"> La idolatría provoca dolor y odio. Puede ponerse máscara de Batman, de pseudo-mesías, de progresista, etc. pero no puede dejar de expandir su veneno.
La idolatría tiene la capacidad de destruir naciones. Esto es especialmente peligroso cuando un porcentaje elevado de la población está fielmente aferrada a su ídolo y es peor aún cuando el objeto de veneración es un tiranuelo.
Como en el caso de Nimrod (que en la época de Abraham se declaró a si mismo objeto de veneración), el hombre-dios decreta que quien hable de manera distinta – quien busque el camino de Dios, la moderación – deberá ser tildado de traidor (en el mejor de los casos) y (en el caso más oscuro) será aplastado…
Aplastado si ante toda esa barbaridad no hace lo correcto (como lo hizo Abraham a su tiempo) y confronta con valentía y madurez las consecuencias que pudieran sobrevenir.
Voy a decirlo sin tapujos: el Chavismo es un culto idolátrico y Latinoamérica está siendo absorvida por esa cloaca; pues, entre otras razones, quienes ejercen la oposición política en los diferentes países donde el Coronel Nimrod ya ha puesto su bota, están en su mayoría bañados de corrupción y de una falta total de autojuicio.
¿No se convence usted de que el Chavismo es un culto idolátrico? Lo invito a leer el siguiente artículo del fotoperiodista Pablo Corral Vega, publicado en el periódico El Comercio de Ecuador y juzgue por sí mismo:
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Por Pablo Corral Vega
El fotoperiodista Pablo Corral Vega viajó a Venezuela para constatar lo que estaba pasando en el país que había visitado en los años 90. ¿El resultado? Encontró una nación polarizada, en la cual todos deben pertenecer a un bando: escuálidos o rojos rojitos. Los que apoyan a Chávez lo hacen con fervor religioso, y los que están en contra se sienten aplastados.
Los que apoyan a Hugo Chávez lo hacen con fervor religioso, y los que están en contra se sienten aplastados, cansados, hablan de emigrar, de dejar el país que aman.
Venezuela vive un momento de efervescencia. Los ‘rojos rojitos’ ven en Chávez al salvador, lo cuidan, lo idolatran, hablan de él con pasión y ternura. Cuando le pregunto a una mujer que reparte posters del presidente en la Plaza Bolívar qué significa Chavez para ella, me abre su billetera.
Ahí guarda una estampa de la Virgen, una foto de su madre fallecida y otra del Comandante. “Yo le rezo al Comandante y le pido que nunca nos abandone, que siga cuidando de los pobres”, me dice emocionada.
“El chavismo se apropió de los símbolos venezolanos”, me dice un fotoperiodista amigo. “Se ha apropiado de Dios, de la Virgen de Coromoto, de Simón Bolívar, de los próceres, de la bandera”.
Los alrededores de la Plaza Bolívar y el Palacio de Miraflores están cercados por ‘rojos rojitos’. Se acerca uno y otro a preguntarme qué hago, para qué son las fotografías. Solo cuando muestro el permiso de trabajo del Ministerio de Educación de Venezuela se alejan unos metros, pero me vigilan desde lejos.
La relación con los periódicos es pésima. Y los fotógrafos son el brazo visible de esos medios que, de acuerdo a los ‘rojos rojitos’ han sido injustos. “Son los medios los que han polarizado las cosas”, me repiten una y otra vez. “Esos escuálidos (opositores) siempre le buscan errores a la Revolución, pero esta es una revolución eterna”, me dice un hombre que alimenta palomas en la plaza.
Ahí cerca está Anita Urdaneta, la dueña de la peluquería bolivariana. Sus precios son bajos, esa es su manera de ser solidaria. A todos sus clientes les habla del Comandante como si fuera un viejo amigo. Ella dice que haría cualquier cosa por defenderlo; “cualquier cosa”, me repite mirándome a los ojos. “¿Seguro que no eres un escuálido?”.
Los dominios de ChávezLlegué a Venezuela con gran curiosidad, quería ver directamente qué estaba sucediendo. La política es el único tema de conversación, y todos quieren que uno se identifique, que diga a quién apoya. Los matices han haparecido.
Hay comederos chavistas y comederos anti-chavistas, incluso los lugares de baile que eran tan democráticos en Caracas -se veía gente de toda clase social- ahora son extremadamente selectivos.
“Es para evitar las peleas”, me dice un buen amigo que me lleva a recorrer la Caracas nocturna. Terminamos en “El Maní es así”, uno de los pocos sitios en que se juntan gobiernistas y opositores.
Baile, risas y la orquesta que no se detiene. A la madrugada hay una pelea. “Es siempre por política”, me dicen. “Se ha cultivado el odio entre los que no tienen nada y los que tienen algo, y el que tiene un carro viejo ya es un oligarca”.
Al otro lado de Caracas, en La Vega, vive Félix Caraballo. Uno de los millones de seguidores incondicionales de Chávez. Su barrio no tiene alcantarillado y ese día los vecinos van a limpiar una acequia que lleva los desperdicios cuesta abajo. Millones de personas viven en esas condiciones en Caracas. En La Vega, los vecinos agarran picos y palas, todos visten de rojo; en cada casa hay una bandera roja o una foto de Chávez.
