Archivo de la etiqueta: oral

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 8

  Así resumen Prager y Telushkin la judeofobia nazi: "Casi toda ideología y nacionalidad europea había estado saturada con odio contra el judío cuando los nazis consumaron la "solución final". En las décadas y siglos que la precedieron, elementos esenciales del pensar cristiano, socialista, nacionalista, iluminista y post-iluminista habían considerado intolerable la existencia de los judíos. En un análisis final, todos se habrían opuesto a lo que Hitler hizo pero, sin ellos, Hitler no podría haberlo hecho".

 


Unidad 08: La judeofobia alemana; el fenómeno del autoodio judío

Por: Gustavo Perednik   

El primero de los tres paradigmas de la judeofobia moderna fue el francés, estudiado en la última clase. Ahora pasaremos al racista, que aunque también fue inaugurado en un libro francés, alcanzó su nadir en Alemania. En su Ensayo acerca de la desigualdad de las razas humanas (1853) Joseph De Gobineau sostenía que las diferencias físicas entre las razas humanas conllevan jerarquías intelectuales y morales. Aunque éste era el primer libro en desarrollar la teoría, el racismo como prejuicio, empero, es tan antiguo como la civilización, y aun Platón y Aristóteles arguyeron que los griegos habían nacido para ser libres y los bárbaros eran esclavos naturales.

La tradición antirracista, por su parte, fue una contribución judía que el cristianismo difundió. Su primer ejemplo es provisto en el Talmud, cuando explica el motivo por el que Adán es el único ancestro humano: para que nadie pueda jamás atribuir superioridad a sus antepasados.

Y aunque el prejuicio racial fue omnipresente en la historia europea, en el siglo XVIII se formalizó a partir de los estudios antropológicos. Linné emparejaba el color de piel con tendencias mentales y morales, y para Buffon el hombre blanco era la norma, "el rey de la creación", mientras los negros constituían una raza degenerada. Para Voltaire los negros eran una especie intermedia entre el blanco y el mono. En este contexto dieciochesco, los judíos encajaban como una nación sui generis, pero incluida en la raza blanca.

El siglo XIX complicó las cosas debido a que las luchas nacionales empujaron a los estudiosos a acrecentar el número de supuestas razas y subrazas. El énfasis mayor en Alemania se debe a dos razones: 1) Hasta 1870 sus muchas divisiones políticas internas habían incrementado el fervor nacionalista; y 2) la mayoría de los monarcas europeos eran de ascendencia germánica (recuérdese además que la monarquía dividía a la sociedad medieval en tres estratos: plebe, clero y nobleza, y ésta era considerada la superior, de "sangre azul").

El filósofo Johann Fichte enseñaba que el alemán era la lengua original de Europa (Ursprache) y los alemanes la nación original (Urvolk). Incluso fuera de Alemania hubo algunos partidarios del "Germanismo" o "Teutonismo". Con todo, la visión de Fichte no se quedaba en la superioridad alemana y reflexionaba especialmente acerca de los judíos: "¿Darles derechos civiles? No hay otro modo de hacerlo sino cortarles una noche todas sus cabezas y reemplazarlas por otras cabezas que no contengan un solo pensamiento judío. ¿Cómo podemos defendernos de ellos? No veo alternativa sino conquistar su tierra prometida y despacharlos a todos allí. Si se les otorgan derechos civiles van a pisotear a los otros ciudadanos".

Junto a la antropología y la filososfia, otra disciplina académica estimulaba a los racistas: la lingüística. Ya desde los descubrimientos de William Jones en 1786 y la Ley de Grimm de 1822, se deducía de la afinidad entre el sánscrito, griego y latín, que había un origen común de idiomas indoeuropeos (incluídos celta y gótico, supuestamente el más antiguo de los germánicos). Se tuvo por cierto que las lenguas europeas derivaban del sánscrito, y las naciones que las hablaban pertenecían a la raza aria (que en sánscrito significa "noble").

El contraste de la llamada raza aria fue la "semita", de la que supuestamente derivaban las naciones que habían hablado lenguas semitas en el pasado. Lassen argüía que "los semitas no poseen el equilibrio armonioso entre todos los poderes del intelecto, tan característico de los indogermánicos" y su colega francés Ernest Renan condenaba "la espantosa simplicidad de la mentalidad semita". Todas las creaciones del espíritu humano (con la posible excepción de la religión) fueron atribuídas a los "arios" y por ello los alemanes, los más "puros", debían eludir mezclarse con razas inferiores. Debido a esa pretendida "pureza teutónica", los estudiosos alemanes optaron por la denominación indogermánica.

Durante la primera mitad del siglo pasado se hicieron muchos esfuerzos para racionalizar el odio. Bruno Bauer en Die Judenfrage (1843) denuesta el "espíritu nacional judío" y el compositor Richard Wagner escribe en La judería en la música (1850): "Debemos explicarnos por qué nos repele la naturaleza y personalidad de los judíos… Para compreder nuestra repugnancia instintiva por la esencia primaria del judío, consideremos primero cómo fue posible que el judío deviniera en músico…"

Las justificaciones científicas no provenían sólo desde lo sociológico. Un pionero que había pasado inadvertido fue Karl Grattenauer, quien en 1803 había ofrecido una explicación de vanguardia de por qué los judíos tienen mal olor: hay un fedor judaico producido por cierto amonium pyro-oleosum.

La creencia de que los judíos constituían una raza separada, oriental, se difundió ampliamente durante la segunda mitad del siglo pasado, y en Alemania se tradujo también al mundo de la política. Bajo gobierno de Bismarck, se entendió cínicamente que la judeofobia podía servir de instrumento para completar la unificación de Alemania. Como ironizara en retrospectiva Israel Zangwill (1920): "Si no hubiera judíos, habría que inventarlos para uso de los políticos… son indispensables como antítesis de una panacea; causa garantizada de todos los males". En efecto, a fines de siglo surgen en Alemania partidos políticos abiertamente judeófobos, con tres fundamentos ideológicos, a veces combinados: el económico, el religioso, y el voelkish (nacional-racial). Aunque al principio no tuvieron muchos afiliados, su propaganda seducía a grandes sectores de la población.

Podemos notar una diferencia con el modelo francés. Mientras en Alemania, Austria y Hungría, el uso político de la judeofobia fue una reacción inmediata al otorgamiento de Emancipación a los judíos, Francia, por el contrario, ya había vivido ochenta años de Emancipación cuando fue plagada por formas organizadas de judeofobia.

El primero en organizar el uso de la judeofobia como levadura para un movimiento de masas fue Adolf Stoecker en Berlín. Su Partido de Trabajadores Cristiano-Socialistas (1878) no atrajo votos con una plataforma de ética social cristiana, así que la cambió por una judeofóbica, que inspiró a todo un movimiento estudiantil antijudío a partir del Verein Deutscher Studenten de 1881. Con apoyo conservador, Stoecker fue electo al Reichstag. Para esa época se creaba la mentada Liga de los Antisemitas de Wilhelm Marr, dedicada ésta a temas étnicos más que a soioeconómicos. Y un famoso académico, Heinrich von Treitschke, les otorgó respetabilidad al denominar a todo exceso antijudío "una reacción brutal y natural del sentimiento nacional alemán contra un elemento extranjero". Treitschke acuñó la máxima Die Juden sind unser Unglück! ("-los judíos son nuestra desgracia!") que medio siglo después se transformó en lema de los nazis.

En 1882 se reunió en Dresden el Primer Congreso Antijudío, azuzado por un libelo de sangre en Tisza-Eszlar. Con delegados de Alemania, Austria y Hungría, creó la Alianza Antijudía Universal. Hubo más congresos en Chemnitz 1883, Kassel 1886 y Bochum 1889. Los racistas más pendencieros terminaron por escindirse del partido de Stoecker y en 1886 Otto Boeckel fue elegido al Reichstag como el primer judeófobo per se. A los pocos a¤os fundó el Partido Popular Antisemita, y dieciséis candidatos judeófobos fueron electos al Reichstag en 1893. En 1895, por primera vez en la historia, un partido llegaba al poder con una plataforma judeófoba. Fue el Partido Social Cristiano de Viena, cuyo líder, Karl Lueger, mientras era burgomaestre de la ciudad, recibió la visita de un joven admirador llamado Adolf Hitler.

También a principios de esa década se propuso la doctrina de la judeofobia racial. Para su iniciador, Eugen Dühring "habrá un problema judío aún si cada judío le da la espalda a su religión y se une a una de nuestras principales iglesias… Son precisamente los judíos bautizados los que penetran más profundamente… los judíos deben ser definidos solamente en base de la raza".

