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La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 8

  Así resumen Prager y Telushkin la judeofobia nazi: "Casi toda ideología y nacionalidad europea había estado saturada con odio contra el judío cuando los nazis consumaron la "solución final". En las décadas y siglos que la precedieron, elementos esenciales del pensar cristiano, socialista, nacionalista, iluminista y post-iluminista habían considerado intolerable la existencia de los judíos. En un análisis final, todos se habrían opuesto a lo que Hitler hizo pero, sin ellos, Hitler no podría haberlo hecho".

 


Unidad 08: La judeofobia alemana; el fenómeno del autoodio judío

Por: Gustavo Perednik   

El primero de los tres paradigmas de la judeofobia moderna fue el francés, estudiado en la última clase. Ahora pasaremos al racista, que aunque también fue inaugurado en un libro francés, alcanzó su nadir en Alemania. En su Ensayo acerca de la desigualdad de las razas humanas (1853) Joseph De Gobineau sostenía que las diferencias físicas entre las razas humanas conllevan jerarquías intelectuales y morales. Aunque éste era el primer libro en desarrollar la teoría, el racismo como prejuicio, empero, es tan antiguo como la civilización, y aun Platón y Aristóteles arguyeron que los griegos habían nacido para ser libres y los bárbaros eran esclavos naturales.

La tradición antirracista, por su parte, fue una contribución judía que el cristianismo difundió. Su primer ejemplo es provisto en el Talmud, cuando explica el motivo por el que Adán es el único ancestro humano: para que nadie pueda jamás atribuir superioridad a sus antepasados.

Y aunque el prejuicio racial fue omnipresente en la historia europea, en el siglo XVIII se formalizó a partir de los estudios antropológicos. Linné emparejaba el color de piel con tendencias mentales y morales, y para Buffon el hombre blanco era la norma, "el rey de la creación", mientras los negros constituían una raza degenerada. Para Voltaire los negros eran una especie intermedia entre el blanco y el mono. En este contexto dieciochesco, los judíos encajaban como una nación sui generis, pero incluida en la raza blanca.

El siglo XIX complicó las cosas debido a que las luchas nacionales empujaron a los estudiosos a acrecentar el número de supuestas razas y subrazas. El énfasis mayor en Alemania se debe a dos razones: 1) Hasta 1870 sus muchas divisiones políticas internas habían incrementado el fervor nacionalista; y 2) la mayoría de los monarcas europeos eran de ascendencia germánica (recuérdese además que la monarquía dividía a la sociedad medieval en tres estratos: plebe, clero y nobleza, y ésta era considerada la superior, de "sangre azul").

El filósofo Johann Fichte enseñaba que el alemán era la lengua original de Europa (Ursprache) y los alemanes la nación original (Urvolk). Incluso fuera de Alemania hubo algunos partidarios del "Germanismo" o "Teutonismo". Con todo, la visión de Fichte no se quedaba en la superioridad alemana y reflexionaba especialmente acerca de los judíos: "¿Darles derechos civiles? No hay otro modo de hacerlo sino cortarles una noche todas sus cabezas y reemplazarlas por otras cabezas que no contengan un solo pensamiento judío. ¿Cómo podemos defendernos de ellos? No veo alternativa sino conquistar su tierra prometida y despacharlos a todos allí. Si se les otorgan derechos civiles van a pisotear a los otros ciudadanos".

Junto a la antropología y la filososfia, otra disciplina académica estimulaba a los racistas: la lingüística. Ya desde los descubrimientos de William Jones en 1786 y la Ley de Grimm de 1822, se deducía de la afinidad entre el sánscrito, griego y latín, que había un origen común de idiomas indoeuropeos (incluídos celta y gótico, supuestamente el más antiguo de los germánicos). Se tuvo por cierto que las lenguas europeas derivaban del sánscrito, y las naciones que las hablaban pertenecían a la raza aria (que en sánscrito significa "noble").

El contraste de la llamada raza aria fue la "semita", de la que supuestamente derivaban las naciones que habían hablado lenguas semitas en el pasado. Lassen argüía que "los semitas no poseen el equilibrio armonioso entre todos los poderes del intelecto, tan característico de los indogermánicos" y su colega francés Ernest Renan condenaba "la espantosa simplicidad de la mentalidad semita". Todas las creaciones del espíritu humano (con la posible excepción de la religión) fueron atribuídas a los "arios" y por ello los alemanes, los más "puros", debían eludir mezclarse con razas inferiores. Debido a esa pretendida "pureza teutónica", los estudiosos alemanes optaron por la denominación indogermánica.

Durante la primera mitad del siglo pasado se hicieron muchos esfuerzos para racionalizar el odio. Bruno Bauer en Die Judenfrage (1843) denuesta el "espíritu nacional judío" y el compositor Richard Wagner escribe en La judería en la música (1850): "Debemos explicarnos por qué nos repele la naturaleza y personalidad de los judíos… Para compreder nuestra repugnancia instintiva por la esencia primaria del judío, consideremos primero cómo fue posible que el judío deviniera en músico…"

Las justificaciones científicas no provenían sólo desde lo sociológico. Un pionero que había pasado inadvertido fue Karl Grattenauer, quien en 1803 había ofrecido una explicación de vanguardia de por qué los judíos tienen mal olor: hay un fedor judaico producido por cierto amonium pyro-oleosum.

La creencia de que los judíos constituían una raza separada, oriental, se difundió ampliamente durante la segunda mitad del siglo pasado, y en Alemania se tradujo también al mundo de la política. Bajo gobierno de Bismarck, se entendió cínicamente que la judeofobia podía servir de instrumento para completar la unificación de Alemania. Como ironizara en retrospectiva Israel Zangwill (1920): "Si no hubiera judíos, habría que inventarlos para uso de los políticos… son indispensables como antítesis de una panacea; causa garantizada de todos los males". En efecto, a fines de siglo surgen en Alemania partidos políticos abiertamente judeófobos, con tres fundamentos ideológicos, a veces combinados: el económico, el religioso, y el voelkish (nacional-racial). Aunque al principio no tuvieron muchos afiliados, su propaganda seducía a grandes sectores de la población.

Podemos notar una diferencia con el modelo francés. Mientras en Alemania, Austria y Hungría, el uso político de la judeofobia fue una reacción inmediata al otorgamiento de Emancipación a los judíos, Francia, por el contrario, ya había vivido ochenta años de Emancipación cuando fue plagada por formas organizadas de judeofobia.

El primero en organizar el uso de la judeofobia como levadura para un movimiento de masas fue Adolf Stoecker en Berlín. Su Partido de Trabajadores Cristiano-Socialistas (1878) no atrajo votos con una plataforma de ética social cristiana, así que la cambió por una judeofóbica, que inspiró a todo un movimiento estudiantil antijudío a partir del Verein Deutscher Studenten de 1881. Con apoyo conservador, Stoecker fue electo al Reichstag. Para esa época se creaba la mentada Liga de los Antisemitas de Wilhelm Marr, dedicada ésta a temas étnicos más que a soioeconómicos. Y un famoso académico, Heinrich von Treitschke, les otorgó respetabilidad al denominar a todo exceso antijudío "una reacción brutal y natural del sentimiento nacional alemán contra un elemento extranjero". Treitschke acuñó la máxima Die Juden sind unser Unglück! ("-los judíos son nuestra desgracia!") que medio siglo después se transformó en lema de los nazis.

En 1882 se reunió en Dresden el Primer Congreso Antijudío, azuzado por un libelo de sangre en Tisza-Eszlar. Con delegados de Alemania, Austria y Hungría, creó la Alianza Antijudía Universal. Hubo más congresos en Chemnitz 1883, Kassel 1886 y Bochum 1889. Los racistas más pendencieros terminaron por escindirse del partido de Stoecker y en 1886 Otto Boeckel fue elegido al Reichstag como el primer judeófobo per se. A los pocos a¤os fundó el Partido Popular Antisemita, y dieciséis candidatos judeófobos fueron electos al Reichstag en 1893. En 1895, por primera vez en la historia, un partido llegaba al poder con una plataforma judeófoba. Fue el Partido Social Cristiano de Viena, cuyo líder, Karl Lueger, mientras era burgomaestre de la ciudad, recibió la visita de un joven admirador llamado Adolf Hitler.

También a principios de esa década se propuso la doctrina de la judeofobia racial. Para su iniciador, Eugen Dühring "habrá un problema judío aún si cada judío le da la espalda a su religión y se une a una de nuestras principales iglesias… Son precisamente los judíos bautizados los que penetran más profundamente… los judíos deben ser definidos solamente en base de la raza".

En 1899 Houston Chamberlain (yerno de Wagner) elaboró cabalmente la antítesis ario-semita en Los fundamentos del siglo XIX, voluminoso manual de los académicos judeófobos, que explicaba cómo desde la antigüedad "…los arios cometieron el fatal error de proteger a los judíos (bajo el rey persa Ciro) y así permitieron que el germen de la intolerancia semítica esparciera su veneno por la Tierra durante milenios, una maldición contra todo lo que es noble y una vergüenza para el cristianismo". No todos los racistas coincidieron en esto. Por ejemplo, los neopaganos como Alfred Rosenberg y Walter Darré, consideraron el cristianismo como una ense¤anza "típicamente semítica" que socavaba el espíritu "germánico" por medio de una mentalidad de esclavos. Esas diferencias acerca de qué es ario y qué es semita, fue precisamente el problema que nunca resolvieron los racistas.

Su solución fue simple: todo lo bueno era apropiado para "los arios" y lo malo era "semita". Para Chamberlain, por ejemplo, el ideal era el nórdico rubio y dolicocéfalo, entre los que no dudó en incluir nada menos que a Dante Alighieri, e incluso al Rey David y a Jesús. Pero como los gustos de los racistas variaban, algunos resultados de su método fueron tragicómicos. Goethe por ejemplo, era para Chamberlain un "ario perfecto y puro"; para Fritz Lentz, un "híbrido teutónico-asiático"; para Otto Hauser, "un mestizo, puesto que en el Fausto hay centenares de versos lastimosamente malos".

Sin duda aquí radica la paradoja de este racismo: en la vastísima literatura acerca del "veneno judío", y a pesar de la enorme infraestructura montada para combatirlo, no se dio jamás una definición racial del judío. Nunca llegaron más allá de definirlo como alguien cuyos abuelos profesaron la religión judía. Así y todo, algunos fanáticos construyeron sistemas escatológicos muy elaborados en los que la lucha entre la raza aria y la semita era la contrapartida de la lucha final entre Dios y fuerzas diabólicas.

El hecho es que para 1900 la existencia de una raza aria era tenida por la mayoría como una verdad científica, y ya había todo un enorme aparato teórico que denunciaba la "influencia judía" en el arte, las leyes, la medicina, filosofía, literatura, etc. Un ejemplo particularmente escandaloso (aunque menor) fue la obra del campeón mundial de ajedrez Alexander Alekhine, Ajedrez ario contra ajedrez judío en la que se sostiene que los judíos juegan al ajedrez de un modo distinto, hiperdefensivo y oportunista.

La judeofobia racial no dejó salida a los judíos, y algunos encontraron una única reacción posible.

El Auto-Odio Judío

Miles de judíos habían dejado de lado su tradición décadas antes de los escritos racistas. Muchos, nacidos en familias religiosas y educados en ieshivot talmúdicas, abandonaron el judaísmo apenas se pusieron en contacto con la cultura alemana. El hijo de uno de aquellos judíos fue el máximo poeta Heinrich Heine, para quien "el judaísmo no es una religión sino una desgracia" y quien se bautizó ("pero no me convertí", aclaraba). El escritor Moritz Saphir fue aun más lejos: "el judaísmo es una deformidad de nacimiento, corregible por cirurgía bautismal".

Pero cuando la Emancipación se revirtió en Alemania, y los judíos fueron nuevamente confrontados con un odio sistemático que no les permitía en modo alguno liberarse de la carga de su judeidad, apareció un fenómeno muy singular: el auto-odio judío. Ese precisamente fue el título del libro de Theodor Lessing, que en 1930, examinó las biografías de seis judíos que odiaron su ascendencia. Algunos se suicidaron en consecuencia, incluido el conocido psiquiatra y filósofo autríaco Otto Weininger.

Casos de autoodio judío había habido en la antigüedad, como el del sobrino de Filón, Tiberio, que hizo masacrar a los judíos. Y también en la Edad Media hubo casos como Petrus Alfonsi, Nicholas Donin, Pablo Christiani, Avner de Burgos, Guglielmo Moncada y Alessandro Franceschi. Pero todos ellos habían tenido la opción de la apostasía, y aun pudieron unirse al sector más judeofóbico de la Iglesia a fin de perseguir a los judíos.

