Has nacido en un país libre o casi libre. Puedes decir y pensar como quieras, puedes escribir lo que te parezca e incluso puedes hacer casi lo que te venga en gana…pero luego, tendrá consecuencias, porque cada acción las tiene y también cada inacción.
Puede que por el contrario, tu país no sea lo libre que debiera, o tu sientes que no lo es, o no en todos los aspectos. Otros deciden o han decidido ya por ti lo que es correcto que hagas, el como y el cuando.
En ambos casos, una observación; la libertad, la verdadera, nace en tu interior y es ahí donde debes conquistarla.
Piensa un momento en esas cosas que te esclavizan, que se visten de necesarias, de imperiosas y que acaban por ordenarte sin necesidad de palabras lo que tienes que hacer, el donde, el cuando e incluso el como.
Analiza el impulso que subyace tras estas “necesidades- hábitos” y en las consecuencias de claudicar ante ellos.
Medita en lo que estas dejando de hacer y deberías al rendir voluntario tributo a esos caprichos. Observa que mientras más les sirves, menos estas sirviendo, menos útil eres al fin mismo de tu existencia.
Una clave para comprender esa libertad es que más allá de lo que creas y de tus temores, más allá de lo que te digan, más allá de la costumbre, en realidad puedes decidir hacer lo que quieras dentro de las leyes naturales, para bien o para mal; con sus consecuencias.
Dicho esto, añado como consejo que escojas cuidadosamente lo que quieres hacer, lo que tú quieres hacer. No lo que la rutina de hábitos, caprichos y auto-obligaciones te hacen querer o creer que quieres.
Haz lo que creas que debes de tal manera que tu obra te permita sentirte un verdadero ser humano, de tal modo que en tu interior, esa débil voz que desde lo más profundo te susurra lo bueno y lo malo de tus acciones elevando su veredicto sobre la trivialidad y la futilidad, sobre lo accesorio y lo breve; que esa vocecilla sea dulce, calmada y segura en tu profundidad.
Define tu potencial, tus aptitudes, tus ilusiones, tu realidad y algo muy importante, quizás lo más importante: la libertad de los otros.
Al reconocerlos como seres libres, entenderás las limitaciones para el mejor desarrollo de tu independencia, porque no lo olvides, vivimos en sociedad, en comunidades, con los demás.
Tu esclavitud nace en lo más profundo de ti y cuanto más acorde a tu conciencia actúes, mayor cota de libertad interior lograrás. Pero para ello tienes que actuar.
Empieza por esas pequeñas cosas de cada día en las que puedes mejorar; viejos temores infundados, tareas eternamente pospuestas, esa vida que en realidad te gustaría llevar y a la que nunca te decides y avanza en lo que te sea más fácil, creando poco a poco un conjunto de hábitos saludables.
Con constancia y sin agobios pero con acciones, sin descuidar ningún aspecto importante de tu vida ni de la de los que te rodean.
El hábito se conforma repitiendo y obteniendo pequeñas recompensas. No te frustres, ve poco a poco. Al principio es mejor así.
Para casi todo en la vida, mejor empezar en lo poco porque como dice el refrán: “quien mucho abarca poco aprieta”, pero has de ser constante.
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Cuando sepas lo que realmente quieres, podrás ponerte a ello, y cuando trabajes en hacer lo que quieres estarás obteniendo la ansiada libertad interior.
Eres libre, usa tu libertad.
“Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo.”
Franz Grillparzer
1791-1872. Dramaturgo austriaco.