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RESUMEN
A) Efectos agudos.
1. Ansiedad, disforia, pánico y paranoia. Especialmente en nuevos consumidores.
2. Alteración de la atención y de la memoria y déficit psicomotor.
3. Posibilidad o aumento de riesgo de accidente de tráfico.
B) Efectos crónicos
1. Síndrome de dependencia que se caracteriza por incapacidad para abstenerse o para controlar el consumo de droga.
2. Formas sutiles de alteración cognitiva que afectan la atención y la memoria, que persisten mientras los consumidores permanecen crónicamente intoxicados.
3. Alteración en la formación y educación de los adolescentes pues su aprendizaje puede ser limitado.
4. Aumento de riesgo de esquizofrenia y psicosis graves.
5. Aumento del riesgo de trastornos depresivos y síndrome amotivacional.
6. Entre los que comienzan a edades tempranas aumenta el riesgo de progresar a un uso duro del cannabis o de otras drogas.
Para terminar, es preciso no olvidar la influencia que determinados planteamientos ideológicos pueden tener sobre estas investigaciones. Así, es intrigante comprobar que –contrariamente a las conclusiones del metanálisis de Arsenault (2004) – en otra versión sistemática sobre los posibles efectos psicológicos del consumo del cannabis, realizada por Macleod y Cols[1], los autores concluían que “la evidencia científica disponible no apoya fuertemente una importante relación casual entre el uso del cannabis por jóvenes y riesgos de daños psicológicos, aunque tampoco excluye la posibilidad de que dicha asociación exista”. Añaden finalmente, como única recomendación, que “a la vista del uso extendido del cannabis, son necesarias mejores evidencias”. Estos investigadores se limitaron a cuestionar los resultados de los grandes estudios epidemiológicos, entonces disponibles que mostraban un mayor riesgo de desarrollar depresión, o esquizofrenia asociado al consumo del cannabis, simplemente enumerando todos los posibles sesgos conocidos en la epidemiologia y dejando caer la sospecha la sospecha de que estos sesgos pudiesen explicar los resultados. No consideraron en su justa medida, los intentos que habían realizado los autores de los estudios epidemiológicos que ellos revisaron por prevenir dichos sesgos. Por ejemplo, los autores de los estudios epidemiológicos habían sido cuidadosos para realizar un ajuste por el consumo simultáneo de otras drogas, o por factores sociales asociados a problemas psicológicos antes de iniciar el consumo de cannabis. Cuando, tras el ajuste estadístico, las medidas de asociación seguían indicando que la exposición a cannabis era un claro factor de riesgo.
Llama la atención que los autores de la revisión se resistieran a realizar un metanálisis cuantitativo y que además la conclusión a la que llegaron contradijese a la del otro metanálisis disponible. Estudios posteriores, se puede desprender que, efectivamente existe al menos suficiente evidencia del daño psicológico que produce el consumo lúdico del cannabis. Existe claramente una “resistencia ideológica” a aplicar este tema el mismo principio que se viene aplicando habitualmente en salud pública a otras graves amenazas para la salud de la población, es decir “hasta que no sepamos mas, lo mejor es no consumir cannabis en absoluto”[2].
[1] Macleod J, Oakes R, Copello A, Crome I, Egger M, Hickman M, Oppenkowski T, Stokes-Lampard H, Smith GD, Psychological and social squeal of cannabis and other illicit drug use by young people: a systematic review of longitudinal, general population studies. Lancet 2004; 363: 1579-88
[2] De irala J, Ruiz-Canela M, Martinez-Gonzalez MA. Causal relationship between cannabis use and psychotic symptoms or depression. Should we wait and see? A public-health perspective. Med Sci Monitor 2005 (en prensa)