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La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 8

  Así resumen Prager y Telushkin la judeofobia nazi: "Casi toda ideología y nacionalidad europea había estado saturada con odio contra el judío cuando los nazis consumaron la "solución final". En las décadas y siglos que la precedieron, elementos esenciales del pensar cristiano, socialista, nacionalista, iluminista y post-iluminista habían considerado intolerable la existencia de los judíos. En un análisis final, todos se habrían opuesto a lo que Hitler hizo pero, sin ellos, Hitler no podría haberlo hecho".

 


Unidad 08: La judeofobia alemana; el fenómeno del autoodio judío

Por: Gustavo Perednik   

El primero de los tres paradigmas de la judeofobia moderna fue el francés, estudiado en la última clase. Ahora pasaremos al racista, que aunque también fue inaugurado en un libro francés, alcanzó su nadir en Alemania. En su Ensayo acerca de la desigualdad de las razas humanas (1853) Joseph De Gobineau sostenía que las diferencias físicas entre las razas humanas conllevan jerarquías intelectuales y morales. Aunque éste era el primer libro en desarrollar la teoría, el racismo como prejuicio, empero, es tan antiguo como la civilización, y aun Platón y Aristóteles arguyeron que los griegos habían nacido para ser libres y los bárbaros eran esclavos naturales.

La tradición antirracista, por su parte, fue una contribución judía que el cristianismo difundió. Su primer ejemplo es provisto en el Talmud, cuando explica el motivo por el que Adán es el único ancestro humano: para que nadie pueda jamás atribuir superioridad a sus antepasados.

Y aunque el prejuicio racial fue omnipresente en la historia europea, en el siglo XVIII se formalizó a partir de los estudios antropológicos. Linné emparejaba el color de piel con tendencias mentales y morales, y para Buffon el hombre blanco era la norma, "el rey de la creación", mientras los negros constituían una raza degenerada. Para Voltaire los negros eran una especie intermedia entre el blanco y el mono. En este contexto dieciochesco, los judíos encajaban como una nación sui generis, pero incluida en la raza blanca.

El siglo XIX complicó las cosas debido a que las luchas nacionales empujaron a los estudiosos a acrecentar el número de supuestas razas y subrazas. El énfasis mayor en Alemania se debe a dos razones: 1) Hasta 1870 sus muchas divisiones políticas internas habían incrementado el fervor nacionalista; y 2) la mayoría de los monarcas europeos eran de ascendencia germánica (recuérdese además que la monarquía dividía a la sociedad medieval en tres estratos: plebe, clero y nobleza, y ésta era considerada la superior, de "sangre azul").

El filósofo Johann Fichte enseñaba que el alemán era la lengua original de Europa (Ursprache) y los alemanes la nación original (Urvolk). Incluso fuera de Alemania hubo algunos partidarios del "Germanismo" o "Teutonismo". Con todo, la visión de Fichte no se quedaba en la superioridad alemana y reflexionaba especialmente acerca de los judíos: "¿Darles derechos civiles? No hay otro modo de hacerlo sino cortarles una noche todas sus cabezas y reemplazarlas por otras cabezas que no contengan un solo pensamiento judío. ¿Cómo podemos defendernos de ellos? No veo alternativa sino conquistar su tierra prometida y despacharlos a todos allí. Si se les otorgan derechos civiles van a pisotear a los otros ciudadanos".

Junto a la antropología y la filososfia, otra disciplina académica estimulaba a los racistas: la lingüística. Ya desde los descubrimientos de William Jones en 1786 y la Ley de Grimm de 1822, se deducía de la afinidad entre el sánscrito, griego y latín, que había un origen común de idiomas indoeuropeos (incluídos celta y gótico, supuestamente el más antiguo de los germánicos). Se tuvo por cierto que las lenguas europeas derivaban del sánscrito, y las naciones que las hablaban pertenecían a la raza aria (que en sánscrito significa "noble").

El contraste de la llamada raza aria fue la "semita", de la que supuestamente derivaban las naciones que habían hablado lenguas semitas en el pasado. Lassen argüía que "los semitas no poseen el equilibrio armonioso entre todos los poderes del intelecto, tan característico de los indogermánicos" y su colega francés Ernest Renan condenaba "la espantosa simplicidad de la mentalidad semita". Todas las creaciones del espíritu humano (con la posible excepción de la religión) fueron atribuídas a los "arios" y por ello los alemanes, los más "puros", debían eludir mezclarse con razas inferiores. Debido a esa pretendida "pureza teutónica", los estudiosos alemanes optaron por la denominación indogermánica.

Durante la primera mitad del siglo pasado se hicieron muchos esfuerzos para racionalizar el odio. Bruno Bauer en Die Judenfrage (1843) denuesta el "espíritu nacional judío" y el compositor Richard Wagner escribe en La judería en la música (1850): "Debemos explicarnos por qué nos repele la naturaleza y personalidad de los judíos… Para compreder nuestra repugnancia instintiva por la esencia primaria del judío, consideremos primero cómo fue posible que el judío deviniera en músico…"

Las justificaciones científicas no provenían sólo desde lo sociológico. Un pionero que había pasado inadvertido fue Karl Grattenauer, quien en 1803 había ofrecido una explicación de vanguardia de por qué los judíos tienen mal olor: hay un fedor judaico producido por cierto amonium pyro-oleosum.

La creencia de que los judíos constituían una raza separada, oriental, se difundió ampliamente durante la segunda mitad del siglo pasado, y en Alemania se tradujo también al mundo de la política. Bajo gobierno de Bismarck, se entendió cínicamente que la judeofobia podía servir de instrumento para completar la unificación de Alemania. Como ironizara en retrospectiva Israel Zangwill (1920): "Si no hubiera judíos, habría que inventarlos para uso de los políticos… son indispensables como antítesis de una panacea; causa garantizada de todos los males". En efecto, a fines de siglo surgen en Alemania partidos políticos abiertamente judeófobos, con tres fundamentos ideológicos, a veces combinados: el económico, el religioso, y el voelkish (nacional-racial). Aunque al principio no tuvieron muchos afiliados, su propaganda seducía a grandes sectores de la población.

Podemos notar una diferencia con el modelo francés. Mientras en Alemania, Austria y Hungría, el uso político de la judeofobia fue una reacción inmediata al otorgamiento de Emancipación a los judíos, Francia, por el contrario, ya había vivido ochenta años de Emancipación cuando fue plagada por formas organizadas de judeofobia.

El primero en organizar el uso de la judeofobia como levadura para un movimiento de masas fue Adolf Stoecker en Berlín. Su Partido de Trabajadores Cristiano-Socialistas (1878) no atrajo votos con una plataforma de ética social cristiana, así que la cambió por una judeofóbica, que inspiró a todo un movimiento estudiantil antijudío a partir del Verein Deutscher Studenten de 1881. Con apoyo conservador, Stoecker fue electo al Reichstag. Para esa época se creaba la mentada Liga de los Antisemitas de Wilhelm Marr, dedicada ésta a temas étnicos más que a soioeconómicos. Y un famoso académico, Heinrich von Treitschke, les otorgó respetabilidad al denominar a todo exceso antijudío "una reacción brutal y natural del sentimiento nacional alemán contra un elemento extranjero". Treitschke acuñó la máxima Die Juden sind unser Unglück! ("-los judíos son nuestra desgracia!") que medio siglo después se transformó en lema de los nazis.

En 1882 se reunió en Dresden el Primer Congreso Antijudío, azuzado por un libelo de sangre en Tisza-Eszlar. Con delegados de Alemania, Austria y Hungría, creó la Alianza Antijudía Universal. Hubo más congresos en Chemnitz 1883, Kassel 1886 y Bochum 1889. Los racistas más pendencieros terminaron por escindirse del partido de Stoecker y en 1886 Otto Boeckel fue elegido al Reichstag como el primer judeófobo per se. A los pocos a¤os fundó el Partido Popular Antisemita, y dieciséis candidatos judeófobos fueron electos al Reichstag en 1893. En 1895, por primera vez en la historia, un partido llegaba al poder con una plataforma judeófoba. Fue el Partido Social Cristiano de Viena, cuyo líder, Karl Lueger, mientras era burgomaestre de la ciudad, recibió la visita de un joven admirador llamado Adolf Hitler.

También a principios de esa década se propuso la doctrina de la judeofobia racial. Para su iniciador, Eugen Dühring "habrá un problema judío aún si cada judío le da la espalda a su religión y se une a una de nuestras principales iglesias… Son precisamente los judíos bautizados los que penetran más profundamente… los judíos deben ser definidos solamente en base de la raza".

En 1899 Houston Chamberlain (yerno de Wagner) elaboró cabalmente la antítesis ario-semita en Los fundamentos del siglo XIX, voluminoso manual de los académicos judeófobos, que explicaba cómo desde la antigüedad "…los arios cometieron el fatal error de proteger a los judíos (bajo el rey persa Ciro) y así permitieron que el germen de la intolerancia semítica esparciera su veneno por la Tierra durante milenios, una maldición contra todo lo que es noble y una vergüenza para el cristianismo". No todos los racistas coincidieron en esto. Por ejemplo, los neopaganos como Alfred Rosenberg y Walter Darré, consideraron el cristianismo como una ense¤anza "típicamente semítica" que socavaba el espíritu "germánico" por medio de una mentalidad de esclavos. Esas diferencias acerca de qué es ario y qué es semita, fue precisamente el problema que nunca resolvieron los racistas.

Su solución fue simple: todo lo bueno era apropiado para "los arios" y lo malo era "semita". Para Chamberlain, por ejemplo, el ideal era el nórdico rubio y dolicocéfalo, entre los que no dudó en incluir nada menos que a Dante Alighieri, e incluso al Rey David y a Jesús. Pero como los gustos de los racistas variaban, algunos resultados de su método fueron tragicómicos. Goethe por ejemplo, era para Chamberlain un "ario perfecto y puro"; para Fritz Lentz, un "híbrido teutónico-asiático"; para Otto Hauser, "un mestizo, puesto que en el Fausto hay centenares de versos lastimosamente malos".

Sin duda aquí radica la paradoja de este racismo: en la vastísima literatura acerca del "veneno judío", y a pesar de la enorme infraestructura montada para combatirlo, no se dio jamás una definición racial del judío. Nunca llegaron más allá de definirlo como alguien cuyos abuelos profesaron la religión judía. Así y todo, algunos fanáticos construyeron sistemas escatológicos muy elaborados en los que la lucha entre la raza aria y la semita era la contrapartida de la lucha final entre Dios y fuerzas diabólicas.

El hecho es que para 1900 la existencia de una raza aria era tenida por la mayoría como una verdad científica, y ya había todo un enorme aparato teórico que denunciaba la "influencia judía" en el arte, las leyes, la medicina, filosofía, literatura, etc. Un ejemplo particularmente escandaloso (aunque menor) fue la obra del campeón mundial de ajedrez Alexander Alekhine, Ajedrez ario contra ajedrez judío en la que se sostiene que los judíos juegan al ajedrez de un modo distinto, hiperdefensivo y oportunista.

La judeofobia racial no dejó salida a los judíos, y algunos encontraron una única reacción posible.

El Auto-Odio Judío

Miles de judíos habían dejado de lado su tradición décadas antes de los escritos racistas. Muchos, nacidos en familias religiosas y educados en ieshivot talmúdicas, abandonaron el judaísmo apenas se pusieron en contacto con la cultura alemana. El hijo de uno de aquellos judíos fue el máximo poeta Heinrich Heine, para quien "el judaísmo no es una religión sino una desgracia" y quien se bautizó ("pero no me convertí", aclaraba). El escritor Moritz Saphir fue aun más lejos: "el judaísmo es una deformidad de nacimiento, corregible por cirurgía bautismal".

Pero cuando la Emancipación se revirtió en Alemania, y los judíos fueron nuevamente confrontados con un odio sistemático que no les permitía en modo alguno liberarse de la carga de su judeidad, apareció un fenómeno muy singular: el auto-odio judío. Ese precisamente fue el título del libro de Theodor Lessing, que en 1930, examinó las biografías de seis judíos que odiaron su ascendencia. Algunos se suicidaron en consecuencia, incluido el conocido psiquiatra y filósofo autríaco Otto Weininger.

Casos de autoodio judío había habido en la antigüedad, como el del sobrino de Filón, Tiberio, que hizo masacrar a los judíos. Y también en la Edad Media hubo casos como Petrus Alfonsi, Nicholas Donin, Pablo Christiani, Avner de Burgos, Guglielmo Moncada y Alessandro Franceschi. Pero todos ellos habían tenido la opción de la apostasía, y aun pudieron unirse al sector más judeofóbico de la Iglesia a fin de perseguir a los judíos.

