En más de una ocasión nos hemos topado con alguno de esos malandrines que han aprendido -a medias- un par de conceptos judaicos y pretenden hacerse pasar por maestros, sabios, líderes, etc.
Por lo general estos malandrines solían ser pastores evangélicos, que de un día para el otro se hacen llamar «rabino mesiánico», o títulos estrafalarios similares (haham, profeta, rohe, ioresh, more, etc.) y que quizás de pronto hasta se hicieron líderes noájicos, o «gentiles justos mesiánicos» o cualquier otro rol que se inventaron o que consiguieron con «sincera astucia».
Sea cual fuera la careta que muestren, lo que no pierden son las mañas para manipular a la gente, envolver en sus telarañas a los de buen corazón, pedir dinero para tal o cual causa para quedarse ellos con la gordura más sabrosa, convertir sus bocas en cloacas en contra de los que no están en su sintonía, hacerse las pobres víctimas en una clásica jugada de manipulador, etc.
Siguen con sus astucias, con sus corrupciones, con sus perversiones, y sin dudas con sus carismáticas personalidades, que los llevan a parecer simpáticos, entradores, convincentes, firmes en sus creencias, aunque ayer fueron evangélicos, hoy mesiánicos, mañana noájicos, pasado noájicos de Jesús, en un mes noájida cabalístico o noájida jasídico y así siguen cambiando de disfraz pero siempre apegados a su ambición, al amor por el dinero, al deseo de dominar a otros, a su pasión por que su nombre sobresalga, etc.
Hacen del engaño en el área de la fe su trabajo, su profesión más rentable, y son expertos, hábiles, preparados, entrenados, saben cómo conseguir ese diezmito o esa ofrenda, entienden a la perfección los mecanismos emocionales para llevar a sus audiencias hacia lugares infectados de maldición pero que a ellos personalmente les brindará platita.
En el nombre de la religión o de lo espiritual van engañando, metiendo ideas terribles en sus audiencias, generando miedo y duda y resentimiento en quien le presta atención, todo en nombre de la religión, de algún dios que les promete salvación a cambio de que la gente deje plata y siga con fidelidad de oveja ciega a este pastor.
Son hábiles, lo repito, astutos como su modelo original: el serpiente de Edén.
También mencionaba a Dios, también quería hacer creer que buscaba el beneficio de sus oyentes, también hacia de la religión su negocio, también era la más astuta de la ciudad, también mentía con una calidad impresionante que hacía parecer a la verdad mentira y a la mentira verdad, también despreciaba y menospreciaba a quien pudiera desenmascaralo, etc.
Sí amigo mío, como ese o esa pastor/a que tienes a tu lado, que te dice que eres judíos «sefaradita» porque en tu apellido hay una «z», o porque tus antepasados fueron españoles, o porque eres judío por fe, o porque eres noájida pero debes estudiar la parashá, o eres noájida pero tienes que convertirte a judío para ser completo, o vivir como judío pero sin convertirte con rabino ortodoxo, etc., etc… sea lo que sea, nunca falta el pedido de dinero, o el hacerte sentir culpable o con miedo o fracasado, o presionarte para que hagas lo que él quiere y le conviene, etc.
Todo sazonado con técnicas de manipulación sutiles y con muchas alabanzas a «dios», y con alelushas y con sentimentalismo, y mensajes proféticos que solamente él recibe, etc.
Un gran producto comercial, que te hace vibrar, que te hace creer, que te lleva al abismo.
Ahora, ¿sería correcto denunciar públicamente a una persona como esta?
Mira claramente.
Entre los dos o tres conceptos que a medias se aprendieron de judaísmo, mencionan el no hacer «lashón hará», es decir, no hacer maledicencia, no declarar lo negativo que se sabe de alguna persona.
Con la misma excusa me escriben cada dos por tres diciendo que no puedo seguir diciendo del tal Jesús que era pecador, blasfemo, rebelde, terrorista, infame, de la peor calaña… pues sería -según ellos- hablar negativamente de un buen tipo.
