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El miedo y la Luz

El miedo te corroe.
Como a todo ser humano, nos susurra, se presenta, nos invade, nos aprieta, se adueña de nuestras vidas.
El miedo, con sus cinco rostros que su multiplican y diversifican.
El miedo, con sus diferentes apelativos, que está allí, acechando o gobernando.
El miedo, siempre el miedo…

El miedo, que tiene la densidad de la sombra.
Una sombra que se mueve en la oscuridad.

Pero, ¿qué oscuridad resiste a la Luz?

La oscuridad se desvanece cuando se enciende la Luz.

Es cierto que la sombra se proyecta cuando la luz impacta en un objeto sólido.
Así pues, cuando prendes la luz, nuevas sombras se pueden proyectar.
Pero, están definidas, son de contornos delineados, se conoce su origen, no producen tantas emociones negativas.
Son oscuros relámpagos de amargura, pero no se constituyen en una presencia siniestra, que petrifica la sonrisa, que asfixia…

Entonces, cuando te corrompa alguna duda, cuando te excite la emoción confusa, cuando el sentimiento te someta a su esclavitud, en ese momento recuerda que su origen está en el miedo básico. Que son penumbras que pueden ser combatidas y disipadas con la Luz.

Imagina un verde rayo que alumbra tu paisaje, que destila tranquilidad y armonía.
Como un vivo prado, pleno, vigoroso, sabroso, aromático, que promete deleite y gozo.
Alumbra con un pensamiento positivo tu mente, tíñelo de verde, como si estuviera descansando en un campo florido, resguardado por un profundo cielo azul, fuertemente alumbrado por el sol.

Con ese panorama tranquilizador puedes recordar que la sombra es la zona en la cual está ausente la Luz, pero que solamente tiene presencia porque existe la Luz.

Así pues, apartas la sombra de tu pensamiento, te concentras en el verdor del rayo pacificador.
No te detienes a censurar tu pensamiento, ni a dialogar con las sombras, ni a argumentar excusas para seguir atrapado por sus tenues cadenas que parecen pesadas.
Te concentras en el verde rayo de Luz, entonas un salmo con confianza, diriges tu plegaria al Padre Celestial, confías en Él, confías, confías…

Enciendes la Luz celestial que está en tu corazón, se llama confianza y seguridad en el Eterno.
Al miedo, le niegas toda credibilidad, le quitas poder, pues el miedo es un impotente que busca someterte para que te sientas impotente.
Te enfocas en confiar en el Eterno, te alumbras con un verde rayo de paz, y haces aquello que es correcto, sin mirar las demandas que del miedo surgen.

No busques excusas para seguir en la prisión oscura, no des vueltas en torno a justificaciones vanas y banales, no te resistas a la Luz para seguir esclavo del miedo.
No intentes liberarte, sino hazlo.
La puerta de tu prisión está abierta, la Luz está encendida, el paisaje de paz y armonía está esperándote, el Padre Celestial tiene Sus brazos abiertos para acogerte… no lo intentes, hazlo…

¡Nunca más!

Todavía me resuenan los ruegos inútiles y los desesperados llantos de los niños. No había misericordia para nadie. Muchas veces corro a través de las habitaciones, hasta que me doy cuenta que es mi memoria que no puede olvidar los sonidos de la muerte. Todas las noches rezaba a Dios y le preguntaba ¿por qué estoy viva? ¿acaso me guardas como semilla para sembrarme de nuevo? Judith Klein, «Semillas de Dios»

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Los Siete en la Torá

Si buscas en la Torá los Siete Mandamientos Fundamentales enunciados en
una lista detallada, como el del Decálogo por ejemplo, no lo
encontrarás.

¿Por qué no?
Al menos por dos motivos.
El primero, es que los Siete Mandamientos Universales fueron ordenados
por el Eterno muchos siglos antes de que Él dictara la Torá y la
entregara a Israel.
Era un código de vida conocido y practicado muchísimo tiempo antes de que hubiera un texto de la Torá.

