CAPÍTULO  3
Por el RAV. AZRIEL TAUBER
PENSAR Y  SER
Era el último minuto de decisión para  Dany. Cada vez que se encontraba a sí mismo decidiéndose por ir al seminario,  las mismas palabras se repetían en su cabeza, ¿para qué lo necesito? Entonces se  sentía aliviado pues decidía no ir, hasta que las palabras de su amigo  retumbaban en su mente: ‘todos ustedes los israelíes tienen la misma expresión.  ¿Acaso todo gira alrededor de ti mismo y de tus necesidades?’ Y entonces se  encontraba a sí mismo considerando la idea de asistir. ‘¿Pero qué voy yo a sacar  de todo esto? pensaba. ‘Ahí vas nuevamente, yo, yo, yo; ¿acaso todo tiene que  girar alrededor de mi yo?’
Llegó justo antes de la puesta del  sol, pero no se sentía bien. Más bien, se sentía obligado a estar ahí, a pesar  que no era nada más que su propia conciencia la que lo obligaba. ‘Olvídalo’, se  decía haciendo caso omiso de sus pensamientos negativos. ‘Ya estoy acá. De todas  formas puedo pasar un buen rato’. Pero realmente todavía no estaba  ahí.
Dany durmió en el cuarto del hotel  durante la primera clase antes de bajar al lobby, donde la clase estaba  justamente terminando. De repente oyó a alguien llamarlo por su nombre con  emoción, —¿Dany? ¿Eres tú?
—Moshé, —respondió Dany con alegría. Moshé era uno  de los contactos de negocios más frecuentes de Dany.
—Dany, ¿qué es lo que estás haciendo  aquí?
—Lo mismo que tú.
—Sí, pero estoy sorprendido. Pensé que serías la  última persona en venir acá.
—Yo también soy judío. Además, ahora que tú estás  acá, sé que tomé la decisión correcta. Estoy tan contento que estés acá, Moshé,  —Dany repitió—. Quiero comentar contigo una idea de negocios.
—Después de Shabat.
—¿Después de Shabat? Desde que te volviste  religioso, no se puede platicar contigo.
—Eso no es verdad.
—Sólo estoy bromeando, —dijo  Dany.
—Escucha Dany, la primera conferencia ha terminado.  ¿Cómo es que no te vi ahí?
—Estaba en mi cuarto,  descansando.
—Te perdiste una buena  conferencia.
—¿De que se trató?
—Autoestima.
—En ese caso, no me siento tan mal. Yo sé que los  israelíes no somos perfectos, pero si hay algo de lo que no carecemos, es  autoestima.
En ese momento, Moshé vio al rabino  salir de la sala de conferencias hacia el vestíbulo.
—Rabino—, lo llamó.
—¡Ah!, Moshé —dijo el rabino mientras caminaba  hacia ellos—. Me dio mucho gusto verte entre el público.
—Y yo estuve feliz de estar ahí.
—¿Tú esposa está acá?
—Sí. Fue a ver al bebé. Pronto bajará para  encontrarse conmigo, aquí en el vestíbulo.
—Y ¿quién es tu amigo?
—Él es Dany. También viene por el fin de  semana.
—Gusto en conocerte Dany. ¿Te vi entre el público?  —preguntó el rabino.
—No pude llegar a la primera clase, —admitió Dany—.  Pero escuché que trató sobre la autoestima y, créame rabino, eso es algo que no  necesito.
El rabino hizo una pausa. —Creo que  podrías tener una impresión equivocada, —le dijo el rabino—. Un judío puede  tener alta autoestima en determinada área, tal como en los negocios, en los  deportes o alguna otra, sin embargo, eso no significa que tenga una autoestima  judía.
—Tiene usted un punto interesante rabino. La verdad  es, no obstante, que yo conozco lo que quiere decir ser judío. Yo combatí en la  guerra por el pueblo judío.
—Y ¿aún estás peleando por el pueblo  judío?
—Combatí en una guerra. Espero nunca tener que  pelear otra vez.
—No estoy hablando acerca de arriesgar tu vida en  el campo de batalla. Los Sabios relatan la historia de un hombre que exclamaba  en las calles a los soldados que regresaban de la guerra: ‘Han regresado de una  batalla, para combatir en otra mucho más difícil. La batalla contra ustedes  mismos, en contra de sus pasiones’.5 En otras palabras, un judío  tiene que luchar cada día por sí mismo y su pueblo. La batalla que tiene lugar  en la intimidad de tu corazón es de muchas maneras, más significativa que la  batalla con tanques y armas en el campo. Nuestros enemigos físicos son tan solo  manifestaciones de nuestros enemigos verdaderos, los espirituales. Si no los  conquistamos, nos volvemos nuestros peores enemigos. Y solamente nosotros  podemos vencernos a nosotros mismos.
—Hay mucho de verdad en lo que usted dice, rabino.  Sin embargo, usted no se debe preocupar por mí. He visto milagros con mis  propios ojos. Yo creo en Hashem completamente; quizá no en la forma en  que ustedes los religiosos lo hacen, pero yo creo en Él.
—Y ¿cómo creen los religiosos en Hashem a  diferencia de ti?
—Ellos cuidan todas las  mitzvot.
—¿Y tú no?
—En realidad no. Y créame rabino, mis amigos han  tratado de convencerme, pero no es para mí,
—No es para ti porque tú no crees que Hashem  le dio al pueblo judío 613 mitzvot.
—No. Ésa no es la razón. Yo no cuido las  mitzvot porque no quiero renunciar a las cosas buenas de la  vida.
El rabino hizo una pausa. —Dany, ¿te  importaría si te hago una pregunta?
—No. Adelante por favor.
—Cuando tienes hambre, ¿qué es lo que  haces?
—Me alimento.
—¿Te alimentas a ti o a tu  estómago?
—¿A qué se refiere?
—¿Es tu cuerpo tu yo, o tu yo es algo  más?
—Por ‘algo más’, ¿se refiere a un  alma?
—Sí.
—Rabino, yo podré ser un alma, pero también soy un  cuerpo. Y no quiero negar que soy un cuerpo.
—Yo tampoco quiero que lo niegues, pero quiero  asegurarme de que estamos de acuerdo en algo. Tu yo real es tu alma. Tu cuerpo  te ha sido prestado por Hashem. Es como un automóvil rentado. Si tú vas  de vacaciones por un mes y rentas un automóvil, después del mes no lloras cuando  tienes que regresarlo. Hiciste buen uso del automóvil mientras lo necesitaste y  luego lo regresas a Avis o a Hertz.
—Nosotros hemos tomado un viaje a la tierra y hemos  rentado un vehículo por 70 u 80 años. Cuando llega el tiempo de regresarlo, lo  regresamos. Sólo tenemos que asegurarnos de que no lo hemos dañado. No hay  pólizas de seguro. Somos responsables por cualquier daño.
Hashem nos prometió que si  hacíamos buen uso del cuerpo, Él nos lo daría de regreso en el mundo eterno. En  ese mundo, nuestros cuerpos físicos serán reconstituidos de tal manera, que aun  ellos serán espirituales. Entonces seremos capaces de hablar de ellos, como  hablamos de nosotros mismos. Sin embargo, ahora sólo estamos ‘rentándolos’. No  deberíamos crecer tan apegados a ellos al extremo de que nuestra identificación  esencial sea con ellos. Por lo tanto, Dany, te pregunto otra vez: ¿realmente  eres tu estómago o tu alma?
—Si lo pone de esa manera, rabino, por supuesto que  soy ante todo, un alma.
—Entonces, no puedo entender por qué tú piensas que  cuidando mitzvot renunciarás a las cosas buenas de la vida. En todo caso,  es lo contrario. Si tú no cuidas la Torá y las mitzvot, no sabes cómo  disfrutar realmente de la vida.
—¿Cómo puede decir eso?
—Porque en la vida hay más que llenar tu estómago.  No existe nada más satisfactorio que llenar tu alma. Si pasas el día colmando tu  estómago o sumergiéndote exclusivamente en la búsqueda de objetos materiales,  estás descuidando tu alma. Se está desnutriendo. Y si, como tú admitiste, una  persona es primariamente su alma, ¿cómo puedes estar feliz si no alimentas tu  alma con el alimento espiritual que ansía?
—Admito que no soy una persona  espiritual.
—Si no es así, ¿cómo puedes incluso disfrutar lo  físico? Si tu alma no está experimentando el deleite de comer, entonces ¿quién?  ¿Tu estómago? El estómago de un animal también da cierta medida de satisfacción  cuando está lleno. Pero tú eres un ser humano. Y un judío además de eso. No  puedes estar experimentando plenamente los placeres de este mundo sin un alma  sana, bien alimentada.
—Soy feliz como soy, —dijo Dany—. Si fuera fácil  desarrollarse en una persona espiritual, yo podría hacerlo. Pero no tengo  herramientas para ser una persona espiritual.
—¿Puedes pensar?
—Por supuesto.
—Entonces tienes todas las herramientas que  necesitas. El pensamiento es la ventana del alma.
—Mi problema, rabino, es que yo ya pienso mucho.  Usted sabe lo que los rabinos dicen: yosif daat, yosif majov, ‘a más  conocimiento, más dolor’.6 De algo sirve ser tonto. La gente  superficial siempre está feliz. La gente exageradamente intelectual es infeliz.  Es por esto que yo digo que pienso demasiado.
—No fue cualquier rabino el que dijo esto,  —respondió el rabino—, sino Shlomó Hamélej, el más sabio de todos los hombres.  Y, Dany, si el más sabio de todos los hombres dijo esto, puedes suponer que hay  algo más en sus palabras, porque la adquisición e incremento del conocimiento es  la esencia del enfoque de la Torá.
—Entonces ¿qué quería decir?
—Se estaba refiriendo a un tipo específico de  persona; una persona que se enorgullece exclusivamente de su intelecto, o una  persona que no hace otra cosa más que intelectualizar todo el día. Una persona  no es su intelecto. El intelecto tiene la intención de servir a la persona. Es  un instrumento. Una persona tiene que vivir, lo que significa, que tiene que ser  feliz en su vida física y usar su intelecto para producir cambios en su vida  física. Ésa es la persona completa. La persona que hace de su intelecto el  objetivo, experimenta dolor en el grado en que incremente su  intelecto.
—Una persona equilibrada, por otro lado, que  participa de lo físico, así como de lo intelectual, no experimenta dolor a  medida que incrementa su conocimiento. Totalmente, al contrario, incrementa su  habilidad para tomar placer en la vida. Y es por esto que Hashem nos dio  un estilo de vida de Torá y mitzvot, que balancea perfectamente la parte  intelectual de la persona con la parte física. Sin Torá y sin mitzvot,  ¿cómo puede uno derivar la máxima felicidad aun en su vida  física?
—Pero, rabino, usted no puede negar que la Torá le  prohibe a la persona los placeres de este mundo. Te dice todas esas cosas que no  puedes hacer.
—Por cada placer que la Torá te ordena abstenerte,  existe un placer equivalente que nos permite y alienta a participar de él. Y nos  orienta en cómo participar en ese placer equivalente para que lleguemos a  poseerlo, y no que él nos posea a nosotros.
—Pero yo conozco gente judía que dice que cuanto  más infeliz e insatisfecha sea la vida de uno, más grandeza tiene la persona. Un  rabino me dijo esto. Incluso citó la siguiente afirmación: ‘No digas que no  comes jamón porque es repulsivo. Más bien, no es repulsivo y si fuera  posible te lo comerías, pero qué puedes hacer, si el Creador del cielo y la  tierra te dijo que no te lo comas’.7 En otras palabras, este rabino  me dijo que la Torá lo priva a uno de los placeres de este mundo, para que uno  pueda servir a Hashem con motivaciones puramente  espirituales.
—Eso no es verdad. La persona que te dijo eso pudo  haber entendido mal la idea. Esta cita sólo tiene la intención de enfatizar la  importancia de la pureza de los motivos. No nos exhorta a hacer nuestra vida  desdichada. Por el contrario, la Torá nos advierte: ‘Las malas noticias  (predichas y enumeradas en los versículos previos), vendrán sobre ti porque no  serviste a Hashem con alegría y buen corazón’.8 La Torá nos  obliga una y otra vez a servir a Hashem con nuestro cuerpo y tomar placer  de ello. Tenemos el mandamiento de estar satisfechos y regocijarnos en cada paso  del camino en que servimos a Hashem con nuestra existencia física, con  nuestro corazón y con nuestras emociones.
