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La Falacia del Levantado

El ser humano no puede ser feliz cuando en su cabeza se llevan a cabo, a cada segundo, miles o millones de procesos mentales en que nuestro procesador arroja como respuesta la palabra contradicción. Podemos vivir e incluso administrar un conjunto pequeño de contradicciones; de hecho son necesarias unas cuantas pues son evidencia de que nuestro cerebro sigue vivo. Pero someter esclavistamente nuestro ser racional a nuestro ser emocional – o sea asumir que está bien vivir en el Mar de la Contradicción – provoca inevitablemente un sentimiento muy fuerte de frustración en la persona. Carl Jung, el terapista de fama mundial, trató a miles de personas a lo largo de su carrera y estableció que todas ellas sufrían de una u otra manera por carencias que no pueden satisfacer las religiones mayoritarias a sus feligreses.[1] De hecho, y eso busca mostrar este artículo, falacias y retórica equivocadas – vestigios de religiones idolátricas – son piedras pesadas y bultos de podredumbre que todavía están incorporados en la mochila de una persona que transita el camino hacia su libertad plena, hacia el cumplimiento de su deber como ser humano: ser feliz.

El ser humano alcanza su felicidad cuando alimenta todo su ser a través de lo que le sienta provecho evitando lo dañino – cuando no deja en el olvido su ser racional. Como lo dice Yehuda Ribco[2]:

El humano está formado por cinco planos: físico, emocional, social, intelectual y espiritual. Todos ellos son necesarios e imprescindibles. Todos ellos deben ser nutridos adecuadamente y hemos de mantenerlos en equilibrio dinámico. Cuando fallamos en nutrir alguno de los planos, el desequilibrio afecta a toda la persona, que a su vez puede influenciar con desequilibrio a su colectivo social. Es por esto vital que conozcamos la existencia de los cinco planos y que tengamos extremo cuidado en nutrir cada uno de ellos, y hacer lo correcto para reajustarlos cuando nos encontremos en desbalance.

Para ejemplificar lo poderosamente dañinas que pueden ser las falacias y retóricas falsas, quiero llamar la atención del lector sobre lo que he denominado la Falacia del Levantado. Esta se presenta con fuerza entre personas que fervorosamente militan (o han militado hasta hace poco) en las huestes del movimiento evangélico en sus diferentes denominaciones: bautistas, pentecostales, pseudo-judíos mesíanicos, etc. Si bien la he llamado en singular, falacia, en realidad es un paquete de falacias pequeñas que, (cual virus informáticos) conforme va pasando el tiempo sin que su usuario las elimine, se van haciendo carne; y se puede llegar al punto en que el usuario prácticamente pierde la capacidad de reconocer que estos virus/falacias no son parte natural del sistema ni que, de hecho, lo están destruyendo y bloqueando su eficiencia.[3] Tratemos de extraer las características más importantes de la Falacia del Levantado.

  1. "No cualquiera puede ser líder de una congregación de hijos de Dios" – uno tiene que aprender muy bien a jugar el papel de "oveja".
  2. Para ser "líder" o "pastor" o "copastor" (o cualquier otro "cargo" cristiano) uno tiene que ser "elegido por Dios", es decir "ser levantado a un cargo de autoridad" (por eso le llamo Falacia del Levantado) por el mismísimo Dios – de nada sirven preparaciones académicas ni virtudes humanas ni nada si "Dios no lo ha llamado" o "Dios no lo ha levantado".
  3. Más aún, las "congregaciones" están formadas siguiendo el ejemplo de la "iglesia primera" (el modelo a seguir), donde Jesús es el "pastor" y ¿quiénes reunen el perfil para optar al cargo de representantes de su iglesia o "apóstol"? ¡Pescadores ignorantes que eran muy poco instruidos! La iglesia primera representa un modelo centralista donde el líder se cree Dios y ante el cual todos deben declarse ignorantes (que no son nada sin el dios-hombre) y someterse – ¿a escuchado decir a un evangélico que está orgulloso de ser un "esclavo de Cristo"?
  4. De hecho tener títulos académicos es totalmente contraproducente en esta onda evangélica (cuyos resabios afectan a los nuevos noájidas – personas que hace poco abandonaron el Cristianismo en pro de las Siete Leyes) pues (otro virus) "Cristo eligió lo más vil y perverso para avergonzar a los sacerdotes" (o sea los eruditos judíos). Por tanto, no es extraño (ya viendo este contexto) que un noájida nuevo y que sinceramente quiere colaborar en un puesto de liderazgo busque tener un perfil lo más "simple" posible y firme sus artículos con un seudónimo tipo "un noájida manso y humilde"- es la Falacia del Levantado la que todavía está activa en su ser.
  5. Apenas tangencialmente, se "salvan" de los puntos anteriores aquellas personas que por sus muchisisisísimos años de militancia cristiana pueden recibir el título de "ancianos". Por tanto si un individuo joven – "de pocos años y muchos menos en el camino de Dios" – quiere dirigir cualquier cosa bajo el marco de la congregación, tendrá que lidiar muy pronto con la Falacia del Levantado, activa entre sus pares: "¿Y a este quién le levantó?".
  6. "Aquel que quiere ser líder, sin que Dios le haya llamado pronto caerá en desobediencia, descarrío hacia lo mundano, etc. y (como el mal menor), eventualmente, se robará las ovejas" o sea "formará una nueva congregación". Usted puede observar los muchos "anticuerpos" que genera la política o cómics o prosa literaria (algo "mundano") o cualquier otro tema que no sea "espiritual"; dicho de otra manera "¿esta cosa es lo suficientemente "santa" como para ayudarme a ser mejor persona?". Es que en la onda evangélica – especialmente pentecostal – "un síntoma de que te estás apartando de Cristo es que te estás volviendo al mundo". Entonces un lector que tiene activa en su "disco duro" la Falacia del Levantado, tiende a preguntarse si "este material que me presentan es lo suficientemente espiritual como para que esté en esta página web…". Es porque en el mundo evangélico "todo trabajo fuera de la iglesia es un mal necesario" y sólo se justifica en tanto que uno "gane más soldados/esclavos para Cristo".
  7. Como en las iglesias la "autoridad de Dios para reconocer quien está siendo levantado" (suponen) yace en una autoridad central (y centralista) – el pastor – un síntoma de que un individuo está siendo "levantado" es que se someta totalmente al pastor, es decir, que no sea "afrentoso" ni "contencioso" peor "confrontacionista". ¿Me va captando amigo lector? Por eso, fíjese que muchos de los noájidas nuevos (y los amigos de Fulvida no son la excepción) están llenando el vacío dejado por la figura del pastor por la figura del Rabino o del Moré o del Noájida con más experiencia, etc. (sin que estos últimos lo hayan provocado por supuesto).
  8. Ante un "jalón de orejas" del pastor, las "ovejas" no piensan más allá de culparse a sí mismos (por ejemplo para buscar alternativas o propuestas válidas) – juegan su bien aprendido papel de "ovejas viles que no son nada sin su pastor", se dan golpes en el pecho: "por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa"[5].
  9. Puesto que "ser levantado" depende de la pseudo-autoridad centralista de una sola persona – el pastor – los pocos que logran lamer bien las medias del jefe como para alcanzar una posición más alta (respecto de la tropa de ovejas) cuidan sus pobrezas: "yo soy un ‘levantado’. Y a ti ¿quièn te levantó?"

Ahora que he presentado las características de la Falacia del Levantado, ¿qué hacer si uno con sinceridad y humildad las compara con la vida propia y se da cuenta que está infectado? La respuesta no es absoluta. Creo que debe buscársela dependiendo de si el afectado es una organización o a una persona.

A diferencia de las religiones idolátricas, donde uno tiene que “apartarse de lo mundano” para estar supuestamente más cerca de Dios, en el Monoteìsmo (Judaísmo y Noajismo) las cosas funcionan de otra manera: "uno puede encontrarse con Dios en cada actividad cotidiana" – depende de uno el conseguirlo.[4] Dicho en otras palabras las actividades cotidianas como trabajar, comer, vestirse e incluso dormir pueden ser herramienta para conectarse con el Creador. Por ejemplo, si busco el bienestar de mi prójimo, quizàs dándole una mano para que pueda educarse mejor, entonces ¿no me estoy conectando con el Creador? Puesto que la mejor forma de motivar y enseñar es a través del ejemplo, si yo como profesor soy impuntual ¿qué les estoy enseñando a mis pupilos? ¿me conecto o desconecto del Creador?[4]

Por tanto mi amigo buscador de la verdad, puedes explotar perfectamente los talentos que te ha concedido el Creador sin que ello conlleve que te apartes de él.

Como lo dice Rabí Bindman[1]

Las Siete Leyes son simples en forma, claras y sensibles a cada persona. No es necesario un entrenamiento en filosofía o teología para entenderlas o para cumplir a cabalidad con la moralidad que ellas contienen. Interpretaciones detalladas están a disposicion en los escritos rabnicos… Cuando exploramos los mandamientos uno a uno, vemos una sociedad humana bajo una luz que ha estado escondida por un largo tiempo: se puede percibir sobre como pudieron haber sido las cosas, y como pueden todavía ser, cuando son vistas desde la perspectiva de la verdad eterna. Ni los judíos ni los gentiles fueron puestos en un mundo de naturaleza exclusivamente material, sin una pauta sobre de dónde vienen, a dónde están yendo, y por que estan aquí.

Por todo lo expuesto es que estoy convencido que cualquier tipo de organización que promueva la observancia de las Siete Leyes o que reuna a noájidas observantes, debe buscar una estructura lo más horizontal posible haciendo todos los esfuerzos porque no sea centralizada ni centralista. Donde quienes tengan responsabilidades especiales, "cargos" o "encargos", no le rindan cuentas per se a una figura central (dígase un Rabino, Moré o Coordinador General, etc.) sino a la comunidad en sí misma. Lo contrario, crear o matener una estructura organizativa muy vertical está ya mostrando ser alimento para el virus de la Falacia del Levantado. O sea que la estructura misma promueva el cumplimiento de tareas y la rendición de cuentas de los colaboradores los que deberían acceder a grados de responsabilidad por méritos.