El segundo motivo es que la Torá, como sabes, fue dada por el Padre Celestial a Israel, es propiedad y herencia de la nación judía.
Por tanto, sus textos son para los judíos, sus relatos tratan esencialmente de la nación judía, los mandamientos enumerados en ella son para judíos, su propósito es servir de guía de vida a los hijos de Israel.

Tal como claramente quedó escrito:

«Moshé [Moisés] nos prescribió la Torá, es heredad de la congregación de Iaacov [Jacob].»
(Devarim / Deuteronomio 33:4)

De los hijos de Iaacov, de los judíos, de nadie más.
Tal es la decisión del Eterno, que todos Sus hijos (las personas) debemos respetar.

Por tanto, tú querido hermano noájida, NO debes considerar que la Torá es de tu propiedad, como NO consideras que la casa del vecino es tu casa.
A cada cual le toca su justa y correcta porción, según Voluntad de Dios, y debemos alegrarnos y gozar por ello.
Según aprendemos de lo que está escrito:

«Cuando el Altísimo repartió heredades a las naciones, cuando separó a los personas, estableció las fronteras de los pueblos según el número de los Hijos de Israel.
Porque la porción del Eterno es Su pueblo; Iaacov [Jacob] es la parcela de Su heredad.»
(Devarim / Deuteronomio 32:8-9)

Así pues, no hay lista de los mandamientos noájicos en la Torá, porque la Torá no es para los noájidas, sino para los judíos.
Tal como no hay leyes uruguayas en la Constitución brasileña.
¿Estamos de acuerdo?

Sin embargo, en otras ocasiones mostramos el origen de los Siete Mandamientos Fundamentales en la Torá.
Especialmente se manifiestan en los relatos concernientes a los primeros tiempos de la humanidad, en la época en la cual no existía Torá revelada, porque tampoco existía pueblo judío.

Ahora, quisiera demostrarte cómo podemos verlos en un breve e intenso párrafo de la Torá, que narra con exactitud el momento en que el Padre Celestial sella la alianza noájica, con Noaj/Noé y sus descendientes.

«Entonces Elokim bendijo a Noaj [Noé] y a sus hijos, y les dijo: ‘Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra.
El temor y el miedo de vosotros estará en todos los animales de la tierra, en todas las aves del cielo, en todo lo que se desplaza en la tierra y en todos los peces del mar. En vuestras manos son entregados.
Todo lo que se desplaza y vive os servirá de alimento. Del mismo modo que las plantas, os lo doy todo.
Pero no comeréis carne con su vida, es decir, su sangre
Porque ciertamente por vuestra propia sangre pediré cuentas. Pediré cuentas a todo animal y al hombre. Yo pediré cuentas a cada uno por la vida del hombre.
El que derrame sangre de hombre, su sangre será derramada por hombre; porque a imagen de Elokim Él hizo al hombre.
Sed vosotros fecundos y multiplicaos. Reproducíos en la tierra y multiplicaos en ella.’
Entonces Elokim habló a Noaj [Noé] y a sus hijos con él, diciendo: ‘He aquí que Yo establezco Mi pacto con vosotros, con vuestros descendientes después de vosotros»
(Bereshit / Génesis 9:1-9)

Ahora, veamos los Siete Mandamientos en este párrafo.

1- No comer partes de animal con vida, porque está dicho que no se coma carne con vida.

2- No asesinar, porque dice que el Eterno pedirá cuentas del que derrame la sangre de una persona.

3- No servir a dioses que no son el Eterno, porque éste es un pacto que Él sella con la humanidad. No dioses ajenos, no otros personajes, sino directamente Él quien manifestó Su Voluntad a Noaj y sus descendientes, por lo cual, le deben fidelidad únicamente a Él.

4- No maldecir al Eterno, porque, ¿cómo se puede atrever la persona a hablar en contra de Aquel que le da vida, dominio y poder?