Es por esto, que a diferencia de  muchas religiones orientales en donde el objetivo es desarrollar el lado  espiritual, en tanto que se mata el lado físico, la Torá equipara la realización  espiritual con la total participación del mundo físico. Debes casarte,  establecer una familia, volverte parte de una comunidad según el modo de la Torá  y, sólo entonces te has convertido en un verdadero servidor de Hashem. La  Torá no nos permite evadirnos de los placeres físicos,
Si necesitas una prueba más, —agregó  el rabino— toma Shabat. Shabat se santifica sobre una copa de  vino; la mitzvá verdadera se hace sobre vino y no sólo con jugo de uva  (no obstante que es aceptable). Un vino fuerte y embriagante se sobrepone al  intelecto y debilita la razón. Ésta es la forma en que empezamos a santificar  nuestro día más sagrado. Y después comemos, cantamos e interactuamos con nuestra  familia durante las próximas 24 horas. Todo es muy físico. Si ésta es la forma  en la que actuamos en el sagrado Shabat, entonces debería estar claro que  la santidad es dependiente de las necesidades del cuerpo, y no se contrapone a  ellas. El judío ideal es aquél cuyo cuerpo participa completamente con su  intelecto, con su yo espiritual.
Por lo tanto, Dany, si tú me dices  que no cuidas las mitzvot debido a que no puedes renunciar a las cosas  buenas de la vida, yo te pregunto: ¿cómo puedes experimentar las cosas buenas de  la vida si no tienes la Torá y las mitzvot como tu guía?
—Pero rabino, uno no necesita la Torá para  disfrutar la vida.
—Quizá uno no necesita la Torá para tener una  experiencia satisfactoria temporal. Sin embargo, la Torá le enseña a uno cómo  hacer esta experiencia duradera y significativa. Ninguna de las cosas materiales  de este mundo trae placer duradero a menos de que estén filtradas por la  Torá.
—Pero ¿qué hay cuando compras ese automóvil para el  que estabas ahorrando?
—¿Cuánto dura este tipo de felicidad? La respuesta  es: hasta que descubres otra cosa que ansíes. Rápidamente, el instinto  adquisitivo se vuelve una adicción y te vuelves más infeliz que nunca. Como  dije, la Torá te enseña cómo poseer el mundo físico, no ser poseído por él. Es  por esto que no puedo entender cómo dices que eres capaz de ser feliz sin la  Torá.
—Rabino, yo conozco gente rica, no religiosa que es  feliz.
—Parecen ser felices en el exterior, pero no sabes  qué pasa en su interior. Además, aun si exhiben cierta felicidad externa, quién  dice que son ricos como seres humanos. Una vaca también es feliz cuando es  conducida al pasto. Así también, algunas personas son apenas algo más que vacas  conducidas al pasto con toda su riqueza. Su felicidad no es ni profunda ni  duradera. Admitiendo que aun la felicidad externa tiene sus ventajas, es la  felicidad espiritual interna no dependiente de circunstancias externas la que  finalmente es importante. Y no puedes tener la satisfacción interna sin los  objetivos de la Torá.9
—Yo no sé, —dijo Dany—. Todo lo que sé es que si  D–os me hiciera millonario, sería feliz aun sin Torá.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? Conozco gente rica  que es infeliz. Y conozco gente pobre que es feliz. La comodidad material es  finalmente independiente de la capacidad de la persona para experimentar  felicidad.
—Pero ayuda.
—Algunas veces. Y algunas veces daña. Tú sabes, los  países escandinavos tienen una de las tasas de suicidios más altas del mundo. La  ironía es que para mucha gente, ellos representan la sociedad en la cumbre del  progreso humano: rubios, de ojos azules, nórdicos conocidos por su naturaleza no  agresiva y sistema político progresivo, donde la riqueza se distribuye  equitativamente. Y la verdad es que la riqueza está distribuida en esos países  en forma relativamente uniforme. Nadie es muy rico ni muy pobre. Sin embargo,  tienen una tasa de suicidios inusualmente alta,
—¿Por qué habría de ser?
—En mi opinión, el problema en Escandinavia es que  no existen las apariencias externas de status y logro material, que  frecuentemente funcionan para hacer que la gente sin ninguna otra fuente de  autoestima se sienta bien acerca de sí misma. Mientras que en los países más  occidentalizados, el materialismo sirve como un tipo de opio que nubla el miedo  que uno siente por la falta de valor interno; los escandinavos con frecuencia  tienen que enfrentarse a la desnuda, cruda, y sobria verdad. Ya que no conocen  cómo generar un verdadero sentido del yo, muchos de ellos, por lo general  intelectuales, llegan a sentir que la vida no tiene valor y cometen suicidio. La  conclusión, Dany, es que no es la comodidad material la que trae la felicidad  duradera.
—Entonces, ¿qué la trae? ¿la Torá? ¿Me va usted a  decir que no hay personas ultraortodoxas que son infelices?
—Puede haber personas ortodoxas que son infelices  pero eso es porque no poseen la Torá tan profundamente como debieran. Verás, no  basta con observar la Torá superficialmente o creer en sus principios por  hábito. La verdadera felicidad depende de una mente sana, activa y pensante, una  mente que se esfuerza por entender lo más posible el significado profundo de la  Torá y las mitzvot. Las personas que están infelices, son infelices  porque no piensan; no saben cómo pensar, cómo utilizar su capacidad de pensar.  Déjame explicarte a qué me refiero.
Podemos decir que una flor está viva  porque despide un aroma agradable. Si se marchita o huele mal, está muerta o  está muriendo. ¿Cómo sabemos que un ser humano está vivo?
—¿A qué se refiere? Come,  respira.
—Un animal también come y respira. Mi pregunta es  mucho más profunda. ¿Cómo sabemos que lo que hace único a un ser humano es vida  y bienestar?
Dany pensó por un momento y se  aventuró, —¿Un ser humano usa herramientas?
—Muchos animales también usan ramas y objetos como  herramientas.
—¿Un ser humano puede sonreír?
—Un simio también se sonríe.
—Entonces me rindo.
—Un ser humano puede pensar.
—Pero rabino, —dijo Dany—, un simio también puede  pensar.
—No como un ser humano. De hecho, hay algo tan  único acerca del pensamiento humano que, en comparación a él, es como si los  animales no pensaran en lo absoluto.
—¿Qué es?
—La capacidad de sobreponerse al instinto debido al  proceso de pensamiento. La verdad Dany, es que la mayoría de las personas no  piensan. Piensan por los mismos objetivos que un animal piensa, sobrevivir,  adquirir mejores cosas materiales, pero no piensan en la manera única en que el  ser humano piensa para sobreponerse a sus instintos. Y si un ser humano no está  pensando en la manera única que un ser humano piensa, ese ser humano no puede  ser feliz. ¿Acaso puede un pez ser feliz si no puede nadar? ¿Puede un pájaro ser  feliz si no puede volar? ¿Puede una vaca ser feliz si no puede comer? Así  también, un ser humano no puede ser feliz si no puede, o no hace uso de la  habilidad que lo hace único: su capacidad de pensar realmente.
El rabino hizo una pausa y decidió  elaborar más aún. —Si yo tuviera que clasificar a los seres humanos —dijo—,  diría que hay tres tipos: aquéllos que no piensan. Aquéllos que piensan que  piensan. Y aquéllos que realmente piensan. La mayoría de la gente no piensa.  Muchos creen que piensan. Y solamente unos pocos realmente  piensan.
—Imagínate un fumador asiduo, que su doctor le dice  que si no deja de fumar pronto, va a morir. ¿Cómo reaccionarían los tres  diferentes tipos de seres humanos? El primero, se muere antes que pensar. Se  dice a sí mismo, ‘Sólo vives una vez, así que debes experimentar tanto placer  como sea posible. Si fumar es uno de mis placeres, ¿qué tiene la vida de bueno  si yo no puedo fumar?’ Por lo tanto no va a dejar de fumar. Y conocemos gente  como ésa, que continúa fumando a pesar del conocimiento que fumar los va a  matar. Estas personas preferirían morir antes de pensar qué se están haciendo a  sí mismas.
Después hay una persona más seria. Si  su doctor le dice que tiene que dejar de fumar, llegará a su casa y dirá: ‘Ya  está. Tiro mis cigarros. Voy a dejar de fumar’.
Sin embargo, se levanta al otro día y  lo primero que siente es un fuerte deseo de un buen cigarro. Inicia un diálogo  interno consigo mismo. ‘Estoy totalmente comprometido a dejar de fumar. Mi vida  es más importante que el cigarro. Sin embargo’, él agrega, ‘¿un pequeño  cigarrillo realmente me matará?’ Sin una pausa él responde: ‘No’, y fuma el  cigarro, jurando que es el último.
Unas horas más tarde, tiene el mismo  deseo y el mismo diálogo cruza por su mente. Al final del día se fumó tres  cigarrillos. No obstante, no le molesta porque razona que realmente combatió su  hábito. Y lo hizo. Estaba pensando en lo que él estaba haciendo o así parecía, y  eso le dio la fuerza para fumar solamente tres cigarrillos.
El problema es que al día siguiente  se fumará seis cigarros. Y al tercer día se fumará doce. Y así seguirá antes que  se dé cuenta que está encadenado al cigarro otra vez. ‘¿Qué puedo hacer?’, dice  derrotado. ‘Lo que vaya a pasar, que pase. Yo no puedo hacer  nada’.
Esta segunda persona es una que cree  que piensa. Por un momento pareció como si realmente estuviese pensando. La  verdad es, no obstante, que realmente no lo estaba haciendo. Él sólo creía que  estaba pensando. Cuando se preguntó a sí mismo, ‘¿Acaso un pequeño cigarrito va  a ser la diferencia?’ Su yo habitual estaba manipulando su mente pensante. Se  hizo preguntas cuyas respuestas ya sabía. No se atrevió a preguntar: ‘Si me fumo  aunque sea sólo un cigarro, ¿seré capaz de romper realmente mi hábito?’ Si se  hubiera preguntado así, su mente racional le hubiera dicho que no fumara ni un  solo cigarro.
Una persona que solamente cree que  piensa, manipula su mente. Limita su pensamiento a parámetros que se acomoden a  sus hábitos de vida. El pensador real es uno que quiere ser honesto al extremo  donde duele. ‘No me importa lo que quiero, lo que pienso que necesito, lo que  estoy deseando’, dice. ‘Yo sólo quiero saber la verdad absoluta’. Éste es un  pensador real. No tiene miedo de enfrentarse a sí mismo. Quiere conocer la  verdad aun cuando él está equivocado.
Pensar realmente significa no dejar  que nuestros deseos interpreten la realidad por nosotros. Más bien queremos  saber la verdad, la verdad objetiva, y queremos cambiarnos a nosotros mismos  para alinearnos con esa verdad objetiva no importando cuánto nos  duela.
Es por esto, Dany, que la verdadera  razón por la que la gente es infeliz, es porque no utilizan su don humano único:  la capacidad de pensar, de pensar realmente hasta el punto de poder sobreponerse  a sus hábitos, a pesar de la dificultad y el dolor. No importa cuánta gente  trate de traer felicidad a su vida, mientras su verdadero yo esté perdido, van a  ser infelices. ¿Quién eres tú? Eres un pensador. Si no piensas, no puedes ser  feliz.
El rabino se detuvo por un momento y  luego continuó. —Si tú no quieres pensar, estás huyendo de ti mismo. Y si huyes  de ti, no existes ‘tú’. Tu ser puede experimentar placer o satisfacción  temporal, pero no existe un ‘tú’ para hacer la experiencia significativa y  duradera. Ya sea que tengas cualquier otra cosa, una carrera, dinero,  matrimonio, hijos, etc., te sientes infeliz porque esas cosas no son  tú.
A medida que uno piensa menos, menor  es su autoestima genuina. Uno que huye de sí mismo día tras día, realmente no es  nada. Ésa es la causa de baja autoestima. La verdad, yo diría, es que no hay tal  cosa como baja autoestima. Si no existe un yo, no existe estima. Y la triste  realidad es, Dany, que la mayoría de nosotros no queremos conocernos  honestamente. No queremos enfrentarnos con el dolor de perseverar en el  pensamiento que sabemos es verdad. Si te evades a ti mismo, al final no puedes  ser feliz.
—Pero rabino, deben existir muchas psicologías y  filosofías, aparte de la Torá, que destacan la importancia de  pensar.
—Comparadas con la Torá no son  nada.
—¿Cómo puede usted decir eso?
—Estoy consciente de que el mundo moderno se  enorgullece por su conocimiento, el cual, nos han hecho creer, está  continuamente evolucionando, avanzando y progresando. Y parece ser así porque,  por ejemplo, hay muchos doctores y profesionales que elaboran teorías y escriben  artículos cada día. El conocimiento se está apilando. Sin embargo, sin importar  cuán magnánimos hagan creer que son, todas sus teorías están fundamentadas en  ciertas suposiciones producidas dentro del encuadre de su mente racional humana.  Las teorías se están produciendo regularmente, pero son un reciclaje de las  mismas suposiciones publicadas en la última revista mensual. Todas esas horas de  pensamiento-hombre tienen valor limitado pues existen dentro de un sistema  cerrado que contiene numerosas verdades parciales y limitaciones hechas por el  hombre.