La novedad de la nueva etapa judeofóbica en Austria y Alemania de este siglo, fue que no dejaba escapatoria alguna, y llevó al auto-odio judío a los mismos abismos que la judeofobia gentil. La Organización de Judíos Nacional-Alemanes fue creada para apoyar "el renacimiento nacional alemán" (nazismo) en el cual esperaban cumplir un rol como judíos (eventualmente recibieron ese rol en Auschwitz).

Uno de los casos que estudió Lessing fue el del periodista vienés Arthur Trebitsch, quien se convirtió al cristianismo, escribió un libro judeófobo, y ofreció sus servicios a los nazis de Austria. Cuando sintió que todo era insuficiente, escribió: "Me fuerzo a no pensarlo, pero no lo logro. Se piensa dentro de mí… está allí todo el tiempo, doloroso, feo, mortal: el conocimiento de mi ascendencia. Tanto como un leproso lleva su repulsiva enfermedad escondida bajo su ropa y sin embargo sabe de ella en cada momento, así cargo yo la vergüenza y la desgracia, la culpa metafísica de ser judío. ¿Qué son todos los sufrimientos e inhibiciones que vienen de afuera en comparación con el infierno que llevo dentro? La judeidad radica en la misma existencia. Es imposible sacudírsela de encima. Del mismo modo en que un perro o un cerdo no pueden evitar ser lo que son, no puedo yo arrancarme de los lazos eternos de la existencia que me mantienen en el eslabón intermedio entre el hombre y el animal: los judíos. Siento como si yo tengo que cargar sobre mis hombros toda la culpa acumulada de esa maldita casta de hombres cuya sangre venenosa me contamina. Siento como si yo, yo solo, tengo que hacer penitencia por cada crimen que esta gente está cometiendo contra la germanidad. Y a los alemanes me gustaría gritarles: Permaneced firmes! No tengáis piedad! Ni siquiera conmigo! Alemanes, vuestros muros deben permanecer herméticos contra la penetración. Para que nunca se infiltre la traición por ningún orificio… Cerrad vuestros corazones y oidos a quienes aun claman desde afuera por ser admitidos. Todo está en juego! Permanezca fuerte y leal, Alemania, la última peque¤a fortaleza del arianismo! Abajo con estos pobres pestilentes! Quemad este nido de avispas! Incluso si junto con los injustos, cien justos son destruidos. ¿Qué importan ellos? ¿Qué importamos nosotros? ¿Qué importo yo? No! No tengan piedad! Se los ruego."

Si consideramos que los postulados judeofóbicos raciales habían penetrado por doquier en Alemania, se entiende el meteorítico crecimiento del nazismo, sobre todo si agregamos la simplicidad de su postura maniquea, que seduce a las masas. De veinte mil afiliados en 1923, el Partido Nazi recibió en 1930 dos millones y medio de votos, elevando a sus representantes en el Reichstag de 12 a 107. Dos a¤os después, ya eran 230. Cuando ascendieron al poder en 1933, el dogma judeófobo era una mitología filtrada en todos los órdenes de la vida, que sirvió para justificar el Holocausto.

El insulto a los judíos servía para enseñar a la juventud alemana el rechazo del pacifismo sentimental. Los maestros lo hacían en clase reprimiendo "debilidades" de otros niños. Siglos de odio acumulado se descargaron contra una población indefensa atrapada en Europa. El judío ya no era el chivo emisario, ni siquiera un miembro de una raza inferior. Era el culpable de todo mal: la derrota alemana en la Gran Guerra (tal acusación era llamada "la teoría de la pu¤alada en la espalda"), la inflación, el crimen, todo. El judío era el destructor inherente, el envenenador de la pureza. Y era incorregible. Sólo restaba una "Solución Final", que el slogan nazi explicitó claramente: Juda Verrecke! (judería, pereced!).

Al comienzo se fingió legalidad, se simuló autodefensa nacional. Luego el programa se aceleró: aislamiento, pauperización, expulsión, exterminio. Pero incluso antes de que el gobierno actuase, las tropas de asalto nazis, la policía y los afiliados del partido tomaron la acción en sus propias manos. Las golpizas, los boycots económicos, y los asesinatos de judíos fueron experiencias cotidianas. Se condenó al ostracismo a los judíos que ejercían como abogados, médicos, maestros, periodistas, académicos y artistas. Los ni¤os judíos eran insultados en las escuelas, por compa¤eros y por maestros, y regresaban a sus casas golpeados, pálidos y temblorosos. Una estrella amarilla debia exhibirse en la ropa, los libros de judíos eran incendiados en público.

Antes de que concluyera 1933, los judíos alemanes eran hombres desesperados, mujeres sollozantes y ni¤os aterrorizados. En septiembre de 1935 las Leyes de Nürenberg cancelaron la ciudadanía de todos los judíos, quienes pasaron a ser "huéspedes". La única salida era la emigración o el suicidio. Se limitó la salida de bienes del país, y para 1938 no podía sacarse ni siquiera un marco. Esta medida enriquecía al gobierno con cada partida, y también hacía del judío un inmigrante aun más indeseable en los países a los que presentaba su solicitud.

La Noche de los Cristales (10/11/1938) fue el horror: ultrajes, asesinatos, saqueos y violaciones. Los judíos corrían presas del pánico mientras hordas de nazis los perseguían. Más de cien judíos fueron asesinados, treinta y cinco mil arrestados (y eventualmente enviados a los campos de muerte), siete mil quinientos negocios saqueados y seiscientas sinagogas incendiadas, mientras los altoparlantes anunciaban: "se requiere de todo judío que decida colgarse, que tenga la amabilidad de colocar en su boca un papel con su nombre, para que sea identificado". El Holocausto había comenzado.

La historia del Holocausto excedería el marco de este curso. En síntesis, una nación entera se trasformó en el brazo ejecutor de la judeofobia más brutal. Y era la nación más civilizada del planeta. Se aplicó la "ideología" nazi, o sea la remoción de los judíos de la sociedad humana, por medio de etiquetarlos como parásitos, como un virus infeccioso que amenazaba al mundo. La mitología judeofóbica llevó así a la pérdida de seis millones de vidas de judíos (un tercio del total) y Adolf Hitler despojaba la judeofobia de todos sus disfraces y desnudaba su esencia. Instintos sádicos descontrolados fueron protegidos por la ley, por el estado, por el silencio del mundo. Tanto la conferencia internacional de Evian (1938) como la de Bermuda (1943) no pudieron proveer a los judíos de un solo sitio en el que refugiarse. Y las puertas de la Tierra de Israel permanecieron selladas por los británicos que devolvían a Europa los barcos cargados de refugiados judíos, o los hundían y así condenaban a miles de judíos fugitivos a ahogarse en el mar.

Millones de judíos que habían rechazado o postergado las propuestas sionistas de emigración, y confiaban que la seguridad del pueblo judío sería defendida por los ideales liberales de Europa, por una legislación justa, y por democrátas por doquier, descubrieron con estupor que incluso sus vecinos y amigos no-judíos no se levantaron a protegerlos, ni incluso a esconderlos. Hubo, sí, miles de "justos entre los gentiles" que expresaron solidaridad con los judíos, algunos incluso arriesgando así sus propias vidas. Pero a pesar de ellos, el panorama global fue de tétrica desilusión para los que creyeron que la judeofobia estaba por superarse.

La opresión de los judíos caía en niveles cada vez peores. Desde legislación discriminatoria hasta exclusión de empleos de los que subsistir, desde actos de violencia contra individuos en las calles hasta campa¤as contra negocios de judíos, desde deportaciones y degradación, hasta el exterminio, y la mayoría de los gentiles cubrieron sus ojos, cerraron sus puertas a los que buscaban refugio y, con demasiada frecuencia, fueron partícipes del asesinato de judíos, arrebatándoles sus pertenencias y delatando sus escondrijos. Aun más que durante las matanzas medievales, los alemanes tuvieron éxito en el genocidio debido a la abrumadora coooperación que recibieron de los ciudadanos de los países ocupados.

Todos los pedidos de los judíos fueron virtualmente desoídos, incluída la solicitud de que se bombardearan los hornos crematorios de Auschwitz, donde un millón y medio de judíos fueron asesinados después de inenarrables sufrimientos. Los ejércitos aliados se negaron a bombardear el campo de muerte, por temor de que sus propios ciudadanos sintieran que habían sido arrastados a una "guerra judía".

Llamar racismo a la "ideología" nazi es otro empe¤o por desjudaizar el Holocausto. Sólo en lo que concernía a los judíos fueron los nazis consistentemente "racistas". Sus principales aliados fueron pueblos latinos y asiáticos, Italia y Japón, y flirtearon con otro pueblo supuestamente "semita", los árabes. Es sabido que cuando el líder de los árabes-palestinos, Hajj Amin Al-Husseini, visitó a Alfred Rosenberg en mayo de 1943, se le prometió que se daría instrucciones a la prensa para que limitara el uso de la voz "anti-semitismo" porque sonaba al oído como si incluyera el mundo árabe, que era mayormente germanófilo. Husseini participó del golpe pronazi en Irak en 1941, y residió en Alemania por el resto de la guerra. Recrutó a los voluntarios musulmanes para el ejército alemán y exhortaba al Reich a extender la "solución final" a Palestina.

El hecho es que el odio nazi se focalizó en los judíos con la virtual exclusión de toda otra "raza" (incluídos los gitanos que, aunque fueron muertos en masa, a diferencia de los judíos, en la visión de los nazis no pasaron de ser marginales).

No fue debido al racismo que los nazis odiaban a los judíos, sino al revés: para ejercer su honda judeofobia utilizaron argumentos racistas. No fue para adquirir poder que los nazis atacaron al "chivo expiatorio" judío, sino al revés, o como Hitler escribiera, ya derrotado, en su diario, en abril de 1945: "Por encima de todo encargo al gobierno y al pueblo a resistir sin misericordia al envenenador de todas las naciones, el judío internacional".

Así resumen Prager y Telushkin la judeofobia nazi: "Casi toda ideología y nacionalidad europea había estado saturada con odio contra el judío cuando los nazis consumaron la "solución final". En las décadas y siglos que la precedieron, elementos esenciales del pensar cristiano, socialista, nacionalista, iluminista y post-iluminista habían considerado intolerable la existencia de los judíos. En un análisis final, todos se habrían opuesto a lo que Hitler hizo pero, sin ellos, Hitler no podría haberlo hecho".

En cuanto al rol específico de la Iglesia, fue objeto este mes de un simposio vaticano bajo el título de "Raíces de antijudaísmo en círculos cristianos". Allí tanto el teologo Georges Cottier como la autoridad vaticana, el padre Remi Hoeckman, convocaron a un "histórico examen de conciencia por parte de los cristianos, a fin de que el fin del milenio coincida con el fin del antisemitismo, del desprecio que los cristianos han tenido por el judaísmo y los judíos".

 

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 7

 … Mahoma no logró que los judíos lo aceptaran como un nuevo Moisés, y entonces se volvió en contra de ellos. Su frustración fue registrada en el Corán, y así proveyó a millones de musulmanes durante siglos, de una antipatía hacia los judíos que se suponía divinamente inspirada (suras 2:61, 2:97, 5:64 y 5:78). … El último libro de Martìn Lutero, Sobre los judíos y sus mentiras (1543), llama a los judíos el Anticristo: "es más difícil convertirlos a ellos que al mismo satán". 

 


 

Unidad 07: El Islam, el Protestantismo y la Judeofobia Moderna

Por: Gustavo Perednik

  

Después de transitar por la judeofobia medieval a través de sus siete prácticas y tres mitos principales, nos quedó pendiente la pregunta de si el "valle de lágrimas" se dio paralelamente en las dos grandes ramas del tronco cristiano, la católica y la protestante.

Nuestra respuesta pondrá énfasis en el símil del protestantismo y el Islam: ambos comenzaron por procurar su validación en los judíos y, frustrados por el rechazo de éstos, devinieron en judeofóbicos.

Sin embargo, a diferencia del cristianismo, el Islam no emergió del seno del judaísmo. No fue judío su fundador y no arguyó consumar las profecías de Israel. Por ello, su careo con la judería careció de tensiones teológicas.

Cuando el Islam se expandió, los judíos que se encontraron bajo su égida, si bien no fueron exentos de degradación e inseguridad, su vida pocas veces incluyó las torturas, expulsiones y hogueras que les propinó el dominio cristiano.

El Islam nació en el siglo VII en Medina, de cuya comunidad judía Mahoma adoptó varias observancias para la nueva religión: la plegraria en dirección a Jerusalem (que eventualmente se cambió por La Meca), las leyes dietéticas (por ejemplo la prohibición de ingerir cerdo), o el ayuno del Día del Perdón (que fue reemplazado por el del mes de Ramadán). A pesar de este acercamiento, Mahoma no logró que los judíos lo aceptaran como un nuevo Moisés, y entonces se volvió en contra de ellos. Su frustración fue registrada en el Corán, y así proveyó a millones de musulmanes durante siglos, de una antipatía hacia los judíos que se suponía divinamente inspirada (suras 2:61, 2:97, 5:64 y 5:78).

