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El Alzheimer del pueblo palestino

NMI Digital-Caracas. Un chiste macabro dice que la enfermedad de Alzheimer brinda un gran beneficio: sólo permite conocer gente nueva… Pero causa el enorme daño de borrar la propia historia. Y esto no es un chiste. La tragedia palestina, al marginar la historia, obtura sus vías de solución. Se ha dicho que los palestinos “no pierden la oportunidad de perder la oportunidad”. Y esto es así porque no recuerdan sus propios errores y, en consecuencia, no advierten que pueden hallar su independencia y prosperidad a la vuelta de la esquina.

¿Qué cosas tan importantes han olvidado? Por razones de espacio, sólo puedo brindar una síntesis.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Palestina estaba bajo el mandato colonial de Gran Bretaña. La comunidad judía profundizó su lucha emancipadora porque, desde finales del siglo XIX, venía construyendo su Estado y no aceptaba algo que no fuera la independencia. Había fundado centenares de kibutz, escuelas, hospitales, caminos, granjas, teatros, forestó yermos, canalizó el agua y hasta edificó Tel Aviv sobre dunas de arena.

Creó la primera universidad, la primera orquesta sinfónica y el primer instituto científico del Medio Oriente. Tenía aparato administrativo y fuerzas de defensa. Gran Bretaña, que contaba con el apoyo de la comunidad árabe de Palestina y de la Liga Árabe que ella misma había ayudado a fundar, elevó el problema a las Naciones Unidas con la esperanza de que condenasen las pretensiones judías y pudiese continuar su mandato.

Se formó un comité integrado por países neutrales que recomendó el fin del tiempo colonial británico y la partición de Palestina en dos Estados: uno árabe y otro judío. Las fronteras del Estado judío fueron dibujadas según las poblaciones predominantemente judías y el resto fue adjudicado al Estado árabe. Ambos se mantendrían unidos por cruces territoriales y la complementación económica.

¿Qué pasó? Los judíos aceptaron el veredicto. Aunque no se les hacía un regalo, porque Israel ya existía gracias al sudor de sus habitantes, se legitimaba su anhelo de soberanía. Los árabes, en cambio, rechazaron la oferta y proclamaron su intención de arrojar a todos los judíos al mar. En efecto, apenas Israel proclamó su independencia, siete ejércitos árabes violaron la decisión de las Naciones Unidas y se arrojaron sobre el exiguo territorio. Los judíos carecían de armas: nadie se las vendía porque consideraban imposible que pudiesen sobrevivir. El único país que accedió a proporcionárselas fue Checoslovaquia, porque suponía que el socialismo del flamante Estado lo llevaría a la órbita soviética.

En conclusión, si la agresión árabe hubiese triunfado, no existiría Israel. Pero la historia fue distinta. La guerra la quisieron y forzaron los árabes, no Israel. Y perdieron. Ahí comenzó la tragedia palestina. Por culpa de sus dirigentes. De haber actuado con sensatez, en 1947 ya hubieran tenido su Estado propio.

Luego de la derrota, los países vencidos se apoderaron de lo que quedaba de Palestina. Gaza pasó a ser administrada por Egipto y Cisjordania fue anexada al reino de Transjordania, que cambió su nombre por Jordania. En consecuencia, los territorios que hubieran correspondido al Estado árabe palestino fueron devorados por esos dos países, no por Israel. Pero durante dieciocho años ni una sola voz egipcia, jordana o palestina reclamó convertirlos en un Estado independiente, con Jerusalén Este de capital. Jerusalén Este había quedado en manos jordanas, pero no fue convertida en su capital ni fue a visitarla ningún jefe de Estado árabe; era un villorrio marginal donde, eso sí, se destruyeron las centenarias sinagogas, se arrancaron lápidas del Monte de los Olivos para construir letrinas y se prohibió el acceso de los judíos al Muro de las Lamentaciones.

Los palestinos perdieron otra vez la oportunidad de proclamar su Estado en Gaza y Cisjordania. Llegó el año de 1967. Los Estados árabes, impulsados por el entonces presidente de Egipto, Gamal Abdel Naser, decidieron terminar con Israel. Bloquearon el Golfo de Akaba y exigieron el retiro de las tropas de Naciones Unidas que evitaban el encontronazo de los enemigos. Pese a los desesperados ruegos de Israel, las Naciones Unidas se marcharon y dejaron libre la ruta de la matanza. Pero Israel, que no tenía ocasión suicida, no esperó a que fuera demasiado tarde, a que la mano del verdugo lo agarrase del cuello. Estalló la Guerra de los Seis Días.

La victoria israelí fue impresionante. Pero no cambió la realidad: Israel seguía siendo un pequeño Estado en medio del océano árabe. En consecuencia, tendió la mano a sus enemigos y ofreció negociaciones de paz que incluían la devolución de territorios. Los líderes árabes se reunieron en Jartum para dar su respuesta. Y la respuesta fueron los arrogantes y famosos “tres noes”: no al reconocimiento, no a las negociaciones y no a la paz con el Estado de Israel.

Los palestinos volvieron a perder esa oportunidad. Ahora olvidan que un halcón como Menahem Begín, para obtener la paz con Egipto, le reintegró generosamente hasta el último grano de arena del Sinaí. Y que además le obsequió pozos petrolíferos, rutas, aeropuertos, los complejos turísticos de Taba y Sharm El Sheik, desmantelando incluso la ciudad judía de Yamit, construida entre Gaza y el Sinaí. Vale la pena recordar que quien estuvo a cargo de la penosa tarea de sacar a los colonos israelíes de la península fue el entonces general Ariel Sharón.

Debo obviar otros hechos para referirme a la última, magnífica y ya olvidada oportunidad desperdiciada. Sucedió en Camp David II. El Primer Ministro israelí, Ehud Barak, más pacifísta que Rabin, le ofreció a la Autoridad Nacional Palestina todo lo que pretendía (menos la autodestrucción, por supuesto). Arafat replicaba con un monocorde no. Clinton le reprochó, irritado: “Basta de decir no: haga sus propias propuestas”. No las hubo. No las hubo porque habrían conducido a la paz.

El líder israelí volvió triste: había ofrecido sin resultado mucho más de lo que su pueblo aceptaría. Arafat volvió alegre porque continuaría la guerra que lo mantiene en la primera página de los diarios de todo el mundo. Su vida de combatiente le otorga más laureles que la aburrida administración de un país. Era obvio que pocos días después iba a lanzar la segunda, innecesaria y criminal Intifada.

Digámoslo sin cobardía: entre la creación de un Estado palestino pacífico y la promocionada Intifada, ¡Arafat eligió la Intifada! Si ahora no existe un Estado palestino independiente es por voluntad de la dirigencia palestina, no de Israel. Hay que denunciar esta verdad simple y dura. De lo contrario, se ahondará en la estéril tragedia que enluta al Medio Oriente y que demora una solución que está al alcance de la mano.

La enfermedad de Alzheimer impide recordar que esta Intifada fue decidida antes de Camp David, como confesó el ministro palestino de Comunicaciones.

No estalló contra Sharon, que ni siquiera era ministro, sino contra el pacifista Barak, quien durante los cinco meses que le quedaban en el gobierno recurrió a todas las declaraciones y negociaciones posibles, directas e indirectas, para que cesara la violencia y continuara el proceso de paz. No hubo caso, no hubo un solo día sin ataques palestinos y el efecto inevitable fue el triunfo electoral del Primer Ministro Ariel Sharón.

Desde hace décadas, en Israel actúa el Movimiento Paz Ahora, que dinamiza a un millón de adherentes. ¿Qué movimiento por la paz existe entre los palestinos? No pido que reúnan cien mil, ni diez mil. ¡Me conformaría con sólo mil! Pero eso no es posible porque su dirigencia ha estimulado la pérdida de memoria y un desmesurado crecimiento del odio. Los palestinos, después de cada nueva frustración, se dedican a matar judíos. “Habrá paz”, dijo Golda Meir, “cuando amen a sus hijos más de lo que nos odian a nosotros”.

Esta también es una simple y dolorosa verdad.

Marcos Aguinis

Humildad detrás de la pregunta

Es común ver como algunas personas; sobretodo aquellas que sienten, piensan ó les ha dicho, alguno que otro adulante líder de estas miles de religiones, sectas, grupos, etc’s que hay de cristianos, que se la saben todas más una. Esta máscara que se colocan los seguidores de la "Gran Estafa", suele querer siempre sobresalir, por medio de discusiones, diatribas, en donde disfrazan aseveraciones, y esas, tan sólo conjeturas, que ellos llaman creencias, con dos signos de interrogación (los que escriben correctamente el castellano).

Para preguntar, no se necesita ser un ignorante, no se necesita no haber escuchado, y no haber dudado antes de la certeza del tema; lo único que hace falta mis queridos amigos es creer siempre que no se tiene la completitud del conocimiento. Lo único visible en el gesto de preguntar debe ser el hecho de no aseverar, sino de manifestar la duda que se tiene.

Por eso para saber preguntar, a veces, siempre, es necesario ser humilde.

Si venimos con ínfulas de sabihondos, que las sabemos todas, que tenemos a dios agarra’o por la chiva, que la respuesta a esa pregunta sólo servirá para seguir atacando y aseverando lo que consideramos como única verdad (a nuestros ojos) entonces compañeros… esa pregunta quedara al descubierto como la más miserable insolencia.

No seamos insolentes, y aprendamos a ser humildes. Ya se ha dicho acá bastante del patriarca de Israel, Avraham; una virtud de él fue siempre su sincera humildad, su manifiesta capacidad de saberse incompleto ante la voluntad de D’s.

Entonces, habrá más shalom cuando cada quien aprenda a darle el justo espacio que merece su ego, se caerán por completo las farsas y no tendrán valor las manipulaciones de los lideres perversos cuando la gente conozca que no sabe nada.

Ya lo dijo el sabio filósofo: "Yo sólo sé, que no sé nada"

(La frase del famoso filósofo se la debemos a Socrates*)

*Agradezco a mi amigo David del Táchira por la amable correción.

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 11

  Junto al antisionismo, la otra manifestación de la judeofobia contemporánea es la Negación del Holocausto (NH). Ambos son un intento por reescribir la historia reciente, y por ello se presentan juntos. Porque, si no se justifica el Estado judío (como arguye el antisionismo) debe de ser porque el sufrimiento judío es una maliciosa fantasía (como plantea la NH)…   La judeofobia fue muy activa durante la dictadura militar en la Argentina 1976-1983. De entre los miles de "desaparecidos", los judíos eran la víctima favorita en los centros de tortura… Entre los periodistas que defendían el régimen, Enrique Llamas de Madariaga difundió por la televisión estatal un programa insidioso (30/10/1980) bajo la consigna de que "Si los persiguieron durante cuatro mil aos, por algo será".

 


 

Unidad 11: La Negación del Holocausto – La judeofobia actual

Por: Gustavo Perednik   

Junto al antisionismo, la otra manifestación de la judeofobia contemporánea es la Negación del Holocausto (NH). Ambos son un intento por reescribir la historia reciente, y por ello se presentan juntos. Porque, si no se justifica el Estado judío (como arguye el antisionismo) debe de ser porque el sufrimiento judío es una maliciosa fantasía (como plantea la NH).

En Mi patria, Palestina; el sionismo, enemigo del pueblo (publicado en Alemania en 1975) Ahmed Hussein sostiene que el promotor de la judeofobia es el sionismo, interesado en que los judíos huyan hacia Israel. Así se reitera el ardid de poner a la víctima como victimario. "La mejor propaganda para el Estado de Israel es el judío muerto", explica sin rodeos Hussein y agrega: "después de estudiar profundamente el tema, y basado en eruditos, he llegado a la conclusión de que durante la Segunda Guerra Mundial ni un solo judío fue muerto por ser judío… Sólo la mentira de los seis millones posibilitó la presión sionista para establecer el Estado de Israel y su financiamiento con capital alemán".

Una variante aun más cruel del mismo argumento, es que los sionistas se asociaron con los nazis para exterminar judíos. La expuso Lenni Brenner, muy difundido en la URSS, y llegó al escándalo en Londres en 1987 cuando el Royal Court Theatre decidió no presentar la obra Perdition de Jim Allen, que sostenía esa calumnia. Era en palabras del autor "el ataque más letal contra el sionismo escrito jamás".

