(Carta al MUNDO de Moshé Yanai)
Querido MUNDO:
Entiendo que estés disgustado con nosotros, los judíos, y sobre todo desde que tenemos nuestro propio Estado, con Israel. Y más aún, estimo que puedas estar enojado y hasta furioso.
No es nada nuevo, porque es claro que cada tanto pareces perturbado y disgustado con nosotros los judíos, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos.
Caro MUNDO, entendemos que nosotros, los judíos, y en especial los de Israel, te causamos menudos problemas porque irritamos a los árabes. Y éstos son tantos, unos 400 millones, y lo que es más importante, poseen tanto petróleo. Y nosotros, nada. Y que cuando hablas del mundo musulmán, has de tener en cuenta que deben ser algo más de 1.500 millones, un quinto de tu población, mientras que nosotros, los judíos, que no llegamos a los 14 millones, numéricamente somos algo insignificante. Tan sólo un 0,2% que es como decir casi nada. Y, claro, a los musulmanes en general y a los árabes en particular, hay que tenerlos gozosos y contentos, porque son un bloque tan importante y poderoso que mucho temes enojarlo con un proceder nada sensato.
Hoy te enoja la represión de los palestinos, aunque sea para buscar o castigar a terroristas. Antes, lo estabas por la destrucción del reactor nuclear del tirano y genocida Saddam Hussein en Bagdad, también te sentiste malhumorado por nuestra victoria en la Guerra de Yom Kipur.
Como bien lo sabes, todos fueron ataques defensivos. Israel es tan pequeño que no puede darse el lujo de perder una sola guerra; sería la última, sería su fin. Pero por algún motivo que desconozco, igual que ocurrió tantas veces, te sentiste irritado.
Aparentemente, los triunfos y la vida de los judíos te molestan enormemente. Como ya te comenté mucho antes de la existencia del Estado de Israel, el pueblo judío te ha disgustado.
Y podemos ir hacia atrás en un largo camino histórico de perturbaciones. Citaré tan sólo algunos casos.
Molestamos a los señores feudales del medioevo, que nos acusaban de ser los causantes de todas las pestes y calamidades que asolaban a sus pobres vasallos, aunque éramos totalmente inocentes.
E irritamos a los cruzados, que yendo a liberar Tierra Santa estaban tan disgustados con los judíos que asesinaron a cuantos pudieron en el camino a su santa cruzada.
Ya en el siglo XV molestamos a los reyes de España, que nos mataron por millares y nos obligaban a convertirnos a la fe «verdadera» so pena de morir en la hoguera; no contentos con eso nos expulsaron de todo su territorio. Y véase, hasta el día de hoy los descendientes de esos exiliados veneran el español y lo siguen hablando como si todavía fueran de allí.
Durante siglos perturbamos a la Iglesia Católica, que hizo lo posible para eliminarnos a través de la Inquisición. Todo por la santa fe. Nos acusaba de ritos bárbaros, y entre otras cosas, de ser el pueblo deicida.
También irritamos a Martín Lutero, quien en su llamado de quemar las sinagogas con los judíos dentro, mostró un admirable espíritu de misericordia cristiana.
Molestamos a todos los gobernantes de Europa, que nos acusaban de ser los causantes de todos los problemas, cada vez que se producía una crisis social o económica. Y así siguió ocurriendo durante siglos, a pesar de los nuestra contribución al progreso de la ciencia y la medicina.
Parece ser que hemos encolerizado al pueblo alemán que eligió a Hitler, y al austríaco que celebró su entrada en Viena. Dijeron que éramos la hez de la humanidad y que no teníamos derecho a la vida. También pareciera que molestábamos a las naciones eslavas, Polonia, Hungría, y a otras más, ya que todas ellas nos entregaron a los verdugos nazis para ser llevados a las cámaras de gas, como si no fuéramos sus ciudadanos.
Antes de esto habíamos fastidiado a los zares de Rusia y a los cosacos, que masacraron a miles de judíos a lo largo de una larga serie de pogroms para limpiar el país de elementos tan perniciosos.
También conseguimos alterar a Stalin, ya que en sus purgas y en sus gulags se deshizo de varios miles de nosotros, con los más variados argumentos.
Y al llegar al extremo de sentirnos molestos por disgustarte, querido MUNDO, es que decidimos dejarte (en un modo de decir) y establecer un Estado Judío.