Sin embargo, aquél que crea nuevos  mundos de pensamiento sobre los axiomas de la Torá, está empezando con una  verdad 100 por ciento no adulterada, porque la Torá se originó en el Sinaí, de  una fuente superior al ser humano. Aun si una teoría hecha por el hombre empieza  con un 99 por ciento de verdad, hay una mayor distancia entre esa teoría y la  Torá, que entre esa teoría y una teoría hecha por el hombre basada en un 1 por  ciento de verdad. La Torá del Sinaí es la única fuente objetiva de verdad  absoluta en este mundo. Cualquier verdad puede ser rastreada finalmente hasta el  Sinaí. Cualquier cosa fuera de la Torá está casi seguramente ligada con  impurezas que ensucian la mezcla completa y la invalidan como una fuente  confiable de verdad.
—Eso es lo que usted dice rabino. Pero otras  personas dicen lo contrario. ¿Cómo lo podemos probar?
—El tiempo es la verdadera prueba. Un cohete que  apunta hacia la luna y está un grado fuera de objetivo, en los primeros segundos  después del despegue se desviará de la luna por diez mil millas si no se toma  una acción correctiva. Así también, la diferencia entre la verdad de la Torá y  la mejor verdad hecha por el hombre, no se ve automáticamente justo al  principio. Sólo puede ser observada mejor a través del tiempo.
Tan sólo hace menos de un siglo,  muchos judíos creyeron tan fuertemente que el comunismo era una forma superior  de vida que rápidamente abandonaron la observancia de la Torá. Y estaban tan  seguros de sí mismos, que algunos incluso entregaron a sus padres a las  autoridades por observar secretamente la Torá. No obstante, el comunismo duró  poco más de 70 años.
En la actualidad, existen otras  filosofías y sistemas que reemplazan al comunismo. Y muchos judíos son engañados  a pensar que tienen valor real. Sin embargo, sólo la Torá ha permanecido como  una fuente sólida de valores a lo largo de 3,300 años, incluyendo los últimos  2,000 años de exilio en muchos países extraños, bajo diferentes civilizaciones.  Se ha expuesto a la tormenta del empobrecimiento externo y la persecución, y ha  sobrevivido a las acusaciones de los ‘progresistas’ cuyos valores se han ido con  el viento en menos de una generación. Y continuará siendo así. Ha resistido la  prueba del tiempo. Sólo un ignorante o un tonto la descartaría por el último  ‘ismo’.
Dar y  Recibir
Cuando el rabino terminó la frase, la  esposa de Moshé, una pareja de amigos suyos y algunos otros se unieron a ellos.  Mientras se juntaba la gente, Dany, que estaba perdido en sus pensamientos, dijo  bruscamente: —Rabino, no voy a discutir con usted sobre el último punto. Usted  probablemente esté en lo correcto. No hay nada como la Torá. Pero si usted me  preguntara, le diría que el problema con el mundo no es que la gente no piense  lo suficiente, sino que son egoístas y egocéntricos. Si la gente aprendiera a no  ser sólo para sí misma, el mundo sería un lugar mejor.
—Estoy de acuerdo contigo, Dany, pero aun el darle  a otros, es totalmente dependiente de los pensamientos de la persona. Si uno no  se pregunta a sí mismo cuando se enfrenta a la elección: ¿estoy escogiendo  basado en mi necesidad de recibir o en mi necesidad de dar?, es casi seguro que  no está dando.
—¿Por qué?
—Porque las apariencias son engañosas. Muchas  veces, desde el exterior, un acto parece ser de recibir, cuando en realidad es  un acto de dar. Inversamente, muchas otras veces, el acto de una persona parece  de dar, cuando el acto realmente es de recibir. Dar y recibir son dependientes  en definitiva de la motivación subyacente.
Imagínate por ejemplo, una persona  viviendo en una comunidad acosada por ladrones y asaltantes. Un día esta persona  se levanta a la medianoche y vigila las calles hasta el amanecer, manteniendo  segura a la comunidad. Hace lo mismo la siguiente noche y la siguiente. Continúa  haciéndolo noche tras noche por los siguientes 30 años, llueva o nieve, fin de  semana o Shabat. Y la comunidad no lo descubre hasta que muere. Qué  tremenda generosidad de esta persona. Podemos imaginarnos cómo la comunidad lo  va a elogiar. No van a tener suficientes palabras para  alabarlo.
Poco tiempo después, sin embargo, se  difunden noticias que este hombre realmente estaba contratado para andar por las  calles y se le pagaba una compensación del rey por hacerlo. De repente, toda su  abnegación se arruina. Todos los elogios y apelativos prodigados sobre él en su  funeral se ven bajo una luz diferente.
—¿Es eso justo, rabino? —preguntó Dany—. Piense  cuánto hizo por la comunidad. ¿A quién le interesa si tenía motivos ulteriores?  Vea cuánto le dio a la comunidad.
—Tienes razón. No obstante, la verdad es que este  acto de dar se perdió una vez que se supo que lo hizo por dinero. Quizá no lo  estaba haciendo para darle a otros, sino para recibir para sí mismo. Sin  embargo, si no hubiera tomado dinero, su naturaleza de dar hubiera sido clara  para todos. Una vez que lo hizo por dinero, no importa qué tan grande es el  acto, su posición como un dador se cuestiona.
Ahora, lo contrario también es  verdad. Recibir, puede ser un acto de dar, si el propósito final de recibir es  poder dar más y mejor. Piensa, por ejemplo, acerca de un doctor. Las personas se  vuelven doctores por una de dos razones: ayudar a otros o hacer dinero. Estos  últimos usan la enfermedad para hacer dinero. Los primeros, curan a los enfermos  a fin de ayudarlos y solamente reciben dinero a fin de mantenerse a sí mismos y  a sus familias para que puedan seguir ayudando a otros. Toman solamente para  poder dar.
¿Cómo puede uno evaluar la verdadera  motivación? —preguntó el rabino retóricamente—. No es fácil. Generalmente las  consecuencias se incrementan a través del tiempo de acuerdo a la motivación.  En otras palabras, cuando uno está motivado a hacer algo por una razón y lo  hace, desarrollará su motivación subyacente aún con más ímpetu. Por ejemplo, si  uno quiere ser doctor por la razón de ayudar a otros, pero para poder ser doctor  uno tiene que pagar sus gastos, incluyendo los préstamos de la Escuela de  Medicina, gastos fijos, seguro por actos de negligencia, etc., entonces,  mientras más practique uno la medicina, se convertirá en mayor dador. Cada vez  que trabaje con una persona enferma, ejercitará su músculo de  dar.
En cambio, si uno se vuelve doctor  porque realmente quiere hacer mucho dinero o ganar una posición, entonces  mientras más practica curando a otros, menos paciencia y cuidado va a tener con  sus pacientes. Es por esto que muchas veces encuentras doctores que pueden hacer  toda la diferencia del mundo con unas palabras amables, un afectuoso ‘Hola,  ¿cómo está usted hoy?’, pero nunca las dirán. En lugar de eso, el doctor actúa  como si te estuviera haciendo un gran favor al permitir que estés en su  presencia por un minuto. Él no se hizo doctor para ayudar a otros, sino para  ayudarse a sí mismo.
¿Cómo debería una persona decidir su  línea de trabajo? El objetivo del trabajo no es hacer dinero. El objetivo  del trabajo es beneficiar a otros.10 Bajo las mismas condiciones, si  uno tiene la elección entre un trabajo ganando $1,000 a la semana sentado frente  a una computadora y especulando en la bolsa de valores contra un trabajo ganando  $1,000 a la semana manteniendo las calles seguras contra el crimen mientras  otros duermen, el último trabajo es preferible. El resultado es que, en este  caso, si la persona con la elección de volverse un especulador por computadora  en la bolsa de valores o un vigilante nocturno, elige ser un vigilante nocturno,  su trabajo de toda la vida será realmente uno de dar a otros.
—Así, —preguntó Moshé—, aunque esté recibiendo un  salario, él merece todos esos elogios.
—Sí. Si él elige este trabajo porque su motivación  profunda es ayudar a la gente, él es un dador. Ganar dinero de ningún modo lo  descalifica a uno automáticamente de ser un dador. La razón original por la que  nos hemos adentrado en esta conversación, sin embargo, —añadió el rabino—, es  que quería explicarte cómo el que uno sea un pensador o no, hace toda la  diferencia en el mundo, aun en lo referente a actos de caridad. Las apariencias  son engañosas. Los dadores pueden ser receptores. Los receptores pueden ser  dadores. La diferencia son los motivos subyacentes que uno justifica para uno  mismo en la mente. Y si uno no analiza sus motivaciones y las pone en orden,  obstaculiza seriamente su capacidad de ser un dador.
¿Para qué estoy viviendo? ¿Qué es lo  que realmente quiero lograr? El minuto que te detengas a pensar, te arriesgas a  distanciarte de la motivación de dar, la motivación que determina el verdadero  valor de todo lo que hagas. Y eso Dany, es por lo que en mi opinión el problema  real del mundo es que la gente no piensa. Muchos creen que piensan, pero no  utilizan su poder de pensamiento para sobreponerse a sus instintos materialistas  los cuales los disponen a ser receptores. Usan su intelecto para hacer dinero o  recibir honor, para convertirse en receptores más eficientes, pero no lo usan  para refinar su yo interior, para sobreponerse a su instinto de  recibir.
—Aún estando de acuerdo con lo que usted está  diciendo, ¿qué tiene que ver la Torá con eso? Yo puedo pensar sin la  Torá.
—Tú puedes creer que piensas, y tal vez una que  otra vez realmente pienses, pero solamente la Torá tiene el poder de hacer a una  persona un pensador cada momento de su vida. En tanto que la Torá nos exige que  comamos, nos casemos, interactuemos con otros y que en general tomemos parte en  la vida física, nos obliga cada día, cada momento a pensar en nuestro interés en  el mundo material. Quiero comer lo que yo quiera, pero la Torá me dice que sólo  coma kosher. Quiero acumular dinero y posesiones, pero la Torá me ordena  dar y dar y dar a otros. Cincuenta… cien… doscientas y más veces cada día, nos  vemos obligados a renunciar a una parte de nuestro interés en el mundo material.  Cuando se combina con una mente inteligente y activa, nada como la Torá tiene el  poder de desarraigar completamente del corazón humano el deseo natural de  recibir, de ser egocéntrico y egoísta.
Ego Contra  Autoestima
—Ahora creo que realmente estoy confundido, rabino,  —dijo Dany—. Antes usted me dijo que el ego es bueno, que debo tener autoestima.  Ahora me dice que el ego no es bueno. ¿Cuál es la respuesta?
—Cuando yo digo ego, —explicó el rabino—, me  refiero a algo enteramente diferente a la autoestima. La autoestima y el  egocentrismo no están separados por una línea delgada. Son dos categorías del  todo diferentes. El egocentrismo gira en torno a ‘obtener lo que yo quiero’.  Debo poseer cualquier cosa de valor que alguien tiene. Todos deben ceder ante mi  voluntad porque yo sé todo mejor que los demás. Eso es  egocentrismo.
—La autoestima, en contraste, no depende de obtener  lo que uno desea. Autoestima es el reconocer el lugar de uno en el universo; es  la apreciación de saber lo que uno ya tiene, de lo que uno ya es. Uno es una  creación en las manos de Hashem. ¿Qué más necesita uno? En cambio, la  persona egocéntrica es infeliz a menos de que obtenga lo que quiere. La persona  con autoestima se acepta a sí misma como es y está siempre activa en el proceso  de desdoblar capas más profundas de su yo.
El problema real con la persona  egocéntrica es que no puede pensar como se pretende que un ser humano lo haga;  no se puede sobreponer a sus deseos instintivos. Aun si él domina sus deseos  físicos, si piensa que su mente es el centro del universo, no va a ser capaz de  pensar objetivamente. Pensará que todo lo que él hace está bien y nadie más  puede decirle algo diferente.
La Torá te entrena a pensar  independientemente de tus deseos físicos así como de tus necesidades  egocéntricas. No sofoca nada que necesite ser expresado; sólo le enseña a uno  cómo enfocar sus deseos para bien. Y lo mismo es cierto para el ego. La Torá no  aplasta tu ego, tu verdadero yo, sino que te ordena a verte continuamente en  relación a Hashem. Si lo haces, te sientes bien acerca de ti mismo y aún  así permaneces humilde sobre tus logros.