La novedad de la nueva etapa judeofóbica en Austria y Alemania de este siglo, fue que no dejaba escapatoria alguna, y llevó al auto-odio judío a los mismos abismos que la judeofobia gentil. La Organización de Judíos Nacional-Alemanes fue creada para apoyar "el renacimiento nacional alemán" (nazismo) en el cual esperaban cumplir un rol como judíos (eventualmente recibieron ese rol en Auschwitz).

Uno de los casos que estudió Lessing fue el del periodista vienés Arthur Trebitsch, quien se convirtió al cristianismo, escribió un libro judeófobo, y ofreció sus servicios a los nazis de Austria. Cuando sintió que todo era insuficiente, escribió: "Me fuerzo a no pensarlo, pero no lo logro. Se piensa dentro de mí… está allí todo el tiempo, doloroso, feo, mortal: el conocimiento de mi ascendencia. Tanto como un leproso lleva su repulsiva enfermedad escondida bajo su ropa y sin embargo sabe de ella en cada momento, así cargo yo la vergüenza y la desgracia, la culpa metafísica de ser judío. ¿Qué son todos los sufrimientos e inhibiciones que vienen de afuera en comparación con el infierno que llevo dentro? La judeidad radica en la misma existencia. Es imposible sacudírsela de encima. Del mismo modo en que un perro o un cerdo no pueden evitar ser lo que son, no puedo yo arrancarme de los lazos eternos de la existencia que me mantienen en el eslabón intermedio entre el hombre y el animal: los judíos. Siento como si yo tengo que cargar sobre mis hombros toda la culpa acumulada de esa maldita casta de hombres cuya sangre venenosa me contamina. Siento como si yo, yo solo, tengo que hacer penitencia por cada crimen que esta gente está cometiendo contra la germanidad. Y a los alemanes me gustaría gritarles: Permaneced firmes! No tengáis piedad! Ni siquiera conmigo! Alemanes, vuestros muros deben permanecer herméticos contra la penetración. Para que nunca se infiltre la traición por ningún orificio… Cerrad vuestros corazones y oidos a quienes aun claman desde afuera por ser admitidos. Todo está en juego! Permanezca fuerte y leal, Alemania, la última peque¤a fortaleza del arianismo! Abajo con estos pobres pestilentes! Quemad este nido de avispas! Incluso si junto con los injustos, cien justos son destruidos. ¿Qué importan ellos? ¿Qué importamos nosotros? ¿Qué importo yo? No! No tengan piedad! Se los ruego."

Si consideramos que los postulados judeofóbicos raciales habían penetrado por doquier en Alemania, se entiende el meteorítico crecimiento del nazismo, sobre todo si agregamos la simplicidad de su postura maniquea, que seduce a las masas. De veinte mil afiliados en 1923, el Partido Nazi recibió en 1930 dos millones y medio de votos, elevando a sus representantes en el Reichstag de 12 a 107. Dos a¤os después, ya eran 230. Cuando ascendieron al poder en 1933, el dogma judeófobo era una mitología filtrada en todos los órdenes de la vida, que sirvió para justificar el Holocausto.

El insulto a los judíos servía para enseñar a la juventud alemana el rechazo del pacifismo sentimental. Los maestros lo hacían en clase reprimiendo "debilidades" de otros niños. Siglos de odio acumulado se descargaron contra una población indefensa atrapada en Europa. El judío ya no era el chivo emisario, ni siquiera un miembro de una raza inferior. Era el culpable de todo mal: la derrota alemana en la Gran Guerra (tal acusación era llamada "la teoría de la pu¤alada en la espalda"), la inflación, el crimen, todo. El judío era el destructor inherente, el envenenador de la pureza. Y era incorregible. Sólo restaba una "Solución Final", que el slogan nazi explicitó claramente: Juda Verrecke! (judería, pereced!).

Al comienzo se fingió legalidad, se simuló autodefensa nacional. Luego el programa se aceleró: aislamiento, pauperización, expulsión, exterminio. Pero incluso antes de que el gobierno actuase, las tropas de asalto nazis, la policía y los afiliados del partido tomaron la acción en sus propias manos. Las golpizas, los boycots económicos, y los asesinatos de judíos fueron experiencias cotidianas. Se condenó al ostracismo a los judíos que ejercían como abogados, médicos, maestros, periodistas, académicos y artistas. Los ni¤os judíos eran insultados en las escuelas, por compa¤eros y por maestros, y regresaban a sus casas golpeados, pálidos y temblorosos. Una estrella amarilla debia exhibirse en la ropa, los libros de judíos eran incendiados en público.

Antes de que concluyera 1933, los judíos alemanes eran hombres desesperados, mujeres sollozantes y ni¤os aterrorizados. En septiembre de 1935 las Leyes de Nürenberg cancelaron la ciudadanía de todos los judíos, quienes pasaron a ser "huéspedes". La única salida era la emigración o el suicidio. Se limitó la salida de bienes del país, y para 1938 no podía sacarse ni siquiera un marco. Esta medida enriquecía al gobierno con cada partida, y también hacía del judío un inmigrante aun más indeseable en los países a los que presentaba su solicitud.

La Noche de los Cristales (10/11/1938) fue el horror: ultrajes, asesinatos, saqueos y violaciones. Los judíos corrían presas del pánico mientras hordas de nazis los perseguían. Más de cien judíos fueron asesinados, treinta y cinco mil arrestados (y eventualmente enviados a los campos de muerte), siete mil quinientos negocios saqueados y seiscientas sinagogas incendiadas, mientras los altoparlantes anunciaban: "se requiere de todo judío que decida colgarse, que tenga la amabilidad de colocar en su boca un papel con su nombre, para que sea identificado". El Holocausto había comenzado.

La historia del Holocausto excedería el marco de este curso. En síntesis, una nación entera se trasformó en el brazo ejecutor de la judeofobia más brutal. Y era la nación más civilizada del planeta. Se aplicó la "ideología" nazi, o sea la remoción de los judíos de la sociedad humana, por medio de etiquetarlos como parásitos, como un virus infeccioso que amenazaba al mundo. La mitología judeofóbica llevó así a la pérdida de seis millones de vidas de judíos (un tercio del total) y Adolf Hitler despojaba la judeofobia de todos sus disfraces y desnudaba su esencia. Instintos sádicos descontrolados fueron protegidos por la ley, por el estado, por el silencio del mundo. Tanto la conferencia internacional de Evian (1938) como la de Bermuda (1943) no pudieron proveer a los judíos de un solo sitio en el que refugiarse. Y las puertas de la Tierra de Israel permanecieron selladas por los británicos que devolvían a Europa los barcos cargados de refugiados judíos, o los hundían y así condenaban a miles de judíos fugitivos a ahogarse en el mar.

Millones de judíos que habían rechazado o postergado las propuestas sionistas de emigración, y confiaban que la seguridad del pueblo judío sería defendida por los ideales liberales de Europa, por una legislación justa, y por democrátas por doquier, descubrieron con estupor que incluso sus vecinos y amigos no-judíos no se levantaron a protegerlos, ni incluso a esconderlos. Hubo, sí, miles de "justos entre los gentiles" que expresaron solidaridad con los judíos, algunos incluso arriesgando así sus propias vidas. Pero a pesar de ellos, el panorama global fue de tétrica desilusión para los que creyeron que la judeofobia estaba por superarse.

La opresión de los judíos caía en niveles cada vez peores. Desde legislación discriminatoria hasta exclusión de empleos de los que subsistir, desde actos de violencia contra individuos en las calles hasta campa¤as contra negocios de judíos, desde deportaciones y degradación, hasta el exterminio, y la mayoría de los gentiles cubrieron sus ojos, cerraron sus puertas a los que buscaban refugio y, con demasiada frecuencia, fueron partícipes del asesinato de judíos, arrebatándoles sus pertenencias y delatando sus escondrijos. Aun más que durante las matanzas medievales, los alemanes tuvieron éxito en el genocidio debido a la abrumadora coooperación que recibieron de los ciudadanos de los países ocupados.

Todos los pedidos de los judíos fueron virtualmente desoídos, incluída la solicitud de que se bombardearan los hornos crematorios de Auschwitz, donde un millón y medio de judíos fueron asesinados después de inenarrables sufrimientos. Los ejércitos aliados se negaron a bombardear el campo de muerte, por temor de que sus propios ciudadanos sintieran que habían sido arrastados a una "guerra judía".

Llamar racismo a la "ideología" nazi es otro empe¤o por desjudaizar el Holocausto. Sólo en lo que concernía a los judíos fueron los nazis consistentemente "racistas". Sus principales aliados fueron pueblos latinos y asiáticos, Italia y Japón, y flirtearon con otro pueblo supuestamente "semita", los árabes. Es sabido que cuando el líder de los árabes-palestinos, Hajj Amin Al-Husseini, visitó a Alfred Rosenberg en mayo de 1943, se le prometió que se daría instrucciones a la prensa para que limitara el uso de la voz "anti-semitismo" porque sonaba al oído como si incluyera el mundo árabe, que era mayormente germanófilo. Husseini participó del golpe pronazi en Irak en 1941, y residió en Alemania por el resto de la guerra. Recrutó a los voluntarios musulmanes para el ejército alemán y exhortaba al Reich a extender la "solución final" a Palestina.

El hecho es que el odio nazi se focalizó en los judíos con la virtual exclusión de toda otra "raza" (incluídos los gitanos que, aunque fueron muertos en masa, a diferencia de los judíos, en la visión de los nazis no pasaron de ser marginales).

No fue debido al racismo que los nazis odiaban a los judíos, sino al revés: para ejercer su honda judeofobia utilizaron argumentos racistas. No fue para adquirir poder que los nazis atacaron al "chivo expiatorio" judío, sino al revés, o como Hitler escribiera, ya derrotado, en su diario, en abril de 1945: "Por encima de todo encargo al gobierno y al pueblo a resistir sin misericordia al envenenador de todas las naciones, el judío internacional".

Así resumen Prager y Telushkin la judeofobia nazi: "Casi toda ideología y nacionalidad europea había estado saturada con odio contra el judío cuando los nazis consumaron la "solución final". En las décadas y siglos que la precedieron, elementos esenciales del pensar cristiano, socialista, nacionalista, iluminista y post-iluminista habían considerado intolerable la existencia de los judíos. En un análisis final, todos se habrían opuesto a lo que Hitler hizo pero, sin ellos, Hitler no podría haberlo hecho".

En cuanto al rol específico de la Iglesia, fue objeto este mes de un simposio vaticano bajo el título de "Raíces de antijudaísmo en círculos cristianos". Allí tanto el teologo Georges Cottier como la autoridad vaticana, el padre Remi Hoeckman, convocaron a un "histórico examen de conciencia por parte de los cristianos, a fin de que el fin del milenio coincida con el fin del antisemitismo, del desprecio que los cristianos han tenido por el judaísmo y los judíos".

 

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 6

… los judeófobos más virulentos de la Iglesia fueron (y siguen siendo) reverenciados como santos. El crimen de la judeofobia se cometía con virtual impunidad. El fray Juan Capristano (m. 1456) instó a la abolición de los derechos a los judíos en Nápoles y otras ciudades, incluyendo la cancelación de las deudas que cristianos hubieran contraído para con ellos. Más tarde, debido a sus actividades en Breslau, muchos judíos fueron torturados y quemados vivos; muchos fueron empujados al suicidio.

 


Unidad 06: La Mitología judeófoba

Por: Gustavo Perednik

 

El sufrimiento que venimos estudiando fue relatado en un libro de 1558 de Josef Ha-kohen, bajo el bíblico título de El Valle de Lágrimas (Emek Ha-Bajá). Refiere "las penas que cayeron sobre nosotros desde el día del exilio de Judea de su tierra". Tres preguntas pueden formularse acerca de esas lágrimas.

La primera: por qué los judíos siempre sufren. Respuesta: si al decir por qué aludimos a las causas de la judeofobia, bueno, precisamente ése es el tema de nuestro curso, y para el final habrá explicaciones.

Pero si el por qué sugiere que debe de haber cierta paranoia si encontramos a los judíos siempre como víctimas, nuestra respuesta es que la judeofobia es en efecto una enfermedad social enorme que consiste en el odio hacia los judíos, y por ende, siempre los tuvo como víctimas principales. Persistió por milenios exterminando judíos, alcanzó un genocidio de seis millones hace cincuenta años (un tercio de la población judía mundial) y sigue con vitalidad para continuar.

La segunda pregunta es si la gigantesca magnitud de la judeofobia acaso significa que todo el mundo odia (u odió) a los judíos. La respuesta es no, no todo el mundo está enfermo de judeofobia, pero no es la parte sana el objeto de nuestro estudio, aun cuando es mayoritaria.

La tercera pregunta es si el clero de la Iglesia medieval era unánime en su letal postura judeofóbica. Otra vez, la respuesta es no. Incluso en períodos en los que la postura teológica de la Iglesia era judeofóbica, en el plano individual hubo eclesiásticos que rechazaron la violencia contra los judíos. Desde antaño hay ejemplos de obispos y sacerdotes que intentaron proteger a los judíos.