La razón es que al vivir en diferentes latitudes y países, sentimos que te irritábamos y perturbábamos, aún cuando algunos abandonaban nuestra cultura y nuestras tradiciones asimilándose a las de la mayoría.
Los judíos que se convertían a la «fe verdadera», antes y después del decreto de expulsión de 1492, los conversos, no dejaron de ser objeto de discriminación, maltrato, ataques y asesinatos.
También las cámaras de gas estuvieron llenas de alemanes que se creían libres de su judaísmo, y se dieron cuenta que se equivocaron mientras se les llevaban como ganado en los trenes a los campos de exterminio.
Por todo eso decidimos volver a construir un Estado en el mismo sitio donde la mayoría fuimos expulsados hace dos milenios por el Imperio Romano, al cual también habíamos disgustado. En especial, por no adorar a sus dioses e insistir en uno solo.
Mientras tanto te hemos dado hombres extraordinarios, filósofos, artistas, científicos. Muchos de ellos, con sus investigaciones o con sus trabajos marcaron hitos en la historia universal. Ya sabes: Maimónides, Baruch Spinosa, Henrich Heine, Franz Kafka, Gustav Mahler, Marcel Proust, Albert Einstein, Serge Einsestein, Sigmund Freud, Amedeo Modigliani, Carl Marx, Albert Sabin, César Milstein, George Gershwin, C. Levi-Strauss, Norman Mailer, Alexander Fleming, Martin Buber, Shmuel Agnon, Danny Kaye, Steven Spielberg, Barbara Streisand y muchos más. Todos ellos aportaron tanto a la humanidad, del insignificante 0,2% que somos de tu población, te hemos dado más del 20% de los laureados con el Premio Nóbel. Cuando estalló la Guerra Civil Española, acudieron de todo el mundo 40.000 hombres para luchar contra el fascismo en las Brigadas, y de ellos 7.000 eran judíos, una proporción realmente impresionante.
Aparentemente, querido MUNDO, tú eres muy difícil de complacer. Después de haber pasado por múltiples persecuciones y matanzas, por la Inquisición, los pogroms, el Holocausto y habiendo decidido vivir en nuestro pequeño Estado (algo así como la superficie de la provincia de Badajoz, la de Tucumán o el Estado de Nueva Jersey) parece que seguimos irritándote.
Tú estás disgustado por nuestro operativo contra los palestinos… y hasta les disculpas sus terribles asesinatos con suicidas o que sacrifiquen a sus pobres niños colocándolos en las líneas de fuego.
Nunca antes te habías mostrado tan indulgente ni interesado por la suerte de nadie como por la de ellos, aún cuando los árabes de Sudán hayan matado a más de 800.000 personas en el proceso de islamización de ese país, o cuando los habitantes de Timor Este morían como moscas. Tampoco te sentiste interesado cuando los franceses masacraban a la resistencia en Argelia. O te has inquietado por los niños de Sierra Leona que mueren matando todos los días. O por los cientos de miles de victimas en Camboya. A ti, mundo, nada parece interesarte que no tengan Estados propios los tamiles, los corsos, los kurdos, los canacas de Nueva Caledonia, los igbos (o ibos), los aymaras, los saharauis, los sioux o los gitanos (y hay otros más).
De los cientos de naciones sin Estado, sólo los palestinos han despertado tu solidaridad incondicional. Nadie mueve un dedo por los miles de pueblos sin Estado en todo el mundo. Pueblos que ahora son aniquilados, asesinados, como el kurdo, los negros de Darfur en el sur de Sudán o los pobres habitantes del Congo. Es estos casos casi no dices esta boca es mía.
Pero los palestinos te interesan ahora, aunque cuando Jordania mató a miles de ellos en el Septiembre Negro, tampoco dijiste gran cosa (y ésta es historia nueva).
Y cuando Kuwait expulsó a cien mil palestinos de su país, tampoco nadie lo comentó. ¿Por qué esta solidaridad con el pueblo palestino cuando se enfrenta a Israel?
Nunca TÚ, querido MUNDO, has estado tan solidario como con los palestinos, aún cuando estaban encabezados por un terrorista tan corrupto como él, que dirigió una de las administraciones más corruptas, capaz de desviar para cuentas particulares, los fondos con que TÚ le ayudas generosamente.
