Una comisión oficial busca rescatar la memoria de un diplomático salvadoreño que salvó la vida de miles de judíos de los campos de exterminio nazi en los años cuarenta.
La vida del coronel José Arturo Castellanos, que fue destacado en el consulado de Ginebra, Suiza, entre 1942 y 1945, es uno de los hechos desconocidos de la historia de este país centroamericano durante la Segunda Guerra Mundial.
La obra de Castellanos, que murió en la pobreza y en el olvido en 1977, fue posible gracias a una serie de circunstancias, entre ellos el hallazgo realizado por un historiador y miembros del cuerpo diplomático.
Así la Cancillería salvadoreña nombró una comisión especial para investigar el caso y solicitar el reconocimiento ante el tribunal israelí de Yad Vashem, que tiene su sede en Jerusalén.
Militar de carrera
Castellanos estudió en la Escuela de Guerra de Turín, Italia, en los años treinta, y ocupó una de las jefaturas del Estado Mayor salvadoreño hasta que el gobierno de Maximiliano Hernández Martínez lo envió a Europa con la misión de comprar armas.
De aquel viaje, no regresó porque Hernández Martínez veía en él a un rival político y prefirió nombrarlo cónsul general en Liverpool, Inglaterra.
Luego, el militar fue designado diplomático en Hamburgo y finalmente Ginebra, donde entabló amistad con el empresario rumano Gyorgy Mandl, y que es una de las piezas claves en la historia.
Mandl, que adoptó el nombre de George Mandel-Mantello, le pidió ayuda a Castellanos para salvar a su familia de la deportación a los campos de concentración nazi.
Certificados de libertad
De acuerdo a los archivos nacionales, Castellanos creó el cargo ficticio de Primer Secretario en el consulado de Ginebra para proteger a Mandel-Mantello, quien le propuso salvar la vida de otras familias judías en la Europa oriental.
«Y así fue como Castellanos empezó a emitir certificados de nacionalidad salvadoreña para salvar a unos y luego a otros, y otros», relató a la BBC el diplomático Ernesto Arrieta Peralta, que es miembro de la comisión especial.
Los ahora llamados «papeles de la libertad» fueron certificados de nacionalidad salvadoreña emitidos a favor de grupos familiares, pero nadie sabía de su existencia hasta que el historiador Carlos Cañas-Dinarte encontró copia de los documentos en los archivos nacionales en San Salvador.
«En 1999 consulté un fondo que se llama Migración 1942 y, en medio de papeles de gente que iba a la región centroamericana, empezaron a aparecer estos expedientes de personas de origen judío, polaco, búlgaro, rumano, que solicitó ser reconocido como salvadoreño», contó Cañas a BBC.
Piezas de un retrato
Acerca de la saga de Castellanos poco se sabe, salvo que en 1972 el escritor Leon Uris visitó El Salvador en busca del hombre que rescató judíos en la Segunda Guerra Mundial. Aquella visita conmocionó la sociedad salvadoreña de la época.
El coronel Castellanos ofreció una pequeña entrevista a Radio Nacional en 1976, un año antes de su muerte, donde reveló la operación que montó en Europa, pero el caso pronto volvió al olvido.
Años más tarde, de forma aislada, aparecieron sobrevivientes del Holocausto en la embajada salvadoreña en Israel para agradecer por la emisión de los certificados de nacionalidad.
El ex embajador en Israel, Ernesto Arrieta Peralta, recuerda que así empezó a documentar el caso de Castellanos y después se enteró de la investigación particular de Cañas-Dinarte con quien unió esfuerzos para reconstruir la vida del coronel Castellanos.
Justo entre las naciones
El presidente honorario de la comunidad judía en El Salvador, Claudio Kahn, es uno de los principales promotores para incorporar el nombre del salvadoreño en el Museo de Yad Vashem.
Kahn está radicado en el país desde 1964 y ha financiado los viajes de los investigadores a Europa y Estados Unidos, más la publicación de un libro que reseña la vida de este diplomático.
El empresario judío salvadoreño explica que cuando aprueban el caso, lo declaran «Justo entre las naciones» e inscriben el nombre en una sala donde hay 22.310 personas no judías. «Alguno de ellos, a veces solamente salvaron uno o dos; en cambio, en el caso del coronel es tan grande que lo vemos con mucho orgullo. Creemos que es importante que se conozca el caso internacionalmente», dijo Kahn a BBC.
Una de las hijas del diplomático, Frida García Castellanos, considera que el origen de esta historia fue la relación entre dos amigos, uno en peligro y el otro ayudándolo.
«Cuando supe de la historia después de la visita de Leon Uris, le dije: papá, ¿por qué nunca lo contaste? ¿Y sabe qué me dijo? Porque cualquiera en mi lugar habría hecho lo mismo. Para él no fue nada ni heroico, ni espectacular».
BBC Mundo.com