Quiero contarles una anécdota personal que me ocurrió hace tiempo, pero que en estos días me vino a la mente por estas fechas tan plagadas de idolatría, tenía entre 17 y 18 años cuando me ocurrió pero el recuerdo es tan vivo que lo recuerdo como si hubiese sido ayer porque fue un tiempo en que los efectos del cristianismo se hacían presentes en mi vida con mucha intensidad.
Nosotros o la mayoría de nosotros crecemos en distintos ambientes pero la mayoría contaminados fuertemente por la idolatría, donde creencias de todo tipo te son instruidas consciente o inconscientemente, esto que me sucedió ahora me asombra y se me hace increíble que lo haya podido creer en esos días pero fue cierto, hasta me puede dar risa de verme en la idolatría pero la verdad era cruel porque también como muchos yo sufrí a causa de esto.
En varias ocasiones escuche en platicas que había una planta que “atraía” el dinero esta planta era la llamada “sabila” que es como una especie de maguey pequeño, decían que si te comprabas una y no se te secaba y se ponía bonita ibas a tener abundancia material y otros beneficios, y efectivamente en algunos negocios prósperos o casas de gente rica yo divisaba este tipo de plantas la mayoría de buen tamaño muy verdes y con mucha vida, y decía entre mi “con razón les va tan bien si sus sabilas están tan grandes” había creído tal cuento con tanta firmeza que al poco tiempo me hice de una para asegurar mi futuro, era una sabila pequeña no tan grande como las de los ricos pero estaba decidido a cuidarla para que no se secara y viviera mucho tiempo e incluso pensé “tal vez crece” y me va aun mejor, y me aplique en mi planta, a diario la regaba, al amanecer era lo primero que hacía, la regaba y luego la sacaba unos instantes al sol, y me quedaba mirándola observando a ver si estaba más grande y más verde, toda mi confianza estaba depositada en aquella sabila y debía de ser cuidadoso porque yo complemente la idea de la prosperidad con la de la miseria pues pensé que si crecía y se ponía rebosante de vida me iría bien pero si se secaba me iría muy mal y caería aun mas en la carencia, entonces mi suerte dependía de esa planta y no estaba dispuesto a sufrir, en ocasiones que algún dinero llegaba a mis manos me parecía ver más verde la planta claro que el dinero que llegaba era producto de mi trabajo pero yo se lo atribuía a la planta, desde los 11 años me enseñaron a trabajar por lo tanto el trabajo no me era desconocido pero no creía que de mí mismo dependía una parte sustancial de la prosperidad o la carencia, para mí en ese entonces la prosperidad dependía de la planta y no del algo mas, al paso del tiempo la planta deba sus decaídas y sus levantadas, con el pasar de meses y pocos años sin resultados notables vi que la planta no me haría rico ni me arreglaría la vida por lo que la olvide en algún rincón de la casa, hace años la vi estaba moribunda y descuidada, por atención le puse un poco de agua y la volví a dejar en ese lugar.
Hoy en día se que la prosperidad depende también de nosotros, que el Todopoderoso determina el efecto final de nuestros actos, pero en nuestras manos radica parte sustancial de nuestro destino, son nuestros actos lo que determina lo que seremos o lo que estamos siendo, en el Mundo material las acciones son las que cuentan y a este mundo venimos a accionar, ahora ya no le dejo a una planta mi destino y aunque me cueste un poco de trabajo me esfuerzo por ser mejor cada día y así atraer más bendición a mi existencia y por tanto a la de los que me rodean.
Uno de los efectos de la idolatría, es que te hace creer que eres menos de lo que realmente eres, te menoscaba las fuerzas pues estas siendo como unos de esos ídolos que no pueden hacer nada por sí mismos.
Espero que este pequeño espacio que te he dejado entrar a mi vida te sirva para reflexionar que en tus acciones radica parte importante de tu destino y que ni siquiera al Creador del mundo con su omnipotencia le podemos dejar lo que a nosotros nos toca hacer y que aprendas que entre más conoces quien eres más probabilidad tendrás de triunfar en la vida, pues también es una cuestión de identidad.
¡Hasta pronto!