Un rastreo de los comienzos de la NH nos lleva al Holocausto mismo, durante el cual por lo menos dos cabecillas nazis, Martin Bormann y Heinrich Himmler, prohibieron toda mención pública de la "Solución Final". Pero por entonces el objetivo de la NH se limitaba a preservar la inconsciencia judía acerca de la dimensión del ataque, a fin de asesinarlos sin resistencia.

Después de la guerra, fueron trotskistas y anarquistas franceses quienes curiosamente iniciaron la NH al descalificar la evidencia del genocidio como "propaganda stalinista". Su primer libro fue Desenmascarando el mito del Holocausto de Paul Rassinier (1964).

En 1979 la NH se organizó en un prolífico Instituto para la Revisin Histórica (IHR) en Torrance, California, que mantiene convenciones anuales y publica el trimestral Journal of Historic Review, enviado sin cargo a doce mil historiadores norteamericanos. Su mentor, Willis Carto, de vieja militancia nazi, fundó el Liberty Lobby (la propaganda judeofóbica más grande de los EE.UU.). El IHR es pseudoacadémico; aunque convoca a profesores, todos ellos carecen de títulos en historia (Rassinier estudió geografía, Butz ingeniería electrónica, Faurisson literatura, etc.).

Desde 1991 uno de ellos, Bradley Smith, coloca avisos en los diarios de las universidades americanas en nombre del CODOH (Comité para el Debate Abierto sobre el Holocausto). Lograron reclutar a un tal David Cole de padres judíos, y a un comentador militar británico, el neonazi David Irving, cuyo best-seller La Guerra de Hitler (1977) esgrimía que Hitler nunca supo que los judíos eran asesinados en Europa.

La NH nos plantea un serio dilema: perdemos al refutar sus argumentos (ya que de este modo los legitimamos como "opinión para abrir el debate acerca del Holocausto"), pero también perdemos si no les contestamos ("los judíos carecen de argumentos"). Los métodos para confrontar el fenómeno merecerían una clase especial que, nuevamente, escapa al marco de nuestro curso. Pero debo mencionar los cuatro niveles de la NH, en orden de la sofisticación de sus argumentos: 1) el Holocausto nunca ocurrió; 2) las cifras fueron abultadas; 3) no hubo ningún plan sistemático de exterminio; 4) en cada guerra hay Holocaustos, y los judíos cacarean sólo el suyo como si fueran los monopolizadores del dolor.

La NH es un fraude peligroso, porque al blanquear los crímenes del nazismo hace posible su reedición, y disemina el odio bajo la excusa de "libertad de expresión" mientras transgrede doblemente la ley: por apología del delito y por incitación a la violencia.

La NH ha expandido la mitología judeofóbica. A leprosos, adoradores de asnos, deicidas, pueblo testigo, asesinos de nios, bárbaros, virus racial, explotadores, confabuladores internacionales y racistas, se agrega ahora el de "inventores de Holocaustos".

La Judeofobia en América

Desde la misma creación de los Estados americanos, los judíos fueron activos en ellos. Por ello no hizo falta su Emancipación legal como en Europa, en donde, según vimos, la judeofobia moderna fue una reacción (inmediata o tardía) contra la Emancipación. Por ello en las Américas la judeofobia puede entenderse parcialmente como un vicio importado.

Aunque en 1654 hubo en New York (por entonces New Amsterdam) un intento de expulsar a los judíos por parte del gobernador holandés Peter Stuyvesant, en general, antes de la independencia de las colonias de Norteamérica, los judíos no sufrieron agresiones físicas, y otras minorías fueron más atacadas.

Durante la Guerra de Secesión norteamericana desde ambos bandos se acusó a "los judíos" de ayudar al enemigo, y el 17/12/1862, Ulysses Grant (el victorioso general de la Unión y 18vo. presidente americano) ordenó la expulsión de todos los judíos de Tennessee. Esta Orden General Número 11 fue revertida por el presidente Lincoln, después de que ya se había aplicado en varias ciudades.

En la última década del siglo pasado apareció una judeofobia más nítida, no como respuesta a Emancipación sino a una brecha cultural frente a los inmigrantes. Según vimos, en 1881 comenzó en Rusia la era de los pogroms y el éxodo más grande de la historia. En 1890 habían ingresado a los EE.UU. más de un millón y medio de judíos, y para 1920 ya eran tres millones.

Parte de la población veterana receló de los recién llegados. Henry Adams (bisnieto del segundo presidente americano) escribía: "La atmósfera judía me hace sentirme aislado. Los judíos van a controlar completamente las finanzas y el gobierno de este país, o estarán muertos". En su novela Las columnas del César (1890), Ignatius Donnelly cuenta que los judíos toman el poder para vengar sus padecimientos en los cristianos. El corolario de esta animosidad fue el "restrictionismo" o movimiento antiinmigratorio. Uno de sus mentores, Madison Grant, en El paso de la gran raza (1916) endilgó a los judíos el mestizaje de la nación. El movimiento logró en 1924 la limitativa Acta de Inmigracin.

Pero la norma fue otra. Los presidentes y líderes norteamericanos expresaron con frecuencia su gran estima por el pueblo judío. Los padres fundadores de los EE.UU. compartían las raíces de los puritanos ingleses quienes, a partir de su amor por la Biblia, revaloraron de ella su idioma, su tierra y su nación. Cuando la Rusia zarista se negó a emitir visas de visita a judíos americanos y dio maltrato a los pocos que las obtuvieron, el gobierno norteamericano canceló en 1911 un viejo Tratado Ruso-Americano.

Si hubo similitudes entre la judeofobia americana y la europea, la escala siempre fue mucho más pequea. Por ejemplo, "el Affaire Dreyfus" americano tuvo lugar en 1913 en Atlanta, cuando el ingeniero Leo Frank fue acusado de asesinato por la sola evidencia del testimonio del principal sospechoso. La Jeffersonian Magazine exigía la ejecución del "abominable, perverso judío de Nueva York" y su editor creaba la Orden de los Caballeros de Mary Phagan (tal era el nombre de la asesinada) para boicotear todos los negocios judíos de Georgia. Dos aos después de comenzado el juicio, Frank fue arrancado de su celda y linchado. Se trató del primer caso de asesinato judeofóbico en los EE.UU., y el último hasta los recientes episodios de Crown Heights. En estos, norteamericanos de color arremetieron contra judíos al azar (mataron a uno) en "venganza" porque dos nios negros murieron atropellados cuando un conductor jasídico perdió el control de su auto.

El parecido con el escenario europeo es más claro en algunos países de Latinoamérica, en donde la judeofobia es más p. Los fundadores de los Estados latinoamericanos no se educaron en el amor puritano por la Biblia y su pueblo; el ambiente de muchos de ellos fue la Iglesia inquisitorial espaola. El caso argentino fue especialmente oscuro, y a él nos referiremos en particular, teniendo en cuenta que se trata de la comunidad más grande y la que más judeofobia sufrió. En el resto de los países el odio antijudío fue casi siempre marginal, y la historia de cada uno escapa a los marcos de nuestro curso.

En los EE.UU. la estela del caso de Leo Frank se disipó en la unidad nacional que acompaó la Primera Guerra Mundial. La posguerra volvió a destapar la judeofobia, debido al temor de que los valores y estilo de vida tradicionales fueran amenazados por la inmigración masiva, por la creciente población urbana y por el liberalismo religioso. El Ku Klux Klan (grupo racista, reaccionario y judeofóbico) llegó en 1924 a cuatro millones de miembros. Como hemos visto, los Protocolos eran difundidos por Henry Ford. Su campaa se detuvo en 1927 con un pedido público de disculpas.

En 1922 la discriminación en la educación se transformó en un tema de debate nacional cuando la Universidad de Harvard anunció que estaba considerando un sistema de cuotas para estudiantes judíos. Aunque el plan fue eventualmente abandonado, las cuotas se aplicaron por medios velados en muchas instituciones terciarias, a fin de limitar el muy alto número de judíos que asistían a ellas (aun para 1945 Dartmouth Colege admitía abiertamente un sistema de cuotas para estudiantes judíos).

El acceso de judíos también estaba limitado para puestos en bancos, compaías de seguro, empresas públicas, hospitales, grandes estudios jurídicos y planteles académicos universitarios. Esta restricción dio en llamarse la judeofobia "cortés" en los EE.UU., que tuvo en los aos treinta un impulso ideológico, con la noción de que "los judíos dominaban el gobierno de Franklin Roosevelt, causaban la gran depresión económica, y querían arrastrar a los EE.UU. a la Segunda Guerra contra una admirable Alemania que surgía".

El principal vocero fue el sacerdote Charles Coughlin, cuyo programa semanal de radio atraía a millones de personas. Cuando en 1942 se supo del Holocausto, la Iglesia ordenó a Coughlin cesar toda actividad no-religiosa. (Es notable cómo ecos de esa voces se escucharon en los EE.UU. a principios de esta década, como la del líder republicano Pat Buchanan cuando acusaba a "los judíos" de arrastrar al país a una guerra contra Irak). En la década del cuarenta la vanguardia aislacionista fue el Comité por América Primero, que incluyó al héroe de aviación Charles Lindbergh. Aun en 1944 una encuesta pública mostró que un cuarto de los norteamericanos veían en los judíos "una amenaza". Pero a partir de la Segunda Guerra, la judeofobia americana descendió notablemente, excepto entre los negros.

En efecto, a pesar de la activa participación de israelitas en el movimiento civil por los derechos de los negros en los aos cincuenta, el movimiento de Poder Negro generó fricciones en las relaciones con los judíos. Nació una forma americanizada del Islam que atrajo a millares de negros en busca de identidad, precisamente en el período de guerra entre el mundo islámico y el Estado judío.

Uno de sus líderes más extremos, Kwame Ture (ex-Stokely Carmichael) declaró en el setenta "nunca haber admirado a un hombre blanco, pero Hitler fue el más grande de entre todos ellos". Expresiones similares de odio se escuchan hoy por parte de Louis Farrakhan y otros jefes del grupo Nación del Islam. Allí se concentran hoy los peligros de la judeofobia en los EE.UU.

En cuanto a Sudamérica, la evidencia de judíos participando en la lucha independentista es más tenue que en el Norte, y se dio en casos como el de Alejandro Aguado en la Argentina. A este país, los judíos fueron explícitamente invitados por el gobierno. En decreto presidencial del 6/8/1881, se enviaba a un agente que atrajera a la Argentina a quienes huían de los pogroms. Hubo alguna reacción hostil contra esa invitación, incluida la de uno de los máximos próceres argentinos, Domingo F. Sarmiento, en El Diario de 1888.

Pero el verdadero comienzo de la judeofobia es literario, relacionado a la novela La Bolsa (publicada en 1891 en el prestigioso diario La Nación). En una época en que virtualmente no había judíos en la Argentina, el autor Julián Martel los culpa de la crisis financiera y de la clausura de la Bolsa de comercio, en un libro que constituye un mediocre remedo del francés Drumond. En rigor, la judeofobia de La Bolsa tuvo que ver, más que con la novela en sí, con la glorificación que le dedicaron grandes intelectuales argentinos, al punto de que el texto fue por décadas lectura obligatoria en las escuelas.

Las tensiones con el judío real, con el inmigrante, se dieron sobre todo cuando los sectores más conservadores tendían a identificar bajo el común epíteto de "ruso" tanto a los judíos como a los revolucionarios de Rusia. El detonante para esa reacción fue el asesinato del jefe policial de Buenos Aires, Ramón Falcón, quien había reprimido en forma sangrienta la manifestación del Primero de Mayo de 1909. Ese ao Falcón fue muerto por Simón Radowitzky, de diecisiete aos de edad, un judío recién inmigrado y, para el caso, doblemente "ruso".

A pesar de que la comunidad judía (de la que Radowitzky estaba totalmente desvinculado) hizo todo lo posible por distanciarse del hecho, un ataque físico se lanzó contra los judíos indiscriminadamente el 15/5/1910, en plenos preparativos para celebrar el centenario de su revolución independentista argentina.

La judeofobia creciente estalló unos aos después, en 1919, en el marco de la llamada Semana Trágica, que comenzó como represión a una huelga. Ese ao la Liga Patriótica fue fundada por Manuel Carlés, abuelo de quien fuera en las dos últimas décadas cabecilla del Partido Nacionalista Social argentino.

