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Shavuot y noájidas

¡Shalom!

En la festividad de Shavuot recordamos la Revelación del Eterno al Pueblo de Israel, en el monte Sinaí a los 50 días de haber salido de Egipto. En aquel 6 de Siván del 2448 (año de la Creación; 1312 AEC), en un imborrable evento el Eterno entregó a la nación judía la Torá:

  • Los tres primeros tomos del Pentateuco (Torá Escrita), que serían completados al final de la travesía de 40 años por el desierto.

  • La Torá Oral, que es la inseparable compañera de la Torá Escrita, pues alumbra los pasajes poco claros, explaya las normas de conducta, dota de dinamismo a la letra inmodificable de la Torá.

  • Las Tablas de la Alianza las cuales llevaban grabadas el Decálogo (erróneamente conocido como «Diez Mandamientos»).

Desde un punto de vista literal así como metafórico el día de Shavuot es considerado como el de las nupcias de Dios con Israel, siendo la Torá el contrato nupcial inquebrantable entre ambos1. La novia, Israel, aceptó la propuesta matrimonial y desde entonces (y por siempre) los cónyuges se mantienen enlazados (a pesar de las desavenencias que puedan surgir del contacto cotidiano).

El profeta Isaías es muy explícito al respecto:

«Porque tu marido es tu Hacedor; el Eterno de los Ejércitos es su nombre. Tu Redentor, el Santo de Israel, será llamado Elokim de toda la tierra.» (Ieshaiá / Isaías 54:5)2

El profeta Ezequiel incluso es más detallado:

«Pasé junto a ti y te miré, y he aquí que estabas en tu tiempo de amar. Entonces extendí sobre ti Mis alas y cubrí tu desnudez. Te hice juramento y entré en pacto contigo; y fuiste mía, dice el Señor Elokim.» (Iejezkel / Ezequiel 16:8)

Matrimonio perpetuo, sin divorcios ni «nuevos pactos», que se fortalecerá en la Era Mesiánica:

«Te desposaré conMigo para siempre; te desposaré conMigo en justicia y derecho, en lealtad y compasión. Yo te desposaré conMigo en fidelidad, y conocerás al Eterno.» (Hoshea / Oseas 2:21-22)

Al aprender acerca de este aspecto «conyugal» en la relación entre Dios (el Novio) y el Pueblo judío (la Novia), no es de extrañar que la Torá no estableciera una semana de festejos, como en las otras fiestas de peregrinación (Pesaj y Sucot), sino tan solo un día3 de íntimo regocijo. No hay actos solemnes que efectuar, a diferencia de como se ofrendaba antaño públicamente el sacrificio de Pesaj en la fiesta que lleva su nombre; ni aparatosas chozas que habitar, tal como se sigue haciendo para Sucot. Es un día de dicha y pausa para el espíritu, sin ostentaciones públicas. A lo sumo, en épocas del Templo, cada granjero llevaba las primicias de sus frutos en modestos canastos de mimbre4, tal como la pareja de novios se debe presentar en toda su pureza en el día de sus esponsales, para ofrecerse mutuamente sus «primicias».

Así planteadas las cosas, ¿qué pueden hacer los noájidas en Shavuot? No es una celebración que les corresponda por derecho, puesto que la Torá ha sido dada a Israel, y como vemos es una celebración íntima, «de la pareja» en su aniversario de bodas.

Por tanto, al igual que con la mayoría de las festividades y tiempos consagrados, los noájidas NO DEBEN apropiarse de esta festividad, ni celebrarla a la manera en que los judíos lo hacen.

Sin embargo, tienen abierta la puerta para marcarlo como un «día especial» en su calendario anual, puesto que:

  • se regocijan por la alegría de sus hermanos judíos;

  • la Revelación de Dios en Sinaí y la entrega de la Torá al pueblo judíos sirve como punto de referencia para aceptar la guía de los maestros judíos apegados a la Tradición5; y

  • junto con la entrega de la Torá a Israel, el Eterno reconfirmó como válido y perenne el Pacto que había establecido con las otras naciones de la tierra, es decir, con los noájidas. Por tanto, en Shavuot los noájidas NO celebran la entrega de SUS leyes, pero sí la confirmación de su pacto noájico con Dios6.

¿Cómo pueden hacer de este día uno «especial», sin inventar una nueva religión, cosa que está severamente prohibido por Dios?

Te daré algunas ideas, que quizás tú puedas adoptar y compartir con tus allegados y comunidad noájica:

  • Cena festiva con familia y amigos. Que el motivo de la misma sea la alegría de reconocer que el Creador no ha dejado el mundo librado al azar, sino que constantemente vela por nosotros, y por esto ha establecido buenas leyes que debemos cumplir.

  • Reunión especial de estudios de las partes permitidas de Torá para noájidas. Dedica con esmero tiempo para el estudio de los mandamientos que debes cumplir como noájidas, de modo tal de hacer del estudio algo más que un momento de reflexión «filosófica».

  • Relee el relato de la Revelación en Sinaí, Shemot / Éxodo del capítulo 18 al 20, y guíate con enseñanzas de maestros verdaderamente judíos, para aprender sin caer en error.

  • Por supuesto, hazte un momento para orar al Eterno, y entre las líneas de tu conversación con Él agradéceLe por Su bondad de haber entregado la Torá a Israel y el camino noájida para ti.

  • Por supuesto, ayuda a tu prójimo judío a que celebre esta festividad tal como él debe hacerlo. Si el judío es tu empleado, dale franco este día y proponle que se conecte con alguna comunidad judía para aprender (si no sabe) lo que debe hacer. Si el judío es tu vecino, salúdalo por la festividad de Shavuot, y pregúntale si le puedes ayudar en alguna cosa. Si tu vecino es judío y poco conocedor de sus tradiciones, pídele que visite serjudio.com, o cualquier otro sitio kosher de judaísmo, ANTES de Shavuot. En fin, sé creativo para darle una mano a tu hermano judío.

  • Dona dinero para obras de beneficencia, centros de estudio de judaísmo, fundaciones que promueven el noajismo. Recuerda que el corazón generoso es especialmente cuidado por el Padre. Y ten presente que de la manera como compartes de lo que has recibido como bendición, es como del Cielo comparten contigo bendiciones.

Un gran abrazo a todos mis hermanos, noájidas y judíos, que a pesar de las dificultades aman intensamente a Dios y desean servirLo y por tanto aman a su prójimo y le ayudan.

Y un afectuoso saludo a ti, hermana/o y amiga/o, que todavía estás bajo el liderazgo equivocado pero que sabes que pronto te liberarás y nos acompañarás en el Camino del Bien y de Luz.

Shalom y bendiciones, cuídate y goza de lo permitido

Moré Yehuda Ribco


«La persona generosa será prosperada, y el que sacia a otros también será saciado.» (Mishlei / Proverbios 11:25) Haga clic aquí para saber cómo colaborar con nosotros… GRACIAS!

Notas:

1- Así lo ve el Midrash, la Torá Oral que Dios reveló a Moshé, y que llegó hasta nuestros días a través de la transmisión oral. y la obra de los Sabios de Israel. El Midrash nos enseña incluso que muchos de los elementos de la boda judía son tomados del encuentro que se produjo en el monte Sinaí hace tantos cientos de años. El palio nupcial en recuerdo del monte que estaba por encima del Pueblo; las velas, en recuerdo a los relámpagos que surcaban el cielo; la quebradura de un vaso, como las Tablas de la Alianza rotas al final de la ceremonia nupcial; entre otros elementos (ver TB Brajot 47a; Pirkei deRabbí Eliezer 41 y 45; Jatam Sofer en Iturei Torá; al Tashbetz Katán 464 y 465; Rashi a Shemot 19:17).

Es de hacer notar que en muchas comunidades sefarditas antes de la lectura de la Torá, con el heijal abierto, se lee una ketubá -contrato nupcial- preparado por el R. Iosef Najara, que celebra el matrimonio entre el Eterno e Israel.

2- En las Escrituras, diez ocasiones se menciona el matrimonio de Dios con Israel. Es en consonancia con esta identidad «femenina» de Israel en esta festividad que no hay héroes en Shavuot, ni personajes masculinos a recordar; sino una mujer, Rut la moabita, que habiendo nacido gentil decidió con intensa voluntad convertirse al judaísmo legalmente. Además, Rut es recordada también por el matrimonio que contrajo luego de su conversión; unión que a la postre traería al mundo la semilla de la redención final, pues de sus descendencia nació el rey David y de allí vendrá el futuro monarca de Israel: el Mashiaj.

3- Por cuestiones históricas que no vienen al caso explicar ahora, en la diáspora se celebra Shavuot durante dos días consecutivos, el 6 y 7 de Siván.

4- Ver Devarim / Deuteronomio 26:1-16.

5- «Entonces Moshé [Moisés] subió para encontrarse con Elokim, y el Eterno lo llamó desde el monte, diciendo: -Así dirás a la casa de Iaacov [Jacob] y anunciarás a los Hijos de Israel: Vosotros habéis visto lo que he hecho a los egipcios, y cómo os he levantado a vosotros sobre alas de águilas y os he traído a Mí. Ahora pues, si de veras escucháis Mi voz y guardáis Mi pacto, seréis para Mí un pueblo especial entre todos los pueblos. Porque Mía es toda la tierra, y vosotros Me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa.’ Éstas son las palabras que dirás a los Hijos de Israel.» (Shemot / Éxodo 19:3-6)

El ser un pueblo de sacerdotes, significa estar encargados de hacer llegar las cosas del Eterno a los que nos son parte del pueblo de sacerdotes, es decir, a los gentiles.

6- «Moshé, nuestro maestro, entregó la Torá exclusivamente a Israel, por orden del Eterno… al gentil que no se quiere convertir al judaísmo no se lo obliga a aceptar los mandamientos de la Torá ni a estudiarla; no obstante, Moshé reconfirmó por orden del Eterno que los gentiles deben adoptar para sí los preceptos que Dios le había ordenado a Noaj y sus descendientes… el gentil debe cumplir con los preceptos para las naciones porque es lo que ha ordenado Dios en Su Torá y lo ha declarado por intermedio de Moshé…» (Maimónides, Hiljot Melajim 8:10, 11)

Texto originalmente publicado en serjudio.com

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 12

  Einstein es autor de la teoría del chivo expiatorio que, sin embargo, es insuficiente. Ella se limita a describir cómo la judeofobia puede utilizarse, pero no por qué existe…   En cuanto al caso de la Iglesia, su rol en la historia de la judeofobia fue central y paradójico. Así lo definió James Darmesteter en 1892: "El odio de la gente contra el judío es obra de la Iglesia, que los protege de las furias que ella misma ha desatado". Algo similar puede decirse de los ataques obsesivos que sufre Israel. La ONU no es responsable por el terrorismo contra los judíos, pero por medio de reiteradamente perdonar ese terror y sistemáticamente condenar a Israel, alienta al terrorista haciéndolo sentir socio de la comunidad internacional en su lucha contra el sionismo.