5- No mantener relaciones sexuales ilícitas (básicamente: adulterio, homosexualismo, bestialismo), porque el Eterno bendice para que las personas sean fecundas y se multipliquen, pero además que los descendientes tengan conciencia de quienes son sus progenitores, ya que está dicho «con vuestros descendientes después de ustedes».

6- No robar, pues solamente nos pertenece aquello que «en nuestras manos es entregado», no lo que pertenece a otros.

7- Establecer organismos legislativos y de justicia, porque para hacer aplicar los otros mandamientos y regularlos es indispensable que existan institutos sociales al respecto. Cuerpos legislativos, cortes de justicia, alguaciles de la Ley, etc.

Así puedes ver con simpleza, sin complicadas elaboraciones ni forzados intentos de demostración, la belleza intrínseca de los Siete Mandamientos Universales.

Como último detalle, quizás alguien pudiera argumentar que estos mandamientos estaban bien en otras épocas, en un «antiguo pacto o testamento», pero que hubo alguna radical modificación que los convirtió en caducos.
Alguien quizás pudiera decir que los noájidas no tienen porque seguir estos mandamientos en la actualidad.
Pero, la respuesta la ha dado el Eterno, quien estableció:

«Ésta será la señal del pacto que establezco entre Yo y vosotros, y todo ser viviente que está con vosotros, por generaciones, para siempre»
(Bereshit / Génesis 9:12)

Para siempre, ha dicho el Eterno.
Mientras exista la humanidad existe el deber de conocer y vivir de acuerdo a estos Siete Mandamientos Fundamentales.
Nada, ni nadie, lo puede modificar o cancelar.

Mandamientos de raíz espiritual

Tres hijos tuvo Noaj.
Shem, Jam y Iafet son las semillas de las que brotan los diferentes ramales que son las naciones de la tierra.
En la unidad de estos tres se encuentra la humanidad integrada.

De acuerdo a lo que la Tradición nos indica, cada uno de estos hijos es como una matriz que modela la esencia de sus descendientes.

De Shem descienden personas con predominio en el plano espiritual y en la zona creativa/imaginativa del plano intelectual.
Pensemos en las eminencias rabínicas, en el semillero «religioso» que surgió del Medio Oriente, en las fábulas y relatos fantásticos asiáticos, etc.

De Iafet descienden personas con predominio en el plano intelectual, particularmente en lo referido a la lógica y razonamiento, pero también con amplia inserción en la zona de las artes y relaciones sociales.
Tomemos como ejemplo a los filósofos griegos, los pintores y escultores europeos de todas las épocas, los arquitectos y políticos descollantes en Europa.

De Jam descienden personas con predominio en el plano emocional y en el desarrollo del plano físico.
Comprobemos la sensualidad y poderío físico de los originarios de África, su comprobada genialidad en la música emotiva y las danzas.

Por supuesto que estas son tendencias que subyacen a la esencia de cada persona, pero NO son factores determinantes ni condiciones exclusivas.
Es decir, no debe ser tomado como una clasificación racista, que encajona y delimita con generalizaciones la riqueza y variedad de cada individuo.
Así, puede haber descendientes de Shem que sean excelentes estetas, Jamitas notables en matemáticas, Iafitas ricamente imaginativos.
Todos estamos formados por cinco planos: espiritual, intelectual, social, emocional, físico/material; pero, esta matriz esencial, este predominio de alguna de las facetas, es real y está operativa.

Esta introducción es especialmente interesante para los noájidas en nuestras tierras.
En su mayoría son descendientes de europeos, o han sido adoctrinados dentro de los parámetros iafitas de pensamiento.
Tienen la tendencia a descubrir con razonamiento y lógica incluso aquellos aspectos que se hunden profundamente en otros planos de existencia, y que quedan realmente inaccesibles al poder del análisis mental.