El periodista ídish Pedro Wald fue detenido acusado de tramar un "gobierno maximalista judío en la Argentina". Al salir de la cárcel torturado escribió la novela Koshmar (pesadilla). Así relató los episodios del 9/1/1919: "…salvajes eran las manifestaciones de los nios bien que marchaban al grito de ‘¡Mueran los judíos!;¡Muerte a los extranjeros y maximalistas!’ Refinados, sádicos, torturaban y programaban orgías… Detienen a un judío y luego de los primeros golpes comienza a brotar un chorro de sangre de su boca; acto seguido le ordenan cantar el himno nacional. No lo sabe; lo liquidan en el acto… No se selecciona. Pegan y matan a quien encuentran…"

El 10 de enero fueron asaltados los locales de las organizaciones Avangard y Poalei Tzion y la Asociación Teatral Judía (IFT). Todo fue arrojado a la calle y quemado, mientras la guardia civil azotaba y robaba. La policía montada observaba cómo ardían en la noche muebles, biblioteca y archivos. Entre otros testimonios reveladores, dos son elocuentes, de un judío y un cristiano.

Escribió el primero, José Mendelson: "Jinetes de la policía arrastraban a los viejos judíos desnudos por las calles de Buenos Aires, les tiraban de sus encanecidas barbas, y cuando ya no podían correr al ritmo de sus caballos, su piel se desgarraba raspando contra los adoquines, mientras los sables y látigos de los hombres de a caballo golpeaban sus cuerpos… En el Departamento Central de Policía pegaban espaciosamente. Cincuenta hombres, ante el cansancio de azotar, se alternaban para cada judío… En la comisaría 7ma. los soldados, vigilantes y jueces, encerraron a los judíos en los baos, donde los torturadores tiraban en forma salvaje de sus bocas, mientras la policía argentina y los soldados les orinaban en la boca…"

El segundo testigo presencial fue Juan Carulla: "Oí que estaban incendiando el barrio judío y hacia allí me dirigí. Al llegar a la Facultad de Medicina, me tocó presenciar el primer pogrom en la Argentina. En medio de la calle ardían piras formadas con libros… se luchaba dentro y fuera de los edificios… se acusaba a un comerciante judío de hacer propaganda comunista pero el cruel castigo se hacía extensivo a otros hebrbajo los gritos de ‘¡Mueran los judíos!’ Pasaban a mi vera viejos barbudos y mujeres desgreadas. Nunca olvidaré el rostro pálido y la mirada suplicante de uno de ellos al que arrastraban un par de mozalbetes, así como la de un nio sollozante que se aferraba a la vieja levita negra, ya despedazada, de otro de aquellos pobres diablos". El saldo en vidas de aquella Semana Trágica fue de ochocientos muertos y cuatro mil heridos.

Con el auge del nazismo en Europa, recrudeció la judeofobia de publicaciones y grupos "germanófilos" nacionalistas. Uno de los más difundidos escritores argentinos, Hugo Wast (seudónimo del director de la Biblioteca Nacional, Martínez Zuviría) publicó en 1935 un par de novelas que difunden el mito de la conspiración judía, El Kahal y Oro. Ese ao se creó la DAIA, nacida para defender los derechos judíos. Zuviría llegó a ser ministro de educación del país en 1943.

Las bandas y las publicaciones nacionalistas no cejaron después de la guerra, y para la década del sesenta la más activa banda judeofóbica argentina fue Tacuara, que tenía por mentores a los sacerdotes Alberto Ezcurra y Julio Meinville. En connivencia con el representante de la Liga Arabe Hussei Triki, Tacuara secuestró, torturó y asesinó. A los padres del estudiante asesinado Raúl Alterman enviaron una explicación: "Nadie mata porque sí nomás; a su hijo lo han matado porque era un perro judío comunista… Si no están conformes, que se retiren todos los perros y explotadores judíos a su Judea natal". Este caso, como los otros crímenes de la judeofobia argentina, quedaron impunes, y esta regla incluye a las voladuras en los últimos aos de la Embajada de Israel y del edificio comunitario AMIA.

Con todo, hay que tener en cuenta que la peligrosidad de grupos como Tacuara no deriva de sus acciones violentas ni de su propaganda nazi, sino de la medida en que están cerca del poder. En este caso, amplios sectores del partido mayoritario, el peronista, apoyaban a la agrupación judeofóbica. En rigor, el parámetro para medir el peligro de la judeofobia en un país determinado, no debe ser el tamao de sus organizaciones, sino su cercanía al poder.

Una versión local de los Protocolos aparece en la Argentina cuando en 1971 un profesor de economía de la Universidad de Buenos Aires, Walter Beveraggi Allende, difundió la patraa del Plan Andinia, supuesto complot para desmembrar la Patagonia de la Argentina y crear allí otro Estado judío. Su denuncia fue llevada a la Confederación del Trabajo y a diversos medios periodísticos. Cuatro aos después Beveraggi publicó La inflación argentina, en cuya tapa la Argentina aparecía crucificada con estrellas de David por el estereotipo de un judío. El periodista Jacobo Timerman narró que cuando era interrogado por la dictadura militar de los aos ochenta, se le exigían detalles del Plan Andinia.

Aunque la judeofobia tiende a ser más visible durante gobiernos democráticos (sobre todo en la transición) en esos momentos se halla más alejada de las cúpulas. Durante las dictaduras, por el contrario, se encuentra encaramada en el poder y precisamente por ello a los gobiernos les es más fácil dominarla. Por ejemplo, la judeofobia fue muy activa durante la dictadura militar en la Argentina 1976-1983. De entre los miles de "desaparecidos", los judíos eran la víctima favorita en los centros de tortura. Pero salvo excepciones (como la del general Ramón Camps) no abundaban las expresiones de judeofobia oficial. Entre los periodistas que defendían el régimen, Enrique Llamas de Madariaga difundió por la televisión estatal un programa insidioso (30/10/1980) bajo la consigna de que "Si los persiguieron durante cuatro mil aos, por algo será".

El estudio de cada uno de los otros países excedería las posibilidades de nuestro curso, pero con gusto contestaré las preguntas de estudiantes interesados en la judeofobia de alguna nación específica (recordar: <gustavop@jazo.org.il>).

En la próxima, nuestra última clase, analizaremos el fenómeno de la judeofobia de modo global y ofreceremos para el mismo algunas explicaciones.

 

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 10

  A diferencia de Marx y otros socialistas sobre los que veníamos reflexionando, el arquitecto de la revolución bolchevique, Vladimir Lenin, demostró estar exento de judeofobia. Al oponerse a la judeofobia de los zares afirmó que "ningún grupo nacional en Rusia está tan oprimido y perseguido como el judío"…  Lamentablemente la actitud personal de Lenin fue eclipsada por el establishment comunista, que desde el comienzo negó específicamente a los judíos el derecho de autodefinirse…  La judeofobia se transformó, según August Bebel, en "el socialismo de los tontos", con la salvedad de que por primera vez un movimiento judeofóbico se ocupaba en insistir que no lo era: la campaña fue llevada a cabo según veremos, bajo el epíteto de antisionista.

 


 

Unidad 10: Rusia: entre Zares y Soviets (II)

Por: Gustavo Perednik   

A diferencia de Marx y otros socialistas sobre los que veníamos reflexionando, el arquitecto de la revolución bolchevique, Vladimir Lenin, demostró estar exento de judeofobia. Al oponerse a la judeofobia de los zares afirmó que "ningún grupo nacional en Rusia está tan oprimido y perseguido como el judío". De este modo Lenin pasó un doble examen: la admisión pública del sufrimiento israelita, y la predisposición a combatir la judeofobia.

Una tercera prueba de la que salió airoso es que nunca usó políticamente el odio antijudío. Por ejemplo, en sus discusiones con el Bund (partido socialista judío) Lenin no endilgó a su judeidad ser causa (ni siquiera parte) del problema. Tampoco se dejó arrastrar a ello cuando una joven hebrea atentó contra su vida.

Lamentablemente la actitud personal de Lenin fue eclipsada por el establishment comunista, que desde el comienzo negó específicamente a los judíos el derecho de autodefinirse. Sólo a ellos se prohibió toda aspiración nacional (no nos referimos solamente a la religión, ya que aquí los judíos no tuvieron el monopolio de la hostilidad comunista). El idioma hebreo fue declarado subversivo y se envió a prisión a quienes lo ense¤aban o estudiaban. Más aún, el gobierno comunista destruyó sistemáticamente la vibrante vida comunitaria judía en Rusia.

La judeofobia se transformó, según August Bebel, en "el socialismo de los tontos", con la salvedad de que por primera vez un movimiento judeofóbico se ocupaba en insistir que no lo era: la campa¤a fue llevada a cabo según veremos, bajo el epíteto de antisionista.

Desde 1919 el sionismo fue definido como movimiento contrarrevolucionario. Junto con él fueron prohibidas las cientos de escuelas judías del país. Los ejecutores de la obra de destrucción fueron principalmente las fieles Ievsektzia (secciones judías del Partido Comunista).

Después de la muerte de Lenin en 1924, José Stalin se transformó en dictador de Rusia por tres décadas. Durante ese lapso la judeofobia soviética se desembozó (el odio personal de Stalin por los judíos es evidente, entre otras fuentes, en las memorias de su hija). El "problema judío" era el que presentaba un grupo con características de pueblo pero para el que tal definición estaba ideológicamente prohibida (porque no podían exhibir con claridad territorio e idioma en común).

Para "problema" se propuso la solución de Birobidzhán, un área de 35.000 km2 en el lejano Este. Por medio del traslado de los judíos allí, el gobierno podía detener la expansión japonesa (el territorio linda con Machuria) y al mismo tiempo arrancar apoyo financiero de los judíos del exterior. Asimismo, las Ievsektsia veían en Birobidzhán una alternativa contra el sionismo.

El 28 de marzo de 1928 se tomó la decisión y unos días después comenzó la migración. Ese a¤o se prohibió toda publicación en hebreo y muchos escritores judíos fueron arrestados, mientras en Birobidzhán se establecían varias escuelas, un teatro y un periódico en ídish. Incluso mil quinientos judíos comunistas inmigraron desde el exterior. A pesar de la propaganda, empero, salvo el a¤o récord de 1941, los israelitas nunca llegaron a ser ni el diez por ciento de la población general de la región.

Para 1930, como las Ievsektsia habían conseguido la destrucción de la mayor parte de la vida cultural judía en la URSS, pasaron a ser innecesarias para el régimen y se procedió a su expedita eliminación. Sus líderes, aunque habían sido fieles stalinistas, fueron ejecutados (incluido el jefe Simón Dimanstein) o murieron en la cárcel (como el editor del diario Moishe Lirvakov). Como vimos en el caso alemán, ni siquiera la respuesta del auto-odio salvó a los intelectuales judíos. Osip Mandelshtam, uno de los más refinados poetas rusos de la historia, a pesar de haberse declarado "alérgico a los olores judíos y a los sonidos de la jerga judía" fue arrestado en 1934 y murió en un campo de detención del lejano Este.

Ese a¤o se le otorgó a Birobidzhán el status oficial de Región Autónoma Judía y el mentor del proyecto, Mijail Kalinin, predijo que "en una década será el único baluarte de la cultura nacional judía socialista". Dos a¤os después, empero, las purgas de Stalin marcaron una escalada judeofóbica. Ya no se censuraron los ataques populares antijudíos, y el gobierno se lanzó a la liquidación final de las instituciones judías y sus líderes. Fue un golpe del que ni siquiera Birobidzhán ya se repondría.

Hubo una circunstancia que, con todo, congeló la animosidad soviética contra los judíos. El nazismo entronizado no cesaba de fustigar a los comunistas como "lacayos judíos", lo que por reacción gestó una línea oficial antijudeófoba de parte del Kremlin. Entre 1934 y 1939 la URSS expresó "sentimientos fraternales para con el pueblo judío en reconocimiento a su participación en el socialismo" e incluso mencionaba el origen judío de Marx (un dato que se sustrajo de la Enciclopedia Soviética a partir de 1952).

Esa calidez se apagó con la firma en 1939 del pacto de no-agresión nazi-soviético que llevó a la Segunda Guerra Mundial dos semanas después. Stalin reemplazó a su principal diplomático (Litvinov, de origen judío) por Molotov (con quien los alemanes estuvieron dispuestos a firmar el tratado) y se comprometió ante Hitler a que el resto de los judíos encumbrados en Rusia también serían suplantados. El Kremlin felicitaba al Tercer Reich por "su lucha contra la religión judía", y la prensa y radio soviéticas escondieron sistemáticamente los informes acerca de la brutalidad judeofóbica del nazismo. Aun los comunistas alemanes que habían huido, fueron extraditados a Alemania, judíos incluidos.