El Pacto de Omar del año 720 fue el código legal musulmán que prescribía el tratamiento que se debía a los Dhimmis (o monoteístas no islámicos). De varios modos los Dhimmis debían aceptar status de inferioridad frente al musulmán: cederle su asiento o vestir atuendos diferentes, y abstenerse de cabalgar o de hacer pública su religión. A veces ello no bastaba: durante el siglo XI el califa Hakim ordenó que los judíos llevaran colgadas del cuello pelotas de más de dos kilos que les recordarían el becerro de oro que sus ancestros habían idolatrado.

De todos los países árabes los judios fueron obligados a irse. El único de ellos que tuvo comunidad judía y nunca fue gobernado por una potencia europea, fue el Yemen. En 1679 casi todos los judíos yemenitas fueron expulsados de las ciudades y aldeas, y la sinagoga de la capital, Sana, fue convertida en mezquita (aún existe y es llamada "mezquita de la expulsión"). Cuando Turquía ocupó el Yemen en 1872 y requirió que se detuviera la costumbre de niños musulmanes de arrojar piedras sobre los judíos, obtuvo como respuesta que no podía prohibirse lo que era una antigua costumbre religiosa a la que llamaban Ada. Hasta que los remanentes judíos partieron del Yemen en 1948, estaban obligados a vestir como mendigos y a los niños se les imponía el Islam cuando los padres morían.

El mito del libelo de sangre fue introducido en el mundo árabe en Damasco en 1840. Sólo después de una condena internacional se liberó a los judíos que sobrevivieron las torturas con que los castigaron, y el libelo se popularizó, y los judíos eran frecuentemente atacados (especialmente en Egipto y en Siria) so pretexto de que bebían sangre musulmana. El actual ministro de defensa de Siria, Mustafá Tlas, es autor de La Matzá de Sión, libro en el que defiende el libelo (¡en 1983!) y que el delegado sirio recomendó a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

El Protestantismo

Volvamos a la cristiandad. La rama protestante, fundada por Martín Lutero en 1517, sostenía entre sus principios devolver el cristianismo a sus fuentes hebreas, en lugar de la interpretación helenística. En efecto, al comienzo hubo muchos protestantes que se acercaron al judaísmo, algunos en en la expectativa de que los judíos finalmente aceptarían la fe en Jesús si ésta se les presentaba con amor y con el énfasis en su origen hebraico. Pero también aquí, cuando esas expectativas probaron ser infundadas, la reacción fue judeofóbica.

El último libro de Lutero, Sobre los judíos y sus mentiras (1543), llama a los judíos el Anticristo: "es más difícil convertirlos a ellos que al mismo satán". Lutero exhortó a la violenta expulsión de los judíos de toda Alemania y aconsejó a los nobles de Europa: "Primeramente, sus sinagogas deben ser incendiadas, y lo que no sea consumido por el fuego que sea cubierto de inmundicia… Así sea hecho en honor de Dios y del cristianismo; que Dios vea que los cristianos no toleramos ni aprobamos tal mentira pública, maldición y blasfemia contra Su hijo y Sus cristianos. Segundamente, sus hogares deben ser igualmente derribados y destruidos. Porque perpetúan lo mismo que hacen en sus sinagogas. Colóqueselos en establos. En tercer lugar, príveselos de sus libros de oraciones y del Talmud, en los que se enseña idolatría, mentiras, maldiciones y blasfemias. En cuarto lugar, debería prohibirse a sus rabinos enseñar, bajo amenaza de muerte… La furia de Dios contra ellos es tan grande que están cada vez peor… Para resumirlo, estimados príncipes y nobles que tenéis judíos entre vuestras posesiones, si mi consejo no os es suficiente, buscad otro mejor para que vosotros, y todos nosotros, seamos libres de esta insoportable carga diabólica, los judíos".

Quien esto escribió era y es un reconocido teólogo, fundador de una nueva corriente religiosa mundial, y considerado por muchos como el padre del moderno alemán. Uno de los jerarcas nazis más brutales, Julius Streicher, arguyó en su defensa durante los juicios de Nürenberg que no había hecho sino cumplir con los consejos de Lutero.

La Judeofobia en la Modernidad

Hasta aquí hemos visto el desarrollo de la mitología judeofóbica en tres etapas: la antigüedad (los judíos son leprosos, adoradores de asnos, misántropos y haraganes), la Edad Media temprana (el pueblo judío es deicida y, por medio de su sufrimiento, un testimonio de la verdad del cristianismo), y la Edad Media tardía (los judíos beben sangre cristiana, envenenan los pozos de agua, y son socios del diablo). La principal diferencia entre los mitos paganos y los cristianos es que aquéllos eran básicamente culturales y éstos fueron teológicos: la premisa pasó a ser "Dios los odia".

¿Habría salvación? Pareciera que sí, puesto que en el horizonte se vislumbraba el fin de mitos y la discriminación, de desprecio, calumnias y crueles leyendas. El Siglo de las Luces (el XVIII) traía una atmósfera de racionalismo y enciclopedismo, en la que los librepensadores desechan las supersticiones y postulan una religión de la razón para un mundo de confraternidad. Pero oh sorpresa, ellos mismos no superaron los prejuicios judeofóbicos sino que los reafirmaron.

Cuando Emile Zola escribió que "los judíos como están hoy son la obra de nuestros mil ochocientos años de persecución idiota", entendía que la judeofobia era un problema de los gentiles, y que el modo de superar ésa y otras taras sociales era la educación. Y sin embargo, los responsables de educar e iluminar al pueblo, los que enarbolaban el estandarte de la revolución ideológica, eran judeófobos.

El principal de los autores de la famosa Enciclopédie (1765), Denis Diderot, señaló como virtud de los judíos que son el pueblo más antiguo y que nunca fueron politeístas, pero al mismo tiempo los consideró "ignorantes y supersticiosos". Paul D’Hollbach fue más lejos. En L’Esprit du Judaisme (1770) sostiene que el judaísmo es malo por naturaleza, y constituye corrupto origen del cristianismo. Moisés fue a sus ojos el más perjudicial de cuanto legislador hubo, transmisor de misantropía y parasitismo. El Dios de los judíos era sanguinario y los llevaba al genocidio; los patriarcas, eran lascivos y mentirosos; los profetas, fanáticos; la idea mesiánica, insana; los judíos, el pueblo más vil. (Es paradojal cómo después de dos milenios de sufrir bajo el yugo cristiano, D’Hollbach y otros venían ahora a culpar a los judíos por haber creado el cristianismo).

Digamos que, en términos generales, Montesquieu favoreció el otorgamiento de igualdad de derechos a los judíos y se solidarizó con su sufrimiento ("el judaísmo es una madre que dio a luz a dos hijas que le dieron mil golpes… si no quieres comportarte cristianamente, hazlo por lo menos como un ser humano"), pero también advirtió que "dondequiera haya dinero, hay judíos". Jean-Jacques Rousseau fue una notable excepción y tomó consistentemente una postura favorable a los judíos.

Pero el peor de los judeófobos iluministas fue quien encarnó las ideas de "libertad, igualdad y fraternidad", Voltaire, enemigo de la Iglesia y de la superstición. Su Diccionario Filosófico, en más de un cuarto de sus entradas arremete contra los judíos, "el pueblo más imbécil de la faz de la Tierra, enemigos de la humanidad, el más obtuso, cruel, absurdo…" Los judíos, que constituían el 1% de la población, son motivo de la entrada más larga del libro: "la nación más singular que el mundo ha visto; aunque en una visión política es la más despreciable de todas, sin embargo a los ojos de un filósofo vale la pena considerarla. …De un breve resumen de su historia resulta que los hebreos siempre fueron errantes o ladrones, esclavos o sediciosos. Son todavía vagabundos sobre la Tierra, aborrecidos por todos los hombres… Si preguntas cuál es la filosofía de los judíos, la respuesta será breve: no tienen ninguna… Los judíos nunca fueron filósofos ni geómetras ni astrónomos".

No es posible que Voltaire ignorara quiénes habían sido Maimónides o Spinoza, pero la judeofobia tiene la facultad de torcer el razonamiento del más razonable de los hombres. Y Voltaire toca el nervio mismo de la judeidad, porque si hubo un área en la que los judíos podían exhibir grandes logros, es la educación. Sin embargo, escribe Voltaire: "Estuvieron tan lejos de tener escuelas públicas para la instrucción de la juventud, que ni siquiera tienen un término en su idioma que exprese esa institución… Su estadía en Babilonia y Alejandría, durante la que podrían haber adquirido sabiduría y conocimientos, sólo los entrenó en la usura…"

Este gran racionalista llegó hasta a reafirmar el peor libelo: "vuestros sacerdotes siempre han sacrificado vidas humanas con sus sacras manos". Algunos historiadores sostienen que Voltaire en realidad deseaba atacar a la Iglesia, y lo hacía por medio de arremeter contra los judíos. Disentimos, porque Voltaire no tuvo reparos en embestir directa y abiertamente contra la Iglesia. Nunca necesitó hacerlo por interpósita persona. Firmaba sus cartas con el lema Écrasez l’infâme ("destruyan al infame", en referencia a la Iglesia) salvo aquellas cartas que enviaba a judíos, donde firmaba caballero cristiano de la cámara del rey muy cristiano.

"En suma -concluye el Diccionario- encontramos en ellos solamente un pueblo ignorante y bárbaro, que ha largamente unido la más sórdida avaricia con la más detestable superstición y el más insuperable odio por cada pueblo por el que son tolerados y del que se enriquecen. Empero, no debemos quemarlos".

La judeofobia de Voltaire, muy común entre los librepensadores dieciochescos, tuvo su excepción entre los ingleses, como John Locke y John Toland. Con todo, en Inglaterra la Emancipación completa no se logró hasta 1858, cuando el barón Lionel de Rothschild tomó lugar en el Parlamento, bajo un juramento especial para la ocasión.

Ese otorgamiento de igualdad de derechos es nuestro tema, puesto que la judeofobia moderna fue en efecto una reacción contra la Emancipación, que se dio en tres corrientes, ejemplificadas en sendos países: la socioeconómica (Francia), la racial (Alemania) y la conspiracional (Rusia).

Francia

La Asamblea Nacional revolucionaria debatió por dos años si la libertad, igualdad, fraternidad, debían aplicarse también a los judíos. Al final, en septiembre de 1791, se les otorgó libertades cívicas, y unos lustros después Napoleón asumió el deber de hacer de los judíos buenos franceses.

Presionado por quejas que llegaban desde Alsacia acerca de la práctica usuraria de los judíos, Napoleón convocó a una Asamblea de Notables Judíos que sesionó entre julio de 1806 y abril de 1807, integrada por ciento once rabinos y líderes comunitarios. Debían responder a doce preguntas acerca de los hábitos judíos, a saber: poligamia, divorcio, exogamia, patriotismo francés, la relación con los no-judíos, obediencia a la ley, designacíon de rabinos y marco de su autoridad, profesiones prohibidas, y la usura. Durante los últimos meses de las sesiones, se requirió de setenta y un asambleístas, mayoritariamente rabinos, que crearan en base de las respuestas dadas, leyes religiosas que fueran aceptadas por los judíos. Este grupo fue denominado el Sanhedrín napoleónico.

Napoleón no previó que la judeofobia francesa descargaría su oposición a la Emancipación de los judíos precisamente contra ese Sanhedrín (que representaba la integración israelita a Francia). El jesuita Agustín Barruel alertó al gobierno en 1807, de un complot judío internacional "que transformará iglesias en sinagogas", y que le había sido revelado por un personaje llamado Simonini, del que hasta hoy se ignora si realmente existió.

El término equivocado de Sanhedrín colaboró con la patraña, puesto que Barruel sostenía el absurdo de que "finalmente salía a la luz el Sanhedrín que había actuado clandestinamente durante quince siglos". Durante ese lapso los judíos habrían gobernado el mundo subrepticiamente (nadie parecía notar que por lo visto les había ido bastante mal en ese gobierno, puesto que les cupo mayormente el rol de víctimas). Napoleón disolvió abruptamente su Sanhedrín, y así nacía el primer mito judeofóbico de la modernidad: la conspiración judía mundial, del que hablaremos en la novena lección.

Los aires pre-emancipatoriales regresaban con su peor cara. Y si bien dijimos que el término Sanhedrín fue erróneo (puesto que insinuaba poderes legislativos y judiciales) también es claro que se trató de un mero detonante arbitrario, y de la causa de la judeofobia moderna (la judeofobia en cada época encuentra sus excusas).