Al limitar la lujuria y el ego, la  Torá encauza estos potenciales para el bien último. Te da la oportunidad de  independizarte de los impulsos egoístas de tu ser para que tu mente pueda  reflexionar libre y lúcidamente acerca de las cosas importantes en la vida.  Recuerda, pensar equivale a vivir. No es suficiente estar pensando que piensas.  Debes pensar hasta que duela. Debes enfrentarte a ti mismo y  cambiar.
Viviendo Fuera de la  Realidad
Alguien de entre la gente levantó la  voz:—¿Está uno permitido a dejar de pensar alguna vez?
—Realmente no. Somos responsables de pensar cada  acto en cada momento. Eso es lo que significa estar pensando continuamente en la  Torá día y noche. Y es tan cierto para mujeres judías como para hombres  judíos.11 En cualquier momento, la persona está obligada a estar  pensando de acuerdo a la Torá, es decir, uno debe estar constantemente apartando  las poderosas contracorrientes de los deseos personales, presión de los  compañeros e influencias sociales para obtener la verdad.
—¿Qué hay acerca de nada más relajarse, leer una  novela o algo así?
—Cualquier momento que entregamos nuestra  personalidad a pasatiempos tales como novelas, revistas, periódicos, videos,  cines, etc., estamos cometiendo una especie de suicidio. Por supuesto, eso no  quiere decir que uno no tiene permitido tomarse unas vacaciones de uno mismo de  vez en cuando para recargar baterías. Si tú sabes que tienes exceso de tensión,  tómate las vacaciones. No es diferente a una persona que sabe que está cansada y  necesita una siesta. Sin embargo, cuando leer fantasías ligeras y sin sentido se  convierte en un escape habitual de la realidad, entonces uno está cometiendo un  suicidio espiritual lento, largo e indoloro.
—¿Dónde dice que uno no debe hacerse el hábito de  involucrarse en tales cosas?
—La Mishná nos enseña: ‘Uno que lee  sefarim jitzonim, literalmente libros externos, no tiene porción en el  mundo venidero’.12 Algunos interpretan sefarim jitzonim como  libros de herejía. Sin embargo, el Maharal explica que sefarim jitzonim  no son libros que están prohibidos por la Halajá (como son libros de  herejía o pornográficos), sino que, él explica, se refiere a libros cuyo  propósito entero no es otro que matar el tiempo. Sefarim jitzonim, libros  externos, son libros que lo ‘sacan’ de la realidad. Dan una excusa para no  pensar. Las personas que los leen religiosamente están entre aquéllos que no  tienen porción en el mundo venidero.
—Parece un castigo cruel.
—No tiene nada que ver con el castigo. El versículo  dice: ‘Puesto que (la Torá) es nuestra vida y la longitud de nuestros días’ y  los rabinos explican: es ‘nuestra vida’ en este mundo y nuestra ‘longitud  de los días’ en el mundo venidero.13 Tú tienes que vivir aquí:  ‘puesto que la Torá es nuestra vida’ aquí. Pero la Torá que convertimos en  nuestra vida ahora, se convierte en ‘la longitud de nuestros días’ en la vida  eterna. En otras palabras, esta vida es la base de la otra vida. Los 80 o 90  años que abarcan esta vida no son nada comparados con la eternidad. Sin embargo,  Hashem creó el mundo de tal manera que son un factor determinante en  cuanto a cómo vivimos nuestra vida en el mundo venidero. Lo que haces contigo en  esta vida es lo que serás en la vida venidera.
Por lo tanto, las personas que  acostumbran escaparse siempre fuera de la realidad, pierden su porción en el  mundo venidero, no porque son castigados por desperdicio de tiempo, sino  porque si ellos pierden todo su tiempo en esta vida, no existe materia sobre la  cual subsistir en la otra vida. No es un castigo, sino un resultado natural de  no pensar, de no usar la esencia de nuestro ser para vivir esta vida. Pensar es  vida. Si no aprovechamos cada pequeña oportunidad para afectar esta corta vida,  estamos afectando negativamente nuestra vida eterna.
Cada Momento de Vida, un Gozo  Permanente en Avodat Hashem
—Rabino, este último punto que comentó es  interesante para mí, —dijo Dany—. Usted dijo que no hay vida eterna si uno no  tiene vida presente. ¿Puede explicarlo con más detalle?
—Sí. Cometemos el error de pensar que existen dos  mundos: olam hazé, este mundo, y olam habá, el mundo venidero. Y  pensamos que aquellas personas que son afortunadas, serán capaces de dejar este  mundo e ir al otro como una persona que deja un apartamento para irse a otro.  Ése es el error.
Cuando Shabat llega, ¿te mudas  a otra morada? No, tú recibes Shabat en la misma casa o apartamento que  habitaste durante la semana. No obstante, si es una casa judía que funciona  propiamente, la misma morada se transforma. Ha tomado el aura de Shabat.  La basura física y espiritual se arroja fuera. (Ambos tipos de basura se deben  sacar también durante la semana). Se pone el mejor mantel. Los mejores  utensilios se sacan. Todo es blanco. No te mudaste. No cambiaste de aire. Más  bien tomaste el dominio de donde vives toda la semana y lo transformaste en  Shabat.
Este mundo es como un día entre  semana que desemboca en el eterno Shabat. Un día se va a volver el mundo  venidero, olam habá. Así, no hay otro mundo. Nosotros sólo sabemos de un  mundo: este mundo. Sin embargo, este mundo está en el proceso de convertirse en  el mundo venidero. Por lo tanto, lo que hagas con tu vida en este mundo, es  exactamente en lo que se convertirá en el mundo venidero.
En Tehilim está escrito: az  yimale s’jok pinú ‘entonces (cuando el Meshíaj llegue) nuestras bocas  se llenarán con risa’. Reiremos, y reiremos y reiremos y nunca dejaremos de  reír. El Gaón de Vilna pregunta: ¿Qué es tan bueno acerca de reír continuamente  por siempre? Generalmente reímos cuando nos sorprenden con buenas noticias. Por  ejemplo, si te enteras que ganaste la lotería, lo primero que vas hacer es  saltar de alegría y dejar que todos sepan lo feliz que estás. Sin embargo, si  sigues saltando así durante todo el siguiente mes la gente pensará que eres  anormal. Y estarán en lo correcto. No quieres continuar riendo. Lo vas a seguir  disfrutando un mes después, pero seguramente con más calma, con otra  perspectiva. Seguir riendo no es normal.
¿Qué pasa, no obstante, si un momento  después que recibiste la noticia que ganaste la lotería, te sorprenden con una  noticia que no es menos fantástica que la previa? Esto requiere una nueva risa.  Y digamos que un minuto más tarde hay de nuevo una sorpresa para ti. Nuevamente  te vuelves a reír. Y después de ésta, otra. Y así sucesivamente. El placer que  sentiste con el primer golpe de la noticia original se renueva una y otra vez  como ola tras ola a la orilla del mar. No es anormal mantenerse riendo si  recibes continuamente buenas noticias.
El Gaón de Vilna explica que ésta es  la diferencia entre esta vida y la siguiente. Alcanzar el objetivo que uno se  propone es la fuente de felicidad.14 Sin embargo, después de la  exuberancia inicial, el entusiasmo se desvanece; la sorpresa se ha ido. Quizá  disfrutes con el recuerdo, pero no lo revives una y otra vez. Él explica, sin  embargo, que en el mundo venidero vas a descubrir una sorpresa nueva cada  segundo. No va haber un solo segundo que no contenga una sorpresa para ti. Y  esto te va a mantener riendo y riendo por siempre, mientras permaneces  normal.
La pregunta es: ¿cuáles pueden ser  las noticias que te mantienen tan entusiasmado? La respuesta es: cada momento de  tu vida en este mundo. Los Sabios enseñan: Olameja tiré b’jayeja, ‘tu  mundo, lo vas a ver en tu vida’.15 Este mundo no es realmente el  mundo. Olameja, tu mundo, es olam habá, el mundo venidero. Sin  embargo, ¿en qué consiste el olam habá? Jayeja, tu vida en este  mundo, olam hazé. Olameja tiré b’jayeja: aquellas cosas que logres  aquí, en tu vida pre-olam habá (jayeja) son las mismísimas cosas  con las que vas a subsistir en tu vida futura  (olameja).
Si vivimos nuestra vida como debe ser  vivida, nuestra conducta de hoy afectará directamente nuestra vida en el mundo  venidero y lo va a ser en tal grado que habrá felicidad infinita. Esos momentos  valiosos y placenteros que experimentamos en esta vida son los placeres que  experimentaremos en la vida del mundo venidero, excepto que vamos a descubrir  sorpresas más profundas y enteramente nuevas acerca de cada buen momento por  siempre. Y es por esto que tienes que disfrutar la vida ahora. No importa por lo  que estás atravesando, debes darte cuenta que, debajo de la superficie, por lo  menos, estás ganando enormemente con cada segundo de tu vida  ahora.
A veces las personas renuncian a la  vida. Dicen: ‘no puedo ser feliz en esta vida, espero que en el otro mundo tenga  mejor vida’. Están cometiendo un gran error. Están evadiendo la responsabilidad  de vivir, de disfrutar la vida, ahora. Racionalizan que mientras estén sufriendo  van a obtener el olam habá, el mundo venidero. Éste es un pensamiento  incorrecto. No puedes desarrollar realmente olam habá si no tienes olam  hazé. Conocer lo que estás ganando en olam habá en esta vida, debería  electrizar tu capacidad de disfrutar y experimentar esta vida, aun si estás  sufriendo. El sufrimiento no debe resultar en estancamiento y desesperación. Si  no haces nada en el olam hazé no vas a tener nada en el olam habá.  Y eso es el infierno. Por lo tanto, una persona debe encontrar fuerza para hacer  cualquier cosa que pueda, incluso en medio de la adversidad.
—Pero ¿cómo puede una persona estar feliz en medio  del sufrimiento?
—Al darse cuenta que cada segundo de su vida aquí,  contiene dentro de él, la semilla del olam habá. La verdad es que un  pequeño logro en medio de la adversidad vale generalmente más que un gran logro  durante tiempos fáciles. Si entiendes que cada objeto y experiencia en esta vida  es la fuente de tu placer en la vida venidera, entonces irradiarás tranquilidad  y satisfacción aun en tiempos difíciles. El problema es que no tomamos nuestras  vidas con suficiente seriedad. No apreciamos cómo esta vida se va a transformar  en vida eterna. Mira tus manos. Estas mismas manos son las mismas manos que vas  a tener en la eternidad.
—Rabino, ¿se está usted refiriendo a tejiat  hametim? —preguntó alguien.
—Sí.
—¿Qué es eso? —inquirió otra  persona.
—Tejiat hametim es la época de eternidad que  va empezar después que la historia, como la conocemos, llegue a un clímax  seguido por la llegada del Meshíaj. Para aquéllos que lo merezcan, el  cuerpo será reconstituido del polvo, y el alma va a reingresar a él. El Rambam  incluyó el axioma de la Resurrección de los Muertos en sus 13 principios de fe  del judaísmo. La pregunta es: ¿por qué es tan importante que si uno no cree en  ese axioma, no cree en el judaísmo? Después de todo, uno puede entender por qué  creer en D–os, Providencia Divina, recompensa y castigo y otros principios  similares son preceptos inalterables de la fe. Sin embargo, ¿qué diferencia hace  si uno cree o deja de creer que eventualmente después de la muerte el cuerpo de  uno será reconstituido y el alma le será devuelta?
Esto es especialmente difícil de  entender cuando consideramos el hecho que una persona no es su cuerpo. Un cuerpo  es como un traje. Una vez que tu traje se desgasta, ¿te importa qué pase con él?  Te sirvió bien mientras duró, pero no eres tú. Una vez que el alma deja el  cuerpo y va a donde sea que vaya, ¿a quién le importa lo que pasa con el cuerpo?  Más aún, ¿quién dice que todos quieren que se les regrese el mismo  cuerpo?
Sin embargo, la respuesta es que nos  enseña cuán importante es cada parte de nuestra vida, incluso nuestra vida  física. Tenemos que decir: ‘Hashem, Tú me diste este cuerpo y este  conjunto de circunstancias físicas. Un día todo esto va a ser parte de la  eternidad. Ahora sucede que es material, pero un día llegará a ser espiritual,  una parte permanente de olam habá’. Cuando puedas decir esto con  convicción, llegas a tener un nuevo respeto por ti mismo, por cada aspecto de  tus circunstancias presentes de vida, incluyendo las físicas.
—¿Todas las cosas físicas?
—Sí.