Liberarse de las falacias puede ser doloroso – de la manera en que duele dejar un culto tóxico o una adicción – pero se puede acceder a la libertad plena. Cuanto tiempo se demore una persona en alcanzar la libertad depende de cuán dispuesto esté a despertar su ser racional (adormecido por la idolatría) y a ejercer un juicio crítico pero sin menospreciarse – esforzándose por dar la medida justa a las cosas y buscando la paz verdadera – aquella que se basa en la justicia.


Sobre el autor:
El Dr. J. Mayorga es Matemático de profesión, Suma Quan Laude y mejor graduado de su promoción en Escuela Politécnica Nacional – Ecuador. Obtuvo su Doctorado en Ciencias de la Ingeniería (Mención en Modelamiento Matemático) en Universidad de Chile – Chile. Su trabajo de investigación tiene que ver con métodos matemáticos de la Mecánica Cuántica. Ha sido Representante en Chile y Coordinador Internacional de Fundación Luz de Vida, creada con el propósito de promover entre los hispanoparlantes la observancia de las Siete Leyes Universales, herencia de las naciones de acuerdo con la tradición judía. Ha traducido del inglés al español "Los Siete Colores del Arco Iris" (Y. Bindman), "El Camino del Gentil Justo" (Ch. Clorfene & Y. Rogalsky) y "¿El Verdadero Mesías?" (A. Kaplan).


Referencias


[1] Los Siete Colores del Arco Iris, Rabí Yirmeyahu Bindman.
[2] Todo nuestro ser, Moré Yehuda Ribco.
[3] Un muy interesante estudio sobre como estos bloqueos pueden manifestarse incluso en el inconciente colectivo fue escrito por Ramón Quezada, "Participación, oportunidad para dirigir el Cambio".
[4] Véanse los comentarios en "Un texto gratuito de Cálculo Diferencial", Juan Mayorga.
[5] Véanse por ejemplo los comentarios de Humor: estos mesiánicos 2

Todo nuestro ser

El humano está formado por cinco planos: físico, emocional, social, intelectual y espiritual.
Todos ellos son necesarios e imprescindibles.
Todos ellos deben ser nutridos adecuadamente y hemos de mantenerlos en equilibrio dinámico.
Cuando fallamos en nutrir alguno de los planos, el desequilibrio afecta a toda la persona, que a su vez puede influenciar con desequilibrio a su colectivo social.
Es por esto vital que conozcamos la existencia de los cinco planos y que tengamos extremo cuidado en nutrir cada uno de ellos, y hacer lo correcto para reajustarlos cuando nos encontremos en desbalance.

Una regla para guardar la compostura y la armonía, es la simpleza.
Cuanto más simple se actúe, sienta, comparta, piense y confíe, en menos problemas y dificultades la persona se mete.
Ser simple no significa ser vacío, hueco, torpe, insignificante o carente de sentido.
¡Todo lo contrario!
En la simplicidad se encuentra el camino para el desarrollo de los mayores potenciales que guardamos en nuestra alma.
Las grandes personalidades que han trascendido en todos los planos, han sido humildes, sencillas.
El patriarca judío Avraham era un hombre simple, aunque genial en todos los aspectos.
El patriarca de la humanidad, Noaj/Noé, era bastante simple en algunos de los planos, aunque en otros se complicó, cosa que derivó en desgracias personales y familiares.
El rabino Moshé/Moisés, es llamado por Dios como el más manso de los hombres.

Y nadie puede suponer que estas personalidades han sido fracasadas, irrelevantes, necias.
Así pues, ya sabes que la manera para alcanzar el equilibrio está en la simplicidad.

Luego, debemos encarar con seriedad y responsabilidad el aspecto de nutrir cada uno de los planos.
Aquí en FULVIDA.com estamos comprometidos en esta tarea, pues como puedes comprobar tenemos textos que apuntan a cada una de esas realidades.
Hay personas que siguen aferradas en cierta medida a sus mochilas idolátricas, en las cuales se niega el alimento a todos los planos. En esas sectas solamente se hace hincapié en el plano emocional, que se ha disfrazado de "espiritualidad", cuando no deja de ser manipulación emocional. Se mantiene aterrorizada a las personas por medio de amenazas, de manipulaciones, de presiones, de extorsiones, de privaciones de todo tipo.
Algunos de ustedes, que siguen cargando con parte de esas mochilas del pasado, ven con ojos de desagrado ciertos textos que se publican en este sitio, básicamente por razones emocionales, por no haberse aún liberado de la esclavitud de la idolatría y las manipulaciones de las que fueron víctimas en su pasado.
Quizás hay textos que no son estéticamente bonitos, otros que pueden ser aburridos, otros repetidos, otros demasiado altisonantes, otros agresivos, otros incomprensibles para muchos, y así en la gran variedad que nos brinda el contar con tantos autores, con diferentes perspectivas de las cosas.
La cuestión es descubrir qué de bueno, de constructivo, de alimento brinda ese texto.
Recordando que no siempre tenemos que ser serios, parsimoniosos, "espirituales"; ya que la vida se compone de los cinco planos, y todos ellos deben ser alimentados.
A veces precisamos de un poema tierno, que solamente acaricie la emotividad.
A veces requerimos de un sesudo análisis de situación social.
A veces es necesario que se nos muestren otras culturas, otras realidades, etc.
A veces es obligatorio que se destruya lo negativo, para posibilitar construir lo positivo.
A veces es provechoso el humor, la gracia, el cuento, la noticia sorprendente.
A veces es indispensable el jalón de orejas, o la aprobación, o el aplauso.
A veces lo útil es el estudio "espiritual", que trate de temas trascendentes.
Todo esto forma parte de nuestra vida, así como otras cosas que no hemos mencionado ahora.
Alimentar cada uno de los planos, es parte de crecer.
Alimentarlos con sencillez, es excelente para la obra.

Y esto lo podemos aplicar a todas las ocasiones de nuestra vida, en casa, en el trabajo, en el estudio, con los amigos, etc.
Entender que tenemos esos cinco planos y que todos deben ser alimentados y balanceados, sin renegar de ninguno, porque cuando negamos alguno de nuestros planos, estamos negando nuestra existencia.
Siempre con moderación, con equilibrio, con ánimo de crecer uno mismo y en compañía del prójimo.

Quedo de ustedes, a la espera de sus comentarios.

Distinto Collar

“Clases de preparación para el parto”. Puede ser una buena idea, pensé. Allì vamos. Después de todo, algo fuera del entorno médico podrìa ser interesante.

Desconozco el panorama en otros paìses latinoamericanos, pero aventuro que todo el asunto del embarazo y parto està igual de deformado en vuestros paìses que en el mìo. Aquí estar embarazada es un peligro, y parir es una tarea para la que se necesita un hombre, llamado ginecólogo. La mayoría de las veces es él el verdadero héroe del evento, ya que gran parte de los partos terminan siendo cesàreas, o más bien, innecesáreas. El médico es una especie de deidad que le explica a las personas cómo funciona , y peor aun, cómo debería funcionar, su cuerpo y el de sus bebés. Es el dueño del tiempo, decidiendo hasta cuándo se espera y cuándo se actúa y decretando cuándo es momento de quedarse quieto, empujar, respirar, no respirar, etc.

 Y los pacientes (bastante bien elegido el término, diría yo) le siguen y adoran “como corresponde”. Hasta que uno de ellos, con la ayuda de alguno de sus sumamente falibles instrumentos adivinatorios, decreta que no hay complicaciones, las futuras madres temen lo peor y se preocupan por el bienestar de sus hijos. Cuando habla “el doctor”, es palabra “santa”.

 Y francamente, a uno a veces le cansa tanta idolatrìa. O se acostumbra, pero prefiere no comer todas las hostias que encuentre a su paso. Entonces piensa “ Clases de preparación para el parto. ¿Porqué no? A ver si recupero un poquito el lugar que me corresponde en este asunto de traer hijos al mundo.”

 En la primera sesión, una mujer de unos cuarenta años, con la molesta calma de un monje budista, repite algunos de estos conceptos sobre cómo el parto se ha convertido en un acto médico, cómo antes no lo era (todas aquellas personas que ahora mismo piensen que menos mal porque antes las mujeres se morían, tengan a bien educarse sobre, por ejemplo,  la relación directísima entre esas muertes y la ausencia de la sencilla práctica de lavarse las manos por parte de quienes atendían los partos), cómo hoy en día en cualquier jardín de infantes el 80% de los niños ha nacido por cesárea y cómo las personas depositan equivocadamente su fe en los médicos.

 Estaba tan de acuerdo con la señora que podía ignorar su aspecto desprolijo y descuidado, su vocabulario casi soez, su sonrisa muy, pero muy poco confiable y el persistente olor a incienso que todo lo invadía.  Me encantaba que alguien dijera que depositar nuestra fe en cualquiera menos en Él, estaba de lo más espantoso. Ella nos pedía respirar hondo, y nosotros lo hacíamos.  Hasta que empieza la parte de  la “visualización”.

 Al principio era solamente un poco cursi de más, un tanto hippie, nada grave. Imaginar un lugar donde nos sentíamos cómodas, visualizar , decía ella, el parto que queríamos, bla bla. Y en un momento, zás!, una especie de invocación a antepasados que nos acompañaban en ese momento, el espíritu de nuestras abuelas y a mí se me revolvía el estómago en un fenómeno que nada tenía que ver con el embarazo en sí. Todavía faltaba lo peor. Yo no lo sabía. Yo pensaba que lo peor era jugar a la tabla ouija para imaginar el parto ideal.

 Mientras la concurrencia volvía en sí, yo me preguntaba por qué habría de necesitar la ayuda y protección de gente muerta al momento de la llegada de una nueva vida tan profundamente que no reparé en que la partera daba paso a una de sus asistentes, quien – de rigurosa solerita hindú y más fragancia a patchouli- nos advertía que antes de comenzar su parte debíamos tener a bien agradecerle al sol y a la luna por estar allí, por el regalo de una nueva vida, y –supongo- por la ingenuidad de todos los que se levantaban estirándose en desesperados intentos por alcanzar al objeto de su adoración y pedirles permiso (sí, sí, al sol y a la luna) para no sé que cosa de la energía.

 Nosotros, que por ahora no solemos entablar conversaciones con estrella ni satélite alguno, nos levantamos y acusando un dolorcito de cabeza, nos volvimos a casa sin decir palabra.

