
—Pero yo no lo necesito.
—Entonces hazlo por el D–os en el que dices creer. Él te hizo un judío. Un judío no puede lograr realmente lo que es, si es un ignorante. Tienes buenas excusas, como la de que no eres espiritual, pero en el fondo sí debes serlo. Todos debemos serlo. De lo contrario, D–os no nos hubiera dado almas. Aquí tienes el número telefónico de la organización que está dirigiendo el seminario y la dirección donde se va a efectuar. Si quieres permanecer como un judío ignorante, ésa es tu opción. Pero este seminario es la oportunidad para profundizar en ti mismo, en tu yo judío. Tal vez te des cuenta que no gira alrededor de lo que crees que necesitas en el momento.
Ó Ó Ó
—¿Qué pasa contigo? Ya fue suficientemente malo perder el negocio. Pero me digo a mí misma, por lo menos todavía tenemos nuestro matrimonio. Después empezaste a volverte muy solitario y hasta insultante. Aún así, racionalicé y dije, por lo menos tenemos nuestra familia. Y ahora no puedes ni hablar con los niños sin ser crítico. ¿Qué te ha pasado? Y no me interesa si me gritas o me reprendes. Ya estoy harta de esto. Pero ¿qué te pasa? ¿Cómo te puedes mirar al espejo?… Bien, dame la espalda… Espera, ¿a dónde vas? ¿A dónde vas?
—No lo sé.
—¿A qué te refieres?
—Simplemente no lo sé. Pero tengo que marcharme lejos.
—No te vayas.
—¿Para qué me quedo? Dime que además de ser un pésimo proveedor también soy un pésimo esposo y padre. Y tú, ¿quieres saber algo? Estás en lo cierto. Tú estás absolutamente en lo cierto. Lo sé mejor que tú.
—Pero ¿a dónde vas a ir? ¿Vas a regresar?
—No lo sé.
—Espera, no te vayas. Podemos resolver esto.
—No como está. No como yo estoy.
—Pero ¿a dónde vas a ir?
—A cualquier parte.
—Por lo menos dime a dónde vas.
—Ya te lo dije: no lo sé.
—No te vayas así. Por lo menos habla con uno de tus rabinos o amigos.
—No hay nada que decir.
—Eso no es verdad.
—Entonces tú dime: ¿qué es lo que hay que decir?
—Hay mucho que decir.
—¿Cómo qué?
—No lo sé. Pero no puede ser que Hashem no le dé opciones a la persona, Siempre hay algo que hacer.
—Si lo hay, yo no sé qué es. Me voy.
—Escúchame, no te vayas… ¡Espera! Toma este número telefónico. Mi amiga me dijo que su rabino va a estar en este número durante todo el fin de semana dando un seminario. Se le conoce por ayudar a la gente. Puede ser que te dé algún buen consejo.
Ó Ó Ó
—Pero ¿no es un seminario para principiantes?
—No solamente. Además, estos seminarios son realmente para todos. Es sólo que diferentes personas los experimentan en diferentes niveles.
—Pero me voy a sentir tan incómoda.
—¿Por qué lo dices? Te puede dar la elevación que necesitas.
—Pero yo no quiero ir. Y es definitivo.
—Es por …
—Sí, ésa es la razón,
—Pero cariño, no puedes paralizarte solamente porque otros tienen hijos.
—¿Para qué debo torturarme más de lo que ya estoy?
—¿Qué hay de ir por mi bien? Yo lo necesito.
—Entonces ve tú.
—Pero debemos hacer las cosas como una pareja. ¿Qué bien me hace a mí si yo me siento mejor pero tú todavía estás herida? Como sea que tú te sientas me afecta enormemente. Por favor, vamos por mí.
—¡No! ¿No puedes entender? ¿No logro llegar a ti? No puedo soportar estar cerca de parejas con hijos… Ves, me hiciste decir algo de lo que ya estoy arrepentida. ¿Pero qué puedo hacer? Es la forma en que me siento. Siento puñaladas de dolor cuando otras personas tienen simjá. Me corroe. Nadie sabe lo mucho que me daña. ¡Nadie!
—No puedes seguir viviendo así. No podemos seguir viviendo así. Quizá este seminario nos ayude.
—¿Nos ayudará a tener hijos? ¿Voy a quedar repentinamente embarazada?
—Vamos, tú sabes que ésa no es la razón para asistir.
—¿Cuál es entonces la razón? ¿Para calmarme? ¿Para hacerme sentir bien cuando realmente me siento pésimo?
—Quizá obtengas un entendimiento que te coloque las cosas en otra perspectiva,
—Bien. ¿Y después qué? ¿Seré feliz?
—Tal vez.
—No quiero estar feliz si no tengo hijos. ¿Por qué otras personas tienen derecho a esa experiencia y yo no? No quiero que me tranquilicen.
—No estoy diciendo que vayas para que te tranquilicen.
—Entonces ¿para qué me estás diciendo que vaya?
—Por nosotros. ¿No piensas que yo también quiero un hijo tanto como tú? Yo también siento punzadas cuando veo padres con sus hijos.
—Es diferente para un hombre.
—Tal vez, pero también me siento muy herido. Necesito obtener cierta perspectiva. Necesito sentirme mejor acerca de nuestra situación. No quiero ir solo. Quiero que estés a mi lado.
—Si tan solo supiera que nos va a ayudar…
—Querida, sé lo mal que te sientes. Créeme que lo sé. ¿Y no crees que Hashem también lo sabe? Yo no sé por qué tenemos que sufrir de esta forma, pero debe haber una razón. Vamos con mente abierta. Tal vez escuchemos algo que nos ayude. Tal vez estamos sufriendo así solamente para que vayamos este fin de semana.
—Eso suena descabellado.
—No lo sé. Tal vez es así o tal vez no. Yo sólo tengo una buena corazonada acerca de esto. Te he estado diciendo desde hace mucho tiempo que debemos tomar el control de nuestra vida emocional. Ésta puede ser justamente la oportunidad para ayudarnos a empezar. Probablemente obtengamos más de lo que perdamos. ¿Qué dices?
—No es una decisión fácil para mí.
—Para mí tampoco.
—Si es tan importante para ti, déjame consultarlo con la almohada. Veré si me siento diferente por la mañana.
—Gracias. Eso es todo lo que pido.
Por Rav Azriel Tauber