¿Por qué, querido MUNDO, te inventas masacres donde hubo combates, como en Jenín? A qué se debe que tus prestigiosos intelectuales comparan el genocidio de millones de personas indefensas y ciudadanos pacíficos durante el Holocausto, con enfrentamientos en un levantamiento armado que en dos años ha causado más de 1.000 victimas israelíes. Has aceptado una comparación de lo incomparable.
Apenas has dicho algo cuando dinamitaron en Argentina la Embajada de Israel, o la sede de AMIA causando más de cien víctimas, o cuando en Francia destrozan sinagogas, agreden a colegiales o profanan los cementerios judíos.
O cuando medio centenar de personas son vilmente asesinadas en un hotel de Netania, en una de nuestras celebraciones más solemnes. O cuando destrozan a escolares y amas de casa en los autobuses y mercados de Israel.
Tú estás muy enojado porque no renunciamos a las tierras ganadas en 1967, a las que llegamos venciendo con nuestra sangre a la agresión de todo el mundo árabe. Moscú, Washington, Europa, los árabes moderados y los radicales, todos molestos con nuestra victoria.
Bueno, querido MUNDO, ponte por un momento en la piel de un judío común y corriente de Israel y dime como te sentirías.
Entre 1920-29 no existía ese problema de territorios ocupados de 1967 que impidieran la paz entre judíos y árabes, no había Estado Judío para molestar a nadie. Pero ello no obstante estos mismos palestinos asesinaron a cientos de judíos en Jerusalén, Jaffa, Safed y Hebrón. En especial en esta última ciudad, en 1929, pasaron a cuchillo en un solo día a 67 judíos.
¿Acaso pudo haberse debido su furia por la «agresión israelí» de 1967? ¿Y por qué 510 judíos, hombres, mujeres y niños fueron asesinados en disturbios provocados por los árabes entre 1936-39? ¿Fue porque los árabes se sintieron molestos por lo de 1967? No es lógico, ¿verdad?
Y cuando tú, MUNDO, propusiste un plan de partición en 1947, que hubiera dado lugar a dos Estados, uno árabe y otro judío, los árabes respondieron con un rotundo ¡no!, fueron a la guerra y mataron a 6.000 judíos. ¿Por qué? ¿Porque tal vez preveían los acontecimientos de 1967? ¿O era para aniquilar a todos los judíos?
En verdad, MUNDO, ¿por qué no se ha formulado tu queja, tu molestia en aquel momento? Los pobres palestinos, que nunca hasta la creación del Estado de Israel se habían identificado como tales, que jamás pretendieron tener un Estado hasta esa fecha, son los mismos que hoy matan judíos con explosivos, integran a ese mismo pueblo que incita a arrojarnos al mar.
El mismo odio, la misma falsedad, el mismo grito de “¡itbaj-el-yahud!” (¡Masacrar a los judíos!) que oímos hoy, fueron escuchados entonces. El mismo pueblo, el mismo sueño: destruir Israel. Querido MUNDO, tú estuviste pasivo, no dijiste nada, permaneciste a la espera, en 1948, cuando seis países lanzaron una guerra que la Liga Árabe orgullosa y creída de su posible victoria, comparó con las masacres de los mongoles.
También te cruzaste de brazos en 1967, cuando un Nasser eufórico y militante instó al mundo árabe a arrojarnos al mar. Y solamente despertaste de tu insomnio cuando se quedó con un ejército destrozado por completo.
Te seguimos molestando, querido MUNDO, por protestar contra todas aquellas persecuciones, vejaciones y matanzas, todo aquel viejo antisemitismo, que toma hoy la forma de antisionismo, y que reemplaza a la misma judeofobia de siempre.
Tú, querido MUNDO, estarás encogido de hombros o tal vez a la espera, cuando mañana Israel enfrente su posible extinción otra vez. Pero no lo dudes, haremos todo lo posible para permanecer vivos en nuestra propia tierra, haciendo lo que haga falta para ello.
Si esto te molesta, MUNDO, piensa cuántas veces en el pasado tú nos has disgustado y perturbado. Ahora estamos bien amoscados y resentidos al ver cómo tergiversas los sucesos, adulteras los hechos y falsificas las situaciones. No está nada bien que te portes de ese modo.
Pensándolo bien, ¿sabes una cosa MUNDO?: a pesar de todo, aquí, en Israel, hay un judío; no, me equivoco, hay muchos judíos, a quienes no les importa un bledo que te sientas tan molesto.