En 1899 Houston Chamberlain (yerno de Wagner) elaboró cabalmente la antítesis ario-semita en Los fundamentos del siglo XIX, voluminoso manual de los académicos judeófobos, que explicaba cómo desde la antigüedad "…los arios cometieron el fatal error de proteger a los judíos (bajo el rey persa Ciro) y así permitieron que el germen de la intolerancia semítica esparciera su veneno por la Tierra durante milenios, una maldición contra todo lo que es noble y una vergüenza para el cristianismo". No todos los racistas coincidieron en esto. Por ejemplo, los neopaganos como Alfred Rosenberg y Walter Darré, consideraron el cristianismo como una ense¤anza "típicamente semítica" que socavaba el espíritu "germánico" por medio de una mentalidad de esclavos. Esas diferencias acerca de qué es ario y qué es semita, fue precisamente el problema que nunca resolvieron los racistas.

Su solución fue simple: todo lo bueno era apropiado para "los arios" y lo malo era "semita". Para Chamberlain, por ejemplo, el ideal era el nórdico rubio y dolicocéfalo, entre los que no dudó en incluir nada menos que a Dante Alighieri, e incluso al Rey David y a Jesús. Pero como los gustos de los racistas variaban, algunos resultados de su método fueron tragicómicos. Goethe por ejemplo, era para Chamberlain un "ario perfecto y puro"; para Fritz Lentz, un "híbrido teutónico-asiático"; para Otto Hauser, "un mestizo, puesto que en el Fausto hay centenares de versos lastimosamente malos".

Sin duda aquí radica la paradoja de este racismo: en la vastísima literatura acerca del "veneno judío", y a pesar de la enorme infraestructura montada para combatirlo, no se dio jamás una definición racial del judío. Nunca llegaron más allá de definirlo como alguien cuyos abuelos profesaron la religión judía. Así y todo, algunos fanáticos construyeron sistemas escatológicos muy elaborados en los que la lucha entre la raza aria y la semita era la contrapartida de la lucha final entre Dios y fuerzas diabólicas.

El hecho es que para 1900 la existencia de una raza aria era tenida por la mayoría como una verdad científica, y ya había todo un enorme aparato teórico que denunciaba la "influencia judía" en el arte, las leyes, la medicina, filosofía, literatura, etc. Un ejemplo particularmente escandaloso (aunque menor) fue la obra del campeón mundial de ajedrez Alexander Alekhine, Ajedrez ario contra ajedrez judío en la que se sostiene que los judíos juegan al ajedrez de un modo distinto, hiperdefensivo y oportunista.

La judeofobia racial no dejó salida a los judíos, y algunos encontraron una única reacción posible.

El Auto-Odio Judío

Miles de judíos habían dejado de lado su tradición décadas antes de los escritos racistas. Muchos, nacidos en familias religiosas y educados en ieshivot talmúdicas, abandonaron el judaísmo apenas se pusieron en contacto con la cultura alemana. El hijo de uno de aquellos judíos fue el máximo poeta Heinrich Heine, para quien "el judaísmo no es una religión sino una desgracia" y quien se bautizó ("pero no me convertí", aclaraba). El escritor Moritz Saphir fue aun más lejos: "el judaísmo es una deformidad de nacimiento, corregible por cirurgía bautismal".

Pero cuando la Emancipación se revirtió en Alemania, y los judíos fueron nuevamente confrontados con un odio sistemático que no les permitía en modo alguno liberarse de la carga de su judeidad, apareció un fenómeno muy singular: el auto-odio judío. Ese precisamente fue el título del libro de Theodor Lessing, que en 1930, examinó las biografías de seis judíos que odiaron su ascendencia. Algunos se suicidaron en consecuencia, incluido el conocido psiquiatra y filósofo autríaco Otto Weininger.

Casos de autoodio judío había habido en la antigüedad, como el del sobrino de Filón, Tiberio, que hizo masacrar a los judíos. Y también en la Edad Media hubo casos como Petrus Alfonsi, Nicholas Donin, Pablo Christiani, Avner de Burgos, Guglielmo Moncada y Alessandro Franceschi. Pero todos ellos habían tenido la opción de la apostasía, y aun pudieron unirse al sector más judeofóbico de la Iglesia a fin de perseguir a los judíos.

La novedad de la nueva etapa judeofóbica en Austria y Alemania de este siglo, fue que no dejaba escapatoria alguna, y llevó al auto-odio judío a los mismos abismos que la judeofobia gentil. La Organización de Judíos Nacional-Alemanes fue creada para apoyar "el renacimiento nacional alemán" (nazismo) en el cual esperaban cumplir un rol como judíos (eventualmente recibieron ese rol en Auschwitz).

Uno de los casos que estudió Lessing fue el del periodista vienés Arthur Trebitsch, quien se convirtió al cristianismo, escribió un libro judeófobo, y ofreció sus servicios a los nazis de Austria. Cuando sintió que todo era insuficiente, escribió: "Me fuerzo a no pensarlo, pero no lo logro. Se piensa dentro de mí… está allí todo el tiempo, doloroso, feo, mortal: el conocimiento de mi ascendencia. Tanto como un leproso lleva su repulsiva enfermedad escondida bajo su ropa y sin embargo sabe de ella en cada momento, así cargo yo la vergüenza y la desgracia, la culpa metafísica de ser judío. ¿Qué son todos los sufrimientos e inhibiciones que vienen de afuera en comparación con el infierno que llevo dentro? La judeidad radica en la misma existencia. Es imposible sacudírsela de encima. Del mismo modo en que un perro o un cerdo no pueden evitar ser lo que son, no puedo yo arrancarme de los lazos eternos de la existencia que me mantienen en el eslabón intermedio entre el hombre y el animal: los judíos. Siento como si yo tengo que cargar sobre mis hombros toda la culpa acumulada de esa maldita casta de hombres cuya sangre venenosa me contamina. Siento como si yo, yo solo, tengo que hacer penitencia por cada crimen que esta gente está cometiendo contra la germanidad. Y a los alemanes me gustaría gritarles: Permaneced firmes! No tengáis piedad! Ni siquiera conmigo! Alemanes, vuestros muros deben permanecer herméticos contra la penetración. Para que nunca se infiltre la traición por ningún orificio… Cerrad vuestros corazones y oidos a quienes aun claman desde afuera por ser admitidos. Todo está en juego! Permanezca fuerte y leal, Alemania, la última peque¤a fortaleza del arianismo! Abajo con estos pobres pestilentes! Quemad este nido de avispas! Incluso si junto con los injustos, cien justos son destruidos. ¿Qué importan ellos? ¿Qué importamos nosotros? ¿Qué importo yo? No! No tengan piedad! Se los ruego."

Si consideramos que los postulados judeofóbicos raciales habían penetrado por doquier en Alemania, se entiende el meteorítico crecimiento del nazismo, sobre todo si agregamos la simplicidad de su postura maniquea, que seduce a las masas. De veinte mil afiliados en 1923, el Partido Nazi recibió en 1930 dos millones y medio de votos, elevando a sus representantes en el Reichstag de 12 a 107. Dos a¤os después, ya eran 230. Cuando ascendieron al poder en 1933, el dogma judeófobo era una mitología filtrada en todos los órdenes de la vida, que sirvió para justificar el Holocausto.

El insulto a los judíos servía para enseñar a la juventud alemana el rechazo del pacifismo sentimental. Los maestros lo hacían en clase reprimiendo "debilidades" de otros niños. Siglos de odio acumulado se descargaron contra una población indefensa atrapada en Europa. El judío ya no era el chivo emisario, ni siquiera un miembro de una raza inferior. Era el culpable de todo mal: la derrota alemana en la Gran Guerra (tal acusación era llamada "la teoría de la pu¤alada en la espalda"), la inflación, el crimen, todo. El judío era el destructor inherente, el envenenador de la pureza. Y era incorregible. Sólo restaba una "Solución Final", que el slogan nazi explicitó claramente: Juda Verrecke! (judería, pereced!).

Al comienzo se fingió legalidad, se simuló autodefensa nacional. Luego el programa se aceleró: aislamiento, pauperización, expulsión, exterminio. Pero incluso antes de que el gobierno actuase, las tropas de asalto nazis, la policía y los afiliados del partido tomaron la acción en sus propias manos. Las golpizas, los boycots económicos, y los asesinatos de judíos fueron experiencias cotidianas. Se condenó al ostracismo a los judíos que ejercían como abogados, médicos, maestros, periodistas, académicos y artistas. Los ni¤os judíos eran insultados en las escuelas, por compa¤eros y por maestros, y regresaban a sus casas golpeados, pálidos y temblorosos. Una estrella amarilla debia exhibirse en la ropa, los libros de judíos eran incendiados en público.

Antes de que concluyera 1933, los judíos alemanes eran hombres desesperados, mujeres sollozantes y ni¤os aterrorizados. En septiembre de 1935 las Leyes de Nürenberg cancelaron la ciudadanía de todos los judíos, quienes pasaron a ser "huéspedes". La única salida era la emigración o el suicidio. Se limitó la salida de bienes del país, y para 1938 no podía sacarse ni siquiera un marco. Esta medida enriquecía al gobierno con cada partida, y también hacía del judío un inmigrante aun más indeseable en los países a los que presentaba su solicitud.