Cuando la sinagoga de Ravenna fue incendiada (c.550), Teodorico ordenó que la población católica la reconstruyera y flagelara a los incendiarios. Durante la primera cruzada el Obispo Comas salvó a los judíos de Praga. En la segunda, Bernardo de Clairvaux defendió activamente a los judíos que eran asesinados.

El problema, sin embargo, es que los judeófobos más virulentos de la Iglesia fueron (y siguen siendo) reverenciados como santos. El crimen de la judeofobia se cometía con virtual impunidad. El fray Juan Capristano (m. 1456) instó a la abolición de los derechos a los judíos en Nápoles y otras ciudades, incluyendo la cancelación de las deudas que cristianos hubieran contraído para con ellos. Más tarde, debido a sus actividades en Breslau, muchos judíos fueron torturados y quemados vivos; muchos fueron empujados al suicidio.

La abolición de los derechos de los judíos en Polonia por Casimiro IV también fue resultado de las maniobras de Capistrano, e inició una ola de desmanes antijudíos. Ni siquiera les permitió a los judíos escapar ese destino: fue el responsable de un edicto papal que prohibía el transporte de judíos a la Tierra de Israel. Durante su vida, recibió tanto el mote de "azote de los judíos" como el cargo de Inquisidor papal. Más de dos siglos después de su muerte fue canonizado y, desde entonces, cada 28 de marzo los católicos reverencian su memoria.

El mensaje de la Iglesia era, cuando menos, incoherente. Difundía la enseñanza del desprecio, pero ocasionalmente intentaba detener a los despreciadores que se apresuraban en cometer horrendos crímenes; el intento era tardío e insuficiente. Esta postura nunca varió radicalmente. Por ello uno de los primeros historiadores del Holocausto, Raul Hilberg, fue capaz de trazar una tabla que muestra cómo cada una de las principales Leyes de Nürenberg de la Alemania nazi tenía su precedente en la legislación eclesiástica.

La declaración de la Conferencia de Obispos Holandeses de 1995 fue un punto de inflexión en la historia de la Iglesia, al admitir que hay un sendero directo que une la teología del Nuevo Testamento con Auschwitz.

También durante la Segunda Guerra la posición del Vaticano reflejó esta habitual ambivalencia, cuando sus reservas acerca del nazismo se limitaron a proteger a católicos "no-arios". Es cierto que las encíclicas de la Iglesia y sus pronunciamientos rechazaban el dogma racista y cuestionaban algunas tesis nazis como erróneas, pero siempre omitieron criticar, o siquiera mencionar, el ataque específico contra los judíos. En 1938, Pío XI supuestamente condenó a los cristianos judeofóbicos, pero esta condena fue omitida por todos los diarios de Italia que informaron sobre el mensaje papal. Su sucesor, el germanófilo Pío XII, ya desde 1942 había recibido información sobre el asesinato de judíos en los campos. A pesar de ello restringió todos sus pronunciamientos públicos a expresiones muy cuidadosamente formuladas de simpatía por "todas las víctimas de la injusticia".

La neutralidad y el silencio del papa continaron incluso cuando los alemanes cercaron a ocho mil judíos de Roma en 1943. Mil de ellos, mayormente mujeres y niños, fueron transportados a Auschwitz. Al mismo tiempo, con la anuencia papal, más de cuatro mil judíos encontraron refugio en muchos monasterios de Roma (algunas decenas en el Vaticano mismo).

Sin duda, el papa no tenía poder como para detener el Holocausto, pero podría haber salvado miles de vidas si hubiera adoptado públicamente una posición contra el nazismo. Hitler, Goebbels y muchos otros cabecillas nazis, murieron como miembros de la Iglesia Católica, y nunca fueron excomulgados (lo que contrasta con el hecho, por ejemplo, de que el presidente argentino Juan D. Perón fue excomulgado cuando en 1955 atacó la influencia de la Iglesia, y unos pocos meses después fue derrocado).

Un sacerdote católico lideró el régimen nazi de Eslovaquia, y tambíen fueron católicos un cuarto de los miembros de las SS, así como casi la mitad de la población del Gran Reich Alemán.

La resuelta reacción del Episcopado alemán contra el programa nazi de eutanasia, logró que virtualmente se suspendiera el plan. Pero los judíos no avivaron en la Iglesia la compasión que despertaron los insanos y los retardados. Respecto de los judíos, la Iglesia estuvo interesada más en salvar sus almas que sus cuerpos. Las cancillerías diocesanas incluso proveyeron al régimen nazi de los registros de las iglesias, con datos personales acerca del marco religioso del que provenían sus feligreses.

Cuando las deportaciones de los judíos alemanes comenzaron en octubre de 1941, el episcopado limitó su intervención a suplicar por los que se habían convertido al cristianismo. Los obispos recibieron informes sobre la matanza de judíos en los campos de muerte, pero su reacción pública se limitó a vagos pronunciamientos vagos que eludían el mero término judíos.

Hubo, claro, excepciones, tanto nacionales como individuales. Una de éstas fue el prelado berlinés Bernhard Lichtenberg, quien rezó públicamente por los judíos (y falleció en su camino a Dachau). Una nación excepcional fue Holanda, en donde ya en 1934 la Iglesia prohibió la participación de católicos en el movimiento nazi. Ocho años después los obispos protestaron públicamente ante las primeras deportaciones de judíos holandeses, y en mayo de 1943 prohibieron la colaboración de policías católicos en las cazas de judíos, aun a costa de que así debieran perder sus puestos. Muchos judíos salvaron sus vidas gracias a las audaces acciones de rescate de clérigos menores, monjes, y laicos católicos.

Ahora pasaremos a lo fundamental que quedó pendiente de nuestra última lección: los tres principales mitos cristianos inventados en la Edad Media, a través de los cuales la judeofobia fue transmitida desde el siglo XIV.

Libelo de Sangre o Asesinato Ritual

Este es una de las expresiones máximas de histeria colectiva y crueldad humanas. Se trata de la acusación de que los judíos asesinan a no-judíos (especialmente cristianos) a los efectos de utilizar su sangre en la Pascua u otros rituales.

Hubo cientos de libelos, que en general seguían el mismo esquema. Se hallaba un cadáver (usualmente el de un niño, y más frecuentemente cerca de la Pascua cristiana), los judíos eran acusados de haberlo asesinado para usar ritualmente su sangre. Los principales rabinos o líderes comunitarios eran detenidos y se los torturaba hasta que confesaban que en efecto eran culpables del crimen. El resultado era la expulsión de toda la comunidad de esa comarca, tormentos para una buena parte de sus miembros, o bien el exterminio expedito de todos ellos. Generación tras generación, judíos fueron torturados en Europa y comunidades enteras fueros masacradas o dispersadas debido a este mito.

Algunos aspectos son indispensables para entender la enormidad del libelo, a saber:

  1. La ignorancia de los gentiles con respecto de la religión judía (por ejemplo en el judaísmo está totalmente prohibida la ingestión de sangre);
  2. En el medioevo, el pan de la comunión creaba una atmósfera emocional en la que se sentía que el niño divino se escondía misteriosamente en el pan compartido. El friar Bertoldo de Regensburg solía preguntar: "¿quién quisiera morder la cabeza, la mano o el pie del bebé?" En este contexto, el libelo podría considerarse como una especie de proyección colectiva: si detestamos ingerir sangre humana, atribuyámoselo a otros.
  3. Según una superstición difundida en Alemania, la sangre, incluso la de cadáveres, podía curar.

En ese país ocurrió el primer caso, en Wuerzburg 1147. Un niño cristiano fue supuestamente crucificado por judíos (el motivo de la cruz explica por qué los libelos ocurrían generalmente en la época de la Pascua). En Fulda (1235) se agregó otro motivo: los judíos beben sangre cristiana con motivos medicinales. En Munich (1286) se enfatiza que los judíos rechazan la pureza, odian la inocencia del niño cristiano. Así narró los hechos el monje Cesáreo de Heisterbach: "el niño cristiano cantaba ‘Salve regina’ y como los judíos no pudieron interrumpirlo, le cortaron la lengua y lo despedazaron a hachazos".

Así lo explican ciudadanos de Tyrnau (Trnava) en 1494: "los judíos necesitan sangre porque creen que la sangre del cristiano es un buen remedio para curar la herida de la circuncisión. Entre ellos tanto los hombres como las mujeres sufren de la menstruación… Además tienen un precepto antiguo y secreto, por el que están obligados a derramar sangre cristiana en honor de Dios, en sacrificios diarios, en algún lugar".

Inglaterra, España, Italia

En el caso de Norwich (1148) "los judíos compraron al niño mártir William antes de la Pascua y lo torturaron como a nuestro Señor, y durante el Viernes Santo lo colgaron en una Cruz". Esa descripción se reitera en Gloucester (1168) y en Lincoln (1255). En 1290, los judíos fueron expulsados de una Inglaterra enrarecida por la difusión de los libelos, y aun un siglo después de la expulsión, Geoffrey Chaucer lo recoge en sus prólogos a los Cuentos de Canterbury.

También la expulsión de España fue precedida por una atmósfera hostil debida a los libelos. El de La Guardia tuvo lugar en 1490-1491, y de inmediato se instituyó el culto del Santo Niño mártir. El primer libelo español data de 1182 en Saragosa, y el asunto terminó por incluirse en la ley. El Código de las Siete Partidas (1263) reza: "Hemos oido decir que en ciertos lugares durante el Viernes Santo los judíos secuestran niños y los colocan burlonamente sobre la cruz".

Detalles fueron agregándose a la historia, que asumió grandes proporciones. En 1583 Fray Rodrigo de Yepes escribió la Historia de la muerte y glorioso martirio del Santo Inocente, que llaman de La Guardia (después de casi un siglo sin judíos en España) y el argumento sirvió de base para la obra de Lope de Vega El Niño Inocente de La Guardia. En el siglo XVIII José de Canizares lo adaptó en La Viva Imagen de Cristo y Gustavo Adolfo Bécquer (1830-1870) en La rosa de pasión. En 1943 fueron republicados por Manuel Romero de Castilla bajo el título de Singular suceso en el Reinado de los Reyes Católicos.

Un caso crucial en Italia fue una especie de crónica anunciada. Durante la Cuaresma de 1475, el franciscano Bernardino da Feltre anunció que los pecados de los judíos pronto serían revelados. El Jueves Santo un niño llamado Simón desapareció, y al poco tiempo su cadáver fue encontrado al lado de la casa del jefe de la comunidad israelita. Todos los judíos, hombres, mujeres y niños, fueron arrestados. Diecisiete de ellos fueron sometidos a torturas durante quince días, después de los cuales terminaron por "confesar". Uno de los judíos murió en tormentos, seis quemados en la hoguera, y a los dos que aceptaron convertirse se los estranguló. Al principio el Papa Sixto IV detuvo los procedimientos judiciales, pero en 1478 su bula Facit nos pietas aprobó el juicio. La propiedad de los judíos ejecutados fue confiscada y a partir de entonces, los judíos tuvieron prohibida la residencia en Trento (hasta el siglo XVIII tenían aun prohibido el paso por la ciudad). El niño Simón fue beatificado.

Después de este éxito, el fray Bernardino urdió escenarios similares en Reggio, Bassano y Mantua, e instó a la expulsión de los judíos de Peruggia, Gubbio, Ravenna, y Campo San Pietro. Sus últimas víctimas fueron los judios de Brescia, en 1494, el año de su muerte. Al poco tiempo el propio Bernardino fue beatificado, y la Iglesia tardó cinco siglos para anular la beatificación de Simón, en 1965.

Con todo, la posición de la Iglesia y de los monarcas fue en general contraria a los libelos. Después del mentado en Fulda (1235), el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico II de Hohenstaufen, decidió clarificar el caso definitivamente a fin de proceder: si los judíos eran culpables se los mataría a todos; si eran inocentes, se los exoneraria públicamente. Las autoridades del clero, como no fueron capaces de llegar a una decisión concluyente "creemos necesario… dirigirnos a gente que alguna vez fue judía y se convirtió al culto de la fe cristiana; ya que ellos, como oponentes, no guardarán silencio sobre nada que puedan saber sobre este asunto entre los judíos".

En consecuencia, el emperador solicitó de reyes de Occidente que enviaran "judíos conversos al cristianismo, decentes y estudiosos, para tomar parte de un sínodo", que eventualmente se expidió así: "No puede hallarse, en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento, que los judíos requieren de sangre humana. Por el contrario, esquivan la contaminación con cualquier tipo de sangre". El documento, que cita de varias fuentes judías, agrega que "hay una alta probabilidad de que aquéllos para quienes está prohibida incluso la sangre de animales permitidos, no pueden desear sangre humana".