Esto es notable en lo que refiere a los mandamientos.
Para los que descienden de Iafet, o para los que están sometidos a una educación de tendencia iafita, resulta sumamente difícil entender que el origen de los mandamientos no radica en la mentalidad humana, sino que provienen del Eterno.
De este modo, lo que parece razonable -en términos humanos-, igualmente no aplica en lo que respecta a los mandamientos.
Tomemos como ejemplo el anhelo de muchos noájidas por cumplir con el mandamiento del Shabbat.
Piensa, argumentan y creen que si es bueno para los judíos, debiera serlo también para cualquier otra persona.
Desde un punto de vista iafita, es decir lógico y racional, es un postulado impecable e implacable.
Pero, desde el punto de vista shemita, que se enraiza en lo espiritual, que se adentra en lo supra-racional, carece de cualquier valor.
En los asuntos espirituales uno no se debe manejar por lo que mejor le parece, por lo que razona, por lo que deduce, y mucho menos por lo que cree,
sino por lo que el Eterno ha establecido.
Los mandamientos radican en el plano espiritual, no en el intelectual.

Es cierto que la mayoría de los mandamientos pueden ser comprendidos, o se les puede encontrar alguna razón accesible por el pensamiento humano.
Es cierto que en el cumplimiento de los mandamientos se suelen atravesar los cinco planos de la existencia humana.
Pero, esto no quita el hecho cierto, los mandamientos brotan en el plano espiritual, tienen su raíz allí, su origen y su destino son espirituales, aunque se involucren completamente con el resto de los planos (intelectual, social, emocional y físico/material).

Por tanto, las deducciones y asunciones racionales no tienen verdadero fundamento en lo que respecta a los mandamientos.
Si el Eterno ha decretado que determinado conjunto de los mismos pertenezcan exclusivamente a los judíos, así debe ser admitido y acatado, sin buscar excusas ni hacer malabares mentales para rechazar el dictamen celestial.
Si el Eterno ha decretado la pertenencia de la Torá a Israel, nadie puede argumentar otra cosa, aunque sean plausibles muchas justificaciones que procuren demostrarlo.

El patrimonio espiritual del noájida son los Siete Mandamientos Fundamentales, con todos sus derivados.
Esa es su vida y posteridad, es su edificación en Este Mundo y su gozo en el Mundo Venidero.
Aunque cueste entenderlo con la mente, aunque pueda resultar escaso o deslucido.

El noájida que desciende de Iafet, o que ha sido adoctrinado en los parámetros iafitas, debe esforzarse por romper esas cárceles mentales, que quieren esclavizar el mundo a sus pensamientos, para permitirse confiar en lo que proviene del plano superior, que es el espiritual.
Como dijimos más arriba, todas las personas estamos formados por los cinco planos. Por tanto, si naturalmente nuestra tendencia no se expresa espiritualmente, igualmente estamos capacitados para entrenarnos en vivir bajo la Luz del Espíritu.
El comienzo puede resultar arduo, pero es sencillo: cumplir con los mandamientos que le corresponde cumplir, sin pretender vivir de acuerdo a una identidad que le es ajena.
Si se actúa así, en sintonía con la fibra íntima espiritual propia, más pronto o más tarde la persona obviara sus patrones de conducta que lo apartan de la Buena Senda, y se introducirá con vigor en su tarea de actuar como constructor de Shalom.

Resp. 159 – Porción de la Torá semanal e identidad noájica

shalom More.
gracias por su Orientación. Una Pregunta
1- ¿La Parashá semanal que Usted Escribe en serjudio.com, podemos compartirla con los de la comunidad para nuestro crecimiento?
y
2- ¿hasta que punto podemos nutririnos de ese conocimiento que no perjudique nuestra identidad?.
Su tiempo Valioso invertido en nosotros El Eterno se lo recompese.
Mario Hinestroza
Isla de Margarita, Venezuela

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Resp. 158 – El maestro de Noaj