La Noche de los Cristales (10/11/1938) fue el horror: ultrajes, asesinatos, saqueos y violaciones. Los judíos corrían presas del pánico mientras hordas de nazis los perseguían. Más de cien judíos fueron asesinados, treinta y cinco mil arrestados (y eventualmente enviados a los campos de muerte), siete mil quinientos negocios saqueados y seiscientas sinagogas incendiadas, mientras los altoparlantes anunciaban: "se requiere de todo judío que decida colgarse, que tenga la amabilidad de colocar en su boca un papel con su nombre, para que sea identificado". El Holocausto había comenzado.

La historia del Holocausto excedería el marco de este curso. En síntesis, una nación entera se trasformó en el brazo ejecutor de la judeofobia más brutal. Y era la nación más civilizada del planeta. Se aplicó la "ideología" nazi, o sea la remoción de los judíos de la sociedad humana, por medio de etiquetarlos como parásitos, como un virus infeccioso que amenazaba al mundo. La mitología judeofóbica llevó así a la pérdida de seis millones de vidas de judíos (un tercio del total) y Adolf Hitler despojaba la judeofobia de todos sus disfraces y desnudaba su esencia. Instintos sádicos descontrolados fueron protegidos por la ley, por el estado, por el silencio del mundo. Tanto la conferencia internacional de Evian (1938) como la de Bermuda (1943) no pudieron proveer a los judíos de un solo sitio en el que refugiarse. Y las puertas de la Tierra de Israel permanecieron selladas por los británicos que devolvían a Europa los barcos cargados de refugiados judíos, o los hundían y así condenaban a miles de judíos fugitivos a ahogarse en el mar.

Millones de judíos que habían rechazado o postergado las propuestas sionistas de emigración, y confiaban que la seguridad del pueblo judío sería defendida por los ideales liberales de Europa, por una legislación justa, y por democrátas por doquier, descubrieron con estupor que incluso sus vecinos y amigos no-judíos no se levantaron a protegerlos, ni incluso a esconderlos. Hubo, sí, miles de "justos entre los gentiles" que expresaron solidaridad con los judíos, algunos incluso arriesgando así sus propias vidas. Pero a pesar de ellos, el panorama global fue de tétrica desilusión para los que creyeron que la judeofobia estaba por superarse.

La opresión de los judíos caía en niveles cada vez peores. Desde legislación discriminatoria hasta exclusión de empleos de los que subsistir, desde actos de violencia contra individuos en las calles hasta campa¤as contra negocios de judíos, desde deportaciones y degradación, hasta el exterminio, y la mayoría de los gentiles cubrieron sus ojos, cerraron sus puertas a los que buscaban refugio y, con demasiada frecuencia, fueron partícipes del asesinato de judíos, arrebatándoles sus pertenencias y delatando sus escondrijos. Aun más que durante las matanzas medievales, los alemanes tuvieron éxito en el genocidio debido a la abrumadora coooperación que recibieron de los ciudadanos de los países ocupados.

Todos los pedidos de los judíos fueron virtualmente desoídos, incluída la solicitud de que se bombardearan los hornos crematorios de Auschwitz, donde un millón y medio de judíos fueron asesinados después de inenarrables sufrimientos. Los ejércitos aliados se negaron a bombardear el campo de muerte, por temor de que sus propios ciudadanos sintieran que habían sido arrastados a una "guerra judía".

Llamar racismo a la "ideología" nazi es otro empe¤o por desjudaizar el Holocausto. Sólo en lo que concernía a los judíos fueron los nazis consistentemente "racistas". Sus principales aliados fueron pueblos latinos y asiáticos, Italia y Japón, y flirtearon con otro pueblo supuestamente "semita", los árabes. Es sabido que cuando el líder de los árabes-palestinos, Hajj Amin Al-Husseini, visitó a Alfred Rosenberg en mayo de 1943, se le prometió que se daría instrucciones a la prensa para que limitara el uso de la voz "anti-semitismo" porque sonaba al oído como si incluyera el mundo árabe, que era mayormente germanófilo. Husseini participó del golpe pronazi en Irak en 1941, y residió en Alemania por el resto de la guerra. Recrutó a los voluntarios musulmanes para el ejército alemán y exhortaba al Reich a extender la "solución final" a Palestina.

El hecho es que el odio nazi se focalizó en los judíos con la virtual exclusión de toda otra "raza" (incluídos los gitanos que, aunque fueron muertos en masa, a diferencia de los judíos, en la visión de los nazis no pasaron de ser marginales).

No fue debido al racismo que los nazis odiaban a los judíos, sino al revés: para ejercer su honda judeofobia utilizaron argumentos racistas. No fue para adquirir poder que los nazis atacaron al "chivo expiatorio" judío, sino al revés, o como Hitler escribiera, ya derrotado, en su diario, en abril de 1945: "Por encima de todo encargo al gobierno y al pueblo a resistir sin misericordia al envenenador de todas las naciones, el judío internacional".

Así resumen Prager y Telushkin la judeofobia nazi: "Casi toda ideología y nacionalidad europea había estado saturada con odio contra el judío cuando los nazis consumaron la "solución final". En las décadas y siglos que la precedieron, elementos esenciales del pensar cristiano, socialista, nacionalista, iluminista y post-iluminista habían considerado intolerable la existencia de los judíos. En un análisis final, todos se habrían opuesto a lo que Hitler hizo pero, sin ellos, Hitler no podría haberlo hecho".

En cuanto al rol específico de la Iglesia, fue objeto este mes de un simposio vaticano bajo el título de "Raíces de antijudaísmo en círculos cristianos". Allí tanto el teologo Georges Cottier como la autoridad vaticana, el padre Remi Hoeckman, convocaron a un "histórico examen de conciencia por parte de los cristianos, a fin de que el fin del milenio coincida con el fin del antisemitismo, del desprecio que los cristianos han tenido por el judaísmo y los judíos".

 

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 2

"En esta segunda lección retomamos la tesis sostenida entre otros por el sacerdote norteamericano Edward Flannery, cuyo libro Veintitrés siglos de antisemitismo da la respuesta en el título mismo. Flannery rastreó las primeras citas históricamente documentadas, que evidencian un encono específico contra los judíos. Para entender dicha hostilidad, es necesario que nos introduzcamos en la Alejandría del siglo III a.e.c. "


 

Unidad 02: El judío en el mundo pagano; el fenómeno alejandrino

Por: Gustavo Perednik

 

 

Hemos comenzado el curso explicando los motivos que justifican el nombre de judeofobia para el odio antijudío, y enumeramos las características que hacen del mismo un fenómeno único y singular.

Luego planteamos diversas opiniones acerca de cuándo nació la judeofobia, y nos quedamos con dos alternativas plausibles: que tuvo su germen, o bien en el helenismo, o bien en el cristianismo.

En esta segunda lección retomaremos la primera de esas dos tesis, que fue sostenida entre otros por el sacerdote norteamericano Edward Flannery, cuyo libro Veintitrés siglos de antisemitismo da la respuesta en el título mismo. Flannery rastreó las primeras citas históricamente documentadas, que evidencian un encono específico contra los judíos. Para entender dicha hostilidad, es necesario que nos introduzcamos en la Alejandría del siglo III a.e.c.

Una Posible Cuna de la Judeofobia

Alejandría fue fundada por quizá el máximo conquistador de todos los tiempos, Alejandro Magno, quien, según historia Josefo Flavio, tuvo una actitud favorable hacia los judíos. Les permitió construir sus propios barrios en la ciudad, en la que desarrollaron el comercio y prosperaron. Alejandría se transformó en una segunda Atenas, capital comercial e intelectual del mundo antiguo.

En Eretz Israel, después de la muerte de Alejandro hubo un período de inestabilidad que provocó deportaciones y emigraciones de judíos, especialmente a Alejandría, cuya poblacíon judía creció notablemente.

A comienzos de la era común había allí cien mil judíos, que ocupaban casi la mitad de la ciudad. (La población judía mundial era de cuatro millones, un millón de los cuales residía en Eretz Israel).

En consecuencia, Egipto se transformó tanto en el corazón de la Diáspora judía, como en lo más avanzado de la helenización fuera de Grecia. Y no se sustrajo a la norma del mundo pagano, que en general fue muy tolerante en materia de diversidad religiosa. Después de todo, si cada familia veneraba a sus muchos dioses, qué mal podía haber en dioses adicionales que cada uno eligiera.

Esa atmósfera tolerante, típicamente pagana, permitió a los judíos practicar libremente su monoteísmo. Tres ejemplos de destacadas personalidades que valoraban altamente a los judíos fueron Clearco, Teofrastro y Megástenes, a comienzos del siglo III a.e.c.