 


 

Unidad 12: Teorías acerca de la judeofobia; una perspectiva

Por: Gustavo Perednik   

Hemos transitado un camino de odio sin parangón. Le pusimos el nombre apropiado y delineamos la mitología que lo sostuvo. Vimos la verdad del sacerdote Edward Flannery cuando escribió que la judeofobia "es el odio más antiguo y más profundo de la historia humana. Otros odios pudieron haberlo sobrepasado en un momento determinado, pero todos ellos regresaron oportunamente a un papel apropiado en el basurero de la historia".

Uno de los propósitos centrales de nuestro curso es precisamente despertar la conciencia acerca de la singularidad del fenómeno, un monstruo de dimensiones que no permiten reducirlo a simple "prejuicio de grupo", como a veces hacen personas bienintencionadas, judíos y no-judíos por igual. Un ejemplo bastará para explicarnos.

Ana Frank escribió en su diario íntimo durante el Holocausto: "Quién nos ha infligido este mal? Quién nos ha hecho a los judíos diferentes de todos los pueblos? Quién ha permitido que suframos tan terriblemente hasta ahora?… Siempre permaneceremos judíos, y así lo deseamos". Sin embargo, los autores de la versión de Broadway del Diario de Ana Frank le hacen decir a la nia: "No somos el único pueblo que ha debido sufrir… a veces es una raza y a veces otra…" Con esta metamorfosis la judeofobia queda universalizada, y pasa artificialmente a ser parte de un odio más general y abarcativo. Este método no ayuda a entender el fenómeno. Por ello en ésta, nuestra última clase, intentaremos no caer en el error, y explicaremos la judeofobia sin privarla de su singularidad.

Cinco Pensamientos Sionistas

Albert Einstein escribió la siguiente parábola: Una vez un joven pastor le dijo a un caballo: "Tú eres el animal más noble de la Tierra. Tu felicidad sería completa si no fuera por el ciervo traicionero. Desde su juventud viene trabajando para que sus patas corran más que las tuyas. Así se te adelanta a los pozos de agua. Pero no desesperes. Mi sabiduría y mi guía te liberarán de tu estado ignominioso". Enceguido por envidia y odio por el ciervo, el caballo aceptó. Se sometió a la brida del pastor, perdió su libertad y fue esclavo del joven. El caballo representa un pueblo; el joven, una clase o pandilla que aspira al poder absoluto; el ciervo, a los judíos. El caballo sufre, y cuando ve al ágil ciervo su vanidad es aguijoneada.

La explicación de Einstein se conoce como la teoría del chivo expiatorio, según la cual la judeofobia es orquestada por líderes que desean desviar el descontento popular. Al confrontarse con su inhabilidad para satisfacer a sus subordinados, los gobernantes frecuentemente recurrieron a buscar "el Otro", algún grupo distinto de la mayoría, a fin de achacarle el descontento reinante. En la historia europea, los judíos fueron el "Otro" más permanente.

Sin embargo, la teoría del chivo expiatorio es insuficiente. Ella se limita a describir cómo la judeofobia puede utilizarse, pero no por qué existe. Para que haya chivo expiatorio judío, los judeófobos deben estar allí desde el comienzo. Además, no todo estallido judeofóbico fue el resultado directo de que reyes o jefes desviaran resentimientos.

El hecho es que una vez que la judeofobia se arraigó en la cultura europea, cobró vida propia, y fue transmitida de padres a hijos generación tras generación. Esa "vida propia" es nuestro tema, no sus usos múltiples. La judeofobia fue parte del "sentido común" en la mayor parte de las sociedades europeas una vez cristianizadas. En la primera clase citamos al húngaro que definía como judeófobo a quien "odia a los judíos más de lo necesario". Ese "sentido común" sobrevivía mucho después de que se olvidara quién los puso en funcionamiento y por qué.

Los mitos que estudiamos fueron el intento de la sociedad gentil de justificar este odio culturalmente aceptado y heredado. Los gentiles no atacaron a los judíos "debido a que" creían que éstos habían matado a Dios. Casi al revés: fueron creando el mito del deicidio a fin de atacar a los judíos y de este modo ventilar sus frustraciones e ira, y descargarlas en los hombros de una población indefensa.

En cuanto a por qué precisamente los judíos debieron ser "ciervos", Einstein da un paso más allá del chivo emisario, y dice: "Porque había judíos entre todas las naciones y porque estaban demasiado dispersos como para poder defenderse a sí mismos contra la violencia desatada contra ellos".

En otras palabras, los judíos serían atacados por su indefensión. La hipótesis fue planteada allá por 1860 por Peretz Smolenskin, un filósofo del nacionalismo judío que fundó el mensuario hebreo Hashajar. Para Smolenskin, las raíces de la judeofobia yacen en el desprecio ante la inferioridad nacional de los judíos, y por ello el mal podía revertirse sólo si había una autoafirmación práctica de la nación judía. Smolenskin no se equivocó cuando advertía que los ataques judeofóbicos en Rusia y en Alemania no eran aberraciones temporarias como querían unos, sino el adelanto de horrores peores que vendrían.

Muchos otros pensadores sionistas tuvieron la visión de percibir ese carácter dinámico e insaciable de la judeofobia. Algunos sugirieron que acechaba aun la destrucción física total de los judíos. Uno fue Moisés Lilienblum quien al presenciar los pogroms de 1881, atribuyó las raíces de la judeofobia a instintos hostiles de la sociedad gentil. Ningún decreto de igualdad podría garantizar la convivencia con los judíos. Al usar el término "instintos", Lilienblum aludía a la antigedad y la profundidad de la judeofobia, que permitían una manipulación fácil y constante.

Su contemporáneo León Pinsker coincidió, pero fue aun más lejos (tal vez demasiado): como la judeofobia es una enfermedad hereditaria que puede rastrearse a más de dos mil aos, es sencillamente incurable. Incluso la refutación racional más convincente de todos y cada uno de sus mitos, no tendría éxito en desmantelar los su estructura mental y su práctica, ni tampoco el impulso maligno que la alimenta. Como vimos, Pinsker acuó la palabra "judeofobia". Para él, los judíos eran un "pueblo fantasma". El mundo veía en ellos la horrorosa imagen de un cadáver caminante. Carecían de unidad, estructura, tierra y bandera, eran un pueblo que había cesado de existir y sin embargo continuaban con una semblanza de vida. Eran siempre huéspedes y nunca anfitriones. Y como el miedo a los fantasmas es innato, dice Pinsker, no sorprende que este temor crezca aun más cuando se trata de una nación aparentemente muerta, que se muestra como viva. Ese encono abstracto, casi platónico, llevó al mundo a ver en los judíos como grupo, la responsabilidad por los crímenes (reales o supuestos) de cada uno de sus miembros. El terror del fantasma judío fue heredado y fortalecido con el transcurso de innumerables generaciones. La judeofobia era para Pinsker una hija bastarda de la demonología. Con profundas raíces en todas las razas, el miedo al judío-fantasma era una psicosis hereditaria.

En los aos cuarenta, otro visionario sionista, Zeev Jabotinsky, hablaba del "antisemitismo de las cosas" en contraste con el "antisemitismo de los hombres". En algunos casos la judeofobia era parte de la sociedad y no necesitaba de la aquiescencia de los hombres. Volvía una y otra vez incluso si no se la provocaba.

Todas esas explicaciones fueron formuladas por pensadores sionistas, que vieron en la judeofobia una respuesta casi instintiva de las naciones hacia el judío desprotegido. La desprotección de los judíos, a pesar del mito judeofóbico que seala lo contrario, era (y es) evidente. Los judíos no pudieron evitar que un tercio de ellos fuera asesinado hace medio siglo; ni siquiera lograron convencer a los gobiernos occidentales a bombardear los campos de la muerte o las vías férreas que conducían hacia ellos, ni que EE.UU. declarara la guerra a Hitler (Washington entró tardíamente a la guerra en respuesta a la agresión japonesa en Pearl Harbor).

Las teorías presentadas son por ende sionistas, porque intentan enfrentar la judeofobia por medio de darles a los judíos poder real para de, como por ejemplo en un Estado propio. Pero además de las teorías de la indefensión, hay muchas otras. Hasta el momento ningún trabajo las ha presentado todas. Siguen algunas, categorizadas en cuatro disciplinas.

Sociología y Psicología

Las teorías sociológicas se centran en qué rol le cupo a los judíos en diversas sociedades, rol que los expuso a un encono especial. Por ejemplo ser prestamistas durante la Edad Media, o "siervos de cámara" de reyes y nobles, o colectores de impuestos de los campesinos. Por estos roles, Fritz Lentz ve en la judeofobia una forma del rencor que puede sentir el proletario hacia los ricos.

Desde una perspectiva similar, Bernard Lazare contendió en El anti-Semitismo, su historia y sus causas (1894) que la utilidad de la judeofobia era que empujaría el socialismo (Lazare se corrigió después del caso Dreyfus). Las explicaciones económicas llegan hasta a atribuir a los judíos todo el sistema económico, tal como Henri Pirenne hace derivar de ellos el advenimiento de la modernidad, o Werner Sombart, quien en 1911 consideró que los judíos eran la causa del capitalismo.

Hechas estas exageraciones a un lado, debemos tener en cuenta que los factores económicos no crean la judeofobia; sólo la exacerban. Los judíos fueron perseguidos en los estados económicos más diversos. Más judeofobia sufrieron las masas pobres de Rusia que los empresarios del Canadá. En cierto modo, la posición socioeconómica de los judíos fue consecuencia (y no causa) de la judeofobia. Si los judíos se dedicaron a prestar dinero, es porque las probabilidades de las inminentes expulsiones los obligaban a invertir en contante y sonante, y no en propiedades. O porque la posesión de tierras les era prohibida. O porque otras profesiones les estaban vedadas en corporaciones que sólo aceptaban cristianos. Así lo resumieron Prager y Telushkin: "Los judíos no fueron odiados porque prestaban dinero. Prestaban dinero porque eran odiados".

En muchas ocasiones, entonces, los judíos aparentaban poder porque sus cargos los transformaban en cara pública de las elites que gobernaban. Algo similar ocurre cuando ejercen de abogados, médicos, maestros, psicólogos o asistentes sociales, y por ello parecen detentar un poder en rigor inexistente.

La explicación sociológica arguye que como los judíos parecen tener poder, son blanco predilecto de la ira cuando el sistema social acucia a los sectores más necesitados. De acuerdo con Michael Lerner en esto precisamente radica la singularidad de la opresión de los judíos: una vulnerabilidad escondida, sin que importe cuánta seguridad económica o influencia política lleguen a tener judíos en el plano individual. Los judíos no pueden estar seguros de que no serán nuevamente blancos de ataques populares si la sociedad en la que viven entra en períodos de grave presión económica o conflictos políticos.