Algunos argumentaron que todo era un ardid de Stalin para ganar tiempo y así armarse para la inevitable guerra con el Tercer Reich, pero fue obvio que los partidos comunistas por el mundo abandonaron toda crítica a los males del fascismo o a la judeofobia nazi.

Por ello, cuando un par de a¤os después Rusia fue invadida por Alemania, los soviéticos debieron esforzarse en recuperar la opinión pública mundial. Dos meses después de la invasión organizaron el Comité Anti-Fascista Judío (CAFI) conformado por figuras públicas e intelectuales. El 24 de agosto de 1941 los medios rusos anunciaban que "los representantes del pueblo judío se reunieron a fin de convocar a nuestros hermanos judíos a través del mundo para ayudar el esfuerzo bélico soviético".

A pesar de este gran giro, la condena soviética al nazismo se limitaba a vituperar "el asesinato de gente pacífica e inocente" pero se negó consistentemente a presentar a los judíos como blancos predilectos de los nazis. Por lo menos 200.000 judíos morían combatiendo en el Ejército Rojo, y muchísimos eran distinguidos por su heroísmo, pero los jerarcas stalinistas no interrumpieron la ejecución de militares judíos, quienes eventualmente fueron rehabilitados post-mortem después de la muerte de Stalin.

El CAFI, encabezado por Salomón Mijoels, publicó una revista en ídish, emitía un programa de radio, y en 1943 viajó en campa¤a recaudatoria a los EE.UU., Inglaterra y otros países. Las comunidades judías por doquier los recibieron con entusiasmo ya que su visita marcó el reinicio de los lazos entre los hebreos soviéticos y el resto de la judería, lazos que se habían cortado con la revolución bolchevique.

Una vez concluida la guerra, y a pesar de que las atrocidades nazis fueron reveladas al mundo, la ocultación del martirio judío continuó impávida. Toda referencia a que la ocupación alemana de la URSS había perjudicado especialmente a los judíos, era censurada por los voceros oficiales soviéticos por "crear tensiones étnicas". Los libros y películas acerca de la Segunda Guerra ignoraron constantemente la existencia del Holocausto, virtualmente hasta el punto de la negación. En una película rusa de casi una hora que se exhibía a quienes visitaban Auschwitz (allí habían sido asesinados un millón y medio de judíos) la palabra judíos no era pronunciada ni una sola vez.

El escritor ídish Vasili Grossman preparó un Libro Negro de los crímenes nazis contra los judíos en tierra soviética, pero el libro fue prohibido después de que hubo ingresado en la imprenta. Al régimen no le bastó negar el Holocausto (por omisión) sino que llevó esa política hasta el ultraje cuando usaba las atrocidades nazis precisamente para incrementar la judeofobia, por medio de vincular el nazismo con el sionismo.

Las publicaciones del CAFI fueron finalmente prohibidas, y en enero de 1948 su presidente Mijoels fue asesinado por la policía secreta soviética. Ese a¤o se perpetraron nuevas purgas para poner punto final a toda actividad judía. En Birobidzhán mismo se clausuraron el teatro y las escuelas ídish. La población judía de la Región Autónoma Judía había llegado entonces a 30.000 personas, y comenzó su rápida e irreversible disminución. El gran plan de emigración judía pasaba a la historia.

El CAFI fue liquidado con todas las instituciones que habían sobrevivido, recrudeció el embate contra el sionismo, y se lanzó una caza de brujas contra los nuevos enemigos, los Cosmopolitas. En efecto, para fines de 1948 los escritores judíos y las figuras públicas más prominentes ya habían sido arrestados. Durante un juicio secreto en 1952, fueron acusados de conspirar para separar la península de Crimea de la URSS y crear allí "una república judía burguesa que serviría de base militar para nuestros enemigos". Veintiséis escritores judíos (muchos de ellos leales stalinistas) fueron ejecutados el 12 de agosto de 1952 (desde entonces y hasta hace algunos a¤os, en esa fecha se expresaba el Día de Solidaridad con los Judíos de la URSS).

El término Cosmopolitas se aplicó peyorativamente en la URSS a los intelectuales judíos, a partir de noviembre de 1948, que fue el a¤o pico del chauvinismo ruso en su lucha contra la influencia occidental. El uso del término comenzó en diario Pravda, en denuncias contra los "que no tienen patria" (¡en el país del internacionalismo!). "Patriotas" rusos acudían a "desenmascarar" israelitas en las artes y las letras. Primero revelaban los nombres verdaderos de los judíos que usaban seudónimos, luego abultaban su influencia real, y finalmente "mostraban" cómo los judíos escondían su identidad detrás de nombres rusos para difundir desprecio por Rusia (ejemplo de este "desprecio" era que sugerían que escritores rusos habían sido influidos por poetas Cosmopolitas como Heine o Bialik).

Esta campa¤a fue el primer ataque oficial contra los judíos soviéticos como grupo. Aunque atemperó en mayo de 1949, se la considera el comienzo de los llamados A¤os Negros que se extendieron hasta la muerte de Stalin, y durante los que fueron arrestados también los principales rabinos (Epstein, Lev, Lubanov, etc.), muchos de los que murieron en campos de trabajo.

La judeofobia fue un importante instrumento de la política stalinista durante la Guerra Fría, extendida más allá de las fronteras de la URSS. En Checoslovaquia, por ejemplo, en 1952 fueron detenidos catorce jerarcas del Partido Comunista bajo acusación de conspirar contra el Estado. Once de ellos eran judíos, incluido el Secretario General del partido, Rudolf Slansky. El Proceso Slansky fue supervisado por agentes moscovitas especialmente enviados a Praga. Por primera vez en la historia, un foro comunista con autoridad proclamó abiertamente la existencia de una conspiración judía internacional.

Se reiteraba una y otra vez el origen judío de los acusados, y se atribuían sus supuestos crímenes a esa causa primera. La fiscalía los estigmatizaba como sionistas, aun cuando todos los acusados siempre se habían opuesto al sionismo. Durante el juicio, se atribuyó la crisis económica checa a "los judíos". (Me permito la digresión de recordar a mis estudiantes que hace un mes el Premier de Malasia Mahatie Mohamad, culpó a "los judíos" de la caída de la moneda malaya. Aunque en Malasia no hay ni un solo judío, las críticas que se oyeron contra la declaración fueron apagadas por una multitudinaria manifestación de apoyo popular a Mohamad).

En Praga de 1952, la embajada de Israel pasó a ser baldonada como un centro mundial de espionaje y de subversión anticheca. Ocho de los acusados fueron ejecutados y los tres restantes condenados a prisión perpetua. Cientos de judíos checos fueron arrojados a la cárcel, en muchos casos sin que siquiera mediara incriminación; otros eran enviados a campos de trabajo. (A fines de la década del cincuenta las víctimas del Proceso Slansky fueron rehabilitadas, pero las acusaciones contra el sionismo y el Estado de Israel no fueron rectificadas).

Con todo, también en el stalinismo, como había sido la judeofobia previa, lo peor aún estaba por venir. El 13 de enero de 1953, doce médicos (nueve de ellos judíos) fueron arrestados en Moscú y acusados de complotar para envenenar a los máximos líderes comunistas. El juicio resultante fue un eco de las acusaciones medievales contra los judíos, pero se interrumpió bruscamente cuando Stalin murió el 2 de marzo. Más tarde se informó que el dictador había previsto utilizar el Complot de los Médicos para expulsar a Siberia a unos dos millones de judíos.

La Era Post-Stalin

El heredero de Stalin, Nikita Kruschev, aunque fue también judeófobo, atenuó la locura de su predecesor. En 1958 llegó a admitir incluso que el proyecto de Birobidzhán había fracasado (no se privó, empero, de atribuir el fracaso a la "aversión judía hacia el trabajo colectivo y la disciplina grupal").

La nueva política (llamada destalinización) denunció las purgas y la brutalidad del dictador, pero no consideró que la judeofobia fuera uno de los vicios que debía corregirse. En 1961, siete de los ocho discursos grabados de Lenin fueron comercializados; el único excluido fue el que condenaba la judeofobia. Lo mismo ocurrió con la publicación de las obras completas de Gorki, Leskov y otros, de las que se excluyó cuidadosamente toda reprobación de la judeofobia.

Las diatribas contra el sionismo se exacerbaron, y exhibieron un tono antijudío más procaz. En 1963 la Academia Ucraniana de Ciencias publicó el virulento libro Judaísmo sin adornos de Trofim Kychko. Además, ese a¤o y el siguiente muchos judíos fueron víctimas de juicios públicos por "crímenes económicos" (especialmente el "crimen de la especulación"). De los ciento diez condenadas a muerte, setenta fueron judíos. En uno de esos juicios en Ucrania, doce personas fueron declaradas culpables. La mitad de ellos (los no-judíos) fueron enviados a prisión; los seis judíos fueron fusilados.

La judeofobia comunista siempre se autodefinió como antisionista, y difundió en efecto una grotesca caricatura, según la cual el propósito del sionismo no era realmente asegurar un hogar nacional para los judíos en Israel, sino conspirar para dominar el mundo entero, al viejo estilo de los Protocolos. A partir de la Guerra de los Seis Días (1967) los medios de prensa soviéticos constantemente se refirieron al Estado judío como un Estado nazi. Uno de los promotores del veneno, Iury Ivanov, escribió en 1969 ¡Cuidado, sionismo!, libro que fue bienvenido por la prensa soviética como "el primer trabajo científico y fundamental sobre este tema". A fin de persistir en esta propaganda, en 1983 se fundó en Moscú el Comité Antisionista, que en apenas un lustro sacó a la luz 48.000 publicaciones antisionistas.

En cuanto a la Rusia post-comunista, la peculiaridad de su judeofobia es que no es privativa del populacho. Intelectuales de renombre, científicos y ex-disidentes, la difunden en diarios importantes. Un grupo de estos escritores, los prosistas de la aldea (Valentin Rasputin, Vasily Belov y Victor Astafiev) sostienen que "los judíos instalan un clima corrupto, que poluciona la pureza del alma rusa honesta y buena". El matemático Igor Shafarevich atribuye la intrínseca maldad de la moderna sociedad tecnológica (la llama rusofobia) a la mentalidad judía. Para él, el judío encarna la civilización urbana, antítesis de la Rusia virtuosa y tradicional.

Los argumentos de la judeofobia rusa de hoy, son que "los judíos" mataron al zar e instigaron la revolución de 1917 y el terror subsecuente. Su ya conocido método es resaltar hasta el absurdo la presencia de por ejemplo Kaganovich en el Politburó comunista. (La desproporcionada presencia de un 15% de judíos en el liderazgo bolchevique -que en países como Hungría fue aun muy superior- tiene claras explicaciones que exceden el marco de este curso. Mas cabe aclarar que la mayoría de los judíos, o bien aceptaron resignadamente al hostil régimen zarista, o bien fueron mencheviques, socialdemócratas).

Otros mitos judeofóbicos de la Rusia actual son que "los judíos" (y no por ejemplo el biólogo Lysenko) destruyeron la biología en Rusia. Fueron "los judíos" (la referencia es al arquitecto Ginsburg) quienes demolieron los monumentos históricos de Moscú en la década de 1930.

En cuanto a otros tipos de izquierda allende la frontera rusa, cabe referirse a la Nueva Izquierda, que atrajo a miles de estudiantes y jóvenes europeos y norteamericanos desde la rebelión en Berkeley de 1964 hasta después del mayo francés de 1968 que llevó a la caída de de Gaulle. La Nueva Izquierda nunca tuvo una doctrina coherente (iban desde el maoísmo hasta el anarquismo, hippieismo, etc.) pero su aspecto judío es paradojalmente doble: notable desproporción en el liderazgo (que a veces llegaba hasta más de la mitad; recuérdese a Daniel Cohn-Bendit en Francia) y, a pesar de ello, un antisionismo virulento y obsesivo.