Los dos primeros habían sido, como el mismo Alejandro, discípulos de Aristóteles. Clearco de Soli se refiere en su diálogo Del Sueño al encuentro entre su maestro y un judío, y Teofrastro de Eresos llama a los judíos "raza de filósofos", una descripción nada infrecuente en aquella época.

Sin embargo, aquel trío fue en cierto modo una excepción, puesto que la mayor parte de los historiadores alejandrinos fueron notorios por su judeofobia. Una razón para ello puede ser que aunque los egipcios nativos gozaban de prosperidad económica y cultural, no faltaba entre ellos el descontento por la dominación foránea, primero griega y luego romana. Ese resentimiento se tradujo en una xenofobia que terminó por descargarse contra el pueblo hebreo.

Probablemente a los egipcios los irritaba la tolerancia que el imperio había otorgado a los judíos. Esto, más la envidia social frente al florecimiento de esa colectividad, fue caldo de cultivo para las primeras agresiones escritas. Siguen algunos ejemplos.

Hecateo de Abdera fue el primer pagano que se explayó acerca de la historia israelita, y en el siglo IV a.e.c. no excluyó lo legendario de su narración: "debido a una plaga, los egipcios los expulsaron… La mayoría huyó a la Judea inhabitada, y su líder Moisés estableció un culto diferente de todos los demás. Los judíos adoptaron una vida misantrópica e inhospitalaria".

Debe aclararse que el relato de Hecateo no ataca especialmente a los judíos, a tal punto que cuatro siglos después Filón de Biblos se preguntó si aquel historiador no se habría convertido al judaísmo. Pero Hecateo sí es responsable de inventar el primer mito sobre la historia judía, el primero de una extensa y mortífera mitología. Los judíos "habían sido expulsados" y la vida que Moisés "les impuso en recuerdo de su exilio, era hostil a todos los humanos".

Los escritores alejandrinos posteriores (con algunas excepciones como Timágenes y Apián) repetían siempre que los judíos tenían ese origen humillante. El primer egipcio en narrar la historia de su país en griego fue el sacerdote Maneto, quien escribió en el siglo III que "el rey Amenofis había decidido purgar el país de leprosos… que fueron guiados por Osarsiph", a quien Maneto identifica con Moisés. No menciona explícitamente a los judíos, pero habla de "una nación de conquistadores foráneos que prendieron fuego a ciudades egipcias y destruyeron los templos de sus dioses… después de su expulsión de Egipto, cruzaron el desierto en su camino a Siria, y en el país de Judea construyeron una ciudad que llamaron Jerusalem".

El motivo del reiterado rechazo por lo judío que se daba entre aquellos egipcios, es que posiblemente la narración del Exodo ofendía su patriotismo. La religión israelita había hecho del Exodo de Egipto su creencia central, sinónimo de la aspiración judaica por la libertad.

Por ello, no es de extrañar cierto despecho de parte de los egipcios, quienes comenzaron por transformar el Exodo en una gesta nacional de expulsión de indeseables. Para ello, hacía falta denigrar a los supuestos "expulsados", rebuscar las causas posibles de aquella "expulsión". Así, los temas del linaje leproso y la falta de sociabilidad aparecen en las obras de Queremon, Lisímaco, Poseidonio, Apolonio Molon y, especialmente, Apión. Eran egipcios que escribían en griego.

Según Lisímaco "los judíos, enfermos de lepra y de escorbuto, se refugiaron en los templos, hasta que el rey Bojeris ahogó a los leprosos y mandó los otros cien mil a perecer en el desierto. Un tal Moisés los guió y los instruyó para que no mostraran buena voluntad hacia ninguna persona y destruyeran todos los templos que encontraran. Llegaron a Judea y construyeron Hierosyla (ciudad de los saqueadores de templos)".

Mnaseas de Patros (s. II a.e.c.) aporta la novedad de que los judíos "adoran una cabeza de asno" y su contemporáneo Filostrato resume: "los judíos han estado en rebelión en contra de la humanidad; han establecido su propia vida aparte e irreconciliable; no pueden compartir con el resto de la raza humana los placeres de la mesa, ni unírseles en sus libaciones o plegarias o sacrificios; están separados de nosotros por un golfo más grande del que nos separa de las Indias".

Por su parte, Agatárquides de Cnido destacaba las "prácticas ridículas de los judíos, el carácter absurdo de su ley y, en particular, la observancia del Shabat" que los mostraba como un pueblo de holgazanes. La mitificación va creciendo como una bola de nieve, y en el siglo I a.e.c. Apolonio Molon lanza contra los judíos una nueva escalada: "son los peores de entre los bárbaros, carecen de todo talento creativo, no hicieron nada por el bien de la humanidad, no creen en ninguna divinidad… Moisés fue un impostor".

Pero el mito más funesto de los inventados en la antigüedad (por sus derivaciones ulteriores, según veremos en próximas lecciones) fue el de Damócrito (s. I a.e.c.): "Cada siete años toman un no-judío y lo asesinan en el templo…" Dos historiadores de marras fueron Queremón, quien relacionó el Exodo con las migraciones de los Hyksos, y Apión, el máximo judeófobo antiguo.

Apión, a quien Plinio el Antiguo y Tiberio llamaron "gran charlatán", fue iniciador de las agitaciones antijudías bajo el gobernador Flaccus (año 38) que provocaron que decenas de miles de judíos fueran asesinados. El recopiló las ideas de sus predecesores y agregó de su propia creatividad: "Los principios del judaísmo obligan a odiar al resto de la humanidad. Una vez por año toman un no-judío, lo asesinan y prueban de sus entrañas, jurándose durante la comida que odiarán a la nación de la que provenía la víctima. En el Sancta Sanctorum del Templo Sagrado de Jerusalem hay una cabeza de asno dorado que los judíos idolatran. El Shabat se originó porque una dolencia pélvica que los judíos contrajeron al huir de Egipto los obligaba a descansar el septimo día".

Dos grandes sabios de esa época enfrentaron a este judeófobo. Flavio Josefo tituló una de sus obras Contra Apión, y el filósofo Filón de Alejandría lideró la delegación de judíos que se entrevistaron con el emperador Calígula a fin de poner fin a la violencia en la ciudad.

La Judeofobia Romana

Cuando la provincia Roma prevaleció sobre lo que había sido el imperio helenista, los escritores romanos heredaron de los griegos también la judeofobia. En Horacio (siglo I a.e.c.) hay condena contra los judíos, pero muy moderada (sus obras son despues de todo, sátiras).

El satirista más famoso de Roma, Juvenal (50-127), culpa a los extranjeros (si bien incluye griegos y sirios destaca a los judíos) de haber provocado la decadencia de la forma tradicional de vida romana. Desprecia especialmente a los judíos porque adoran nubes, haraganean en sábado, practican la circuncisión y son pobres.

Tácito (55-120) repite que los judíos debilitan la moralidad romana, y que los egipcios los expulsaron al desierto, en el que Moisés les enseñó rituales para separarlos de las otras naciones. Según Tácito, cuando los israelitas llegaron a Judea comenzaron con el culto asnal porque los asnos los habían guiado en su marcha por el desierto. "Los judíos revelan un terco vínculo los unos con los otros… que contrasta con su odio implacable por el resto de la humanidad… siniestros y vergonzosos, han sobrevivido sólo gracias a su perversidad… Creen profano todo lo que para nosotros es sagrado, y permiten lo que nos es aborrecible… consideran criminal matar a un bebé recién nacido".

Una característica que cabe analizar aquí es la sobrepercepción del judío, aspecto que ya comienza a verse en autores de esa época. A comienzos de la era común, el historiador y geógrafo Estrabón argüía que "los judíos han llegado a todas las ciudades, y es difícil hallar un lugar en la tierra habitable que no haya admitido a esta tribu, y que no haya sido poseído por ella".

La sobrepercepción del judío es la norma, pero no siempre viene acompañada de judeofobia. Un buen ejemplo es una carta que Mark Twain (el famoso escritor norteamericano, que de ningún modo fue judeófobo) envió al editor de la Encyclopedia Britannica: "leí que la población judía de los EE.UU. es de 250.000. Yo tengo más amigos judíos que esa cifra, por lo que supongo que se trata de un error tipográfico por 25.000.000".

Corresponde aclarar que en todos los países en donde viven, los judíos llegan a ser, como máximo, el 1% de la población (las únicas dos excepciones son EE.UU., donde superan el 2%, e Israel, donde constituyen casi el 90%). Pero casi en todo país son percibidos como si fueran cinco o diez veces más.

Esa sobrepercepción resulta de por lo menos tres razones para esa sobrepercepción: 1) los judíos son eminentemente urbanos (el 90% de ellos está concentrado en las dos ciudades principales de cada país en el que residen); 2) son muy activos en actividades centrales (economía, artes, ciencia); y 3) su historia se transformó en la historia sagrada de una buena parte de la humanidad, por lo que la mayoría de la gente aprende acerca de los judíos en algún momento de su educación, de modo que los judíos están mentalmente presentes en la gente antes de ser personalmente conocidos.