Pero para entender por qué los judíos parecen tener poder, debemos dejar la economía y sumergirnos en la psicología. Las teorías psicológicas sobre la judeofobia resuelven una falla de las teorías económicas: a diferencias de éstas, revisan más al victimario que a la víctima. Una muy difundida teoría psicológica fue la de Jean-Paul Sartre, quien describió (1966) al judeófobo como "el hombre que tiene miedo. No de los judíos sino de sí mismo, de su propia conciencia, de su libertad…" Para Sartre, la judeofobia es "el miedo de estar vivo".

A pesar de su mentada ventaja la teoría psicológica es insuficiente, porque considera la judeofobia virtualmente como una psicopatología. La judeofobia es maldad, pero la maldad no es una enfermedad.

Filosofía y Antropología

Michael Lerner atribuye la judeofobia parcialmente al impulso antiautoritario del judaísmo, con su implícito desafío a toda clase gobernante. Elites en el mundo antiguo tendían a gobernar por medio de una combinación de la fuerza bruta y una ideología que exaltara la estructura social como estática y sagrada. A veces se usaban los viejos mitos de dioses gobernando la naturaleza, y otras la racionalidad de Platón en La Repblica. En ambos casos, la existencia judía era el testimonio viviente de que esos mitos e ideologías eran invenciones para perpetuar las necesidades de los gobernantes. Los judíos, por el contrario, exhibían una historia según la cual habían podido superar el escalón social más degradado, la esclavitud, y pasaron a gobernarse exitosamente a sí mismos. Mientras los judíos existieran, las elites estaban equivocadas y podía cuestionarse su gobierno.

Esta faceta de la historia judía podría haberse salteado si la narración de los orígenes judíos se hubiera mantenido en cuentos infrecuentes. Pero la religión judía en su conjunto se basaba en contar y volver a contar esa historia. La piedra angular de la observancia judía, el Shabat, debía conmemorarse "en recuerdo del Exodo de Egipto", y separaba un día en el cual ningún poder terrenal podía hacer que el judío trabajase. La mera idea de que el oprimido ponía los límites de la opresión era en sí revolucionaria, la primera gran real victoria contra el esclavizador, y un recuerdo permanente de que la opresión podía superarse.

No importaba cuán intensa y desesperadamente judíos en el plano individual trataban de soslayar esos aspectos de su religión, y de identificarse con los poderes imperiales y sus valores. El espíritu de libertad hacía del judío el pueblo más rebelde de la antigedad, el pueblo que con mayor tenacidad se rebeló contra el poder helenístico y luego el romano.

Los judíos se diferenciaban precisamente porque seguían normas que parecían subvertir el orden establecido, ni se subordinaban a los poderes imperiales. Esto estimulaba la desconfianza de los gobernantes, que deseaban que sus súbditos descreyeran del judío antes de que al confraternizar oyeran los ideales de libertad de los judíos.

Otro teórico del asunto, Maurice Samuel, entre 1924 y 1950 mostraba a la judeofobia no como un problema judío, sino una aflicción de los gentiles a la que los judíos debieron habituarse. El judío le ha puesto al mundo los grilletes de la ley moral. Por ello el hombre occidental lo recela, en "el gran odio" del alma amoral pagana. Una posición similar asumen Prager y Telushkin en su Por qué los judíos? de 1983: la más alta calidad de la vida judía despertaría la envidia constante e intransigente del mundo no-judío.

Por su parte, Eliane Amado Levy-Valensi ofreció su propia interpretación durante los aos sesenta: la judeofobia es el resultado del fracaso de los gentiles al robar la historia judía para ellos. "El judaísmo era ya una religión antigua que poseía una gran literatura, con grandes héroes y sabios en su pasado, y además una promesa divina de un futuro más glorioso. El cristianismo no poseía ello. Desde el mismo comienzo, por lo tanto, los cristianos reclamaron la Biblia, al principio como antesala de Jesús pero luego como exclusivamente suya". La lucha de los palestinos podría ser explicada desde la misma perspectiva. Incluso Jesús es presentado por ellos como "un palestino". La falta de una larga historia propia, produce una clase especial de envidia hacia el largo pasado de los judíos.

Aunque ninguna teoría puede explicarla totalmente, la combinación de varias de ellas puede ser útil para entender la enfermedad social que es la judeofobia.

Conclusiones

Nuestra revisión de la judeofobia puede llevarnos a varias conclusiones, a saber:

  1. La judeofobia le permite a la gente ventilar sus instintos sádicos. Uno puede violentar, humillar y matar, y tendrá un aparato ideológico entero antiguo y establecido, que viene a defender la libre brutalidad.
  2. Al combatir a los judíos, un pueblo del que mucho se ha escrito y hablado, el judeófobo se siente más importante que si enfrentara a un grupo desconocido.
  3. Como grupo, los judíos muchas veces despiertan sentimientos de culpa entre los gentiles. Ello puede deberse al hecho de que la moralidad fue virtualmente iniciada con la Biblia de los judíos, y por ello encarnarían las prohibiciones éticas, o si no por la forma en la que los judíos fueron perseguidos (ésta no sólopuede despertar sentimientos de culpa, sino también temor, ya que podría suponerse algún tipo de venganza).
  4. La judeofobia es una actitud intrínsecamente irracional de una sociedad generalmente racional. Un judío es atacado como tal, y si otro judío reacciona ante la agresión, es cuestionado por etnocéntrico, preocupado sólo por los propios. Los comunistas (y para el caso, también por ejemplo la BBC de Londres) sostenían que no deseaban enfatizar el aspecto judío de las víctimas para que su defensa no fuera demasiado estrecha. Si consideramos los dos últimos ataques contra la comunidad judía en la Argentina (la Embajada en 1992 y la AMIA en 1994) en ambos casos surgieron voces que acusaban a los judíos de haber sido los perpetradores y los provocaban a que ellos dieran las explicaciones del caso. El judío es atacado y se pone en la defensiva.
    Constantin Brunner destacó la irracionalidad de la judeofobia, como un egoísmo grupal contrapuesto al pensamiento racional. Pero no consideró suficientemente la característica más notoria de esta irracionalidad, y es que muchas veces es exhibida por gente muy racional, lo que le da mayor credibilidad. En el caso de Voltaire dijimos que la judeofobia puede torcer la razón del más razonable, y en el caso de Alemania en forma conjunta, la judeofobia floreció y llegó a su clímax precisamente en el país de la filosofía, con apoyo activo de gigantes del pensamiento desde Fichte y Wagner hasta Heidegger. Muchos cabecillas nazis eran intelectuales y artistas.
  5. Las fuentes de la judeofobia son notoriamente hipócritas. Los judíos fueron quemados en la hoguera por la religión del amor, calumniados por los precursores de un iluminismo fraternal, y discriminados por la ideología de la igualdad.
  6. La judeofobia es practicada en por lo menos dos niveles. Uno es directo y agresivo, el otro es sutil y consiste en pasar por alto el primer nivel. En otras palabras, uno puede revisar el odio antijudío no sólo al mirar qué se siente frente a los judíos sino, y mejor aún, qué se opina de los judeófobos. En artículo de mi autoría (que puedo enviar por E-mail al estudiante interesado) muestro cómo se dio esa judeofobia solapada en el caso de la mencionada novela La Bolsa de Julián Martel.

En cuanto al caso de la Iglesia, su rol en la historia de la judeofobia fue central y paradójico. Así lo definió James Darmesteter en 1892: "El odio de la gente contra el judío es obra de la Iglesia, que los protege de las furias que ella misma ha desatado". Algo similar puede decirse de los ataques obsesivos que sufre Israel. La ONU no es responsable por el terrorismo contra los judíos, pero por medio de reiteradamente perdonar ese terror y sistemáticamente condenar a Israel, alienta al terrorista haciéndolo sentir socio de la comunidad internacional en su lucha contra el sionismo.

Muchos coincidirían con el arzobispo Theodor Kohn (m.1915), él mismo una víctima de la judeofobia racial, en el hecho de que "es una condición enferma que sólo el tiempo podrá curar". Pero aparentemente el paso del tiempo de por sí no es suficiente y debe producirse acción. La Iglesia es uno de los factores que está en mejores condiciones para producirla. En la repelencia pots-Holocausto frente a lo que la Europa cristiana le había hecho a los judíos, la Iglesia Católica ha eliminado sus oraciones y enseanzas más agresivas. Pero aún no se ha comprometido en una consideración de raíz acerca de cómo ella misma ha generado judeofobia. Poco esfuerzo se ha hecho para instruir a los cristianos sobre el rol que el cristianismo en general tuvo en generar una cultura judeofóbica, y la mayoría de los cristianos permanecen inconscientes de ello.

El poeta católico francés Paul Claudel escribió varias obras sobre la confrontación entre la judería y la cristiandad. Paulatinamente fue liberándose del prejuicio tradicional y desarrolló una visión original del pueblo judío. Su conciencia acerca de la responsabilidad de la cristiandad por el Holocausto, lo llevó a sugerir a su embajador en el Vaticano, en 1945, que el Papa instituyera una ceremonia de expiación por los crímenes perpetrados contra los judíos. Del mismo modo, durante el juicio contra Eichmann en Jerusalem (1961) obispos alemanes pidieron de todos los católicos alemanes que pronunciaran una plegaria pidiendo perdón. Y en 1994, cuando el Vaticano finalmente estableció relaciones con el Estado de Israel, William Rees-Mogg publicó en el Times de Londres un llamado a un acto de contrición general: "Las iglesias cristianas deberían hacer algún acto formal de contrición por lo que ha ocurrido en estos dos mil aos… debemos disculparnos por las matanzas, por la Inquisición, por los ghettos, por los distintivos, las expulsiones, las acusaciones del asesinato ritual, y por sobre todo, por el fracaso de la cristiandad en percibir a tiempo, o denunciar a tiempo, la maldad del Holocausto en toda su dimensión".

Con estas reflexiones el curso llega a su fin. Quiero agradecerles vuestros comentarios y preguntas, y la profundidad con la que muchos han encarado el tema. Espero que el material provisto les sirva en vuestras actividades y estudios. Mi dirección de E-mail gustavop@jazo.org.il; permanece abierta para todos, y siempre será un gusto aclararles dudas, enviarles material, o intercambiar ideas.

 

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 9

… las peores víctimas de la judeofobia zarista fueron los niños. La causa principal fue un sistema de reclutamiento de judíos, promulgado en 1827, conocido como Cantonismo. La ley establecía que la edad de conscripción obligatoria serían los doce (12) años, bajo el pretexto de excluir a quienes sostenían a sus familias. El objetivo lo aclaraba la propia ley, al fijar que "los menores judíos serán colocados en establecimientos de entrenamiento preparatorio para servir en el ejército del zar por veinticinco años durante los cuales serán guiados a fin de aceptar el cristianismo". Los niños así reclutados se llamaban cantonistas ("cantones" eran las barracas de entrenamiento) y se los disciplinaba bajo amenaza de hambre y castigos corporales.