El Papa Pío VII le creyó a Barruel, y tanto en los estados papales como en Alemania se revirtió la Emancipación apenas Napoleón fue derrocado (1815). Esos pocos años habían suscitado una gran ola de asimilación entre los judíos que golpeaban las puertas de la sociedad gentil mucho antes de que se abrieran. La vanguardia asimilacionista estuvo en Berlín. Hugo Valentin exageró en su libro Anti-Semitismo que "más judíos alemanes se bautizaron entre 1800 y 1818, que en los previos 1800 años juntos".

Los judíos aprendían con dolor que la judeofobia no se neutralizaba por medio de decretos gubernamentales, ni por doctrinas iluministas, ni por asimilación. La agitación judeofóbica crecía en muchas ciudades alemanas, y en 1819 llegó a un nuevo pico de violencia bajo el grito de Hep, hep, muerte a los judíos!. Las autoridades arguyeron que debían desposeer a los judíos de su Emancipación debido al malestar que ella creaba en las masas.

En Francia, varios filósofos convirtieron la reacción judeofóbica en una ideología. François Fourier (m. 1837) cuya escuela de reforma social se popularizó, consideraba que "el comercio es la fuente de todos los males y los judíos son la encarnación del comercio." Había sido un gran error emancipar a los esclavos y a los judíos, "la nación más despreciable". Su discípulo Alphonse Toussenel escribió en 1845 una obra en dos volúmenes llamada Los judíos, reyes de la época, que inspiró a una judeofobia rural conservadora que eventualmente devino en movimiento político. Toussenel, empero, advertía al lector que en su libro el término judío era utilizado en el sentido de banquero, usurero, pero aprobó abiertamente la persecución que los judíos habían sufrido hasta ese momento como pueblo.

Esta manipulación semántica le permitía incluir bajo el epíteto judío incluso a los países protestantes. Se trata de un juego de palabras. Es cierto que Toussenel era también antiprotestante, pero el hecho de que que acusa a los judíos de todo aquello que le disgusta ilustra la esencia de la judeofobia.

Porque Toussenel censuraba la influencia protestante, pero no proponía destruir a los protestantes como grupo. En el mismo sentido, es incorrecto aseverar que D’Hollbach eran tanto judeofóbico como era anticristiano, o que Stalin era tan judeofóbico como antirreligioso, o que Hitler era tanto anti-judío como anti-comunista. Una cosa es expresar reservas sobre ideas (¡incluso si esa idea viene del judaísmo!) y otra muy diferente es atacar a un grupo que encarna todo "mal" que el agresor detesta.

La paranoia judeofóbica en Francia llegó a su clímax con el libro Francia judía (1886) de Edouard Drumont, en donde se "demostraba" cómo Francia estaba subyugada por "los" judíos, y que en poco tiempo alcanzó centenares de ediciones. En 1889 Drumont fundó la Liga Antisemita (homónima de la Wilhelm Marr en nuestra primera lección) y a los pocos años fue elegido diputado.

El estereotipo de judíos presentados como dominadores de una nación fue repetido muchas veces por nacionalistas de muchos países. Un tal Horacio Calderón publicó hace unas décadas su versión Argentina Judía. El método usual es mencionar los nombres de judíos que son banqueros, editores de diarios, industriales, etc., y después amontonar este poder en la deducción de que pertenece en su conjunto a un grupo solapadamente coordinado: "los" judíos. (El absurdo es parecido al de quien atribuyera poder financiero a "los gordos" por descubrir a muchos banqueros pasados de peso, clamara contra una prensa poseída por "los" miopes porque muchos periodistas usan lentes. Y sin embargo, así es la maniobra: se hacen resaltar los judíos que están es posiciones elevadas y se despierta la sospecha de que actúan bajo coordinación secreta: "los" judíos).

Que muchos franceses aún están infectados por este prejuicio, se puso en evidencia en marzo de este año cuando Jean-Marie Le Pen, líder opositor que recibió apoyo del 15% de la población, acusó al presidente de Francia de estar controlado por "los judíos". La cúspide de la línea judeofóbica francesa fue el affaire Dreyfus.

Alfred Dreyfus, capitán del ejército francés, fue arrestado en 1894 y juzgado por una corte marcial bajo el cargo de traición. Un documento militar secreto (el "bordereau") enviado al agregado militar de la embajada alemana en París, llegó a las manos del servicio de inteligencia francés. El veredicto contra Dreyfus, su degradación, y encarcelamiento en la Isla del Diablo, y su ulterior reahabilitación en 1906, fueron traumáticos para Francia y para el mundo judío en su conjunto. Durante esa década, líderes franceses de alto rango fueron probados cómplices de un escándalo judeofóbico de mayores proporciones.

Los franceses se dividieron en Dreyfusistas (en general liberales y socialistas) y anti-Dreyfusistas (monarquistas, reaccionarios y la Iglesia). El diario La Civiltá Cattolica (que aún hasta hace un siglo difundía el libelo de sangre y mantuvo su judeofobia incluso después de la Segunda Guerra Mundial) se sumó apasionadamente a los anti-Dreyfusistas.

El aspecto más abrumador no fue la probadísima inocencia de Dreyfus, y ni siquiera que se lo perseguía por ser judío, sino la violenta reacción las masas bajo el grito de "muerte a los judíos", provocado por la inculpación de un judío bajo un cargo relativamente menor. Que esto ocurriera en el país de la igualdad de derechos, generó estupor entre los judíos por doquier, y probó que la asimilación no inmunizaba a los contra la judeofobia.

Esa fue la conclusión de un periodista vienés que llegó a París a fin de cubrir el affaire Dreyfus, y parcialmente debido a él se decidió a crear la Organización Sionista Mundial, Teodoro Herzl.

Ecos del affaire Dreyfus reverberaron en Francia por una generación. Durante la Segunda Guerra su eco se reconocía en la división entre el gobierno de Vichy y las fuerza de Francia Libre. Lo curioso es que el máximo líder de esta última, Charles de Gaulle en 1967, llamó a los judíos "pueblo elitista y dominador". Y dicha expresión pública del presidente de Francia se escuchaba sólo veinte años después de que él mismo combatiera al régimen que había asesinado a un tercio de los "dominadores".

En Francia la judeofobia fue mayormente ecnónomica y política. No se centraba en lo cultural (como la del mundo pagano) ni en lo teológico (como la medieval). Produjo el mito moderno de que los judíos gobiernan todo, en cuyo origen volveremos a detenernos. Y tampoco se basó en principios raciales como la que se desarrolló en Alemania, y será motivo de nuestra próxima clase.

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 2

"En esta segunda lección retomamos la tesis sostenida entre otros por el sacerdote norteamericano Edward Flannery, cuyo libro Veintitrés siglos de antisemitismo da la respuesta en el título mismo. Flannery rastreó las primeras citas históricamente documentadas, que evidencian un encono específico contra los judíos. Para entender dicha hostilidad, es necesario que nos introduzcamos en la Alejandría del siglo III a.e.c. "


 

Unidad 02: El judío en el mundo pagano; el fenómeno alejandrino

Por: Gustavo Perednik

 

 

Hemos comenzado el curso explicando los motivos que justifican el nombre de judeofobia para el odio antijudío, y enumeramos las características que hacen del mismo un fenómeno único y singular.

Luego planteamos diversas opiniones acerca de cuándo nació la judeofobia, y nos quedamos con dos alternativas plausibles: que tuvo su germen, o bien en el helenismo, o bien en el cristianismo.

En esta segunda lección retomaremos la primera de esas dos tesis, que fue sostenida entre otros por el sacerdote norteamericano Edward Flannery, cuyo libro Veintitrés siglos de antisemitismo da la respuesta en el título mismo. Flannery rastreó las primeras citas históricamente documentadas, que evidencian un encono específico contra los judíos. Para entender dicha hostilidad, es necesario que nos introduzcamos en la Alejandría del siglo III a.e.c.

Una Posible Cuna de la Judeofobia

Alejandría fue fundada por quizá el máximo conquistador de todos los tiempos, Alejandro Magno, quien, según historia Josefo Flavio, tuvo una actitud favorable hacia los judíos. Les permitió construir sus propios barrios en la ciudad, en la que desarrollaron el comercio y prosperaron. Alejandría se transformó en una segunda Atenas, capital comercial e intelectual del mundo antiguo.

En Eretz Israel, después de la muerte de Alejandro hubo un período de inestabilidad que provocó deportaciones y emigraciones de judíos, especialmente a Alejandría, cuya poblacíon judía creció notablemente.

A comienzos de la era común había allí cien mil judíos, que ocupaban casi la mitad de la ciudad. (La población judía mundial era de cuatro millones, un millón de los cuales residía en Eretz Israel).

En consecuencia, Egipto se transformó tanto en el corazón de la Diáspora judía, como en lo más avanzado de la helenización fuera de Grecia. Y no se sustrajo a la norma del mundo pagano, que en general fue muy tolerante en materia de diversidad religiosa. Después de todo, si cada familia veneraba a sus muchos dioses, qué mal podía haber en dioses adicionales que cada uno eligiera.

Esa atmósfera tolerante, típicamente pagana, permitió a los judíos practicar libremente su monoteísmo. Tres ejemplos de destacadas personalidades que valoraban altamente a los judíos fueron Clearco, Teofrastro y Megástenes, a comienzos del siglo III a.e.c.

Los dos primeros habían sido, como el mismo Alejandro, discípulos de Aristóteles. Clearco de Soli se refiere en su diálogo Del Sueño al encuentro entre su maestro y un judío, y Teofrastro de Eresos llama a los judíos "raza de filósofos", una descripción nada infrecuente en aquella época.

Sin embargo, aquel trío fue en cierto modo una excepción, puesto que la mayor parte de los historiadores alejandrinos fueron notorios por su judeofobia. Una razón para ello puede ser que aunque los egipcios nativos gozaban de prosperidad económica y cultural, no faltaba entre ellos el descontento por la dominación foránea, primero griega y luego romana. Ese resentimiento se tradujo en una xenofobia que terminó por descargarse contra el pueblo hebreo.

Probablemente a los egipcios los irritaba la tolerancia que el imperio había otorgado a los judíos. Esto, más la envidia social frente al florecimiento de esa colectividad, fue caldo de cultivo para las primeras agresiones escritas. Siguen algunos ejemplos.

Hecateo de Abdera fue el primer pagano que se explayó acerca de la historia israelita, y en el siglo IV a.e.c. no excluyó lo legendario de su narración: "debido a una plaga, los egipcios los expulsaron… La mayoría huyó a la Judea inhabitada, y su líder Moisés estableció un culto diferente de todos los demás. Los judíos adoptaron una vida misantrópica e inhospitalaria".

Debe aclararse que el relato de Hecateo no ataca especialmente a los judíos, a tal punto que cuatro siglos después Filón de Biblos se preguntó si aquel historiador no se habría convertido al judaísmo. Pero Hecateo sí es responsable de inventar el primer mito sobre la historia judía, el primero de una extensa y mortífera mitología. Los judíos "habían sido expulsados" y la vida que Moisés "les impuso en recuerdo de su exilio, era hostil a todos los humanos".

Los escritores alejandrinos posteriores (con algunas excepciones como Timágenes y Apián) repetían siempre que los judíos tenían ese origen humillante. El primer egipcio en narrar la historia de su país en griego fue el sacerdote Maneto, quien escribió en el siglo III que "el rey Amenofis había decidido purgar el país de leprosos… que fueron guiados por Osarsiph", a quien Maneto identifica con Moisés. No menciona explícitamente a los judíos, pero habla de "una nación de conquistadores foráneos que prendieron fuego a ciudades egipcias y destruyeron los templos de sus dioses… después de su expulsión de Egipto, cruzaron el desierto en su camino a Siria, y en el país de Judea construyeron una ciudad que llamaron Jerusalem".

El motivo del reiterado rechazo por lo judío que se daba entre aquellos egipcios, es que posiblemente la narración del Exodo ofendía su patriotismo. La religión israelita había hecho del Exodo de Egipto su creencia central, sinónimo de la aspiración judaica por la libertad.

Por ello, no es de extrañar cierto despecho de parte de los egipcios, quienes comenzaron por transformar el Exodo en una gesta nacional de expulsión de indeseables. Para ello, hacía falta denigrar a los supuestos "expulsados", rebuscar las causas posibles de aquella "expulsión". Así, los temas del linaje leproso y la falta de sociabilidad aparecen en las obras de Queremon, Lisímaco, Poseidonio, Apolonio Molon y, especialmente, Apión. Eran egipcios que escribían en griego.

Según Lisímaco "los judíos, enfermos de lepra y de escorbuto, se refugiaron en los templos, hasta que el rey Bojeris ahogó a los leprosos y mandó los otros cien mil a perecer en el desierto. Un tal Moisés los guió y los instruyó para que no mostraran buena voluntad hacia ninguna persona y destruyeran todos los templos que encontraran. Llegaron a Judea y construyeron Hierosyla (ciudad de los saqueadores de templos)".