En el siglo I a.e.c. Cicerón describe la "superstición bárbara" de los judíos, y alerta acerca de "cuán numerosos son, aislacionistas e influyentes en las asambleas". La comunidad judía de Roma seguía a la de Alejandría en cuanto a tamaño e importancia, y también allí, los privilegios que algunos emperadores les acordaron para que pudieran observar libremente su estilo de vida, despertaron la envidia de sus vecinos. Esos privilegios incluían la exención de adorar imágenes, práctica que estaba muy entretejida en la vida cotidiana de los romanos.

La política romana nunca fue sistemáticamente judeofóbica (sólo algunos emperadores lo fueron), y su ambivalencia no se modificó ni siquiera durante la guerra contra Judea. Pero los hombres de letras romanos sí tendieron a hacerse eco de los prejuicios alejandrinos. Tíbulo, Ovidio, Quintiliano y Marcial se sumaron a los ataques contra "la perniciosa nación". Séneca los llamó "la nación más malvada,cuyo despilfarro de un séptimo de la vida va contra la utilidad de la misma".

Como vimos, este capítulo de la judeofobia fue principalmente literario, y justificaría la postura de aquellos que ven en Alejandría la cuna del fenómeno.

La pregunta es cómo podría ser de otro modo, de qué manera alguien podría argumentar que la judeofobia nació con el cristianismo (según la quinta de las hipótesis planteadas) si hay tanta evidencia de odio antijudío entre los griegos y romanos. A responder esa pregunta dedicaremos la próxima lección.

Dictador el maestro, dictadores los pupilos…

A continuación presento el artículo de la periodista guayaquileña Gabriela Calderón, publicado en el diario El Universo de mi país Ecuador (10 de abril 2007).

Muy atinado el artículo. Especialmente cuando los dictadores Correa y Chávez venden a la colectividad la idea de que son los sucesores del libertador Simón Bolívar. Bueno, lo son: ¡dictador el maestro, dictadores los pupilos! 


Bolívar no era un demócrata

Por Gabriela Calderón
Editorialista de
El Universo (Ecuador)

“El presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución como el sol que, firme en su centro, da vida al universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua”. —Simón Bolívar. Lima, 25 de mayo de 1826.

Uno de los mitos más difundidos en Latinoamérica es que el “Libertador” era un demócrata.

Como guayaquileños debemos conocer que aunque este enigmático hombre puede haber sido el “Libertador” para gran parte de América Latina, fue lo contrario para nuestra ciudad. Esta aclaración es necesaria, sobre todo, cuando nuestro alcalde Nebot anda citando precisamente al personaje que nos anexó a la fuerza a su fracasada Gran Colombia. Para la próxima sería más apropiado que cite a José Joaquín de Olmedo, cuando esté hablando de defender los intereses de Guayaquil.

En 1822, Bolívar dio instrucciones a Sucre de utilizar la fuerza militar, si era necesario, para anexar a Guayaquil. En una carta a San Martín –luego de que este había pedido que se respete la voluntad del pueblo guayaquileño con respecto a su destino– le dijo: “Yo no creo que Guayaquil tenga derecho a exigir de Colombia (Gran Colombia) el permiso para expresar su voluntad”. Y a Olmedo le dijo que la Gran Colombia nunca permitiría que Guayaquil se incorpore a otro país —todo esto, sabiendo que la voluntad de los guayaquileños favorecía anexarse con el Perú, o incluso la independencia antes de ser anexados a la Gran Colombia.

En una carta dirigida a Francisco de Paula Santander, el entonces vicepresidente de la Gran Colombia, Bolívar reconoció que fue por respeto a la fuerza militar de la Gran Colombia que el gobierno guayaquileño de ese entonces cedió. El “Libertador” reemplazó el gobierno constitucional y legal que existía en la ciudad porteña con un régimen militar.

Bolívar no era muy democrático en su forma de gobernar. Esto no lo deduzco solamente de sus escritos, sino también de lo que historiadores del mismo siglo decían de Bolívar, notablemente entre ellos, Carlos Marx (el del Manifiesto comunista, no el del SRI). Marx consideraba a Bolívar un buen imitador de Napoleón Bonaparte y dijo de Bolívar: “Su dictadura pronto evidenció una anarquía al abandonar los asuntos más importantes en manos de favoritos, quienes malgastaron los fondos del país y luego recurrieron a medios abominables para reponerlos”.

Bolívar tenía un concepto muy extraño de democracia. Él creía que los pueblos sudamericanos no podían practicar virtudes democráticas como los europeos. Cuando en Bolivia se le presentó la oportunidad de escribir una Constitución, Bolívar la aprovechó para escribir una a su medida: presidencia vitalicia (él), senadores hereditarios, diputados elegidos por el pueblo y “censores” con el deber de “proteger la moral, las ciencias, las artes, la instrucción y la imprenta”.

“Si esto no es legítimo es al menos popular y, por lo mismo, propio de una república eminentemente democrática”, le dijo Bolívar a Francisco de Paula Santander cuando este se opuso a que la Constitución “democrática” de Bolivia fuese aplicada a la Gran Colombia.
¿Cómo se puede creer que alguien que asumió poderes dictatoriales en Caracas en 1813, en Angostura en 1817, en Lima en 1824 y luego en Bogotá en 1828 era un demócrata?

Álvaro Vargas Llosa dice que Bolívar encarnó el “pecado original” de las repúblicas latinoamericanas: “El elitismo, el totalitarismo, y una pasión desmesurada por lo que nosotros conocemos como la construcción social”.

“Alerta, la espada de Bolívar está pasando a través de América Latina”, dijo nuestro Presidente en su discurso de inauguración. Como ecuatorianos (y más aún como guayaquileños) que todavía creemos en la democracia constitucional y en la República, verdaderamente tenemos que estar muy alertas.

Resp. 94 – Personas conflictivas

Shalom
Apreciado
More Ribco
Aqui estamos muy bien gozando de lo permitido y avanzando en este camino de luz. Todos le enviamos saludes, esperando que Ud. se encuentre bien al igual que su familia.

En la comunidad hay un señora que esta dañando con su mal comportamiento a otros en la comunidad, trayendo mentiras, y manipulando a otros con sus mentiras, ella esta destruyendo su hogar al separarse de su esposo, y está saliendo con una persona que estaba asistiendo a la comunidad, que se recomienda hacer con dicha persona.

More su orientación es muy importante para todos nosotros, disculpe tanta molestia. seguimos construyendo Shalom

que tengan un feliz Pesaj.
Identidad en Reserva

Seguir leyendo Resp. 94 – Personas conflictivas

EL PODER DE REALIZAR EL POTENCIAL segunda parte

El sendero hacia la plena libertad no es nada fácil:

El toque de la trompeta llevada a cabo por el mismísimo rey Shaúl anunciaba la victoria de Jonatán y llamaba al resto del pueblo a la guerra. El pueblo respondió y la liberación fue consumada, pero luego de un proceso de luchas encarnizadas, pues los filisteos también lucharon por mantener su dominio y control sobre el pueblo hebreo. No fue nada fácil.


Los filisteos tenían superioridad militar (armas, soldados y estrategias). Tenían en su haber treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, y pueblo como la arena que está a la orilla del mar en multitud, equipados todos con armas y estrategias de guerra altamente definidas. (Véase 1 Samuel 13: 5, 17, 18). Esta fue la razón por la cual los guerreros de Saúl, agobiados de terror, se escondieron en cuevas, espinares y entre peñascos, en lugares fuertes y en cisternas. (Véase 1 Samuel 13: 6). Los pocos fieles que estaban dispuestos a pelear iban tras Shaúl temblando (Véase 1 Samuel 13: 7), pero presionados por las complicaciones del entorno, muchos de ellos comenzaron a desertar (Véase 1 Samuel 13: 8, 11), y lo peor, los soldados que quedaron firmes, unos seiscientos hombres, no tenían armas con las cuales pelear (Véase 1 Samuel 13: 15, 19-22). Humanamente Israel estaba en desventaja y los filisteos tenían todas las posibilidades numéricas de ganar.


Otra vez Jonatán toma la iniciativa:

A pesar de todas las restricciones reales existentes, el valeroso Jonatán decidió luchar, pues sus ojos se enfocaban más allá de las limitaciones. Dice el Texto Sagrado: “Aconteció, pues, cierto día, que Jonatán, hijo de Shaúl, dijo a su paje de armas: Ven, pasémonos a la guarnición de los filisteos, que está por aquel lado (del valle), pero no dio parte de esto a su padre”. También dice: “Dijo, pues, Jonatán a su paje de armas: Ven, pasemos a la guarnición de esos incircuncisos; quizá obrará el Señor juntamente con nosotros, porque con el Señor no hay estorbo en salvar con muchos o con pocos”. (Véase 1 Samuel 14: 1, 6).