 


 

Unidad 09: Rusia: entre Zares y Soviets

Por: Gustavo Perednik   

Dedicamos las últimas dos lecciones a dos modelos de la judeofobia moderna, Francia y Alemania. Ahora pasaremos al tercer paradigma, el conspiracional. Hemos dicho que en la época moderna, el país con más libelos de sangre fue Rusia, donde el agravante adicional fue que, en contraste con los papas y monarcas de Occidente, los zares estimularon la calumnia.

El primer caso ruso ocurrió en Senno en 1799, cuando antes de la Pascua cuatro judíos fueron arrestados debido al hallazgo de un cadáver. Ese año se solicitó al poeta Gabriel Derzhavin que investigara. Su Opinión elevada al zar acerca de la organización del status de los judíos de Rusia denunció el "parasitismo económico" y que "en estas comunidades se hallan personas que perpetran el crimen, o que por lo menos protegen a quienes lo perpetran, de derramar sangre cristiana, de lo que los judíos fueron sospechosos en varias épocas en distintos países. Si bien considero que tales crímenes en la antigüedad fueron cometidos por fanáticos ignorantes, creo apropiado no pasarlos por alto".

Con este sello semioficial, el zar Alejandro I dio instrucciones para que el libelo fuera revivido en Velizh, en donde el juicio duró diez años. Y aunque los judíos probaron finalmente su inocencia, el mero debate público bastó para que el siguiente zar Nicolás I se negara a firmar una circular de 1817 que requería no incriminar a judíos sin evidencias. La judeofobia se exacerbaba mientras duraban esos procesos, cualesquiera fueran los veredictos.

Libelos en Kovno, Zaslav, Volhynia, Saratov, etc., llevaron a que en 1855 se designara otro comité investigador. Una vez más sus conclusiones fueron categóricas: no había ninguna evidencia para acusar a los judíos. Y sin embargo, la noticia del asesinato ritual se difundía sin pausa y "expertos" en el tema publicaban libros que "describían los modos" en que la sangre cristiana se utilizaba (ejemplos de libelistas en Rusia fueron Lutostansky y Pranatis, fuera de ella Desportes y Cholewa).

Después de la partición de Polonia a fines del siglo XVIII, el mayor bloque de israelitas quedó bajo dominio ruso; durante el siglo XIX la mitad de los judíos del mundo vivían en Rusia (aproximadamente cinco de los diez millones). La judeofobia se intensificaba agravada por los sucesivos juicios de asesinato ritual.

Los judíos tenían prohibido residir fuera de la Zona de Residencia (Catalina II había formulado una invitación a los extranjeros para que se radicaran en el país, pero explicitó: "todos, excepto los judíos". También la emperatriz Elizabeth, cuando le solicitaron la admisión de judíos con propósitos comerciales había replicado: "No acepto beneficios de los enemigos de Cristo").

Con todo, las peores víctimas de la judeofobia zarista fueron los niños. La causa principal fue un sistema de reclutamiento de judíos, promulgado en 1827, conocido como Cantonismo. La ley establecía que la edad de conscripción obligatoria serían los doce (12) años, bajo el pretexto de excluir a quienes sostenían a sus familias. El objetivo lo aclaraba la propia ley, al fijar que "los menores judíos serán colocados en establecimientos de entrenamiento preparatorio para servir en el ejército del zar por veinticinco años durante los cuales serán guiados a fin de aceptar el cristianismo". Los niños así reclutados se llamaban cantonistas ("cantones" eran las barracas de entrenamiento) y se los disciplinaba bajo amenaza de hambre y castigos corporales.

Sobre los hombros de los líderes comunitarios judíos se depositaba la responsabilidad de alcanzar altos cupos de adolescentes. Estos provenían de los hogares más pobres, de los que eran arrancados para siempre. Cada comunidad se veía en la obligación de recurrir a bravucones llamados jpers ("secuestradores" en idioma ídish) que arrebataban a los niños ante los gritos de padres y vecinos. Desde los ocho (8) años de edad, los niños eran aprisionados en el edificio de la comunidad y de allí los retiraba el ejército. El sistema se hizo más riguroso durante la Guerra de Crimea (1854) cuando la cuota se fijó en treinta conscriptos por cada mil judíos, y las bandas de jápers acechaban para cazar a sus víctimas.

De la Zona de Residencia, los niños eran transferidos hasta Siberia, en viaje de varias semanas. El pensador ruso Alexander Herzen registró su encuentro con un convoy de cantonistas en 1835, y la explicación que recibió del oficial a cargo: "un muchachito judío es una criatura debilucha y frágil… no está habituado a marchar en ciénagas por diez horas diarias, ni a comer galleta entre gente extraña, sin madre ni padre que lo mimen; por ende tosen y tosen hasta que se tosen ellos mismos a la tumba… Ni la mitad llegará a destino; mueren así nomás como moscas… Ya dejamos un tercio en el camino" dijo, señalando la tierra.

Durante las tres décadas en que hubo cantonismo, cuarenta mil niños judíos fueron reclutados. El nombre bíblico Be-emek Ha-Bajá, En el Valle de Lágrimas, que mencionamos hace tres clases, también fue el título de una novela del escritor ídish Mendele Mojer Sforim (m. 1917), en la que se narra ese horror (Peretz Smolenskin y otros escritores también incluyeron páginas escalofriantes sobre el tema).

Una vez en las barracas, los niños que sobrevivían eran entregados a sargentos que habían sido entrenados para "influir" en la religión de los mancebos. Los "educadores" usaban hambre, privación de sueño, azotes y varios otros tormentos hasta que se alcanzaba el bautismo, o la muerte. Después de la ceremonia, los jovencitos debían cambiar sus nombres, eran registrados como hijos de padrinos designados, y comenzaban el entrenamiento propiamente dicho. Sus nuevos camaradas frecuentemente les hacían recordar su origen judío por medio del maltrato y la humillación. El zar Nicolás I definía el cantonismo como "el método para corregir a los judíos del reino".

Un efecto colateral del sistema fue que muchos padres optaban (aunque reticentemente) por enviar a sus hijos a escuelas públicas o a colonias agrícolas, ya que así se los eximía de la conscripción. Por ello éstas pasaron a ser financiadas por el impuesto de vela, un gravamen sobre las velas para rituales judíos, tales como recordatorios y casamientos.

El Baile Y Su Fin

La deplorable situación de los judíos de Rusia hizo que creyeran que un zar con nuevas ideas personificaría un promisorio amanecer. Alejandro II es todavía llamado el Zar Libertador en la historiografía rusa, debido a su política liberal, la Era de las Grandes Reformas. En lo que se refiere a los judíos, el cantonismo fue abolido y la Zona de Residencia mitigada. Como escribe Jaim Potock en su historia de los judíos, los iluministas judíos en Rusia supusieron que comenzaba la Emancipación según el modelo occidental "y el baile comenzó". Pero no calcularon que el proceso liberador desataría un violento contragolpe.

Ya avanzados en el curso de judeofobia, podemos prever lo que ocurrió: como en Francia y Alemania, los judíos ingresaron en las artes y el periodismo, fueron abogados y dramaturgos, críticos y compositores, pintores y poetas. De súbito se los percibió notorios y ubicuos en la vida política y cultural del país. Y no a todos los gentiles los entusiasmó esta repentina participación judía en la vida de la patria. Estereotipos judíos repulsivos comenzaron a aparecer en las obras de Lermontov, Gogol y Pushkin. Dostoievsky fue más lejos y en La Cuestión Judía (1873) justificó la repulsa, acusando a los judíos de "explotadores, chupasangres de la población que los rodea, en especial de los pobres e ignorantes campesinos… Los rusos, ciudadanos del único país donde el cristianismo es aún fuerza dominante, son considerados por los judíos como bestias de carga". Para él, los judíos, sentados sobre sus bolsas de oro, tramaban contra Rusia desde el Oeste.

Pero el baile continuaba. La prensa y la literatura judía florecieron, especialmente en hebreo y en ídish; también en ruso. Zvi Dainow publicó en hebreo un sermón en honor del zar, y Lev Levanda llamaba a los judíos a "despertar bajo el cetro de Alejandro II". Y de golpe se apagaron las luces.

El 31 de marzo de 1881 fue una de las fecmás fatídicas de la historia judía. Marcó el mayor éxodo de judíos de la historia, cuando dos millones de ellos establecieron las comunidades judías de los EE.UU., de Latinoamérica, y de la Tierra de Israel.

El asesinato de Alejandro II, fue el trampolín para una furibunda reacción judeofóbica, so pretexto de que en la célula revolucionaria que asesinó al zar había una joven judía. El nuevo y precario régimen convocó a las masas culpando a "los judíos" del regicidio. Las viejas formas de la judeofobia rusa (Zona de Residencia, cantonismo, etc.) fueron reemplazadas a partir de Alejandro III por otras más temibles aún, como los pogroms ("embestida" en ruso) que eran ataques del populacho contra la población indefensa, con saqueos, incendios, violaciones y asesinatos.

El bao de sangre inspirado por el gobierno ocurrió en tres olas de furor creciente, y dejó decenas de miles de muertos, e incontables mutilados y heridos. El primero de los pogroms tuvo lugar en abril de 1881 en Yelizavetgrad. El nuevo ministro de interior, conde Nicolás Ignatiev, los denominó "actos de justicia espontánea del pueblo ruso explotado".

Por un lado, los grupos revolucionarios redoblaron su accionar; por el otro, surgieron organizaciones ultraconservadoras para combatirlos, y para que se revirtiera la liberalización de Alejandro II. Entre ellas la Liga Sagrada, la Unión del Pueblo Ruso, las Centurias Negras, la Nobleza Unificada. Su lema era "Golpea al judío y salva a Rusia". En cuanto a los bolcheviques y anarquistas, muchos aceptaron los pogroms, en los que veían un medio para despertar al pueblo, que eventualmente se volcaría contra el régimen. Su lema revolucionario era "Golpea a la burguesía y al judío!"

Ignatiev informó al zar acerca de la violencia desatada: "durante los últimos veinte años -escribe- los judíos gradualmente ganaron el comercio y la industria… hicieron todos los esfuerzos para explotar a la población general… Así han fomentado una ola de protesta, que cobró la infortunada forma de violencia… La justicia exige normas severas que alteren las relaciones entre los habitantes generales y los judíos, y protejan a los primeros de la dañina actividad de los últimos".