 Y pensando en lo amplio de la gama de posibilidades de ser un idólatra. En ocasiones, también de ser un payaso. Suelen venir juntas esas dos. No se trata solamente de Pastor chanta, también tenemos Doctor vanidoso, Profesor soberbio y ahora, Partera ridícula. 

 En fin.

Ganar una pelea

Si el problema es entre tú y yo lo arreglamos tú y yo. Queda prohibido hacer partícipes a otros o discutir en presencia de otros.

Cuando hay testigos en la disputa el ego crece, el orgullo se hincha, lo que se persigue no es la solución de un problema determinado sino demostrar ante los espectadores quién es más fuerte y dominante. Un testigo físico o mental nos motivará, sin darnos cuenta, a tratar de mantener cierta imagen y eso bloqueará la sencillez y la humildad indispensables para llegar a un acuerdo con quien realmente importa. Por experiencia de varios psicólogos, los tres principales factores que causan la desintegración conyugal son el alcohol, la infidelidad y la intervención de los familiares políticos.

El cariño y la lealtad son conceptos no negociables, por lo tanto queda terminantemente prohibido proferir amenazas terminales.

En toda relación humana que se pretenda duradera debe haber algo intocable, algo que no puede por ningún motivo entrar a la mesa de discusión: el cariño. La pareja podrá negociar cualquier cosa, pelear encarnizadamente por resolver las diferencias, pero siempre protegiendo bajo una campana de acero blindado el concepto de su amor; éste no se perjudicará con los resultados. Amenazas como "si no cambias me largo" o "te advierto que si no accedes nos divorciaremos" o "lo que dijiste acaba de matar mi cariño por ti", ocasiona que la discusión se torne peligrosamente terminal.

Queda prohibido tener actitudes extremas. Si la persona pierde el control, deberá alejarse, pero nunca realizar escenas que la hagan poco confiable para siempre.

Cuando a Einsten le preguntaron si existía algún arma para combatir la mortífera bomba atómica, él contestó que sí, que había una muy poderosa e infalible: La Paz. Todos los seres humanos poseemos un arsenal de alto calibre que por ningún motivo debe usarse con nuestros seres queridos. Esas armas son: gritar, golpear, insultar, romper cosas, maldecir, injuriar a los familiares del otro, azotar puertas, emborracharse, cometer adulterio, etc. Estos recursos hieren y hacen perder la visión de lo que se discute. Las partes se concentran en devolver sus lanzas con el único fin de lastimar al contrincante. Las actitudes extremas son como un veneno que daña la relación para siempre.

Se debe discutir una sola cosa a la vez.

Al enfadarse se pondrá sobre la mesa de combate solamente el asunto que haya causado la emoción negativa. Cuando no se sabe pelear es muy común comenzar reclamando un tema "A" y terminar disputando uno "Z" totalmente diferente, después de haber pasado por veintisiete incisos, todos ellos sin relación, unos hirientes, otros incoherentes, otros extremadamente añejos, pero todos esgrimidos para lesionar al contrincante y hacerlo sentir culpable de cuanto malo pasa entre ellos. Una discusión así no tiene ni pies ni cabeza; el asunto inicial se complica y se deforma al grado que la pareja se siente furiosa y el pleito no tiene solución.

Prohibido quedarse con cuentas pendientes; si algo no es lo suficientemente grave para discutirse en el momento, deberá tolerarse para siempre.

Al departir no deben traerse a colación asuntos que ya pasaron, que ya se discutieron y que no tiene ningún caso revivir. Hacer eso es como meter el dedo en heridas viejas. Si el asunto es grave se debe hablar con la persona lo que nos molesta y dejar bien establecido que por el amor que le tenemos estamos dispuestos a tolerarlo. Esa es la mejor estrategia para que un familiar cambie, la que se basa en la premisa de que aunque no cambie lo seguiremos amando. Al percibir eso él, a su vez, tarde o temprano también deseará darnos gusto.


Carlos Cuauhtémoc Sánchez ;  "La última oportunidad"

Sonidos del silencio

¿Quién de nosotros no tuvo un momento de extremo dolor? ¿Quién nunca sintió, en algún momento de la vida, ganas de desistir?

¿Quién todavía no se sintió sólo, extremadamente sólo, y tuvo la sensación de haber perdido la dirección de la esperanza?

Ni las personas famosas, ricas, importantes, están libres de tener sus momentos de soledad y de profunda amargura.

Fue lo que le ocurrió a uno de los reconocidos compositores de todos los tiempos, llamado Ludwig Van Beethoven, que nació en 1770, en Bonn, Alemania, y murió en 1827, en Viena, Austria.

Beethoven vivía uno de esos días tristes, sin brillo y sin luz. Estaba muy abatido por el fallecimento de un príncipe de Alemania, que era como un padre para él.

El jóven compositor sufría de una gran carencia afectiva. Su padre era alcohólico y lo agredía fisicamente. Falleció en la calle, por esa causa.

Su madre murió muy jóven. Su hermano biológico nunca lo ayudó en nada, y, súmese a todo esto, el agravamiento de su enfermedad. Síntomas de sordera, comenzaban a perturbarlo, al punto de dejarlo nervioso e irritado.

Beethoven solamente podía oír usando una especie de trombón acústico en el oído. El llevaba siempre consigo un papel o un cuaderno, para que las personas escribiesen sus ideas y así poderse comunicar, pero no todas tenían paciencia para eso, ni para leer sus labios.

Notando que nadie entendía, ni lo ayudaba, Bethoven se retrajo y se aisló. Por eso ganó la fama de misántropo. Fue por todas estas razones, que el compositor cayó en una profunda depresión. Llegó a escribir un testamento, diciendo que se iba a suicidar.

Pero como ningún hijo de Dios está olvidado, llegó la ayuda espiritual, a través de una muchacha ciega, que vivía en la misma modesta pensión, donde Beethoven se había mudado, y que le dijo casi gritando: "Yo daría todo por poder ver una noche de luna".

Al oírla, Beethoven se emociona hasta las lágrimas. Al fin y al cabo , él podia ver. El podía poner su arte en sus composiciones.

Las ganas de vivir se renovaron y entonces compuso una de las piezas más hermosas de la humanidad: "Sonata Claro de Luna".

En su tema, la melodía imita los pasos lentos de algunas personas, posiblemente, los suyos o los de otros, que llevaban el cajón mortuorio del príncipe, su protector.

Mirando al cielo plateado por la luna, y recordando a la muchacha ciega, como al preguntarse el por qué de la muerte de un mecenas tan querido, él se deja sumergir en un momento de profunda meditación transcendental.

Algunos estudiosos de música dicen que las tres notas que se repiten, insistentemente, en el tema principal del 1º movimento de la Sonata, son las tres sílabas de la palabra "why"? u otra palabra sinónima, en alemán.

Años después de haber superado el sufrimiento, llegaría el incomparable Himno a la Alegria, la 9ª sinfonia, que corona la misión de este compositor, ya totalmente sordo.Himno a la Alegria expresa su gratitud a la vida y a Dios, por no haberse suicidado.

Todo gracias a aquella muchacha ciega, que le inspiró el deseo de traducir, en notas musicales, una noche de luna.

Usando su sensibilidad, Beethoven retrató, a través de la melodía, la belleza de una noche bañada por la claridad de la luna, para alguien que no podía ver con los ojos físicos.

Enrique Baldovino

(Recibido por email)

El eterno dilema entre comunicación y difusión

La comunicación, elemento inherente al ser humano, es un valor aprendido y aprehendido que contribuye al desarrollo sano de la personalidad.

Hoy en dia, en un momento en el que la comunicación y la expresión son tan nombradas, tan usadas por cualquiera en la calle, he reflexionado sobre el eterno dilema que se presenta a la hora de definir lo que es: comunicación; cuando en estos últimos siglos, sobretodo a partir del nacimiento de los medios eléctricos, se tergiversa, confundiéndole con el concepto "difusión".

Este siglo nuevo que recién ha comenzado, y que ha traído consigo un auge increíble en los medios de expresión y difusión, nos ha colocado en un buen rol ante nuestro desarollo como sociedad; es ésta una excelente prueba que determinará qué tan maduros hemos llegado a ser, y qué tanto comprendemos lo que alguna vez podemos decir.

Nunca antes los medios de expresión y difusión fueron tan universales, tan comprometedores, tan enriquecedores para nuestras vidas; pues el que una persona común y corriente sea leido, escuchado o visto en buena parte del mundo, otorga un poder para el que se requiere suma responsabilidad. Pero muchos no sabemos aún usar éstos medios; muchos aún permanecemos al márgen de lo que es la menos subjetiva expresión, la menos emocional difusión de ideas, aunque algunas veces logremos, casi que al azar, dar en el punto de lo que es una asertiva difusión de contenidos.

Esa es la meta, la meta es lograr una asertiva difusión de contenidos; no se pide para ello objetividad, ya que sería ésto imposible entonces, ni se pide imparcialidad, porque ésto no sería viable, simplemente se pide asertividad. Un valor que muy pocos hemos aprehendido en su totalidad, aunque sepamos lo que es y cómo se logra.

Pues bien, la comunicación es el acto a través del cual, mediante un medio, se establece entre dos ó más personas una pluridireccionalidad de mensajes, que suelen ser: personales, directos y dinámicos.

Un medio de comunicación es aquel a través del cual no existen tiempos, pues el emisor y el receptor envían tan dinámicamente mensajes, tanto verbales ó escritos, como gestuales. Trayendo como consecuencia el que sea muy personales y directos; pues al emitir un mensaje verbal el uno, el otro automáticamente envia un mensaje gestual que implica ya un acto comunicativo, haciendo al momento, como se dijo, muy dinámico, a la vez que directo, pues cada respuesta tiene que ver con el mensaje emitido.

Importante es el hecho comunicativo para el ser humano, ya que es inherente a nuestra personalidad el deseo de expresarnos y difundir lo que pensamos; pero como bien se empezó diciendo, lograr comunicarse, requiere de aprehensión y de aprendizaje, pues el hecho comunicativo es por ley: social, es la regla de oro en la convivencia interpersonal, y para ésto es necesario que adquiramos del medio la base de éste elemento. Poco a poco la práctica diaria hará que aprendamos a usar correctamente lo que hemos adquirido en el tiempo.

