Hace un tiempo atrás Yehuda Ribco hacía una evaluación sobre el progreso de la Fundación Luz de Vida (ver aquí). Decía él, muy certeramente, que «son centenares las personas que se han beneficiado a través de FULVIDA. Muchos han roto por fin las cadenas de la esclavitud de las religiones, se han podido acercar al fin con libertad y pureza al abrazo con el Padre celestial«. Sin embargo, ante la falta de compromiso, producto quizá de inmadurez o inseguridad al verse libres de las ataduras del pasado (ver aquí), llamaba la atención en palabras muy sentidas: «No quiero excusas, ni promesas, ni avivados, ni borrados (gente que se esconde), sino que quiero soluciones para hacer funcionar a FULVIDA a pleno«.
Alguna respuesta hubo ante este llamado. Pero fueron esencialmente palabras…
Las ideas no efectivizadas se elevan al cielo. No como olor fragante de algún sacrificio aceptable al Creador sino como olor a desperdicio quemado…
No todos los noájidas tienen las mismas habilidades, pero todos tienen algo especial que dar.
No todos los noájidas tienen la misma forma de pensar, pero necesitamos encontrarnos en el actuar.
No todos los noájidas manejan con la misma soltura su libertad para elegir, pero todos debemos caminar.
Algunos apenas se están liberando de las cadenas de la idolatría que flagelaba su alma y autoestima.
Otros sienten ya el deleite de la autoconfianza pero siguen cargando una mochila con desperdicios de idolatría.
Algunos menos ya están maduros pero con miedo a errar de nuevo.
Muy pocos actúan.
¿Hasta cuándo nos sacudimos y empezamos a usar nuestra libertad para producir y transformar el universo entero para bien?
Hay comunidades de noájidas que están estancadas. Deben despertar, ya es tiempo.
Las comunidades que ya están encaminadas pueden dar una mano a las que están en formación así como a hermanos de países vecinos que quizás están un tanto aislados. Consideremos, por ejemplo, la posibilidad de que noájidas de fuera de México visiten la filial o filiales de Fulvida. Fulvida México podría tratar de acoger a los noájidas de algunos paises centroamericanos, del caribe y aún hispanos del sur de Estados Unidos. Esto es, ayudarlos, apoyarlos, pero sin ejercer un paternalismo excesivo. La misma idea podría funcionar con Fulvida Venezuela respecto a los noájidas colombianos y del norte de Brazil. Algo similar podría acontecer en Chile, Argentina y Uruguay. Lo mismo para la pareja Ecuador – Perú.
Las comunidades medianas y grandes deberían crear, conforme a sus propias características, un instrumento que permita a sus miembros participar de las responsabilidades comunes. Esto tanto para elegir a sus representantes como para fiscalizar (en el buen sentido de la palabra) las acciones de estos.
Fulvida debería tener algo como un Consejo de Dirección. Un grupo de cuatro o cinco miembros que ayuden a la presidencia a coordinar las actividades de las filiales. Por uno o dos períodos, los miembros del consejo podrían ser designados por la Presidencia pero eventualmente debe hallarse un mecanismo para que democráticamente o de manera rotativa haya alternancia en el consejo.
En fin. Son sólo ideas pero lo cierto que se necesita dejar de elevar plegarias sin poder. Las plegarias funcionan cuando decidimos actuar y hacer lo correcto.