Imaginemos la posible conversación que hubo entre Jonatán y su paje de armas:

Jonatán: ¡Amigo, vayamos al campamento enemigo y hagamos algo por nuestra liberación! No nos quedemos aquí encuevados y temerosos. Me siento mal conmigo mismo sin hacer nada. Nosotros no fuimos llamados a estar ociosos y sin fruto.

Su paje de armas: Jonatán, pero ellos tienen 30.000 carros, 6.000 hombres de a caballo,  un pueblo equipados con carros, caballos, armas y estrategias. Saúl, nuestro líder, sólo tiene 600 hombres fieles en su ejército, y sin armas. (13: 15; 14: 2).

Jonatán: Yo lo sé, amado criado, yo lo sé muy bien. Pero, no te olvides del significado de mi nombre. ¿Lo recuerdas? Jonatán significa: el Eterno ha dado. Mira, fiel compañero, ellos tienen todo en las manos, pero no tienen nada en esperanza; nosotros tenemos poco en las manos, pero lo tenemos todo a nuestro favor. Vamos a enfrentarlos con los recursos con los que el Todopoderoso Señor nos ha dotado. Recuerda que Él es el amo de la guerra, y no es “difícil para Él salvar con muchos o pocos”. Si el Eterno está con nosotros y por nosotros, no habrá nada ni nadie que nos pueda propinar una caída.

Amigo mío, “el Creador ha dado”: Hazle la guerra al sistema opresor que hoy te abate, aunque aparente ser invencible, y toma la decisión de luchar por destruir todas sus perversas influencias, usando fielmente los recursos que el Eterno te ha entregado. Sus chispas están listas dentro de ti para ser activadas y proyectadas; Sus trece atributos de misericordia están dispuestos para ti; Sus Preceptos son el camino que te llevarán a puerto seguro. Dispones del poder de la plegaria y, sobre todo, de la compañía fresca y poderosa de Su divina Presencia. El Eterno ha dado; no tienes excusa para no pelear tu propia batalla.

 

Hay un dicho entre los militares que reza así: “En la guerra no hay excusas”.  Estamos en guerra, desecha las perversas excusas, toma tus armas morales, éticas y espirituales y ven a pelear en el Poder de Su fuerza.

 

Entre la vida mediocre y el éxito existen desfiladeros, peñascos agudos y muchos peligros:

Escuchemos con atención este relato: “Y entre los desfiladeros por donde procuraba Jonatán pasar a la guarnición de los filisteos, había un pico rocoso de esta parte, y otro pico rocoso de aquella parte, siendo el nombre del uno Bosés, y el nombre del otro Sene. El un pico formaba una peña escarpada de la parte del norte, frente a Mijmás, y el otro de la parte del sur, frente a Gueva”. (1 Samuel 14: 4-5).

 

Los desfiladeros eran tan abruptos que se les habían dado nombres: ‘Bosés’, que significa ‘reluciente’, y ‘Sene’, ‘puntiagudo’. Desfiladero es una palabra que significa:Paso estrecho entre montañas’. La actitud de Jonatán frente a los peligros es digna de ser alabada e imitada; él le dice a su compañero de lucha, a pesar de los riesgos, “Ven, pasemos…”. Esta debe ser la actitud de todos aquellos que desean levantarse del polvo de la mediocridad a un sitio de honor y verdadero éxito. Oye y atiende la voz del Eterno que te inspira diciendo: “Ven, pasemos juntos estos despeñaderos. No tengas miedo. Avancemos  hasta superar los peligros. No mires al abismo. Mira al frente; mira la corona; mira la liberación de tus hijos y de tu familia. Mírame a mí, la Roca inconmovible de los siglos”.

 

Para llegar a ser un hombre y una mujer de excelencia y de valor se hace imprescindible acostumbrarse a caminar en desfiladeros, peñascos y muchos peligros. Si no corres el riesgo que implica alcanzar una vida cimentada en el verdadero éxito continuarás toda tu vida siendo mediocre, miserable y digno de lástima. Nadie te recordará después que mueras, nadie; y si lo hacen, será para decir: “No sigan ni imiten el torpe ejemplo de ese cobarde ser”.

 

¿En qué lista quieres que anoten tu nombre después que mueras? ¿En la larga y penosa lista de los cobardes y mediocres? O, ¿en la corta, pero distintiva lista de aquellos que lucharon con tesón por redefinir el rumbo de sus vidas y familias? Sólo los hombres y mujeres de firme decisión llegarán, con el respaldo divino, a ser reconocidos como águilas en su generación.

 

El éxito sólo lo alcanzarán aquellos que estén dispuestos a trepar:

“Y trepó Jonatán sobre sus manos y sus pies, y su paje de armas tras él. Y cayeron delante de Jonatán, y su paje de armas mataba en pos de él”. (1 Samuel 14: 13). Treparon la roca utilizando sus manos y sus pies; algo que los filisteos pensaron era irrealizable. Pero para aquél que sabe quien es y qué es lo que quiere no hay peñasco que lo atemorice y lo haga retroceder.

 

Si no estás dispuesto a trepar los escabrosos peñascos, olvídate de tu liberación integral. ¡Qué fácil es llevar una vida simple y vacía!; por eso es que hay tantos mediocres en las calles y plazas. Esperan triunfar dependiendo de la casualidad, la suerte y el azar. Debes entender que el éxito verdadero no te va a caer del cielo; tienes que subir y trepar con tus propias manos y con tus propios pies y no darte por vencido hasta alcanzar la cumbre.

 

¡Qué duro es subir los peñascos! Para llegar a ser un hombre de proezas se necesitan varias cualidades: Absoluta certeza en las promesas del Eterno. Es más que creer en Dios, es creerle a Dios, depender de su cuidado, ser constante, disciplinado y poseedor de un espíritu valiente.

 

Imaginémonos al Eterno viendo a estos dos bizarros guerreros trepando con entereza y bravura los peñascos que tenían por delante. Imaginémonos diciéndole a sus ángeles servidores: “Me siento muy honrado por la intrepidez que han manifestado esos resueltos soldados. Vamos a coronar su hazaña con el galardón de la victoria”.

 

Vamos, hijos del Eterno, trepen, y trepen bien alto; usen lo que tienen, sus manos y sus pies, y todos aquellos recursos que el Eterno les ha entregado. No desfallezcan delante del conflicto. Tienen al Eterno a su lado y sus bondades a su favor.



Alfredo Zambrano García
FULVIDA Táchira – Venezuela


 

MI AYUDADOR ES EL ETERNO

 “Bienaventurado aquél cuyo ayudador es el Dios de Yaakov, cuya esperanza está puesta en el Eterno, su Dios,…”. (Salmos 146: 5).

 

            Introducción:

           Una de las advertencias más contundentes que los profetas y jueces verdaderos de Israel proclamaron a oídos del pueblo, de manera continua y vehemente, en todos los tiempos y escenarios, tiene que ver con la inutilidad de colocar nuestra confianza en aquellos hombres señalados como “príncipes poderosos”, los que han sido sublimados por el hombre a niveles de preponderancia y “divinidad”, o en imágenes de oro, plata, bronce o madera, pues su ayuda es del todo vana, frágil, perecedera y letal.

 

Al respecto, el profeta Jeremías nos transmitió de parte del Eterno una palabra incisiva y determinante: “Así dice el Eterno: Maldito aquél que confía en el hombre, y se apoya en un brazo de carne, y cuyo corazón se aparta del Eterno. Pues será como el enebro en el desierto, que no ve cuando viene el bien, sino que habita en los sequedales del desierto, en una tierra salada y no habitada”. (Jeremías 17: 5-6). Desde el mismo momento que quitamos nuestros ojos del Eterno y los fijamos en otro ser, real o ficticio, (llámese como se llame, sea quien sea) nuestras almas caen estrepitosamente en lugares de deterioro y sequedad, pues los influjos de la bondad del Eterno son coartados y aprisionados en cáscaras de impureza, impidiendo así al extraviado ser beber de las fuentes de la paz, la armonía y la bienaventuranza, y termina bebiendo de los influjos de la malignidad, a tal punto que su mismísima alma se va transformando lentamente a imagen y semejanza de aquel falso salvador en quien se está apoyando –su falso dios-, en el cual ha depositado toda su confianza y esperanza y de quien cree vendrá su rescate y liberación.

 

            Esto significa que el alma del extraviado y el alma del idolatrado (o su esencia doctrinal) se vuelven una misma cosa, recibiendo por transferencia espiritual las mismas cualidades del “ser divino” en el que se ha afincado. De allí que aquellos que sirven a los ídolos –ya sean conceptuales o físicos- adquieren sus mismísimas características.