Otro pronunciamiento escrito fue el del Papa Inocencio IV en 1247: "cristianos acusan falsamente… que los judíos llevan a cabo un rito de comunión con el corazón de un niño asesinado; y en cuanto se encuentra el cadáver de una persona en cualquier sitio, se les hace recaer maliciosamente la responsabilidad".

Pero la desaprobación de papas y emperadores no impidió que los casos de libelos se multiplicaran, sobre todo en Polonia, en donde el Consejo de las Tierras, órgano representativo de los judíos, envió un delegado al Vaticano, y logró que el cardenal Lorenzo Ganganelli (más tarde Papa Clemente XIV) emprendiera otra investigación exhaustiva. Ganganelli se sumó a quienes se pronunciaron contra el libelo: "Debe comprenderse con cuánta fe viviente deberíamos pedirle a Dios como el salmista ‘líbrame de la calumnia de los hombres’. Espero que la Santa Sede tome medidas para proteger a los judíos de Polonia, del mismo modo en que San Bernardo, Gregorio IX e Inocencio IV obraron en defensa de los judíos de Alemania y de Francia".

En Tiempos Modernos

Desde el siglo XVII, los casos de libelo de sangre se extendieron a Europa Oriental. En 1636 en Lublin, la viuda Feiguele se mantiene firme ante el tormento. A partir del siglo XIX, judeófobos hicieron conspicuo uso del libelo para incitar a las masas en varios países, incluida Siria, en donde el affaire de Damasco de 1840 introdujo el mal en el mundo musulmán. Allí el influyente cónsul francés se sumó a los libelistas mientras toda la comunidad era arrestada y torturada, en el contexto de la pugna de las potencias occidentales para influir en el Medio Oriente.

Con todo, el principal perpetuador del libelo de sangre en tiempos modernos fue Rusia. Aquí se diseminó sin pausa avalado por los zares, quienes en general tuvieron una actitud mucho peor que la de papas y reyes medievales.

El primer caso en Rusia fue en Senno (cerca de Vitebsk, Pascua de 1799). Cuatro judíos fueron arrestrados despues de que el cadáver de una mujer fuera encontrado cerca de una taberna judía. Apóstatas proveyeron a la corte de extractos de una traducción distorsionada de literatura rabínica como el Shuljan Aruj y Shevet Iehuda. Pese a que los acusados terminaron siendo liberados por falta de pruebas, el poeta G.R. Derzhavin incluyó en su Opinión elevada al zar acerca de la organización del status de los judíos en Rusia, que "en estas comunidades se hallan personas que perpetran el crimen, o por lo menos protegen a perpetradores, de derramar sangre cristiana, de lo que los judíos fueron sospechosos en varias épocas y en diferentes países. Si bien opino que tales crímenes, incluso si fueron cometidos a veces en la antigüedad, eran llevados a cabo por fanáticos ignorantes, creo apropiado no pasarlos por alto".

Entre 1805 y 1816 ocurrieron más casos y, para evitar su mayor diseminación, el ministro de asuntos eclesiásticos, A. Golistyn, envió una circular a los jefes de gobernaciones el 6/3/1817, donde explicita que los monarcas polacos y los papas invariablemente invalidaron los libelos, y las cortes los`refutaron. La circular ordenaba que "de aquí en adelante los judíos no sean acusados de asesinar ninos cristianos, sin evidencia, y sobre el mero prejuicio de que necesitan de sangre cristiana".

A pesar de la circular, el zar Alejandro I dio instrucciones de revivir las acusaciones en Velizh. El juicio duró diez años, y aunque los judíos fueron finalmente exonerados, cabe reflexionar en la atmósfera que generaba un juicio tan largo sobre un tema tan escabroso. El zar Nicolás I se negó a firmar la circular de Golistyn, considerando que "hay entre los judíos salvajes fanáticos o sectas que requieren sangre cristiana para su ritual". El libelo recibía así un sello oficial, y ocurrieron muchos en Telz, Kovno (1827); Zaslav, Volhynia (1830); y Saratov (1853).

Otro comité especial designado en 1855 para investigar, incluyó teólogos, orientalistas y apóstatas. Revisaron manuscritos hebreos y publicaciones y, otra vez, concluyeron que no había evidencia alguna del uso de sangre cristiana entre los judíos.

En los años setenta del siglo pasado recrudeció la judeofobia, y el libelo fue motivo habitual en la propaganda literaria y la prensa. En alguna medida estas obras remedaban las que se habían publicado en Alemania y Francia, en las que "expertos" judeófobos "probaban" el libelo, como: Le mystere du sang chez les juifs de tous les temps, de H. Desportes (1859), prologada por Edouard Drumont; y Talmud in der Theorie und Praxis, de Konstantin C. Pawlikowski (1866).

Dos ejemplos de esta literatura en Rusia son Sobre el uso de sangre cristiana por sectas judías con propósitos religiosos (1876) de H.Lutostansky, que agotó varias ediciones, y El Talmud desenmascarado de J.Pranatis, que sigue publicándose. Contra algunos de los calumniadores se iniciaron juicios de difamación. Y las de crimen ritual continuaban.

Con el fortalecimiento de la extrema derecha (Unión del Pueblo Ruso) en la Tercera Duma, las autoridades necesitaban de más casos que justificaran la judeofobia reinante. Uno muy notorio fue el Caso Beilis (1911-1913), armado por el ministro de justicia Shcheglovitov, que despertó la oposición de centenares de intelectuales rusos, entre ellos V. Korolenko y Máximo Gorki. La eventual exoneración de Beilis fue una derrota para el régimen pero, otra vez, la atmósfera de veneno judeófobo surgía con el mero juicio, independientemente de sus resultados.

Cuando los nazis asumieron el poder en Alemania, utilizaron el libelo en su propaganda. Reanimaron las investigaciones y los juicios (Memel 1936, Bamberg 1937, Velhartice -Bohemia- 1940). El 1/5/1934 el periódico Der Stuermer dedicó al tema una edición horrorífica con ilustraciones. Hombres de ciencia alemanes colaboraron en la difusión.

Incluso para 1960 un periódico soviético de Daguestán afirmó que los judíos devotos necesitaban sangre de musulmanes para sus ritos.

Fuera de Alemania (donde en general ocurrienron un tercio de todos los libelos) hubo cuatro casos en el siglo XX. El primero de éstos fue el caso Hilsner. Tomás Masaryk, fundador y primer presidente de la Checoslovaquia moderna, tomó una activa postura en contra del mismo, "no para defenderlo a Hilsner (el acusado, un joven vagabundo) sino para defender a los cristianos de la superstición". Masaryk fue duramente atacado y su cátedra universitaria fue suspendida debido a las manifestaciones de estudiantes. Este caso también creó una ola de tumultos judeofóbicos en Europa, orquestados por el "especialista" vienés Ernst Schneider.

Los libelos ahondaron el estereotipo satánico del judío y, otra vez, el problema no era que la Iglesia lo difundiera. Por el contrario, vimos que usualmente se oponía, y en general trataba de detener las matanzas, pero con su característica ambivalencia. Los niños "mártires" eran reverenciados como santos, tales como en los casos de San Hugh de Lincoln, el Santo Niño Mártir de La Guardia, y Simón de Trento. Cada año durante siglos, los cristianos honraban la memoria de los puros inocentes que habían sido supuestamente asesinados en espantosos rituales judíos.

La Hostia y la Peste Negra

En el Cuarto Concilio Laterano de 1215 fue reconocida oficialmente la doctrina de la Transubstanciación, según la cual la hostia (galleta usada en la ceremonia de la Eucaristía) se transforma en el cuerpo de Jesús. Los protestantes eventualmente modificaron la doctrina y consideran que se trata sólo de un símbolo del cuerpo mas no Jesús en persona (que es el dogma católico hasta hoy).

Este segundo mito, el de la profanación de la hostia, sostenía que los judíos secretamente las robaban de las iglesias para torturarlas y reeditar los sufrimientos de Jesús. Obviamente, había en esta superstición mayor irracionalidad aun, puesto que los judíos claramente descreían de toda transusbtanciación. Pero esta acusación trajo más persecución y matanzas. La mayor parte de los cuarenta casos principales se perpetraron en Alemania y Austria.

El mito se basaba en los supuestos poderes sobrenaturales de la hostia, y en el prejuicio de que los judíos anhelaban renovar en Jesús los sufrimientos de la pasión. Su perfidia era tal, que no abandonaban los tormentos aun cuando de la hostia emanaran sangre o sonidos, o si echaba a volar. (La explicación de la "sangre" es que un honguillo de color escarlata puede formarse en comida rancia que se deja en lugares secos. Se lo denomina Micrococcus prodigiosus).

La primera supesta profanacíon fue en Belitz (cerca de Berlín) en 1243. Un grupo de judíos y judías fueron quemados en la hoguera en lo que pasó a denominarse Judenberg (monte de los judíos). En Italia hubo pocos casos debido especialmente a la protección de los papas, pero se expresó en el arte, como la Desecración de Paolo Uccenno (1397-1475) hecha para el altar de la Confraternidad del Santo Sacramento de Urbino.

De Inglaterra, los judíos fueron expulsados antes de que se difundiera la desecración de la hostia, pero también allí se reflejó en el arte, como en el Croxton Sacrament Play, escrito en 1491, dos siglos después de la expulsión.

Casos famosos fueron el de París de 1290; el de Bruselas de 1370 (que llevó a la destrucción de la judería belga, se celebró en una fiesta especial y todavía se lo ve grabado en las reliquias de la Iglesia de Santa Gudule); el de Knoblauch en 1510, que resultó en treinta ocho ejecuciones y la expulsión de los judíos de Brandenburgo. Por lo menos dos casos son aún celebrados localmente: el de Deggendorf, Bavaria, que data de 1337, y el de Segovia de 1415, que supuestamente había producido un terremoto, y resultó en la confiscación de la sinagoga y la ejecución de los líderes judíos.

Precisamente en España el infante don Juan de Aragón patrocinó algunas acusaciones. En la de Barcelona de 1367 varios sabios (como Hasdai Crescas, Nisim Gerondi e Isaac B. Sheshet) se hallaban entre los arrestados con la comunidad entera (hombres, mujeres y niños), encerrada en la sinagoga por tres días sin comida. Como no confesaron, el rey ordenó su libertad, y sólo tres judíos fueron ejecutados. Diez años después hubo casos en Teruel y Huesca.

El caso de Lisboa de 1671 se produjo cuando ya no había judíos en Portugal. Por lo tanto, cuando la hostia de la iglesia de Orivellas fue robada, un edicto real ordenó la expulsión… de todos los Nuevos Cristianos. Las supuestas desecraciones continuaron hasta el último caso, en 1836 en Bislad, Rumania.

El último mito de esta trilogía fue la ya mentada Peste Negra. Entre 1348 y 1350 una epidemia múltiple s (bubónica, septicémica y neumónica) causada por el bacilo pasteurella pestis, arrasó a casi cien millones de personas, un tercio de la población europea. En centros de densidad poblacional, como monasterios, la tasa de mortandad era superior. La racción popular fue extrema: o bien se buscó refugio en el arrepentimiento y las súplicas a Dios, o bien lanzándose al libertinaje y el salvajismo. Lo curioso es que estas dos actitudes se combinaron en que arremetían contra los judíos, quienes fueron acusados de envenenar los pozos de agua para destruir la cristiandad. En esos años miles de judíos fueron masacrados.

La bula del Papa Clemente VI (26/9/1348) vino a defenderlos, y definió la plaga como "pestilencia con que Dios aflige al pueblo cristiano". La vasta mayoría de la población, empero, la veía como pestis manufacta (artificial), la forma más simple de entenderla (y después de tanta matanza contra los judíos, podía sospecharse de que en algún momento éstos buscarían venganza).

La primera acusación fue en septiembre de 1348 en Castillo de Chillon del lago de Ginebra. Los judíos "confesaron" que la plaga había sido diseminada por un judío de Savoy guiado por un rabino que había preparado el veneno. Las matanzas se extendieron entre España y Polonia, destruyendo trescientas comunidades. Los llamados Flagelantes expiaban sus pecados matando judíos a su paso.

Las matanzas se dieron especialmente en Alemania, aun cuando al principio el emperador Carlos IV intentó defenderlos. Después se sumó al fervor de las hordas y concedió "perdón por cada transgresión que incluía el asesinato y destrucción de judíos". En muchas localidades los judíos fueron asesinados aun antes de que la plaga llegara. En Mainz, seis mil judíos fueron llevados a la hoguera, y en Estrasburgo dos mil judíos fueron quemados en una pira gigantesca en el cementerio judío.

El mito de los judíos envenenando pozos agravó su imagen diabólica, y después de la Peste Negra el status de los judios se había deteriorado por doquier.