Estas "normas severas" fueron conocidas como las Leyes de Mayo, decretos "temporarios" que se aplicaron a los judíos hasta la revolución de 1917, y que les prohibían residir fuera de ciertas ciudades y aldeas (cien en total) y cancelaban todo contrato de compraventa con judíos en las áreas prohibidas. De este modo los comerciantes rurales se libraron de la competencia de sus colegas judíos, y los policías fueron dotados de un instrumento permanente de extorsión y maltrato a los judíos que aún vivían en regiones vedadas.

Gracias a presión internacional, un decreto proyectado fue abortado: la expulsión de todos los judíos a las planicies de Asia Central. Pero una restricción que sí se agregó en la nueva Rusia fue el Numerus Clausus ("números cerrados") para estudiantes judíos (esta práctica restrictiva prevaleció en muchos países, incluso en los EE.UU.). En julio de 1887 el Ministerio de Educación estipuló para los establecimientos secundarios y terciarios, un tope de 10% de judíos en las ciudades de la Zona de Residencia, 5% afuera de ella, y 3% en Moscú y Petersburgo. A veces estos topes incluían aun a judíos que se habían convertido al cristianismo.

Uno de los propulsores de estas restricciones fue el conde Constantino Pobedonostev, cuyo cargo era similar al de un ministro de religión. Como opinaba que los judíos tenían más talento que los rusos, temía que los dominaran. Por ello bregaba por la total rusificación y vaticinó el destino de los judíos de Rusia: "Un tercio morirá, un tercio emigrará y un tercio se asimilará".

Además de lo antedicho, la faceta de la judeofobia rusa que tuvo mayor influencia a largo plazo fue su modo de justificarse. La Ojrana, policía secreta del zar, procuraba explicar ideológicamente sus acciones por medio de un libro actualizara la vieja tradición demonológica. Había buenos precedentes.

El primero de ellos, según vimos, era la obra en cinco tomos del abate Barruel (el mismo que frustró el Sanhedrín de Napoleón) en la que mostraba la detestada Revolución Francesa como la culminación de una milenaria conspiración secreta. Tres libros que emparentaban la conspiración con los judíos aparecieron en 1869: uno alemán (El discurso del rabino de Hermann Goedsche), uno francés (El judío, el judaísmo y la judaización de los pueblos cristianos de Gougenot de Mousseaux, quien recibió "por su coraje" la bendición papal de Pío IX), y uno ruso (El libro del Kahal de Jacob Branfman).

También se citaba una fuente inglesa, que no surgía de textos judeofóbicos sino de una travesura literaria. Me refiero a Coningsby, la novela de Benjamín Disraeli publicada en 1844. En un párrafo el rico y aristocrático judío Sidonia refiere cómo durante sus travesías por Europa en busca de un préstamo, comprobaba que en cada país el ministro al que entrevistaba, era indefectiblemente judío. Y concluye con el siguiente comentario: "Ya ves, entonces, mi querido Coningsby, que el mundo está gobernado por personajes muy diferentes de los que imaginan quienes no están detrás del escenario" (capítulo XV del libro tercero). ¡Y esto había salido de la pluma de un judío que llegó a ser Primer Ministro! (Innecesario aclarar que quienes lo citaban para "demostrar el poder de los judíos" salteaban el hecho de que los varios ministros mencionados en la novela en rigor no eran judíos).

El mito reaparece hacia 1850 en muchos diarios alemanes que buscaban misteriosas raíces para la revolución de 1848. En la novela Biarritz de Goedsche, el capítulo En el cementerio judío de Praga refiere una reunión secreta nocturna durante la Fiesta de los Tabernáculos, en la que los delegados de las doce tribus de Israel planeaban una vez por siglo la toma del planeta.

Otra publicación en alemán, que para 1875 ya iba por la séptima edición, fue La conquista del mundo por los judíos, de un tal Millinger (alias Osman-Bey). Allí se señalaba como fuente del mal a la Alliance Israélite Universelle (aunque fundada en 1860, se la presentaba tan antigua como los judíos) y se auguraba que "En un mundo sin judíos las guerras serán menos frecuentes porque nadie lanzará a una nación contra la otra; cesarán el odio entre las clases y las revoluciones, porque los únicos capitales serán nacionales que jamás explotan a nadie… Tendremos ante nosotros la Edad de Oro, el ideal del progreso en sí. ¡Arrojad a los judíos al Africa! ¡Viva el principio de las nacionalidades y de las razas! ¡La Alliance Israélite Universelle sólo puede ser destruida mediante el exterminio total de la raza judía!".

Como varios señalaban a la Alliance de París como centro de la confabulación, allí fue donde la Ojrana (policía política del zar) instaló al agente Orgeyevsky con el objeto de "documentar" las siniestras actividades judías. El ministro Peter Stolypin descartó varias propuestas por "propaganda inadmisible para el gobierno", pero terminaron por aceptar un panfleto del místico Sergei Nilus, escrito por 1902.

El libro supuestamente contenía los "verdaderos" protocolos del congreso efectuado en Basilea (Suiza) un lustro antes (el Primer Congreso Sionista Mundial) que, aunque supuestamente había fingido el objetivo de establecer un hogar nacional para los judíos, en realidad se había convocado para un plan de dominación mundial. En dichos Protocolos de los Sabios de Sin, rabinos y líderes expresan sin vueltas su sed de sangre, maquinaciones y ansias de poder. La historia completa de cómo se fraguó el libro fue explicada por Norman Cohn en El mito de los Sabios de Sión (1967).

Durante los primeros tres lustros los Protocolos tuvieron poca influencia. Luego los rusos, motivados por un artículo publicado en el Morning Post de Londres (7/8/1917) que sugería la existencia de un gobierno judío secreto e internacional, decidieron enviar copias de los Protocolos a numerosos diarios europeos para "corroborar" la hipótesis.

El éxito de la patraña no tuvo precedentes. Millones de ejemplares se vendieron en más veinte idiomas. En los EE.UU. su gran mentor fue el magnate del automóvil, Henry Ford, quien durante los años veinte difundió la mentira en su diario The Dearborn Independent. También The Spectator londinense requirió en 1920 que se designara una Comisión Real para revisar si existía una confabulación judía internacional para destruir el cristianismo. De ser probada su existencia, "se justificará nuestra cautela para admitir judíos a la ciudadanía… Debemos arrastrar a los conspiradores a la luz, y mostrarle al mundo cuán malvada es esta plaga social".

¿Suena al Sínodo de Conversos del año 1235? ¿Beben los judíos sangre cristiana? ¿Nos dominan secretamente? La Comisión Real nunca fue erigida, gracias a que un corresponsal del diario The Times, Philip Graves, descubrió casualmente la novela en base de la cual se habían fraguado los Protocolos. Era una sátira contra Napoleón III escrita medio siglo antes (en 1865), Diálogos en el infierno de Maurice Joly, en la que los franceses (no los judíos) acumulaban poder. De 2.560 renglones, 1.040 habían sido copiados literalmente por Nilus, palabra por palabra. El editorial del Times del 18 de agosto de 1921 fue una resonante admisión del macabro error. Los Protocolos eran falsos y la conspiración judía mundial un nuevo mito judeofóbico.

Pero tal como había sucedido con el libelo de sangre, el hecho de que la patraña fuera racionalmente desenmascarada no disminuyó el odio. Los Protocolos siguieron difundiéndose y creyéndose como ninguna obra anterior. Aun en 1992 salió en primera página del diario Sovetskaia Rossiia una serie de artículos de Yoann (Metropolitano Ortodoxo Ruso de Petersburgo) que denunciaba con los Protocolos un complot judío del que Rusia era el primer blanco.

Nueva Esperanza, Nueva Frustración

Otra vez el déja vu. Nos hace recordar las esperanzas que despertó el iluminismo después de siglos de judeofobia cristiana. ¿Qué vemos ahora en el horizonte? Parece nuevamente la salvación de los judíos de los mitos acumulados, de la discriminación y el desprecio, las mentiras y leyendas. Es la Rusia del siglo XX en cuyo aire flotan racionalismo y socialismo, en la que los revolucionarios que luchan por la igualdad se mofan de las supersticiones del pasado y planifican la religión de la razón en un mundo de confraternidad. La revolución bolchevique pondría fin a la discriminación y la violencia de los zares… Pero oh sorpresa, muchos de sus portaestandartes mostraron ser ellos mismos judeófobos.

Entre ellos, los teóricos del anarquismo, quienes propugnaban la destrucción de todo el viejo régimen, salvo una parte. Así escribía en 1847 el francés Pierre Proudhon acerca de los judíos: "Esta raza lo envenena todo al entrometerse por doquier. Exigid su expulsión de Francia, a excepción de los hombres casados con mujeres francesas. Prohibid las sinagogas, no los admitáis en ningún empleo, procurad la abolición final de esta secta… El judío es el enemigo de la raza humana. Uno debe devolver esta raza al Asia o exterminarla… Por fuego o expulsión el judío debe desaparecer… Lo que los pueblos de la Edad Media detestaban por instinto, yo detesto por reflexión, y de modo irrevocable".

El principal teórico de la revolución, Carlos Marx, nació judío y fue bautizado a los seis años por su padre, Hirschel, hijo, yerno y hermano de rabinos, y descendiente de sabios talmúdicos. Hirschel cambió su nombre por Heinrich y se hizo protestante cuando un edicto prusiano de 1817 prohibió a los judíos ejercer la abogacía (fue uno de los miles a los que nos referimos, que se convirtieron al cristianismo con la reversión post-napoleónica de la Emancipación).

El primer ensayo de Carlos Marx, La Cuestión Judía (1844) fue en respuesta a Bruno Bauer, quien había condicionado la Emancipación de los judíos a que éstos abjuraran de su religión. Para Marx ni la apostasía era suficiente: "La nacionalidad quimérica del judío es la del comerciante… La base secular del judaísmo es la necesidad práctica, el interés propio. ¿Cuál es el culto mundano del judío? El chalaneo. ¿Cuál es su dios mundano? El dinero. La sociedad burguesa crea continuamente judíos… La emancipación del chalaneo y del dinero, y consecuentemente del judaísmo real, será la autoemancipación de nuestra era". La emancipación humana es, en el libro de Marx, un sinónimo de la abolición del judaísmo.

Hemos trazado dos contrastes. Uno, el del enciclopedismo con el contexto medieval del que provenía; otro, el del socialismo con su telón de fondo zarista. La pregunta es por qué estos dos movimientos basados en el racionalismo y la confraternidad estuvieron infestados de la judeofobia que caracterizaba el viejo orden. Aparentemente, las sociedades europeas estaban tan saturadas por siglos de odio antijudío, que fueron incapaces de producir un iluminismo o un socialismo libres del mal.