La difusión, es parte substancial de la comunicación, pero no la engloba en su totalidad, sino que cubre una parte, la del emisor. La difusión no tiene receptores; difundir es el hecho mismo de informar, de emitir unidireccionalmente un mensaje, sin más. Saber esta diferencia nos hace comprender cuánta energía se desperdicia a veces queriendo comunicar, mientras lo que se hace es informar. Saber que se es comunicador, sólamente si existe una contraparte, es lo primero que necesitamos para comprender que nuestro mensaje debe ser lo más asertivo posible…

Ahora bien, es lo primero, pero no lo único…

Del moré Yehuda Ribco, muchos, gracias a D’, hemos aprendido a reconocer ciertos elementos que nos ayudan cómo mejorar nuestra personalidad, en varios de sus articulos de Cterapia puedes conocer cómo logras una comunicación asertiva. Lo que él llama muy acertadamente una Comunicación Auténtica.  

Bien, ¿por qué he dicho que la objetividad es algo imposible de lograr?

El criterio juega un rol sumamente importante en ésto, aunque no es lo único que vale. Cada persona es un mundo como se dice por ahí, y aunque a veces, compartimos criterios, muchas veces no, y esto es natural. No se puede permitir que todos pensemos igual, "todo es según el color del cristal con el que se mira"…

El famoso respeto a las ideas del otro, es algo que aún no alcanzamos a comprender del todo; precisamente por el hecho de no saber el preciso significado del concepto. El respeto va más allá de la tolerancia, el respeto es el reconocimiento del valor inherente y los derechos innatos de los individuos. No se trata de soportar ó no lo que el otro dice, se trata de reconocer (y aquí podríamos entrar en nuevo análisis etimológico: La palabra está formada por el prefijo RE y el vovablo conocer. Es una palabra cuya etimología nos dice qué es todo en la vida. Bueno y malo; dificil y sencillo; negro y blanco.)

Así pues, puedes observar que para comunicarse, no sólo es necesaria la buena intención, ni el mucho conocimiento acerca de un determinado tema; muchos factores vienen implicados en el hecho comunicativo, entre los más importante mencionamos ya la difusión asertiva de contenidos (o sea que si se requiere conocer el tema en profundidad), mencionamos el carácter imprescindible de "respetar" el mensaje del otro, de mirar cuán auténtica está siendo nuestra comunicación (ver link), pero lo más interesante de todo; y lo que he querido plasmar acá, es el conocer el código a través del cual se envían los mensajes.

Si usted no conoce el código morsey esta frente a un telégrafo y le dicen: envíe S.O.S a tal sitio, ¿cómo podrá usted, sin conocimiento previo del código morse, enviar dicho mensaje?

Es muy dificil comunicarse cuando carecemos del preciso conocimiento del lenguaje; a veces las trabas más difíciles son precisamente lingüisticas. Un ejemplo es cuando nos preguntan: ¿qué has sabido de tal ó cual persona?, y nosotros no sabemos con seguridad cómo está esa tal ó cual persona, por lo que respondemos, en la mayoría de los casos con un lugar común: "debe estar bien" cuando lo correcto sería decir: "ha de estar bien". Si, puede parecer una tontera pero el vocablo debe es imperativo del verbo DEBER; ¿cómo podemos afirmar con carácter tiránico algo así? En cambio que ha de estar usa el indicativo del infinitivo del verbo ESTAR; mucho más sincero y humilde de nuestra parte. Recordemos que la PNL es otro de los elemenos presentes dentro del acto comunicativo.

Habiendo escrito ya lo suficiente como plasmar mis ideas, déjoles a ustedes el espacio para que se expresen.

PACIENTE BONDAD

Cuánto cuesta un helado?

En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en una confitería y se sentó a una mesa. La mesera puso un vaso de agua en frente de él.

-"¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con almendras?", preguntó el niño.

-"Cincuenta centavos", respondió la mesera.

El niño sacó su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas.

-"¿Cuánto cuesta un helado solo?", volvió a preguntar.

Algunas personas estaban esperando por una mesa y la mesera ya estaba un poco impaciente.

-"Treinta y cinco centavos", dijo ella bruscamente. El niño volvió a contar las monedas.

-"Quiero el helado solo", dijo el niño. La mesera le trajo el helado, y puso la cuenta en la mesa y se fue.

El niño terminó el helado, pagó en la caja y se fue.

Cuando la mesera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costó tragar saliva con lo que vio.

Allí, puesto ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco centavos … Su propina.

(Recibido por email de un amigo)

Desde el corazón

Algunos noájidas me hicieron notar algo que yo no conocía y que no comprendía cuando gente aún aferrada a paradigmas idolátricos me consultaba.
Me explicaron la diferencia que hacen los idólatras de Jesús con respecto a orar y rezar… ¡sorpresa para mí!

¿Rezar u orar?

Yo no sé qué distinguen esos idólatras, pero déjenme darles una breve lección acerca del rezar, orar, elevar plegarias, o como le quieran decir a esta actividad.

Usaré la palabra rezar, orar, elevar plegarias indistintamente, pues desde el punto de vista de los fieles al Eterno esos vocablos son intercambiables totalmente, no existiendo ninguna diferencia en el sentido de ellos.
Espero que esté claro desde el principio mismo.

El rezar es una actividad que nace en lo profundo del espíritu humano.
El espíritu busca con ansia el encuentro con el Padre celestial, como un sediento en el desierto el espíritu anhela esa adhesión con el Eterno.
Como la mayoría de las personas están en ignorancia acerca de las cosas realmente espirituales, o para peor se hallan inmersas en el hedor de las falsas creencias, la oración se transforma en un hecho material, en un pedido o clamor o ruego que apunta hacia el plano material (aunque se lo quiera disfrazar con un tinte de espiritualidad).
De hecho, rezar para pedir cosas materiales NO está mal, pues es admitir con humildad el lugar que nos corresponde, en donde hay un Padre celestial absolutamente dador, y un humanidad desesperada, necesitada, carente que solamente puede ser saciada a través de la Misericordia divina.
Claro, cuando el pedido se transforma en clamor, en exigencia, en demanda, en abuso… la persona está demostrando su falta de humildad, su corrupción espiritual, su irrespeto por el Eterno, que es Rey de reyes, además de Padre, por lo cual jamás debemos tomarnos el atrevimiento de creernos dignos de dar órdenes al Hacedor.

Así pues, de una necesidad espiritual pura surge el rezo, que puede ser correcto, acertado, espiritual… o desgraciadamente puede desbarrancarse detrás de falsas ideas, detrás de deseos impuros, o de la ignorancia radical.

Para prevenir a la persona de errores, de falsas presunciones, de desmanes o de errores es que existe el rezo pre-establecido, aquel que ha sido compuesto por los verdaderos Sabios, conocedores profundos de las cosas celestiales, así como de las complejidades humanas.
Estos Sabios compusieron diversos rezos, que en general son encontrados en el libro de rezos del judaísmo. Este libro no debe ser usado por el noájida, pues está diseñado para suplir las necesidades de la identidad espiritual judía, no la noájida. Por tanto, estamos trabajando para editar un texto acorde con la espiritualidad noájida.
Este rezo preestablecido es una pauta, una ayuda, una guía, una necesidad, pero en modo alguno sustituye la voluntad, el sentido, la intención, el calor del alma que cada uno debe imprimir a los rezos.
Pues, un rezo preestablecido dicho de manera rutinaria, automática, aburrida, carente de ánimo, es como perder de vista el verdadero objetivo de la plegaria.

Por otra parte, y además, existe el rezo voluntario, aquel que surge de la creatividad personal y que es absolutamente individual.
Es el rezo que nace de los deseos, expectativas, temores, etc. personales.
Por supuesto, la frescura y originalidad son bienvenidos, en tanto no conduzcan a la persona hacia el error. Quizás se equivoque al usar ciertos adjetivos, o en el énfasis «pedigüeño», o en olvidar que el rezo debe incluir alabanzas, pedidos y agradecimientos, o cualquier otro error, más o menos grave.

En resumen, lo que debemos tener en claro a la hora de querer comunicarnos con el Padre celestial es que nuestras palabras deben surgir desde el corazón, sea que estemos leyendo oraciones escritas por Sabios o las que nos brotan de nuestro ser. Todas, siempre, desde el corazón.
Es por esto que en la gran Tradición espiritual se llamó al rezo como «servicio del corazón», pues eso es lo que fundamenta la expresión de la pasión del alma por el Eterno.

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 12

  Einstein es autor de la teoría del chivo expiatorio que, sin embargo, es insuficiente. Ella se limita a describir cómo la judeofobia puede utilizarse, pero no por qué existe…   En cuanto al caso de la Iglesia, su rol en la historia de la judeofobia fue central y paradójico. Así lo definió James Darmesteter en 1892: "El odio de la gente contra el judío es obra de la Iglesia, que los protege de las furias que ella misma ha desatado". Algo similar puede decirse de los ataques obsesivos que sufre Israel. La ONU no es responsable por el terrorismo contra los judíos, pero por medio de reiteradamente perdonar ese terror y sistemáticamente condenar a Israel, alienta al terrorista haciéndolo sentir socio de la comunidad internacional en su lucha contra el sionismo.

 


 

Unidad 12: Teorías acerca de la judeofobia; una perspectiva

Por: Gustavo Perednik   

Hemos transitado un camino de odio sin parangón. Le pusimos el nombre apropiado y delineamos la mitología que lo sostuvo. Vimos la verdad del sacerdote Edward Flannery cuando escribió que la judeofobia "es el odio más antiguo y más profundo de la historia humana. Otros odios pudieron haberlo sobrepasado en un momento determinado, pero todos ellos regresaron oportunamente a un papel apropiado en el basurero de la historia".

Uno de los propósitos centrales de nuestro curso es precisamente despertar la conciencia acerca de la singularidad del fenómeno, un monstruo de dimensiones que no permiten reducirlo a simple "prejuicio de grupo", como a veces hacen personas bienintencionadas, judíos y no-judíos por igual. Un ejemplo bastará para explicarnos.