Mnaseas de Patros (s. II a.e.c.) aporta la novedad de que los judíos "adoran una cabeza de asno" y su contemporáneo Filostrato resume: "los judíos han estado en rebelión en contra de la humanidad; han establecido su propia vida aparte e irreconciliable; no pueden compartir con el resto de la raza humana los placeres de la mesa, ni unírseles en sus libaciones o plegarias o sacrificios; están separados de nosotros por un golfo más grande del que nos separa de las Indias".

Por su parte, Agatárquides de Cnido destacaba las "prácticas ridículas de los judíos, el carácter absurdo de su ley y, en particular, la observancia del Shabat" que los mostraba como un pueblo de holgazanes. La mitificación va creciendo como una bola de nieve, y en el siglo I a.e.c. Apolonio Molon lanza contra los judíos una nueva escalada: "son los peores de entre los bárbaros, carecen de todo talento creativo, no hicieron nada por el bien de la humanidad, no creen en ninguna divinidad… Moisés fue un impostor".

Pero el mito más funesto de los inventados en la antigüedad (por sus derivaciones ulteriores, según veremos en próximas lecciones) fue el de Damócrito (s. I a.e.c.): "Cada siete años toman un no-judío y lo asesinan en el templo…" Dos historiadores de marras fueron Queremón, quien relacionó el Exodo con las migraciones de los Hyksos, y Apión, el máximo judeófobo antiguo.

Apión, a quien Plinio el Antiguo y Tiberio llamaron "gran charlatán", fue iniciador de las agitaciones antijudías bajo el gobernador Flaccus (año 38) que provocaron que decenas de miles de judíos fueran asesinados. El recopiló las ideas de sus predecesores y agregó de su propia creatividad: "Los principios del judaísmo obligan a odiar al resto de la humanidad. Una vez por año toman un no-judío, lo asesinan y prueban de sus entrañas, jurándose durante la comida que odiarán a la nación de la que provenía la víctima. En el Sancta Sanctorum del Templo Sagrado de Jerusalem hay una cabeza de asno dorado que los judíos idolatran. El Shabat se originó porque una dolencia pélvica que los judíos contrajeron al huir de Egipto los obligaba a descansar el septimo día".

Dos grandes sabios de esa época enfrentaron a este judeófobo. Flavio Josefo tituló una de sus obras Contra Apión, y el filósofo Filón de Alejandría lideró la delegación de judíos que se entrevistaron con el emperador Calígula a fin de poner fin a la violencia en la ciudad.

La Judeofobia Romana

Cuando la provincia Roma prevaleció sobre lo que había sido el imperio helenista, los escritores romanos heredaron de los griegos también la judeofobia. En Horacio (siglo I a.e.c.) hay condena contra los judíos, pero muy moderada (sus obras son despues de todo, sátiras).

El satirista más famoso de Roma, Juvenal (50-127), culpa a los extranjeros (si bien incluye griegos y sirios destaca a los judíos) de haber provocado la decadencia de la forma tradicional de vida romana. Desprecia especialmente a los judíos porque adoran nubes, haraganean en sábado, practican la circuncisión y son pobres.

Tácito (55-120) repite que los judíos debilitan la moralidad romana, y que los egipcios los expulsaron al desierto, en el que Moisés les enseñó rituales para separarlos de las otras naciones. Según Tácito, cuando los israelitas llegaron a Judea comenzaron con el culto asnal porque los asnos los habían guiado en su marcha por el desierto. "Los judíos revelan un terco vínculo los unos con los otros… que contrasta con su odio implacable por el resto de la humanidad… siniestros y vergonzosos, han sobrevivido sólo gracias a su perversidad… Creen profano todo lo que para nosotros es sagrado, y permiten lo que nos es aborrecible… consideran criminal matar a un bebé recién nacido".

Una característica que cabe analizar aquí es la sobrepercepción del judío, aspecto que ya comienza a verse en autores de esa época. A comienzos de la era común, el historiador y geógrafo Estrabón argüía que "los judíos han llegado a todas las ciudades, y es difícil hallar un lugar en la tierra habitable que no haya admitido a esta tribu, y que no haya sido poseído por ella".

La sobrepercepción del judío es la norma, pero no siempre viene acompañada de judeofobia. Un buen ejemplo es una carta que Mark Twain (el famoso escritor norteamericano, que de ningún modo fue judeófobo) envió al editor de la Encyclopedia Britannica: "leí que la población judía de los EE.UU. es de 250.000. Yo tengo más amigos judíos que esa cifra, por lo que supongo que se trata de un error tipográfico por 25.000.000".

Corresponde aclarar que en todos los países en donde viven, los judíos llegan a ser, como máximo, el 1% de la población (las únicas dos excepciones son EE.UU., donde superan el 2%, e Israel, donde constituyen casi el 90%). Pero casi en todo país son percibidos como si fueran cinco o diez veces más.

Esa sobrepercepción resulta de por lo menos tres razones para esa sobrepercepción: 1) los judíos son eminentemente urbanos (el 90% de ellos está concentrado en las dos ciudades principales de cada país en el que residen); 2) son muy activos en actividades centrales (economía, artes, ciencia); y 3) su historia se transformó en la historia sagrada de una buena parte de la humanidad, por lo que la mayoría de la gente aprende acerca de los judíos en algún momento de su educación, de modo que los judíos están mentalmente presentes en la gente antes de ser personalmente conocidos.

En el siglo I a.e.c. Cicerón describe la "superstición bárbara" de los judíos, y alerta acerca de "cuán numerosos son, aislacionistas e influyentes en las asambleas". La comunidad judía de Roma seguía a la de Alejandría en cuanto a tamaño e importancia, y también allí, los privilegios que algunos emperadores les acordaron para que pudieran observar libremente su estilo de vida, despertaron la envidia de sus vecinos. Esos privilegios incluían la exención de adorar imágenes, práctica que estaba muy entretejida en la vida cotidiana de los romanos.

La política romana nunca fue sistemáticamente judeofóbica (sólo algunos emperadores lo fueron), y su ambivalencia no se modificó ni siquiera durante la guerra contra Judea. Pero los hombres de letras romanos sí tendieron a hacerse eco de los prejuicios alejandrinos. Tíbulo, Ovidio, Quintiliano y Marcial se sumaron a los ataques contra "la perniciosa nación". Séneca los llamó "la nación más malvada,cuyo despilfarro de un séptimo de la vida va contra la utilidad de la misma".

Como vimos, este capítulo de la judeofobia fue principalmente literario, y justificaría la postura de aquellos que ven en Alejandría la cuna del fenómeno.

La pregunta es cómo podría ser de otro modo, de qué manera alguien podría argumentar que la judeofobia nació con el cristianismo (según la quinta de las hipótesis planteadas) si hay tanta evidencia de odio antijudío entre los griegos y romanos. A responder esa pregunta dedicaremos la próxima lección.

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 1

El sacerdote Edward Flannery, en el prólogo a su obra Veintitrés Siglos de Antisemitismo, revela que su interés por este tema nació cuando descubrió que la ignorancia al respecto es un abismo que separa a judíos de cristianos. "¿Cómo es posible que el judío – se pregunta Flannery- abrumado por la conciencia de la secular opresión que ha sufrido en el mundo cristiano, hable en igualdad de condiciones con el cristiano, que está sinceramente convencido de que su interlocutor otorga excesiva importancia a las persecuciones?"


 

Unidad 01: Introducción

Por: Gustavo Perednik

 

El sacerdote Edward Flannery, en el prólogo a su obra Veintitrés Siglos de Antisemitismo, revela que su interés por este tema nació cuando descubrió que la ignorancia al respecto es un abismo que separa a judíos de cristianos. "¿Cómo es posible que el judío – se pregunta Flannery- abrumado por la conciencia de la secular opresión que ha sufrido en el mundo cristiano, hable en igualdad de condiciones con el cristiano, que está sinceramente convencido de que su interlocutor otorga excesiva importancia a las persecuciones?"

Y bien, en ese sentido un curso como el nuestro podrá tender un puente sobre el abismo, permitiendo a más gente conocer páginas muy oscuras de la experiencia humana, y llamativamente poco investigadas.

Hasta 1879, el odio hacia los judíos no tenía siquiera un nombre especial. Ese año Wilhelm Marr acuñó el término "antisemitismo" a fin de distanciar el fenómeno de toda connotación religiosa. El panfleto de Marr, "La victoria del judaísmo sobre el germanismo considerada desde un punto de vista no-religioso" exhortaba a que se hostilizara a los judíos independientemente de sus inclinaciones religiosas. Pero el vocablo que Marr eligió tiene varios defectos.

En principio, "semitas" no hay. Puede hablarse de lenguas semíticas, o de grupos semitas de la remota antigüedad, pero suponer que, por ejemplo, un judío de Holanda, uno de Etiopía pertenecen a la misma "raza semita" junto con un árabe de Marruecos, es a todas luces absurdo.

En segundo lugar, y más importante aún, personas contra los semitas, no sólo que no hay, sino que nunca hubo. Jamás se crearon partidos, publicaciones, o ideas que combatieran a los "semitas". Es más, la voz se presta a juegos de palabras. En marzo de este año, el canciller egipcio Amer Musa respondió a una acusación preguntando: "¿Como vamos a ser antisemitas, si nosotros somos semitas?"

Lo lamentable es que el término acuñado por un judeófobo como Marr se difundió por doquier, aun cuando tres años después, un prestigioso pensador judío, León Pinsker, sugirió la más apropiada palabra, "judeofobia", para caracterizar el encono hacia los judíos.

"Judeofobia" es más precisa porque en el prefijo señala el verdadero destinatario de esta aversión, el judío, y en el sufijo alude a su carácter irracional. Es cierto que en psicología "fobia" también responde a su origen griego, "miedo". Y se habla de ailurofobia (miedo a los gatos), nictofobia (a la noche) o claustrofobia (a los lugares cerrados). Pero en ciencias sociales tiene un significado más cercano al odio (no al temor) como en "xenofobia" (odio a los extranjeros).

La judeofobia no es una forma de la xenofobia, puesto que los judíos no son extranjeros de los países en los que viven. Y si, como dijimos, tampoco son una raza, la judeofobia no es una especie del racismo. Es un fenómeno muy singular, y como tal vamos a estudiarlo.

Hemos ofrecido cinco justificaciones del término "judeofobia" en lugar del usual "antisemitismo". Estas incluyen motivos históricos, semánticos y lógicos. Pero si aún no están convencidos de que el uso de "judeofobia" sea el deseable, permítanme agregar un argumento más.

El prefijo "anti" combinado con el sufijo "ismo" sugiere una opinión que viene a oponerse a otra opinión, como en antimercantilismo, antidarwinismo o antiliberalismo. Pero la judeofobia no es una idea. Jean-Paul Sartre, en su famoso libro sobre el tema, sugiere que no le permitamos al judeófobo disfrazar su odio de "opinión". En la medida en que usemos "antisemitismo", los judeófobos podrán adornar a sus rencores con una aureola de criterio razonado, lo que además nos impide entender el fenómeno de la judeofobia con claridad.

La Singularidad de la Judeofobia 

Odios contra grupos siempre existieron. Pero en nuestro estudio partimos de la base de que el despecho contra los judíos es único. Los judíos fueron odiados en sociedades paganas, religiosas y seculares. En bloque, fueron acusados por los nacionalistas de ser comunistas, por los comunistas de ser capitalistas. Si viven en países no judíos, son acusados de dobles lealtades; si viven en el país judío, de ser racistas. Los judíos ricos fueron agredidos y los pobres maltratados. Cuando gastan su dinero son resentidos por ostentosos; cuando no lo gastan, son despreciados por avaros. Fueron llamados cosmopolitas sin raíces o chauvinistas étnicos. Si se asimilan al medio, son temidos por quintacolumnas; si no, son odiados por cerrarse en sí mismos. Cientos de millones de personas han creído por siglos, que los judíos beben la sangre de los no-judíos, que causan plagas y envenenan pozos de agua, que planean la conquista del mundo, o que asesinaron al mismísimo Dios.

En aras de ordenar la clase, digamos que no hay odio más antiguo, más generalizado, más permanente, profundo, obsesivo, peligroso y quimérico que la judeofobia. Veamos cada característica separadamente.

