Hay gente que tiene la idea que con rezos, solamente con ellos o quizás también con un poco de buena voluntad, se encuentra la solución a las situaciones de la vida.
Entonces, se reza para pedir por salud, oraciones para prosperar, más plegarias para tener hijos y encaminarlos, liturgia para encontrar salvación espiritual y muchos etcéteras más.
Ahora, ¿qué enseñanza nos puede brindar la Torá (en porción admisible para noájidas) al respecto?
Veamos el ejemplo del tercero de los patriarcas de los judíos, quien era un notable noájida.
Nos referimos a Iaacov, patriarca de los judíos.
Prestemos atención a estos párrafos:
«Allí levantó un altar y llamó su nombre kEl-Elohei-Israel.
Entonces Dina, la hija que Lea había dado a luz a Iaacov [Jacob], salió para ver a las jóvenes del lugar.
Y la vio Siquem, el hijo de Hamor el heveo, príncipe de aquella tierra. Él la tomó, se acostó con ella y la violó.»
(Bereshit / Génesis 33:20-2)
A estos también:
«Iaacov [Jacob] y toda la gente que le acompañaba llegaron a Luz, es decir, a Betel, en la tierra de Canaán, y allí edificó un altar. Llamó al lugar kEl-betel, porque allí se le había revelado Elokim cuando huía de su hermano.
Entonces murió Débora, nodriza de Rebeca, y fue sepultada al pie de Betel, debajo de una encina, la cual fue llamada Alón-bacut.»
(Bereshit / Génesis 35:6-8)
Y a estos:
«Entonces Iaacov [Jacob] erigió una piedra en el lugar donde Elokim había hablado con él, una piedra memorial. Sobre ella derramó una libación, y echó sobre ella aceite.
Iaacov [Jacob] llamó Betel al lugar donde Elokim había hablado con él.
Partieron de Betel, y faltando aún cierta distancia para llegar a Efrata, Raquel [Rajel] dio a luz tras un parto muy difícil.
Y aconteció que como había dificultad en su parto, le dijo la partera: -No temas, porque también tendrás este hijo.
Y sucedió que al salírsele el alma, porque murió…»
(Bereshit / Génesis 35:14-18)
¿Has encontrado algo en común en estos tres breves relatos de momentos en la vida del patriarca?
El sabio hombre, el noájida que luchaba contra sus tendencias naturales y contra el medio que lo rodeaba para ser constructor de shalom, erigía monumentos en honor al Eterno, hacía rituales de consagración, que eran algunas de las maneras primitivas de la oración, ¿y qué sucedía a continuación?
Violaron a su hija, murió una mujer sumamente valiosa para su familia, falleció su amada esposa al dar a la luz…
Tragedias, dolores, terribles sucesos que afectaban al patriarca y a los suyos, a pesar de haber orado con intensidad y devoción ratos antes.
¿Qué podemos aprender de esto?
Pues, que el rezo no es la llave exclusiva para una vida de felicidad, o dicho en otras palabras, que Dios no quitará el trago amargo solamente porque devotamente elevemos nuestras voces y ruegos a Él.
Por supuesto que el rezo es poderoso, que es una vía dorada para comunicarnos con Él, que nos permite reencontrarnos con nuestra esencia, que en ocasiones tiene resultados estupendos.
Pero, aquel que deposita su fe en el exclusivo poder de la oración, está poniendo su vida en un estado que no es el recomendado por los sabios, pues ellos han afirmado con claridad: «No debes vivir dependiendo de milagros» (TB Pesajim 64b; Nidá 31a).
Esto es, cada uno tiene su parte que hacer como socio de Dios en la creación, en la construcción de shalom, en perfeccionar al mundo bajo la égida del Padre Celestial. Por supuesto que habremos de confiar al 100% en Él, pero eso no nos quita nuestra parte de deber, de responsabilidad, de labor.
Aquel que se cree que por orar, y solamente esto, ya tiene realizada su tarea, está en un gran error.
Ejemplo, si alguno está enfermo, que oré, claro está, pero que vaya al médico y siga la prescripción.
Si alguien está sin trabajo, que pida ayuda desde lo Alto, pero que no deje de procurar conseguir su digno ingreso.
Si uno está afanado en alguna tarea, que alce su pedido a los Cielos, pero que no deje caer en desánimo su actividad.
Si alguno está solo, que ruegue por su media naranja en tanto hace lo que le toca para hallarla y reconocerla.
Y así con cada aspecto de la vida.
Así pues, el rezo acompañado por la actividad necesaria es lo correcto.
