«Cómete las acelgas, niño, que son muy sanas», es lo que cualquier padre suele decirle a su hijo. Y a partir de ahora, podrá añadir: «Si no quieres convertirte en un chaval violento y agresivo». Porque, según los resultados de un estudio realizado en una prisión británica, la mala alimentación guarda una relación directa con la agresividad y el comportamiento antisocial.
La investigación, dirigida por un psicólogo de la Universidad de Oxford, en colaboración con cuatro colegas del Imperial College de Londres y de las Universidades de Cork y Surrey, se ha llevado a cabo en Aylesbury, una prisión juvenil de máxima seguridad situada en el condado de Buckinghamshire.
Sus resultados suponen la primera prueba fehaciente de que existe un vínculo inequívoco entre una dieta equilibrada y el buen comportamiento.
Un total de 231 presos de entre 18 y 21 años, todos voluntarios, han tomado parte en este experimento, que ha contado con la cooperación del Ministerio del Interior británico. Diariamente, a un grupo de esos reclusos se les proporcionó unas pastillas ricas en vitaminas, minerales y ácidos grasos Omega-3 y Omega-6 (los mismos ácidos grasos presentes en los pescados azules).
Violencia sin vitaminas
El resto de los participantes en el estudio recibieron comprimidos sin ningún valor nutricional. Pues bien: transcurridas dos semanas, el número de sucesos violentos graves protagonizados por los reclusos que recibían el complemento vitamínico se había reducido en un 37% y el parte de incidentes leves, en un 33%.
En total, y durante los nueve meses que duró el ensayo clínico, las peleas, los actos de vandalismo y demás sucesos violentos cometidos por los presos que tomaban las píldoras suplementarias disminuyeron en un 26,3%. Y si excluimos del análisis a aquellos participantes que no tomaron regularmente las pastillas que se les proporcionaban, los resultados aún son más rotundos: los incidentes disciplinarios habrían caído en un nada desdeñable 35,1%.
«Se trata de un hallazgo revolucionario», indicaba Hugh Montefiori, presidente de Natural Justice, la organización no gubernamenta consagrada a estudiar el comportamiento criminal que ha financiado esta investigación. Y, acto seguido, destacaba la aparente correlación que podría existir entre el consumo de comida rápida y el aumento de la delincuencia juvenil.
«Cada vez tomamos más y más comida rápida, cada vez comemos menos pescado, la fruta y la verdura que ingerimos está por debajo de los niveles recomendados y cada vez se cocina menos en casa.En los colegios los chavales pueden elegir lo que quieren comer de entre una variedad de platos, y cuantos menos nutritiva es la comida, más les gusta a los estudiantes», añadía. «Ninguno de nosotros pretende que la falta de una alimentación adecuada sea la causa única del comportamiento antisocial. Pero las evidencias muestran que es un factor importante que hasta ahora desconocíamos», sentenciaba.
Más platos grasos
No es que el rancho que reciben los presos en las cárceles del Reino Unido no busque ser equilibrado en términos nutricionales.Pero, muchas veces, los reclusos se resisten a tomar verduras y ensaladas, inclinándose sin embargo por los platos más grasos y menos sanos.
Por otro lado, los suplementos vitamínicos que se le suministraron a los participantes en el experimento costaron una libras (1,6 euros) por persona y día. «Lo que significa que proporcionárselos a los 9.600 presos que integran la población reclusa de Gran Bretaña saldría por 3,5 millones de libras anuales (unos 5,6 millones de euros). Una pequeña parte de los 2.000 millones de libras (3.200 millones de euros) que tiene asignado como presupuesto el Servicio de Prisiones», razona Bernard Gesh, el psicólogo de la Universidad de Oxford que ha dirigido la investigación.
Lo que todavía es un misterio es por qué una dieta que proporciona los niveles adecuados de componentes esenciales tiene efectos sobre el comportamiento.
Pero lo que está claro es que el cerebro, al igual que el resto de órganos del cuerpo humano, requiere determinados nutrientes para funcionar a pleno rendimiento. Según el profesor Gesh, no sería disparatado pensar que los comportamientos antisociales de determinados individuos puedan deberse a la falta de algunos de esos nutrientes.
Fuente: www.elmundo.es