Yo, Iosi Rakover de Tarnopol, un jasid de Gur, descendiente de honorables y santos ancestros de las ilustres familias Rakover y Maisels, escribo estas líneas mientras el ghetto de Varsovia esta en llamas.
La casa en la que estoy escribiendo es una de las últimas que aun no ha sido tocada por el fuego. Ha pasado ya una gran cantidad de horas desde que el terrible fuego de artillería se dirigiera contra nosotros, y muchas paredes a mí alrededor se derrumban como si fueran cajas de cerillas. No falta mucho para que la casa en la que estoy se convierta en lo mismo que las demás casas del ghetto: sepultura para sus defensores y moradores.
Noto que esta anocheciendo.
Los rojos rayos del sol penetran por el orificio en la ventana por el que estuvimos disparando al enemigo. El sol no sabe cuan contento estaré de no verlo nuevamente. Cuando mi esposa mis seis hijos y yo nos ocultábamos en el bosque, era solo la noche la que nos ofrecía escondrijo y refugio. La luz del día significaba exponernos a nuestros enemigos mortales.
Siempre recordare el terrible día cuando una lluvia de bombas alemanas cayo sobre la cabeza de los refugiados en Varsovia y Grodno. Con el alba vinieron los aviones y sembraron el asesinato y la muerte.
Durante aquel asesino ataque perdía a mi esposa y al bebe de siete meses que sostenía en brazos. El mismo día dos de mis niños desaparecieron y otros tres perecieron en el ghetto.
Tengo cuarenta años de edad, y cuando miro hacia atrás, a los años pasados, puedo decir con certeza, tanto como puede permitirse un hombre estar seguro de sí mismo, que lleve una vida derecha.
No puedo decir después de todo lo que he soportado, que mi relación con Di-s no haya cambiado, sin embargo, si puedo decir que mi fe no ha tambaleado ni una sola pizca. En el pasado, en los buenos tiempos, mi actitud hacia Di-s era una de endeudamiento y gratitud profunda por Su bondad. Ahora siento que Él me debe algo. Por lo tanto pienso que tengo derecho a exigir algo de Él. Sin embargo, no diré como Job: “por favor déjame saber porque me castigas”.
Personas más grandes y mejores que yo saben que la cuestión ahora no es una de castigo por pecados; Mas bien, es algo muy extraordinario.
Di-s ha ocultado Su rostro, por así decirlo, del mundo, por eso los seres humanos son entregados en manos de criaturas inhumanas.
Pienso, para mi gran pesar, que toda vez que el mal rige sobre el mundo, es bastante natural e inevitable que aquellos que representan lo puro y lo Divino deban ser las primeras victimas.
Esto no es muy reconfortante.
Sin embargo, el destino de nuestra nación nunca se determina por causas naturales sino que depende de lo sobre natural, lo espiritual y lo Divino. Por eso el hombre de fe debe observar estos sucesos como parte de la gran sapiencia del Omnipotente.
Comparado a esta, la importancia de las tragedias humanas es bastante insignificante.
Esto no significa que los judíos religiosos deban aceptar el veredicto y decir que todo aquello por lo que se los castiga es correcto. Esto seria una profanación de Di-s, y una profanación de sí mismos.
Naturalmente, en semejantes circunstancias, no espero milagros ni pido a Di-s que tenga piedad de mí.No tratare de huir de aquí. Más bien ayudare a las llamas echando me gasolina sobre mis ropas.
Ahora, cuando tengo la oportunidad de ver al mundo con una visión clara, una oportunidad rara vez otorgada al hombre antes de morir, puedo ver una diferencia fundamental entre nuestro Di-s y el de ellos. Di-s para decirlo de alguna manera, es un Di-s de revancha, nuestra Torá percibe la pena de muerte por cosas casi insignificantes. No obstante cuando el gran Sanedrín, nuestro suprema corte judicial condenaba a un hombre a ser ejecutado, tan frecuentemente como una vez cada setenta años era llamada corte de asesinos. En comparación, su dios les ha exigido amar a sus enemigos, y no obstante ello nuestra sangre ha sido derramada por casi 200 años en su nombre
Solo me quedan tres botellas de gasolina y me son tan preciadas como el vino para el borracho.
Después de vaciar una de ellas sobre mí mismo, meteré en ella estas líneas que escribo ahora.
Lo ocultare en algún sitio profundo de la ventana y si alguien alguna vez la encuentra y la lee, probablemente comprenda los sentimientos de un judío, uno de millones que perecieron abandonado por el Di-s en el quien tanto cree.
Con las dos botellas restantes matare a los malvados alemanes. Estoy orgulloso de ser judío, no para despechar al mundo a causa de su conducta con nosotros, sino justamente por ello. Me hubiera avergonzado pertenecer a esa gente que crió criaturas malvadas como los que nos atormentan ahora.