En un abarcador estudio, el historiador Zosa Szajkowski no pudo encontrar una sola palabra en defensa de los judíos en la literatura socialista francesa entre 1820 y 1920, aun cuando la mitad de ese lapso estuvo repleta de seiscientos pogroms. Como ejemplos de la judeofobia izquierdista, mencionamos a Toussenel, Fourier y Proudhon. Saint-Simon es la notable excepción. En cuanto a Marx, a partir de sus escritos y biografía, podemos reflexionar acerca de cuatro aspectos de la judeofobia, a saber:

A) Los judeófobos inflan la importancia de los judíos de los que disgustan, y enfatizan su judeidad aun cuando sea virtualmente inexistente. Así, para los nazis el comunismo era una ideología judía. Y dentro de la izquierda, el anarquista Mikhail Bakunin (quien consideraba a los judíos "una nación de explotadores") llamaba a Marx "un Moisés moderno". Por el contrario, cuando hay judíos importantes para su causa, los judeófobos se esmeran en empañar la judeidad. Así, el origen judío de Marx fue soslayado por los regímenes comunistas. En la edición de 1952 de la Enciclopedia Soviética se omitió toda mención al respecto.

B) Como los judíos eran acusados desde los dos flancos del espectro político con argumentos contradictorios, no tenían ninguna posibilidad de salir airosos de la acusación (como cuando se les censura a un tiempo el ser avaros y ostentosos, o entrometidos y muy cerrados). A pesar de su sufrimiento bajo los estados cristianos, los judíos fueron ulteriormente vistos por muchos librepensadores como el germen del cristianismo. Del mismo modo, la judeofobia de Marx y los marxistas no disuadió a los judeófobos anticomunistas de acusar a "los judíos" de haber creado el marxismo. Por esta razón, durante la guerra civil que siguió a la revolución bolchevique, las bandas de combatientes anticomunistas en Ucrania asesinaron a cincuenta mil judíos inocentes que residían en Ucrania.

C) Otro rasgo típicamente judeofóbico de Marx fue pasar por alto tanto el sufrimiento de los judíos como la existencia del odio antijudío en su época. Su antagonismo hacia los judíos se expresó en sus ensayos como en su correspondencia privada. Nunca tuvo una palabra de solidaridad para las víctimas de los pogroms, cuya inmigración a Londres comenzó mientras Marx vivía allí. Este "humanismo selectivo" es una característica de los judeófobos de izquierda, judíos y no-judíos por igual. En 1891 la reunión de la Segunda Internacional Socialista en Bruselas (que incluyó a muchos delegados judíos) rechazó una moción de condena a la creciente judeofobia. Cuando queramos desenmascarar tendencias judeofóbicas, debemos preguntar al sospechoso si la judeofobia realmente existe en el presente. Una respuesta negativa sería muy elocuente.

D) Marx también ejemplifica un fenómeno que exacerba la judeofobia: el que dio en llamarse judío ajudaico (como en el título del libro de Isaac Deutscher publicado de 1968, un año después de su muerte. El judío ajudaico es un revolucionario radical quien, aunque no tiene conexión alguna con el judaísmo, es percibido como "el judío" por la sociedad que aspira a destruir. El judío ajudaico simpatiza con todo perseguido, siempre y cuando no sea judío. Así lo definía Rosa Luxemburgo en una carta de 1916: "¿Para qué vienes a mí con tus penas judías? Me sicerca de las desdichadas víctimas de las de las plantaciones de caucho en Putumayo, o de los negros del Africa con cuyos cuerpos los europeos juegan a la pelota… No tengo un rincón para el ghetto reservado en mi corazón: me siento en mi hogar en todo el mundo, doquiera que haya nube, y pájaros y lágrimas humanas". En retrospectiva, esos judíos del ghetto en 1916 habrían gustosamente cambiado su destino con los trabajadores brasileños o africanos. Pero como lo dijera Irving Howe "aún en el más cálido de los corazones hay un lugar frío para los judíos".

En cuanto a los seguidores de Marx en la Rusia comunista, estudiaremos su judeofobia en nuestra próxima clase.

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 4

…el principal filósofo medieval cristiano, Tomás de Aquino, en 1270 escribía: "Como consecuencia de su pecado, los judíos están destinados a servidumbre perpetua. Los soberanos de los Estados pueden tratar las posesiones de los judíos como si fueran propias, con la única provisión de no privarlos de lo necesario para mantenerse vivos". Esta recomendación fue gradualmente aceptada por los gobiernos seculares.

 


 

Unidad 04: El medioevo temprano y el martirio judío

Por: Gustavo Perednik

 

 Concluimos nuestra última lección con el libro de Jules Isaac, quien supervisaba la enseñanza de historia en el Ministerio de Educación de Francia. Cuando en 1943 deportaron y asesinaron a toda su familia, Isaac decidió dedicar el resto de su vida al estudio de la judeofobia. En particular, se propuso refutar tres enseñanzas de la historiografía patrística, a saber:

  1. que los judíos son deicidas,
  2. que su dispersión fue un castigo divino por el rechazo de Jesús como el Mesías,
    que su religión estaba corrupta en esa época.

La actitud católica medieval de desprecio a los judíos no excluyó tampoco al principal filósofo medieval cristiano, Tomás de Aquino, citado en nuestra última lección, y quien en 1270 escribía: "Como consecuencia de su pecado, los judíos están destinados a servidumbre perpetua. Los soberanos de los Estados pueden tratar las posesiones de los judíos como si fueran propias, con la única provisión de no privarlos de lo necesario para mantenerse vivos". Esta recomendación fue gradualmente aceptada por los gobiernos seculares. Bajo influencia de la visión de la Iglesia y sus disposiciones, los judíos fueron sometidos a restricciones, impuestos especiales, y la obligación de usar distintivos en las ropas, entre otras limitaciones.

Si la enseñanza del deprecio se hubiera limitado a la teología, habría causado a los judíos humillación y pesares, pero no habría llegado a ser, como lo fue, motivo de atroces sufrimientos. En la conciencia del cristiano fue penetrando la convicción de que cuando se quería descargar un golpe al diablo, podía hacerse por medio de golpear al judío.

Antes de estudiar cómo la teología de los Padres de la Iglesia se tradujo en acción, veamos cómo se expresó en la ley. El Código de Teodosio II del año 438 fue la primera colección oficial de estatutos imperiales que sancionaban la inferioridad civil del judío, definido como "enemigo de las leyes romanas y de la suprema majestad" y fue la base sobre la que se regularon los asuntos judíos de ahí en adelante. Así, de las bulas medievales (una bula es un edicto del Papa; bullum es sello en latín) muchas fueron abiertamente judeofóbicas. Vayan algunos ejemplos:

Etsi non displiceat (1205, Inocencio III) requiere del rey terminar con las "maldades" de los judíos; In generali concilio (1218, Honorio III) exige que los judíos usen ropa especial; Si vera sunt (1239) resultó en la frecuente quema de libros sagrados judíos; Vineam Soreth (1278, Nicolás III) establecía la selección de hombres capacitados para predicar el cristianismo a los judíos; Sancta mater ecclesia (1584, Gregorio XIII) exigía a los judíos de Roma enviar cada sábado cien hombres y cincuenta mujeres para escuchar sermones conversionistas en la iglesia; Cum nimis absurdum (1555, Pablo IV) limitaba las actividades de los judíos y prohibía su contacto con los cristianos; Hebraeorum gens (1569, Pío) acusaba a los judíos de magia y otros males, y ordenaba su expulsión de casi todos los territorios papales; Vices eius nos (1577, Gregorio XIII) demandaba que los judíos de Roma y otros estados papales que enviaran enviar delegaciones a la iglesia.

No siempre esta legislación orientó a reyes y gobernantes. En el año 830, el obispo Agobardo de Lyons, llamado "el hombre más culto de su tiempo", se alarmó por las relaciones amistosas que privaban entre su grey y los judíos de la ciudad, que propseraban y lograban que su religión fuera respetada. Agobardo levantó cargos contra los judíos ante el rey Luis el Piadoso, requiriendo un retorno al Código Teodosiano. Su iniciativa no fue bien recibida: el rey, fiel a la línea que había establecido su padre Carlomagno, permaneció bien predispuesto hacia los judíos. Años después, tampoco el rey Carlos el Calvo aceptó ratificar las normas judeofóbicas del Concilio Eclesiástico de Meaux (845) como le demandaba el obispo Amulo, sucesor y discípulo de Agobardo.

Aquellos reyes fueron los últimos representantes de la era carolingia, durante la que los judíos gozaron de igualdad de derechos. En contraste, por el año 950 el emperador bizantino Constantino VII promulgó un juramento especial, el Juramentum Judaeorum, que los judíos estaban obligados a tomar en los pleitos con no-judíos. Así fue hasta por lo menos el siglo XVIII. Tanto el texto y el ritual del juramento, expresaban una automaldición impuesta, como podemos ver por ejemplo en el Schwabenspiegel alemán de 1275: "Sobre los bienes por los que este hombre te lleva a juicio… ayudame Dios que has creado cielos y tierra… para que si comes seas impuro… y la tierra te trague… sea verdad lo que has jurado… y que siempre permanezcan sobre ti la sangre y la maldición que tu prosapia ha traído sobre sí misma cuando al torturar a Jesucristo dijeron ‘Sea su sangre sobre nosotros y nuestros hijos’: es verdad… Te ayuden Dios y tu juramento. Amén".

Juramentos, distintivos y restricciones fueron una pequeña parte del repertorio judeofóbico medieval. Una síntesis completa del martirio judío sería muy compleja, porque abarca diferentes geografías y cronologías. Pero plantearemos a continuación siete prácticas que eran comunes en Europa, a saber: el bautismo forzado, los sermones impuestos, las disputas públicas, la quema de libros judíos, los ghettos, las expulsiones y los genocidios.

Imposición de Bautismos y Sermones

Cuando el cristianismo se transformó en la religión dominante en el Imperio Romano (s.IV), multitudes de judíos fueron obligados a bautizarse. El primer relato detallado se remonta al año 418 en la isla de Minorca. Una ola de conversiones forzadas se expandió por Europa desde que en 614 el Emperador Heraclio prohibió la práctica del judaísmo en el Imperio Bizantino. Muchos lo siguieron, como Basilio I que lanzó una campaña en el 873. Durante las Cruzadas miles de judíos fueron bautizados por la fuerza, especialmente en la región del Rhineland. En todos los casos las masas tomaba la ley en sus manos y se imponían a creyentes que se habían preparado para el martirio.

Con todo, la posición oficial de la Iglesia tendió a seguir al Papa Gregorio I (540-604, Padre de la Iglesia medieval) en el sentido de el bautismo no podía ser suministrado por la fuerza. El problema era la definición de forzoso. ¿Acaso incluía el bautismo bajo amenaza de muerte? ¿Y cuán forzoso era el bautismo bajo el temor de castigos a largo plazo? ¿Y el de niños?