La Nueva Izquierda presentó a los árabes como el Tercer Mundo oprimido por Israel, y a éste como "representante de la tecnología occidental y un lacayo del imperialismo". Sus mentores no asumieron esa postura (se destacaban Marcuse y Sartre, y este último protestó contra el prejuicio de que "Israel es imperialista con sus kibutzim, y los árabes son socialistas con sus Estados feudales") pero fue la norma entre los jóvenes.

En Alemania el antisionismo se extremó. La SDS estudiantil en 1969 interrumpía todos los actos públicos en los que debía aparecer el Embajador de Israel. A fin de ese año terroristas de la Nueva Izquierda intentaron hacer estallar volar el salón de la comunidad judía de Berlín durante un homenaje a las víctimas del nazismo. En panfletos titulados Shalom y Napalm pregonaban la destrucción del Estado de Israel, y exigían a la izquierda alemana terminar con sus sentimientos de culpa con respecto del pueblo judío, que constituían un "antifascismo neurótico y retrovisor". Los líderes Ulrike Meinhof y Dieter Kunzelmann terminaron por unirse los fedayín árabes, y de esa asociación resultó, entre otros atentados, el famoso secuestro hacia Uganda del avión de Air France (1976). Sólo los pasajeros judíos fueron retenidos en Entebe, hasta que los rescató la fuerza aérea israelí.

El antisionismo es la forma más persistente de la judeofobia contemporánea. Mucho se ha escrito acerca de en qué medida se trata propiamente de odio antijudío. ¿Se puede ser antisionista sin judeofobia? El antisionismo descalifica los sentimientos y aspiraciones nacionales de los judíos (y sólo de los judíos) y considera a Israel (y sólo a Israel) un Estado ilegítimo. No estamos hablando aquí de la crítica a las políticas de Israel. Estas críticas no implican antisionismo ni su componente judeofóbico. Los desacuerdos políticos con algún gobierno de Israel, aun si son profundos, no son nuestro tema.

Nuestra materia es el vilipendio intransigente contra el Estado judío, formulado desde la convicción de que éste no tiene derecho a la existencia. Lo notable es que en rigor, Israel es uno de los pocos Estados cuya creación era indispensable para salvar miles de vidas. Así sintetizó Lord Byron la situación de los judíos en un poema de 1815: "El nido a la paloma contiene/ y al zorro su cueva oscura/ cada nación país tiene/ e Israel… -¡la sepultura!").

Aun cuando desde un punto de vista estrictamente teórico se podría ser antisionista y no judeofóbico, el antisionismo propone acciones que llevarían a la muerte de millones de judíos. Por ello en el mundo las dos expresiones de odio están íntimamente interlazadas, como muchas veces revelan sus propios voceros. Yakov Malik, embajador soviético en la ONU se quejó en 1973 de que "los sionistas se han presentado con la absurda ideología del Pueblo Elegido" (como es bien sabido, el concepto bíblico de Pueblo Elegido es parte del judaísmo; el sionismo no tiene nada que ver con él).

En una película de propaganda, la actriz Vanessa Redgrave actúa en danza erótica con el fusil de un guerrillero palestino. Cada vez que la película ataca a los judíos, aunque se usa claramente el término árabe por judío (Yahud) el subtítulo en inglés reza "sionistas".

La autodefinición de antisionistas es socialmente más aceptable para los judeófobos de hoy, después de que la judeofobia quedara tan descubierta en la Segunda Guerra. Martin Luther King resumió bien la distorsión cuando declaró: "Critican a los sionistas pero se refieren a los judíos. Se trata de antisemitismo."

El antisionismo comparte las características de la judeofobia que mencionamos en la primera lección. Ha transformado a Israel en "el judío" de los países. Uno de los muchos ejemplos de su obsesividad fue el congreso sobre "Derechos humanos en el Tercer Mundo" que tuvo lugar en Harvard en 1979. En momentos en que había masacres en Africa, dictaduras en Latinoamérica, o la Uganda de Idi Amin, el temario del congreso se redujo exclusivamente al "terrorismo y genocidio de la así llamada Nación de Israel". Lo notable es que de las docenas de pueblos sin Estado que hay en el mundo (cachemiros, tamiles, vascos, curdos, neocaldeonios, etc.) curiosamente, sólo los palestinos despiertan solidaridad internacional, y sin que se tengan en cuenta siquiera los métodos que utilizan.

Las expresiones del antisionismo son muy variadas. Desde el boycot árabe que hasta el día de hoy excluye a Israel de los mapas, hasta las caricaturas que presentan al israelí como el estereotipo judío repelente que aspira a dominar el mundo. Uno de sus más lamentables foros fueron las Naciones Unidas.

Un tercio del total de las condenas de la Asamblea de la ONU fueron contra Israel, una desproporción a todas luces sospechosa. El sionismo fue el único movimiento nacional permanentemente difamado en la ONU. El 10/11/75 fue declarado "racista" y el 14/12/79 "hegemonista". El 5/2/82 y el 24/4/82 se votó que Israel "no es Estado de paz", y esto era un paso previo a su expulsión. La judeofobia previa quería expulsar al judío de la humanidad; la contemporánea quiso hacer lo propio expulsando al Estado judío de la familia de las naciones.

A veces las declaraciones de la ONU no están exentas de la aureola de mito medieval, como cuando el 23/8/1983 se acusó a Israel de envenenar a escolares secundarias árabes. Agreguemos que la ONU condenó el rescate de los civiles secuestrados en Entebe (1976) y, como organismo creado en 1945 para promover la paz, rechazó los Acuerdos de Camp David (1979), que eran el primer tratado de paz entre Israel y un país árabe después de cinco guerras.

Hasta el momento de la invasión iraquí de Kuwait (1990) no hubo jamás en la ONU censura contra Estados árabes, a pesar de que éstos habían llevado a cabo decenas de guerras, usos de armas químicas, expulsiones, ejecuciones públicas, y vítores a secuestros de aviones, matanzas de deportistas o escolares, etc. El delegado del Irán de los ayatollas llegó a ocupar la vicepresidencia del Comité de la ONU para los Derechos Humanos en Ginebra.

Las agencias internacionales de noticias fueron otro marco proverbial para reescribir la historia del sionismo, presentándolo como un movimiento imperialista nacido para explotar y despojar a una nación pacífica y milenaria. Pocas veces se menciona en la prensa que jamás hubo un Estado árabe palestino, que Jerusalem nunca fue capital de pueblo alguno salvo de los judíos, y que hasta avanzado el siglo los meros términos de Palestina y palestinos eran aceptados sólo por los judíos, ya que los árabes de la zona contendían que eran parte de la Siria del Sur. Lo aclaró muy bien Zoher Mossein, jefe de la Oficina de Operaciones Militares de la Organización para la Liberación de Palestina en 1977: "No hay diferencia entre jordanos, palestinos y libaneses; somos miembros de una sola nación. Solamente por razones políticas nos cuidamos de enfatizar nuestra identidad como palestinos, ya que un separado Estado Palestina será un arma adicional para luchar contra el sionismo".

La tendencia de la prensa es, en términos generales, consistentemente antisionista. Los ejemplos abundan, y resaltaron especialmente durante la Guerra del Líbano (1982), cuando se mostraba a Israel como un país nazi. Ejemplos posteriores podrían ser El Israel imperial de John Chancellor, la película Sesenta minutos sobre los desórdenes en el templo en 1990, o Cuatro horas en Shatila de Jean Genêt en 1992, pero son virtualmente innumerables. Los medios de comunicación han distorsionado el objetivo del sionismo. En lugar de la recuperación de la Tierra de Israel para el perseguido pueblo judío, lo presentan como una despiadada aventura colonial.

Las principales agencias de noticias y redes de información, como Reuters y la BBC, han contribuido con esta fantasía, cada una por sus motivaciones. Aun prestigiosas publicaciones como la National Geographic, dedicó su edición de 1992 a Los Palestinos rastreando su historia a cinco mil a¤os, a una "Palestina" pre-israelita (recordemos que la palabra Palestina la acu¤aron los romanos en el siglo II). Amplia documentación de este fenómeno de "robar la historia judía" puede hallarse en el libro de David Bar-Illan Eye on the Media (1993).

Esto no quiere decir que la mayoría de las agencias noticiosas sean judeofóbicas, sino que, lamentablemente, la judeofobia todavía vende bien.

Dijimos que el antisionismo es una de las dos últimas manifestaciones de la judeofobia. De la otra, y también de la judeofobia en América, hablaremos en nuestra próxima clase.

 

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 8

  Así resumen Prager y Telushkin la judeofobia nazi: "Casi toda ideología y nacionalidad europea había estado saturada con odio contra el judío cuando los nazis consumaron la "solución final". En las décadas y siglos que la precedieron, elementos esenciales del pensar cristiano, socialista, nacionalista, iluminista y post-iluminista habían considerado intolerable la existencia de los judíos. En un análisis final, todos se habrían opuesto a lo que Hitler hizo pero, sin ellos, Hitler no podría haberlo hecho".

 


Unidad 08: La judeofobia alemana; el fenómeno del autoodio judío

Por: Gustavo Perednik   

El primero de los tres paradigmas de la judeofobia moderna fue el francés, estudiado en la última clase. Ahora pasaremos al racista, que aunque también fue inaugurado en un libro francés, alcanzó su nadir en Alemania. En su Ensayo acerca de la desigualdad de las razas humanas (1853) Joseph De Gobineau sostenía que las diferencias físicas entre las razas humanas conllevan jerarquías intelectuales y morales. Aunque éste era el primer libro en desarrollar la teoría, el racismo como prejuicio, empero, es tan antiguo como la civilización, y aun Platón y Aristóteles arguyeron que los griegos habían nacido para ser libres y los bárbaros eran esclavos naturales.

La tradición antirracista, por su parte, fue una contribución judía que el cristianismo difundió. Su primer ejemplo es provisto en el Talmud, cuando explica el motivo por el que Adán es el único ancestro humano: para que nadie pueda jamás atribuir superioridad a sus antepasados.

Y aunque el prejuicio racial fue omnipresente en la historia europea, en el siglo XVIII se formalizó a partir de los estudios antropológicos. Linné emparejaba el color de piel con tendencias mentales y morales, y para Buffon el hombre blanco era la norma, "el rey de la creación", mientras los negros constituían una raza degenerada. Para Voltaire los negros eran una especie intermedia entre el blanco y el mono. En este contexto dieciochesco, los judíos encajaban como una nación sui generis, pero incluida en la raza blanca.

El siglo XIX complicó las cosas debido a que las luchas nacionales empujaron a los estudiosos a acrecentar el número de supuestas razas y subrazas. El énfasis mayor en Alemania se debe a dos razones: 1) Hasta 1870 sus muchas divisiones políticas internas habían incrementado el fervor nacionalista; y 2) la mayoría de los monarcas europeos eran de ascendencia germánica (recuérdese además que la monarquía dividía a la sociedad medieval en tres estratos: plebe, clero y nobleza, y ésta era considerada la superior, de "sangre azul").

El filósofo Johann Fichte enseñaba que el alemán era la lengua original de Europa (Ursprache) y los alemanes la nación original (Urvolk). Incluso fuera de Alemania hubo algunos partidarios del "Germanismo" o "Teutonismo". Con todo, la visión de Fichte no se quedaba en la superioridad alemana y reflexionaba especialmente acerca de los judíos: "¿Darles derechos civiles? No hay otro modo de hacerlo sino cortarles una noche todas sus cabezas y reemplazarlas por otras cabezas que no contengan un solo pensamiento judío. ¿Cómo podemos defendernos de ellos? No veo alternativa sino conquistar su tierra prometida y despacharlos a todos allí. Si se les otorgan derechos civiles van a pisotear a los otros ciudadanos".

Junto a la antropología y la filososfia, otra disciplina académica estimulaba a los racistas: la lingüística. Ya desde los descubrimientos de William Jones en 1786 y la Ley de Grimm de 1822, se deducía de la afinidad entre el sánscrito, griego y latín, que había un origen común de idiomas indoeuropeos (incluídos celta y gótico, supuestamente el más antiguo de los germánicos). Se tuvo por cierto que las lenguas europeas derivaban del sánscrito, y las naciones que las hablaban pertenecían a la raza aria (que en sánscrito significa "noble").