Ana Frank escribió en su diario íntimo durante el Holocausto: "Quién nos ha infligido este mal? Quién nos ha hecho a los judíos diferentes de todos los pueblos? Quién ha permitido que suframos tan terriblemente hasta ahora?… Siempre permaneceremos judíos, y así lo deseamos". Sin embargo, los autores de la versión de Broadway del Diario de Ana Frank le hacen decir a la nia: "No somos el único pueblo que ha debido sufrir… a veces es una raza y a veces otra…" Con esta metamorfosis la judeofobia queda universalizada, y pasa artificialmente a ser parte de un odio más general y abarcativo. Este método no ayuda a entender el fenómeno. Por ello en ésta, nuestra última clase, intentaremos no caer en el error, y explicaremos la judeofobia sin privarla de su singularidad.

Cinco Pensamientos Sionistas

Albert Einstein escribió la siguiente parábola: Una vez un joven pastor le dijo a un caballo: "Tú eres el animal más noble de la Tierra. Tu felicidad sería completa si no fuera por el ciervo traicionero. Desde su juventud viene trabajando para que sus patas corran más que las tuyas. Así se te adelanta a los pozos de agua. Pero no desesperes. Mi sabiduría y mi guía te liberarán de tu estado ignominioso". Enceguido por envidia y odio por el ciervo, el caballo aceptó. Se sometió a la brida del pastor, perdió su libertad y fue esclavo del joven. El caballo representa un pueblo; el joven, una clase o pandilla que aspira al poder absoluto; el ciervo, a los judíos. El caballo sufre, y cuando ve al ágil ciervo su vanidad es aguijoneada.

La explicación de Einstein se conoce como la teoría del chivo expiatorio, según la cual la judeofobia es orquestada por líderes que desean desviar el descontento popular. Al confrontarse con su inhabilidad para satisfacer a sus subordinados, los gobernantes frecuentemente recurrieron a buscar "el Otro", algún grupo distinto de la mayoría, a fin de achacarle el descontento reinante. En la historia europea, los judíos fueron el "Otro" más permanente.

Sin embargo, la teoría del chivo expiatorio es insuficiente. Ella se limita a describir cómo la judeofobia puede utilizarse, pero no por qué existe. Para que haya chivo expiatorio judío, los judeófobos deben estar allí desde el comienzo. Además, no todo estallido judeofóbico fue el resultado directo de que reyes o jefes desviaran resentimientos.

El hecho es que una vez que la judeofobia se arraigó en la cultura europea, cobró vida propia, y fue transmitida de padres a hijos generación tras generación. Esa "vida propia" es nuestro tema, no sus usos múltiples. La judeofobia fue parte del "sentido común" en la mayor parte de las sociedades europeas una vez cristianizadas. En la primera clase citamos al húngaro que definía como judeófobo a quien "odia a los judíos más de lo necesario". Ese "sentido común" sobrevivía mucho después de que se olvidara quién los puso en funcionamiento y por qué.

Los mitos que estudiamos fueron el intento de la sociedad gentil de justificar este odio culturalmente aceptado y heredado. Los gentiles no atacaron a los judíos "debido a que" creían que éstos habían matado a Dios. Casi al revés: fueron creando el mito del deicidio a fin de atacar a los judíos y de este modo ventilar sus frustraciones e ira, y descargarlas en los hombros de una población indefensa.

En cuanto a por qué precisamente los judíos debieron ser "ciervos", Einstein da un paso más allá del chivo emisario, y dice: "Porque había judíos entre todas las naciones y porque estaban demasiado dispersos como para poder defenderse a sí mismos contra la violencia desatada contra ellos".

En otras palabras, los judíos serían atacados por su indefensión. La hipótesis fue planteada allá por 1860 por Peretz Smolenskin, un filósofo del nacionalismo judío que fundó el mensuario hebreo Hashajar. Para Smolenskin, las raíces de la judeofobia yacen en el desprecio ante la inferioridad nacional de los judíos, y por ello el mal podía revertirse sólo si había una autoafirmación práctica de la nación judía. Smolenskin no se equivocó cuando advertía que los ataques judeofóbicos en Rusia y en Alemania no eran aberraciones temporarias como querían unos, sino el adelanto de horrores peores que vendrían.

Muchos otros pensadores sionistas tuvieron la visión de percibir ese carácter dinámico e insaciable de la judeofobia. Algunos sugirieron que acechaba aun la destrucción física total de los judíos. Uno fue Moisés Lilienblum quien al presenciar los pogroms de 1881, atribuyó las raíces de la judeofobia a instintos hostiles de la sociedad gentil. Ningún decreto de igualdad podría garantizar la convivencia con los judíos. Al usar el término "instintos", Lilienblum aludía a la antigedad y la profundidad de la judeofobia, que permitían una manipulación fácil y constante.

Su contemporáneo León Pinsker coincidió, pero fue aun más lejos (tal vez demasiado): como la judeofobia es una enfermedad hereditaria que puede rastrearse a más de dos mil aos, es sencillamente incurable. Incluso la refutación racional más convincente de todos y cada uno de sus mitos, no tendría éxito en desmantelar los su estructura mental y su práctica, ni tampoco el impulso maligno que la alimenta. Como vimos, Pinsker acuó la palabra "judeofobia". Para él, los judíos eran un "pueblo fantasma". El mundo veía en ellos la horrorosa imagen de un cadáver caminante. Carecían de unidad, estructura, tierra y bandera, eran un pueblo que había cesado de existir y sin embargo continuaban con una semblanza de vida. Eran siempre huéspedes y nunca anfitriones. Y como el miedo a los fantasmas es innato, dice Pinsker, no sorprende que este temor crezca aun más cuando se trata de una nación aparentemente muerta, que se muestra como viva. Ese encono abstracto, casi platónico, llevó al mundo a ver en los judíos como grupo, la responsabilidad por los crímenes (reales o supuestos) de cada uno de sus miembros. El terror del fantasma judío fue heredado y fortalecido con el transcurso de innumerables generaciones. La judeofobia era para Pinsker una hija bastarda de la demonología. Con profundas raíces en todas las razas, el miedo al judío-fantasma era una psicosis hereditaria.

En los aos cuarenta, otro visionario sionista, Zeev Jabotinsky, hablaba del "antisemitismo de las cosas" en contraste con el "antisemitismo de los hombres". En algunos casos la judeofobia era parte de la sociedad y no necesitaba de la aquiescencia de los hombres. Volvía una y otra vez incluso si no se la provocaba.

Todas esas explicaciones fueron formuladas por pensadores sionistas, que vieron en la judeofobia una respuesta casi instintiva de las naciones hacia el judío desprotegido. La desprotección de los judíos, a pesar del mito judeofóbico que seala lo contrario, era (y es) evidente. Los judíos no pudieron evitar que un tercio de ellos fuera asesinado hace medio siglo; ni siquiera lograron convencer a los gobiernos occidentales a bombardear los campos de la muerte o las vías férreas que conducían hacia ellos, ni que EE.UU. declarara la guerra a Hitler (Washington entró tardíamente a la guerra en respuesta a la agresión japonesa en Pearl Harbor).

Las teorías presentadas son por ende sionistas, porque intentan enfrentar la judeofobia por medio de darles a los judíos poder real para de, como por ejemplo en un Estado propio. Pero además de las teorías de la indefensión, hay muchas otras. Hasta el momento ningún trabajo las ha presentado todas. Siguen algunas, categorizadas en cuatro disciplinas.

Sociología y Psicología

Las teorías sociológicas se centran en qué rol le cupo a los judíos en diversas sociedades, rol que los expuso a un encono especial. Por ejemplo ser prestamistas durante la Edad Media, o "siervos de cámara" de reyes y nobles, o colectores de impuestos de los campesinos. Por estos roles, Fritz Lentz ve en la judeofobia una forma del rencor que puede sentir el proletario hacia los ricos.

Desde una perspectiva similar, Bernard Lazare contendió en El anti-Semitismo, su historia y sus causas (1894) que la utilidad de la judeofobia era que empujaría el socialismo (Lazare se corrigió después del caso Dreyfus). Las explicaciones económicas llegan hasta a atribuir a los judíos todo el sistema económico, tal como Henri Pirenne hace derivar de ellos el advenimiento de la modernidad, o Werner Sombart, quien en 1911 consideró que los judíos eran la causa del capitalismo.

Hechas estas exageraciones a un lado, debemos tener en cuenta que los factores económicos no crean la judeofobia; sólo la exacerban. Los judíos fueron perseguidos en los estados económicos más diversos. Más judeofobia sufrieron las masas pobres de Rusia que los empresarios del Canadá. En cierto modo, la posición socioeconómica de los judíos fue consecuencia (y no causa) de la judeofobia. Si los judíos se dedicaron a prestar dinero, es porque las probabilidades de las inminentes expulsiones los obligaban a invertir en contante y sonante, y no en propiedades. O porque la posesión de tierras les era prohibida. O porque otras profesiones les estaban vedadas en corporaciones que sólo aceptaban cristianos. Así lo resumieron Prager y Telushkin: "Los judíos no fueron odiados porque prestaban dinero. Prestaban dinero porque eran odiados".

En muchas ocasiones, entonces, los judíos aparentaban poder porque sus cargos los transformaban en cara pública de las elites que gobernaban. Algo similar ocurre cuando ejercen de abogados, médicos, maestros, psicólogos o asistentes sociales, y por ello parecen detentar un poder en rigor inexistente.

La explicación sociológica arguye que como los judíos parecen tener poder, son blanco predilecto de la ira cuando el sistema social acucia a los sectores más necesitados. De acuerdo con Michael Lerner en esto precisamente radica la singularidad de la opresión de los judíos: una vulnerabilidad escondida, sin que importe cuánta seguridad económica o influencia política lleguen a tener judíos en el plano individual. Los judíos no pueden estar seguros de que no serán nuevamente blancos de ataques populares si la sociedad en la que viven entra en períodos de grave presión económica o conflictos políticos.

Pero para entender por qué los judíos parecen tener poder, debemos dejar la economía y sumergirnos en la psicología. Las teorías psicológicas sobre la judeofobia resuelven una falla de las teorías económicas: a diferencias de éstas, revisan más al victimario que a la víctima. Una muy difundida teoría psicológica fue la de Jean-Paul Sartre, quien describió (1966) al judeófobo como "el hombre que tiene miedo. No de los judíos sino de sí mismo, de su propia conciencia, de su libertad…" Para Sartre, la judeofobia es "el miedo de estar vivo".