—¿Qué hay acerca de las  posesiones?
—También
—¿Aun el dinero?
—Ciertamente. Hashem pone una gran cantidad  de responsabilidad en nuestras manos cuando nos otorga dinero. Es una cosa  potencialmente sagrada que puede ser usada para tzedaká (caridad) y otras  mitzvot. Consecuentemente, tienes que pensar mucho acerca del dinero que  gastas. Y es, nuevamente, donde pensar es tan importante. Debes saber cuándo  donarlo y cuál es la causa correcta para donarlo. Si Hashem te da dinero,  debes vigilar cada centavo, no por ser tacaño, sino porque cada centavo tiene un  uso específico para el que te fue dado.
—¿Cada centavo?
—Sí. Cada centavo es del cielo. Si lo usas  adecuadamente te vas a beneficiar de tu dinero, no solamente en este mundo, sino  en el mundo eterno. Tu dinero se convertirá por sí mismo en parte de la  eternidad. Y este conocimiento te debería dar el placer que necesitas para  sentir aquí. Déjame ilustrarte a qué me refiero con un incidente  personal.
Una vez necesitaba viajar a las  afueras del estado para dar una conferencia. Mi tanque de gasolina estaba a la  mitad, pero para asegurarme quise llenarlo. En ese entonces la gasolina costaba  95 centavos por galón en la carretera y aproximadamente $1.15 en cualquier otra  parte. Entré a una gasolinera en la ciudad y estaba a punto de llenar el tanque  cuando recordé que podía conseguir la gasolina más barata en la carretera.  Argumenté conmigo mismo que no valía la pena ahorrarme 20 centavos por galón y  no llenar el tanque inmediatamente. No obstante, cuando leí el letrero que decía  $1.15 por galón no me atreví hacerlo, y conduje hasta la siguiente gasolinera y  vi que el precio era $1.12, pero aún no podía gastar el  dinero.
Me dije, ‘¿Acaso no eres un tonto  perdiendo diez minutos entrando y saliendo de estas gasolineras para ahorrarte  $2.00 por medio tanque de gasolina?’ Al mismo tiempo me dije: ‘$2.00 son $2.00.  Tienes una responsabilidad con el dinero que Hashem te  da’.
Decidí entrar a la carretera sin  llenar el tanque. Después de un par de salidas, para mi sorpresa, vi una  gasolinera vendiendo el galón a 83 centavos. ‘Mira’, le dije a mi hija que  estaba viajando conmigo, ‘Hashem me recompensó. Está incluso más barato  de lo que generalmente pago en la carretera’.
Llené el tanque por $12.46, saqué un  billete de $20.00 y entré a la pequeña tienda a pagar. Al entrar, recibí una  mirada muy fría, antisemita, de un gentil detrás de la caja registradora. Un par  de amigos suyos estaban ahí también y no era muy difícil leer su mente. Tratando  de no sentirme intimidado, le pasé los $20.00. Me dio el cambio, el cual no  conté y me salí.
Cuando regresé al automóvil, conté el  cambio y me di cuenta que me había regresado $7.00 más de lo que me debía haber  regresado. En lugar de cobrarme $12.46, me cobro $5.46. En una fracción de  segundo, la siguiente conversación pasó por mi cerebro. 
Estrictamente, de acuerdo a la  Halajá, el dinero es mío. Además no me debo preocupar por causar  profanación del nombre de Hashem. Más tarde, cuando descubran el error,  no van a pensar que yo me marché deliberadamente con el dinero, porque las  personas con frecuencia meten el cambio en sus bolsas sin contarlo. Y además, yo  no le debo nada a esos antisemitas. Podía verlos burlarse de mí a través de sus  apariencias. ¡Qué bueno!, pensé, se lo merecen. El dinero es mío. Quería  ahorrarme $2.00 y no sólo me los ahorré sino que obtuve $7.00 más. Fui  recompensado inmediatamente por actuar responsablemente con mi  dinero.
Después, también en una fracción de  segundo, me recordé a mí mismo las palabras de Moshé Jaim Luzzatto en su  Mesilat Yesharim: A pesar de que el error monetario (en este caso) sería  permitido conservarlo, te corrompes a ti mismo si te quedas con el dinero. Te  acostumbras a recibir dinero por el que no trabajaste. Por lo tanto, midat  hajasidut, el atributo de ir más allá de lo que la Halajá dictamina  directamente, indica que no es apropiado quedarse con el dinero. Así como las  palabras del Mesilat Yesharim llegaron a mi mente, inmediatamente un  tercer pensamiento cruzó por mi mente. Quizá podría hacer un kidush  Hashem, una santificación del nombre de D–os.
Entré nuevamente a la tienda y recibí  otra vez la misma mirada hostil que parecía decir: ‘este judío está de regreso.  ¿qué quiere ahora?’ Me acerqué a la caja registradora y dije: ‘Me dio cambio de  más. Yo le dije que fueron $12.46, y me dio $7.00 de más’.
Su cara se puso roja. Probablemente  había estado pensando, ‘si le das la mano a un judío, tienes que contar tus  dedos para estar seguro que no te robó uno’. Y ahora, ahí estaba yo regresando  el dinero. Podía notar que estaba turbado.
‘Lo siento’, dijo mientras tomaba torpemente el  dinero que yo le había regresado. Nerviosamente, pero con gratitud genuina, me  agradeció no una, sino dos veces.
Regresé al automóvil y le conté la  historia a mi hija. ‘Imagínate lo que pasó acá’, le dije. ‘Fui capaz de realizar  la gran mitzvá de kidush Hashem sin que me costara un centavo.  ¿Qué hice para merecer esta mitzvá? Hace una hora y media, salí de mi  camino para ahorrarme $2.00. Mitzvá goreret mitzvá, una buena acción trae  otra buena acción. Si hubiera tomado el camino fácil y gastado los $2.00 antes  de llegar a la carretera, nunca me hubiera detenido en esta  gasolinera.
El dinero no es algo con lo que se  debe ser frívolo. Es una herramienta que te ayuda a funcionar adecuadamente en  el mundo de Hashem. Y cada centavo tiene su propósito. La ‘pequeña’  oportunidad de ahorrar $2.00 puede llevar a obtener recompensa en este mundo y  en el mundo venidero. Y lo mismo es verdad para cualquier otra cosa de  naturaleza física. Nuestras manos, nuestros cuerpos, nuestro dinero, nuestra  casa, nuestra pareja, nuestros hijos e incluso nuestro tiempo. Todo lo físico es  un regalo con potencial para ser convertido en eternidad.
¿Qué es vivir? —continuó el rabino—.  ¿Cuándo se nos considera vivos? Cuando utilizamos el presente y lo aprovechamos  en una experiencia que va a contener la vida del mundo venidero. Y cada momento  puede hacerse efectivo. Pero tenemos que vivir este momento presente. Si son las  9:32, tenemos que vivir a las 9:32. Si perdemos la oportunidad de las 9:32, no  estamos viviendo, estamos meramente existiendo en el planeta.
Déjame ampliar esto con una historia.  Un muchacho de 18 años que estudiaba en una yeshivá en Inglaterra se  enfermó de cáncer. Se puso tan grave que los doctores le dijeron que ni la  quimioterapia lo iba a ayudar; aconsejaron a la familia que lo llevaran del  hospital a la casa a fin de vivir sus últimos días con sus seres  queridos.
Sin embargo, la familia no se rindió.  Lo trajeron a Estados Unidos y encontraron un centro médico no muy lejos de mi  casa. De hecho, terminaron por quedarse en casa de mi yerno. Los doctores les  dijeron que tenían una terapia experimental que, a pesar de ser muy dolorosa,  podría extender su vida por un par de meses. Los doctores insistieron, no  obstante, que sólo aplicarían la terapia si el paciente firmaba un papel  liberándolos de toda responsabilidad por el procedimiento.
Los padres consultaron a una  autoridad grande en Torá, si a su hijo le estaba permitido, o más aún, si estaba  obligado a tomar esa terapia. El rabino concluyó que, en su caso particular, el  único que podía tomar la decisión final era el hijo.
Al poco tiempo, el padre me llamó por  teléfono y me dijo que su hijo quería hablar conmigo. El muchacho les pidió a  sus padres que salieran un momento a fin de poder hablar a solas  conmigo.
‘Sé que voy a morir pronto’, él me dijo, ‘y no  tengo quejas en contra de Hashem, aunque no entiendo el porqué esta  situación me llegó a mí. No tengo miedo. Lo que más me molesta es que mi familia  va a sufrir. Sin embargo, si esto es lo que Hashem quiere, yo estoy  deseoso de aceptarlo de todo corazón’.
‘No obstante’, él continuó, ‘me han dicho acerca de  una terapia que puede extender mi vida un mes, más o menos, y que la decisión de  tomarla o no depende completamente de mí. Yo no sé qué finalidad tiene tomarla.  ¿Qué estoy logrando al vivir un mes más? Ya estoy imposibilitado, acostado acá  conectado a todos estos tubos; no me puedo concentrar por más de cinco minutos.  Mi familia va a perder un hijo, y ¿no sería imponerles más agonía que estén  viendo mi estado un mes más? ¿Qué debo hacer?
Primero le dije que no esperara que  yo tomara la decisión por él. Estuvo de acuerdo. Luego le dije que lo único que  podía hacer era enseñarle qué tan valioso era vivir un mes más. Si él entendía  qué tan valioso era, entonces podía tomar una mejor y más informada  decisión.
‘De acuerdo’, me dijo.
‘De toda la Torá’, le pregunté, ‘¿cuál de los  mandamientos dirías que es el más importante?’ Intentó adivinar algunos, pero yo  le dije: ‘El mandamiento más importante es el mandamiento de estar vivo, como  dice la Torá: vivirán por ellos,16 es decir, vivir por los  mandamientos, no morir por causa de ellos. La vida es el mandamiento más  importante, porque el mandamiento vivirán por ellos nos dice que debemos  transgredir la Torá si surge una situación en la que cuidar los mandamientos  ponga nuestra vida en peligro. Si estás en una isla desierta y solamente puedes  sobrevivir comiendo puerco, no sólo se te permite comer sino que estás obligado  a hacerlo’.
Continué y le relaté una discusión  sobre la ley de la Torá la cual, aunque hipotética, arroja luz en el  tema.17 ‘Imagina una persona anciana en estado vegetativo en su lecho  de muerte, y los doctores garantizan a la familia que pueden extender su vida un  momento extra, pero el procedimiento requiere que todo judío en todo el mundo  transgreda todos los mandamientos, con excepción de asesinato, adulterio e  idolatría, que son las tres excepciones a los mandamientos de vivirán por  ellos. Sé que es completamente hipotético’, le dije, ‘pero imagina un caso  así, y obtenemos la confirmación de que la afirmación de los doctores es  legítima; en lugar de morir a los 100 años de edad, gracias a todos los judíos  transgrediendo 610 mandamientos, la persona anciana en estado vegetativo morirá  a los 100 años más un momento. ¿Qué es lo que la ley de la Torá dictamina en tal  circunstancia?
La respuesta es que no sólo está  permitido transgredir en este caso, sino que uno debe transgredir para agregar  este momento extra. Debes comer puerco en Yom Kipur que cae en Shabat si  eso puede salvar una vida judía, de cualquier judío, hasta de uno que se  encuentra en estado vegetativo cuya vida entera se ha encontrado en ese  estado’.
‘Esta ley de la Torá’, le dije, ‘nos revela cuánto  vale un momento de vida. D–os nos está diciendo que a pesar de que Él creó el  mundo para que podemos observar todos los mandamientos de la Torá, un momento de  vida, aun en estado vegetativo, es más importante. Es difícil de entender porque  no nos damos cuenta lo que es la vida. No nos damos cuenta cuánto ha invertido  Hashem en que nosotros estemos vivos. Pero así debe de ser si  Hashem exige que transgredamos Sus mitzvot a fin de estar  vivos.
‘Respira profundamente’, le dije a este joven.  ‘David escribió: Cada alma (neshamá) agradece a Hashem. Al  vocalizar la segunda palabra en forma diferente, el versículo puede ser leído:  Cada respiro (neshimá) agradece a Hashem. Cada respiro de aire es  un segundo extra de vida, y un segundo de nuestra vida le da a Hashem  cosas incalculables’.
‘Piensa acerca de esto. Un segundo de nuestra vida  le da a Hashem cosas inimaginables. No tenemos que comprender  necesariamente qué obtiene Hashem con nuestra vida, pero sabemos que Él  debe obtener algo grande si Él está deseoso de que se transgreda virtualmente  toda Su Torá para ganar un momento de vida. Un solo respiro con esta conciencia  es un canto de vida, aun si en esta vida se están experimentando dolores  insoportables o si se vive en estado vegetativo’.