El contraste de la llamada raza aria fue la "semita", de la que supuestamente derivaban las naciones que habían hablado lenguas semitas en el pasado. Lassen argüía que "los semitas no poseen el equilibrio armonioso entre todos los poderes del intelecto, tan característico de los indogermánicos" y su colega francés Ernest Renan condenaba "la espantosa simplicidad de la mentalidad semita". Todas las creaciones del espíritu humano (con la posible excepción de la religión) fueron atribuídas a los "arios" y por ello los alemanes, los más "puros", debían eludir mezclarse con razas inferiores. Debido a esa pretendida "pureza teutónica", los estudiosos alemanes optaron por la denominación indogermánica.

Durante la primera mitad del siglo pasado se hicieron muchos esfuerzos para racionalizar el odio. Bruno Bauer en Die Judenfrage (1843) denuesta el "espíritu nacional judío" y el compositor Richard Wagner escribe en La judería en la música (1850): "Debemos explicarnos por qué nos repele la naturaleza y personalidad de los judíos… Para compreder nuestra repugnancia instintiva por la esencia primaria del judío, consideremos primero cómo fue posible que el judío deviniera en músico…"

Las justificaciones científicas no provenían sólo desde lo sociológico. Un pionero que había pasado inadvertido fue Karl Grattenauer, quien en 1803 había ofrecido una explicación de vanguardia de por qué los judíos tienen mal olor: hay un fedor judaico producido por cierto amonium pyro-oleosum.

La creencia de que los judíos constituían una raza separada, oriental, se difundió ampliamente durante la segunda mitad del siglo pasado, y en Alemania se tradujo también al mundo de la política. Bajo gobierno de Bismarck, se entendió cínicamente que la judeofobia podía servir de instrumento para completar la unificación de Alemania. Como ironizara en retrospectiva Israel Zangwill (1920): "Si no hubiera judíos, habría que inventarlos para uso de los políticos… son indispensables como antítesis de una panacea; causa garantizada de todos los males". En efecto, a fines de siglo surgen en Alemania partidos políticos abiertamente judeófobos, con tres fundamentos ideológicos, a veces combinados: el económico, el religioso, y el voelkish (nacional-racial). Aunque al principio no tuvieron muchos afiliados, su propaganda seducía a grandes sectores de la población.

Podemos notar una diferencia con el modelo francés. Mientras en Alemania, Austria y Hungría, el uso político de la judeofobia fue una reacción inmediata al otorgamiento de Emancipación a los judíos, Francia, por el contrario, ya había vivido ochenta años de Emancipación cuando fue plagada por formas organizadas de judeofobia.

El primero en organizar el uso de la judeofobia como levadura para un movimiento de masas fue Adolf Stoecker en Berlín. Su Partido de Trabajadores Cristiano-Socialistas (1878) no atrajo votos con una plataforma de ética social cristiana, así que la cambió por una judeofóbica, que inspiró a todo un movimiento estudiantil antijudío a partir del Verein Deutscher Studenten de 1881. Con apoyo conservador, Stoecker fue electo al Reichstag. Para esa época se creaba la mentada Liga de los Antisemitas de Wilhelm Marr, dedicada ésta a temas étnicos más que a soioeconómicos. Y un famoso académico, Heinrich von Treitschke, les otorgó respetabilidad al denominar a todo exceso antijudío "una reacción brutal y natural del sentimiento nacional alemán contra un elemento extranjero". Treitschke acuñó la máxima Die Juden sind unser Unglück! ("-los judíos son nuestra desgracia!") que medio siglo después se transformó en lema de los nazis.

En 1882 se reunió en Dresden el Primer Congreso Antijudío, azuzado por un libelo de sangre en Tisza-Eszlar. Con delegados de Alemania, Austria y Hungría, creó la Alianza Antijudía Universal. Hubo más congresos en Chemnitz 1883, Kassel 1886 y Bochum 1889. Los racistas más pendencieros terminaron por escindirse del partido de Stoecker y en 1886 Otto Boeckel fue elegido al Reichstag como el primer judeófobo per se. A los pocos a¤os fundó el Partido Popular Antisemita, y dieciséis candidatos judeófobos fueron electos al Reichstag en 1893. En 1895, por primera vez en la historia, un partido llegaba al poder con una plataforma judeófoba. Fue el Partido Social Cristiano de Viena, cuyo líder, Karl Lueger, mientras era burgomaestre de la ciudad, recibió la visita de un joven admirador llamado Adolf Hitler.

También a principios de esa década se propuso la doctrina de la judeofobia racial. Para su iniciador, Eugen Dühring "habrá un problema judío aún si cada judío le da la espalda a su religión y se une a una de nuestras principales iglesias… Son precisamente los judíos bautizados los que penetran más profundamente… los judíos deben ser definidos solamente en base de la raza".

En 1899 Houston Chamberlain (yerno de Wagner) elaboró cabalmente la antítesis ario-semita en Los fundamentos del siglo XIX, voluminoso manual de los académicos judeófobos, que explicaba cómo desde la antigüedad "…los arios cometieron el fatal error de proteger a los judíos (bajo el rey persa Ciro) y así permitieron que el germen de la intolerancia semítica esparciera su veneno por la Tierra durante milenios, una maldición contra todo lo que es noble y una vergüenza para el cristianismo". No todos los racistas coincidieron en esto. Por ejemplo, los neopaganos como Alfred Rosenberg y Walter Darré, consideraron el cristianismo como una ense¤anza "típicamente semítica" que socavaba el espíritu "germánico" por medio de una mentalidad de esclavos. Esas diferencias acerca de qué es ario y qué es semita, fue precisamente el problema que nunca resolvieron los racistas.

Su solución fue simple: todo lo bueno era apropiado para "los arios" y lo malo era "semita". Para Chamberlain, por ejemplo, el ideal era el nórdico rubio y dolicocéfalo, entre los que no dudó en incluir nada menos que a Dante Alighieri, e incluso al Rey David y a Jesús. Pero como los gustos de los racistas variaban, algunos resultados de su método fueron tragicómicos. Goethe por ejemplo, era para Chamberlain un "ario perfecto y puro"; para Fritz Lentz, un "híbrido teutónico-asiático"; para Otto Hauser, "un mestizo, puesto que en el Fausto hay centenares de versos lastimosamente malos".

Sin duda aquí radica la paradoja de este racismo: en la vastísima literatura acerca del "veneno judío", y a pesar de la enorme infraestructura montada para combatirlo, no se dio jamás una definición racial del judío. Nunca llegaron más allá de definirlo como alguien cuyos abuelos profesaron la religión judía. Así y todo, algunos fanáticos construyeron sistemas escatológicos muy elaborados en los que la lucha entre la raza aria y la semita era la contrapartida de la lucha final entre Dios y fuerzas diabólicas.

El hecho es que para 1900 la existencia de una raza aria era tenida por la mayoría como una verdad científica, y ya había todo un enorme aparato teórico que denunciaba la "influencia judía" en el arte, las leyes, la medicina, filosofía, literatura, etc. Un ejemplo particularmente escandaloso (aunque menor) fue la obra del campeón mundial de ajedrez Alexander Alekhine, Ajedrez ario contra ajedrez judío en la que se sostiene que los judíos juegan al ajedrez de un modo distinto, hiperdefensivo y oportunista.

La judeofobia racial no dejó salida a los judíos, y algunos encontraron una única reacción posible.

El Auto-Odio Judío

Miles de judíos habían dejado de lado su tradición décadas antes de los escritos racistas. Muchos, nacidos en familias religiosas y educados en ieshivot talmúdicas, abandonaron el judaísmo apenas se pusieron en contacto con la cultura alemana. El hijo de uno de aquellos judíos fue el máximo poeta Heinrich Heine, para quien "el judaísmo no es una religión sino una desgracia" y quien se bautizó ("pero no me convertí", aclaraba). El escritor Moritz Saphir fue aun más lejos: "el judaísmo es una deformidad de nacimiento, corregible por cirurgía bautismal".

Pero cuando la Emancipación se revirtió en Alemania, y los judíos fueron nuevamente confrontados con un odio sistemático que no les permitía en modo alguno liberarse de la carga de su judeidad, apareció un fenómeno muy singular: el auto-odio judío. Ese precisamente fue el título del libro de Theodor Lessing, que en 1930, examinó las biografías de seis judíos que odiaron su ascendencia. Algunos se suicidaron en consecuencia, incluido el conocido psiquiatra y filósofo autríaco Otto Weininger.

Casos de autoodio judío había habido en la antigüedad, como el del sobrino de Filón, Tiberio, que hizo masacrar a los judíos. Y también en la Edad Media hubo casos como Petrus Alfonsi, Nicholas Donin, Pablo Christiani, Avner de Burgos, Guglielmo Moncada y Alessandro Franceschi. Pero todos ellos habían tenido la opción de la apostasía, y aun pudieron unirse al sector más judeofóbico de la Iglesia a fin de perseguir a los judíos.

La novedad de la nueva etapa judeofóbica en Austria y Alemania de este siglo, fue que no dejaba escapatoria alguna, y llevó al auto-odio judío a los mismos abismos que la judeofobia gentil. La Organización de Judíos Nacional-Alemanes fue creada para apoyar "el renacimiento nacional alemán" (nazismo) en el cual esperaban cumplir un rol como judíos (eventualmente recibieron ese rol en Auschwitz).

Uno de los casos que estudió Lessing fue el del periodista vienés Arthur Trebitsch, quien se convirtió al cristianismo, escribió un libro judeófobo, y ofreció sus servicios a los nazis de Austria. Cuando sintió que todo era insuficiente, escribió: "Me fuerzo a no pensarlo, pero no lo logro. Se piensa dentro de mí… está allí todo el tiempo, doloroso, feo, mortal: el conocimiento de mi ascendencia. Tanto como un leproso lleva su repulsiva enfermedad escondida bajo su ropa y sin embargo sabe de ella en cada momento, así cargo yo la vergüenza y la desgracia, la culpa metafísica de ser judío. ¿Qué son todos los sufrimientos e inhibiciones que vienen de afuera en comparación con el infierno que llevo dentro? La judeidad radica en la misma existencia. Es imposible sacudírsela de encima. Del mismo modo en que un perro o un cerdo no pueden evitar ser lo que son, no puedo yo arrancarme de los lazos eternos de la existencia que me mantienen en el eslabón intermedio entre el hombre y el animal: los judíos. Siento como si yo tengo que cargar sobre mis hombros toda la culpa acumulada de esa maldita casta de hombres cuya sangre venenosa me contamina. Siento como si yo, yo solo, tengo que hacer penitencia por cada crimen que esta gente está cometiendo contra la germanidad. Y a los alemanes me gustaría gritarles: Permaneced firmes! No tengáis piedad! Ni siquiera conmigo! Alemanes, vuestros muros deben permanecer herméticos contra la penetración. Para que nunca se infiltre la traición por ningún orificio… Cerrad vuestros corazones y oidos a quienes aun claman desde afuera por ser admitidos. Todo está en juego! Permanezca fuerte y leal, Alemania, la última peque¤a fortaleza del arianismo! Abajo con estos pobres pestilentes! Quemad este nido de avispas! Incluso si junto con los injustos, cien justos son destruidos. ¿Qué importan ellos? ¿Qué importamos nosotros? ¿Qué importo yo? No! No tengan piedad! Se los ruego."

Si consideramos que los postulados judeofóbicos raciales habían penetrado por doquier en Alemania, se entiende el meteorítico crecimiento del nazismo, sobre todo si agregamos la simplicidad de su postura maniquea, que seduce a las masas. De veinte mil afiliados en 1923, el Partido Nazi recibió en 1930 dos millones y medio de votos, elevando a sus representantes en el Reichstag de 12 a 107. Dos a¤os después, ya eran 230. Cuando ascendieron al poder en 1933, el dogma judeófobo era una mitología filtrada en todos los órdenes de la vida, que sirvió para justificar el Holocausto.

El insulto a los judíos servía para enseñar a la juventud alemana el rechazo del pacifismo sentimental. Los maestros lo hacían en clase reprimiendo "debilidades" de otros niños. Siglos de odio acumulado se descargaron contra una población indefensa atrapada en Europa. El judío ya no era el chivo emisario, ni siquiera un miembro de una raza inferior. Era el culpable de todo mal: la derrota alemana en la Gran Guerra (tal acusación era llamada "la teoría de la pu¤alada en la espalda"), la inflación, el crimen, todo. El judío era el destructor inherente, el envenenador de la pureza. Y era incorregible. Sólo restaba una "Solución Final", que el slogan nazi explicitó claramente: Juda Verrecke! (judería, pereced!).