A pesar de su mentada ventaja la teoría psicológica es insuficiente, porque considera la judeofobia virtualmente como una psicopatología. La judeofobia es maldad, pero la maldad no es una enfermedad.

Filosofía y Antropología

Michael Lerner atribuye la judeofobia parcialmente al impulso antiautoritario del judaísmo, con su implícito desafío a toda clase gobernante. Elites en el mundo antiguo tendían a gobernar por medio de una combinación de la fuerza bruta y una ideología que exaltara la estructura social como estática y sagrada. A veces se usaban los viejos mitos de dioses gobernando la naturaleza, y otras la racionalidad de Platón en La Repblica. En ambos casos, la existencia judía era el testimonio viviente de que esos mitos e ideologías eran invenciones para perpetuar las necesidades de los gobernantes. Los judíos, por el contrario, exhibían una historia según la cual habían podido superar el escalón social más degradado, la esclavitud, y pasaron a gobernarse exitosamente a sí mismos. Mientras los judíos existieran, las elites estaban equivocadas y podía cuestionarse su gobierno.

Esta faceta de la historia judía podría haberse salteado si la narración de los orígenes judíos se hubiera mantenido en cuentos infrecuentes. Pero la religión judía en su conjunto se basaba en contar y volver a contar esa historia. La piedra angular de la observancia judía, el Shabat, debía conmemorarse "en recuerdo del Exodo de Egipto", y separaba un día en el cual ningún poder terrenal podía hacer que el judío trabajase. La mera idea de que el oprimido ponía los límites de la opresión era en sí revolucionaria, la primera gran real victoria contra el esclavizador, y un recuerdo permanente de que la opresión podía superarse.

No importaba cuán intensa y desesperadamente judíos en el plano individual trataban de soslayar esos aspectos de su religión, y de identificarse con los poderes imperiales y sus valores. El espíritu de libertad hacía del judío el pueblo más rebelde de la antigedad, el pueblo que con mayor tenacidad se rebeló contra el poder helenístico y luego el romano.

Los judíos se diferenciaban precisamente porque seguían normas que parecían subvertir el orden establecido, ni se subordinaban a los poderes imperiales. Esto estimulaba la desconfianza de los gobernantes, que deseaban que sus súbditos descreyeran del judío antes de que al confraternizar oyeran los ideales de libertad de los judíos.

Otro teórico del asunto, Maurice Samuel, entre 1924 y 1950 mostraba a la judeofobia no como un problema judío, sino una aflicción de los gentiles a la que los judíos debieron habituarse. El judío le ha puesto al mundo los grilletes de la ley moral. Por ello el hombre occidental lo recela, en "el gran odio" del alma amoral pagana. Una posición similar asumen Prager y Telushkin en su Por qué los judíos? de 1983: la más alta calidad de la vida judía despertaría la envidia constante e intransigente del mundo no-judío.

Por su parte, Eliane Amado Levy-Valensi ofreció su propia interpretación durante los aos sesenta: la judeofobia es el resultado del fracaso de los gentiles al robar la historia judía para ellos. "El judaísmo era ya una religión antigua que poseía una gran literatura, con grandes héroes y sabios en su pasado, y además una promesa divina de un futuro más glorioso. El cristianismo no poseía ello. Desde el mismo comienzo, por lo tanto, los cristianos reclamaron la Biblia, al principio como antesala de Jesús pero luego como exclusivamente suya". La lucha de los palestinos podría ser explicada desde la misma perspectiva. Incluso Jesús es presentado por ellos como "un palestino". La falta de una larga historia propia, produce una clase especial de envidia hacia el largo pasado de los judíos.

Aunque ninguna teoría puede explicarla totalmente, la combinación de varias de ellas puede ser útil para entender la enfermedad social que es la judeofobia.

Conclusiones

Nuestra revisión de la judeofobia puede llevarnos a varias conclusiones, a saber:

  1. La judeofobia le permite a la gente ventilar sus instintos sádicos. Uno puede violentar, humillar y matar, y tendrá un aparato ideológico entero antiguo y establecido, que viene a defender la libre brutalidad.
  2. Al combatir a los judíos, un pueblo del que mucho se ha escrito y hablado, el judeófobo se siente más importante que si enfrentara a un grupo desconocido.
  3. Como grupo, los judíos muchas veces despiertan sentimientos de culpa entre los gentiles. Ello puede deberse al hecho de que la moralidad fue virtualmente iniciada con la Biblia de los judíos, y por ello encarnarían las prohibiciones éticas, o si no por la forma en la que los judíos fueron perseguidos (ésta no sólopuede despertar sentimientos de culpa, sino también temor, ya que podría suponerse algún tipo de venganza).
  4. La judeofobia es una actitud intrínsecamente irracional de una sociedad generalmente racional. Un judío es atacado como tal, y si otro judío reacciona ante la agresión, es cuestionado por etnocéntrico, preocupado sólo por los propios. Los comunistas (y para el caso, también por ejemplo la BBC de Londres) sostenían que no deseaban enfatizar el aspecto judío de las víctimas para que su defensa no fuera demasiado estrecha. Si consideramos los dos últimos ataques contra la comunidad judía en la Argentina (la Embajada en 1992 y la AMIA en 1994) en ambos casos surgieron voces que acusaban a los judíos de haber sido los perpetradores y los provocaban a que ellos dieran las explicaciones del caso. El judío es atacado y se pone en la defensiva.
    Constantin Brunner destacó la irracionalidad de la judeofobia, como un egoísmo grupal contrapuesto al pensamiento racional. Pero no consideró suficientemente la característica más notoria de esta irracionalidad, y es que muchas veces es exhibida por gente muy racional, lo que le da mayor credibilidad. En el caso de Voltaire dijimos que la judeofobia puede torcer la razón del más razonable, y en el caso de Alemania en forma conjunta, la judeofobia floreció y llegó a su clímax precisamente en el país de la filosofía, con apoyo activo de gigantes del pensamiento desde Fichte y Wagner hasta Heidegger. Muchos cabecillas nazis eran intelectuales y artistas.
  5. Las fuentes de la judeofobia son notoriamente hipócritas. Los judíos fueron quemados en la hoguera por la religión del amor, calumniados por los precursores de un iluminismo fraternal, y discriminados por la ideología de la igualdad.
  6. La judeofobia es practicada en por lo menos dos niveles. Uno es directo y agresivo, el otro es sutil y consiste en pasar por alto el primer nivel. En otras palabras, uno puede revisar el odio antijudío no sólo al mirar qué se siente frente a los judíos sino, y mejor aún, qué se opina de los judeófobos. En artículo de mi autoría (que puedo enviar por E-mail al estudiante interesado) muestro cómo se dio esa judeofobia solapada en el caso de la mencionada novela La Bolsa de Julián Martel.

En cuanto al caso de la Iglesia, su rol en la historia de la judeofobia fue central y paradójico. Así lo definió James Darmesteter en 1892: "El odio de la gente contra el judío es obra de la Iglesia, que los protege de las furias que ella misma ha desatado". Algo similar puede decirse de los ataques obsesivos que sufre Israel. La ONU no es responsable por el terrorismo contra los judíos, pero por medio de reiteradamente perdonar ese terror y sistemáticamente condenar a Israel, alienta al terrorista haciéndolo sentir socio de la comunidad internacional en su lucha contra el sionismo.

Muchos coincidirían con el arzobispo Theodor Kohn (m.1915), él mismo una víctima de la judeofobia racial, en el hecho de que "es una condición enferma que sólo el tiempo podrá curar". Pero aparentemente el paso del tiempo de por sí no es suficiente y debe producirse acción. La Iglesia es uno de los factores que está en mejores condiciones para producirla. En la repelencia pots-Holocausto frente a lo que la Europa cristiana le había hecho a los judíos, la Iglesia Católica ha eliminado sus oraciones y enseanzas más agresivas. Pero aún no se ha comprometido en una consideración de raíz acerca de cómo ella misma ha generado judeofobia. Poco esfuerzo se ha hecho para instruir a los cristianos sobre el rol que el cristianismo en general tuvo en generar una cultura judeofóbica, y la mayoría de los cristianos permanecen inconscientes de ello.

El poeta católico francés Paul Claudel escribió varias obras sobre la confrontación entre la judería y la cristiandad. Paulatinamente fue liberándose del prejuicio tradicional y desarrolló una visión original del pueblo judío. Su conciencia acerca de la responsabilidad de la cristiandad por el Holocausto, lo llevó a sugerir a su embajador en el Vaticano, en 1945, que el Papa instituyera una ceremonia de expiación por los crímenes perpetrados contra los judíos. Del mismo modo, durante el juicio contra Eichmann en Jerusalem (1961) obispos alemanes pidieron de todos los católicos alemanes que pronunciaran una plegaria pidiendo perdón. Y en 1994, cuando el Vaticano finalmente estableció relaciones con el Estado de Israel, William Rees-Mogg publicó en el Times de Londres un llamado a un acto de contrición general: "Las iglesias cristianas deberían hacer algún acto formal de contrición por lo que ha ocurrido en estos dos mil aos… debemos disculparnos por las matanzas, por la Inquisición, por los ghettos, por los distintivos, las expulsiones, las acusaciones del asesinato ritual, y por sobre todo, por el fracaso de la cristiandad en percibir a tiempo, o denunciar a tiempo, la maldad del Holocausto en toda su dimensión".

Con estas reflexiones el curso llega a su fin. Quiero agradecerles vuestros comentarios y preguntas, y la profundidad con la que muchos han encarado el tema. Espero que el material provisto les sirva en vuestras actividades y estudios. Mi dirección de E-mail gustavop@jazo.org.il; permanece abierta para todos, y siempre será un gusto aclararles dudas, enviarles material, o intercambiar ideas.

 

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 11

  Junto al antisionismo, la otra manifestación de la judeofobia contemporánea es la Negación del Holocausto (NH). Ambos son un intento por reescribir la historia reciente, y por ello se presentan juntos. Porque, si no se justifica el Estado judío (como arguye el antisionismo) debe de ser porque el sufrimiento judío es una maliciosa fantasía (como plantea la NH)…   La judeofobia fue muy activa durante la dictadura militar en la Argentina 1976-1983. De entre los miles de "desaparecidos", los judíos eran la víctima favorita en los centros de tortura… Entre los periodistas que defendían el régimen, Enrique Llamas de Madariaga difundió por la televisión estatal un programa insidioso (30/10/1980) bajo la consigna de que "Si los persiguieron durante cuatro mil aos, por algo será".