Lo cierto es que la ley judía, que no es mandamiento para ti como gentil justo/noájida, pero que es sanamente aplicable, dice precisamente otra cosa.
Claramente expresa la ley judía que cuando se sabe de alguno que es pecador habitual y voluntario, no hay que tener concesiones con una persona así y se la debe denunciar siempre que se pueda, para que nadie caiga en sus redes, para que ningún inocente se perjudique.
Precisamente es parte del respeto a la persona y a Dios no dejar a los malvados que prosperen a causa de nuestro silencio o neutralidad.
Te lo transcribo de las famosas e ineludibles leyes del Jafetz Jaim capítulo 4, regla 7-8 (de la versión mexicana de la guía del Rav Pliskin):
Si alguien ha desechado por completo la observancia de los preceptos, o continuamente viola algún precepto cuya severidad es conocida por todos, está permitido avergonzarlo por motivo de sus faltas. Ya que él no ha sucumbido a la tentación, sino que consciente y voluntariamente viola los preceptos de Dios, está permitido relatar a otros sobre su conducta.
Cuando esa persona comete un acto que puede ser interpretado como bueno o malo, no se le debe dar el beneficio de la duda. La prohibición de decir cosas que irriten a alguien, no se aplica a esta persona. Por lo tanto está permitido avergonzar a esa persona.
Está muy claro entonces lo que debes hacer, siempre y cuando no exageres, no mientas, no hables por rumores y no busques algún placer de esto.
Solamente por el amor a las criaturas de Dios debes hacerlo, para salvar al prójimo de las trampas de estos piratas de la fe, para detener el avance de la corrupción de los enemigos de Dios y del hombre.
No estarás pecando si cuentas lo que sabes, si lo denuncias públicamente, si le quitas la careta para que se vea su fiero rostro verdadero.
Tenlo presente, ahora y siempre.
Por supuesto, cuida de no caer tú presa de tus palabras, cuídate para que no puedan actuar en tu contra legalmente, pero no dejes que por tu miedo o debilidad el malvado siga desparramando su infernal veneno.
Espero que la enseñanza que viene desde lo más profundo de la Torá, adecuado para el noájida, te llegue al alma y te mueva ahora mismo a dejar sin poder al perverso, a ese que conoces, que sigues perdonando, al que sigues escudando y por tanto haciéndote cómplice de su maldad.
Por último, estos timadores y algunos que los siguen te saltarán con que no debes juzgar, que solamente Dios es el juez.
Tienes al menos dos respuestas, la primera es que ellos hablan de «dios», pero adoran a su dios EGO, que es dinero, poder, fama, automóvil de marca y muy caro, casa bonita, acostarse con jovencitas de la congregación, dioses ajenos, etc.
La segunda respuesta es la que sin errores te brinda la cita que te di, allí dice que no debes ser compasivo con alguien así, un reconocido pecador, vulgar en sus actos aunque quiera hacerlas parecer como la gran cosa.
Quizás sigas dudando, porque el veneno de estos timadores te ha penetrado profundo, entonces tómatelo con calma. No me creas a mí, indaga, investiga, encuentra evidencias, busca la verdad hasta hallarla.
Pero ten presente que si no los detienes tú que sabes lo que están haciendo, entonces te haces cómplice de sus maldades y tendrás tu porción de dolor en el mundo venidero.
El pecado de estos fetraficantes es terrible, porque engañan, mienten, roban, llevan a la miseria al prójimo, llevan a la desesperación/enfermedad/muerte a otros, dan falso testimonio, hacen pecar a otros, son blasfemos, adoran dioses ajenos… ¿tú quieres ser realmente el cómplice de esta gente?
No es ante este simple maestro ante quien deberás rendir cuentas… es ante Dios quien te ordenó los Siete Mandamientos y espera de ti que los cumplas con fidelidad.
A construir Shalom, también erradicando -legalmente- a las malas hierbas del jardín del Eden.