Hubo en la Edad Media otros mitos que armaron el arsenal judeofóbico, pero ninguno fue mortífero como los mencionados. Uno adicional fue el del Judío Errante, una figura de la leyenda cristiana condenada por Jesús a vagar hasta su segunda venida, debido a que lo desairó o le pegó en su camino a la crucifixión. Dio lugar a muchos cuentos aun hasta este siglo. Nación aparentemente en Bolonia en 1233, cuando peregrinos del monasterio de Ferrara relataron que vieron a un judío en Armenia que había presenciado la Pasión de Jesús, lo ofendió, se arrepintió y se convirtió al cristianismo. Los nombres del Judío Errante varían en idiomas y tradiciones: Cartaphilus, Buttadeus, Votadio, Juan Espera en Dios, Ajasuerus, Isaac Laquedem, y Der ewige Jude. Se transformó, en efecto, en símbolo del pueblo judío todo, culpable y errante en el mundo. Este mito influyó arte y literatura, pero no produjo genocidios.

En contraste, la mentada trilogía generó máximo sadismo, y transformó la voz judío en sinónimo de diabólico. El arte medieval muestra al judío con cuernos, cola, cara satánica, postura grotesca, en compañía de puercos y escorpiones.

En el siglo XVI se produjo un cisma en la Iglesia, y nació el protestantismo, que entre otras facetas buscó recuperar las raíces hebreas del cristianismo. Pero fueron infundadas las esperanzas prematuras en que los judíos serían respetados por una Iglesia de mayor compasión hacia ellos. Lo veremos en nuestra próxima lección.

 

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 3

"…a partir del cristianismo la judeofobia se convirtió en norma. Nacía una religión masiva basada en el judaísmo, en la que el odio antijudío echó raíces, se profundizó, y se ramificó monstruosamente, con derivaciones ideológicas y aun teológicas. La judeofobia precristiana fue vulgar, poco organizada, no sistemática. En contraste, señala Marcel Simon, la judeofobia cristiana "persigue un objetivo muy preciso: despertar el odio hacia los judíos". 


 

Unidad 03: El nacimiento del cristianismo y su influencia en la judeofobia

Por: Gustavo Perednik

 

Vimos en nuestra segunda lección amplia evidencia de la judeofobia pagana, y de cómo Alejandría podría considerarse cuna de la judeofobia en general. Ello bastaría para justificar una postura como la de Edward Flannery que atribuye a la judeofobia veintitrés siglos de antigüedad. Concluimos por preguntarnos si acaso es posible argumentar que la judeofobia nació después, con el cristianismo, salteando de este modo la etapa pagana.

La respuesta es básicamente que a partir del cristianismo la judeofobia se convirtió en norma. Nacía una religión masiva basada en el judaísmo, en la que el odio antijudío echó raíces, se profundizó, y se ramificó monstruosamente, con derivaciones ideológicas y aun teológicas. La judeofobia precristiana fue vulgar, poco organizada, no sistemática. En contraste, señala Marcel Simon, la judeofobia cristiana "persigue un objetivo muy preciso: despertar el odio hacia los judíos".

Quede claro desde el comienzo que señalar las raíces cristianas de la judeofobia no implica la grosera generalización de atribuir judeofobia a los cristianos en su conjunto. Sin embargo, algunos datos básicos deben ser mencionados para aclarar la idea, y a ellos dedicaremos esta tercera lección.

La esencia del problema es que la iglesia naciente se presentó como la consumación del judaísmo, su herencia mas prístina, su legítima continuación. El cristianismo emerge del judaísmo; sus líderes fueron judíos, como sus primeros seguidores y su culto. En principio ello podría haber sido motivo de confraternidad y, en efecto, los primeros cristianos eran considerados miembros de la grey judía, y no hubo antagonismo serio entre las dos religiones mientras el Estado judío existía.

El mensaje de los primeros tenía como destinatario la Casa de Israel. Sin embargo, rápidamente quedó claro que la vasta mayoría de los judíos no iba a convertirse, sino que permanecería fiel a la ley bíblica, a la visión intransigente de un Dios trascendente e incorpóreo, y a la fe en la llegada de un Mesías que curaría el mundo al final de los tiempos.

Una vez que las incompatibilidades doctrinarias fueron obvias, la armonía original entre las dos religiones quedó condenada. El hecho de que los judíos rechazaran la nueva noción mesiánica acerca del "hijo de Dios", desconcertó a los cristianos, que basaban su fe en las Escrituras judías y en sus creencias, y por lo tanto esperaban persuadir precisamente a los hijos de Israel. Si el cristianismo era el heredero de la tradición judía, su realización más plena y su continuidad, tarde o temprano se descubrirían defectos serios en quienes persistían independientemente con la religión "superada y heredada". La vitalidad del judaísmo, de por sí cuestionaría la legitimidad de la herencia.

La escisión entre las dos religiones fue proclamada por un judío, discípulo de Jesús, Pablo o Saúl de Tarso, el verdadero fundador del cristianismo. Pablo se pronunció en contra de la observancia de la Ley que estipulaba el judaísmo, y estableció que la verdadera salvación venía exclusivamente de la fe en Jesús como Mesías. Los judíos-cristianos, o sea la minoría que aceptó ese dogma, siguieron practicando el judaísmo y fueron vistos por la nueva fe que se expandía como un fenómeno temporario (se ve en el Nuevo Testamento la Epístola a los Gálatas 2:11-21). Ellos terminaron rompiendo con Pablo cuando eventualmente repararon en que él no hacía distingos entre judío y gentil, y en que llevaba el nuevo mensaje al mundo pagano sin el marco tradicional de la ley hebrea.

Lo que queda claro es que Pablo había heredado el amor de Jesús por su pueblo. El Nuevo Testamento testimonia que ninguno de los dos habría querido ver a los judíos degradados o destruidos. Pero gradualmente, mientras el Nuevo Testamento era compuesto, la actitud cristiana hacia los judíos empeoraba. Por ello, las secciones más tempranas (las de Pablo, alrededor del año 50) están exentas de la judeofobia que se nota en las partes más tardías (el Evangelio de Juan, alrededor del año 100). En el año 140 se compila el canon más antiguo del Nuevo Testamento, por Marción, quien llega a rechazar la Biblia Hebrea en su conjunto.

El debate acerca de cuán judeofóbico es el Nuevo Testamento, excede los límites de este curso. Entre los teólogos cristianos algunos (como Rosemary Ruether) arguyen que es decididamente judeofóbico y algunos (como Gregory Baum) que no lo es en absoluto.

Sin duda, varios versículos del Nuevo Testamento describen a los judíos de modo positivo, atribuyéndoles la salvacíon (Juan 4:22) o la gracia divina (Romanos 11:28) y muchos otros pueden ser usados en el arsenal judeofóbico (y lo fueron). En ese sentido, los dos versículos más acres son aquél en el que los judíos supuestamente insisten en que Jesús sea crucificado y declaran "Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos" (Mateo 27:25) y aquél en el que Jesús los llama "hijos del diablo" (Juan 8:44).

Estos versículos y toda la gama de acusaciones con que se acusó a los judíos mientras el cristianismo crecía y se individualizaba, eran repetidos y agravados por gente que tenía poco o ningún contacto con judíos. Jerónimo, Antanasio, Ambrosio, Amulo, todos reiteran como un eco los orígenes satánicos de los judíos, o que el diablo los tienta, o que son sus socios o instrumentos. De un modo trágico el cristiano afirmaba su propia identidad por medio de descalificar al judío.

El Relato de la Crucificción

La fuente más reiterada que halló la judeofobia posterior en el Nuevo Testamento fue el relato de la crucifixión, aun cuando incluye evidentes errores históricos (que no socavan, claro está, ni el carácter sagrado del texto para los creyentes en él, ni la base teológica del cristianismo; hablamos aquí meramente en términos históricos).

Según el Nuevo Testamento, durante la Pascua judía (Pésaj) el Sanhedrín (que era el cuerpo supremo religioso y judicial de Judea durante el período romano) sometió a Jesús a juicio y lo condenó a muerte. El gobernador romano Poncio Pilato intentó evitar la aplicación de la pena, pero se sometió al veredicto "lavándose las manos" literalmente y Jesús fue entonces crucificado por soldados romanos.

La vastísima bibliografía al respecto señala varias imprecisiones en el relato, a saber:

  1. El Sanhedrín nunca se reunía en las festividades hebreas, y muy raramente aplicaba penas de muerte (a un Sanhedrín que aplicara una pena de muerte cada siete años, el Talmud lo llama "Sanhedrín devastador", a lo que el rabí Eleazar Ben Azariá agregó: "…aun cuando lo haga una vez cada setenta años"). Y en el caso de Jesús el texto exhibe una inaudita ligereza en la aplicación de la pena.
  2. Más grave aun es que ni siquiera se explicita la transgresión que justificara pena de muerte. Había crímenes que la ley bíblica penaba con muerte, pero no era el caso de proclamarse "hijo de Dios", que no implicaba ningún tipo de transgresión. Además, los romanos solían grabar en la cruz del reo la índole de su delito. En la de Jesús, INRI (Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos) alude al crimen político de sedición: nadie podía ser rey, porque el único monarca era el César. Se trata de un crimen contra Roma, castigado con un modo de ejecución romano.
  3. El rol de Pilato es triplemente sospechoso. ¿Por qué el Sanhedrín -que tenía autoridad para ejecutar las penas que imponía- solicitaría ayuda del enemigo romano a fin de "castigar" a un judío? ¿Por qué el Procurador habría de salir en defensa de un judío, cuando él era responsable de imponer el orden imperial en Judea, y en esa función ya había hecho crucificar a miles? Y por último, el conocido "lavado de manos" de Pilato es un rito (netilat iadaim) que los judíos observan hasta hoy antes de comer, al visitar cementerios, o como signo de pureza. Extraño es, pues, que así exteriorice su pureza un militar romano a cargo de la represión.

Por todo ello, lo más probable es que quienes se "lavaran las manos" fueran los miembros del Sanhedrín, en pasivo temor ante la decisión del Procurador (en ese momento la mayoría de los judíos no deseaba rebelarse contra Roma; el partido rebelde prevaleció cuatro décadas después). Y probablemente quien anunció la pena de Jesús fue Pilato mismo.

El motivo por el que los protagonistas del relato fueron intercambiados, es quizá que los redactores del Nuevo Testamento tenían en la mira la expansión del cristianismo, y para cumplir con ese objeto en el Imperio, la incipiente religión debía eximir de toda culpa al poderoso romano. Al mismo tiempo, podía tranquilamente depositar la culpa en quien no podría defenderse, el judío ya vencido.

Además, al evangelizar el mundo pagano, los cristianos no podían argüir que Jesús había sido el Mesías, puesto que ello no significaba nada para quienes no creían en la Biblia. El único argumento válido debía ser que el cristianismo era la religión original, la verdad universal para la humanidad. Para ello, el cristianismo debía ser el exclusivo poseedor de la historia de Israel.

A fines del siglo I, la Epístola de Barnabás sostiene que los judíos en rigor habían entendido mal lo que los cristianos llaman Antiguo Testamento, que nunca habría sido una ley a ser cumplirda, sino una prefiguración de la Iglesia.

A comienzos del siglo II, Ignacio de Antioquía lo resume así: "No fue la cristiandad quien creyó en el judaísmo, sino los judíos quienes creyeron en el cristianismo". Así nacía el fértil tema de que la Iglesia era, y siempre había sido, el verdadero Israel. El problema era que el pueblo al que la Iglesia reclamaba haber reemplazado, continuaba coexistiendo y, más importante aun, se adjudicaba las mismas fuentes de fe, y afirmaba su anterioridad y su autoría del Antiguo Testamento.

Se desarrolló una literatura antijudía, según la cual la Iglesia precedía al Viejo Israel, remontándose hasta la fe de Abraham e incluso a Adán. La Iglesia era así "el eterno Israel" cuyos orígenes coincidían con los de la misma humanidad. La ley mosaica era ergo sólo para los judíos, quienes con ese peso habían sido castigados por su inmerecimiento y su culto al becerro de oro. La legislación mosaica se transformaba en un yugo impuesto al Viejo Israel por sus pecados. Los judíos no sólo eran privados de su rol providencial de pueblo elegido, sino que además pasaban a ser una nación apóstata.

En los primeros siglos, el tratado cristiano más completo en contra de los judíos fue el Diálogo con Trifón de Justino, que explica cómo las desgracias que sufren los judíos son castigo divino. Y en ese marco, el peor de los mitos es el del "deicidio", el asesinato de Dios, explicitado por primera vez por Melito, obispo de Sardis, alrededor del año 150: "Dios ha sido asesinado, el Rey de Israel fue muerto por una mano israelita". Como consecuencia, "Israel yace muerto", y el cristianismo conquista toda la Tierra. Esta acusación, que fue repetida por décadas y siglos, nunca fue la doctrina oficial de la Iglesia. Pero se arraigó de tal modo en los sermones cristianos que la Iglesia debió oficialmente rechazarla durante el Concilio Vaticano II de 1965.