Por ejemplo, el obispo de Clermont-Ferrand, después de que una horda destruyó la sinagoga de la ciudad, recomendó a los judíos el 14 de mayo del 576: "Si estáis dispuestos a creer como yo, convertiros en uno de nuestra feligresía y seré vuestro pastor; pero si no estáis dispuestos, partid de este lugar". Alrededor de quinientos judíos de Clermont se convirtieron, y hubo celebraciones en la cristiandad. Los otros judíos partieron a Marsella. ¿Podía definirse aquella conversión como forzada? O si no, en el 938 el papa le indicó al arzobispo de Mainz que expulsara a los judíos de su diócesis si se negaban a convertirse voluntariamente (insistió en que no se aplicara "la fuerza").

Dijimos que el otro dilema fueron los casos de niños. ¿A qué edad podía el bautismo considerarse "voluntario" y no un gesto comprado por bagatelas? El mentado Agobardo en el 820 reunió a todos los niños judíos y bautizó a los que no habían sido alejados a tiempo por sus padres, si le parecían dispuestos a aceptar el cristianismo.

Una de las cláusulas de la Constitutio pro Judaeis, promulgada por papas sucesivos entre los siglos XII y XV, declaraba categóricamente que ningún cristiano debía usar la violencia para forzar judíos al bautismo. Lo que no decía era qué debía hacerse en los casos en que la conversión ya había sido impuesta: si era válida de todos modos o si el judío podía retornar a su fe.

La respuesta es que la condena eclesiástica al bautismo forzado no se modificó, pero su actitud respecto de problemas post-facto se endureció con el transcurrir de los siglos. En una carta de 1201, el Papa Inocencio III estableció que un judío que se sometía al bautismo bajo amenazas, de todos modos había expresado una voluntad de aceptar el sacramento, y por ello no le era permitido renunciar a él posteriormente.

Para el cristianismo medieval, el retorno a la vieja fe era una herejía punible con la muerte. Incluso en el año 1747 el Papa XIV decidió que una vez bautizado un niño, aun ilegalmente, debía ser considerado cristiano y educado en consecuencia.

Así ocurrió con las olas de bautismos forzados más tardías, en el reino de Nápoles durante las últimas décadas del siglo XIII, y en España en 1391, que comenzó con los desmanes que liderara el archidiácono Ferrant Martinez. Cientos de judíos fueron masacrados y comunidades enteras convertidas por la fuerza, y su trágica secuela fue el fenómeno de los marranos (una voz peyorativa para denominar a los Nuevos Cristianos y sus descendientes). Esta gente continuó practicando el judaísmo parcial y clandestinamente, hasta después del siglo XVIII.

En Portugal, miles de judíos se asentaron después de su expulsión de la vecina España en 1492. El rey Manuel decidió que para purgar su reino de la herejía, no era necesario expulsar a sus súbditos judíos, quienes constituían un valuable patrimonio económico. En vez de ello, se embarcó en una campaña sistemática de conversiones forzadas inicialmente dirigidas contra los niños, quienes eran arrancados de los brazos de sus padres en la esperanza de que los adultos los siguieran en la cristianización.

La furia de las conversiones en Portugal explica tanto el hecho de que para 1497 no había un sólo judío abiertamente practicante en el país, y también por qué el fenómeno del marranismo fue más tenaz allí hasta el día de hoy.

Un nuevo capítulo en la historia del bautismo forzado comenzó en 1543 con el establecimiento de la Casa de los Catecúmenes (candidatos a la conversión) primero en Roma y luego en muchas otras ciudades. Una década después el papa impuso un impuesto a las sinagogas a fin de costear a los Catecúmenes (ese pago se abolió sólo en 1810).

El converso potencial era adoctrinado por cuarenta días, al cabo de los cuales decidía si convertirse o regresar al ghetto. Toda persona que por cualquier excusa era considerada con inclinaciones al cristianismo, podía ser internada en la Casa de los Catecúmenes para explorar sus intenciones.

Para agravar las cosas, corría una superstición popular según la cual quien lograba la conversión de un infiel se aseguraba así el paraíso. Un tropel de ese tipo de procedimientos se esparció a lo largo y ancho del mundo católico. A mediados del siglo XVIII los jesuitas desempeñaron un rol protagónico en la práctica.

Varios casos fueron notorios. En 1762 una horda se avalanzó sobre el hijo del rabino de Carpentras, y lo bautizó en una zanja, por lo que el joven debió abandonar a su familia. En 1783 fueron secuestrados los niños Terracina para ser bautizados, y se generó una revuelta en el ghetto de Roma. En 1858, la policía papal secuestró de su hogar en el ghetto de Bolonia a Edgardo Mortara, de seis años, quien había sido secretamente bautizado por una doméstica que lo creyó mortalmente enfermo.

Los Mortara trataron en vano de recuperar a su hijo. Napoleón III, Cavour y Francisco José estuvieron entre los que protestaron el secuestro, y Moisés Montefiore viajó al Vaticano en un esfuerzo estéril por convencer al papa de que ordenara la liberación del niño. La fundación de la Alliance Israélite Universelle en 1860 "para defender los derechos civiles de los judíos" fue en parte una reacción a este caso.

El papa rechazó los pedidos de clemencia y, sólo en 1870, cuando cesó el poder de la policía papal, el niño salió en libertad. Ya no era Edgardo: el joven había decidido adoptar el nombre papal Pío, era un novicio de la orden de los agustinos y un ardiente conversionista en seis idiomas. Su trágico fin fue que falleció en Bélgica en 1940, un par de semanas antes de la invasión alemana que le habría impuesto un retorno a su identidad judia.

Durante el segundo cuarto del siglo pasado, el imperio ruso instituyó el sistema de los cantonistas, sobre los que hablaremos en otra lección, y que involucraba el virtual secuestro de niños judíos a fin de hacerlos servir militarmente durante varias décadas, con la explícita intención de que abandonaran el judaísmo.

En cuanto a la imposición de sermones a los judíos, también fue pionero el mentado Agobardo. En su Epistola de baptizandis Hebraeis (año 820) señala que bajo sus órdenes la clerecía de Lyons iba todos los sábados a predicar en las sinagogas, con asistencia obligatoria de los judíos. El sistema se regularizó con la fundación de la Orden Dominica (1216). Una ley de Jaime I de Aragón (1242) que recibió aprobación papal, se refiere a la obligatoriedad de la asistencia. El mismo rey dio la arenga en la sinagoga. En 1279 el rey Eduardo I impuso la práctica en Inglaterra. El siglo XV encontró, entre los predicadores más destacados, a Vicente Ferrer en España y Fra Matteo di Girgenti en Sicilia. La práctica se exacerbó a partir de la Contrarreforma, que vino acompañada por una reacción judeófoba.

En Roma, cien judíos y cincuenta judías debían asistir a una iglesia designada para recibir sermones, generalmente de apóstatas que debían ser pagados por la misma comunidad judía. La supervisión de bedeles con varas, aseguraba que nadie se distrajera. Michel de Montaigne registra que en Roma en el 1581 escuchó un sermón de Andrea del Monte, cuyo lenguaje fue tan brutal que los judíos pidieron protección a la curia papal. En 1630 los jesuitas iniciaron los sermones en Praga, y el emperador Ferdinando II los instituyó en en el auditorio de la universidad de Viena, adonde debían asistir doscientos judíos, una parte fija de los cuales debían ser adolescentes.

La imposición de sermones se prolongó por un milenio. Los derogaron la Revolución Francesa, y las tropas napoleónicas que fueron difundiendo las ideas revolucionarias por Europa. Después de la caída de Napoleón, se restablecieron en Italia al regresar el gobierno papal, pero Pío IX finalmente los abolió en 1846. Para esa época el poeta Robert Browning trató de reflejar el sentir judío durante los sermones:

"…cuando entró con alaridos el verdugo en nuestra cerca,
nos aguijoneó como perros hacia el redil de esta iglesia.
Su mano, que había destripado mi talega
ahora desborda para ahogar mis creencias.
Pecan en mí hombres raros que a su Dios me llevan".

Disputas y Quemas de Libros

La proscripción de la literatura judía comenzó en el siglo XIII, como un derivado de la decisión de 1199, por la que el Papa Inocencio III advirtió a los legos que las Escrituras debían quedar bajo interpretación exclusiva del clero.

En el 1236, el apóstata Nicolás Donin envió desde París un memorandum al Papa Gregorio IX, en el que formulaba treinta y cinco cargos contra el Talmud (que era blasfemo, antieclesiástico, etc). El papa terminó por enviar un resumen de las acusaciones a los eclesiásticos franceses, ordenando que se aprovechara la ausencia de los judíos de sus casas mientras rezaban en las sinagogas, y se confiscara sus libros (3/3/1240). Además se instruía a las Ordenes Dominica y Franciscana en París que "hicieran quemar en la hoguera los libros en los que se encuentraran errores" de corte doctrinario. Indicaciones similares se enviaron a los reyes de Francia, Inglaterra, España y Portugal.

Recordemos que el Talmud no empezó a traducirse hasta el siglo pasado, y que su idioma original, el arameo, era conocido sólo por los judíos o los estudiosos del tema. Por ello cuando el hebraísta cristiano Andrea Masio repudió las censuras y quemas de libros judíos, adujo que una condena cardenalicia sobre esos libros era tan válida como la opinión de un ciego sobre diversos colores.

Como consecuencia de la circular de Gregorio IX, también se llevó a cabo la primera disputa religiosa pública entre judíos y cristianos, en París, entre el 25 y el 27 junio del 1240. El Rabí Iejiel que debió defender públicamente al Talmud, no logró evitar que un comité inquisitorial lo condenara. En junio de 1242, miles de volúmenes fueron quemados públicamente.

La práctica fue convirtiéndose en norma, y muchos papas posteriores promovieron la quema del Talmud. Otra disputa famosa se efectuó en Barcelona en el 1263, después de la cual Jaime I de Aragón ordenó a los judíos borrar del Talmud referencias supuestamente anticristianas, so pena de quemar sus libros. También la disputa de Tortosa (1413) concluyó restringidendo los estudios de los judíos de Aragón.

Un nuevo ímpetu se dio a las prohibiciones de libros judíos en 1431 cuando en el Concilio de Basilea, la bula del papa Eugenio IV directamente prohibió a los judíos el estudio del Talmud.

Los ataques contra el Talmud se extremaron durante el período de la Contrarreforma en Italia, a mediados del siglo XVI. En agosto de 1553 el papa designó al Talmud "blasfemia" y lo condenó a la hoguera junto con otras fuentes de sabiduría rabínica. El día de Rosh Hashaná de ese año (5 de septiembre) se construyó una una pira gigantesca en Campo de Fiori en Roma, los libros judíos se secuestraron de las casas mientras los judíos rezaban en las sinagogas, y se quemaron públicamente miles de ejemplares.

Por orden inquisitorial, el procedimiento se repitió en los Estados papales, en Bolonia, Ravena, Ferrara, Mantua, Urbino, Florencia, Venecia y Cremona.