Sin olvidar una poderosa herramienta, sumamente poderosa, que es la bondad y misericordia hacia el prójimo.
Esto es, dar caridad al necesitado, confortar al sufrido, ser solidario con quien lo precisa, asociarse a causas sagradas como FULVIDA, y así por el estilo.
Pues, cuando se domina al EGO, se aprende el verdadero valor de las cosas y de las personas, lo que posibilita una manera trascendente y mejorada de vivir.
Todo esto no lo suponemos nosotros, sino que el propio texto sagrado, versos adelante o atrás de los párrafos ya citados, lo enseña con meridiana claridad.
Atiende:
«Luego dijo Iaacov [Jacob]: -Elokim de mi padre Avraham [Abraham], Elokim de mi padre Itzjac [Isaac], oh Eterno, que me dijiste: ‘Vuelve a tu tierra y a tu parentela, y Yo te prosperaré’, yo no soy digno de todas las misericordias y de toda la fidelidad con que has actuado para con Tu siervo… Rescátame, Te lo ruego, de la mano de mi hermano, de la mano de Esav [Esaú], porque le temo
… Iaacov [Jacob] pasó allí aquella noche, y tomó de lo que tenía a mano un presente para su hermano Esav [Esaú]:
200 cabras y 20 machos cabríos, 200 ovejas y 20 carneros, 30 camellas que estaban dando de mamar y sus crías, 40 vacas y 10 toros, 20 asnas y 10 borriquillos.
Entregó cada rebaño a sus siervos por separado, y les dijo: -Id delante de mí guardando cierta distancia entre rebaño y rebaño.
Mandó al primero diciendo: -Cuando Esav [Esaú] mi hermano te encuentre y te pregunte diciendo: ‘¿De quién eres tú? ¿Y adónde vas? ¿De quién es eso que llevas delante de ti?’, le dirás: ‘De tu siervo Iaacov [Jacob]; es un presente que envía a mi señor Esav [Esaú]. Y he aquí que él también viene detrás de nosotros.’
Mandó también al segundo, al tercero, y a todos los que iban detrás de los rebaños, diciendo: -Así hablaréis a Esav [Esaú] cuando lo encontréis.
También le diréis: ‘He aquí que tu siervo Iaacov [Jacob] viene detrás de nosotros.’ Pues pensó: ‘Apaciguaré su ira con el presente que va delante de mí, para que después pueda yo verle; quizás él me acepte.'»
(Bereshit / Génesis 32:10-21)
En este ejemplo, a diferencia de los anteriores, vemos un rezo profundo y sincero, que proviene de las mismas entrañas del hombre y se eleva directamente a «oídos» de Dios, ni nada más fórmulas rituales.
En este caso, además, el rezo va asociado a una tarea metódica en el plano de la diplomacia.
Esto es, Iaacov no se conformó con solamente rezar, sino que además envió presentes y elogios a su hermano.
El resultado de ambas acciones (y algunas más que no detallamos para no irnos de tema), fue que ambos hermanos se reencontraron, luego de décadas de rencor y deseos de muerte, y se fundieron en un abrazo de reconciliación.
El rezo surtió efecto positivo… ¿pero solamente el rezo?
Así como este caso, hay muchisimos más, en los cuales reconocemos que el rezo es de valor inmenso, pero que pierde su sentido cuando se transforma en un aliciente para la pereza, o peor aún, para creerse el amo de Dios, en donde uno ordena o mandata y Dios cumple como si fuera esclavo y no el Rey de reyes.
Es habitual entre los idólatras tener a los rezos, o plegarias, en un sitial supremo, más allá de cualquier otra acción.
Es común que demanden de Dios y le ordenen tal o cual cosa y esperan el milagro (y a veces efectivamente pasan cosas que pudieran parecer maravillosas, algunas pocas veces).
Pero, el noájida debe apartarse de tales modos de existencia.
El noájida tiene un rol definido como constructor de Shalom, y como tal no se siente a esperar, no haraganea esperando que le llueva la misericordia divina o la caridad humana. No vive de los diezmos o de las estafas espirituales o de la carroña, tal como acostumbran hacer los clérigos de la mentira (por supuesto que falsos rabinos mesiánicos a la cabeza de tales).
El noájida trabaja, se ocupa más que se preocupa de las cosas, comparte, es solidario, se esfuerza, es responsable, reconoce sus faltas pero no por ello se angustia, y sí… también reza… porque es importante rezar, es vital estar conectado a la Fuente de vidas y obtener dones celestiales (merecidos o no).
En resumen, lo que aprendimos hoy es…