La Demonización del Judío

Este género de literatura judeofóbica se desarrolló mientras la judería estaba humillada, débil y vencida, cuando no constituía ningún desafío para el cristianismo. En las derrotas de los judíos, en la disolución de Judea, y en las calamidades que subsecuentemente azotaron a los israelitas, los cristianos encontraron una confirmación práctica de aquella teología, una confirmación definitiva de su creencia en que Dios estaba disgustado con los judíos y no deseaba su continuidad. Les parecía obvio e indudable que el judaísmo sería irreversiblemente absorbido en la nueva religión.

Sin embargo, después de los desastres de los años 70 y 135 (derrotas demoledoras a manos de los romanos) los judíos fueron lentamente recuperando vitalidad e influencia, y la reacción cristiana fue un nuevo embate literario.

Entre esos dos años el cristianismo se transformó en un movimiento definitivamente gentil, que ya no se focalizaba en los judíos. De acuerdo con Orígenes (s.III, Alejandría), que fue el primer erudito cristiano que estudió hebreo, los cristianos habían cumplido con la Ley aun más que los judíos, puesto que éstos la habían interpretado de un modo fantasioso y creado prácticas vanas; su rechazo de Jesús había resultado en calamidad y exilio: "Podemos afirmar con confianza que nunca serán restaurados a su previa condición, porque cometieron el más impío de los crímenes al conspirar contra el Salvador de la raza humana".

Las muchas polémicas antijudías en latín que comienzan con la de Tertuliano en el 200 conforman el género del Adversus Judaeous. La imagen del judío se deteriora más, y llega a su nadir en el siglo IV. Mientras a fines del siglo III se lo veía como un infiel, y un competidor, al concluir el siglo IV se lo creía el deicida, una figura satánica a quien Dios maldecía y por ende el Estado debía discriminar. El mismo término judío ya era un insulto.

El motivo del empeoramiento fue la difusión de la teología que explicaba las miserias de los judíos como un castigo divino por la crucifixión de Jesús. Cuando el cristianismo se convirtió en la religión dominante en el imperio (323) la judeofobia ya tenía bases muy sólidas. Había sido el producto tanto de la mentada necesidad teológica, como de la autodefensa frente al peligro de una regresión al judaísmo. Era una propaganda inevitable que necesitaba asumir que el judaísmo había muerto, aun cuando éste se negara a morir.

La Iglesia no reconocía en el judaísmo una religión distinta, sino una distorsión de la única religión verdadera, una perfidia, una rebelión obcecada contra Dios. Así lo escribieron los Padres de la Iglesia.

En el año 338 una horda en Callinicus, Mesopotamia, fue incitada por el obispo local a incendiar la sinagoga. Cuando el emperador Teodosio ordenó reconstruirla y castigar a los incendiarios, la Iglesia se le opuso. Ambrosio, el arzobispo de Milán, le pregunta en una carta a quién le importaba el incendio, si la sinagoga "es una choza miserable, un antro de insania y descreimiento que Dios mismo ha condenado". Sólo por negligencia, agrega Ambrosio, no ha hecho él mismo destruir la sinagoga de Milán. El poder imperial debe ser puesto al servicio de la fe. Amenazado en la catedral con la privación de los sacramentos, Teodosio termina por ceder. Más sinagogas fueron destruidas en Italia, Noráfrica, España, e incluso la Tierra de Israel, en la que un grupo de monjes liderados por Barsauma masacraron a muchos judíos.

En el marco de la literatura Adversus Judaeos de esa época, quien expresa la judeofobia más virulenta es Juan Crisóstomo (m. 407), para el que no había diferencia entre el amor por Jesús y el odio por sus supuestos condenadores. Advirtió a los cristianos de Antioquía que confraternizaban con "los judíos, quienes sacrifican a sus hijos e hijas a los demonios, ultrajan la naturaleza, y trastornan las leyes de parentesco… son los más miserables de entre los hombres… lascivos, rapaces, codiciosos, pérfidos bandidos, asesinos empedernidos, destructores poseídos por el diablo. Sólo saben satisfacer sus fauces, emborracharse, matarse y mutilarse unos a otros… han superado la ferocidad de las bestias salvajes, ya que asesinan a su propia descendencia para rendir culto a los demonios vengativos que tratan de destruir a la cristiandad" (en el segundo sermón de los ocho, Crisóstomo se corrige: no es necesariamente cierto que los judíos devoraran a sus propios hijos, pero igualmente "mataron a Cristo, que es peor").

El problema fundamental, con todo, no son las meras referencias de Crisóstomo y otros voceros, sino el hecho de que tanto él como los otros judeófobos de la Patrística fueron por siglos (y aún son) venerados como santos.

Por la misma época, Agustín (354-430) contribuyó al arsenal judeofóbico con la tesis del pueblo-testigo. Este obispo de Hippo en Noráfrica nunca tuvo contactos con judíos, pero explicó que los judíos subsistían a fin de probar la verdad del cristianismo. Al igual que Caín, llevan los judíos una marca. Y aunque no sólo están equivocados, sino que encarnan la maldad, "no deben empero ser asesinados".

Esta visión de los judíos permanece inalterada por siglos. Tomás de Aquino la sintetiza en 1270 cuando sostiene que "los judíos, como consecuencia de su pecado, fueron destinados a esclavitud perpetua; por ende los Estados soberanos pueden tratar sus bienes como su propia propiedad, con la sola provisión de que no los priven de todo lo que es necesario para mantener la vida". Y Angelo di Chivasso a fines de la Edad Media: "ser judío es un crimen, no punible empero por un cristiano".

El abismo teológico había crecido y ahondado. Como lo señala el teólogo anglicano James Parkes "la Iglesia no clamaba para sí la Biblia Hebrea en su totalidad. Sólo se asignaron los héroes y los caracteres virtuosos de las Escrituras, las promesas y los elogios. Descargaron en los judíos los villanos e idólatras, las amenazas y las acusaciones. Y ésta era, supuestamente, la descripción del pueblo judío hecha por Dios. Así lo predicaron asiduamente en todas sus obras, y desde todos los púlpitos de la cristiandad, domingo tras domingo, siglo tras siglo, siempre que se trataba de los judíos".

De este modo, sostener que la judeofobia nació con el cristianismo no implica saltear la hostilidad de los helenistas egipcios. Significa poner las proporciones adecuadas. La judeofobia cristiana fue incomparablemente más fuerte que sus predecesoras; fue más sistemática, con una misión de odiar al judío que era entendida como la voluntad de divina.

Un noble húngaro, Joseph Eötvösz, por la década de 1921 solía decir que "antisemita es quien odia a los judíos… más de lo necesario". Esa definición socarrona no era cierta en el mundo pagano, que en general fue tolerante para con los judíos, aun cuando no faltaron en él los judeófobos. Pero una vez que el cristianismo prevaleció, la judeofobia fue la norma, una plataforma teológica con sus propias leyes, desprecios, calumnias, animosidad, segregación, bautismos forzados, apropiación de niños, juicios fraguados, pogroms, exilios, persecución sistemática, rapiña y degradación social.

Sobre la base de todo ello, Jules Isaac audazmente tituló a su libro de 1956 Las Raíces Cristianas del Antisemitismo. Estudiaremos esas raíces y sus ramificaciones, a partir de la próxima lección.

Las cosas sencillas de la vida

Hola amigo noájida.

Muchos de los visitantes de este sitio, así­­  como de los miembros de FULVIDA han sido esclavos de esa prisión espiritual y vital que se denomina: «Jesús» (en cualquiera de los nombres que sus propagandistas le quieran dar: Yahoshua, Yeshuah, Jamelej Jamashiach, etc.).

Cuando se encontraron con el noají­­smo, pudieron descubrir que Dios demanda de ellos una vida sencilla y simple, abierta, plural, madura, racional, regocijante, sin amenazas, libre y liberadora.
Y para muchos esto les pareció «poca cosa», «demasiado fácil», «muy simple», «poco espiritual».
Es que, todaví­­a cargan en sus mochilas espirituales y existenciales con pesadas piedras «religiosas» que les inyectaron en su pasado dentro de la prisión de la religión.
Creen, porque así­­ los adiestraron, que el servicio a Dios debe ser algo rematadamente irracional, puramente emotivo, lleno de rituales complejos, de profecí­­as disparatadas, de sumisión a los deseos del lí­­der endiosado, de encasillarse en un dogma de fe oscura, de encerrarse en el recinto de su iglesia, de odio a lo que no es de su iglesia, de falsa mansedumbre y nulo amor al prójimo…
Tú que has estado encadenado en esa cárcel de ceguera y ahora tienes abierto (al menos) un ojo (espiritual) asientes a mis palabras, reconoces que es correcta esta descripción, porque sabes que es así­­… tú lo has sufrido.

Si tomamos el texto de la Torá, que es la Palabra revelada por Dios mismo, que es el libro perfecto e inmodificable que Dios ha dado, si leemos en la Torá, sin rebuscadas interpretaciones pastoriles… ¿qué encontramos?
¿Una vida de pesadas cargas religiosas, de oscuridad de la fe, de dogmas vací­­os, complicadas fórmulas que pretenden demostrar que un perdido pecador es un dios y un salvador?
¿O encontramos una vida de compromiso y responsabilidad, llena de trabajo por hacer para beneficio de la sociedad, que deja muy poco espacio para cosas irracionales, palabras rebuscadas, o complejas doctrinas que pretenden demostrar lo indemostrable?

Si eres sincero, si tienes al menos un ojo (espiritual) abierto, si te informas sin adoctrinamientos, solamente puedes llegar a una conclusión: es tu deber despojarte de esas mochilas que te pusieron en tu religión para buscar la vida verdadera, de simple y bello servicio real al Eterno.
Es tu deber adoptar la hermosa vida al estilo noájico, libre de complejidades de religión, despojada de confesiones y dogmas irrisorios ante la luz de la razón.
Es tu deber también limpiar tu alma de la sed por cosas complicadas, misticismo, rituales, objetos, etc.

Ante ti tienes todo el mundo para rectificar, y debes empezar por la calle en que vives: ¡tú mismo!

Acércate a la Luz y permite ser alumbrado para andar con humildad y sencillez junto al Eterno, para actuar con bondad y justicia contigo y con todos.

Deja de lado tu afán por rituales, por doctrinas religiosas, por cabalisterias, por cualquier cosa que te aparta del buen camino que Dios ha dispuesto para ti.

Creeme que lo que parece como tan simple, tan chato, realmente tiene una profundidad e intensidad espiritual inmensas. Estas a los pies del Trono Celestial cumpliendo con los Siete Mandamientos Universales, sin necesidad de afear tu relación con Dios con rituales que son completamente vanos y ajenos.

Así ­­ pues, amigo noájida, cuando sientas que el camino que Dios ha trazado para ti es insuficiente, recuerda Quién fue el que trazo ese camino para ti… y entonces te dedicarás con amor y reverencia a perfeccionar tu vida y el mundo.

Quedo de ti,
el Eterno te bendiga.

Doce caracterí­sticas básicas de un noájida tí­pico

Noájida

Confía solamente en el Eterno, que es el Padre celestial, que es el Creador del universo, que es el Dios Uno y Único, que es el Dios que liberó a los Hijos de Israel, que es el Dios que les entregó directamente a todo el Pueblo judío presente Su perfecta e inmutable Torá. No pone su fe en dioses humanos, ni en dioses ajenos, sino que solamente en Aquel que se manifestó a ciencia cierta delante de TODO el pueblo judío.

Se rige por un simple y estricto código que se basa en la justicia, la bondad, la verdad y la fidelidad. Acata las disposiciones de sus líderes, siempre y cuando no contradigan el código de conducta que proviene de la Torá, tal cual es iluminada por los Sabios verdaderos de Israel. No acepta como verdad espiritual ninguna palabra de otros libros que se hacen llamar «sagrados» y que son base de religiones del mundo.

Se concentra en la vida. Trabaja con libertad, ánimo, coraje, valentía, alegría en la construcción de Este Mundo, con la confianza de que está sembrando los buenos frutos que recogerá en el Mundo Venidero. La muerte es un hecho ineludible al final del camino, por el cual no hay que preocuparse, ya que el Padre celestial le ha dado la vida para que la desarrolle a plenitud. Por tanto, no teme a la muerte, no ronda en su mente todo el tiempo la idea de la muerte, no se dedica a «salvarse», no indaga con ansiedad y angustia al respecto de «cielos e infiernos», pues tiene certeza absoluta de que su cielo y su infierno dependen de sus obras en Este Mundo. Vive a plenitud, en la medida de sus posibilidades, pues confía en la Justicia y Amor del Padre celestial.

