El testimonio de los periodistas que captaron esta imagen quedó para la historia. Sobre el protagonista de esta imagen existen muchas versiones.
Una de las fotografías más famosas del siglo XX muestra a un joven que detiene los tanques en Pekín hace veinte años.
Es una de las imágenes de álbum del siglo XX: el 5 de junio de 1989 avanza en Pekín, por la ancha Avenida de la Paz Eterna (nombre anticipatorio), un batallón de tanques; uno tras otro, los dragones de hierro y pólvora; se dirigen hacia la plaza de Tiananmen, situada a menos de cien metros; el pánico ha limpiado la alameda, que se encuentra desierta; los estudiantes han huido y solo quedan grupos de personas que presencian desde la sombra lo que ocurre.
De repente aparece un joven de camisa blanca que lleva una bolsa de plástico o de papel en cada mano. El hombre se detiene frente a los tanques, y los obliga a parar. Luego de unos momentos de desconcierto, el tanque de vanguardia intenta esquivar al muchacho. Este vuelve a interponerse en su camino. Ocurre varias veces, hasta que el joven decide trepar al tanque y conversa algo con los soldados. Luego baja, camina hacia la vereda y se pierde entre la gente.
Cuatro fotógrafos de prensa y por lo menos un camarógrafo de la BBC captaron la escena desde un hotel cercano. Su testimonio quedó para la historia. En Occidente se lo muestra como ejemplo de resistencia a la dictadura; en la China, como prueba de la prudencia de los militares durante las jornadas de junio de 1989.
De la matanza de Tiananmen, ocurrida en Pekín hace veinte años, quedan muchas dudas y preguntas: ¿cuántos murieron?, ¿cuántos fueron abaleados en las calles pequinesas?, ¿cuántos fueron fusilados en los meses siguientes en otras ciudades?, ¿qué consecuencias internacionales y domésticas tuvo este episodio para la China?, ¿qué efectos políticos dentro del Gobierno?
A muchos que vieron en ese momento o han visto después la imagen del joven de los tanques les preocupan más, sin embargo, otras cuestiones: ¿quién era?, ¿qué hacía?, ¿cómo se llamaba?, ¿qué pasó con él?, ¿dónde está?, ¿qué guardaba en esos dos talegos iguales a los que millones de personas llevan todos los días a su casa?,
Hay más respuestas para las primeras que para las segundas preguntas. Pero, de todos modos, una capa de neblina sigue cubriendo lo que ocurrió en junio del 89 en China.
Un líder que sí tiene nombre
El origen de las protestas fue un gesto del régimen que había iniciado Hu Yaobang, secretario del Partido Comunista, partidario de una modernización política coherente con la apertura económica que se desarrollaba en China. En abril, Hu falleció y a su funeral, en la plaza de Tiananmen, acudieron miles de estudiantes. A pesar de la censura informativa, los chinos sabían que el comunismo europeo se estaba derrumbando, y decidieron que había llegado la hora de salir a la calle.
Fue el comienzo de las protestas. Una semana después, acudían más de 100 mil jóvenes a la plaza. Un estudiante de menos de 20 años, Zhou Yongjun, se convirtió en el líder de la masa que pedía más democracia. Zhou fue detenido el 5 de junio y pasó cuatro años preso. En 1993, Washington consiguió que le permitieran salir hacia Estados Unidos, donde vivió hasta 1998. En ese año intentó retornar clandestinamente a China y fue detenido de nuevo.
Luego de tres años de «reeducación», volvió en el 2002 a Estados Unidos. En septiembre de 2008 entró a Hong Kong y otra vez trató desde allí de pasar al interior de la China. Lo capturaron de nuevo, y hace un mes las autoridades comunicaron a su familia que será juzgado por fraude al Estado.
En junio, con Zhou en plena efervescencia como jefe de la revuelta democrática, el Gobierno decidió reaccionar con dureza y sacar los tanques. Esos mismos que, durante unos pocos minutos detuvo en la avenida el chino del talego.