  1. Antiguo. Robert Wistrich tituló a su último libro sobre el tema "El odio más antiguo". Veremos enseguida las distintas posibilidades acerca de cuándo nació la judeofobia, pero adelantemos ya que se trata de un inquina que continuó más o menos durante dos milenios y medio. O como explica Shmuel Etinger, la judeofobia "es un fenómeno que se prolongó ininterrumpidamente, en lo fundamental, desde la época helénica hasta nuestros días, aunque asume características distintas en el curso de la historia. Precisamente, su continuidad histórica es un factor decisivo en su intensidad y en su capacidad de adaptarse a las cambiantes condiciones contemporáneas".
  2. Generalizado. De todos los países europeos en los que residieron, los judíos fueron expulsados alguna vez. Los ejemplos más recordados son Inglaterra en 1290, Francia en 1306 y en 1394, Hungría en 1349, Austria en 1421, numerosas localidades de Alemania entre los siglos XIV y XVI, Lituania en 1445 y en 1495, España en 1492, Portugal en 1497, y Bohemia y Moravia en 1744. En las más diversas situaciones históricas, los judíos fueron hostilizados en casi todos los países del mundo, aun aquellos en donde no estaban. El Japón de hoy es un ejemplo de cómo la judeofobia puede existir aun cuando la comunidad judía sea minúscula. Y China es frecuentemente citada como la excepción a esta regla de la universalidad de la judeofobia.
  3. Permanente. En la mayoría de los lugares, la judeofobia continúa años, décadas, e incluso siglos después de que los judíos han partido. El rey Eduardo I expulsó a los judíos de Inglaterra en 1290, y su readmisión no se produjo hasta 1650. Es notable que Shakespeare pudo crear su estereotípico Shylock, el judío de "El Mercader de Venecia", después de tres siglos en los que en su país no había judíos. La audiencia podía despreciar al judío y burlarse de él, sin que ninguno de ellos, ni sus padres, ni sus abuelos, los hubieran conocido en persona.
    En el siglo XVII Francisco de Quevedo atacaba a su competidor literario, Luis de Góngora, aludiendo a su "nariz judía" y amenazando con que untaría sus poemas con tocino a fin de que los judíos no se los plagiaran… aunque éstos habían sido expulsados de su país hacía más de un siglo.
    En Latinoamérica, Julián Martel escribe su novela "La Bolsa" en la que se acusa a los judíos de haber hecho quebrar la Bolsa de Comercio de Buenos Aires en 1890, una época en la que virtualmente no había judíos allí.
    Un último ejemplo: en 1968 el gobierno polaco lanzó una campaña por radio y televisión tendiente a "desenmascarar a los sionistas de Polonia". Casi treinta años después de que tres millones de judíos polacos fueran exterminados por los alemanes, en Polonia podía aún despertarse odio por una diminuta minoría que no alcanzaba al 1% de la población.
  4. Profundo. Como resultado de los atributos mencionados, los estereotipos mentales en contra de los judíos están hondamente arraigados. Si tenemos en cuenta que por siglos, cientos de millones de personas creyeron que los judíos transmiten la lepra, que matan niños cristianos para sus rituales, que dominan el mundo entero, que son una raza promiscua o criaturas diabólicas, que Dios desea que sufran, u otras variantes, entonces se ve por qué la judeofobia es tan fácil, por qué el judeófobo no debe invertir muchos esfuerzos en despertar antipatías contra el judío, ya que no tiene más que echar mano a la asociación mental apropiada a un momento determinado.
    Se dice de Goebbels, el ministro de propaganda alemán durante el régimen nazi, que había distribuido un cartel que mostraba a un hombre montado en un bicicleta con la leyenda "La desgracia de Alemania son los judíos y los ciclistas". El lector se preguntaba ingenuamente "¿Y por qué los ciclistas?" y así la propaganda había cumplido con su objetivo. La profundidad de la judeofobia había hecho una buena parte del trabajo.
  5. Obsesivo. Para el judeófobo los judíos no son un enemigo; son el enemigo. No ve satisfecho su impulso hasta que el judío no es quebrado del modo más total. Durante los siglos XIX y XX en el imperio ruso las palizas y asesinatos de judíos se difundieron a tal punto, que se acuñó el término "pogrom" para definirlos. Y eran vistos por sus perpetradores como el medio de salvar a la nación. "Byay Zhidov Spassai Rossiyu, Golpea al judío y salva a Rusia" era su lema.
    Ernest Cassirer reflexionó en "Modernos mitos políticos" acerca del discurso de despedida de Adolf Hitler a la nación alemana, antes de su suicidio el 30 de abril de 1945. ¿Cuál fue su mensaje? No recordó las glorias de Alemania, ni expresó dolor por la destrucción de su país; no se arrepintió del baño de sangre en el que acababa de sumir al mundo; ya no promete la conquista. Su atención sigue fija en un punto que lo obsesiona: los judíos, "el enemigo eterno". "Si soy vencido, la judeidad podrá celebrar"… Y si bien Hitler encarnó la judeofobia en su extremo máximo, la obsesividad es una característica reiterada.
  6. Peligroso. Debido a su profundidad, con mucha frecuencia la hostilidad contra los judíos desborda la discriminación y estalla en violencia física. En casi todos los países en donde los judíos viven o vivieron, fueron en algún momento sometidos a golpizas, tortura y muerte, por el único motivo de ser judíos. Por ello toda expresión judeofóbica es potencialmente más peligrosa que expresiones de aversión contra otros grupos. Por ejemplo, en todos los países hay chistes xenofóbicos en contra de minorías. En los EE.UU. son los chistes de polacos, en Inglaterra de irlandeses, en Brasil de portugueses, en la Argentina de gallegos, en Suecia de noruegos, etc. Los chistes de judíos pueden ser tan inofensivos como cualquiera de los otros. Sin embargo, si no hubieran existido habido chistes de judíos en Europa durante uno o dos siglos antes del Holocausto, la virulencia de la judeofobia podría haber sido menor, y los nazis habrian encontrado menor apoyo para su genocidio. Para las otras minorías mencionadas, no hubo hogueras, cámaras de gas y hornos crematorios. Y la judeofobia se transmite en gestos, en chistes y en generalizaciones, mucho más que en conferencias. Ulteriormente, cuando un prejuicio es tan peligroso, los chistes pueden ser letales.
  7. Quimérico. Este bien puede ser el rasgo esencial. El odio de grupo deriva usualmente de una incorrecta interpretación de la realidad. Si como hoy, un francés odia a los argelinos porque corrompen su cultura, o un alemán odia a los turcos porque le quitan sus puestos de trabajo, en ambos casos la realidad ha sido mal interpretada. Ciertamente hay desempleo en Alemania, pero no son los turcos los culpables de ello.
    El caso de la judefobia difiere de la xenofobia mencionada. No hay que confrontarse con una interpretación incorrecta, sino con mitos. Los judíos son odiados por comer no-judíos en el pasado, o por dominar el mundo en el presente, por haber matado a Dios, o por haber inventado el Holocausto, o por promover las guerras, la esclavitud, el mal.

No es fácil contender con argumentos de esta índole.

Incluso si hubiera odios que comparten una o dos de estas características, no se encontrará uno que, como la judeofobia, combine todas ellas. Que la encaremos de modo singular no significa, por supuesto, minimizar el sufrimiento de otros grupos, o condonar la persecución contra otras minorías cualesquiera. Todo aborrecimiento de grupo, todo racismo y persecución deben ser repudiadas. Pero la judeofobia sigue siendo el odio más antiguo, profundo, peligroso y quimérico, y si la diluimos en un mar de discriminaciones y prejuicios, la entenderemos menos. Empecemos por analizar cuándo se originó el fenómeno.

Seis Teorías sobre el Origen de la Judeofobia

Puede esgrimirse que la judeofobia comenzó:

  1. con los primeros hebreos, hace cuatro milenios;
  2. con la esclavitud egipcia hace algo más de tres milenios;
  3. con el Retorno a Sión, hace dos milenios y medio;
  4. con el helenismo alejandrino, hace veintitrés siglos;
  5. con el cristianismo, hace dos milenios;
  6. con el totalitarismo moderno, hace algo más de un siglo.

En esta lección intentaremos descartar las teorías 1,2,3 y 6. En la próxima nos concentraremos en la teoría 4, y en la lección subsiguiente en la 5.

Sobre la teoría 1, digamos que rastrear la judeofobia hasta la época patriarcal es incorrecto, tanto histórica como teóricamente. Desde el punto de vista histórico, no es cierto que los judíos hayan sufrido persecuciones por tanto tiempo. Aunque hay algunos versículos bíblicos que evidencian un tono judeofóbico, extraeremos de la Biblia solamente arquetipos que faciliten la comprensión, y no precisión histórica.

El primer ejemplo podría ser Abimelej, el rey de Guerar en el Neguev, quien espetó al patriarca Isaac: "Alejate de entre nosotros, puesto que te has hecho más poderoso que nosotros" (Génesis 26:16). Este es un arquetipo de los argumentos que emplea la judeofobia, especialmente porque el original hebreo puede leerse "Alejate de entre nosotros, porque has prosperado a costa nuestra".

Desde la teoría, sostener como Hermann Gunkel que con los primeros hebreos aparece la judeofobia, es dar por sentado que las meras diferencias son la fuente del odio, y no la intolerancia frente a la diferencias. Abraham no tenía por qué generar enemigos por el hecho de proponer la distinción monoteísta; la judeofobia comienza con los judeófobos, no con los judíos.

En cuanto a la teoría 2, quien sostenga con Charles Journet que la motivación del Faraón era judeofóbica, debe tomar la Biblia demasiado literalmente. Es cierto que el monarca egipcio expresa un tercer argumento habitualmente empleado por judeófobos: que los judíos son una quinta columna. Así lo enuncia el Faraón: "He aquí los hijos de Israel, son más que nosotros y más fuertes. Actuemos contra ellos con astucia para que no se multipliquen y, para que cuando nos acaezca una guerra, no se unan a nuestros enemigos para combatirnos" (Exodo 1:9-10). Pero sería más razonable atribuirle a los egipcios un intento xenofóbico de esclavizar a otros pueblos, una práctica usual de la antigüedad, y no un odio específico contra los judíos como tales.

Otros arquetipos de judeofobia que trae la Biblia son los pueblos que atacaron a los hebreos gratuitamente, durante la marcha hacia la Tierra Prometida. Los dos más destacados son Amalek y Midián, precisamente por la gratuidad del ataque. En esos dos casos, a diferencia de Moab, el trayecto de los hebreos no representaba amenaza alguna para ellos. Por ello el ataque fue generado por la saña y a mansalva. Pero la historicidad de esos combates es demasiado nebulosa como para que puedan considerarse comienzos de la judeofobia.

Descartadas las hipótesis 1 y 2, pasemos a explicar la 3, que señala el origen de la judeofobia en la época del Retorno judío a Sión durante el siglo V a.e.c. Probablemente, de esta época data el máximo arquetipo bíblico de la judeofobia, Hamán. En efecto, algunos historiadores relacionan a este personaje con el rey persa Jerjes I, quien habría sido el Ajashverosh (Asuero) del libro de Ester. De acuerdo con este texto, Hamán fue el visir del rey que planeó el genocido de todos los judíos del extenso reino. Y, otra vez, aun cuando la historicidad de los hechos no fue demostrada, las palabras de Hamán tuvieron eco en las de los judeófobos de todas las épocas: "Hay un pueblo disperso en todas las provincias… cuyas leyes son distintas de las del pueblo, y no observan las órdenes del rey… Escríbase que sean destruidos" (Ester 3:8).

Más allá de la Biblia, hay dos eventos de ese siglo V a.e.c. que sí podrían marcar la génesis de la judeofobia. Uno en la tierra de Israel (el ataque contra los que regresaban de Babilonia para reconstruir Jerusalem) y otro en la Diáspora (la destrucción del templo judío de Elefantina en Egipto).

Cuando Nejemías, en cumplimiento del permiso que otorgara el rey Ciro de Persia, lideró el Retorno a Sión en el año 445 a.e.c., debió confrontarse con la activa oposición de Sanbalat I "el enemigo" (Nejemías 6:1,16).

Tres décadas después, el templo que la comunidad judía había erigido en la pequeña isla de Elefantina en el Nilo, fue destruido. El templo se había levantado en el 590 a.e.c. y fue destruido en el 411 a.e.c. por los sacerdotes de Khnub con la ayuda del comandante persia Waidrang. Pero más que un estallido judeofóbico, aquella destrucción parece haber sido un acto fanático de egipcios que resentían el dominio persa.

Podemos concluir que los episodios de Sanbalat y de Waidrang fueron aislados, y no dejaron huellas en la historia de la judeofobia, que aún debía nacer. Esta conclusión nos deja con tres tesis, las 4, 5 y 6.

Esta última fue sostenida por Hannah Arendt, quien en "Los orígenes del totalitarismo" describe "el antisemitismo como una ideología secular evidentemente diferente" del odio religioso contra los judíos. Esta descripción es simplista. Por supuesto que los partidos políticos judeofóbicos se crearon en Alemania en el los años 1880s, y por entonces ocurrió por primera vez que un régimen utilizara la judeofobia como un medio calculado para obtener poder, pero lo importante no es cuándo la judeofobia fue por primera vez un instrumento político, sino cuando apareció.