Unos años después Pío IV levantó la prohibición del Talmud (1564) pero la frecuente confiscación de libros judíos continuó hasta el siglo XVIII. El Talmud fue probablemente el libro más vilipendiado de la historia humana. A fin de escribir su tratado de dos mil páginas Endecktes Judemthum (El judaísmo desenmascarado) de 1699, Johannes Eisenmenger pasó veinte años estudiando en una ieshivá (academia de estudios talmúdicos), tan profundo era su odio por un libro que mantenía al judaísmo viviente.

Durante los dos últimos siglos, "expertos" de diversa índole fabricaron una vasta literatura que "revelaba las blasfemias" del Talmud (una literatura inútil hoy en día, cuando el Talmud está al alcance de todos por medio de las muchas traducciones a los principales idiomas).

El último auto-de-fe contra el Talmud fue en 1757 en Kamenets (Polonia) donde el obispo Nicolás Dembowski ordenó la quema de mil copias del Talmud.

Otra práctica judeofóbica medieval fue el establecimiento de barrios para judíos, rodeados de muros que permanecían sellados de noche y podían traspasarse sólo con permisos oficiales. El término ghetto con que se los designaba, pudo surgir del barrio en Venecia, que estaba cerca de una fundición (getto en italiano) y que en 1516 se transformó en residencia obligada de los judíos. O podría derivar del arameo guet, término relativo a separación.

Aunque en muchos casos nacía voluntariamente (por necesidades de cementerio, premisas para mikve o baño ritual, etc.) fueron mayormente resultado de la tendencia eclesiástica que desde el siglo IV aislaba y humillaba a los judíos. La disposición oficial, con todo, se promulgó sólo en el Tercer Concilio Laterano (1179) que prohibió a cristianos y judíos residir juntos. Ghettos famosos hasta la Reforma fueron el de Londres (1276), Bolonia (1417) y Turín (1425).

Como en el caso de las otras prácticas ya mencionadas, los ghettos se difundieron más cuando la Iglesia reaccionó contra la Reforma, una reacción que en general agravó la situación de los judíos en las regiones que permanecieron católicas. Desde la segunda mitad del siglo XVI ghettos fueron introducidos, primero en Italia y luego en el imperio austríaco. En Venecia se creó como una institución estable (1516) y en Roma, los judíos fueron obligados a trasladarse y se les amuralló (fue el 26/7/1555 que coincidió con la trágica conmemoración del 9 del mes de Av).

En los países musulmanes, comenzó enteramente voluntario, y así permaneció bajo el imperio otomano. Allí, cuando en los siglos XIX-XX se levantó la obligación de residir en el ghetto, la mayoría optó por permanecer en ellos.

En 1796 las tropas republicanas francesas demolieron todas las murallas de los ghettos en Italia. Con la caída de Napoleón (1815) hubo un fallido intento de restablecerlos. Los portones del de Roma fueron finalmente destruidos en 1848, y no volvió a construirse ghettos hasta el ascenso del nazismo en Europa.

El ghetto fue central en el devenir de la judeofobia, puesto que fortalecía el estereotipo del judío demoníaco. Una figura que, aun si accedía a contactos con los cristianos durante el día, regresaba a la noche a su antro amurallado y a sus prácticas despreciadas.

Y además, como a los ghettos no se les permitía expandirse, eran en general insalubres y superpoblados. Se suponía que la degradación y humillación del judío llevaría ulteriormente a su cristianización. Por ello, el publicista católico G.B.Roberti exclamó ante un ghetto del siglo XVIII que "era una mejor prueba de la religión de Jesucristo, que una escuela entera de teólogos".

Las dos últimas prácticas que anunciamos fueron las más brutales: expulsiones y genocidios, que serán analizadas en la próxima lección.

 

La actitud católica medieval de desprecio a los judíos no excluyó tampoco al principal filósofo medieval cristiano, Tomás de Aquino, citado en nuestra última lección, y quien en 1270 escribía: "Como consecuencia de su pecado, los judíos están destinados a servidumbre perpetua. Los soberanos de los Estados pueden tratar las posesiones de los judíos como si fueran propias, con la única provisión de no privarlos de lo necesario para mantenerse vivos". Esta recomendación fue gradualmente aceptada por los gobiernos seculares. Bajo influencia de la visión de la Iglesia y sus disposiciones, los judíos fueron sometidos a restricciones, impuestos especiales, y la obligación de usar distintivos en las ropas, entre otras limitaciones.

Resp. 93 – Juegos de video

señores .
De antemano les doy gracias por atender mis inquietudes.
Tengo una duda sobre los d roll como calabozos y dragones son bueno o malos .
lo que pasa es que me han habladocosas de estos .
gracias.
fabio andres serrano
colombia

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Resp 89 – Poligamia

Otra vez yo Yehuda, espero no le perturben mis
preguntas…

En su sitio yo leí­­ que los Patriarcas no ofendí­­an a
Dios con su poligamia, pues todaví­­a no entraba en
rigor la Torá entregada a Moisés o Moshé (no sé como
debo llamarle), es decir seguí­­an los 7 preceptos de
Noé.
Por otro lado tengo entendido que la Torá solo
rige a los judí­­os y tiene cientos de Mitzvot (¿está
bien escrito?) que solo conciernen a la nación o
pueblo de Israel (tengo esa duda también: ¿Que es
Israel?);
mientras que a los gentiles los rigen los 7
preceptos de Noé.
Si Dios prohibió la poligamia en la
Torá y la Torá solo es para Israel
¿Si los gentilessomos polí­­gamos ofendemos a Dios?

UBALDO GERARDO ESPARZA DEL VILLAR

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Resp. 85 – Sobre gentiles

Hola Yehuda, espero que esté muy bien… Tengo dos preguntas: Mis preguntas no tienen un doble sentido… No trato de ofender al pueblo de Israel, solo son dudas y trataré de ser un poco organizado, disculpe si no respeto las normas de espacio pero quiero ser muy preciso con mis cuestionamientos…
Yo soy un no-judío o un gentil (disculpe pero el término no me gusta, quisiera saber porqué soy gentil y no simplemente un mexicano):

 1.¿Dios escogió el término gentil para todos los demás pueblos diferentes del judío?

2.¿Por qué no debo considerar peyorativo el término gentil?

3Yo, gentil de México, ¿Tengo el mismo "status" que un "gentil" de Oceanía?

4¿Ser judío es más que ser gentil ante los ojos de Dios? (no tiene doble sentido esta pregunta, ni guarda ninguna ironía.)

5¿A Dios le importa si soy Judío o Gentil?

6.Una compañera de la universidad llamada Elinor Maguen David afirma ser israelita pero no judía, a mí me pareció una incoherencia, pero si no la fuera ¿Cual es la diferencia entre ser israelita y ser judío?

7.¿Existe alguna diferencia entre los términos israelita, israelí, judío y hebreo?

UBALDO GERARDO ESPARZA DEL VILLAR

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Resp. 83 – Tu cielo, tu infierno

1- Si no hay infierno, que pasar con aquellos que habiendo hecho lo malo delante de Dios , mueran, ¿A donde van?
2- y si es asi que no hay lugar para el malo entonces que de todo lo que se dice que debemos obedecer y guardar mandamientos para que?
3- si de todos modos vamos a Dios?
4- Entonces que paso con todos aquellos que han hecho lo malo?
Willian Machado,
39 años,
Cordero, Venezuela

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Resp. 80 – Los animales impuros para los noájidas

 

Hola Lic. lo felicito por su labor, desde hace tiempo tengo una duda,
1- cuando D–s le ordeno a noe subir a los animales al arca hay una parte donde separa animales puros e impuros
2- ¿Acaso tambien nosotros lo debemos de hacer?
3- Segun tengo entendido solo los israelitas estan obligaos a cumplir la tora, cuestiones de alimentacion, etc,
4- ¿noe ya tenia nocion de que habia animales puros e impuros?
por favor saqueme de la duda. gracias.
Pako Moreno
Monterrey , Mexico

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La Balada de Uziel.Parte II

Alguna vez te has quedado mirando un cadáver dentro de un ataúd en un velorio? Que es lo que más te impresiona? El saber que está muerto o el pensar en lo incomodo de estar allí rodeado de tanto dolor sin poder ni querer hacer nada para remediarlo, mi amigo, te acabo de describir lo que es estar en un culto.

Al día  siguiente llegué con mi asistente a la tal reunión, me sorprendió primero la bulla que se desprendía de unos parlantes gigantescos y lo incomodo que resultaba, en la puerta había dos personajes de lo más excéntricos, un hombre que parecía disfrazado con un peluquín y una dentadura postiza que intentaba salírsele cada vez que hablaba y a su lado una mujer de edad que aparentaba tener menos pero que había terminado por ridiculizarse de tanto maquillaje, los dos tenían algo en común irradiaban una falsa felicidad de sus labios pero sus ojos amargados y tristes los delataban, ella intentó acercarse a darme una bienvenida pero su aliento fétido me hizo prevenir  y ella desistió de abrazarme, al entrar al salón lo primero que me causó impresión fue ver a un individuo con fuertes rasgos criollos, un nativo, casi indígena, vestido con la indumentaria que había visto a los judíos en las películas, quien es el tipo? Le pregunté a Monica ,-es el rabí Pedro Antonio Hernández y es nuestro líder, cuando lo conozcas verás como cambia tu vida; cuan proféticas resultaron sus palabras.

El tipo era no solo un charlatán si no que también tenía un altísimo poder de convencer a sus minorías de hacer cosas que se inventaba y ponía como LEYES de dios ( su dios), tiempo después averigüé que el “rabí” había sido expulsado de un culto idolatra judeo mesiánico por acoso sexual a una menor de edad y en represalia había abierto su propia “sede”, era un individuo sin preparación, sin normas y ante todo sin D-s, pero con un inmenso amor por su ego y por su verdadero dios, el dinero, la sede del culto era suntuosa, una gran mansión de tres pisos que habían adornado con temas alusivos a l judaísmo pero que tristemente acompañaban con imágenes cristianas, luego de escuchar dos horas de autentica basura ya ni siquiera pensaba en Moniquita, tan solo quería largarme de allí, mientras me compadecía de tanto imbecil que me rodeaba y que se habían dejado embaucar por tan pobre payaso, sin pensarlo me levanté y empecé a despedirme  de mi asistente ella me puso cara de asombro, cuando por detrás sentí una mano que me apretó el hombro, era un altísimo hombre de color que me dijo:- el rabí quiere hablar con usted. Conmigo? Mónica se levantó también y nerviosa me dijo, no te preocupes, yo te acompaño.

Allí, justo allí empezaría la maquinaria a funcionar, todo el plan empezaba a ponerse en marcha conmigo, lastimosamente para mí y para las seis personas que murieron en los siguientes días era demasiado tarde…CONTINUARÁ