Feliz Fiesta de las luces!!!
Buenas noches moré, Espero que se encuentre usted bien
Moreh, por lo poco que se, encuentro que la tradicion oral es muy importante en la historia.
¿Noaj aprendio de alguien a ser justo?, se me ocurre que debió haber algun vestigio del que el se pudo aferrar y asi empezar a indagar y aprender.
La pregunta, porque me parece que es importante resaltar la importancia de las condiciones y las vendas a todos los niveles que obstruyen, o permiten algun paso de luz.
Saludos moreh, y espero que pase una Feliz semana junto a su familia!
Juan Pablo, Colombia

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Un caballo, cuyo jinete ya es visible

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/5/50/Venezuela_coat_of_arms.png
Recien un hermano venezolano me hizo una pregunta con motivo de mi artículo: «Mi caballo y su jinete intangible».
«El caballo blanco indómito representa un pueblo libre, lleno de valores,
que corre hacia la superación, y su cabeza volteada a mirar atrás
representa el que nunca olvidara su pasado, su origen, su historia. El
caballo no tiene un jinete visible puesto que la república es gobernada con
pluralidad y respeto, y no vitaliciamente, sino que impera el cambio
constante y prudente de aquellos dirigentes de la nación.

¿Eso es una reflexion propia o usted consiguio que esa era la intención de
los diseñadores del escudo?, me refiero al hecho de que el caballo mira
hacia atras para no olvidar su pasado.
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Esencia y mandamientos

Como muchas veces anteriores, un noájida pretendía bucear en Torá, apropiarse de los mandamientos que el Eterno ordenó a Israel, con la sempiterna excusa de tener la sensación de que siete mandamientos son poca cosa. Como si el noájida se quedara en el jardín de infantes mientras que los que cumplen los mandamientos de la Torá están a nivel universitario.
Y, por supuesto, a esta queja amarga se sumaba el ya conocido estribillo de «los malos judíos que no permiten que la Torá sea para todos por igual».

La respuesta a este planteo repetido también fue reiterativa.
No son los judíos los que determinaron que fueran siete los mandamientos fundamentales y que estos fueran patrimonio espiritual de los gentiles.
Como tampoco fueron los judíos los que vetaron el estudio irrestricto de Torá para los gentiles.
Fue el Eterno.
Él y nadie más.
Por tanto, no es una cuestión de discriminación, sino de adecuación al patrimonio y legado espiritual que el Eterno dispuso para cada cual.

No hay que dejarse llevar por fatuos sentimientos de minusvalía, sino que la persona debe adherirse fuertemente al Padre Celestial por medio de la conducta de lealtad hacia Él. Y esto se logra cumpliendo con los mandamientos que Él ha dado para cada cual, de acuerdo a su propia esencia espiritual.

Ya que tanto quiere profundizar en Torá, ya que tanto demanda mayor carga en mandamientos… al menos podría empezar siendo humilde y prudente y no criticar al Creador por Sus pautas que con Amor y Sabiduría ha dispuesto.

En líneas generales, el noájida que siente sabor a poco con los siete mandamientos universales, es aquel que no se ha tomado con responsabilidad y rigor su conocimiento cabal y su cumplimiento cotidiano.
Habitualmente es el que está en huida de su identidad, o la rechaza por ignorar el enorme valor que ésta tiene.
Pretende descubrir en «ismos» (incluido el judaísmo) aquello que el Eterno le ha conferido, pero teme reconocer en su interior.
Así, por ejemplo, se sumerge en cualquier religión, doctrina o superstición, y la encuentra estupenda, siendo que similar, pero limpio de idolatría, tiene en el noajísmo.
Así, por ejemplo, se erige en férreo avasallador del legado de la Torá que es exclusivo de los judíos, con la excusa de no sentirse excluido, cuando en los hechos el Eterno le ha provisto de su propio «maná» espiritual, que le da vida y eternidad, sin necesidad de arrebatar lo que es peculiar de los judíos.

