Cada aspecto del universo está diseñado para ser funcional, para que se obtenga algún provecho propio o colectivo.
Nada está demás, nada es sobrante, nada fue creado porque sí.
Cada conducta de los seres que pueblan la naturaleza busca un beneficio real, sin alentar segundas intenciones, malas intenciones, o sin intenciones.
Todo en su lugar, todo en pos de un beneficio real.
Pues, hay un Creador que ha diseñado con Sabiduría Su mundo.
Un Creador que no realizó nada torpemente, ni en vano, o sin trascendencia.*
Mira en tu entorno, capta la maravilla que te rodea.
Cada elemento busca un beneficio real, te reitero, del individuo o colectivo.
Nada en la naturaleza escapa a esto.
O casi nada.
Solamente se evade el único ser terrestre coronado con libre albedrío, el ser humano.
Es el hombre el único que no actúa en pos del beneficio real en toda ocasión, sino que da lugar a otros intereses, a beneficios enfermizos o irreales.
El ser humano puede seguir la lógica del universo y entonces actuar en todo momento buscando un beneficio real y saludable.
O puede seguir la limitada lógica humana, y dejarse llevar por el Ego.
Entonces, si ocurre lo segundo, se embarcará en tareas fatigosas e intrascendentes, arruinará el mundo para obtener riquezas, demolerá la belleza del entorno para adquirir banal dominio, mantendrá relaciones tóxicas con otros para someter o ser sometido, por el afán y la codicia actuará de mala manera, etc.
Al final, quizás alcance algún beneficio, pero no será real.
Te daré un ejemplo grotesco, pero que por ser extremo es sumamente claro.
¿Qué gana un asesino en serie cometiendo sus barbaridades?
Ningún beneficio real, nada en sintonía con el Cosmos.
Ah, pero su enfermo EGO recibirá las enfermizas caricias de gozar con el dolor y muerte de los inocentes.
¿Qué gana un drogadicto con su adicción?
Escapar, volar, disfrutar, cosas que puede él catalogar como beneficios personales, pero que no son reales.
Y así, sucesivamente con todas y cada una de las acciones faltas de beneficio y armonía del ser humano.
Pero, hay un detalle no menor en la lógica del universo, de la naturaleza: carece de compasión.
El león es ágil, veloz, fiel a su rol en la creación, actúa para obtener beneficios reales.
Al igual que el tiburón, el volcán, la tormenta, el terremoto, etc.
Pero no miden sus actos con una regla distinta a aquello que tienen programado en su «esencia», que busca el beneficio (por supuesto que sin conciencia), sin miramientos segundos.
No así en el hombre.
Como dijimos, dotado de libre albedrío es capaz de cualquier barbaridad, necedad o banalidad, movido por su EGO.
Pero, también tiene el impresionante potencial de la compasión y de la generosidad.
En este caso, ya no vivirá con la lógica del universo solamente (actuar en pos de beneficio), sino que añadirá la lógica del Padre Celestial a la ecuación (actuar para beneficiar a otros).
No se regirá por el deseo sin límites, ni actuará exclusivamente motivado por un sano anhelo de beneficiarse, sino que su patrón estará en sintonía con el Creador.
Que es actuar con bondad y justicia: construir Shalom.
En la construcción del Shalom se encuentra el lazo exquisito que une la lógica del universo y la lógica humana, dotando a la existencia del hombre y de la comunidad de verdadero sentido y trascendencia.
En la lógica de la VIDA se actúa, piensa, habla y siente de acuerdo al manual de vida, que para los judíos se denomina TORÁ y para los noájidas se denomina Siete Mandamientos.
Entonces, depende de ti, ahora que conoces esto, evaluar cada acto que estás por hacer y no dejarte llevar ni por la rutina, ni por la pasión, ni por la presión social, ni por las excusas que encubren la realidad.
O vives con la lógica del constructor de Shalom, marcada por Dios y legislada dentro de los mandamientos que te competen,
o vives en la lógica del universo, buscando el real beneficio pero sin evaluar las consecuencias en el prójimo,
o vives según la lógica humana, a merced del EGO, que corrompe el orden y llena de caos la realidad.
El consejo es: ELIGE LA VIDA.
____
* Para profundizar al respecto sugiero al lector que lea con el asesoramiento idóneo el capítulo 25, del tercer tomo, de la «Guía de los Descarriados», del maestro de maestros Maimónides. (El estudio de esta obra no es aconsejado para los gentiles que no cuenten con la diestra y directa instrucción de la misma por parte de un entrenado maestro judío.)