Somos partícipes y a la vez testigos de un nuevo clima emergente. En los últimos años apenas, los cambios radicales han barrido al mundo, mientras regímenes represivos cedían paso a una atmósfera de creciente conciencia moral en la esfera social y pólitica internacional.
Estas transformaciones son las que convierten a nuestro tiempo en uno oportuno para reflexionar acerca de las dinámicas de estos cambios y derivar así el estímulo e instrucción de cómo lograr mayores y más plenos efectos en estas áreas.
Al explicar el cometido de la Creación, nuestros sabios manifiestan que Di-s, la Esencia de todo bien, creó el mundo como resultado de Su deseo de hacer bien.Tal como lo expresa el Salmo 145: “Di-s es bueno hacia todo, Sus misericordias están sobre todas Sus obras”, la Creación del universo fue una manifestación Divina de Bondad.
El universo y todo ser vivo es receptor y objeto de la bondad de Di-s, como expresamos en la plegaria de gracias luego de las comidas: “Bendito eres Tú, Di-s… que en su bondad provee sustento a todo el mundo, con gracia con bondad y con misericordia”.
Todo lo que sucede en el mundo, inclusive aquellas cosas que en apariencia son perjudiciales- como por ejemplo los desastres naturales-, deben tener, en última instancia, un carácter de bien.
Análogamente, la tendencia al mal dentro del ser humano, cuya alma en realidad desea hacer el bien, no es más que un “mecanismo” de diseño Divino para permitir el Libre Albedrío. Pues si Di-s hubiera creado un mundo que fuera total y exclusivamente bueno – sin necesidad de esfuerzo por parte de la humanidad para conseguirlo- el logro del bien tendría poco o ningún valor.
A la luz de lo mencionado, es importante percatarse de que en la lucha del individuo con el mal – tanto en el “gran mundo” como en el mundo interior de cada hombre – el método de “ataque” no debe ser de confrontación, sino uno que recalca el bien intríseco en cada ser humano y en el mundo, y al hacer aflorar lo positivo a la superficie, el mal es superado por el bien hasta que eventualmente desaparece por completo.
Aunque Di-s creó al mundo concediendo a sus habitantes la libertad de elección entre el bien y el mal, El nos ha dado las herramientas y las instrucciones necesarias para estimularnos a elegir el bien: un Divino código moral, que data de épocas anteriores a cualquier código humano, el único que tieneuna aplicación atemporal y universal para el logro de una sociedad buena y moral.
Este código Divino, que es conocido como “Las siete leyes de Noaj”, o Código Noájico, establece una definición objetiva de “bien”, una que se aplica a todos los pueblos.Pues como la historia reciente lo ha evidenciado, un sistema moral que se sostiene sobre las bases de ideas humanas de bien, es relativo, subjetivo y esencialmente poco persuasivo. Tanto educadores como agentes legales han podido comprobar que ni la intimidación ni la amenaza de un castigo puden desarrollar en el hombre un sentimiento profundo de responsabilidad moral. Este solo puede generarse a traves del conocimiento, la educación de que hay “un ojo que todo lo vé y un Oído que escucha”, frente a los cuales todos los hombres deben rendir cuenta de sus actos.
Este código fue entregado a Noaj (Noé) y sus hijos luego del Diluvio, para garantizar que la humanidad no habría de degenerarse nuevamente como la civilización prediluviana que provocó su propia destrucción.
El Código Noájico fue más tarde incorporado a la ley mosáica, la Torá, dada a Moises en el monte Sinai. Y una de las tareas que se encomendó al pueblo de Israel en Sinaí era la de educar y estimular la observancia de estas leyes entre los pueblos.
Durante gran parte de la historia, las persecuciones que sufrieron los judíos y sus observancias religiosas, hicieron díficil esta tarea.
La tolerancia religiosa contemporanea, y las aspiraciones de libertad mayores por parte de las naciones, nos conceden una oportunidad única para perfeccionar la difusión másiva de estas leyes.
Pues es por medio de la adherencia a estas leyes, que son por sí mismas expresión de la bondad de Divina, que toda la humanidad puede unirse y mancomunarse en una responsabilidad común con su Creador. Esta unidad promueve la paz y la armonía entre todos los pueblos, logrando de esa manera el objetivo supremo del bien. Como dijera el salmista: “Cuán bueno y placentero cuando los hermanos moran juntos en unidad!”.
Fuente: Jabad Lubavitch Argentina