Aunque parezca increíble, asombrosamente, el principal argumento de quienes defienden a Ieshu, apartándose de la lógica, para probar la existencia de su héroe protagonista de su relato, es el relato mismo.
Al Nuevo Testamento se le concede el privilegio especial de defender y confirmar su propia verdad. En el engañoso lenguaje religioso, es calificado como lo “único históricamente confiable”. Es verdad, porque él mismo dice que es verdad. Muy cómodo el argumento. (Tan cómodo, de hecho, que Mahoma lo adoptó en el Korán).
¿Pueden tales argucias ni remotamente justificarse si el Nuevo Testamento diera cronologías precisas y verificables de personas, lugares y eventos? No, en absoluto. Como cualquier libro de ficción, el Nuevo Testamento establece una serie de (improbables) eventos, una plétora de nombres, y una masa de detalles incidentales de imposible comprobación, situados dentro de un escenario histórico conocido.
La Judea Romana era sin duda real, la Jerusalén del ‘primer siglo’ ciertamente existió (usted puede visitar sus ruinas). Pero cualquier trabajo de ficción histórica hace referencia al mundo real. Una novela nunca deja de ser ficción, no importa qué tan “real” parezca.
El asunto es, ¿caminó sobre el agua un carpintero santo, resucitó a los muertos, fue resucitado y subió a los Cielos?
Con todo el conjunto neotestamentario de verdades a medias, fantasías e historia enrevesada, definida como “evidencia histórica”, ha sido posible convocar un vasto número de “testigos” por el super-héroe.
Otros personajes dentro de la fábula dan testimonio de la existencia del carpintero sagrado. Es como probar la existencia de Batman a partir del testimonio de Robin el joven maravilla.
«La Biblia dice que el nacimiento fue divino»
¿Nacimiento divino?
Contamos con el testimonio de Lucas sobre los pastores y ángeles (Lucas 2). Sin importar que Lucas escriba por lo menos 60 años después del supuesto nacimiento del hombre-dios (realmente, más de un siglo), se ofrece como testigo presencial de una conversación supuestamente ocurrida en un campo de ovejas.
«La Biblia dice que el agua fue convertida en vino»
¿Ieshu convirtiendo agua en vino?
Por supuesto, tenemos al “apóstol Juan” como nuestro principal, de hecho, único testigo, escribiendo aún después de que lo hizo “Lucas”, (Juan 2). Como máximo, Juan, como Lucas, escribieron lo que oyeron contar, una generación después de los supuestos acontecimientos.
«La Biblia dice que resucitó»
¿Y de quién disponemos para testificar acerca del mesiánico gran final, la resurrección?
La evidencia sobre éste “Ieshu resucitado” viene del testimonio de Pablo, acerca de 500 testigos no identificados, avistamientos de los 12 apóstoles y de él mismo (Corintios 15). Mateo en cambio cuenta con dos mujeres adoradoras de pies, y 11 discípulos en una falda montañosa. Marcos acude con 3 mujeres (María Magdalena, María la madre de Ieshu, y Salomé), 2 paseantes, y los 11, que habiendo ya comido (Marcos 16). Y finalmente Juan cita también a María Magdalena y los discípulos, con especial mención de Tomás el Incrédulo (Juan 20).
El punto esencial, el corazón mismo del malvado edificio del cristianismo, – el salvador resucitado- descansa escasamente en 500 palabras escritas en un antiguo, inconexo y completamente desacreditado libro.
Y como alguien dijo: «Si la resurrección de Jesús no puede ser creída excepto mediante la aceptación de las fantásticas descripciones incluidas en los evangelios, entonces el cristianismo está condenado. Porque esa visión de la resurrección no es creíble, y si esa es todo lo que hay, entonces el cristianismo, que depende de la autenticidad de la resurrección, tampoco es creíble.»
En conclusión: «Robin, ya no digas que Batman es real, no te creemos. No importa que tengas una revista que muestra lo contrario.»