Numerosísimos son los reglamentos derivados de estos siete mandamientos fundamentales.
Éstos son idénticos a mandamientos que están establecidos como imperativo en la Torá para los judíos.
La única diferencia es que para los judíos tienen carácter de obligatoriedad, en tanto que para los noájidas son opcionales, aunque sumamente recomendables.
Así por ejemplo, «no mentir» no es uno de los siete mandamientos universales, pero es un reglamento que se deriva de uno de ellos, en total paralelismo con el mandamiento para los judíos al respecto.
Que no haya sido dictado como mandamiento para los noájidas no quiere decir que éstos puedan licenciosamente mentir, sino que han de procurar que sus sociedades lo establezcan como parte de su cultura y normativa.

De hecho, para el estudioso no es novedad, que cientos de mandamientos de la Torá tienen precedentes en épocas anteriores.
La famosa «Ieshivá de Shem y Ever», no era otra cosa que una Facultad de Derecho, fundada y fundamentada en los mandamientos noájicos.
En esta Facultad se desarrolló el código legal noájico, en estricta consonancia con el mandamiento fundamental de establecer cortes de justicia.
Este código en buena medida posteriormente sería refrendado en la Torá por el Eterno, como mandamientos para los judíos.
Por ejemplo, la ley del levirato ya era conocida y aplicada por los patriarcas (Bereshit/Génesis 39), pero no constituía un mandamiento para los noájidas, aunque siglos más tarde quedará fijada como mandamiento para los judíos.
Algo similar podemos decir del diezmo, costumbre extendida por Shem (también conocido por su título monárquico como Melkitzedek), pero que sería mandamiento más tarde, para los judíos.
Similar con el respeto a los padres, con el entierro de los difuntos, amparar a los necesitados, dar cobijo a los extranjeros, etc.

En parte por esta razón es que los noájidas tienen a su disposición decenas de los mandamientos de la Torá (para cumplirlos sin carácter de obligatoriedad), ya que eran practicados por los noájidas previamente a la entrega de la Torá a Israel.

En parte por esto mismo, hay ciertos mandamientos absolutamente vedados para los noájidas, que son privativos de los judíos, ya que no tienen un origen en los sabios noájidas (de la Ieshivá de Shem y Ever), sino que fueron entregados explícitamente por el Eterno a Israel en exclusividad.
Mandamientos tales como Shabbat, tefilín, circuncisión, talit, mezuzá, entre otros.

Resumiendo, el noájida tiene un capital inmenso para invertir en su perfeccionamiento, sin necesidad de indagar en tradiciones ajenas. Aprender y aplicar lo que corresponde a su propia esencia espiritual es lo que habilita al noájida a crecer y ser socio en la construcción del Shalom.

¿Lineal o no-lineal? Parte 1


Existe una diferencia sustancial entre bravura y fuerza. Mientras la fuerza es expresión de poder físico, la bravura es el producto de una capacidad espiritual determinada.
Por lo tanto, la fuerza puede ser medida cuantitativamente, y ser patrimonio de muchos; en tanto la bravura, el heroísmo, constituye el privilegio de una minoría selecta… La rebelión de los Macabeos que dio origen a la festividad de Jánuca fue una lucha entre la fuerza y la bravura, o lo que es lo mismo, entre el poder y el espíritu.
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¡Prendan las luces!

Hace dos mil años y un poco más un grupo de valerosos héroes judíos execraron del Santo Lugar la tiranía y la opresión ejercidas por el pseudo-intelecto helénico, execraron de la Tierra de Promisión al invasor, al intruso que viene a corromper, hicieron la voluntad del Eterno con sus propias manos y demostraron que el destino de las naciones no lo construye sólamente la plegaria y el fervor religioso, que la mano de D’ no siempre es visible, y que muchas más son las veces en las que ésta está detrás del valor y el compromiso de los hombres; muchas veces es imprescindible el coraje y arrojo por las virtudes, la actuación consciente y no maquinal.

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