Escoge el camino por el cual andará de acuerdo a su libre albedrío, pues confía en que Dios le ha provisto de la capacidad para tomar buenas decisiones. Para actuar con corrección debe estudiar de buenas fuentes y analizar con madurez, para aprender cada vez mejor lo que es correcto. NO pasa su vida aterrorizado por el futuro. Sus líderes NO le amenazan constantemente con el infierno, castigos, tormentos, maldiciones, y otros sufrimientos inconsolables. NO achaca todos sus males a satanases y demonios, a enemigos materiales o etéreos. Sus maestros y líderes NO le exigen total sumisión ni obediencia ciega.
Por el contrario, el noájida puede y debe dialogar, preguntar, criticar con mesura, exponer sus puntos de vista, votar en las decisiones trascendentes de su comunidad, etc.

Colabora maduramente con sus hermanos judíos, pues entiende que cada uno tiene su lugar y su rol. El Eterno ha escogido a Israel para ser la nación santa, el reino de sacerdotes. Por tanto, no ataca a los judíos, no los aborrece, no los quiere suplantar, no quiere robarles su identidad única.
Con sus hermanos noájidas es solidario, colaborador, un amigo fiel, un compañero que no hace depender su ayuda o cariño de las creencias del otro.
Respeto y admisión del otro son sus patrones normales de conducta.

Predican con su acción acorde a los preceptos que Dios ha dado. NO predican con palabras altisonantes, incoherentes, carentes de fundamentos. NO envuelven con palabras complejas, que finalmente no quieren decir nada. JAMÁS amenazan, acusan, agreden, confunden, demandan furiosamente, ni apelan al sentimentalismo barato en procura de manipular a su audiencia. No dan dádivas o caridad como mecanismo para atraer adeptos, ni abusan del prójimo.

Su vida es simple, equilibrada, armoniosa. No rehuyen de los placeres, ni tampoco de sus deberes. Son responsables y comprometidos con la realidad. Carecen de rituales obsesivos, o de actos supersticiosos, o de objetos fetiches.

No tienen dogmas ni doctrinas irracionales. Están libres de doctrinas  faltas de racionalidad o carentes de valor espiritual. NO repiten lemas huecos, ni consignas de los jefes, ni frases rebuscadas pero ridículas, ni versículos fuera de contexto. Sino que desarrollan su intelecto, canalizan sus emociones, cultivan su espíritu en todos los planos que Dios nos ha dado.

Sus líderes viven de su trabajo honrado. No parasitan a los miembros de su comunidad, no amenazan con el infierno para conseguir «diezmos» u otras dádivas.
En caso de recibir sueldo de su comunidad, es un ingreso justo, de acuerdo a la tarea que realiza y al contrato laboral que la comunidad acepta abonar, tal como se paga a un secretario, a un gerente, a limpiador, etc.

La familia es un pilar fundamental. El respeto y aprecio por el cónyuge, el esmero por criar correctamente a los hijos, la unidad familiar, etc. No se abandona a la familia para correr a la «iglesia», ya que el centro de la comunidad noájica es la familia.

No acepta la discriminación negativa, el sexismo, los abusos de poder, las teocracias, el totalitarismo, la corrupción, ni cualquier otra manifestación del extravío del individuo y/o la sociedad. Dentro de la legalidad lucha para establecer justicia.

Son ciudadanos respetuosos y leales de su patria, pues es su deber espiritual participar de la vida pública para que la justicia sea establecida y sostenida.


Te ruego que hagas un ejercicio interesante.
Con total honestidad elabora una lista paralela a la que te he presentado, pero que en lugar de reflejar a un típico noájida, defina a un típico seguidor de Jesús, en cualquiera de sus miles de vertientes (católico, evangélico, bautista, falso judío mesiánico, falso judío netzarita, trinitario, unitario, etc.).
Luego, si lo deseas coméntame lo que has descubierto.
¿Te parece?

LA MUERTE – HISTORIA DE STEVEN JOBS

Tómense un tiempito para leerlo, aunque es largo, porque vale la pena. Quizás le sirva de inspiración para ver la vida de otra manera. Uno debería tenerlo a mano y cada tanto echarle una ojeadita. Así que si ya lo conocían, está bueno que haya vuelto a sus manos!
Es el texto de la conferencia que dio Steve Jobs (CEO de Apple y Pixar) en Stanford en Junio de 2005. …y  AUNQUE es una persona común como UD. y yo…es un triunfador.
 

…Tengo el honor de estar hoy aquí con vosotros en vuestra iniciación en una 
de las mejores universidades del mundo. Nunca me gradué. A decir verdad, 
esto es lo más cerca que jamás he estado de una graduación universitaria. 

 

La Muerte.
 
Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo como: "Si vives cada día 
como si fuera el último, algún día tendrás razón"
. Me marcó, y desde 
entonces, durante los últimos 33 años, cada mañana me he mirado en el espejo y me he preguntado: "Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?" Y si la respuesta era "No" durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo.
 
Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que haya 
encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque 
prácticamente todo – las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al 
ridículo o al fracaso – se desvanece frente a la muerte, dejando sólo lo que 
es verdaderamente importante. Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir al corazón.
 
Hace casi un año me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un barrido a las 7:30 
de la mañana, y mostraba claramente un tumor en el páncreas. Ni siquiera 
sabía qué era el páncreas. Los médicos me dijeron que era prácticamente 
seguro un tipo de cáncer incurable, y que mi esperanza de vida sería de tres 
a seis meses. Mi médico me aconsejó que me fuese a casa y dejara zanjados 
mis asuntos, forma médica de decir prepárate a morir. Significa intentar 
decirles a tus hijos todo lo que ibas a contarles en los próximos diez años 
en unos pocos meses. Significa asegurarte de que todo queda atado y bien 
atado, para que sea tan fácil como sea posible para tu familia. Significa 
decir adiós.
 
Viví todo un día con ese diagnóstico. Luego, a última hora de la tarde, me 
hicieron una biopsia, metiéndome un endoscopio por la garganta, a través del 
estómago y el duodeno, pincharon el páncreas con una aguja para obtener 
algunas células del tumor. Yo estaba sedado, pero mi esposa, que estaba 
allí, me dijo que cuando vieron las células al microscopio los médicos 
comenzaron a llorar porque resultó ser una forma muy rara de cáncer 
pancreático que se puede curar con cirugía. Me operaron, y ahora estoy bien.
 
Esto es lo más cerca que he estado de la muerte, y espero que sea lo más 
cerca que esté de ella durante algunas décadas más. Habiendo vivido esto, 
ahora os puedo decir esto con más certeza que cuando la muerte era un 
concepto útil, pero puramente intelectual:
Nadie quiere morir. Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir 
para llegar allí. Y sin embargo la muerte es el destino que todos 
compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y así tiene que ser, porque la 
Muerte es posiblemente el mejor invento de la Vida. Es el agente de cambio 
de la Vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo. Ahora mismo lo 
nuevo sois vosotros, pero dentro de no demasiado tiempo, de forma gradual, 
os iréis convirtiendo en lo viejo, y seréis apartados. Siento ser tan 
dramático, pero es bastante cierto.
 
Vuestro tiempo es limitado, así que no lo gastéis viviendo la vida de otro
No os dejéis atrapar por el dogma – que es vivir según los resultados del 
pensamiento de otros. No dejéis que el ruido de las opiniones de los demás 
ahogue vuestra propia voz interior. Y lo más importante, tened el coraje de 
seguir a vuestro corazón y vuestra intuición. De algún modo ellos ya saben 
lo que tú realmente quieres ser. Todo lo demás es secundario. 
Cuando era joven, había una publicación asombrosa llamada The Whole Earth 
Catalog [Catálogo de toda la Tierra], una de las bíblias de mi generación. 
La creó un tipo llamado Stewart Brand no lejos de aquí, en Menlo Park, y la 
trajo a la vida con su toque poético. Eran los últimos años 60, antes de los 
ordenadores personales y la autoedición, así que se hacía con máquinas de 
escribir, tijeras, y cámaras Polaroid. Era como Google con tapas de 
cartulina, 35 años de que llegara Google: era idealista, y rebosaba de 
herramientas claras y grandes conceptos.
 
Stewart y su equipo sacaron varios números del The Whole Earth Catalog, y 
cuando llegó su momento, sacaron un último número. Fue a mediados de los 70, y yo tenía vuestra edad. En la contraportada de su último número había una fotografía de una carretera por el campo a primera hora de la mañana, la 
clase de carretera en la que podrías encontrarte haciendo autostop si 
fueseis así de aventureros. Bajo ella estaban las palabras: "Sigue 
hambriento. Sigue alocado
". Era su último mensaje de despedida. Sigue 
hambriento. Sigue alocado. Y siempre he deseado eso para mí. Y ahora, cuando os graduáis para comenzar de nuevo, os deseo eso.

 
Seguid hambrientos. Seguid alocados. Muchísimas gracias a todos.

Resp. 79 – De errores se aprende…

Yehuda, Que pena incomodarte tanto Esta es una duda muy personal, y me gustaria que fuera privada …
ahora leyendo sobre los metodos anticonceptivos, me surge una gran duda Yo ya tengo 2 hijos, que han sido un regalo muy hermoso por parte del creador Y dado que con mi esposa decidimos que no queriamos tener mas hijos, me realice la vasectomia Esto lo realice por iniciativa propia, y de comun acuerdo con mi esposa Lo hice por que a conciencia, no crei que hubiera algo malo con esto, ya que nos permitiria tener una sexualidad tranquila, y ademas por que mi esposa tiene prohibido el usar pastillas Como debo proceder como noajida para enmendar mi error ?
Muchas gracias mi gran amigio por tus sabios consejos
Identidad en reserva.

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¿Creer en una novela?

Este texto esta dirigido a aquellos que, si bien, no son seguidores del cristianismo como fieles corderos, practicando con fervor sus ritos y creyendo del todo sus mitos, guardan en lo más íntimo de su esencia un sacro respeto por lo que su tradición inculca.

Jesús ha sido, en esta era del mundo, el más controversial personaje, con respecto a él se han tejido y destejido sectas y organizaciones religiosas grandes y pequeñas, y todo esto sin ninguna de ellas tener suficientes evidencias de su existencia, ninguna religión o secta cristiana o profesora del cristianismo tiene evidencias exactas que muestren históricamente si existió el tal jesús o no, y si realmente son verídicos los milagros y enseñanzas que supuestamente hizo y dio.

Se hace necesario entonces aclarar e investigar los orígenes más o menos reales ó simbólicos del personaje “jesús”.

 

Empecemos:

Desde hace milenios se viene practicando en occidente el culto al sol, esto tiene sus orígenes en el primer héroe solar (Nimrod), que luego dio paso a Mitra en Persia y a Atón en Egipto. El símbolo del héroe solar no ha variado nunca y esta bastante relacionado con la astrología; de los signos egipcios el más conocido es el disco solar con el punto céntrico, y la cruz (que pareciera haberse fusionado con el pez), en la simbología persa/aria tenemos tanto el pez (un óvalo lazado formando una cola), la cruz (en este caso en forma de X o svástica) y nuevamente el sol, (esta vez es un disco con rayos saliendo del mismo).

Este culto, innegablemente irracional, desde todo punto de vista, centra el culto en uno de los millones de astros de igual o mayor tamaño que existen en el espacio.

La simbología no es la única que no ha cambiado, sino que todos los héroes solares entran por el “solsticio de invierno” y salen por “solsticio de verano”… esto esta ejemplificado en los templos solares desde siempre… Una entrada grande dispuesta hacia oriente, hacia dónde nace el sol, y una cúpula al final, con un óculo en la parte superior (la puerta chica) indicando el tránsito de los “fieles”.

Además de esto, los héroes solares mueren atravesados (como peces) con una lanza y además crucificados o colgados en un madero (tal cual se coloca al pez cuando es muy grande para tomarle la foto de rigor), éstos héroes solares nacen en la era de aries (lo que les vale para decir que son “corderos redentores”) y mueren en la era de piscis.

Jesús no es diferente al resto de los héroes solares, pues al igual que sus anteriores referentes nació en solsticio de invierno, en la era de aries, igual que sus pares estudió la magia y las tradiciones ancestrales de la idolatría, se proclamó así mismo: hijo de un dios, cordero que redime, salvador de los pueblos, único camino para conseguir la vida eterna, no dejó escritos propios sino que utilizó a sus discípulos para que escribieran sobre él, vivió una supuesta vida ascética, murió crucificado y atravesado por una lanza, y ascendió en el solsticio de verano.

Creo que durante las decenas de concilios que tuvieron que efectuarse para acordar las definitivas leyes y dogmas cristianos se tuvo muy en cuenta la historia universal de los héroes solares.

Ahora bien, pareciera que yo estuviera hablando de algo real, de algo, que aunque es descabellado, es probable que sea una visión cultural de D-s en occidente.