 

Como ya sabemos, “los ídolos de ellos (las naciones) son de plata y de oro: obra de manos de hombre. Tienen boca, y no hablan; ojos tienen, y no ven; tienen orejas, y no oyen; narices tienen, y no huelen; tienen manos, y no palpan; pies tienen, y no andan, ni hablan con su garganta”. (Salmos 115: 4-7). Lo más interesante de este hecho es que así se tornan y actúan todos aquellos que sirven a los ídolos: “Como ellos son los que lo hacen, y todo aquel que confía en ellos”. (Salmos 115: 8). Todos aquellos que han puesto su confianza en la falsedad carecen de percepción, discernimiento, creatividad y tacto para penetrar en los misterios de la vida. Viven rodeados de un aura de espiritualidad fantasiosa y quimérica, sumidos en la más profunda depresión integral como individuos y familias. La misma condición de sequedad y frialdad que caracteriza a la falsa deidad se les transfiere a sus mentes y corazones. Tanto el ídolo como su servidor se vuelven uno.

 

“¡Cual la madre, tal su hija!”:

 ¿Por qué los cristianos son antisemitas en su teología y en su estilo de vida? No existe otra respuesta sino esta: pues así se comportaba y enseñaba su “salvador y mesías”, y así actuaban Pablo y los demás apóstoles, las columnas “morales y espirituales” de la “santa” iglesia. Como dice el dicho: “de tal palo, tal astilla”, o como dijera el profeta Ezequiel: “¡Cual la madre, tal su hija!” (Ezequiel 16: 44). Un hombre que deposita toda su confianza en Jesús/Ieshu, y se entrega sin reservas a su servicio, será impregnado de su misma esencialidad, de su mismo espíritu descarriado: rebeldía (a Dios, a Sus excelsas Instrucciones, a los Sabios y Jueces de Israel); orgullo (creer ser lo que en realidad no es, como Jesús/Ieshu, por ejemplo, que se autoproclamó como intermediario absoluto entre el hombre y su Dios); falsa piedad (creerse más que los demás por su supuesta espiritualidad); engaño y manipulación (si no se hace lo que él dice la persona pasa a ser un hijo de desobediencia, de ira y del mismísimo diablo, así sea un cumplidor fiel de los Preceptos del Eterno) y confusión y estupidez (decir una cosa, luego decir o hacer todo lo contrario, basado, supuestamente, en revelaciones del “espíritu santo”).

 

¿No actúan así los discípulos y seguidores de Jesús/Ieshu? ¿No es este el modo de actuar y de hablar de aquellos que se dicen llamar “cristianos”? ¿No es esto lo que revela la historia del cristianismo en sus diferentes épocas y escenarios? ¿A quién quieren engatusar con su disfrazado mensaje de “amor” y de “perdón”?

 

La teología cristiana, por un lado, pregona que Dios es amor y, por otro lado, condena indefectiblemente a los judíos por ser “los asesinos” de Cristo. Por un lado dice que los cristianos son los verdaderos hijos de Dios y la luz del mundo (por su fe en Cristo), pero por otro lado disfrutan enteramente y se benefician de las invenciones de los judíos, a los que acusan de alta traición y enemigos de la verdad. Por un lado predican acerca de la gracia de Dios y del pronto arrebatamiento de los santos al cielo, pero por otro lado proclaman a viva voz que Israel padecerá en la gran tribulación los embates del anticristo, el falso profeta y sus demonios.

 

Los seguidores de Cristo hablan de ser fieles a Dios y guardar sus preceptos (claro está, según fueron enseñados por Cristo), pero por otro lado dicen que los judíos, por no tener a Cristo en sus corazones, así cumplan todos los Mandamientos del Eterno, son anatemas y condenados a la destrucción del  infierno, pues nadie es “salvo” por guardar la Torá, sino por aceptar a Cristo como su salvador personal.

 

Por favor, vean esto. Para el cristianismo, si un cristiano sufre, es una prueba de Dios; pero si es un judío el que está sufriendo, es por causa de haber entregado y vendido al hijo de Dios. Si un cristiano es prosperado, es por su fe en Cristo Jesús y porque tiene visión de reino; pero si es un judío el que prospera (¡y qué prosperidad!), es por causa de su usura y corrupción, o por efectos de la gracia común, que sólo incluye bienes terrenales, pero no el cielo. Si un cristiano muere, los ángeles vienen y lo llevan a los brazos de Jesús; si un judío muere, lamentablemente está perdido para siempre en el fuego eterno. Si un cristiano es perseguido, es un bienaventurado; pero si es un judío el perseguido, es por culpa de haber declarado “su sangre (la de Jesús) sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos”.

 

Amigos míos, manipulación, ignorancia, fraude y pestilencia es la verdadera sustancia del mensaje cristo-céntrico que se proclama desde los púlpitos cristianos. ¿O no ven los daños morales, emocionales, físicos, científicos, académicos y económicos que el cristianismo le ha propinado a la humanidad en estos dos milenios de trágica existencia? Han perseguido y tratado de eliminar al justo, al sabio, al dotado de sentido común y creatividad. Han aplaudido hasta la saciedad el oscurantismo, la barbarie, la falsedad y el exceso, todo en nombre de su “amado salvador” y en la infalibilidad de sus líderes y pastores.

 

Los frutos de la vinculación con el Eterno:

 Ahora bien, veamos el efecto integral positivo que se produce cuando un justo se vincula al Eterno, el Dios Uno y Único, en una legítima relación espiritual, lo que en hebreo se conoce como Devekut. Al respecto, dice el profesor Yehuda Ribco: “Devekut, literalmente en hebreo es adherirse, aproximarse, éxtasis, juntarse. …es un camino extenso de actuar con fidelidad de acuerdo a lo que Dios nos exige, de modo tal de asemejar (en la medida de nuestras limitaciones) nuestros actos a Sus actos. Se consigue mediante el cabal cumplimiento de los preceptos a partir del sistemático y correcto estudio de Torá”. (Para ver toda la explicación haga clic en el enlace http://serjudio.com/rap1851_1900/rap1867.htm).

 

Estos conceptos nos ayudarán a entender por qué en el Salmo 112: 3 y 9 se dice del hombre justo, aquél que es amante y cumplidor fiel de los Preceptos del Eterno, “y su justicia permanece para siempre”, pero en el Salmo 111: 3 es del Eterno de quien se afirma “y Su justicia permanece para siempre”. Además, en ambos Salmos, tanto el Eterno como el hombre justo, son presentados como buenos, misericordiosos y justos. ¿Puede un simple mortal parecerse a Dios? ¿Qué quiere decir esto? Esto viene como resultado de la vinculación, de hacerse uno con Dios, como ya se explicó anteriormente. Las cualidades del bienhechor –el Eterno- se le transfieren al beneficiado –el hombre justo que confía en Él-, que ha puesto toda su esperanza en el Eterno y le sirve irrestrictamente a través del cumplimiento de Sus Preceptos.

 

¡Qué diferencia tan abismal existe entre uno que sirve a los ídolos y uno que sirve al Eterno, el Dios Uno y el Único! Cada quien refleja las cualidades propias del ser en el que se refugia y confía. Un dios identificado con la violencia genera creyentes violentos; un dios identificado con la ignorancia, pobreza y el dolor genera creyentes ignorantes, privados y sufridos; un dios identificado con el vicio y la sensualidad genera creyentes desenfrenados e inmorales. Un dios identificado con el antisemitismo genera creyentes antisemitas y menospreciadores de la verdad. Un dios identificado con la santurronería y la piedad inerte genera creyentes hipócritas y mojigatos. Pero un Dios identificado con la justicia, la bondad, la misericordia y la sabiduría, como el Singular Dios de Israel, genera hijos justos, bondadosos, misericordiosos y sabios. Decide hoy a quién quieres parecerte, o a los falsos dioses de las naciones o al Todopoderoso Dios de Israel, la Roca de la eternidad.

 

Un llamado a confiar en el Eterno con exclusividad:

 El llamado que hoy nos hace el Eterno a todos los mortales (judíos y gentiles) es romper las coyundas de la idolatría, en cualquiera de sus manifestaciones, y depositar toda nuestra confianza única y exclusivamente en el Eterno, el incomparable Dios de Israel, y exclamar como el Salmista: “Nuestra alma ha esperado en el Eterno; Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. En Él se alegrará nuestro corazón, pues hemos confiado en Su santo Nombre. Que Tu bondad, oh Eterno, esté sobre nosotros, tal como hemos confiado en Ti” (Salmos 33: 20-22). La confianza en el Eterno te llevará a caminar en dimensiones de confianza, seguridad, alegría y abundancia, cualidades éstas que distinguieron a los justos y fieles de la antigüedad.