 


 

Unidad 11: La Negación del Holocausto – La judeofobia actual

Por: Gustavo Perednik   

Junto al antisionismo, la otra manifestación de la judeofobia contemporánea es la Negación del Holocausto (NH). Ambos son un intento por reescribir la historia reciente, y por ello se presentan juntos. Porque, si no se justifica el Estado judío (como arguye el antisionismo) debe de ser porque el sufrimiento judío es una maliciosa fantasía (como plantea la NH).

En Mi patria, Palestina; el sionismo, enemigo del pueblo (publicado en Alemania en 1975) Ahmed Hussein sostiene que el promotor de la judeofobia es el sionismo, interesado en que los judíos huyan hacia Israel. Así se reitera el ardid de poner a la víctima como victimario. "La mejor propaganda para el Estado de Israel es el judío muerto", explica sin rodeos Hussein y agrega: "después de estudiar profundamente el tema, y basado en eruditos, he llegado a la conclusión de que durante la Segunda Guerra Mundial ni un solo judío fue muerto por ser judío… Sólo la mentira de los seis millones posibilitó la presión sionista para establecer el Estado de Israel y su financiamiento con capital alemán".

Una variante aun más cruel del mismo argumento, es que los sionistas se asociaron con los nazis para exterminar judíos. La expuso Lenni Brenner, muy difundido en la URSS, y llegó al escándalo en Londres en 1987 cuando el Royal Court Theatre decidió no presentar la obra Perdition de Jim Allen, que sostenía esa calumnia. Era en palabras del autor "el ataque más letal contra el sionismo escrito jamás".

Un rastreo de los comienzos de la NH nos lleva al Holocausto mismo, durante el cual por lo menos dos cabecillas nazis, Martin Bormann y Heinrich Himmler, prohibieron toda mención pública de la "Solución Final". Pero por entonces el objetivo de la NH se limitaba a preservar la inconsciencia judía acerca de la dimensión del ataque, a fin de asesinarlos sin resistencia.

Después de la guerra, fueron trotskistas y anarquistas franceses quienes curiosamente iniciaron la NH al descalificar la evidencia del genocidio como "propaganda stalinista". Su primer libro fue Desenmascarando el mito del Holocausto de Paul Rassinier (1964).

En 1979 la NH se organizó en un prolífico Instituto para la Revisin Histórica (IHR) en Torrance, California, que mantiene convenciones anuales y publica el trimestral Journal of Historic Review, enviado sin cargo a doce mil historiadores norteamericanos. Su mentor, Willis Carto, de vieja militancia nazi, fundó el Liberty Lobby (la propaganda judeofóbica más grande de los EE.UU.). El IHR es pseudoacadémico; aunque convoca a profesores, todos ellos carecen de títulos en historia (Rassinier estudió geografía, Butz ingeniería electrónica, Faurisson literatura, etc.).

Desde 1991 uno de ellos, Bradley Smith, coloca avisos en los diarios de las universidades americanas en nombre del CODOH (Comité para el Debate Abierto sobre el Holocausto). Lograron reclutar a un tal David Cole de padres judíos, y a un comentador militar británico, el neonazi David Irving, cuyo best-seller La Guerra de Hitler (1977) esgrimía que Hitler nunca supo que los judíos eran asesinados en Europa.

La NH nos plantea un serio dilema: perdemos al refutar sus argumentos (ya que de este modo los legitimamos como "opinión para abrir el debate acerca del Holocausto"), pero también perdemos si no les contestamos ("los judíos carecen de argumentos"). Los métodos para confrontar el fenómeno merecerían una clase especial que, nuevamente, escapa al marco de nuestro curso. Pero debo mencionar los cuatro niveles de la NH, en orden de la sofisticación de sus argumentos: 1) el Holocausto nunca ocurrió; 2) las cifras fueron abultadas; 3) no hubo ningún plan sistemático de exterminio; 4) en cada guerra hay Holocaustos, y los judíos cacarean sólo el suyo como si fueran los monopolizadores del dolor.

La NH es un fraude peligroso, porque al blanquear los crímenes del nazismo hace posible su reedición, y disemina el odio bajo la excusa de "libertad de expresión" mientras transgrede doblemente la ley: por apología del delito y por incitación a la violencia.

La NH ha expandido la mitología judeofóbica. A leprosos, adoradores de asnos, deicidas, pueblo testigo, asesinos de nios, bárbaros, virus racial, explotadores, confabuladores internacionales y racistas, se agrega ahora el de "inventores de Holocaustos".

La Judeofobia en América

Desde la misma creación de los Estados americanos, los judíos fueron activos en ellos. Por ello no hizo falta su Emancipación legal como en Europa, en donde, según vimos, la judeofobia moderna fue una reacción (inmediata o tardía) contra la Emancipación. Por ello en las Américas la judeofobia puede entenderse parcialmente como un vicio importado.

Aunque en 1654 hubo en New York (por entonces New Amsterdam) un intento de expulsar a los judíos por parte del gobernador holandés Peter Stuyvesant, en general, antes de la independencia de las colonias de Norteamérica, los judíos no sufrieron agresiones físicas, y otras minorías fueron más atacadas.

Durante la Guerra de Secesión norteamericana desde ambos bandos se acusó a "los judíos" de ayudar al enemigo, y el 17/12/1862, Ulysses Grant (el victorioso general de la Unión y 18vo. presidente americano) ordenó la expulsión de todos los judíos de Tennessee. Esta Orden General Número 11 fue revertida por el presidente Lincoln, después de que ya se había aplicado en varias ciudades.

En la última década del siglo pasado apareció una judeofobia más nítida, no como respuesta a Emancipación sino a una brecha cultural frente a los inmigrantes. Según vimos, en 1881 comenzó en Rusia la era de los pogroms y el éxodo más grande de la historia. En 1890 habían ingresado a los EE.UU. más de un millón y medio de judíos, y para 1920 ya eran tres millones.

Parte de la población veterana receló de los recién llegados. Henry Adams (bisnieto del segundo presidente americano) escribía: "La atmósfera judía me hace sentirme aislado. Los judíos van a controlar completamente las finanzas y el gobierno de este país, o estarán muertos". En su novela Las columnas del César (1890), Ignatius Donnelly cuenta que los judíos toman el poder para vengar sus padecimientos en los cristianos. El corolario de esta animosidad fue el "restrictionismo" o movimiento antiinmigratorio. Uno de sus mentores, Madison Grant, en El paso de la gran raza (1916) endilgó a los judíos el mestizaje de la nación. El movimiento logró en 1924 la limitativa Acta de Inmigracin.

Pero la norma fue otra. Los presidentes y líderes norteamericanos expresaron con frecuencia su gran estima por el pueblo judío. Los padres fundadores de los EE.UU. compartían las raíces de los puritanos ingleses quienes, a partir de su amor por la Biblia, revaloraron de ella su idioma, su tierra y su nación. Cuando la Rusia zarista se negó a emitir visas de visita a judíos americanos y dio maltrato a los pocos que las obtuvieron, el gobierno norteamericano canceló en 1911 un viejo Tratado Ruso-Americano.

Si hubo similitudes entre la judeofobia americana y la europea, la escala siempre fue mucho más pequea. Por ejemplo, "el Affaire Dreyfus" americano tuvo lugar en 1913 en Atlanta, cuando el ingeniero Leo Frank fue acusado de asesinato por la sola evidencia del testimonio del principal sospechoso. La Jeffersonian Magazine exigía la ejecución del "abominable, perverso judío de Nueva York" y su editor creaba la Orden de los Caballeros de Mary Phagan (tal era el nombre de la asesinada) para boicotear todos los negocios judíos de Georgia. Dos aos después de comenzado el juicio, Frank fue arrancado de su celda y linchado. Se trató del primer caso de asesinato judeofóbico en los EE.UU., y el último hasta los recientes episodios de Crown Heights. En estos, norteamericanos de color arremetieron contra judíos al azar (mataron a uno) en "venganza" porque dos nios negros murieron atropellados cuando un conductor jasídico perdió el control de su auto.

El parecido con el escenario europeo es más claro en algunos países de Latinoamérica, en donde la judeofobia es más p. Los fundadores de los Estados latinoamericanos no se educaron en el amor puritano por la Biblia y su pueblo; el ambiente de muchos de ellos fue la Iglesia inquisitorial espaola. El caso argentino fue especialmente oscuro, y a él nos referiremos en particular, teniendo en cuenta que se trata de la comunidad más grande y la que más judeofobia sufrió. En el resto de los países el odio antijudío fue casi siempre marginal, y la historia de cada uno escapa a los marcos de nuestro curso.

En los EE.UU. la estela del caso de Leo Frank se disipó en la unidad nacional que acompaó la Primera Guerra Mundial. La posguerra volvió a destapar la judeofobia, debido al temor de que los valores y estilo de vida tradicionales fueran amenazados por la inmigración masiva, por la creciente población urbana y por el liberalismo religioso. El Ku Klux Klan (grupo racista, reaccionario y judeofóbico) llegó en 1924 a cuatro millones de miembros. Como hemos visto, los Protocolos eran difundidos por Henry Ford. Su campaa se detuvo en 1927 con un pedido público de disculpas.

En 1922 la discriminación en la educación se transformó en un tema de debate nacional cuando la Universidad de Harvard anunció que estaba considerando un sistema de cuotas para estudiantes judíos. Aunque el plan fue eventualmente abandonado, las cuotas se aplicaron por medios velados en muchas instituciones terciarias, a fin de limitar el muy alto número de judíos que asistían a ellas (aun para 1945 Dartmouth Colege admitía abiertamente un sistema de cuotas para estudiantes judíos).

El acceso de judíos también estaba limitado para puestos en bancos, compaías de seguro, empresas públicas, hospitales, grandes estudios jurídicos y planteles académicos universitarios. Esta restricción dio en llamarse la judeofobia "cortés" en los EE.UU., que tuvo en los aos treinta un impulso ideológico, con la noción de que "los judíos dominaban el gobierno de Franklin Roosevelt, causaban la gran depresión económica, y querían arrastrar a los EE.UU. a la Segunda Guerra contra una admirable Alemania que surgía".