Al comienzo se fingió legalidad, se simuló autodefensa nacional. Luego el programa se aceleró: aislamiento, pauperización, expulsión, exterminio. Pero incluso antes de que el gobierno actuase, las tropas de asalto nazis, la policía y los afiliados del partido tomaron la acción en sus propias manos. Las golpizas, los boycots económicos, y los asesinatos de judíos fueron experiencias cotidianas. Se condenó al ostracismo a los judíos que ejercían como abogados, médicos, maestros, periodistas, académicos y artistas. Los ni¤os judíos eran insultados en las escuelas, por compa¤eros y por maestros, y regresaban a sus casas golpeados, pálidos y temblorosos. Una estrella amarilla debia exhibirse en la ropa, los libros de judíos eran incendiados en público.

Antes de que concluyera 1933, los judíos alemanes eran hombres desesperados, mujeres sollozantes y ni¤os aterrorizados. En septiembre de 1935 las Leyes de Nürenberg cancelaron la ciudadanía de todos los judíos, quienes pasaron a ser "huéspedes". La única salida era la emigración o el suicidio. Se limitó la salida de bienes del país, y para 1938 no podía sacarse ni siquiera un marco. Esta medida enriquecía al gobierno con cada partida, y también hacía del judío un inmigrante aun más indeseable en los países a los que presentaba su solicitud.

La Noche de los Cristales (10/11/1938) fue el horror: ultrajes, asesinatos, saqueos y violaciones. Los judíos corrían presas del pánico mientras hordas de nazis los perseguían. Más de cien judíos fueron asesinados, treinta y cinco mil arrestados (y eventualmente enviados a los campos de muerte), siete mil quinientos negocios saqueados y seiscientas sinagogas incendiadas, mientras los altoparlantes anunciaban: "se requiere de todo judío que decida colgarse, que tenga la amabilidad de colocar en su boca un papel con su nombre, para que sea identificado". El Holocausto había comenzado.

La historia del Holocausto excedería el marco de este curso. En síntesis, una nación entera se trasformó en el brazo ejecutor de la judeofobia más brutal. Y era la nación más civilizada del planeta. Se aplicó la "ideología" nazi, o sea la remoción de los judíos de la sociedad humana, por medio de etiquetarlos como parásitos, como un virus infeccioso que amenazaba al mundo. La mitología judeofóbica llevó así a la pérdida de seis millones de vidas de judíos (un tercio del total) y Adolf Hitler despojaba la judeofobia de todos sus disfraces y desnudaba su esencia. Instintos sádicos descontrolados fueron protegidos por la ley, por el estado, por el silencio del mundo. Tanto la conferencia internacional de Evian (1938) como la de Bermuda (1943) no pudieron proveer a los judíos de un solo sitio en el que refugiarse. Y las puertas de la Tierra de Israel permanecieron selladas por los británicos que devolvían a Europa los barcos cargados de refugiados judíos, o los hundían y así condenaban a miles de judíos fugitivos a ahogarse en el mar.

Millones de judíos que habían rechazado o postergado las propuestas sionistas de emigración, y confiaban que la seguridad del pueblo judío sería defendida por los ideales liberales de Europa, por una legislación justa, y por democrátas por doquier, descubrieron con estupor que incluso sus vecinos y amigos no-judíos no se levantaron a protegerlos, ni incluso a esconderlos. Hubo, sí, miles de "justos entre los gentiles" que expresaron solidaridad con los judíos, algunos incluso arriesgando así sus propias vidas. Pero a pesar de ellos, el panorama global fue de tétrica desilusión para los que creyeron que la judeofobia estaba por superarse.

La opresión de los judíos caía en niveles cada vez peores. Desde legislación discriminatoria hasta exclusión de empleos de los que subsistir, desde actos de violencia contra individuos en las calles hasta campa¤as contra negocios de judíos, desde deportaciones y degradación, hasta el exterminio, y la mayoría de los gentiles cubrieron sus ojos, cerraron sus puertas a los que buscaban refugio y, con demasiada frecuencia, fueron partícipes del asesinato de judíos, arrebatándoles sus pertenencias y delatando sus escondrijos. Aun más que durante las matanzas medievales, los alemanes tuvieron éxito en el genocidio debido a la abrumadora coooperación que recibieron de los ciudadanos de los países ocupados.

Todos los pedidos de los judíos fueron virtualmente desoídos, incluída la solicitud de que se bombardearan los hornos crematorios de Auschwitz, donde un millón y medio de judíos fueron asesinados después de inenarrables sufrimientos. Los ejércitos aliados se negaron a bombardear el campo de muerte, por temor de que sus propios ciudadanos sintieran que habían sido arrastados a una "guerra judía".

Llamar racismo a la "ideología" nazi es otro empe¤o por desjudaizar el Holocausto. Sólo en lo que concernía a los judíos fueron los nazis consistentemente "racistas". Sus principales aliados fueron pueblos latinos y asiáticos, Italia y Japón, y flirtearon con otro pueblo supuestamente "semita", los árabes. Es sabido que cuando el líder de los árabes-palestinos, Hajj Amin Al-Husseini, visitó a Alfred Rosenberg en mayo de 1943, se le prometió que se daría instrucciones a la prensa para que limitara el uso de la voz "anti-semitismo" porque sonaba al oído como si incluyera el mundo árabe, que era mayormente germanófilo. Husseini participó del golpe pronazi en Irak en 1941, y residió en Alemania por el resto de la guerra. Recrutó a los voluntarios musulmanes para el ejército alemán y exhortaba al Reich a extender la "solución final" a Palestina.

El hecho es que el odio nazi se focalizó en los judíos con la virtual exclusión de toda otra "raza" (incluídos los gitanos que, aunque fueron muertos en masa, a diferencia de los judíos, en la visión de los nazis no pasaron de ser marginales).

No fue debido al racismo que los nazis odiaban a los judíos, sino al revés: para ejercer su honda judeofobia utilizaron argumentos racistas. No fue para adquirir poder que los nazis atacaron al "chivo expiatorio" judío, sino al revés, o como Hitler escribiera, ya derrotado, en su diario, en abril de 1945: "Por encima de todo encargo al gobierno y al pueblo a resistir sin misericordia al envenenador de todas las naciones, el judío internacional".

Así resumen Prager y Telushkin la judeofobia nazi: "Casi toda ideología y nacionalidad europea había estado saturada con odio contra el judío cuando los nazis consumaron la "solución final". En las décadas y siglos que la precedieron, elementos esenciales del pensar cristiano, socialista, nacionalista, iluminista y post-iluminista habían considerado intolerable la existencia de los judíos. En un análisis final, todos se habrían opuesto a lo que Hitler hizo pero, sin ellos, Hitler no podría haberlo hecho".

En cuanto al rol específico de la Iglesia, fue objeto este mes de un simposio vaticano bajo el título de "Raíces de antijudaísmo en círculos cristianos". Allí tanto el teologo Georges Cottier como la autoridad vaticana, el padre Remi Hoeckman, convocaron a un "histórico examen de conciencia por parte de los cristianos, a fin de que el fin del milenio coincida con el fin del antisemitismo, del desprecio que los cristianos han tenido por el judaísmo y los judíos".

 

EL PODER DE REALIZAR EL POTENCIAL tercera parte

            Considera muy en serio la posibilidad de triunfar:

             “Dijo, pues, Jonatán a su paje de armas: Ven, pasemos a la guarnición de esos incircuncisos; quizá obrará el Señor juntamente con nosotros, porque con el Señor no hay estorbo en salvar con muchos o con pocos”. (1 Samuel 14: 6).

           Escuchen la voz de uno que ha aprendido a no rendirse ante las adversidades y desafíos: “Quizá obrará el Eterno juntamente con nosotros”; es decir, ‘vamos a hacer nosotros algo, quizá el Eterno haga algo junto con nosotros. El mensaje aquí es claro: ‘Si no actuamos nosotros primero, el Eterno no va a actuar a favor de nosotros ni junto a nosotros’. El Eterno comenzará a obrar cuando tú comiences a obrar. Si tú no actúas, el Eterno no actuará. Él se manifestó y obró cuando Jonatán y su paje de armas decidieron caminar en la dimensión de la certeza absoluta: “Y hubo temblor en el campamento, en el campo y entre toda la gente; y la guarnición y los merodeadores también temblaron; la tierra también se sacudió, de modo que vino a ser un temblor muy grande”. “Así el Eterno salvó en aquel día a Israel, y la batalla pasó a Bethawen”. (Versículos 15 y 23).

           Existía la posibilidad de caerse, despeñarse o caer heridos en las manos de los filisteos y ser muertos por sus espadas; pero también había posibilidades de vencer y derrotar a sus enemigos, y de esta posibilidad se agarraron firmemente, y actuaron.

 
              El camino hacia ‘una vida de éxito’ está asfaltado de pequeños triunfos:

             “Y fue aquella primera matanza la que hicieron Jonatán y su paje de armas, cosa de veinte hombres, en el espacio como de una media yugada de tierra”. (1 Samuel 14: 14). No desprecies el día de los modestos comienzos. Las pequeñas victorias deben ser reconocidas y aceptadas como señales verdaderas que evidencian que el Eterno está apunto de desatar todo Su poder a nuestro favor. El Señor te prepara el camino; tú lo asfaltas con pequeñas victorias, hasta que llegue el día en que sea reconocido y alabado como un hombre y una mujer de éxito y visión. La vida de éxito del Rey David comenzó cuando era sólo un pastorcillo de ovejas. Se estrenó como un valiente guerrero matando osos, leones y lobos. Después asfaltó su camino cuando derrotó al gigante Goliat. Más adelante lo vemos destruyendo ejércitos enemigos, conquistando ciudades y construyendo el un reino de justicia, seguridad y prosperidad. El más grande de todos los reyes de la tierra tuvo que asfaltar su camino con pequeñas victorias.

           Esto se asemeja a la construcción de un muro. Cada ladrillo que tú colocas es una pequeña victoria, y de victoria en victoria vas construyendo y edificando tu vida de éxito. No debes buscar el éxito en la vida, esto es simplemente humanismo y materialismo vacio. Antes bien, ‘debes edificar una vida de éxito’. El éxito en la vida te puede dejar riquezas, fama y poder; una vida cultivada en un verdadero concepto éxito te dejará, además de riquezas y buen nombre, lo más precioso de todos los tesoros: carácter.

        Cada ladrillo que tú logres levantar es una victoria que fortalecerá tu carácter y te capacitará para seguir adelante construyendo en Dios tu vida interior.

          Veamos todo el potencial que desató una pequeña victoria:

a.       Una pequeña victoria (la primera matanza) desató toda una movilización de soldados amigos, los cuales destruyeron a un ejército militarmente superior (Versículo 20).

b.      Los hebreos que había alquilado sus servicios a los filisteos retornaron y se unieron a su verdadero pueblo y pelearon para la causa de Dios (Versículo 21).

c.       Los cobardes se animaron y salieron de sus escondites a pelear por el Eterno, por el rey Shaúl y por su pueblo (Versículo 22).

d.      El Eterno libró a su pueblo Israel, otorgándoles una gran victoria aquel día (Versículo 23), pues Él honra a los que le honran.

          
             Decisión es la clave:

             Después de haber oído esta impresionante historia de valor y confianza en el Eterno, ¿qué piensas hacer? ¿Seguir sumido en el polvo de la mediocridad? o ¿levantarte con poder de los escombros, con la mirada puesta en Aquél que te puede coronar con una nueva vida? Adelante, usa tu potencial en Dios, esas reservas de energía que te son intrínsecas, hasta que logres conseguir la plena e integral liberación de tu existencia.

           Recuerda este principio toda tu vida: la certeza absoluta honra a Dios; y Dios, al verse honrado, honra la certeza absoluta. Salta ahora mismo del grupo de los pesimistas, cobardes y fatalistas y entra al ejército de aquellos que han comenzado a escalar y trepar los peñascos de la vida, dominados por una sola visión: Ser hombres de convicción y de Dios. Tú sólo necesitas una cosa: ¡Decidirte!

