Nota
La parashá se dirige a los noájidas para tomar conceptos judaicos y aplicarlos a nuestras vidas, pero no a la usanza judía sino respetando nuestra identidad. El estudio de la Torá debe de ser para lo que ataña a nosotros y no debe de ahondar en temas vedados. Asimismo, no se recomienda que las personas estudien sin la guía de un maestro idóneo.
Esta semana el pueblo judío leyó en la diáspora la parashá Koraj (Coré), la cual, al igual que la de Shelaj Lejá, tiene en común el ilustrar que el EGO no solo ataca a personas sin educación o con demasiada educación, espirituales o no espirituales, sino a todos en general.
El yetzer ha rá, el impulso hacia lo negativo, surge en el momento menos esperado y ninguno está exento de sus ataques. En la parashá de la semana pasada fueron los espías quienes se sintieron minimizados por haber sido ignorados por los habitantes de la tierra prometida, y esto los llevó a mentir sobre lo visto, con la nefasta consecuencia de retardar la entrada del pueblo israelita a la tierra prometida por cuarenta años.
Ahora le corresponde el turno nada más y nada menos que al primo de Moshé, Koraj, quien comienza una diatriba sin mucho sentido para reclamar el hecho de no habérsele dado el lugar correspondiente, de acuerdo a su propia percepción, pues por medio del espíritu santo (Ruaj HaKodesh) en él, Koraj observó que sus descendientes serían grandes hombres de mucho prestigio y él se sintió ignorado y puesto a un lado.
Las ínfulas de grandeza no solo afectaron a Koraj, nos afectan a todos a diario, judíos y no judíos, creyentes o ateos. La razón es muy sencilla, ninguno de nosotros está exento de los ataques del EGO. Hay algo muy interesante en la reacción de Koraj, su ímpetu e ínfulas se dieron porque presenció un acontecimiento futuro, o sea, se desconectó de la realidad, dejó de vivir en el aquí y en el ahora y al perder consciencia del presente, se enfrascó en un futuro del cual no tenía parte en los términos que él deseaba, mas su sed de grandeza y ansias de rendición de pleitesía por parte del pueblo, pudieron mucho más que el sentido común y el agradecimiento al Eterno por las bendiciones dadas por Di-s a este personaje; después de todo, Koraj era uno de los hombres más ricos de la nación.
En muchas ocasiones nos enfocamos en lo no tenido y olvidamos lo que tenemos. Ignoramos intencionalmente las bendiciones de tener un techo, un plato de comida y una familia que nos ama, y nos obcecamos con el auto de modelo más reciente del vecino, los cinco centímetros más de estatura de nuestro primo, la casa más grande de nuestro compañero de trabajo y las parejas de portada de revista de los miembros de la farándula.
No obstante que el mundo material está lleno de contradicciones, nos aferramos al absurdo de lamentarnos por lo faltante a nivel físico, a pesar de tener lo necesario para vivir y obviamos lo que sí tenemos. Si Koraj erró por soberbio, muchas veces nosotros no nos quedamos muy atrás de él.
A pesar de que todos estamos sujetos a los ataques del EGO, quien es líder tiene una responsabilidad mucho mayor para con su pueblo, pues si ocupa una posición de liderazgo se supone es porque posee las destrezas para ello, incluyendo la consciencia de ser un mandatario y no un mandante, o sea, el líder es un apoderado, es a quien se le ha encomendado una tarea, y sus jefes son el pueblo el cual le delegó ese poder, no al revés.
Muchos en posiciones de liderazgo ostentan el poder y lo ejercen despóticamente en su propio beneficio y atropellando al pueblo. Si queremos paz y armonía, debemos de comenzar por exigir líderes de calidad, personas sin ínfulas ni aspiraciones faraónicas, para de esta manera asegurarnos que quienes nos guíen lo hagan con compromiso hacia el pueblo y no de manera egoísta, como ha sido la norma a lo largo de la mayoría de la historia, pero, para lograr ese objetivo, debemos dejar nosotros mismos nuestras ínfulas de lado.
Si tenemos a faraones gobernándonos es porque los hemos colocado ahí, pues nosotros mismos aspiramos algún día a ser faraones y esto se refleja en la manera y tipo de personas a quienes delegamos el poder para gobernarnos, ya que el acto de colocación de un déspota en el poder es una conducta refleja de nuestro verdadero sentir como individiuos. Te dejo con esta reflexión del autor José Ingenieros:
“Un ventrudo sapo graznaba en su pantano cuando vio resplandecer en lo más alto de las toscas
a una luciérnaga. Pensó que ningún ser tenía derecho de lucir cualidades que él mismo no poseería jamás. Mortificado por su propia impotencia, saltó hasta ella y la cubrió con su vientre helado. La inocente luciérnaga osó preguntarle: ¿Por qué me tapas? Y el sapo, congestionado por la envidia, sólo acertó a interrogar a su vez: ¿Por qué brillas?»
¿Qué enseñanzas se pueden extraer de esta fábula? ¿Por qué la envidia nos surge cuando observamos a alguien a quien consideramos mejor que nosotros? ¿Qué podemos hacer para evitar ser como Koraj o el sapo de la fábula? Me encantaría que compartas tu punto de vista en la sección de comentarios. ¡Feliz semana!