Es cierto que el siglo XIX trajo consigo un nuevo tipo de judeofobia. Pero el fenómeno ya existía: es único precisamente por su adaptabilidad a distintos contextos históricos. Esta característica muestra tanto su permanencia como su singularidad.

Nos quedamos entonces, con las dos teorías más aceptables. Las raíces de la judeofobia están o bien en el helenismo, o bien en el cristianismo. En las próximas dos clases analizaremos sendas posibilidades.

Bibliografía

La bibliografía general en la que se basa el curso es:

  • "Historia del antisemitismo" de León Poliakov, en cinco tomos.
  • "Antisemitismo" de James Parkes, Ed.Paidós, Bs.As., 1965.
  • "Veintitrés siglos de antisemitismo" de Edward Flannery, Ed. Paidós, Bs. As., 1964.
  • La bibliografía especial, se irá ofreciendo en cada una de las clases.

Resp. 96 – La esposa y su hermana

hola
Dios le bendiga
tengo una pregunta
¿un noajida puede casarse con una mujer y su hermana?
porque a los israelitas eso esta prohibido.

se lo pregunto porque esta prohibicion no aparece en los 66 mandamientos derivados de las 7 leyes de noaj

se despide
andres aguirre tapia
27 años
huasco, chile

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MENSAJE CON MOTIVO DEL DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER – PRIMERA PARTE

 
DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER 2007
Oradora de orden Lic. Eva Yasmín Martínez de Ramírez.
El Día Internacional de la Mujer se refiere a todas nosotras, mujeres comunes y corrientes, como artífices de la historia, manifestando un cambio de aptitud que conlleva una revolución mundial y hunde sus raíces en nuestra lucha plurisecular por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre.
En la mayoría de los países, las mujeres nos estamos enfrentando a los problemas que entraña el liderazgo, y estamos contribuyendo a modificar nuestras comunidades, nuestros países y el escenario internacional de forma muy real. Las mujeres hemos ocupado y ocupamos cargos públicos en diversos niveles de gobierno, hemos puesto en marcha y dirigido organizaciones comunitarias y estamos presentes en casi todos los ámbitos profesionales del sector público y del sector privado. Seguir leyendo MENSAJE CON MOTIVO DEL DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER – PRIMERA PARTE

¿Creer en una novela?

Este texto esta dirigido a aquellos que, si bien, no son seguidores del cristianismo como fieles corderos, practicando con fervor sus ritos y creyendo del todo sus mitos, guardan en lo más íntimo de su esencia un sacro respeto por lo que su tradición inculca.

Jesús ha sido, en esta era del mundo, el más controversial personaje, con respecto a él se han tejido y destejido sectas y organizaciones religiosas grandes y pequeñas, y todo esto sin ninguna de ellas tener suficientes evidencias de su existencia, ninguna religión o secta cristiana o profesora del cristianismo tiene evidencias exactas que muestren históricamente si existió el tal jesús o no, y si realmente son verídicos los milagros y enseñanzas que supuestamente hizo y dio.

Se hace necesario entonces aclarar e investigar los orígenes más o menos reales ó simbólicos del personaje “jesús”.

 

Empecemos:

Desde hace milenios se viene practicando en occidente el culto al sol, esto tiene sus orígenes en el primer héroe solar (Nimrod), que luego dio paso a Mitra en Persia y a Atón en Egipto. El símbolo del héroe solar no ha variado nunca y esta bastante relacionado con la astrología; de los signos egipcios el más conocido es el disco solar con el punto céntrico, y la cruz (que pareciera haberse fusionado con el pez), en la simbología persa/aria tenemos tanto el pez (un óvalo lazado formando una cola), la cruz (en este caso en forma de X o svástica) y nuevamente el sol, (esta vez es un disco con rayos saliendo del mismo).

Este culto, innegablemente irracional, desde todo punto de vista, centra el culto en uno de los millones de astros de igual o mayor tamaño que existen en el espacio.

La simbología no es la única que no ha cambiado, sino que todos los héroes solares entran por el “solsticio de invierno” y salen por “solsticio de verano”… esto esta ejemplificado en los templos solares desde siempre… Una entrada grande dispuesta hacia oriente, hacia dónde nace el sol, y una cúpula al final, con un óculo en la parte superior (la puerta chica) indicando el tránsito de los “fieles”.

Además de esto, los héroes solares mueren atravesados (como peces) con una lanza y además crucificados o colgados en un madero (tal cual se coloca al pez cuando es muy grande para tomarle la foto de rigor), éstos héroes solares nacen en la era de aries (lo que les vale para decir que son “corderos redentores”) y mueren en la era de piscis.

Jesús no es diferente al resto de los héroes solares, pues al igual que sus anteriores referentes nació en solsticio de invierno, en la era de aries, igual que sus pares estudió la magia y las tradiciones ancestrales de la idolatría, se proclamó así mismo: hijo de un dios, cordero que redime, salvador de los pueblos, único camino para conseguir la vida eterna, no dejó escritos propios sino que utilizó a sus discípulos para que escribieran sobre él, vivió una supuesta vida ascética, murió crucificado y atravesado por una lanza, y ascendió en el solsticio de verano.

Creo que durante las decenas de concilios que tuvieron que efectuarse para acordar las definitivas leyes y dogmas cristianos se tuvo muy en cuenta la historia universal de los héroes solares.

Ahora bien, pareciera que yo estuviera hablando de algo real, de algo, que aunque es descabellado, es probable que sea una visión cultural de D-s en occidente.

Pues no, estoy planteando todo esto para que no quede duda de que, desde Nimrod hacia acá, no ha existido ningún héroe solar, todos y cada uno de los héroes solares, tanto egipcios, como griegos, y así el último que es greco-romano no han sido sino mitos, leyendas sin fundamentos, historias entretejidas alrededor de una figura humana equis, existente en equis siglo… Zoroastro, Mitra, Apolo, Jesús no fueron sino instrumentos de unos aprovechados que, conociendo la tradición, implantaron una religión, idéntica a la anterior, solo que cambiaba de personaje.

Ahora bien… así como la tradición hebrea muestra a Nimrod, para aleccionar, así mismo muestra a un tal Ieshu (cuyo nombre es acrónimo coincidencialmente de Iemaj Shemó Vezijró lo que traducido es: que su nombre y recuerdo sean borrados)      

Que lejos está de ser lo que los evangelios muestran; 

Según la tradición hebrea Ieshu HaNotzri nació en el año 3671 de la Creación (año 90 antes de la Era Común)

Fue hijo de una mujer llamada Miriam que estaba casada con Iosef. Miriam cometió adulterio con un romano llamado Pantera y tuvo que esconder el origen del niño para no ser culpada de tan terrible delito y evitar que su hijo fuera considerado bastardo.

Hizo sus primeros estudios con el Rabí Iehoshúa ben Perajiá en el país de Egipto. Así que fue en su estancia en Egipto en donde Ieshu se inició en la brujería y la idolatría.

Al ser llevado su maestro a Israel por Shimón ben Sjhataj, Ieshú lo siguió. Dice el Talmud (Sanhedrin 107b), que fue un pésimo alumno de Rabí Iehoshua. Aterrorizado por el vil proceder de Ieshu, Rabbí Iehoshúa lo echó y lo rechazó como alumno, aunque luego de un tiempo le dio una segunda oportunidad, pero Ieshú lo rechazó y le contestó: "He aprendido que aquel que peca y hace pecar a otros no tiene derecho a arrepentirse", rechazando el ofrecimiento de Iehoshúa.

De acuerdo a los sabios Ieshú tuvo cinco discípulos: Mattay, diminutivo de Matitiyahu (Mateo); Nakay al parecer Lucas; Nétzer; Buny o Bunay; Todá, adaptado de Taday (Tadeo).

Ieshú sacó sus ideas paganas y poderes para realizar prodigios de la brujería que aprendió en Egipto, aprendió ciencias ocultas y perjudiciales. Ante esta situación un tribunal legalmente constituido, y con todas las garantías y de acuerdo al derecho vigente, lo halló culpable de crímenes capitales, siendo condenado a dos penas de muerte y muriendo apedreado a la edad de 36 años, una víspera de Pesaj. Su cadáver fue colgado de un madero, como modo simbólico de cumplir la segunda sentencia a muerte.

Ieshú ben Pantera no fue ni rabí, ni profeta, mucho menos el Mesías:

Ieshú no fue el Mesías pues no estuvo sobre el trono de David, ni dominó sobre el reino judío, ni trajo paz y justicia a los ciudadanos de Israel, en pocas palabras no se cumplieron en él las profecías mesiánicas.

Ieshu no era rabino, por no haber cursado los cursos correspondientes, por no haber aprobado los exámenes, y no llevó una vida que fuera apropiada a tal título. El título de rabino se puede cancelar inmediatamente dependiendo de la conducta adecuada o no de la persona, como ocurre con el oficio de doctor o abogado. Más bien fue un brujo y pecador.

Ahora bien, a nadie que tenga dos neuronas como mínimo funcionando en su cerebro puede caberle la menor duda de que en jesús y en mucho de lo que se le atribuye como doctrina no se puede, es un error demencial, creer.

Les pondré un ejemplo: Usted conoce a una persona mentirosa, ha dicho a todos sus amigos y conocidos muchas mentiras, usted ha escuchado de él mucha mentira, y de pronto viene a usted y le ofrece alguna cosa… ¿sería capaz de confiar usted en alguien que tenga fama de ser mentiroso/estafador?

Es una mentira/estafa creer en algún héroe solar, es una pérdida de tiempo y energía, además de ser un daño profundo para el acerbo espiritual de la persona.

De ninguna manera una persona puede confiar, practicar, celebrar, estar de una u otra manera vinculado a la errónea creencia mítica de jesús, es imperdonable que se lo considere en términos históricos como “un buen hombre”, no solamente porque no existe certeza de ello, sino porque hay una advertencia en el mito de Ieshu HaNotzri para aquellos que deseen ser fieles a la verdad.

Les pondré otro ejemplo: Usted lee un libro sobre algún tipo que vivió hace miles de años, el libro es una novela, en él se presenta al protagonista como un santito se inventan hechos milagrosos de él, evidentemente el protagonista existió, pero todo el adorno fue surgido de la imaginación del autor de la novela. Anterior a la publicación de dicha novela, historiadores han encontrado un escrito referente al tal personaje, el único existente para la época, escrito por personas honradas, en él se advierte que el personaje en cuestión era tracalero, no era de confiar… los historiadores y arqueólogos no saben nada más, no hay registros de que existió el tal hombre, no hay pruebas que demuestren ni bien ni mal… solo la advertencia ha sido encontrada. Y el otro libro que existe es la novela adornada con la mente de un autor que quizás lo que quiere es ganarse un dinerillo publicando la novela.

¿Sería usted capaz de confiar ciegamente en lo publicado en la novela?, supongamos que no crea en la advertencia antigua; sería mucha estupidez creer en una novela de reciente data… lo más sano es simplemente no creer, no tomar para nada en cuenta al sujeto en particular…   

Para concluir, si usted desea ser libre, no se deje seducir por la religión, no tiene ningún sentido creer en algo vacío, si desea verdadera agua refrescante para su sed espiritual, no tome Coca Cola, tome del agua de vida que brota de la Torah. No hay palabra sensata (atribuida) a jesús que ya no haya sido dicha antes en la Torah… de hecho, no hay enseñanza más fresca y constructiva que la que emana de la Torah… lejos de complicaciones, de teologías elaboradas…

Tan solo practicar la bondad, creer en un solo Dios y ser justos y equilibrados. Nada más… sin intermediarios, sin fiestas escandalosas, sin celebraciones al sol ni a la luna, sin medidas estrictas de vestimenta, relaciones personales y/o instrucción académica.

Solo espero que en vísperas de Pesaj, así como los hijos de Israel celebraran su libertad, muchos noajidas también se hallen libertos de sus yugos…

Basado en enseñanzas del moré Yehuda Ribco.

Resp. 78 – Pureza de creencia, de pensamiento, de sentir y de acción

Shalom estimado More:
Aprovechandome su tolerancia y sabiduria, le suplico me aclare las siguientes dudas:
1–hubo algo realmente original en el mensaje de j–s, en su epoca, porque tengo la impresion de que lo que dijo, ya todo estaba el Tanaj.
2–en el Tanaj, como interpretar o asimilar los pasajes donde Hashem aparece como vengativo o sanguinario, se que debe haber una forma correcta y edificante de entenderlo.
3–hay o podria haber una forma de verificar o certificar, que el nivel de conocimientos y preparacion de un noajida, son los adecuados como para dirigir una comunidad de manera correcta.
Todas estas dudas son no solo mias, sino tambien de algunos de los hermanos con los que me reuno a platicar.
le agradezco su paciencia y sabiduria.
Que Hashem lo colme de bendiciones… Shalom
Ramon Sanchez M
orelos- Mexico

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El lado sumergido del Iceberg

Un mal no surge de la noche a la mañana, eso lo sabemos bien. Pienso contarles detalladamente cuales son los antecedentes del “proceso revolucionario bolivariano” y cuáles, según consideración propia, las posibles salidas de “esto”.