El principal vocero fue el sacerdote Charles Coughlin, cuyo programa semanal de radio atraía a millones de personas. Cuando en 1942 se supo del Holocausto, la Iglesia ordenó a Coughlin cesar toda actividad no-religiosa. (Es notable cómo ecos de esa voces se escucharon en los EE.UU. a principios de esta década, como la del líder republicano Pat Buchanan cuando acusaba a "los judíos" de arrastrar al país a una guerra contra Irak). En la década del cuarenta la vanguardia aislacionista fue el Comité por América Primero, que incluyó al héroe de aviación Charles Lindbergh. Aun en 1944 una encuesta pública mostró que un cuarto de los norteamericanos veían en los judíos "una amenaza". Pero a partir de la Segunda Guerra, la judeofobia americana descendió notablemente, excepto entre los negros.

En efecto, a pesar de la activa participación de israelitas en el movimiento civil por los derechos de los negros en los aos cincuenta, el movimiento de Poder Negro generó fricciones en las relaciones con los judíos. Nació una forma americanizada del Islam que atrajo a millares de negros en busca de identidad, precisamente en el período de guerra entre el mundo islámico y el Estado judío.

Uno de sus líderes más extremos, Kwame Ture (ex-Stokely Carmichael) declaró en el setenta "nunca haber admirado a un hombre blanco, pero Hitler fue el más grande de entre todos ellos". Expresiones similares de odio se escuchan hoy por parte de Louis Farrakhan y otros jefes del grupo Nación del Islam. Allí se concentran hoy los peligros de la judeofobia en los EE.UU.

En cuanto a Sudamérica, la evidencia de judíos participando en la lucha independentista es más tenue que en el Norte, y se dio en casos como el de Alejandro Aguado en la Argentina. A este país, los judíos fueron explícitamente invitados por el gobierno. En decreto presidencial del 6/8/1881, se enviaba a un agente que atrajera a la Argentina a quienes huían de los pogroms. Hubo alguna reacción hostil contra esa invitación, incluida la de uno de los máximos próceres argentinos, Domingo F. Sarmiento, en El Diario de 1888.

Pero el verdadero comienzo de la judeofobia es literario, relacionado a la novela La Bolsa (publicada en 1891 en el prestigioso diario La Nación). En una época en que virtualmente no había judíos en la Argentina, el autor Julián Martel los culpa de la crisis financiera y de la clausura de la Bolsa de comercio, en un libro que constituye un mediocre remedo del francés Drumond. En rigor, la judeofobia de La Bolsa tuvo que ver, más que con la novela en sí, con la glorificación que le dedicaron grandes intelectuales argentinos, al punto de que el texto fue por décadas lectura obligatoria en las escuelas.

Las tensiones con el judío real, con el inmigrante, se dieron sobre todo cuando los sectores más conservadores tendían a identificar bajo el común epíteto de "ruso" tanto a los judíos como a los revolucionarios de Rusia. El detonante para esa reacción fue el asesinato del jefe policial de Buenos Aires, Ramón Falcón, quien había reprimido en forma sangrienta la manifestación del Primero de Mayo de 1909. Ese ao Falcón fue muerto por Simón Radowitzky, de diecisiete aos de edad, un judío recién inmigrado y, para el caso, doblemente "ruso".

A pesar de que la comunidad judía (de la que Radowitzky estaba totalmente desvinculado) hizo todo lo posible por distanciarse del hecho, un ataque físico se lanzó contra los judíos indiscriminadamente el 15/5/1910, en plenos preparativos para celebrar el centenario de su revolución independentista argentina.

La judeofobia creciente estalló unos aos después, en 1919, en el marco de la llamada Semana Trágica, que comenzó como represión a una huelga. Ese ao la Liga Patriótica fue fundada por Manuel Carlés, abuelo de quien fuera en las dos últimas décadas cabecilla del Partido Nacionalista Social argentino.

El periodista ídish Pedro Wald fue detenido acusado de tramar un "gobierno maximalista judío en la Argentina". Al salir de la cárcel torturado escribió la novela Koshmar (pesadilla). Así relató los episodios del 9/1/1919: "…salvajes eran las manifestaciones de los nios bien que marchaban al grito de ‘¡Mueran los judíos!;¡Muerte a los extranjeros y maximalistas!’ Refinados, sádicos, torturaban y programaban orgías… Detienen a un judío y luego de los primeros golpes comienza a brotar un chorro de sangre de su boca; acto seguido le ordenan cantar el himno nacional. No lo sabe; lo liquidan en el acto… No se selecciona. Pegan y matan a quien encuentran…"

El 10 de enero fueron asaltados los locales de las organizaciones Avangard y Poalei Tzion y la Asociación Teatral Judía (IFT). Todo fue arrojado a la calle y quemado, mientras la guardia civil azotaba y robaba. La policía montada observaba cómo ardían en la noche muebles, biblioteca y archivos. Entre otros testimonios reveladores, dos son elocuentes, de un judío y un cristiano.

Escribió el primero, José Mendelson: "Jinetes de la policía arrastraban a los viejos judíos desnudos por las calles de Buenos Aires, les tiraban de sus encanecidas barbas, y cuando ya no podían correr al ritmo de sus caballos, su piel se desgarraba raspando contra los adoquines, mientras los sables y látigos de los hombres de a caballo golpeaban sus cuerpos… En el Departamento Central de Policía pegaban espaciosamente. Cincuenta hombres, ante el cansancio de azotar, se alternaban para cada judío… En la comisaría 7ma. los soldados, vigilantes y jueces, encerraron a los judíos en los baos, donde los torturadores tiraban en forma salvaje de sus bocas, mientras la policía argentina y los soldados les orinaban en la boca…"

El segundo testigo presencial fue Juan Carulla: "Oí que estaban incendiando el barrio judío y hacia allí me dirigí. Al llegar a la Facultad de Medicina, me tocó presenciar el primer pogrom en la Argentina. En medio de la calle ardían piras formadas con libros… se luchaba dentro y fuera de los edificios… se acusaba a un comerciante judío de hacer propaganda comunista pero el cruel castigo se hacía extensivo a otros hebrbajo los gritos de ‘¡Mueran los judíos!’ Pasaban a mi vera viejos barbudos y mujeres desgreadas. Nunca olvidaré el rostro pálido y la mirada suplicante de uno de ellos al que arrastraban un par de mozalbetes, así como la de un nio sollozante que se aferraba a la vieja levita negra, ya despedazada, de otro de aquellos pobres diablos". El saldo en vidas de aquella Semana Trágica fue de ochocientos muertos y cuatro mil heridos.

Con el auge del nazismo en Europa, recrudeció la judeofobia de publicaciones y grupos "germanófilos" nacionalistas. Uno de los más difundidos escritores argentinos, Hugo Wast (seudónimo del director de la Biblioteca Nacional, Martínez Zuviría) publicó en 1935 un par de novelas que difunden el mito de la conspiración judía, El Kahal y Oro. Ese ao se creó la DAIA, nacida para defender los derechos judíos. Zuviría llegó a ser ministro de educación del país en 1943.

Las bandas y las publicaciones nacionalistas no cejaron después de la guerra, y para la década del sesenta la más activa banda judeofóbica argentina fue Tacuara, que tenía por mentores a los sacerdotes Alberto Ezcurra y Julio Meinville. En connivencia con el representante de la Liga Arabe Hussei Triki, Tacuara secuestró, torturó y asesinó. A los padres del estudiante asesinado Raúl Alterman enviaron una explicación: "Nadie mata porque sí nomás; a su hijo lo han matado porque era un perro judío comunista… Si no están conformes, que se retiren todos los perros y explotadores judíos a su Judea natal". Este caso, como los otros crímenes de la judeofobia argentina, quedaron impunes, y esta regla incluye a las voladuras en los últimos aos de la Embajada de Israel y del edificio comunitario AMIA.

Con todo, hay que tener en cuenta que la peligrosidad de grupos como Tacuara no deriva de sus acciones violentas ni de su propaganda nazi, sino de la medida en que están cerca del poder. En este caso, amplios sectores del partido mayoritario, el peronista, apoyaban a la agrupación judeofóbica. En rigor, el parámetro para medir el peligro de la judeofobia en un país determinado, no debe ser el tamao de sus organizaciones, sino su cercanía al poder.

Una versión local de los Protocolos aparece en la Argentina cuando en 1971 un profesor de economía de la Universidad de Buenos Aires, Walter Beveraggi Allende, difundió la patraa del Plan Andinia, supuesto complot para desmembrar la Patagonia de la Argentina y crear allí otro Estado judío. Su denuncia fue llevada a la Confederación del Trabajo y a diversos medios periodísticos. Cuatro aos después Beveraggi publicó La inflación argentina, en cuya tapa la Argentina aparecía crucificada con estrellas de David por el estereotipo de un judío. El periodista Jacobo Timerman narró que cuando era interrogado por la dictadura militar de los aos ochenta, se le exigían detalles del Plan Andinia.

Aunque la judeofobia tiende a ser más visible durante gobiernos democráticos (sobre todo en la transición) en esos momentos se halla más alejada de las cúpulas. Durante las dictaduras, por el contrario, se encuentra encaramada en el poder y precisamente por ello a los gobiernos les es más fácil dominarla. Por ejemplo, la judeofobia fue muy activa durante la dictadura militar en la Argentina 1976-1983. De entre los miles de "desaparecidos", los judíos eran la víctima favorita en los centros de tortura. Pero salvo excepciones (como la del general Ramón Camps) no abundaban las expresiones de judeofobia oficial. Entre los periodistas que defendían el régimen, Enrique Llamas de Madariaga difundió por la televisión estatal un programa insidioso (30/10/1980) bajo la consigna de que "Si los persiguieron durante cuatro mil aos, por algo será".

El estudio de cada uno de los otros países excedería las posibilidades de nuestro curso, pero con gusto contestaré las preguntas de estudiantes interesados en la judeofobia de alguna nación específica (recordar: <gustavop@jazo.org.il>).

En la próxima, nuestra última clase, analizaremos el fenómeno de la judeofobia de modo global y ofreceremos para el mismo algunas explicaciones.