Has de saber que los misioneros no tienen capacidad para dialogar.
Cuando alguien habla con ellos, no está en un diálogo, sino en un monólogo de a dos, en una conversación entre sordos.
Los misioneros han sido adiestrados para memorizar pero no para analizar.
Encerrados en sus prisiones del alma, se enroscan alrededor de algunos temas que creen dominar, cuando ciertamente lo único que poseen es una tenacidad férrea para no liberarse de las pesadas cadenas que los aprisionan.
Son capaces de decir una incoherencia tras otra, sin el mínimo rasgo de madurez intelectual ni atisbo de meditar en lo que dicen.
En la misma frase te pueden decir que no y sí al mismo asunto, y a pesar de esto, no hallan incongruencias en sus exposiciones.
Se creen dueños de alguna verdad revelada astralmente, pero de la cual desconocen fuentes y fundamentos.
Pero osan acusar a los demás de «ciegos», de «tener un velo», de «ser ignorantes», de «desconocer la Palabra», etc.
En lo que típicamente se denomina una «proyección», que quiere decir poner fuera de uno sus propias fallas, para achacar la culpa y mal a otros, sin hacerse cargo de sus propias zonas oscuras.
Ellos solamente saben repetir lemas que han aprendido de memoria, y como no dedican neuronas al razonamiento, a la creatividad o a la investigación su capacidad de memorizar puede ser bastante prodigiosa.
No razonan, no tienen pensamiento crítico, temen a las dudas.
Cuando expelen frases con signos de interrogación, en verdad están afirmando alguna de sus doctrinas, ya que carecen del espíritu necesario para proponer cuestionamientos o interrogar con el ánimo de buscar la verdad.
Se escudan detrás de palabrería hueca, que aparece como altisonante y compleja, pero que efectivamente no es más que palabras sin sentido, en frases plagadas de oscuridad.
Aquellas expresiones que parecen ser silogismos o construcciones elaboradas por la lógica, no dejan de ser cáscaras vacías que envuelven un gran vacío emocional y una pobreza intelectual.
Les falta sencillez, son estériles en humildad, sus discursos atiborrados de pomposas estrofas no quiere decir nada.
Escapan de la simplicidad del hombre equilibrado, ya que al quitarse los ropajes de complejidad inútil dejarían al descubierto su desvergonzada desnudez espiritual y su escasa altura emocional.
No razonan, porque su religión es producto del plano emocional y se mueve únicamente en ese carril.
Pueden ser muy hábiles en la manipulación emocional, en hacer sentir culpa, en hacerse las víctimas, en decirte cuanto te aman mientras te aporrean hasta matarte.
Te acusan de sus pecados, porque son incapaces de asumir responsablemente el resultado de sus acciones.
Buscan culpables o salvadores, aunque ni unos ni otros tengan alguna relación con el tema en cuestión.
Si les preguntas algo profundo con honestidad, con ánimo de aprender o hacer luz; ellos te responderán con ecos de palabras dichas por otros, a los que consideran santos o elevados, pero que difícilmente puedan pasar una prueba de moralidad.
O quizás se esconderán detrás de maldiciones o acusaciones.
O quizás huirán para no mirarse al espejo del alma y reconocer su amargo rostro, consumido por el famelismo espiritual.
Son personas con las cuales es muy difícil tratar, ya que te harán sentir culpable de crímenes que no has cometido; pero si tú no caes en sus lisonjeras trampas, entonces serás humillado, insultado o denostado para finalmente ser excluido.
Se meten en donde nadie los llama, comentan acerca de lo que nadie les pide que opinen, se creen con derecho a hacer oír sus chirriantes voces, aunque tengan prohibido el ingreso.
Ah, pero no intentes detenerlos, o te acusarán de satanás o alguna otra lindeza.
En resumen, si quieres conversar con un misionero, estás condenado al fracaso.
Porque es imposible el diálogo con uno de ellos.
A pesar de todo, el 99% de ellos no tienen un mal corazón. No son adrede gente rebelde en contra del Eterno y el Hombre. Más bien son esclavos de sus doctrinas y miedos.
Por tanto, no te enojes con la generalidad del misionero, ni le guardes rencor.
Por el contrario, ya que el diálogo es imposible, enséñale con el ejemplo de tus actos a ser una persona libre, un verdadero fiel del Eterno, una persona completa e íntegra para que no sea más un muñeco de trapo entre las garras de sus pastores, falsos rabinos y otros clérigos de la idolatría.
En otros textos de este sitio te doy ideas y consejos de cómo hacerlo.
Hasta aquí mi descripción.
Te pido que si tú tienes experiencias sobre este tema, nos las hagas saber, poniendo tu comentario aquí abajo.