‘Tú me preguntas’, le dije, ‘¿qué puedes lograr  extendiendo tu vida un mes más? Yo te pregunto: ¿te das cuenta cuánto  Hashem está dispuesto a sacrificar para que tú vivas un momento más? No  te estoy diciendo qué hacer’, concluí, ‘pero decidir tomar la terapia es una  declaración al mundo que la vida, en cualquier forma, es el regalo más preciado.  Nos vas a estar demostrando, cómo una persona a punto de perder la vida está  deseosa de pagar el precio más alto posible por más vida. Después de todo, no lo  estarías haciendo por ti mismo, porque no tienes miedo de morir; y no lo  estarías haciendo por tu familia, porque ellos sólo sufren más al verte en este  estado. Lo estarías haciendo solamente porque Hashem te dijo, a través de  la Torá, lo que un momento de vida vale para Él. Es una declaración hacia  Él que unos pocos respiros más con el fin de agradecerle es tu propósito real  para vivir.
Finalmente le dije al muchacho:  ‘muchos de nosotros, desafortunadamente, estamos simplemente existiendo; nos  quejamos acerca de todas las cosas malas en nuestra vida. Somos insensibles. No  sabemos realmente lo que es la vida. No apreciamos el valor de un momento. Sin  embargo, ya que tú no tienes otra alternativa más que la de enfrentar la  realidad y luchar por cada momento de vida, tú nos puedes enseñar acerca de la  vida. Y si tú haces esto, yo te envidio, tú eres nuestro  maestro’.
Al final él tomó la decisión de tomar  la terapia. Algunos días después, su padre vino a mí con emoción y me preguntó:  ‘¿Qué le dijo?, ¿qué le dijo? Todo el tiempo está sonriendo. Los doctores no  pueden entender qué bien está tomando la terapia. Me preguntan si sé por qué.  Les dije que él está así desde que habló con usted. Rabino, ¿qué le dijo? ¿Lo  hipnotizó o algo así? Le aseguré al padre que no hice otra cosa más que  enseñarle el punto de vista de la Torá sobre el valor de un momento de  vida.
Ahora este muchacho está muy enfermo,  como ya dije, pero para sorpresa de los doctores, durante este mes extra, se  puso lo suficientemente bien para dejar el hospital por un par de semanas.  Terminó quedándose en casa de mi yerno. Lo visité ahí, y me explicó que a veces  cuando tiene dolores muy severos, no se puede concentrar lo suficiente para  recordar lo que yo le dije. Sacó una grabadora y me pidió que le repita todo.  También quería incluir en la cinta, algunas preguntas nuevas que desde entonces  surgieron en su mente.
Una pregunta fue que el más malvado  de los malvados no sufre más que el equivalente a doce meses en el Guehinom,  el concepto judío de infierno. Sin embargo, él ya estaba en el decimotercer  mes de su enfermedad. Mi respuesta fue que en el Guehinom tú limpias tu  alma; aquí en esta vida, estás expandiendo tu alma, estás haciendo tu alma más  de lo que es. Esta vida es un tiempo para producir; en la vida venidera, tú  cosechas, pero no siembras nuevas semillas. Es por eso que decimos que un  momento de vida aquí es más valioso que una existencia entera en la vida  venidera. Cuando él escuchó esto, una enorme sonrisa cruzó por su  cara.
Después de un par de semanas, tuvo  que regresar al hospital. Escuchaba la grabación constantemente. Los doctores y  enfermeras no podían entender cómo es que estaba siempre tan contento. Ellos no  se daban cuenta, pero su secreto era que él estaba viviendo verdaderamente cada  momento. Vivió tres meses y medio más y el Shabat antes de Pésaj dejó este  mundo, pero aun entonces tenía una sonrisa en su cara.
La verdadera felicidad resulta de la  conciencia de convertir cada momento en la realización del propósito último.  Este joven convirtió respiro tras respiro de esta vida en vida eterna. Y éste es  realmente el objetivo de la Torá, enseñarnos cómo traer eternidad a nuestra vida  de otro modo, temporal.
Sin embargo, aun las personas  observantes de la Torá pueden perder de vista el objetivo. Cuando nos analizamos  y nos preguntamos a nosotros mismos: ¿estamos viviendo en el presente?  Probablemente responderemos: no. El presente existe, pero en el momento,  probablemente estemos en algún lugar muy lejos. Tendemos a reciclar el pasado  una y otra vez. Ésta es una de las cosas que deprime a las personas. Por  supuesto, otros rechazan la necesidad de obsesionarse acerca del pasado, pero en  su lugar, generan escenarios imaginarios acerca de las buenas cosas que les  esperan en el futuro. Su expectativa de que tales cosas serán muy buenas, los  hace felices en el presente. No obstante, no es el presente el que los hace  felices.
—¿Está usted diciendo que nunca debemos pensar  acerca del pasado o planear para el futuro?
—Por supuesto que no. Con frecuencia uno debe  recordar el pasado o calcular el futuro a fin de saber qué hacer en el momento  presente. El punto es no preocuparse con el pasado o con el futuro como un medio  para escapar del presente. Cada momento de vida es totalmente una nueva  creación. Ese momento te va a dar el placer de la eternidad por siempre, con la  condición de que realmente vivas ese momento.
Cada uno de nosotros debe preguntarse  constantemente: ¿qué es lo que el AHORA me está dando a mí? Si Hashem nos  da 80 años, más de dos mil millones de segundos, cada segundo puede ser un  momento para experimentar el placer del logro. Si yo estoy poniendo algo de  substancia a este momento dado, si estoy viviendo, este momento estará conmigo  por siempre. Nunca estará perdido. Desde el minuto que yo muera, voy a  experimentar este momento de placer por siempre. Sin embargo, si en ese momento  estoy viviendo en el pasado o fantaseando acerca del futuro, este momento está  vacío. Rabí Israel Salanter señaló que es posible haber estado vivo 80 años y  difícilmente haber vivido un año. Cuando una persona muere, incluso una persona  envejecida, es probable que no haya tenido más que un par de años de experiencia  real de vida.
—Pero rabino, una persona debe hacer cosas como  dormir. ¿Cómo se puede esperar que uno tenga logros cuando está  dormido?
—Hasta eso puede ser transformado en eternidad,  dependiendo de tus pensamientos. Si eres irreflexivo acerca de las cosas que  haces, como ir a dormir, entonces, cada noche estás desperdiciando dormido ocho  horas de tu vida potencial. Sin embargo, si te das cuenta que la vida es la  oportunidad para servir a Hashem de una forma nueva cada momento y, a fin  de poder servir bien a Hashem tu cuerpo necesita descansar, si tienes  pensamientos como ésos cuando te vas a dormir, entonces tu sueño es una gran  mitzvá. Si tú no sabes por qué estás vivo, entonces, no sabes por qué  duermes. Consecuentemente, tu descanso es un desperdicio. La Torá tiene leyes  relacionadas con el dormir, que estimulan a la persona a recordar que el dormir  tiene un propósito. Y una persona necesita este estímulo debido a que la mayoría  no saben cómo ir a dormir. Suena gracioso, pero es verdad. La mayoría de la  gente no sabe ni siquiera cómo ir a dormir.
Ninguna actividad está desprovista de  la opción de obtener eternidad. Sin embargo, si tú no piensas o no sabes qué es  lo que estás escogiendo o, no sabes ni siquiera que tienes una elección,  entonces estás permitiendo que la vida se te escape. Por lo tanto, piensa. Nada  es más importante que pensar acerca del momento presente ante ti. Nada. Piensa y  repítete a ti mismo una y otra y otra vez la importancia absoluta de vivir cada  momento.
Uno de los tzadikim  acostumbraba levantarse cada mañana y decirse a sí mismo, ‘Shalom aléjem  veintiuno de Iyar (o cualquier fecha que fuese). ¡Qué grandioso día! Hemos  esperado miles de años por ti. Tú estabas en el plan original de la creación de  Hashem. Hemos esperado tanto por ti, y no obstante, el tiempo es corto.  Solamente voy a estar contigo por las siguientes 24 horas. Después de eso, nunca  te volveré a ver. Por lo tanto, déjame empezar. Prometo que viviré contigo cada  segundo’.
Imagina que tienes el honor de  recibir a Eliyahú HaNavi y él te va a contestar todas las grandes dudas que  tengas. No podrías tener mayor entusiasmo de anticipación, esperando el día en  que lo puedas hospedar. Cuando el día llegue, ¿te vas a dormir hasta tarde?, ¿te  vas a excusar para tomar un café?, ¿vas a leer historietas o ver la televisión?  La verdad es que cada día que vivimos y respiramos en esta tierra es mayor que  experimentar la revelación de Eliyahú HaNavi. Eliyahú viene con el fin de  enseñarnos cómo utilizar la vida. Pero uno tiene que utilizar la vida. Uno tiene  que invertir su capacidad de pensamiento en cada momento  presente.
—Rabino, ¿cuál es el castigo para alguien que no  invierte apropiadamente su capacidad de pensamiento en el momento presente?  —alguien preguntó.
—El momento que invierto en mí en este momento,  permanecerá conmigo por siempre. Todo lo que logre ahora será mi porción en el  mundo venidero. Inversamente, cualquier cosa que omita ahora, faltará allá. Los  fuegos del Guehinom incluyen los dolores ardientes del desengaño por no  haber utilizado apropiadamente la oportunidad que tuviste de vivir la  vida.
Por supuesto, el placer del mundo  venidero está más allá de lo que cualquier ser humano puede imaginar. ‘Un  segundo de placer en el mundo venidero es mejor que la vida entera en este  mundo’. Si pudiéramos reunir todos los placeres que toda la humanidad  experimentó alguna vez desde el día de la creación hasta el día de hoy y  combinarlos en un solo placer, no sería todavía comparable a un segundo de  placer en el mundo venidero. Sin embargo, para producir este segundo de placer,  tienes que utilizar este segundo del presente en este mundo.
La Joya
—¿Existe alguna enseñanza de la Torá que resuma lo  que usted ha estado diciendo?
—Hay muchas. Probablemente la mejor conocida de  ellas es aquélla acreditada a Hilel, que dice: ‘Si yo no voy a actuar por mí,  ¿quién lo hará? Y ser sólo para mí mismo ¿qué me hace? Si no ahora  ¿cuándo?’18 Déjame explicarte más claramente.
Cada momento es una gema. Y la vida  de cada uno ha sido dispuesta especialmente desde el tiempo de la creación de  manera que mil millones de momentos, cada uno con su respuesta única, han sido  dispuestos para cada quien. No obstante, depende del individuo el descubrir cada  momento. Por lo tanto, la primera pregunta que uno debe hacerse es: ¿Si yo no  voy a ser yo, quién será? Nadie más puede ser yo. Nadie más puede  hacerme.
Cada judío tiene una joya en sí  mismo, y la razón absoluta por la que bajó a este mundo fue para descubrir esa  joya. Y esa joya solamente puede ser descubierta por ese judío. Si Moshé pudiera  bajar del cielo, no podría tomar tu lugar y pulir tu joya.
Hilel continúa: ‘Y cuando soy para mí  mismo’, es decir, solamente para mí mismo; cuando me he desarrollado y he pulido  mi gema, pero no la utilizo para el progreso de otros, ‘qué soy yo’, es decir,  ¿qué valor tiene mi gema? Si una persona no tiene un yo a fin de poder  compartirlo con otros y relacionarse con ellos, ¿qué bien es ese  yo?
De acuerdo a Hilel, el primer paso es  conocer quién eres.19 Tienes que conocer tu propio valor y saber que  eres una porción de D os; que estás hecho a imagen de D os. Entonces, después de  que desarrolles tu yo único, lo tienes que usar para que otros hagan lo mismo.  Una vez que te das cuenta quién eres, te das cuenta que todo prójimo judío es  igual porque su alma y la tuya son del mismo D os. Eso se llama ‘Amar a tu  prójimo como a ti mismo’. Tienes que amar tu yo real, tu alma. Después puedes  amar a tu prójimo.
Hilel concluye: ‘Y si no ahora,  ¿cuándo?’ Él trata de decir: que no sólo cada judío es una joya, sino cada  momento de la vida de un judío es una joya, como ya dijimos. Por lo tanto, si tú  no cumples tu misión en este momento, ¿cuándo lo harás? Es decir, éste es  el momento de realizar, porque si no utilizas el AHORA, ¿cuándo tendrás este  momento otra vez? Nunca va a regresar. Si ahora no es el momento de ganar tu yo,  tu yo del olam habá, ¿entonces cuándo?