 

Fuera del Eterno sólo hallarás ignorancia, confusión, caos y muerte. En Su refugio encontrarás el bien, la claridad y la vida plena que tanto ha deseado tu alma, por lo tanto, hoy te digo: “Fijaos y ved que el Eterno es bueno;  bienaventurado el hombre que confía en Él” (Salmos 34: 9).

   

Alfredo Zambrano García
FULVIDA Táchira – Venezuela

Pregunta existencial

 ¿Se ha preguntado usted que fuerza actúa al interior de los muchachos que proclamando "anarquismo o muerte" cometen actos de vandalismo so pretexto de alguna protesta en las calles de Latinoamérica? La frustración contenida en estos jóvenes es enorme y se retroalimenta con cada día que pasa. Soy de la opinión de que ellos no necesitan que alguien les de una respuesta, sino plantearse a si mismos una pregunta. La búsqueda sincera de la respuesta tiene un agente liberador en tanto que la respuesta en sí misma es el principio de la plenitud.  


 He vivido los últimos años fuera de mi país y siento que es un tipo de exilio. En todo caso un  exilio de primera categoría.

Salí de un país que se movía hacia el caos, el desorden y una ilegalidad sin paralelo en su historia y con enormes heridas abiertas dejadas por la ausencia de dos millones de compatriotas y llegué a una sociedad mucho más ordenada y justa – con algunas taras y defectos pero que permitía que el esfuerzo y honradez todavía sean ensalzadas como virtudes y no como debilidades.

¿Llegué al primer mundo? No. Llegué a tierras araucanas, chilotas, atacameñas – una tierra angosta que se llama Chile. Dios bendiga a este país que me ha dado tanto y que como dice su himno "o la tumba serás de los libres, o el asilo contra la opresión".

Cuando llegué a Chile me provocó un tremendo impacto que gobierno y oposición pasaran un proyecto de ley con casi el cien por ciento de los votos. Supuse que era una cosa aislada pero me encontré con que no era cosa ajena por estos lados. Yo me preguntaba a mi mismo si los chilenos son demasiado civilizados o si yo provengo del planeta caos – aquel lugar donde el que avanza a agarrar el poder se aferra a él con todas sus fuerzas a la vez que humilla, ataca y trata de desaparecer a cualquiera que ose atentar contra su reinado nimrodiano.

Gracias a la globalización de la información, he seguido los avatares de mi patria via internet. He visto como los niveles de frustración-violencia han aumentado en Ecuador. Lo que es bueno ahora se le llama malo y a lo que es malo ahora se le llama bueno. Si extremistas (casi terroristas) agreden a un diputado, la policía no lo defiende pues tiene sus "ordenes superiores". Si un terrorista se viste de presidente de persia para proclamar que debe desaparecer otro estado de la faz de la tierra, entonces se le llama amigo y se lo invita al país como huesped de lujo…

A través de internet escucho programas radiales ecuatorianos. A veces me da ganas de llorar cuando escucho uno de esos espacios interactivos en que jóvenes ecuatorianos llenos de ira, frustración y resentimiento proclaman a viva voz el reinado de su líder anarquista. Y yo me pregunto ¿será que estos muchachos no ven algo más? Muchos de ellos proclaman que "otro mundo es posible" y entonces, a partir de un cóctel ideológico de comunismo-anarquismo-cristianismo, buscan "tumbar todo"  que "todos se vayan a la casa para que ahora nos toque a nosotros"…

"Ahora la patria es de todos" – proclaman. Pero siguen siendo ciudadanos del planeta caos – al que disiente lo apalean y la libertad de expresión es buena sólo si habla bien de los "movimientos sociales" – una izquierda extrema y antisemita que se quiere vestir de moderada y democrática pero que transpira odio por todos sus poros.

Esta ideología ha estado presente en mi país desde hace muchas décadas. Sin embargo, recién hace poco encontró el combustible adecuado en cantidades industriales: la frustración.  Son variadas la razones por las que esta toxina esta en apogeo y liberarse de ella no es simple.

Quizá una clave para volver a la vida radique en jamás dejar de cuestionarse las cosas y usar la razón, lógica y sentido común para resolver las contradicciones que al interior del cerebro provocan frustración y miedos.

Pero por sobre todas las cosas, hay una pregunta que es imperativa si uno anhela ser feliz de verdad, esto es sin tener que "aplastar a los que no cren como yo" para "sentir algo". La pregunta es simple pero poderosa: "¿existe Dios?". O sea, "¿realmente existe Dios?"

Mucha gente dice creer en Dios mientras otros, en menor cantidad, dicen que no creen en Dios. Lo cierto es que casi nadie se lo ha cuestionado realmente. Cuando una persona se ve inmerso en una búsqueda sincera de la respuesta más importante de todas, lleva adelante un proceso mental que conlleva consecuencias morales y que permite desatar cabos y contradicciones al interior del cerebro. Por tanto, abordar esta pregunta existencial conlleva un alivio a la frustración y a ese deseo suicida de "tumbarlo todo".

Si bien el ser humano, un ser finito, no tiene la capacidad de captar la Plenitud de la Verdad, si es capaz de responder a la pregunta existencial. Ejemplo de ello fue Abraham. ¡Ningún misionero fue a "predicarle" las Siete Leyes! El encontró porque buscó.

¿Y que pasó con Abraham? Como consecuencia de la respuesta a la pregunta existencial, optó por jugar su rol de ser humano: buscó acercar los cielos y la tierra. En tanto que sus vecinos paganos practicaban una multitud de ritos para sus sangrientos dioses de madera y barro, Abraham ofrecía hospitalidad  y cobijo y alimento al que lo necesitaba. Ah! Y compartía la respuesta que él había encontrado para la pregunta existencial a quienes entraban en contacto con él – a cada persona de manera y profundidad con que era capaz de entenderlo. 

¿Cúal sería la mejor herencia que un padre le puede dejar a su hijo?  Primero la pregunta existencial y, segundo, la respuesta a tal pregunta a partir de un ejemplo de vida llena de plenitud y buenas acciones.   

Resp. 86 – Visiones celestiales

Roiner Maza
24 años
Cordero, Venezuela,
pregunta sobre las visiones son de Dios o no? y cual es el objeto de ellas?

Seguir leyendo Resp. 86 – Visiones celestiales

Resp. 84 – Sexualidad trascendente

Hola Soy Dario C de Temperley. No soy judio pero trato de comportarme segun sus leyes. Mi pregunta es. Cuando estoy con mi novia y nos besamos y abrazamos, me sale liquido preseminal. y queria saber si esto es normal o es malo. Gracias.

Seguir leyendo Resp. 84 – Sexualidad trascendente

Sip, la SIP se ha reunido…

No hay nada más peligroso que coartar la libertad de expresión; es un mal tan grande que sus consecuencias pueden ser mortales.

Es cierto que los excesos en los medios audiovisuales estos días son catastróficos también, vemos en la televisión sobretodo, una desmedida propaganda a la sexualidad desbocada, a la violencia, al consumismo, a la generación de necesidades innecesarias; observamos como la mediocridad en los medios audiovisuales, en especial la TV, hace alarde de un vacío sonso, falto de gracia, carente de todo sentido de trascendencia.

No se puede seguir permitiendo que los medios masivos de información y difusión continúen en esta espiral que cada vez más hunde a las sociedades en el más oscuro de los errores morales y éticos. Pero el daño no se soluciona eliminando al medio, que es tan imprescindible, sino siendo firmes, objetivos y seguros de lo que se quiere, de la televisión que beneficia, de los medios audiovisuales que producen esquemas de sentido trascendentes en las sociedades y las hacen crecer. La ley es el fundamento de un Estado sólido, y la justicia es su guardián; si los legisladores no saben qué es lo mejor y los magistrados no tienen la fuerza moral para hacer cumplir ley, el Estado se corrompe, los esquemas se pervierten y la anarquía impera.

No podemos esperar que toda la empresa privada sea consciente y difunda e informe a través de sus medios con discreción, ética y buenas intenciones; eso sería como esperar que un niño de tres años deje de pensar en si mismo y supere el egoísmo propio de esta edad antes del tiempo. Debe existir una autoridad que sea ejercida desde la cúpula gubernamental que tenga claro el camino y posea el suficiente criterio para desechar lo malo y elegir lo bueno; pero también es necesario un usuario consciente, participativo, beligerante (en el buen sentido de la palabra) que comprenda la ley, sobretodo su esencia, que aplique a la vida cotidiana los principios emanados de esta ley, que los sienta como suyos, como parte indispensable de su vida, de su desarrollo, que se sienta, en pocas palabras, no un individuo dentro de un pueblo, sino como un átomo que conforma la materia llamada sociedad.

Aún falta mucho tiempo para que logremos una prensa seria, unos medios de información y difusión respetuosos de los valores propios que les atañen; ya vemos como en el camino vamos cometiendo errores, y pareciera que vamos hundiéndonos, pero estoy seguro que pronto habrá luz que permita ver un horizonte próspero y abundante en valores.