Estoy orgulloso de ser judío porque es muy difícil serlo. Creo que ser judío significa ser un combatiente, nadar eternamente contra la corriente de la corrupción y la maldad de los hombres. El judío, es un héroe atormentado, un mártir.
Tu dices, quizás, que la pregunta ahora no es premio y castigo, pero más bien por decirlo así, el ocultamiento de tu presencia, lo que explica que seres humanos sean entregados al poder de los hombres de mal. Pero Di-s, te hago una pregunta que me consume: ¿qué mas ha de sucederle a los hijos de Israel para que Tu Te aparezcas ante nosotros nuevamente?
Siento que tengo que hablarte abiertamente. Ahora, mas que en cualquier momento de nuestra historia de interminable sufrimiento, humillación y degradación. ¿Tenemos, nosotros, que ahora somos pisoteados como gusanos,, sepultados y quemados vivos, degradados, humillados y destruidos de a millones, el derecho de saber cuanto tiempo puedes ser tan paciente?
Otra cosa quisiera decir, y perdóname por hacerlo: No tires demasiado de las cuerdas, podrían romperse.
La prueba a la que tu nos has sometido es tan difícil, tan dura y amarga, que te pido que perdones a aquellos de los nuestros que se han vuelto en contra de ti. Perdona a aquellos que te han dejado a causa de su infortunio, perdona también a aquellos que te han dejado a causa de su éxito.
Fuimos –y todavía estamos- inmersos en una incesante contienda contra el mundo. Es por eso que los cobardes entre nosotros huyen corriendo. Por favor, no los castigues, los cobardes no son castigados, uno siente piedad por los cobardes. Nuevamente te pido, por favor, perdónalos. Su sufrimiento es tan terrible que ellos han perdido su fe en que Tú eres su padre.
Te cuento esto por que creo en ti mas que nunca. Sé ahora que tú eres mi Di-s. Tú no puedes posiblemente ser su Di-s porque sus espantosos actos son la expresión de una viciosa ausencia de Divinidad. Pero si tu no te apareces a mi como mi Di-s, entonces ¿de quien eres Di-s?¿De los asesinos? Si aquellos que me odian son tan oscuros y perversos, entonces, yo debo ser el que constantemente porta algo de tu luz y bondad.
La muerte no puede aguardar más. Tengo que terminar de escribir. Los disparos se hacen cada vez más ahogados. Nuestros últimos heroicos defensores caen uno a uno.
Varsovia, la hermosa, la grande, la ciudad llena de temor a Di-s, la Varsovia judía esta muriendo.
El sol se esta poniendo y yo agradezco a Di-s que no lo veré nuevamente. Por la pequeña abertura en la ventana puedo ver que el cielo esta rojo como un pilar de sangre. En muy poco tiempo estaré con mi esposa y los niños y los millones de mi gente que han perecido, en el mundo que es todo bueno, en el que no hay dudas, en el que Di-s reina supremo.
Muero en paz pero no contento, golpeado pero no en la desesperación. Muero creyendo en Di-s. Lo seguí cuando él me apartó de sí. Cumplí las Mitzvot pese a que fui castigado. Lo ame aun cuando él me lleva al nivel mas bajo, en el que nos hemos vuelto burla y risa entre las naciones.
Mi Rebe solía contar una historia de un judío que escapo con su esposa y sus niños de la inquisición española. En un pequeño barco llego finalmente a una isla rocosa. El mar estaba embravecido y el clima era horrible. Un relámpago fulguró y mato a su esposa. Una terrible ola arrojó a su niño al mar. Solo, desnudo, descalzo, asustado y aterrado, llego hasta la isla. Con su ultima pizca de fuerza volvió sus ojos al cielo y dijo:
“Señor del universo escape hasta aquí para poder servirte sin obstáculos, para cumplir Tus mandamientos y santificar Tu nombre. Pero tú lo haces todo para llevarme a abandonar mi religión. Si piensas que triunfaras en apartarme de la senda recta, declaro ante ti, mi Di-s y Di-s de mis padres, que ello nunca sucederá.
Puedes deprimirme, puedes llevarte lo mejor de mí. Puedes castigarme hasta la muerte. Yo siempre confiare en ti. Seguiré siendo judío, y nada en el mundo me hará cambiar”
Estas son también mis últimas palabras.
Nada cambiara. Tú lo has hecho todo para que yo te niegue, para que yo no confíe en Ti.
Pero muero tal como he vivido –con una fe férrea en Ti.
¡Shemá Israel Hashem Elokeinu Hashem Ejad! ¡Oye Israel, Di-s es nuestro Señor; Di-s es uno!
Iosef Rakover z»l
Traducido del libro «Entender para Creer», Rab Iejezkel Sofer, cap. 10
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