Se habla de más de mil muertos, hasta de diez mil. Seguramente son entre dos y tres mil. Algunas fotos revelan a decenas de cadáveres -presumiblemente estudiantes- al lado de sus bicicletas en proximidades de la plaza. Los datos indican que en la propia Tiananmen no hubo víctimas, pero sí en las calles adyacentes y los barrios vecinos. Nicholas Kristof, que era el jefe de corresponsales del New York Times en Pekín, recordó hace dos días que «la Avenida de la Paz Eterna estaba empapaba de sangre» y que los rebeldes arrojaban ladrillos y cocteles molotov contra la tropa.
Este mismo diario entrevistó a Liu Suli, un intelectual que hace veinte años se sumó a los revoltosos y ahora tiene una librería en Pekín. El 4 de junio, víspera del enfrentamiento del chino con los tanques, un soldado se acercó a Liu Suli cuando se encontraba en la plaza de Tiananmen y le apuntó a la cabeza con el fusil.
– Les aconsejo que se vayan cuanto antes -dijo en voz baja-. Sus vidas corren peligro.
Liu atendió el consejo a tiempo y, junto con otros compañeros, se largó «por un campo caótico donde se veían buses volcados y vehículos militares consumidos por las llamas»; en el camino, encontró siete cadáveres de estudiantes. Capturado, permaneció veinte meses en una diminuta celda junto con otros trece prisioneros. Ahora, además de la librería, tiene un blog donde critica el sistema y enfrenta periódica censura, como la que en estos días se ha impuesto sobre el aniversario de la matanza de Tiananmen.
Ni vivo ni muerto, todo lo contrario
La represión, mucho más fuerte entonces, se extendió pronto a otras ciudades. Miles de personas fueron encarceladas y se produjo un apuntalamiento de las corrientes políticas más conservadoras dentro del Gobierno y una vasta campaña internacional contra las violaciones de derechos en la China.
¿Y el chino de los tanques? Sobre él sólo flotan suposiciones y conjeturas. Desde que salió del encuadre de las cámaras se ignora su paradero. Según un diario británico, el joven se llama o se llamaba Wang Weilin y es o era un estudiante de 19 años. Una periodista de Newsweek añade que fue arrestado poco después y posiblemente se halla en prisión. Dice un antiguo funcionario del Gobierno de Estados Unidos que lo fusilaron a mediados de julio de 1989. Pero, de acuerdo con un diario de Hong Kong, en el 2006 el hombre vivía en Taiwán. Afirma algo distinto el camarógrafo español José Luis Márquez, único que filmó desde la propia plaza:
«Dos o tres días después, el chico apareció rapado y muerto en un rincón de la ciudad». Sin embargo, Jian Zemin, secretario del Partido Comunista, respondió en 1992 a la famosa entrevistadora norteamericana Barbara Walters que el joven «no fue ejecutado».
Sin embargo, nada concreto se ha sabido de él. En diciembre de 1998, la revista Time divulgó su lista de los cien personajes más importantes del siglo XX. Encabezada por Albert Einstein, aparecen en ella solo veinte líderes políticos, entre los que se cuentan Wintson Churchill, Lenin, Adolf Hitler, Mao Zedong, F. D. Rooselvet y uno al que denomina «Rebelde Desconocido». Es el chino de los tanques.
«Casi nadie conoce su nombre -dice la revista–. Nadie fuera de su barrio había leído sus palabras o escuchado su voz. Nadie sabe lo que ocurrió con él desde una hora después de que tuvo su momento en las salas de las casas de todo el mundo. Pero este hombre que se plantó ante una columna de tanques cerca de la plaza de Tienanmen debe de haber impreso su imagen en la memoria global de manera más vívida y más íntima que el propio Sun Yat-sen (fundador de la China moderna, 1866-1925, que no clasificó entre los cien líderes del siglo). Casi con toda certeza fue observado en ese instante trascendental por más gente de la que nunca pudo ver, sumados, a Wintson Churchill, Albert Einstein o James Joyce.
Tal vez nunca llegaremos a saber quién era, de dónde provenía y qué suerte corrió el hombre de los tanques. Y, sobre todo, tampoco podremos averiguar lo que llevaba en los dos talegos arrugados que constituyen ese rasgo suyo que realmente lo acerca a todos los ciudadanos anónimos del mundo.
Y tu cuando vas a detener tu Tanque ?
Fuente: Periodico el Tiempo