Teshuvá
—Rabino, —dijo Dany—, sé que está tratando de  hacernos sentir bien, pero me ha hecho sentir muy mal. Si lo que usted está  diciendo es verdad, entonces he perdido tantos momentos en mi vida, que me estoy  empezando a sentir muy deprimido de sólo pensar en ello.
—No hay razón para deprimirse. Cada momento de una  vida pasada, incluso de una vida de fracaso, fracaso espiritual, puede cambiarse  para bien gracias al principio de teshuvá, que quiere decir regreso;  regreso al status original de uno como criatura hecha a imagen de  D os.
Una de las cosas maravillosas acerca  de escribir en una computadora con un procesador de texto, es que no debes tener  miedo a equivocarte. Antes de las computadoras, si cometías un error, tenías que  usar corrector y muchas veces incluso mecanografiar nuevamente la hoja entera.  En la actualidad, simplemente regresas al lugar del error, lo corriges, y el  procesador de palabra reorganiza la página entera para ti.
Esto es teshuvá. En un  momento, yo puedo regresar a mi status original como una criatura hecha a imagen  de Hashem. Y cuando lo hago, puedo corregir todas mis fallas del pasado  hasta el presente. Un momento de teshuvá puede mandar ondas de cambio a  través de todos los momentos que ya pasaron.
—Pero es muy difícil.
—No estoy diciendo que es fácil, ¿Pero cuál es la  alternativa? ¿Permanecer inmerso en lo físico con una perspectiva materialista?  Esto es más difícil a largo plazo porque tu yo real es tu alma y esta alma tiene  hambre por la verdad. La gente se deprime porque no se identifica con su alma.  No existe nada grandioso o especial acerca del yo físico. Hasta los animales  tienen un yo físico. Tarde o temprano tienes que regresar a tu yo real o nunca  serás verdaderamente feliz.
Teshuvá significa ‘regresar’ a  tu yo real; al alma que está hambrienta de verdad, la que solamente puede  tolerar tanto letargo y autoengaño. Cuando pecas, no fuiste tú. Fue la parte  física la que pecó, no tú. Cuando haces teshuvá, empiezas a ver tu yo  físico como una persona externa y le gritas, ‘¿cómo pudiste hacer eso? ¿cómo  pudiste hacerlo? Teshuvá significa que descubres, que revelas tu yo real,  y te enamoras de ese yo.
—Pero rabino, ¿cómo puede una persona enfrentarse a  sí misma si tiene mucha culpa?
—La culpa es un medio de instrucción, no de  destrucción. Cuando no vives la verdad, te sientes culpable. La culpa te alerta  al hecho de que debes buscar activamente un cambio en ti mismo. No es un  instrumento de destrucción. La culpa debería guiarte a la teshuvá, a  sincronizarte con tu yo real y experimentar el proceso de volver a él. Por lo  tanto, no dejes que la culpa te destruya. Úsala para reconstruir tu  yo.
Se está haciendo tarde, —agregó el  rabino—. Para concluir, es vital que cada uno de nosotros aprenda cómo pensar.  Únicamente al hacerlo así podremos ganar autoestima y volvernos quienes  realmente somos. No te dejes tranquilizar con comodidades materiales o cegar por  las posesiones de otros. La única posesión verdadera es tu yo y el momento que  tienes ante ti esperando para ser transformado en eternidad. No obstante, con el  fin de obtener esto, debes pensar. Por lo tanto, piensa. Piensa acerca de lo que  realmente importa. Y sé consecuente con tu pensamiento. Buenas  noches.
Consejo  Práctico
Sin embargo, antes que el rabino se  pudiera ir, una de las personas que estaba escuchando la conversación dijo: —Una  última pregunta, rabino; hablando en forma práctica, ¿qué podemos hacer para  adquirir los ideales de los que usted habla?
—Como ya dije, repitiendo las ideas una y otra vez.  La clave del éxito es la claridad. Claridad de pensamiento es en lo que debemos  trabajar, porque hay muchas cosas que opacan nuestra perspectiva. Por lo tanto,  debes entender las ideas verdaderas y enseñártelas a ti mismo una y otra vez.  Algunas veces, la mejor manera de enseñarlas a ti mismo, es por medio de  enseñárselas a otros. Es por eso que yo doy estos seminarios. Realmente me estoy  enseñando a mí mismo, repitiendo estas verdades una y otra vez. Ustedes también  deberían encontrar formas de repetírselas a ustedes mismos y a otros. Mientras  más lo hagan, más éxito tendrán. No obstante, cualquier cosa que hagan, que no  sea fuera de la realidad, de la realidad de ustedes.
Dejen que hable más concretamente. El  fin de semana se terminó, y estás sentado en tu casa, preguntándote qué vas  hacer. No tomes una revista y te pierdas en alguna fantasía. Saca un libro de  Torá, pon una cinta de Torá; confróntate a ti mismo. O cuando vayas en el  automóvil, no prendas el radio y escuches las noticias acerca de otro asesinato  o de algún invitado de un programa que te enseña lo que él piensa es importante.  Pon la cinta de Torá que te inspire y te enseñe cómo atrapar el  AHORA.
Necesitamos repetir esas ideas  verdaderas una y otra vez, especialmente en la actualidad, porque existen muchas  fuerzas externas compitiendo por nuestra atención. Te quieren vender algo, ya  sea un artículo inútil el cual ellos afirman te dará felicidad o incluso un  ideal que suena bonito y que te hará sentir que estás contribuyendo al progreso  humano. No pierdas el enfoque. Y si lo haces, debes saber cómo conectarte  nuevamente a la realidad para que puedas recuperar la  claridad.
—Rabino, ¿está usted diciendo que todo en los  medios de comunicación es malo?
—No es un asunto de bien o mal. Es un asunto de  recobrar nuestra mente, nuestra alma. Y por favor, no tomen lo que estoy  diciendo como un reproche. Sólo estoy transmitiendo información. Harán con ella  lo que ustedes quieran.
¿Por qué no pensamos? La respuesta es  muy sencilla. ¡No poseemos nuestra mente! Nuestra mente está controlada por los  medios. La mentalidad gentil se ha infiltrado y ha tomado control sobre nuestra  conciencia. Nuestra política, nuestra tzedaká, nuestra tefilá,  nuestro Shabat, hasta nuestra Torá, todo es enfocado a través de los  lentes de ojos no judíos. Eso es lo que significa estar controlado por los  medios. Cuando estás controlado por los medios, tú no existes realmente. Estás  poseído por otro.
Y da la impresión que nosotros no  tenemos el poder para romper nuestra adicción a los medios. No podemos sentarnos  por un minuto en nuestro auto sin prender el radio. Hasta tenemos radios  especiales que podemos encender mientras nos bañamos. Nuestro más temible  enemigo es uno mismo. Estamos aterrorizados de pasar unos cuantos minutos solos.  Alguien siempre nos debe estar hablando.
Estamos tan atrapados con nuestras  obligaciones, que ¿cuándo tenemos tiempo para estar solos y construir una  relación con Hashem? Sí, nuestras obligaciones son reales, vitales y  necesarias; y las debemos atender. Pero, ¿qué hacemos cuando tenemos un poco de  tiempo libre? ¿Qué hacemos cuando estamos esperando el autobús o el tren?  Tomamos un periódico para leer. Tenemos que saber qué está pasando en el mundo  El mundo se va a desplomar si no sabemos las últimas noticias.
Nosotros no poseemos nuestra  mente.
Yo tenía este problema hace algunos  años. Nunca tuve radio en la casa. Nunca leí periódicos laicos. Pero, cada vez  que manejaba hacia algún lugar, rápidamente prendía el radio y escuchaba las  noticias, ‘WINS, todas las noticias, todo el tiempo’. Las noticias y sólo las  noticias. Y, como cualquier persona normal, tenía que oírlas 30 veces al día…  junto con todos los informes del tiempo y del tráfico.
Me daba cuenta que estaba mal, pero  no tenía el poder de hacer algo al respecto. Después de todo, me decía a mí  mismo, estoy viviendo en una sociedad. Debo ser una persona  normal.
Un día, ofrecí llevar a un gran  erudito de Torá en mi auto. Prendí el motor… y el radio sonó a todo volumen.  Estaba muy avergonzado. Me dije a mí mismo. ‘Eres un hipócrita. En frente de  personas de carne y hueso te avergüenzas; pero en frente de Hashem ¿no te  avergüenzas?’
Continué así y entonces un día  ocurrió una tragedia familiar. Una cuñada murió muy joven, dejando cuatro  huérfanos pequeños. El funeral fue muy tarde en la noche. A la siguiente mañana,  manejé a la ciudad como siempre, y al estar esperando la luz verde del semáforo  mientras escuchaba la voz monótona e incesante del radio del locutor, me sonaba  como el croar de una rana. De repente, me avergoncé y me enojé conmigo. ¿Qué  clase de persona cruel eres? Asististe al sepelio de tu cuñada anoche y en no  menos de 24 horas ya regresaste a tu rutina anterior, escapando de ti mismo.  Tienes miedo de pensar acerca de ello.
Me dije, ‘si uno puede estudiar Torá  o dar caridad en nombre de un difunto, entonces uno puede apagar el radio en su  mérito’. Y así lo apagué. Y 23 años más tarde sigue apagado.
Sin embargo, algo inesperado me pasó  tres o cuatro semanas después de haber apagado el radio definitivamente. Además  de quitar el radio del automóvil, nada de mi rutina cambió, excepto que percibí  una claridad y profundidad en mi perspectiva que antes carecía. Entonces me di  cuenta. Me había desprendido de los medios. Había tenido esta neblina mental y  ahora se había despejado. Podía ver las cosas como si las estuviera viendo por  primera vez con ojos frescos, con mi propia mente. Una persona se queja, ‘todo  está polvoriento’. Entonces alguien le señala que no es el mundo el que está  polvoriento, sino sus lentes. Me di cuenta que éste era yo. Mi Torá, mi  política, todo lo había estado viendo a través del polvo de los medios no  judíos.
Y pienso que éste es el problema que  todos sufrimos en la actualidad. A pesar de nuestra gran inversión en causas  judías y educación de Torá, algo está entorpeciendo nuestros esfuerzos. ¡Tenemos  un punto de vista goy! Y ni siquiera nos damos cuenta que es  goy.
Evelyn
Con frecuencia cuento la historia de  un conocido, un hombre que al principio no estaba muy comprometido con la  observancia de mitzvot. Sin embargo, poco a poco, se empezó a comprometer  más. Empezó a asistir diariamente a clases de Torá. Su esposa se cubrió el pelo.  Yo le ayudé a dar esos pasos, pero por más que trataba, había algo en lo que no  lo podía convencer. No podía conseguir que se deshiciera de su  televisión.
‘Escuche’, él me dijo, ‘esto es algo a lo que no  puedo renunciar. Es algo a lo que mi esposa y yo somos adictos. Vemos una hora  en la noche. Eso es todo. Es un programa de comedia y nos reímos un poco. No  puedo renunciar a la televisión’.
Este hombre tenía una empleada no  judía, llamada Evelyn, a la que necesitaba para dirigir su negocio. Sin embargo,  no la aguantaba. Era superficial, no refinada y grosera. Difícilmente yo podía  tener una conversación con él, en la cual no mencionara algún incidente  desconcertante de Evelyn.
Un día le dije. ‘Sabes, anoche,  mientras tú y tu esposa estaban viendo el programa cómico y riendo, Evelyn y su  novio estaban viendo el mismo programa. Tú estabas riendo en tu sala y Evelyn  estaba riendo en la suya’.
Su cara se puso roja. Unas semanas  más tarde me dijo, ‘Estoy muy enojado con usted. Me ha  acabado’.
‘¿De qué estás hablando?, le  pregunté.
‘¿Recuerda esa ocasión en que me señaló que Evelyn  estaba riendo con el mismo programa que mi esposa y yo estabamos viendo? Bien,  desde entonces, cada vez que prendo la televisión, digo, ‘¡Oh!, Evelyn lo está  viendo también’.
Cada vez que tomas esa revista, ese  periódico o ves ese programa de opiniones, alguna Evelyn está también  sintonizando contigo. ¿Para eso han sido miles de años de sacrificio judío? ¿Un  programa no judío de opiniones? ¿Por qué no tenemos el juicio para separarnos de  algo diseñado para ocupar la mente de una Evelyn?
La respuesta es que estamos  totalmente manipulados por gentiles. Pensamos como gentiles. Vemos el mundo como  gentiles. Nuestra política es gentil. Hasta nuestra Torá es vista a través de  ojos gentiles. Ni la Torá, ni la caridad, ni ningún esfuerzo servirá si  permanecemos sintonizados con la frecuencia de una Evelyn.
