El otro día yendo por Buenos Aires me sorprendió un cartel publicitario que ofrecía la bebida «PECSI», con los colores de Pepsi.
Pensé que sería una de esas tantas «colas» que toman de sus compañeras más famosas alguna caracterísitca para penetrar en el mercado.
Luego me enteré de que en realidad era una publicidad «legítima» que usa una variante de nombre (nacido entre el público y no en la empresa) de la propia Pepsi, es decir, una estrategia de diversificar el nombre, ya que no el contenido.
Parece una posición novedosa, ingeniosa, sorprendente de llegar a lugares no alcanzados antes, o por el contrario, reafirmar una identidad ya existente y darle autorización.
Es decir, al parecer mucha gente llama a la bebida «pecsi», por lo que la empresa legitimó esa dislate, para su propio beneficio, por supuesto.
¿Qué tiene que ver con nosotros?
Pues, mucho, tanto que me limitaré solamente a dos reflexiones.
Por más que sectas cristianas (seguidores del «cristo») digan que no son cristianos, sino que son judíos, ebionitas, netzaritas, sefaraditas, de las diez tribus, o cualquier otra fantochada mentirosa; el cambio de nombre, y la impostura no deja de ser la misma bebida venenosa para el alma. Peor, escondida como criminal, acechando desde las sombras, negando su contenido, para aparecer como santidad y puro, siendo que es una calamidad perjudicial, doblemente enfermiza.
Así pues, cuando te quieran vender productos mesiánicos, neztaritas, judíos del primer siglo, sendas antiguas, judeocrisitanos, judíos creyentes en Jesús (con el nombrete que le quieran poner), judíos completos, noájidas evangélicos, etc., no te equivoques, no te confundas, no caigas en las garras de los malignos.
Es la misma idolatría, la misma maldición, la misma maldición, la misma mentira, pero detrás de múltiples caretas.
Aunque te digan que no creen en la deidad del susodicho, aunque te digan que solamente lo siguen como rey o rabino o profeta, no les creas, no seas cómplice ni víctima; pues no dejan de ser los mismos piratas miserables que andan detrás de tu dinero y de manipular como sea para sostenerse en el poder que desde hace 1700 año ostentan y con el cual corrompen las cosas sagradas y buenas.
Recuerda que aunque cambien el nombre y se pongan otras ropas, no dejan de ser el mismo pozo al infierno.
Segunda enseñanza, es que no juguemos con los sentidos de las palabras, para que ellas se acomoden a nuestras creencias o pareceres, sino que seamos respetuosos de los significados socialmente aceptados.
No inventemos significados, no busquemos ser originales con lo que está socialmente establecido.
Esto es algo muy habitual entre los misioneros, que no solamente modifican a placer y por interés los significados de las palabras, sino también los conceptos sagrados o profanos.
Ejemplo, los misioneros del mal te dirán que el Mesías no es una autoridad política y que las profecías mesiánicas no son de índole nacional, material; sino que se refieren a cuestiones espirituales y nada más. Este disparate, esta mentira, esta maldición es querer acomodar la realidad profética al patético cuento idolátrico de los evangelios.
Es querer tapar el sol con un dedo, para excusar la torpeza peligrosa de sus cuentos y la inoperancia e inutilidad del nefasto personaje de la cruz. Te invetarán historietas tales como segundas venidas, te dirán que x es una profecía mesiánica cuando no tiene nada que ver ni con profecías ni con Mesías, te confundirán con todas las armas que sus oscuros corazones preparados para el mal conocen.
Ten cuidado.
Por otra parte, entre nosotros también debemos ser cuidadosos.
Son SIETE y no más ni menos los mandamientos que Dios ha dado para las naciones.
Querer añadir «mandamientos» a estos siete, es confundir, errar y llevar al error.
Seguramente que sin maldad, seguramente que no con el mismo ánimo malicioso de los misioneros, pero no deja de ser un error, y que puede ser bastante grave.
Son siete, ni más ni menos.
Luego, de estos se desprenden reglamentos, conductas positivas, buenas costumbres, actitudes de vida, etc., pero en modo alguno mandamientos.
Ejemplo, el honor a los padres NO ES un mandamiento para los noájidas, sino que lo es para los judíos.
Pero, ¿alguien puede dudar de que sea una conducta noble y necesaria para toda persona?
Uno de los 613 mandamientos para los judíos es recordar el día séptimo y hacerlo diferente al resto de los días.
Éste es un mandamiento exclusivo para los judíos, según declaró con luminosa claridad Dios en la Torá (y de lo cual ya hemos explicado en más de una ocasión).
Sin embargo, ¿acaso no es algo bueno para los noájidas tener al séptimo día, el sábado, como especial, en recuerdo de la Creación?
No como mandamiento, pues no lo es, ni lo será para los noájidas.
Ni como manera de vivir al estilo judaico, pues en nada corresponde a los noájidas.
En modo similar con el estudio de la Torá, que es otra área que Dios ha vedado para los noájidas, tal como hemos expuesto en varias oportunidades.
Pero, ¿acaso será malo que el noájida sepa quien es el Creador, tal como narra el Génesis; o como los nobles noájidas de las primeras épocas hacían para vivir en un mundo lleno de oscuridad? ¡Por supuesto que no es malo! Pero esto no es un mandamiento, ni una obligación, ni una acción que hace «mejor» al noájida! Y, por supuesto, siempre y cuando sea hecho sin quebrar ningún mandamiento, ley, reglamento.
En resumen, tengamos en claro el camino correcto, sepamos llamar a las cosas por sus nombres, reconozcamos a los que andan en sombras para no acompañarlos hacia el abismo, apreciemos a los que hacen algo más sin quebrantar el orden, respetemos los sentidos de las palabras, colaboremos con la siembra del bien y la justicia.
Al pan pan, y al vino vino.