Venezuela, como la mayoría de los países de América latina, desde la cosiata hacia acá ha experimentado, en su primer fase republicana, la época conservadora donde los caudillos que participaron de la independencia gobernaron con dura mano, apropiándose de las tierras y pactando algunas otras; luego, en su segunda fase republicana pudo experimentar alrededor de diez guerras intestinas, todas devenidas a causa de divergencias entre liberales y conservadores, y luego liberales y restauradores, solo siete años en medio de aquel barullo de desolación y muerte fueron de tensa calma, mientras gobernaba el Presidente Guzmán Blanco (su primer periodo), luego de aquellas penurias sufridas en donde surgen míticos personajes tales como “Maisanta” vienen treinta años (principios de siglo XX) de dictadura oficial, ya dejados de caudillismo, un militar serio, con las botas puestas, arma su ejército, y se pone a mandar, le quita la presidencia a su compadre y lo sentencia a no volver más a Venezuela.

Esta es una etapa bien interesante de analizar, pues en esta etapa mucha infraestructura fue montada, así como también este fue el periodo en que el petróleo empezó a ser nuestro pan diario. Si quieren saber más de esta etapa vayan a Wikipedia, ahí es muy seguro que encuentren información al respecto, ahora es que nos falta para llegar a donde quiero llegar. Terminados los treinta años de dictadura gomecista se yergue el más grande hito en la historia republicana, diez años de absoluto gobierno demócrata, parlamentarista, ecuánime, aliado a las potencias en contra de Hittler, se abren los puertos a inmigrantes, la economía repunta, se emiten las primeras cédulas de identificación, se censa por primera vez al pueblo venezolano, se ejecutan obras modernas, tanto a nivel arquitectónico como a nivel de Estado, la sociedad crece, se abren nuevamente las universidades, se expiden cartas de legalidad a los partidos políticos; esta etapa en la historia de mi país ha sido la única en la cual hemos vivido tal y como debe ser una sociedad occidental respetable. Pero las libertades eran nuevas en el país y un grupito autodenominado “generación del 28”, toma por asalto, en alianza con los militares, el poder ejecutivo y declaran que ahora si había llegado la democracia; ¿por qué ellos creían que lo otro no era democracia?, simplemente porque no elegía el pueblo, sino que el congreso lo hacía… algo más que aceptable, considerando que los niveles de analfabetismo eran altísimos y la cultura democrática era algo nuevo que aún no se conocía con precisión en la población. Lo cierto es que aquí es donde empieza a correr una cinta de problemas y desaciertos que hasta el sol de hoy aqueja a mi país, pues luego de haber proclamado elecciones populares, donde incluso las mujeres votaban (algo que hubiera ocurrido con el tiempo si el sistema maduraba según estaba previsto), el candidato electo presidente solo gobernó por nueve meses; tomando los militares el poder e instaurando una dictadura militar por diez años (diez años de atraso, donde se perdió mucho de lo que se había construido). Pero este no fue el único mal, sino que un grupo de izquierdistas aprovechó este momento histórico (apoyados por un Fidel joven y con muchas apetencias de crear un imperio al estilo soviético en América Latina) para sembrar lo que hoy ha germinado.

Si, en las filas del ejército venezolano se enquistó un grupo de infiltrados, que acabado el régimen totalitario de Pérez Jiménez, empezó a adoctrinar a algunos jóvenes, y generación tras generación, este grupo fue creciendo, mientras mareaba al gobierno civil con guerrillas en el monte y en las ciudades. Allí, de esos grupos salió aquel nefasto movimiento MBR-200 (Movimiento Bolivariano Revolucionario-200), encabezado por Chávez, y seguido él de algunos que hoy gobiernan desde puestos muy pesados, pero que en ideología estaba dirigido por las cabezas militares que en su ánimo de inculcar Bolivarianismo con Socialismo terminaron por crear una especie de “Fascismo Comunista”, este es el fósforo que enciende la chispa que un 4 de febrero da el primer zarpazo.

El MBR-200, cuenta Herma Marxmann, una ayudante de Chávez hasta que cae preso por lo del golpe del ’92, estaba seguido desde Cuba desde hacía tiempo, y los líderes acá en Venezuela del movimiento adoctrinador, llamaron al director del nuevo movimiento a capítulo, de esa reunión surgió el juramento en el Samán de Güere, y tiempo después la organización sectorial del movimiento (que para el entonces era un movimiento clandestino subversivo), cuando Chávez y los suyos consiguen suficientes militares para entrar en escena, no estaban buscando tomar seriamente el poder, esto lo cuenta un Coronel que estuvo apoyando a Chávez durante su militancia en el MBR-200, sino debilitar más al gobierno, porque los miembros del grupo adoctrinador sabían bien que la democracia conseguida por los políticos del ´28 no iba a ser duradera, y ellos se encargaron, poniendo infiltrados en partidos políticos, de sabotear de manera sutil la acción (desacertada) de gobierno de por lo menos tres políticos. En los años 70 surgió el MAS, que estaba constituido por Teodoro Petkoff (el que apoyó a Rosales recién) y por José Vicente Rancel (hasta hace poco vicepresidente del gobierno chavista), estos dos personajes fueron entrenados para sabotear políticamente el juego democrático, ambos en diferentes flancos, y así obtener un desgaste más acelerado de la “democracia”… para así acelerar el ascenso del fascismo comunista.

Lo lograron, mediante la mayor metida de pata que ha habido en la historia, poniendo como títere candidato a un líder sindical en el año ’93, “los notables del 28”, pensando como siempre cabeza fría y no viendo más allá de sus narices (pensado que tenían a dios agarrado por la chiva), compraron al sindicalista y pusieron como presidente al desgastado político del 28, Rafael Caldera. Craso error, pues éste, subió al poder con un conjunto de fuerzas políticas autodenominadas Chiripero, puesto que Convergencia (partido de caldera) y MAS, así como otros pequeños partidos, estuvieron al cargo de los ministerios… Petkoff fue entonces ministro de cordiplan (una institución económica, donde estaban unidos la central sindical, la federación de gremios empresariales y el estado) y fue este y algunos otros masistas los que convencieron al presidente de darle indulto presidencial al Teniente coronel Chávez, lo que permitió que entrara en escena un importante alfil del movimiento adoctrinador; viejo ya, Luis Miquilena recibe fuera de la cárcel a Chávez y le propone refundar el MBR-200, ahora llamándolo MVR (Movimiento 5ta República), ya que éste estaba sirviendo de promotor del nuevo orden gubernamental en Vzla. Chávez acepta y empieza el juego democrático. Las cosas empiezan a dárseles a estos muy bien, hasta que finalmente en el ’98 asciende al poder el nuevo orden gubernamental, sembrado hacía casi 40 años atrás, y regado de continuo por todo ese tiempo.

Ahorita, ni Fidel, ni los que él mandó a que hicieran el trabajo sucio en Vzla disfrutan tanto como lo hubieran hecho veinte años antes, pero saben que su movimiento es casi indestructible, pues el gobierno chavista ya pone el tablero de ajedrez listo para fomentar la nueva fase, que consiste en consolidar la 5ta república, su ideología y su cultura sobre la sociedad absorta y con la mente en blanco que poseen.

Es por ello que la cobertura mediática es inimaginable, y es por esto mismo que el proceso debe exportarse, para que nunca pueda acabarse la semilla, para que siempre este latente, así como el nazismo, siempre en la cabecita de muchos trasnochados…

Luchar contra algo tan fríamente calculado no es muy fácil.

Yo creo que existen varias posibles salidas de esto:

1-Así como el nazismo se vio obligado a replegarse y nunca más volver al poder debido a la guerra mundial que desató, es una probabilidad que el fascismo comunista de Chávez termine en una guerra (no me atrevo a pensar en qué proporciones), y pierda poder político.

2- Es muy probable que pueda estallar un conflicto civil debido a las presiones a que se esta viendo sometida la sociedad, aunque esta hipótesis no es tan fuerte como la primera, no deja de ser una probabilidad.

3- Así como el comunismo soviético se vio desgastado casi 90 años más tarde de que Lenin ascendiera al poder, es muy probable que las futuras generaciones de chavistas sean menos fuertes que las primeras, pero esto tardaría quién sabe cuánto tiempo.

Hay una 4ta, esta no depende directamente del chavismo, sino de la oposición, pero también llevaría años consolidarla; pues se trata de hacer lo mismo que ellos, ir sembrando en universidades, en la sociedad, de manera supraclandestina, un pensamiento nuevo, acorde con valores idóneos a la democracia. Esto podría tener como enemigo principal la falta de motivación, o la ambición de poder. Si se va a trabajar esta salida debe estarse claro en que no se disfrutarán las mieles del poder nunca, más bien se dedicará la vida entera a una tarea de hormiguitas. Es probable que mientras se viva no se vean resultados.

Si alguno de ustedes puede adicionar una quinta, teniendo en cuenta el contexto real del asunto, se los agradezco.

Cumples del Gabo

No soy colombiano, o deberíamos decir, neogranadino, simplemente porque la Divina Fortuna escogió para mí el terruño de Bolívar. Sin embargo la empatía que existe entre colombianos y venezolanos, aunque este un poco asperoza, debido a las incontables metidas de pata que algunos ineficientes políticos venezolanos, es de larga data.

Sin embargo, hace 80 años y unos días, la misma Fortuna que eligió para mí el terruño del Libertador del norte de Suramérica, eligió para el grande Gabriel García Márquez la pequeña aldea de Aracataca, en el norte franco de la bella República que acogió en su lecho de muerte al padre de nuestras naciones.

El Gabo, como se le llama cariñosamente, nació en el mismo pueblo donde años más tarde él daría vida a la familia Buendía y a todos los personajes de su célebre obra, “Cien años de Soledad”. Solo un grande puede hacer algo como “Cien años de Soledad”, solamente un Gabo puede retratar con tanta exactitud las costumbres, la idiosincrasia, el modo de ser de nosotros (no me atreveré a decir que todos los latinoamericanos), de los caribeños, de los colombianos allende las fronteras, de los que están unidos más que por lazos diplomáticos y comerciales, por una preciosa cultura que indivisiblemente nos hace un solo pueblo…

Les contaré una historia familiar y verán que el Gabo, allá, más allá de las fronteras occidentales de mi país, en la ciénaga colombiana, atravesando la Sierra, pasando por la árida Guajira, allá, en aquellos marjales lejanos del Oriente de mi país, supo plasmar en su obra algo tan real como la vida misma.

Mi abuelo materno tuvo un medio hermano, éste estaba un día compartiendo con los demás hombres del pueblo en algún sitio del pueblo, supongo que una pulpería, o algo así, cuando uno de los hombres le levantó la voz y le insultó públicamente; acto seguido mi tío abuelo fue a su casa, le contó a su padre, y éste le dio un arma de fuego para que hiciera respetar “su honor”, tan pronto hubo tenido en sus manos el arma, un hombre que jamás en su vida había matado a alguien, salvo a criaturas salvajes en la caza, fue directamente al lugar de los hechos, y de frente, después de decirle tres cosas, le disparó.

Por esta razón mi tío abuelo estuvo preso, no crean que el crimen, con atenuante en la dignidad, no pagó el error que cometió. Este es uno de cientos de cuentos que puedo contarles sucedidos en mi familia materna, y cada vez que yo he escuchado uno, alguno, por muy simple que sea, siempre viene a mi memoria “Cien Años de Soledad”, un libro que plasma lo más nuestro, sin dejar nada para otros, simplemente allí es Macondo el escenario para contar las millares de proezas y rarezas de todos los caribeños.

Pero no es solamente “Cien Años de Soledad” la que lleva la fortuna de haber sido escrita por el Gabo, y que por cierto también esta de cumpleaños, son decenas de obras las que el escritor de la sonrisa tímida ha dado al acerbo literario de nuestro continente, muchos cuentos, novelas, ensayos, artículos periodísticos.

Todos con el sello de Aracataca, de Riohacha, de la Sierra, de Cartagena, todos con el sello más que de Colombia, de aquel mar que se expande desde las costas norteñas del país que soñó alguna vez Bolívar, y que da vida, una vida impresionante a quienes en sus aguas ven crecer generaciones y generaciones.