Y no te estoy enseñando Jasidut o  predicando piedad. Es el fundamento básico de ser judío. Vedibartá bam  beshibteja bebeteja, ubelejteja baderej, ‘Y hablarás de ellas al sentarte en  tu casa y al viajar en el camino’. Vedibartá bam, Jazal dice, y no  devarim betelim. Tenemos que adherirnos constantemente a palabras de Torá  y evitar todos las devarim betelim, asuntos vanos. Cuando tengas un  tiempo solo, en el auto, en la casa o donde sea, libérate de  Evelyn.
Éste es el Holocausto Americano. Un  holocausto no es sólo cuando el veneno se deja caer en una cámara de gas llena  de personas. El Holocausto Americano continúa ahora mismo. No obstante, en este  holocausto nosotros somos los que poseemos los crematorios. Somos los que  tomamos cámaras de gas portátiles y las traemos a nuestras casas. Nosotros somos  los que estamos envenenando nuestras almas.
La gente dice: ‘Tiene razón. Y es por  eso que no dejo que mis hijos la vean’. Pero yo les digo, ‘¿Qué hay contigo? ¿No  eres también un niño? ¿No somos todos hijos de Hashem?’
El Gran  Debate
Cada uno de nosotros, sin excepción,  tiene un alma pura. Cada uno de nosotros tiene belleza y grandeza: el libre  albedrío absoluto de atrevernos a ser cualquier cosa que pensemos que podemos  ser. Pero primero tenemos que poseer nuestra mente. Debemos tener  claridad.
Desconectarnos de nuestra adicción al  culto de los ídolos modernos, requiere gran sacrificio, pero la buena noticia es  que eso es todo lo que tenemos que hacer para reivindicar nuestra grandeza. No  tenemos necesariamente que crear algo positivo. Únicamente tenemos que desistir  de lo negativo.
Ésta era la cuestión subyacente de un  debate talmúdico.20
Rabba, Ula, (y en otro lugar Rabí  Yojanán) (Tres grandes sabios) dijeron, yasi v’lo ajimena, ‘Dejen que  llegue (el Meshíaj), pero yo no quiero verlo. (Es decir, no quiero vivir  en ese tiempo).
El Maharal explica de sus palabras.  ‘No importa qué tan excelsos podamos ser, no podemos garantizar que estaremos a  la altura de la prueba de la llegada del Meshíaj. Incluso no podemos  estar seguros que vamos a tener el mérito de sobrevivir los desafíos de su  llegada’. Sin embargo, una opinión contraria fue registrada:
Rab Yosef dijo: yasi  v’ajimena, ‘dejen que llegue, y yo lo voy a ver. Y, más aún, ¡déjenme ser  digno de sentarme bajo la sombra de los desechos de su burro!’
¿Cuál es la verdadera discusión  subyacente entre los primeros tres Sabios y Rab Yosef?
Existen dos formas de servir a D os,  basados en un versículo de Salmos, Sur merá vaasé tov, ‘aléjate del mal,  y haz el bien’.21 La primera parte implica simple abstención,  manténte alejado de cualquier cosa que sea mala; especialízate en distanciarte  del mal. La segunda parte te incita a hacer ‘el bien’, a trabajar en lo  positivo, a ejecutar actos de bondad. La pregunta es: ¿alejarse del mal es un  medio de hacer el bien? O es lo contrario: ¿hacer el bien es un medio para  alejarse del mal? ¿El objetivo es hacer el bien o alejarse del  mal?
En esto se centra la discusión de los  sabios. Los primeros tres sabios, que tenían miedo de vivir en los tiempos del  Meshíaj, decían que una persona se vuelve completa, únicamente  concentrándose en el bien. Entendían que las personas en el tiempo previo a la  llegada del Meshíaj serían probadas como nunca antes teniendo que vivir  inmersos en el mal. Espiritualmente se volverían como esqueletos secos  careciendo aun de nervios y venas.
Por lo tanto, ellos concluyeron que  no podían garantizar estar a la altura de la prueba. Ya que la prueba final era  hacer el bien, ¿cómo podían garantizar que serían capaces de alcanzar el nivel  de bien necesario para relacionarse con el Meshíaj en tiempos en los que  el mal sería tan dominante? Por lo tanto decían, ‘Dejen que llegue, pero no  queremos estar ahí’. No podemos tomar la responsabilidad de decir que vamos a  crear la bondad necesaria para superar la brecha entre nosotros y el  Meshíaj.
Rav Yosef, por el otro lado, decía  que traer el Meshíaj no dependía de cuánto bien haya creado uno para sí  mismo, sino más bien, en cuánto uno se ha alejado del mal. Él razonaba que, de  cualquier forma, solamente D os podía conferirle a uno el bien fundamental. El  Meshíaj va a servir como un conducto de la bondad y la santidad  fundamentales. Sin embargo, a fin de ser merecedor de esta bondad fundamental,  todo lo que uno tiene que hacer es alejarse del mal.
Por lo tanto, Rav Yosef decía, ‘Dejen  que llegue, y lo voy a ver’, porque si el mérito de traer al Meshíaj  depende de no ser malo, entonces esto puede lograrse aun bajo las peores  condiciones. De hecho, mientras más esté uno rodeado del mal, mayores  oportunidades tiene de no participar de él. Consecuentemente, el mérito es  mayor.
A la Sombra de los Desechos del  Burro
¿A qué se refería Rabí Yosef cuando  decía que vivir en la era premesíanica era como sentarse debajo de la sombra de  los desechos del burro del Meshíaj’?
El profeta dice que el Meshíaj  va a venir como un ani rojev al jamor, ‘un hombre pobre montado sobre un  burro’.22 En realidad, existen dos palabras en hebreo para designar  una persona pobre: ani y ebyon. Ambas personas pobres no tienen  nada, pero el último desea lo que no tiene. El primero, el ani, no tiene  y no añora.
El Meshíaj es descrito como un  ‘ani montado sobre un burro’. Él va a ser totalmente pobre en cosas  mundanas y materiales, y no las va a necesitar. Él estará montado sobre el  burro. Jamor, ‘burro’ en hebreo, también significa físico, material (la  misma raíz de palabra). Si una persona fracasa en montar o controlar el  jamor, entonces a ella la controlan. Quiere cosas materiales. Las  necesita. Sin embargo, el Meshíaj será un ani; no las va a  necesitar; se va a montar sobre todas ellas y tendrá sus deseos materiales bajo  control.
¿Qué quiere decir sentarse bajo la  ‘sombra de los desechos’ de su burro?
Antes del advenimiento del  Meshíaj, el judío no va a montar encima del jamor–  burro-materialismo como lo ha hecho durante los previos 2,000 años de exilio. Va  a estar sentado debajo de él. Va a estar manejado por él. Y no sólo no va estar  por debajo del burro, sino debajo ‘de la sombra de los desechos’ del burro. El  desecho del burro, es parte del alimento que aun el burro rechaza. En otras  palabras, los judíos estarán involucrados con el desecho de la sociedad no  judía.
Desafortunadamente, vemos qué tan  cierto es esto. Mira a tu alrededor. Lo que es aceptable para el gentil  actualmente no hubiera sido aceptado hace sólo un par de décadas. Hasta los  elementos más bajos de la generación previa hubieran estado conmocionados por el  despliegue de permiso, inmoralidad, espectáculos, desvergüenza, arrogancia, etc.  Sin embargo, en la actualidad, a tales personas se les llama  ‘progresistas’.
A donde quiera que vamos, a donde  quiera que nos paremos, estamos debajo de los desechos. De los anuncios de neón  del Times Square a los televisores, los cines y puestos de periódicos, toda la  inmundicia y los desechos de todo el mundo están cómodamente disponibles, aun en  la intimidad de nuestro hogar. A donde quiera que vamos, estamos bajo la sombra  de los desechos del burro.
Rav Yosef dijo en efecto, ‘Si D os  trae una situación en la que te encuentres a ti mismo viviendo debajo de la  sombra de los desechos del burro, y te ves afectado por ello, entonces todo lo  que vas hacer es abstenerte y no participar en ella, entonces vas a merecer el  Meshíaj’.
La implicación profunda de las  afirmaciones de Rav Yosef es que cada persona tiene una bondad natural innata.  Esta bondad resplandece como una luz eterna. Todo lo que se necesita es  descubrirla. Sin embargo, el bombardeo de los medios, ya sea de los eventos  deportivos vacíos, la promiscuidad desvergonzada, la ideología destructiva o  simple insensatez, amontona pilas y pilas de hollín sobre esa brillante luz  interna.
Una persona siente una chispa de  santidad, una experiencia inspiradora, anhela momentáneamente algo más, pero  llega a su casa y se conecta a las idolatrías de la sociedad. Es como un  paciente en coma que abre los ojos, se desconecta de los tubos y alambres,  camina, experimenta un momentáneo anhelo de vida, y luego regresa a la cama, se  conecta nuevamente a todas las válvulas que lo ‘mantienen con vida’ y se vuelve  a dormir.
La mente es el órgano más preciado.  Necesita ejercicio. Prende la televisión y apaga la mente. Después de un  momento, la irreflexión se vuelve una forma de vida. No pienses… por lo menos,  no mucho. Ciertamente no lo suficiente para tener que cambiar. Conéctate de  nuevo. Prende la comedia o el drama. Prende las noticias. Es importante oír el  informe del tiempo otra vez. Relájate. No trabajes demasiado. Sólo se vive una  vez. ¿Quieres disfrutar la vida? Toma Coca Cola.
Cada vez que te conectas, tu mente se  atrofia. La luz brillante dentro de ti se cubre más y más de desechos  inmundos.
El Botón
Un día se canceló un vuelo que yo  debía tomar. Como compensación, la aerolínea hospedó a los pasajeros en un hotel  de lujo para pasar la noche. El hotel ostentaba ‘TV con control remoto con todos  los canales de cable en todos los cuartos’. Mientras estaba sentado solo en el  bien acolchado sofá de mi cuarto, saqué mi Guemará miniatura y me preparé  para mi estudio diario de Torá. No obstante, antes que me diera cuenta, me quedé  dormido.
Cuando me levanté varias horas  después, me sentí desilusionado y avergonzado porque sabía que mis padres y  abuelos hubieran tenido la fuerza para estudiar la mayor parte de la noche. Me  desesperé por un momento. Contemplé el anuncio arriba en la pared, ‘TV con  control remoto con todos los canales de cable en todos los cuartos’. De pronto,  recordé las palabras de Rav Yosef, ‘Dejen que llegue, y déjenme ser digno de  sentarme debajo de la sombra de los desechos de su burro’. Y entonces me di  cuenta: ¡aquí estoy yo sentado debajo de la sombra de los desechos del burro,  debajo de lo desechado por la sociedad no judía!
De mis ancestros, Hashem  obtuvo una sólida página de estudio cada día y cada noche. Nosotros obviamente  somos una generación más débil. Sin embargo, hay una cosa que poseemos que ellos  no tuvieron. Tenemos la ‘TV con control remoto con todos los canales de cable’  solamente a un botón de distancia. Y ésta es nuestra grandeza potencial, porque  a pesar de que no estaba a la altura de desempeñar el bien de estudiar esa  noche, fui capaz de alejarme del mal aun cuando sólo fuera no dar el golpecito  de un botón. Mis antecesores nunca tuvieron este reto. Le pudieron haber dado a  Hashem una página de Guemará pero nunca Le dieron el  botón.
Piensa Acerca de  Esto
Mi recomendación es que pruebes  durante 40 días, una abstención voluntaria de las influencias de los medios.  Aléjate de ellos, apágalos, arrójalos fuera, cierra tus ojos a ellos, etc.  Después de todo, ¿no te lo mereces?
Trata por 40 días. Aclara tu mente.  Mantenla absolutamente clara. Te garantizo que tu belleza interior empezará a  resplandecer de algún lugar muy dentro de ti. Lo más probable sea que pienses  más claramente que nunca.
Sí, pensando.
Al final de los 40 días, cuando hayas  experimentado la claridad de estar totalmente desconectado por un rato,  reconsidera tus opciones, si quieres. Pero por lo menos, trátalo. Vas a  descubrir tu propia santidad, tu propia grandeza. Y verás lo que significa estar  en posesión nuevamente de la belleza interna especial que reside en cada judío.  La grandeza ya ha sido plantada dentro de cada uno de nosotros. Jayé olam  natá betojenu, ‘la vida eterna fue plantada dentro de nosotros’. Remueve lo  negativo y lo positivo automáticamente empezará a brillar.
Se está haciendo tarde y si algunos  de nosotros no descansamos bien, temo que no seremos capaces de funcionar  apropiadamente mañana. Por lo tanto, gracias y les deseo buenas  noches.
 
POR EL RAV. AZRIEL TAUBER