Gerónimo González, resalta por su camisa verde, es el único que habla en contra. “¿No se dan cuenta de que es la misma mentira? Este gobierno tampoco nos va a sacar de este lugar? ¿Qué nos ha dado este gobierno? Solamente caraotas más baratas”, dice. Félix me mira e insinúa que Gerónimo está loco.
Aunque de otra manera, la oposición también acusa al Presidente. Dicen que usa los recursos petroleros del Estado para financiar programas de subsidio, que no solucionan nada, porque no impulsan la productividad.
En todo caso, las misiones (programas de salud, educación, tenencia de tierra, cedulación…) han servido para fortalecer la imagen del Presidente entre los más pobres. Son la estrategia de campaña más poderosa del Gobierno.
“La democracia no nos da de comer, el Gobierno sí”, me dice un vecino de La Vega. Los productos subsidiados, que se venden en los Mercales (tiendas del Estado), llevan propaganda del Gobierno y son considerablemente más baratos.
En la oposición está Teodoro Petkoff, uno de los líderes más respetados, incluso por Chávez. Fue guerrillero y activista de Izquierda. Hoy, dirige el periódico Tal Cual. Durante la media hora que estoy con él ofrece audiencias de cinco minutos a una cantidad de personas.
Habla con mesura, pero mueve las manos, gesticula, se le nota una cierta angustia en el rostro. Es el único candidato que podía hacerle frente a Chávez porque es un izquierdista y no va a desmantelar lo positivo de la Revolución. Pero él no está de acuerdo con el autoritarismo y el militarismo latentes.
En medio de todas las prevenciones, consigo asistir a una reunión de un comité de tierras, en la que se habla de manera apasionada de los títulos de propiedad que el gobierno dará a los que hayan ocupado tierras. Con mucha dificultad, también obtengo la autorización para visitar una escuela bolivariana en el barrio 23 de Enero, uno de los más pobres y conflictivos de Caracas.
Llego a tiempo para el desayuno subsidiado por el Estado y preparado por voluntarias. Los niños rezan antes de desayunar; dan las gracias a Dios y le piden que siempre proteja al Presidente.
Cerca de la escuela está uno de los consultorios atendidos por médicos cubanos. Es imposible fotografiar a los médicos, se necesitaría un permiso expreso del Ministro de Salud, me dice una secretaria muy displiscente.
Un vecino me cuenta que las mañanas los médicos atienden en los consultorios y las tardes salen a hacer visitas, hablan de medicina preventiva y de las bondades de la Revolución. Es un trabajo de hormigas en respaldo de la causa socialista, casa por casa, enfermo por enfermo.
Pero la influencia cubana se ve ante todo en una organización celular, barrial, que en Cuba se llama Comité de Defensa de la Revolución y en Venezuela se llaman Círculos Bolivarianos.
Devotos de la Revolución
Los Círculos son uno de los temas más controversiales. Se los acusa de ser el brazo armado de la Revolución, la fuerza de choque del Presidente. Están conformados por partidarios radicales de Chávez, dispuestos a defender con su vida el proceso político. Son organizaciones culturales o deportivas, pero su misión principal es defender la Revolución.
Los Círculos están listos para acudir al llamado del Presidente. Los periodistas les temen porque ha habido varios ataques y amenazas en su contra.
Este tema me interesó especialmente y quise conocer a Lina Ron, una de las principales dirigentes de los Círculos Bolivarianos y líder del Partido Unidos por Venezuela. Lina es el personaje más odiado por los anti chavistas. Ella tiene un programa incendiario en la radio, en el que se burla de los escuálidos y de quienes hablan inglés.
Lina defiende la revolución socialista a ultranza, y asegura que si las mafias que han gobernado Venezuela durante décadas -es decir todos los que no están con Chávez- no aceptan la voluntad del pueblo, la Revolución los aplastará. Para ella, el mundo está dividido entre buenos y malos, ciudadanos y oligarcas, progresistas y retrógrados, bolivarianistas e infiltrados, humanistas e imperialistas.
Después del programa de radio Lina baja la guardia. Es una mujer inteligente, con un gran sentido del humor, fogueada en política. Me paso con ella una tarde entera tomando cerveza y hablando del proceso venezolano.
Ahí me dice que la Revolución Bolivariana es el sueño que muchos han abrazado por décadas y que nadie va a detener el proceso. Le pregunto qué piensa del autoritarismo del Presidente. Para ella, no existe un Presidente más comprometido con la democracia, extraordinariamente tolerante con los escuálidos.
Además, me dice que la democracia de antes no era democracia, era el instrumento de la oligarquía para oprimir al pueblo. Afirma que ahora vendrá una nueva etapa en la que lo más importante será la Revolución.
El tiempo dirá si Lina tenía razón. Por ahora, salgo de Venezuela con una certeza: es un país totalmente polarizado, dividido, donde no caben los matices…