Pues no, estoy planteando todo esto para que no quede duda de que, desde Nimrod hacia acá, no ha existido ningún héroe solar, todos y cada uno de los héroes solares, tanto egipcios, como griegos, y así el último que es greco-romano no han sido sino mitos, leyendas sin fundamentos, historias entretejidas alrededor de una figura humana equis, existente en equis siglo… Zoroastro, Mitra, Apolo, Jesús no fueron sino instrumentos de unos aprovechados que, conociendo la tradición, implantaron una religión, idéntica a la anterior, solo que cambiaba de personaje.

Ahora bien… así como la tradición hebrea muestra a Nimrod, para aleccionar, así mismo muestra a un tal Ieshu (cuyo nombre es acrónimo coincidencialmente de Iemaj Shemó Vezijró lo que traducido es: que su nombre y recuerdo sean borrados)      

Que lejos está de ser lo que los evangelios muestran; 

Según la tradición hebrea Ieshu HaNotzri nació en el año 3671 de la Creación (año 90 antes de la Era Común)

Fue hijo de una mujer llamada Miriam que estaba casada con Iosef. Miriam cometió adulterio con un romano llamado Pantera y tuvo que esconder el origen del niño para no ser culpada de tan terrible delito y evitar que su hijo fuera considerado bastardo.

Hizo sus primeros estudios con el Rabí Iehoshúa ben Perajiá en el país de Egipto. Así que fue en su estancia en Egipto en donde Ieshu se inició en la brujería y la idolatría.

Al ser llevado su maestro a Israel por Shimón ben Sjhataj, Ieshú lo siguió. Dice el Talmud (Sanhedrin 107b), que fue un pésimo alumno de Rabí Iehoshua. Aterrorizado por el vil proceder de Ieshu, Rabbí Iehoshúa lo echó y lo rechazó como alumno, aunque luego de un tiempo le dio una segunda oportunidad, pero Ieshú lo rechazó y le contestó: "He aprendido que aquel que peca y hace pecar a otros no tiene derecho a arrepentirse", rechazando el ofrecimiento de Iehoshúa.

De acuerdo a los sabios Ieshú tuvo cinco discípulos: Mattay, diminutivo de Matitiyahu (Mateo); Nakay al parecer Lucas; Nétzer; Buny o Bunay; Todá, adaptado de Taday (Tadeo).

Ieshú sacó sus ideas paganas y poderes para realizar prodigios de la brujería que aprendió en Egipto, aprendió ciencias ocultas y perjudiciales. Ante esta situación un tribunal legalmente constituido, y con todas las garantías y de acuerdo al derecho vigente, lo halló culpable de crímenes capitales, siendo condenado a dos penas de muerte y muriendo apedreado a la edad de 36 años, una víspera de Pesaj. Su cadáver fue colgado de un madero, como modo simbólico de cumplir la segunda sentencia a muerte.

Ieshú ben Pantera no fue ni rabí, ni profeta, mucho menos el Mesías:

Ieshú no fue el Mesías pues no estuvo sobre el trono de David, ni dominó sobre el reino judío, ni trajo paz y justicia a los ciudadanos de Israel, en pocas palabras no se cumplieron en él las profecías mesiánicas.

Ieshu no era rabino, por no haber cursado los cursos correspondientes, por no haber aprobado los exámenes, y no llevó una vida que fuera apropiada a tal título. El título de rabino se puede cancelar inmediatamente dependiendo de la conducta adecuada o no de la persona, como ocurre con el oficio de doctor o abogado. Más bien fue un brujo y pecador.

Ahora bien, a nadie que tenga dos neuronas como mínimo funcionando en su cerebro puede caberle la menor duda de que en jesús y en mucho de lo que se le atribuye como doctrina no se puede, es un error demencial, creer.

Les pondré un ejemplo: Usted conoce a una persona mentirosa, ha dicho a todos sus amigos y conocidos muchas mentiras, usted ha escuchado de él mucha mentira, y de pronto viene a usted y le ofrece alguna cosa… ¿sería capaz de confiar usted en alguien que tenga fama de ser mentiroso/estafador?

Es una mentira/estafa creer en algún héroe solar, es una pérdida de tiempo y energía, además de ser un daño profundo para el acerbo espiritual de la persona.

De ninguna manera una persona puede confiar, practicar, celebrar, estar de una u otra manera vinculado a la errónea creencia mítica de jesús, es imperdonable que se lo considere en términos históricos como “un buen hombre”, no solamente porque no existe certeza de ello, sino porque hay una advertencia en el mito de Ieshu HaNotzri para aquellos que deseen ser fieles a la verdad.

Les pondré otro ejemplo: Usted lee un libro sobre algún tipo que vivió hace miles de años, el libro es una novela, en él se presenta al protagonista como un santito se inventan hechos milagrosos de él, evidentemente el protagonista existió, pero todo el adorno fue surgido de la imaginación del autor de la novela. Anterior a la publicación de dicha novela, historiadores han encontrado un escrito referente al tal personaje, el único existente para la época, escrito por personas honradas, en él se advierte que el personaje en cuestión era tracalero, no era de confiar… los historiadores y arqueólogos no saben nada más, no hay registros de que existió el tal hombre, no hay pruebas que demuestren ni bien ni mal… solo la advertencia ha sido encontrada. Y el otro libro que existe es la novela adornada con la mente de un autor que quizás lo que quiere es ganarse un dinerillo publicando la novela.

¿Sería usted capaz de confiar ciegamente en lo publicado en la novela?, supongamos que no crea en la advertencia antigua; sería mucha estupidez creer en una novela de reciente data… lo más sano es simplemente no creer, no tomar para nada en cuenta al sujeto en particular…   

Para concluir, si usted desea ser libre, no se deje seducir por la religión, no tiene ningún sentido creer en algo vacío, si desea verdadera agua refrescante para su sed espiritual, no tome Coca Cola, tome del agua de vida que brota de la Torah. No hay palabra sensata (atribuida) a jesús que ya no haya sido dicha antes en la Torah… de hecho, no hay enseñanza más fresca y constructiva que la que emana de la Torah… lejos de complicaciones, de teologías elaboradas…

Tan solo practicar la bondad, creer en un solo Dios y ser justos y equilibrados. Nada más… sin intermediarios, sin fiestas escandalosas, sin celebraciones al sol ni a la luna, sin medidas estrictas de vestimenta, relaciones personales y/o instrucción académica.

Solo espero que en vísperas de Pesaj, así como los hijos de Israel celebraran su libertad, muchos noajidas también se hallen libertos de sus yugos…

Basado en enseñanzas del moré Yehuda Ribco.

Resp. 78 – Pureza de creencia, de pensamiento, de sentir y de acción

Shalom estimado More:
Aprovechandome su tolerancia y sabiduria, le suplico me aclare las siguientes dudas:
1–hubo algo realmente original en el mensaje de j–s, en su epoca, porque tengo la impresion de que lo que dijo, ya todo estaba el Tanaj.
2–en el Tanaj, como interpretar o asimilar los pasajes donde Hashem aparece como vengativo o sanguinario, se que debe haber una forma correcta y edificante de entenderlo.
3–hay o podria haber una forma de verificar o certificar, que el nivel de conocimientos y preparacion de un noajida, son los adecuados como para dirigir una comunidad de manera correcta.
Todas estas dudas son no solo mias, sino tambien de algunos de los hermanos con los que me reuno a platicar.
le agradezco su paciencia y sabiduria.
Que Hashem lo colme de bendiciones… Shalom
Ramon Sanchez M
orelos- Mexico

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Algunas puntualizaciones

Shalom.
Conversando con amigos noájidas, entablando nuevos contactos, ampliando el conocimiento de la identidad noájica me he topado a menudo con algunas dudas, temores, anhelos, ideas, creencias, suposiciones, que quisiera ahora puntualizar.
Son solamente algunas de ellas, si Dios quiere y con tu ayuda podremos ir mejorando esta lista.

  1. Los noájidas son algo así como el hermanito tonto y desvalido de los judíos.
    ¡FALSO!

    El Padre celestial le ha brindado a los noájidas una identidad espiritual muy bien definida, les ha provisto de elementos para nutrir su identidad, los ama y quiere que desarrollen todas sus potencialidades como noájidas.
    Noájidas y judíos somos ciertamente hermanos, descendientes de la misma pareja inicial humana, criaturas todos de Dios. Pero no hay inválido ni perfecto, solamente hay diferencias de roles que debemos cumplir. Tal como ha designado el Padre celestial y no por capricho de las personas o las colectividades.

    Los noájidas han de tomar la mano firme que le brindan algunos maestros judíos. Entiende bien que no son TODOS los judíos, ni el judaísmo el judaísmo, sino algunos maestros, aquellos que están interiorizados con los mandamientos y reglamentos que el Eterno les ha conferido y desean servirlos como la "Luz para las naciones" que el profeta visualizó hace casi tres mil años.

  2. Los noájidas deben formar parte, estar asociados o recibir asistencia de alguna comunidad judía.
    ¡FALSO!
    Los noájidas no son ni niños pequeños, ni personas ineptas.
    Está en manos de cada noájida como individuo el formar asociaciones de noájidas, el incrementar el conocimiento de Dios, el fomentar la vida noájica.
    Está también en sus capacidades y derechos el querer fundar institutos de amistad con organizaciones judías, etc. Pero, esto no es lo fundamental en su rol como noájidas.
    Su rol, el que Dios ha definido para los noájidas, es el de desarrollar Este Mundo a plenitud, colaborar en hacer del mundo un lugar de santidad. Por medio de las buenas obras, de la justicia, la caridad, la bondad, la solidaridad, el estudio, el compromiso, etc.
    Como algo absolutamente superficial y accesorio está el hecho de formar alianas culturales con organizaciones judías o convertirse en apéndices de instituciones judías.

  3. El noajísmo es un paso intermedio hacia la conversión al judaísmo.
    ¡FALSO!
    Nuevamente esta creencia errónea está muy difundida y es muy perjuicial.
    Al igual que las anteriores demuestra una falta de conocimiento de la identidad noájica así como una escasa autoestima en su condición de noájida.
    El noajísmo es una meta en sí misma, es la meta espiritual para aquellos que han nacido como gentiles, por Voluntad de Dios.
    Algunos pueden querer convertirse a judíos, pero por cuestiones meramente individuales, no porque ésta sea la finalidad de la espiritualidad noájica.

  4. Los noájidas no pueden dirigir sus comunidades noájicas, eso debe hacerlo un rabino.
    ¡FALSO!
    La comunidad noájica es la casa grande para el individuo y la familia noájica.
    En cada hogar es el jefe de familia el que lidera, sea este jefe el padre, la madre, ambos o algún otro; algo similar debe ocurrir con la comunidad de noájidas.
    Cada una encontrará el estilo que le es más acorde a su idiosincracia, más democrática, mas verticalilsta, paternalista, consejos directivos, etc. Marcando sus pautas, dirigiendo su vida con madurez y compromiso hacia los valores que son parte integral de la cida noájica.
    Por supuesto que la asistencia de algún maestro judío capacitado, sea rabino o no, es de absoluta importancia, para tener el enlace vital con la Torá y con los que han de servir como "sacerdotes entre las naciones".

  5. El noajísmo es una religión.
    ¡FALSO!
    Tal como ya hemos enseñado es una forma de vida, que no deja de lado la nutrición correcta de la espiritualidad de acuerdo a lo q es esencial para el noájida.

  6. La comunidad de noájidas es una iglesia.
    ¡FALSO!
    La comunidad de noájidas es la reunión de noájidas en torno a un centro comunitario. Esta mancomunidad de individuos tiene varias finalidades, que ya hemos expuesto en un texto anteriorimente.
    Por supuesto que la comunidad noájica provee de asistencia en el plano espiritual, pero es la antítesis de una iglesia, pues no se funda en dogmas, en le fe ciega, en la sumisión, en los rituales vacíos o en la falsa espiritualidad.

  7. El noajísmo es anti-misionero.
    ¡FALSO!
    El noajísmo es un modo de vida integral. Su identidad no se fundamenta en estar en contra de algo, no es un movimiento reaccionario, sino que nace por Voluntad divina y tiene marcado desde Arriba un claro camino de plenitud.
    Una de sus facetas es servir como guía para los que buscan la Luz celestial, el abrazo con el Padre celestial, y por esto debe necesariamente decir un "NO" rotundo a toda idolatría, y muy particularmente a la que se hace pasar por santidad y reemplazante de la Alianza de Dios con Israel.
    Así pues, el noájida no es anti-misionero, pero se opone con firmeza a toda la corrupta farsa que estos personajes (los misioneros de toda índole) quieren imponer con astucia, violencia, humillaciones u otras maneras enfermizas.

Hasta aquí por el momento, envíame por favor sugerencias para seguir actualizando esta página.