En unos días comenzaremos (los judíos) a celebrar una muy bella festividad.
Durante ocho días iremos encendiendo un candelabro, de ocho brazos. Cada día añadiremos una luz más, hasta completar al final las ocho flamas irradiando luz.
Esta festividad se denomina JANUCA.
Los noájidas también pueden celebrarla, a su manera, según ya hemos explicado en oportunidades anteriores.
Lo que quiero resaltar hoy de esta festividad y que tiene gran impacto en la actualidad noájica es lo siguiente.
Januca es la victoria de la luz sobre la oscuridad, de los pocos sobre la muchedumbre, de los débiles sobre los poderosos, de los fieles al Eterno sobre los déspotas y libertinos que eran amos de un enorme imperio del mal.
Januca es la fiesta de la luz, de la probabilidad adversa que se transforma en éxito, de la opresión que se termina para dar paso a la redención.
Januca es símbolo de luz, de esperanza productiva, de bendición por actuar conforme a lo ordenado por el Eterno, aunque las chances fueran contrarias, aunque pareciera que no había opción para conquistar la libertad y la identidad.
Hoy en día estamos gozando del lento despertar de la conciencia noájica.
Son pocos y lentamente los que van reconociendo la falsedad de las religiones, la tétrica oscuridad de la vida sometida a los ídolos.
Somos pocos los leales al Eterno, en un mundo oscurecido, embrutecido, dominado por un poderoso y maligno imperio llamado idolatría, cuyo mayor exponente son las religiones y sectas que tienen a Jesús (con cualquiera de sus alias) como centro.
Somos pocos los que, lentamente y con altibajos, estamos construyendo shalom.
Los contras son muchos y variados.
El mayor contra es el EGO, que no es un enemigo externo, sino en nuestro propio seno.
Es el primer adversario a vencer.
El EGO tiene una finalidad positiva, siempre y cuando sea el siervo del Yo Auténtico y no se constituya en el amo de nuestra vida.
Pues el EGO como amo, es someterse a la esclavitud, es quedar en las zarpas del faraón, es afiliarse a las huestes del mal.
Estamos a días de la festividad de la luz, es momento de traer una pequeña lámpara a nuestro interior para quitar telarañas, correr prejuicios, botar malas conductas aprendidas y evolucionar para constituirnos en héroes, en constructores de shalom.
Construir shalom no es solamente un lema. No es una mera frase. Es un medio y una finalidad.
No podemos perder más tiempo con excusas, con meditabundos que nos impiden avanzar.
Debemos cortar las pesadas cadenas que nos anquilosan, que nos retienen y no nos dejan avanzar.
Debemos atraer la luz, para que haya más luz.
Y allí en donde no la haya, encenderla.
¿A qué vamos a esperar?
¿Al permiso del EGO?
¿A las proclamas de los moribundos?
¿A las voces de los quejumbrosos?
¿Al mesías?
Los héroes que vencieron al imperio, y que miles de años después recordamos en Januca, no esperaron al milagro, no dieron excusas, no lloraron por su debilidad. Con sus armas lucharon, con sus armas volvieron a traer luz al Templo y al mundo.
Aquellos combatientes de la luz siguen vivos en nuestro recuerdo, y mejor aún, siguen irradiando su luz en la Eternidad.
Podemos nosotros ser como ellos.
O podemos ser parte de los que medran y perecen en las sombras del EGO.
Feliz Januca.