En la Torá, el Eterno establece para los hijos de Aarón (el sacrdote del Eterno) lo siguiente:
«Así bendeciréis a los Hijos de Israel.
Decidles:
‘El Eterno te bendiga y te guarde.
El Eterno haga resplandecer Su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia.
El Eterno levante hacia ti Su rostro, y ponga en ti shalom.’
‘Así invocarán Mi nombre sobre los Hijos de Israel, y Yo los bendeciré.’«
(Bemidbar / Números 6:23-27)
Siglos más adelante, el salmista declaró al ser inspirado por Dios:
«El Eterno dará fortaleza a Su pueblo;
el Eterno bendecirá a Su pueblo con shalom.«
(Tehilim / Salmos 29:11)
Por su parte, en la Tradición de Israel, emanada directamente de Dios y trasmitida fielmente a través de las generaciones de Sabios judíos, se nos enseña que:
«Ninguna bendición tiene valor, a no ser
que haya shalom«
(Bemidbar Raba 11:7)
Veamos rápidamente algunos pequeños puntos, de un tema que es complejo y extenso.
Dios da como bendición a los judíos, a Su pueblo, misericordia y fortaleza,
¿por qué?
Porque la misericordia que no es limitada por la fortaleza, termina siendo injusticia y extravío; porque la fortaleza que no está basada en la misericordia, no es más que un ejercicio sadista de la agresividad.
Cuando la persona logra armonizar ambas cualidades fundamentales: el apego a las normas, la saludable rigidez de los marcos establecidos, con la efusiva bondad desinteresada, la acción solidaria para con el prójimo, el resultado es que emane shalom, que no solamente significa paz, sino también integridad, plenitud.
En nuestro actual mundo, tan falto de orientación como de bases y trascendencia, suelen radicalizarse las personas en dos grupos,y ambos suelen embanderarse como los únicos adalides de la paz:
-
El de los agresivos compulsivos, buscadores insaciables del éxito, hambrientos de aplauso, sedientos de dominar, rígidos en su fanática necesidad de avasallar al prójimo para no sentir su propia angustia existencial.
Un ejemplo es: «así ha dicho el rey de Asiria:
‘Haced la paz conmigo y rendíos a mí. Y comerá cada uno de su vid y de su higuera, y beberá cada uno de las aguas de su pozo hasta que yo venga y os lleve [como esclavos]…»
(2 Melajim / II Reyes 18:31,32) y - El de los seudo-pacifistas, que parecieran dormitar sus vidas en un continuo anodino plagado de indiferencia, pleno de ausencias, carente de compromisos, portavoces de causas perdidas, rígidos en su fanática necesidad de anestesiar sus desdichas para no contemplar su angustia existencial.
En palabras del profeta: «curan con superficialidad el quebranto de mi pueblo, diciendo: ‘Paz, paz.’ ¡Pero no hay paz!»
(Irmiá / Jeremías 6:14).
Ni el uno ni el otro son los grupos que se apoyan en la Torá, ni son los que fomentan el shalom.
El primero realmente produce el silencio mortuorio del totalitarismo, o del
terror que atenaza los corazones y ciega las mentes, por lo cual pareciera
como si hubiera paz… una paz tan tensa que se teme que se quiebre de un
momento a otro.
El segundo, al aletargar la conciencia, e intentar borrar las diferencias
con falsas identidades y promesas, produce algo que parece paz… que en
verdad es el silencio de los espacios huecos, insípidos y mortalmente
dormidos.
Los que desean estar bajo las alas de la divinidad,saben que el camino no es la violencia, ni lo es el falso pacifismo, el camino al shalom se encuentra solamente en la misericordia restringida por la fortaleza, que dicho en otras palabras es guemilut jasadim -obras de caridad genuina-
limitadas por la halajá -normativa legal del judaísmo y noajismo-.
Así se llega al shalom, y así es como se hacen realidad todas las bendiciones.
¿Tú, que puedes y debes ser un constructor de Shalom, que has aprendido de esta lección?