 

 

Resp. 85 – Sobre gentiles

Hola Yehuda, espero que esté muy bien… Tengo dos preguntas: Mis preguntas no tienen un doble sentido… No trato de ofender al pueblo de Israel, solo son dudas y trataré de ser un poco organizado, disculpe si no respeto las normas de espacio pero quiero ser muy preciso con mis cuestionamientos…
Yo soy un no-judío o un gentil (disculpe pero el término no me gusta, quisiera saber porqué soy gentil y no simplemente un mexicano):

 1.¿Dios escogió el término gentil para todos los demás pueblos diferentes del judío?

2.¿Por qué no debo considerar peyorativo el término gentil?

3Yo, gentil de México, ¿Tengo el mismo "status" que un "gentil" de Oceanía?

4¿Ser judío es más que ser gentil ante los ojos de Dios? (no tiene doble sentido esta pregunta, ni guarda ninguna ironía.)

5¿A Dios le importa si soy Judío o Gentil?

6.Una compañera de la universidad llamada Elinor Maguen David afirma ser israelita pero no judía, a mí me pareció una incoherencia, pero si no la fuera ¿Cual es la diferencia entre ser israelita y ser judío?

7.¿Existe alguna diferencia entre los términos israelita, israelí, judío y hebreo?

UBALDO GERARDO ESPARZA DEL VILLAR

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DERRIBA A TU GIGANTE segunda parte

En la jornada anterior estuvimos hablando de los principios básicos que llevaron a David a derribar al gigante Goliat y a toda su comitiva. Mencionamos y desarrollamos tres principios: 1) No te dejes impresionar por lo complicado de la situación; 2) No te dejes influenciar negativamente por el ambiente de temor y espanto que se mueve en tu rededor; 3) No te dejes encarcelar por los sentimientos de inferioridad ni de indignidad.

En esta Lección proseguiremos adelante en el desarrollo de los otros principios. Así que, presta atención y toma las armas de la justicia y la sabiduría que te prepararán, sin duda alguna, para derribar a los gigantes que se han apostado en tu mente. Alístate para darle frente a todo aquello que tiende a ridiculizarte y empequeñecerte.

 
Si quieres vencer a tu gigante:


4. No te dejes intimidar por las maldiciones y ofensas que lancen contra ti aquellos que sólo se ocupan en detener el avance de los hombres comprometidos con la vida:

 
Injuriar, maldecir y difamar es el arma perversa de los antagonistas (1 Samuel 17: 43-44). Sin embargo, sus efectos dañinos y destructores sólo se logran manifestar cuando el agredido los acepta y les da lugar en su corazón. De otra forma, no tendrían ningún efecto negativo en el ofendido. Dependerá, entonces, de la actitud que asuma la persona que los recibe. Tus cinco sentidos deben ser educados para generar vida, no confusión y caos. Por lo tanto, esfuérzate por filtrar para bien todo aquello que oyes, ves, sientes y percibes. No alimentes tu mente con falsas concepciones de temor y espanto. Sé dueño de tus inclinaciones y ponlas al servicio del Eterno.


Si quieres vencer a tu gigante:


5. No lo enfrentes con “métodos” o “formas” que caen dentro de un marco puramente especulativo y que científicamente no han sido aceptados ni comprobados:

 
Involucrarse en movimientos y grupos seudos religiosos (con el fin de darle solución a un conflicto o problema), cuyas prácticas de sanación (del alma y del cuerpo) son incongruentes con la verdad de la Torá y la objetividad científica, resultará perjudicial, sin duda alguna, para el equilibrio anímico-sentimental del alma de la persona. En caso que tú requieras ayuda, verifica que sea profesional, objetiva y científicamente comprobada. No entregues tu vida ni tu porvenir a los atracadores de la “fe”, esos que negocian con el dolor ajeno y andan por la vida llevando más dolor, más enfermedad y más sufrimiento.

 
¿Qué uso David para derrotar al gigante? Un cayado, cinco piedras lisas extraídas del arroyo, un zurrón (saco pastoril) y una honda (tira de cuero). Como puedes observar, elementos sencillos, prácticos, confiables, experimentalmente comprobados. Recuerden que David ya había utilizado dichos elementos para matar osos, leones y fieras que querían devorar los rebaños que estaban bajo su cuidado (Véase 1 Samuel 17: 34-37). El joven David estaba ducho en el uso eficaz y eficiente de estas armas.

 
Mi consejo, como conocedor de primera mano de las operaciones de estos grupos, es que no te inmiscuyas en las mentiras que propagan los “milagreros” y “sanadores”, y esto, aunque aparenten ser “muy sabios”, “buena gentes”, o “sinceros”. No compliques las cosas, sé práctico y entendido. Usa tu sentido común, eso solucionará, por lo menos, el 50% del problema que te golpea. 


Si quieres vencer a tu gigante:


6. Desarrolla, ante todo: confianza, seguridad y firmeza del carácter:

Mantener la calma, creer que todo saldrá bien y actuar con estrategias, orientadas por la razón y las ganas de vencer, hará posible el debilitamiento y posterior derrumbe de ese gigante que hoy te desafía. El mismo Creador vendrá a tu ayuda, y asumirá como suya tu batalla (Véase 1 Samuel 17: 47ª). Esto activará todo tu potencial que está dormido en tu interior. El temor y la amedrentación huirán de tu mente. Comenzarás a ver senderos (respuestas) donde sólo había oscuridad y caos. Inicialmente será como un rayo de luz que te indicará el camino que debes seguir, y luego se irá transformando en una llama viva, que iluminará tu camino para que no te pierdas ni extravías tus pasos.

 
Si quieres vencer a tu gigante:


7. Ven a la línea de batalla, no postergues más tu liberación:

 
Date prisa y no evadas tu compromiso con tu porvenir. No le des más vueltas al asunto. Tu lugar está en la línea de batalla, y no en el campamento de los incrédulos, llorando con ellos tu lástima y resignándote a morir en el conflicto (Véase 1 Samuel 17: 48). Correr a la línea de batalla implica hacerle frente al enemigo. Enfrenta ya esa realidad conflictiva que te tiene paralizado. Tarde o temprano deberás verte cara a cara con el Goliat de tu vida. ¿Seguirás llorando tu lástima en el valle de la derrota? Pero recuerda esto: Cada desafío del camino de la vida es una oportunidad para ser promovido y trascender. Antes de avanzar a un grado mayor en un Colegio, la regla básica es superar cada prueba, cada examen o evaluación que la cátedra impone, que siempre son vistos como “desafíos” para los alumnos. Así sucede con los desafíos propios de la vida. Deben ser vistos como exámenes, evaluaciones, prácticas que requieren ser superadas, para lograr, de esta manera, promoción, ascenso y trascendencia.

 
Lo que ayer te desafiaba, finalmente se transformará en tu más grande trofeo:

 
Así fue para David (Véase 1 Samuel 17: 54-57), así ha sido para los hombres y mujeres que han influido positivamente en la historia de la humanidad, y así será para ti. ¿Por qué piensas que puede ser diferente para ti? Tu más grande debilidad llegará a ser tu más grande fortaleza. Tu mayor angustia podrá ser cambiada en tu más grande motivo de alegría. ¿Cómo entró David a Jerusalén? Con la cabeza del Gigante en su mano. Todo el pueblo alabó a este valiente mancebo de Israel y le dio el debido reconocimiento. Lo que comenzó como una situación con perfil de “no solucionable”, terminó siendo una gran victoria, no sólo para un hombre, sino para todo el ejército de Israel.

 

                                                                                                                                                     Alfredo Zambrano García

                                                                                                                                                Fulvida Táchira – Venezuela

 

Unamos nuestros pedidos al Eterno por nuestro colegio

Queridos hermanos noájidas, como ya hemos publicado el primer colegio noájida del mundo (del que tengamos conocimiento al menos) está en peligro de ser cerrado.
El mismo se encuentra en la ciudad de Viña del Mar, Chile, y cuenta con un gran número de estudiantes.
Es un hermoso trabajo y un gran proyecto para el futuro.
Pero, los enemigos del Eterno están trabando el desarrollo del colegio, ponen impedimentos, y encontraron la forma de que por motivos económicos el colegio cierre.
Así pues, precisamos unos 40.000 (cuarenta mil) dólares para mantenerlo abierto y que sea un motor de luz y bendición, no solo para los que concurren a él, sino para todos los noájidas de la región y el mundo.
Sabemos que es mucho dinero, pero confiamos en el Eterno y sabemos de la buena disposición de las personas de bien del mundo.
Entonces, les propongo que además de buscar en el plano material y social los fondos económicos, unámonos en plegaria ante el Eterno, para que desde Arriba surja la solución.
Recitemos los tres salmos que citaré a continuación, con todo fervor, desde el corazón, con la conciencia centrada en que el Eterno oiga nuestros ruegos y nos bendiga con una solución favorable.
Mientras tanto, sigamos haciendo lo posible no solamente para el colegio, sino para sostener a FULVIDA y para expandir el mensaje de vida y luz del noajísmo.

"[Al músico principal. Salmo de David] ¿Hasta cuándo, oh Eterno? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?
 ¿Hasta cuándo tendré conflicto en mi alma, y todo el día angustia en mi corazón? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?
¡Mira; respóndeme, oh Eterno, Elokim mío! Alumbra mis ojos para que no duerma de muerte.
No sea que mi enemigo diga: ‘¡Lo vencí!’ Mis enemigos se alegrarán, si yo resbalo.
Pero yo confío en Tu misericordia; mi corazón se alegra en Tu salvación.
Cantaré al Eterno, porque me ha colmado de bien."

(Tehilim / Salmos 13:1-6)

" [Salmo. Cántico para el día de shabbat]
Bueno es alabar al Eterno, cantar salmos a Tu nombre, oh Altísimo.
Bueno es anunciar por la mañana Tu misericordia y Tu verdad en las noches, con el arpa de diez cuerdas y la lira, con el tono suave del arpa.
Ciertamente me has alegrado, oh Eterno, con Tus hechos, grito de gozo por las obras de Tus manos.
¡Cuán grandes son Tus obras, oh Eterno! Muy profundos son Tus pensamientos.
El hombre necio no sabe, y el insensato no entiende esto:
que los impíos brotan como la hierba, y que todos los que hacen engaños florecen para ser destruidos para siempre.
Pero tú, oh Eterno, para siempre eres el Altísimo.
Porque he aquí Tus enemigos, oh Eterno; porque he aquí, Tus enemigos perecerán. Serán dispersados todos los engañadores.
Pero Tú enaltecerás mi poder como el de un toro salvaje, y sobre mí verterás aceite fresco.
Mis ojos mirarán sobre mis enemigos; mis oídos oirán de los malhechores que se levantaron contra mí.
El justo florecerá como la palmera; crecerá alto como el cedro en el Líbano.
Plantados estarán en la casa del Eterno; florecerán en los atrios de nuestro Elokim.
Aun en la vejez fructificarán. Estarán llenos de savia y frondosos, para anunciar que el Eterno, Mi roca, es recto, y que en Él no hay injusticia."

(Tehilim / Salmos 92:1-16)

"Amo al Eterno, pues ha escuchado mi voz y mis súplicas, porque ha inclinado a mí Su oído. Por tanto, Le invocaré todos mis días.
Me rodearon las ataduras de la muerte; me encontraron las angustias del Sheol. En angustia y en dolor me encontraba.
Entonces invoqué el nombre del Eterno, diciendo: ‘¡Libra, oh Eterno, mi vida!’
Clemente y justo es el Eterno; sí, misericordioso es nuestro Elokim.
El Eterno guarda a los ingenuos; estaba yo postrado, y Él me salvó.
Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque el Eterno te ha favorecido.
Porque Tú has librado mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída.
Andaré delante del Eterno en la tierra de los vivientes.
Creí; por tanto, hablé, estando afligido en gran manera.
Y dije en mi apresuramiento: ‘Todo hombre es mentiroso.’
¿Qué daré al Eterno por todas sus bendiciones para conmigo?
Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Eterno.
Cumpliré mis votos al Eterno delante de todo su pueblo.
Estimada es en los ojos del Eterno la muerte de sus fieles.
Escúchame, oh Eterno, porque yo soy Tu siervo; soy Tu siervo, hijo de Tu sierva. Tú rompiste mis cadenas.
Te ofreceré sacrificio de acción de gracias e invocaré el nombre del Eterno.
Cumpliré mis votos al Eterno delante de todo su pueblo, en los atrios de la casa del Eterno, en medio de ti, oh Ierushalaim [Jerusalén]. ¡Alaben al Eterno [Aleluia]!"

(Tehilim / Salmos 116:1-19)